martes, 15 de octubre de 2013

El Arca del pacto: Capturado y recuperado

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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El silencio de Samuel
1 Samuel 4:1b–7:2
Parece mentira, pero después de tantos años de preparación, Samuel pasó bastante tiempo en silencio. La porción que exponemos no hace mención al profeta. Lo más probable es que sí estuviera ejerciendo su ministerio, pero cuando le tocó registrar la historia en este libro, consideró que había acontecimientos más importantes que su vida por ser más necesarios para el pueblo. Este período en que no contamos con datos acerca de las actividades de Samuel se extiende por unos veinte años (7:2) y siete meses (6:1). Durante esa época, un objeto llegó a ser protagonista de la historia. Todo el contenido de estos capítulos gira alrededor del arca del pacto de Jehová. Este mueble era un elemento indispensable en ese período.
En esta porción, el arca se menciona 37 veces: 12 en el capítulo 4, 12 en el 5, 10 en el 6 y 3 en 7:1–2. No hay otra porción de las Escrituras en donde se le preste tanta atención.
LA CAPTURA DEL ARCA POR LOS FILISTEOS 4:1B–22
El suceso que estudiaremos en este segmento fue una de las peores calamidades en toda la historia del pueblo de Dios. La captura del arca fue resultado de la batalla de Afec, que consistió en dos escaramuzas. Dividiremos el capítulo en dos secciones: el relato y los resultados.
El relato de la batalla de Afec 4:1b–10
Desde el primer versículo se describe a los filisteos como el pueblo que fue el aguijón en la carne de Israel por muchas décadas. Sus habitantes habían emigrado de la Isla de Creta y comenzaron a llegar a la costa sudoccidental de Canaán por el año 1200 a.C. Eran famosos por ser muy aguerridos y tenían la gran ventaja de controlar la industria metalúrgica, lo cual impedía que los israelitas tuvieran acceso a implementos de hierro (13:19–22). Sus incursiones dentro de su territorio, convencieron al pueblo de Dios que necesitaban un monarca; el Señor estaba preparando el terreno para la petición de rey que encontramos en el capítulo 8.
La primera escaramuza y derrota vv. 1b–2. Los filisteos acamparon en Afec, dentro de territorio israelita. En respuesta a esta amenaza, el ejército de Israel acampó en Eben-ezer (área que no recibió ese nombre hasta después de los eventos del capítulo 7). El enemigo atacó primero, pero la acción no duró mucho. Israel fue derrotado y cuatro mil hombres fueron heridos.
Entre escaramuzas vv. 3–9. El pueblo quedó aturdido. Hacía mucho que no había perdido una batalla. Reconocieron que algo andaba radicalmente mal y que por algo el Señor les había retirado su protección. Tomaron una decisión muy humana basándose en la idea popular de que donde se encontraba el arca, automáticamente ahí estaba el Señor. Sabían muy bien que él moraba entre los querubines (4:4) y que desde ahí hablaba con el pueblo (Exodo 25:22). Lo que no habían aprendido fue que cuando se apartaban de su camino, el Altísimo retiraba su bendición. En vez de ponerse a cuenta con el Señor, decidieron usar el arca como un amuleto u objeto mágico, para garantizar la victoria en la siguiente escaramuza. El pueblo cayó en el fetichismo, confiando en el arca en vez de confiar en el Dios de ella. Cuando llegó de Silo al campamento de Israel, el pueblo se regocijó y saltaba de júbilo haciendo temblar la tierra. Pensaban que con el arca entre ellos no podían perder.
La reacción de los filisteos fue opuesta a la de Israel. El miedo se apoderó de ellos porque creían que Jehová estaría con su pueblo peleando por él. Se acordaban de todo lo que había hecho el Omnipotente para libertarlos de Egipto (vv. 7–8). Lo único que pudieron hacer fue animarse unos a otros para seguir siendo valientes y no permitir que llegaran a ser esclavos de los israelitas como éstos habían sido de aquellos (v. 9). Todo estaba listo para la segunda fase de la batalla de Afec.
La segunda escaramuza y derrota v. 10. La superstición de los israelitas fue vencida por el valor de los filisteos. Esta vez la derrota fue total. Los soldados del Señor no regresaron a su campamento sino a sus hogares (tiendas), alejándose del campo de batalla. Murieron treinta mil israelitas.
HAY QUE CONFIAR EN DIOS,
NO EN COSAS
Los resultados de la batalla de Afec 4:11–22
El más trágico resultado para Israel fue la captura del arca de Dios. Veremos que esto provocó la muerte de varios fieles (v. 11a). Había llegado el día para que se cumpliera la profecía del capítulo 2:34. Ambos, Ofni y Finees murieron en la batalla de Afec, demostrando que Jehová es fiel a su palabra (v. 11b). Las noticias de la derrota no tardaron en llegar a Silo donde Elí manifestaba preocupación especial por el arca (v. 13). El aviso acerca de la muerte de sus hijos no le afectó, pero cuando el mensajero mencionó la captura del arca, no pudo controlarse y cayendo de su silla se desnucó y murió al instante (v. 18). A los noventa y ocho años (v. 15) terminó su carrera sacerdotal y la de juez que había durado cuarenta años (v. 18).
En los últimos versículos del capítulo (vv. 19–22) vemos otra muerte trágica. Cuando la mujer de Finees recibió las noticias funestas, dio a luz prematuramente un hijo a quien logró poner nombre antes de fallecer. Le puso uno que se relacionaba directamente con el arca del pacto. Icabod significa “sin gloria”. La gloria de Dios es la manifestación de todo lo que él es. En teoría, su gloria se encontraba en el arca. La mujer razonó que cuando ese mueble fue llevado a Filistea, Dios también abandonó el territorio israelita. Pensaba que los filisteos habían capturado a Jehová.
Hay un quinto resultado que se implica en el texto. La última mención de Silo, cronológicamente hablando, se halla en 4:12. Los comentaristas especulan que después de la batalla de Afec los filisteos llegaron a Silo y arrasaron con ese sitio cúltico. El centro principal del culto pasó a Mizpa y Silo desapareció del escenario.
Desde estos sucesos, el Señor enseñó a su pueblo que si quería participar de las bendiciones divinas, tenía que darle el trato adecuado al símbolo de su presencia, el arca del pacto. Parece que la lección no se aprendió bien, porque los de Bet-semes (6:19), y más tarde el rey David (2 Samuel 6:1–11), tuvieron problemas por no tratar bien el arca.
¡PENSEMOS!
¿Cuál es su actitud hacia los objetos que usamos en nuestro culto al Señor? ¿Usa su Biblia como un amuleto? Es muy fácil creer que Dios tiene que bendecirnos durante el día porque tuvimos nuestro tiempo devocional. Cuántas veces hemos pensado hacer trueque con nuestro Padre: yo cumplí y ahora te toca cumplir. El Señor no se obliga con nadie. Si nos bendice es por su gracia y misericordia. Dejemos de pensar que tiene que colmarnos de bienes porque hemos cumplido con ciertos ritos.
LA VICTORIA DEL ARCA SOBRE LOS FILISTEOS 5:1–12
El concepto pagano era que los dioses de cada ejército participaban en las batallas. El dios del ejército ganador se manifestaba más poderoso que el de los perdedores. En este caso, los filisteos estaban convencidos de que Dagón había ganado la victoria sobre Jehová. Pero Dios no tardó en demostrarles que derrotar a Israel era una cosa y vencer al Altísimo otra muy distinta. El trato inadecuado del arca había traído desastre sobre Israel y ahora los filisteos aprenderían que la posesión del arca les traería graves consecuencias. De las cinco ciudades principales de los filisteos (Asdod, Gaza, Ascalón, Gat y Ecrón), el arca pasó tiempo en tres e hizo estragos en cada una de ellas. El Omnipotente aún controlaba la situación. La geografía no anula la soberanía divina.
El arca en Asdod 5:1–7
En Asdod estaba el principal templo a Dagón, padre de Baal y dios principal de los cananeos. Era la divinidad de la vegetación y no el dios pez como se pensaba antiguamente. Puesto que, según los enemigos, Dagón había derrotado a Jehová, era lógico que pusieran el arca en su templo.
El Señor sólo tardó dos días en demostrar su supremacía total sobre su contrincante (vv. 3–4). La primera mañana, Dagón apareció postrado ante el arca; y la segunda, encontraron la imagen decapitada y manca. El triunfo fue contundente. Jehová comprobó que es Dios sobre todos los dioses.
JEHOVA ES DIOS
SOBRE TODOS LOS DIOSES
Inmediatamente el Altísimo atacó al pueblo (v. 6). El verbo “destruyó” tiene que ver con los campos. Acabó con los productos agrícolas y castigó a la gente con tumores. Es probable que estos fueran síntomas de la peste bubónica transmitida por ratas (6:4, 11, 18). Las autoridades contemporáneas consideran que esos tumores se encontraban en la ingle, pero los comentaristas más anteriores los asocian con la región anal y traducen la palabra como “hemorroides”. La gente reconoció que esta aflicción se relacionaba con la presencia del arca en su ciudad, y que la mano de Jehová era la que les estaba castigando. Pidieron que el mueble sagrado fuera trasladado a otro lugar (v. 7).
El arca en Gat 5:8–9
Parece que los príncipes de los filisteos no compartían la opinión del pueblo y no estaban convencidos de que lo acontecido se pudiera atribuir a la presencia del arca. Cuando finalizaron la discusión, fue trasladada a la ciudad de Gat donde el Señor también hizo estragos por lo que se deshicieron de ella de inmediato.
El arca en Ecrón 5:10–12
Los de Gat la enviaron a Ecrón donde terminó su estancia de siete meses (6:1) en Filistea. Los habitantes sabían que experimentarían las mismas catástrofes que Asdod y Gat y sugirieron que fuera devuelta a sus dueños. Parece que Ecrón sufrió más que las otras ciudades, porque el arca permaneció ahí más tiempo y sólo en relación con ella se menciona explícitamente que hubo muertos (v. 12).
No había duda alguna. Jehová había triunfado. Los filisteos pensaban que al tener el arca lo habían derrotado, pero pronto aprendieron que ningún dios u hombre tiene autoridad sobre el Señor, porque él puede castigar a su pueblo cuando es infiel y a sus enemigos si lo retan. El Omnipotente siempre triunfa.
¡PENSEMOS!
¿Qué característica divina encontramos en esta sección? ¿Su Dios es igual al de Israel? A veces queremos hacerlo a un lado como hizo su pueblo en aquella época, pero no podemos limitarlo a los confines de una caja, cualquiera que sea. Más bien, él es quien controla todas las circunstancias para nuestro bien. Sometámonos a su voluntad.
LOS FILISTEOS DEVUELVEN EL ARCA 6:1–7:2
Los estragos hechos por el Señor en toda Filistea sólo fueron soportados por la gente unos siete meses (6:1), después de los cuales se tomó la decisión definitiva de devolver el arca a sus dueños legítimos. Pero ¿cómo debían proceder a hacerlo?
El consejo de los sacerdotes y adivinos 6:2–9
Siguiendo la costumbre de aquella época, consultaron con la jerarquía eclesiástica (los sacerdotes) y los expertos en determinar la voluntad de los dioses (los adivinos). Su consejo fue claro:
Regrésenla con una ofrenda vv. 3–6. Era necesario incluir una ofrenda expiatoria. Reconocieron que toda ofensa requiere ser expiada, pero fallaron al recomendar una que fuera incruenta. Según Lavítico 4:1–6:7, la expiación, con una sola excepción (5:11–12), se realizaba por medio del derramamiento de sangre (Hebreos 9:22). Los consejeros sugirieron como ofrenda unas réplicas doradas de las plagas que les afectaban: tumores y ratones. Estos sabios religiosos no tenían duda: había sido el Dios de Israel quien había causado las calamidades sobre la gente, sus dioses y sus campos. Si no se arrepentían de su rebeldía, podría sucederles lo mismo que a los egipcios en el tiempo del éxodo.
Regrésenla en un carro nuevo tirado por dos vacas que críen vv. 7–8. Estas vacas tampoco debían haber experimentado el yugo. Después de colocar el arca y la caja con la ofrenda en el carro, debían dejar que se fueran sin nadie que las guiara. Bajo estas circunstancias, humanamente hablando, las vacas se rebelarían si no iban uncidas al yugo y regresarían a buscar a sus crías. Sólo por intervención divina harían lo que los filisteos querían.
Regrésenla observando lo que sucede vv. 9, 12b, 16. Si el carro va directamente a Bet-semes, se sabrá que todo lo acontecido ha venido de la mano de Dios, quien controla las vacas. Si no, todo había sido pura casualidad. Los que observaban eran los príncipes que hasta ese punto todavía no creían que los desastres fueran provocados por Jehová, pero parece que los incrédulos se convencieron por la contundente evidencia.
El cumplimiento de los filisteos 6:10–12
El arca en Bet-semes 6:13–21. Este pueblo tuvo la bendición de recibir el arca porque era el poblado más cercano a Ecrón y porque era ciudad levítica donde sabrían cómo atenderla según las estipulaciones de la ley. El arca llegó cuando estaban en medio de la cosecha de trigo, la cual se efectuaba entre los meses de mayo y junio.
Por un lado el pueblo respondió correctamente a la devolución del arca. Se llenaron de regocijo al verla de nuevo en territorio israelita (v. 13). También reaccionaron con adoración (v. 14–18). ¿Qué más se podría esperar?
Pero por otro lado, la gente violó la santidad del mueble sagrado. Números 4:5, 15, 20 enseñaba claramente que ni los levitas podían mirar o tocar el arca, mucho menos la gente común.
Teniendo este conocimiento, los habitantes de Betsemes deliberadamente quebrantaron la ley y fueron castigados. Setenta hombres murieron. Los comentaristas concuerdan que, debido al tamaño reducido de Bet-semes y a dificultades para interpretar el texto hebreo, la cifra cincuenta mil no se encuentra en el original.
NO CONVIENE JUGAR CON LAS COSAS
SAGRADAS
El pueblo reconoció que el castigo se había aplicado por haber violado la santidad divina. Dudaban que hubiera alguien en su villa que pudiera atender adecuadamente el arca. En vez de aceptar las posibles bendiciones que vendrían con la estancia de ella en su pueblo, decidieron pasar el mueble mortífero a Quiriat-jearim.
El arca en Quiriat-jearim 7:1–2
El arca había peregrinado de un lugar a otro durante siete meses. Había pasado de Silo a Afec, a Asdod, a Gat, Ecrón, y a Bet-semes. Finalmente reposó en Quiriatjearim, pueblo donde quedó por veinte años después de los cuales David la llevó a Jerusalén (2 Samuel 6).
La última frase del versículo 2 es de mucha importancia: “Y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová”. El verbo significa “buscar seriamente”. El tiempo había llegado y el pueblo fue movido por el espíritu de avivamiento. Este cambio en actitud era necesario para que Samuel pudiera comenzar de nuevo su ministerio público (7:3). El silencio se rompió y el avivamiento se inició.
¿QUE APRENDIO ISRAEL?
Cualquier israelita que leyera el libro original de Samuel, aprendería muchas lecciones valiosas acerca de Dios. En estos capítulos se destacan tres atributos divinos.
La soberanía de Dios
Esta cualidad se ve claramente en su dominio sobre su pueblo (4:3), sobre el dios de los filisteos (5:3–12) y sobre la naturaleza (6:10–12)
La fidelidad de Dios
Samuel profetizó que Ofni y Finees morirían el mismo día (2:34) y la fidelidad de Dios se manifestó en 4:11b
La santidad de Dios
Los sucesos con el arca en Bet-semes demuestran esta característica divina en forma muy patente
Por medio de estas lecciones objetivas, el Señor estaba preparando el terreno para el nombramiento del primer rey de Israel, quien como todos los demás, si quería experimentar la bendición de Dios sobre su reinado, tendría que someterse a la soberanía divina, imitar la fidelidad divina y ser santo como él es santo.
Así como se revelaban estas cualidades en relación con el arca del pacto de Jehová en aquel entonces, se manifiestan en nuestra vida por medio del trato a las cosas sagradas.
¡PENSEMOS!
Para poder disfrutar de la bendición divina, el rey de Israel tenía que demostrar concretamente su relación con el Señor por medio de su trabajo al igual que nosotros. ¿Demuestra usted en su vivir diario que sirve al Dios soberano? ¿Sus colegas ven la fidelidad y santidad en todo su comportamiento? Apunte tres ajustes que puede hacer en su conducta esta semana para que su vida refleje más fielmente la imagen de Dios.
Lloyd, R. (1993). Estudios Bı́blicos ELA: El rey verdadero (1ra y 2da Samuel) (21). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.


Samuel: ¿Con qué autoridad haces las cosas? Muestra de la soberanía de Dios

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Samuel: un niño especial
1 Samuel 1–4:1a
¿Alguna vez ha dicho: “¿Quién manda aquí?” Esta es la pregunta que los israelitas se hacían cuando terminaron los eventos de la época de los jueces. Muchas veces también se hace en nuestros días. Por naturaleza, la gente busca ampararse bajo una autoridad establecida.
Otra pregunta que se escucha es: “¿Con qué autoridad manda fulano?” No sólo queremos saber quién manda, sino también en qué se basa para ponerse por encima de los demás. La verdad es que de vez en cuando debemos detenernos y contestar estas preguntas, porque si la autoridad reinante no se deriva de alguien superior, entonces ésta se vicia.
Cuando los libros de Samuel se escribieron, el pueblo de Israel enfrentaba una situación semejante. El reino se había dividido y existía mucha rivalidad entre los grupos. ¿Quién podía afirmar que tenía la bendición divina?
Actualmente no vivimos la misma situación, pero nos urge saber quién controla todo. ¿A quién tenemos que responder? Cualquiera que sea el caso, la contestación se encuentra en los libros de Samuel.
SITUACION HISTORICA
Los eruditos están de acuerdo en que los primeros capítulos de Samuel son una continuación del período de los jueces. Es probable que haya habido un traslape entre los gobiernos de Sansón, Elí y Samuel. El texto bíblico enseña claramente que Elí (4:18b) y Samuel (7:6b, 15, 17) fueron los dos últimos jueces. Al final del libro de Jueces se describe la situación que imperaba en Israel, misma que continuaba al comenzar los libros de Samuel. ¿Cómo podemos describirla?
Caos político
De acuerdo al testimonio de los capítulos finales de Jueces, aprendemos que políticamente Israel vivía una situación caótica. Cuatro veces encontramos la frase “no había rey en Israel” (Jueces 17:6; 18:1; 19:1; 21:25). Parece que el sistema de jueces no funcionaba y que el período de los reyes todavía no había llegado. No existía gobierno centralizado.
La falta de éste dejaba al pueblo sintiéndose políticamente inseguro, aunque sabían que tenía que resolverse de alguna manera. Dos veces el autor de Jueces declara que “cada uno hacía lo que bien le parecía” (17:6; 21:25). El pueblo vivía en anarquía y sufría un caos que le debilitaba tanto, que no podía enfrentar a los filisteos, sus enemigos principales.
Parece que desde el final del período de los jueces, el autor bíblico anticipaba el establecimiento de la monarquía como solución al problema político que aquejaba a Israel.
Decadencia religiosa
Los primeros capítulos de 1 Samuel enseñan con claridad que religiosamente Israel pasaba por problemas muy agudos. La decadencia se manifestaba de dos maneras:
El sacerdocio indigno. El capítulo dos revela en forma muy patente cómo los sacerdotes principales, Elí, Ofni y Finees, pervertían el culto a Jehová. Si ellos violaban la clara instrucción del Señor acerca de los sacrificios (vv. 12–17) y fornicaban con las mujeres que servían en el tabernáculo (v. 22), ¿cómo sería el comportamiento del pueblo? Si Elí no corregía a sus hijos, ¿lo harían los demás padres del pueblo? La decadencia sacerdotal afectaba a todos los israelitas.
El fetichismo popular. Este fenómeno se ve en los capítulos 4–6. El tema principal es el arca del pacto de Jehová. El problema era que ese artefacto tan importante en el culto se había vuelto en fetiche. Representaba la presencia del Señor, pero a esas alturas, los israelitas creían que la presencia del arca con los ejércitos les garantizaba la victoria en la batalla. En vez de confiar en el Dios del arca, confiaban en el mueble mismo. Eso es fetichismo. Tenían que aprender que la confianza debía depositarse no en el objeto, sino en la persona. Al fin y al cabo, el pueblo cometía idolatría al poner el arca en el lugar que solamente el Señor debía ocupar.
Cuando combinamos el caos político con la decadencia religiosa, vemos que Israel estaba en una encrucijada histórica: o se arrepentían, o vendría destrucción. Por causa del ministerio de Samuel, la primera opción se hizo realidad y el pueblo escapó de la aniquilación.
El marco cronológico
El primer libro de Samuel comienza con el relato del nacimiento de éste y el segundo, termina con las postrimerías del reinado de David. Los expertos calculan que el primer evento sucedió por el año 1120 a.C. y que David terminó de gobernar por 971 a.C. Así que concluimos que los eventos que relatan estos libros abarcan aproximadamente 150 años de historia en Israel.
FECHA DE COMPOSICION
Es imposible poner fecha exacta a la composición de estos libros, pero hay cierta evidencia interna que nos ayuda a calcularla. El hecho de que 2 Samuel relata acontecimientos del final del reinado de David implica que fue compuesto después de 971 a.C. Dado que no se hace mención de la cautividad asiria que empezó en el año 722 a.C., damos por sentado que el autor no tenía conocimiento de ella. Así que sabemos que fue escrito antes de esta última fecha. Entonces, surge la pregunta: dentro del período comprendido entre 971 y 722 a.C., ¿cuándo se escribieron estos libros?
Hay otra evidencia interna que nos ayuda a contestarla. Es obvio que el autor sabía de la división del reino que sucedió en 931 a.C. porque constantemente hace referencia a Israel (el reino del norte) y a Judá (el reino del sur). Véase por ejemplo 1 Samuel 11:8 y 2 Samuel 5:5. La evidencia más contundente se encuentra en 1 Samuel 27:6 donde el autor menciona: “los reyes de Jndá”. Entonces, concluimos con los expertos que 1 y 2 Samuel fueron compuestos poco después de 931 a.C. cuando el reino se acababa de dividir.
¿QUIEN ES EL AUTOR?
Aunque los libros llevan su nombre, podemos estar seguros de que Samuel no fue el autor de la totalidad de los escritos. En 1 Samuel 25:1 encontramos la noticia de su muerte. Es probable que él haya escrito 1 Samuel 1–24, pero ¿qué del resto? La misma Biblia nos auxilia para encontrar la respuesta. Primero de Crónicas 29:29 dice:
Y los hechos del rey David, primeros y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas de Gad vidente.
Segundo de Samuel 1:18 menciona el libro de Jaser. Lo más seguro es que después de 931 a.C. un redactor guiado por el Espíritu Santo, haya seleccionado de esas cuatro fuentes los eventos necesarios para comunicar el mensaje de Dios a su pueblo. El redactor queda en el anonimato, pero se especula que era del reino de Judá.
PROPOSITO
Cuando uno inicia el estudio de un libro bíblico, siempre debe averiguar las razones por las cuales se escribió; su propósito siempre debe estar en la mente del intérprete. ¿Por qué se escribieron los dos libros de Samuel? Detectamos cuatro propósitos bien definidos.
El histórico
Esta es la razón más obvia. El pueblo de Israel necesitaba conocer su historia. El autor relata lo acontecido desde la época de los jueces hasta los últimos años del rey David. Por medio de su narración, el autor contesta cómo Israel pasó de ser una agrupación de tribus sin gobierno central a ser una nación unificada bajo un rey. ¿Cómo se dio el cambio de jueces a reyes?
El político
Tomando en cuenta que el autor redactó estos libros después de la división del reino, y que probablemente radicaba en Judá, es posible que hubiera tenido una motivación política. Quería dejar claro que Judá era la facción que seguía las pisadas de Samuel y David, y por eso podía esperar la bendición divina. Identificaba a su pueblo con los fieles del Señor.
El teológico
Veremos en la exposición que el hilo teológico que se observa a través de la narración es el hecho de que Jehová es el verdadero rey de Israel. Los jueces y reyes vienen y van, pero el Señor siempre permanece como el verdadero rey del pueblo. Uno de los enfoques principales de estos libros es la relación que hay entre el rey humano y el divino.
El práctico
El Señor usó estos libros para enseñar en forma muy patente que la obediencia trae bendición y la desobediencia acarrea maldición. El que es fiel al pacto, será colmado de todo tipo de bienes, pero el que se rebela contra Dios puede esperar la disciplina y el castigo del Altísimo. Este principio es muy válido, aún en nuestros días.
LA DESOBEDIENCIA ACARREA MALDICION
BOSQUEJO BREVE
Debemos notar que en la Biblia hebrea los dos libros de Samuel forman uno solo. Es una narración continua de principio a fin. Fue en la Septuaginta (primera versión griega del Antiguo Testamento) que por primera vez se hizo la división en dos tomos. El enfoque del autor es definitivamente biográfico porque todo gira alrededor de los personajes principales. Así que el bosquejo más sencillo del libro es el que sigue:
I.SAMUEL     1 Samuel 1:1–12:25
II.SAUL     1 Samuel 13:1–15:35
III.DAVID Y SAUL     1 Samuel 16:1–31:13
IV.DAVID     2 Samuel 1:1–24:25
LA PREPARACION DE SAMUEL 1:1–4:1A
Jehová tenía grandes planes para su pueblo, pero para poder realizarlos era necesario preparar a un líder especial. El juez-sacerdote Elí ya no podía con la situación. El caos político y la decadencia religiosa requerían de un personaje excepcional para ejecutar los cambios con objeto de que la nación regresara a la fidelidad. En su gracia y soberanía, Dios eligió a Samuel para encabezar este regreso hacia el Omnipotente. Su preparación comenzó aún antes de nacer.
El nacimiento de Samuel 1:1–20
Considerando el hecho de que Samuel desempeñaría un papel extraordinario en el plan de Dios, éste obró en forma inusitada desde antes de su nacimiento. En esos acontecimientos apreciamos la importancia de la devoción en el hogar.
La situación vv. 1–8. El relato comienza diciendo que había un varón devoto al Señor que manifestaba su dedicación yendo a Silo cada año para presentar su ofrenda de acción de gracias. Este sitio había sido centro del culto israelita desde el tiempo de Josué (Josué 18:1). Debido a que era un buen padre, Elcana llevaba consigo a toda la familia para inculcar en todos ellos la adoración a Jehová de los ejércitos (v. 3). (Esta es la primera vez que se usa este título divino.)
A pesar de su espiritualidad, Elcana seguía la práctica de aquel entonces y tenía dos esposas: Ana y Penina. Como siempre, la poligamia causa problemas, máxime porque Ana no tenía hijos.
No obstante este problema, Elcana amaba más a Ana que a Penina, y ésta se encargaba de mantener viva la rivalidad entre ellas al grado que la vida de Ana era un suplicio. Aun en la fiesta después del sacrificio, tiempo de gran júbilo, la esposa predilecta lloraba y no comía. Era una mujer angustiada, ya que en aquella cultura el no tener hijos era señal de desaprobación divina.
La súplica vv. 9–18. No sabemos si lo que sigue era una práctica anual de Ana o no. Lo que sí conocemos es que en esta ocasión acudió a la única fuente de poder, Jehová de los ejércitos. Delante de él derramó su corazón suplicando que interviniese a su favor. Su oración fue tan intensa, que Elí pensó que estaba ebria. Habiendo escuchado la defensa de Ana, el sacerdote pronunció una bendición sobre ella (v. 18a).
Observe que Ana no sólo se dedicó a pedir. También prometió consagrar al servicio del Señor durante toda su vida al hijo que había pedido. Antes de nacer, su madre prometió que sería nazareo (Números 6:1–21). La preparación de Samuel comenzó aun antes de ser concebido.
El suceso vv. 19–20. Poco después de regresar a Ramá, el Señor obró en forma especial y Ana concibió su primogénito. Nueve meses más tarde, dio a luz al varón que había pedido y a quien puso por nombre Samuel. Los expertos dicen que quiere decir “el nombre [de Dios] es EL”. El título divino, EL, expresa la grandeza del poder divino. Este significado no se relaciona con la petición de la madre, sino con el poderío de Jehová. Ana se había dirigido al único que le podía socorrer. Bajo estas circunstancias especiales, nació el que llegaría a ser el principal agente de cambio en la transformación de Israel.
¡PENSEMOS!
¿A quién acude usted cuando se angustia? Ana sabía a quién recurrir y también cómo pedir. Analice el texto de su oración. ¿Cómo describiría su petición? Subraye en su Biblia las frases importantes en los versículos 9–20. Apunte dos principios prácticos que aprendemos acerca de la oración y póngalos por obra esta semana.
LA DEDICACION DE SAMUEL 1:21–28A
La promesa se había hecho en el versículo 11, ahora tenía que seguir el cumplimiento. Analicemos la consagración de Samuel bajo dos puntos.
La dedicación demorada 1:21–23
Unos tres meses después del nacimiento de Samuel les tocó subir a Silo para hacer el sacrificio anual. Esta vez no subió Ana con Elcana porque decidió no ir hasta después de destetar al pequeño. Es probable que Ana lo terminara de criar cuando tenía entre tres y cuatro años.
La dedicación realizada 1:24–28a
Llegó el día indicado. Samuel tenía unos cuatro años pero Ana no titubeó. Con su esposo se presentó ante Elí, hizo los sacrificios ordenados y lo dedicó al servicio de Jehová. ¿Cómo se sentiría la madre en esa situación? No obstante sus sentimientos, tuvo que cumplir la promesa hecha, y el Señor la bendijo por ello. Desde ese día, Samuel pasó su vida en la presencia de Jehová y del sacerdote Elí.
LA ADORACION RESULTANTE 1:28B–2:10
La de Elcana 1:28b
La última frase del capítulo 1 dice: “Y adoró allí a Jehová” La adoración es la reacción correcta cuando uno ha entregado su posesión más preciada al Señor. Se piensa que el sujeto que realizó la adoración en este caso fue el padre de Samuel.
La de Ana 2:1–10
El cántico de Ana es uno de los poemas más preciosos de toda la Biblia. Es muy semejante al Magnificat de María que se encuentra en Lucas 1:46–55. Su canto de alabanza tiene tres estrofas:
1. La doxología vv. 1–2
2. Una advertencia a los enemigos de Jehová vv. 3–8
3. La confianza del creyente vv. 9–10
El final del versículo 10 es muy importante porque allí es donde el autor indica por primera vez el propósito teológico de su libro. El soberano Señor tenía dentro de sus planes poner un rey sobre su pueblo. Con las palabras: “Dará poder a su Rey, y exaltará el poderío de su Ungido”, Ana estaba profetizando el establecimiento de la monarquía.
Parte de la preparación de Samuel consistió en la dicha de ser criado en un hogar con padres creyentes que lo amaron intensamente en su más tierna infancia y le inculcaron la devoción al Señor. Dichoso el que se cría en situación similar.
SAMUEL VS. LOS HIJOS DE ELI 2:11–36
El resto del capítulo 2 contiene una serie de contrastes entre Samuel y los hijos de Elí, Ofni y Finees. El autor va alternando entre el primero y los segundos. Se habla de Samuel en 2:11; 2:18–21 y 2:26. En 2:12–17; 2:22–25 y 2:27–36 encontramos textos que describen a Elí y sus hijos.
Siempre se escribe algo positivo acerca de Samuel y algo negativo de Ofni y Finees. Los contrastes tan marcados son una técnica que usa el autor para enseñar que el que obedece, recibe bendición y el desobediente se acarrea el castigo.
El niño Samuel
Samuel se aprecia como un niño que ministró a Jehová desde temprana edad y siguió sirviendo hasta su llamamiento a ser profeta del Señor cuando llegó a joven (2:11; 3:1). Toda su infancia y adolescencia las pasó trabajando en la casa de Dios bajo la tutela de Elí, el sacerdote-juez. Todos estos años estuvo ministrando, creciendo y recibiendo anualmente la visita de sus padres y hermanos, porque con el paso del tiempo Jehová había bendecido a Ana y Elcana con cinco hijos más. La obediencia siempre trae fruto agradable. El versículo 26 revela que Samuel gozaba de aceptación general en la esfera espiritual y en la social. Era un chico ejemplar.
ERA ACEPTO DELANTE DE DIOS Y DE LOS
HOMBRES
Elí y sus hijos
En contraste, Elí se pinta como un sacerdote anciano (v. 22) e indulgente (vv. 23–25) que había perdido todo control sobre sus hijos. Estos hacían lo que se les antojaba con los sacrificios (vv. 13–17) y cometían fornicación con las mujeres que servían en el tabernáculo (v. 22). La descripción inicial de ellos es escueta y muy franca: “eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová” (v. 12). Su comportamiento había afectado negativamente a todo el culto israelita. Por causa de ellos “los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová” (v. 17).
El Altísimo no podía quedarse con los brazos cruzados frente a esta situación, por lo que envió un profeta a Elí para reclamarle su negligencia al no disciplinar a sus hijos (vv. 27–30) y avisarle del castigo que vendría sobre su casa (vv. 31–33). La señal de que esto sucedería era que sus dos hijos morirían en el mismo día (v. 34).
En vez de la casa rebelde de Elí, el Señor levantaría una casa firme y fiel que sirviera adecuadamente a su ungido (v. 35). Esta es la segunda alusión al rey que vendría. En estos libros, el rey siempre se conoce como el Ungido de Jehová. Esta nueva dinastía de siervos sería encabezada por un sacerdote fiel puesto por Dios mismo. Históricamente, esta promesa se cumplió primero en la persona de Samuel y después cuando Salomón destituyó a Abiatar, bisnieto de Elí, y puso en bu lugar a Sadoc (1 Reyes 2:27, 35).
Lecciones que aprendió Israel
El judío de aquel entonces que leyera esta porción, sacaría de ella varias lecciones prácticas
Deduciría que el rey debía ser obediente como Samuel y no rebelde como Elí y sus hijos. Este principio nunca cambió en toda la historia de Israel. Todo rey debía ser obediente al Rey divino.
Vería la soberanía divina trabajando en su pueblo. Los hijos de Elí “no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir” (v. 25). El tenía su plan perfecto. Habiéndolos eliminado, llevaría a cabo su propósito de establecer otra casa sacerdotal que le fuera fiel (v. 35). Jehová controla la historia.
Aprendería que Dios usa a la persona que actúa conforme a su corazón y alma (v. 35). Al Señor le interesa lo que está dentro del ser humano; lo que es un hombre, no lo externo y lo que hace. Este principio so repite en 1 Samuel 13:14; 16:7b y Hechos 13:22b.
¡PENSEMOS!
Tome unos minutos para analizar su vida a la luz de las tres lecciones presentadas. Dios no sólo quiere reyes obedientes sino que todos sus hijos lo seamos. Saber que el Señor es soberano debe llenarnos de confianza y aliento. ¿Qué de su corazón? Cuídelo mucho porque de él mana la vida (Proverbios 4:23).
EL LLAMAMIENTO DE SAMUEL 3:1–4:1A
Los expertos calculan que Samuel tenía entre 12 y 16 años cuando sucedieron los eventos del capítulo tres. La palabra “joven” de 3:1 se puede usar para un infante (1:24–25; 2:11) o un adolescente (2:21, 26; 3:1). Había pasado todos estos años preparándose para lo que iba a suceder en la madrugada: “antes que la lámpara de Dios fuese apagada” (3:3b), del día con que comienza este capítulo. Este época también se caracterizó porque el Señor no se revelaba: su palabra “escaseaba en aquellos días; no haía visión con frecuencia” (v. 1b). Desde los días de Moisés no había habido profeta en la tierra.
El llamamiento en sí 3:1–10
Hasta ese punto en su vida, Samuel no había tenido un encuentro personal con Jehová ni había recibido revelación especial (v. 7). Entre los versículos 4 y 10 se dice que escuchó la voz de Dios cuatro veces y en cada una de ellas el mensaje fue muy claro: “¡Samuel, Samuel!” Esta madrugada marcó el inicio de su conocimiento personal de Jehová.
Su respuesta al llamado divino fue muy adecuado, “Habla, porque tu siervo oye” (v. 10b). Una traducción libre sería, “Manda, Señor, porque tu esclavo está dispuesto a obedecer”. Cuando Dios escuchó esta reacción, el escenario estaba listo para que Samuel recibiera su primera profecía.
LO MAS IMPORTANTE ES LA ENTREGA TOTAL
DE LA VIDA
Su primer mensaje 3:11–14
Cuando el nuevo profeta recibió su primera revelación especial, su mensaje inicial fue dictar un juicio proveniente de Dios en 2:27–36. Elí y su familia serían disciplinados severamente y el castigo vendría pronto.
El inicio de su ministerio profético 3:15–4:1a
El profeta no sólo recibió la revelación especial, sino que tuvo que proclamar el mensaje revelado al pueblo. El profeta es un portavoz de Dios, el agente que lleva la palabra divina a los que la necesitan. Samuel anunció el mensaje primeramente a Elí y después a Israel.
El mensaje a Elí vv. 15–18. Samuel amaba mucho a Elí porque había sido como un padre para él durante su niñez y adolescencia y no quería lastimarlo transmitiéndole la revelación que había recibido, pero Elí intuyó que las palabras recibidas por su discípulo esa madrugada eran para él y por eso lo instó a que le declarase todo el mensaje. Este cumplió con su responsabilidad y aquél se entregó a la voluntad soberana de Dios.
El mensaje al pueblo vv. 19–4:1a. Jehová confirmó el llamamiento de Samuel a ser su profeta. Todas sus palabras se cumplieron al pie de la letra y toda la nación reconoció que era fiel. Con el ministerio de Samuel Jehová comenzó a revelarse de nuevo en el santuario de Silo. Una nueva época de revelación había empezado. La primera frase del capítulo cuatro pertenece realmente al capítulo tres. Enfoca el hecho de que el ministerio profético de Samuel abarcó a todo Israel. El silencio se había terminado. Una vez más Jehová de los ejércitos se manifestaba a su pueblo.
El Señor tardó unos 16 años en la preparación del instrumento que iba a usar para transformar a su pueblo. Comenzó antes de su nacimiento con la devoción de sus padres y terminó con su llamamiento a ser profeta. Todo estaba bajo el control del Dios quien todo lo hace bien y dio como resultado el inicio del ministerio de uno de los hombres más destacados del Antiguo Testamento: el profeta Samuel.
¡PENSEMOS!
En todas las épocas de la historía, el Todopoderoso busca hombres y mujeres obedientes que pueda usar y bendecir: padres como Elcana y Ana y jóvenes dedicados como Samuel. ¿Son ustedes el tipo de padres que experimentan la benevolencia divina en su vida diaria? ¿Inculcan en sus hijos el temor del Señor y la necesidad de vivir completamente dedicados a él? Apunte tres cosas que va a hacer esta semana para mejorar su relación personal con Dios y para ayudar a sus hijos a ser más dedicados.

lunes, 14 de octubre de 2013

Aconsejando bajo la luz de la Biblia: Consejería Bíblica sus Principios

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Principios Bíblicos para Aconsejar

Objetivos
  1. Comprender que la consejería bíblica debe basarse en una visión de mundo según las Escrituras.
  2. Comprender que las Escrituras son las que fundamentan nuestro consejo y vida cristiana.


Introducción
Los términos consejería y aconsejamiento no pertenecen al español según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), por lo menos no en la connotación que nosotros les damos. Estos vocablos más bien son una traducción de la jerga evangélica de la palabra inglesa “counseling”, una palabra que describe una de las funciones más importantes del ministerio pastoral y de todos los miembros de una iglesia.
Con la expresión “consejería bíblica” me refiero a aquella que tiene como fundamento las Sagradas Escrituras. Con esto quiero decir que la Biblia es la que define las motivaciones, los objetivos y las estrategias de la consejería. Son las Escrituras las que nos dan el fundamento teórico para la práctica de aconsejar.
Con ello indico no solamente la parte espiritual, sino todas las partes del ser humano, porque somos seres integrales. A veces creemos que como cristianos podemos aconsejar sólo en el campo de las cosas espirituales, pero según la Escritura todas las cosas son espirituales, todas están interrelacionadas. Un problema de ira es espiritual, un problema matrimonial es espiritual, etc. La Biblia es suficiente para cambiar vidas, no solo los problemas “espirituales” (Salmo 119).

El consejero bíblico
Hoy en día existe la idea generalizada de que los únicos que pueden dar la consejería son los psicólogos, psiquiatras, orientadores u otros profesionales de las ciencias sociales. Pero la Biblia dice otra cosa, ella afirma que la consejería no es exclusiva para los expertos o profesionales. La consejería no es una ciencia es una cuestión espiritual.
La Biblia dice que la consejería puede ser dada por parte de toda la iglesia (Ro 15:1, 14; Ga 6:1–2; Col 3:16; 1 Ts 4:18; 5:11; Hb 3:13; Stg 5:16). Adams, lo expresa de la siguiente manera: “Dios llama a cada creyente a aconsejar a otros en algún punto, algún tiempo, sobre algo.” Con respecto a Galatas 6:1, Adams continúa diciendo: “La orden es clara: todos tenemos que restaurar a cualquier hermano o hermana a quién Dios haya colocado providencialmente en nuestro camino cada día.
La Consejería Bíblica es parte del discipulado cristiano que Dios nos llama a hacer en la Gran Comisión (Mt 28:19–20) como parte de la missio dei, este nos dice que debemos hacer “discípulos” en todas las naciones. Y parte del discipulado cristiano es ayudar a los creyentes a que se conduzcan según la Palabra de Dios, y una forma de hacer esto es mediante la consejería bíblica. Así, que si el mandato de la Gran Comisión es para todos los creyentes, la consejería también es un mandato para todos los creyentes.
John McArthur por su parte lo describe de la siguiente manera “desde los tiempos apostólicos, la consejería se ha realizado en la iglesia como una función natural de la vida espiritual del cuerpo de Cristo. Después de todo, el nuevo testamento manda a los creyentes: “amonestaros los unos a los otros”; “exhortaos los unos a nosotros”; “animaos unos a otros, edificaos unos a otros”; “confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados”. Todos en un momento u otro necesitamos consejo del otro, o damos consejo a otros. Esto es un ministerio mutuo entre los creyentes.
Por supuesto, el cristiano laico no debe andar buscando problemas que resolver entre los hermanos, esto es ser un entrometido, esto lo vuelve un pecado (2 Tes 3:11), más bien, debe dar consejería cuando Dios ha colocado a otro en su camino.
Es una necesidad que cada ministerio de la iglesia realice consejería: los pastores, misioneros, maestros de escuela dominical, pastores de jóvenes, líderes de varones o mujeres, etc. Cada uno de estos ministerios tiene bajo su cargo la responsabilidad de una parte del Cuerpo de Cristo, y estos tienen la necesidad de recibir consejo bíblico.
Por supuesto, tampoco niego que puede haber especialistas en consejería bíblica, y que en algunos casos podrían resultar necesarios, pero tampoco hay que pensar que la consejería es exclusiva de estos últimos, la iglesia en sí es una comunidad terapéutica6.
Atkinson y Field nos dicen “La iglesia debería constituir la mejor comunidad terapéutica del mundo. A diferencia de cualquier otra, centrada en un consejero psicológico y sus clientes, la iglesia no es una comunidad artificial. Enfatiza la aceptación (Ro 15:7); el perdón (Ef. 4:32), la compasión (Fil 2:1; Col 3:12) y la gracia; es decir, un amor incondicional y divino (Jn 13:34, 35; Ro 12:9, 10; 1 Co 13; Gá 5:13). Estás cualidades nacen del hecho de que han recibido la aceptación, el perdón, la compasión y la gracia de Cristo. Por tanto, se crea una verdadera comunión… La verdadera comunión debería ofrecer seguridad, y ser el terreno perfecto para sanar las heridas y alcanzar la madurez”.
Ahora, como lo dije anteriormente considero que puede haber especialistas en consejería bíblica y uno que es llamado a esto, es el pastor de la iglesia. El pastor es esencialmente llamado a la tarea de aconsejar, el ha sido llamado a pastorear la grey, y esto incluye la labor de la consejería. Adams menciona “si bien todo cristiano tiene que ser un consejero para su hermano cristiano, la obra de aconsejar, como una vocación especial es asignada particularmente al pastor”. El pastor ha sido llamado a la consejería como su función u oficio dentro de la iglesia, además, de la labor de la predicación.
Al pastor Dios le ha dado la carga y la autoridad para ejercer el aconsejamiento. Adams, nos menciona que los pastores si son llamados a “buscar los problemas entre los miembros de la iglesia, con miras a cortarlos de raíz. Como pastores, no se les requiere sólo que se hagan cargo de los problemas con los cuáles tropiezan en su camino, sino que han de vigilar sobre las almas (vidas) de cada miembro” (Hb 13:17).
Por otra parte, hay personas con dones especiales dentro de la iglesia que pueden apoyar al pastor en situaciones específicas. Por ejemplo, puede que hayan personas que Dios los ha dotado de una mayordomía excelente de sus finanzas, por tanto, el pastor puede recurrir a ellos cuando se busca dar consejo a una persona que tiene problemas en esa área.

La consejería y la Biblia
En la consejería bíblica la revelación especial de Dios en las Escrituras tiene preponderancia. Dios se ha revelado a nosotros a través de la Biblia, esto es lo que los teólogos han llamado “revelación especial”. Así, Dios en las Escrituras nos revela en forma especial las verdades sobre si mismo, y sobre la relación del hombre en cuatro dimensiones: su relación con Dios, su relación consigo mismo, su relación con su prójimo y su relación con la creación.
No hay nadie que conozca mejor el ser humano que el Dios que lo creo, y este se ha revelado en las Santas Escrituras para guiarnos en los asuntos prácticos de las Escrituras. Así, las Escrituras son la única fuente de autoridad para resolver nuestros problemas espirituales (Sal 119:9; 24, 98–100; Jn 6:63; 2 Ti 3:16–17). La consejería sin las Escrituras es una consejería sin el Espíritu Santo. 2 Timoteo 3:16 nos dice que las Escrituras son útiles para perfeccionar a lo santos, mediante lo que podemos considerar los medios de la consejería bíblica: enseñanza, reprensión, corrección e instrucción. Dios es el verdadero y único consejero, nosotros solamente somos sus voceros.
Adams nos dice: “Sólo la palabra de Dios mismo puede decirnos propiamente como hemos de cambiar. Sólo en la Biblia puede hallarse la descripción veraz del hombre, su situación apurada y difícil y la solución que da Dios en Cristo. Sólo las escrituras pueden decirnos qué clase de personas hemos de llegar a ser. Sólo Dios puede mandar, dirigir, y dar poder para efectuar los cambios apropiados que van a permitir a los hombres, a los cuales él redime, a que renueven su propia imagen corrompida por la caída.”
La Palabra de Dios es suficiente para conducirnos en la vida piadosamente. La Palabra trata todo lo que necesitamos. No hay un versículo para cada tema, eso sería demasiado simplista, pero habla sobre todos los temas. Podemos resumirlo en la expresión “En la Biblia no esta todo, pero habla de todo”. La Biblia no es una enciclopedia, e ir a ella con la actitud enciclopedista de la era de la información es incorrecto. Ella no está acomodada así. Por supuesto, hay temas que en la Palabra de Dios que si tiene versículos concretos, pero, en muchos otros casos solo contamos con principios bíblicos, y estos hay que explicarlos a las personas.
Lo que nos dice la Biblia es que pensemos bíblicamente y visualicemos las cosas desde la perspectiva de la Escritura. Por ello, la consejería cristiana debe hacerse desde una verdadera cosmovisión bíblica. Por tanto, sus conceptos sobre Dios, Jesucristo, el hombre, el pecado, los medios de la gracia, la vida y del mundo en general; deben partir de las Sagradas Escrituras.

La consejería y el ser humano
La consejería bíblica debe de partir de una antropología bíblica y no de una humanista o de otro tipo. Recomiendo que un consejero cristiano haya leído libros y tomado cursos de antropología bíblica, ya que es esencial el entender como Dios ve al ser humano para poder aconsejarle de manera adecuada.
A continuación cito algunos principios que vienen de la Biblia sobre el ser humano:
1. Los seres humanos somos creados con la necesidad de consejo, eso es parte de la humanidad, desde Génesis vemos un Dios que nos muestra como hemos de vivir. A Dios le llamamos el Admirable Consejero (Isaías 9:6).
2. El hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza para agradar a Dios; aunque esa imagen ha sido distorsionada por el pecado desde la caída. Contrario a lo que dicen los psicólogos humanistas, el hombre no es un animal, no funciona por instintos (instinto sexual, instinto de supervivencia) sino por decisiones. El hombre no tiene las respuestas dentro de sí mismo; ni es autónomo como lo proclama el humanismo, especialmente la línea de Carl Rogers. Sino que la única respuesta la tiene Dios y Él la ha revelado a través de su Palabra en las Sagradas Escrituras. El hombre es totalmente dependiente del Dios que lo ha creado, le ha dado la vida y le permite vivir; el hombre en definitiva necesita a Dios.
3. El hombre no es naturalmente bueno sino que es pecador. El pecado es una transgresión de la ley divina, una afrenta contra Dios (1 Jn 3:6; Sal 7:11). Muchos de los problemas humanos como el alcoholismo y la homosexualidad no deben ser tildados simplemente como “enfermedades”, este concepto lo que hace es quitar la propia responsabilidad. Muchos de los problemas del ser humano son originados por el pecado (hamartiagénicos, es decir, engendrados por el pecado) de la persona sea este sujeto pasivo o activo; y aún cuando es sujeto pasivo es responsable por sus reacciones pecaminosas. Nunca como consejeros debemos minimizar el pecado; recordemos que es rebelión contra Dios y debe ser tomado seriamente. Para el humanista Carl Rogers los consejeros deben ayudar a los clientes a que acepten sus sentimientos negativos, los admitan y los validen13. Para el consejero bíblico los sentimientos negativos son pecado, y le llama al aconsejado a la confesión de pecados y al arrepentimiento.
4. El hombre es responsable por sus problemas; estos no se deben a baja autoestima (Ef 5:29; Ro 12:2) ni son producto de los pecados de los demás. No hay que echarle la culpa a la sociedad u otros; la Biblia dice que yo soy responsable por mi propio pecado (Jer. 31:29–30); desde el Edén el hombre siempre ha buscado esconderse para no enfrentar sus problemas y además, echarle la culpa a otro. La responsabilidad es la capacidad de responder a cada situación de la vida según los mandamientos de Dios.
5. En nuestra condición de pecadores no somos aceptados por Dios (Sal 58:3; Ro 3:10–18; Sal 7:11); por tanto, la persona impía no debe simplemente aceptarse tal y como es; ni mucho menos debe creer que Dios lo acepta tal y como es. Aunque afirmamos paradójicamente que “Dios ama al pecador pero odia al pecado”, esto no implica que Dios acepte al pecador. El Salmo 7:11 nos dice más bien que “Dios está airado contra el impío todos los días”. Ahora bien, es cierto que los cristianos son aceptados por Dios “en el Amado” (Efesios 1:6), que llevó nuestras culpas y nos acepta porque nuestros pecados han sido perdonados, y también que como cristianos debemos aceptarnos los unos a los otros solamente porque somos hermanos en Cristo (Romanos 15:7); pero, en este tipo de aceptación no existe ninguna implicación que nos diga que no se pueden hacer juicios sobre pecado. El pasaje en Mateo 7:1–5 lo que condena es el juzgar a las personas en forma ilegítima; en la Biblia se manda a juzgar en forma específica (Jn 7:24). Recordemos, que “aceptar” el comportamiento pecaminoso ante los ojos de la persona aconsejada es lo mismo que aprobarlo.

La consejería y la santificación
El único tratamiento para el pecado es la justificación por la fe y la santificación progresiva por medio del Espíritu Santo. El hombre debe confesar su pecado, arrepentirse y aceptar el perdón de Dios. En el fondo la consejería bíblica es una aplicación de los medios de santificación. R.C. Sproul nos menciona sobre el papel santificador del Espíritu Santo “Es tarea del Espíritu Santo hacernos santos. Él nos consagra. El Espíritu Santo cumple el papel de santificador. Ser santificado es ser hecho santo o justo. La santificación es un proceso que comienza en el instante en que nos convertimos en cristianos. El proceso continúa hasta nuestra muerte cuando el creyente es hecho justo por última vez, completamente y para siempre”.
La santificación en las Escrituras es un estado pero también es un proceso. De cierta manera somos santos e igualmente Dios nos está santificando. Ningún cristiano puede afirmar “es que yo soy así”, eso es negar el proceso de santificación. Nosotros como creyentes estamos siendo santificados, estamos en construcción, Dios esta trabajando en nuestras vidas. La consejería desde el punto de vista de la santificación es mostrarle a la persona que Dios le está cambiando a él o a ella a través de las circunstancias, no es cambiar las circunstancias.
La santificación implica cambios personales. Todo hombre puede cambiar con la ayuda de Dios (Mt 19:25–26). El cambiar hábitos no es fácil pero es posible, los cristianos no pueden decir no se puede (1 Co 10:13; Fil 4:13). Recordemos que no hay nada imposible para Dios. La personalidad puede ser cambiada, Dios nos da excelentes ejemplos en sus Escrituras de hombres totalmente transformados como Israel, Pedro y Pablo. No se debe permitir que una persona alegue que él es así y que no se puede hacer nada respecto a ello.
“El remedio de Dios para los problemas del hombre es la confesión” (Pr. 28:13); está debe ser primeramente a Dios y luego a las personas afectadas; además de ello la Biblia demanda restitución. No sólo se debe confesar que se ha pecado contra la otra persona, y pedirle perdón, es bueno, si esto es posible, solicitarle su ayuda para romper las viejas pautas y establecer nuevos patrones bíblicos.

La consejería y el Espíritu Santo
El Espíritu Santo es el consejero por excelencia, el es llamado por Juan “paracleto” (consejero) y por Isaías el “el espíritu de consejo” (Isaías 11:2). Él es el autor de la Palabra y por tanto, opera por medio de la Palabra de Dios (Jn 3:5; 15:3; Ef 5:26). “Para que la consejería sea realmente cristiana, tiene que ser llevada en armonía con la obra regeneradora y santificadora del Espíritu de Dios”; recordemos que es el Espíritu Santo junto con la Palabra la que produce los cambios (Hb 4:12; 6:3; Hch 20:32). John MacArthur nos dice “el nuevo nacimiento es obra soberana del Espíritu Santo (Jn 3:8). Y todo aspecto de verdadero crecimiento espiritual en la vida del creyente es producido por Él, utilizando las escrituras (Jn 17:17). El consejero que pasa por alto este punto experimentará fracaso, frustración y desaliento. Sólo el Espíritu Santo puede lograr cambios fundamentales en el corazón; por tanto, él es el agente indispensable en toda consejería bíblica efectiva. El consejero, armado con la banda bíblica, puede ofrecer guía y pasos objetivos hacia el cambio. Pero, a menos que el Espíritu Santo esté obrando en el corazón del aconsejado, cualquier cambio aparente será ilusorio, superficial y temporario, y los mismos o peores problemas reaparecerán muy pronto”.
En palabras de Jay Adams: “Si el aconsejar es en esencia un aspecto de la obra de santificación, entonces el Espíritu Santo, cuya obra principal en el hombre regenerado es santificarle, tiene que ser considerado como la persona más importante en el contexto del aconsejar”. Si el Espíritu Santo es la persona más importante en el aconsejar, significa que la función del consejero es simplemente declarar lo que Dios dice, los cambios le corresponden solamente al Espíritu de Dios. De ahí la importancia de tener una buena pneumatología20.

La consejería y la gloria de Dios
La meta de la consejería no es que la persona se sienta mejor sino la gloria de Dios. (Efesios 1:6, 12, 14; Ef 3:21; 1 Co 10:31). Su segunda meta es perfeccionar a los santos (Ef 4:11–16). Al ser como Cristo, Dios será glorificado. El objetivo de la consejería no es simplemente el resolver los problemas, sino el cómo vamos a vivir la vida, como Adán o como Cristo, de una manera que demos rienda suelta a nuestra naturaleza pecaminosa o de una manera que agrade a Dios.
Si Carl Rogers llama a su sistema terapia centrada en el cliente, los creyentes tenemos consejería centrada en Dios. Los esposos Bobgan lo expresan así “En lugar de centrarse en los problemas o procurar revelar lo que hay en sus corazones, el pastor y su congregación deben ocuparse activamente en la santificación, creciendo en el fruto del Espíritu, aprendiendo a andar en el Espíritu, teniendo a Jesús por centro de atención y haciéndose semejante a Él, que es la meta de nuestra vida”22.
El consejero no está para remover los problemas sino para que la persona se someta a la voluntad de Dios; no estamos para que la gente se sienta bien, sino para que haya cambios en sus vidas y sean santificados; hay que guiar y exhortar a las personas a que sus normas de comportamiento se conformen a la norma bíblica; sólo de está forma se glorificará a Dios. Esto especialmente cuando la consejería debe tomar forma noutética, es decir, de exhortación por el pecado. El “éxito” en la consejería se mide en relación a si Dios ha sido glorificado o no; no importa que la persona le haya gustado o no.
Recordemos que el consejero no trata de imponer sus propias normas sino las normas de Dios; y se debe ser cuidadoso en no confundir ambas. Para evitar la dependencia al consejero se debe por medio del modelado y la práctica supervisada (hoy se hablaría de mentoría, en los tiempos neotestamentarios de discipulado); enseñar a las personas a utilizar las Escrituras por su propia cuenta a fin de dar respuesta a sus problemas. Una forma de iniciar esto es promoviendo el desarrollo de devocionales personales (que por supuesto incluya lectura y meditación de la Biblia) en los aconsejados.
La consejería bíblica no consiste solamente en escuchar para que la persona se sienta bien; por supuesto, la Biblia llama al consejero a escuchar; pero esto es antes que responder (Pr 18:13). Escuchar es interesarse en lo que el otro dice y responder de una manera adecuada de acuerdo a las normas divinas. El humanista Carl Rogers menciona que el terapeuta debe estar alerta y responder a los sentimientos expresados del cliente y no al contenido intelectual. Para Rogers el terapeuta debe evitar contestar y responder al sentimiento acompañado por las expresiones25. Es decir, se refiere a que lo importante es comprender los sentimientos del aconsejado y no responder a lo que está diciendo realmente. Esto no es verdaderamente escuchar, es sólo alcahuetear los sentimientos de la persona que normalmente están asociados al pecado. El aconsejado está esperando una respuesta bíblica y sabia para poder aplicar en el problema.
Por otra parte, la simple “catarsis” no es el objetivo de la consejería bíblica sino el que las personas se sujeten a la voluntad de Dios. Esto es lo que realmente glorificará a Dios. La consejería bíblica en este caso es opuesta a la consejería humanista. Por ejemplo, para el consejero humanista Carl Rogers uno de los elementos centrales de la terapia es la descarga emocional, es decir, la liberación de los sentimientos. Para él está descarga emocional o liberación de los sentimientos se vuelve el propósito esencial de la consejería. Pero como consejeros cristianos sabemos que sencillamente la descarga emocional no tiene sentido si la persona lo hace como un fin en sí mismo, y no con la motivación de agradar a Dios.
Según Rogers cuando el consejero muestra una simpatía vigilante ante las actitudes expresadas por el cliente y reconoce y clarifica sus sentimientos, la entrevista está centrada en el cliente. Y esto, es cierto, está centrada en el cliente, en el pecado del cliente, y no en como deben ser las cosas. La entrevista debe tener en el centro a Dios y no a la persona. Cuando ponemos en el centro a la persona estamos siendo humanistas, cuando ponemos en el centro a Dios estamos siendo cristianos.
Por otra parte, Adams nos dice “cada consejero debe ver claramente que todo lo que hace en el aconsejar no sólo lo hace para el aconsejado sino también para Cristo y para su iglesia”.

La consejería, la esperanza y la soberanía de Dios
La esperanza verdadera está fundada en la Escritura (Ro 4:18; 2 P 1:4.). Adams menciona “En un sentido, todo aconsejado necesita esperanza. El pecado ha producido sus efectos de abatimiento y desánimo en las vidas de todos. Todo cristiano está desanimado en una u otra ocasión. Con frecuencia, esta actitud deteriora en el pecado de la falta de esperanza”.
Por otro lado, los psicoterapeutas solo pueden infundir falsa esperanza (Pr 10:28; 11:7). Cuando las cosas no tienen sentido para los seres humanos, para Dios si tienen sentido. El sabe que está haciendo en su soberanía, y es algo en que podemos reposar los creyentes (Ro. 8:28). El consejero humanista no tiene el recurso de la soberanía de Dios, sólo los consejeros bíblicos podemos dar aliento en medio de las situaciones de crisis donde se cree que las cosas no tienen sentido. Los casos de Job, José (Gn. 50:20), Sadrac, Mesac y Abednego (Dn. 3:17) son testimonio de la soberanía de Dios sobre sus hijos. Podemos confiar en que la soberanía de Dios es suprema.
Hay esperanza en el Dios soberano. En palabras de Jay Adams “Si Dios es soberano, la vida no es absurda; tiene un designio, un significado, un propósito”. Dios tiene el control de todo, Él es quién no permite que el mundo se desboque.
Pero la esperanza es realista. Romanos 8:28 dice que todas las cosas nos ayudan a bien, no que todo va a ser “color de rosa”. “Aún cuando la verdadera esperanza aguarda que un bien resulte de las pruebas, no procura negar la realidad el pecado ni del sufrimiento y dolor que esas pruebas pueden causar”.
Nuestro objetivo es enseñar a las personas a que miren las cosas como Dios las ve, desde la perspectiva de Él. Hay que enseñar a no solo mirar el lado malo de las cosas, sino lo que Dios desea cumplir a través de la dificultad.

Conclusión
Hemos visto como las Sagradas Escrituras son el fundamento de la obra de consejería. Ellas son indispensables para la tarea del aconsejamiento que debe ser realizada por toda la iglesia, especialmente por aquellos que Dios ha llamado al servicio pastoral. Estudiemos y meditemos en la Palabra para que conduzca nuestras vidas y nos ayude a conducir a otros.


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