martes, 15 de marzo de 2011

Sermones Escogidos: Justificados Para Romper el Poder del Pecado


Romanos 6:5-10
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Hoy quisiera comenzar con una afirmación general acerca de la unión del creyente con Cristo:

Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El seguramente también resucitaremos con El de entre los muertos.

Quizás al momento de escuchar esta afirmación usted preguntará: ¿Está usted seguro de lo que está diciendo? ¿No querrá decir: Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos resucitado con El; no: seguramente también resucitaremos con El? ¿No querrá usted decir: “Como estamos unidos a Cristo y El ha resucitado, nosotros estábamos en El y también resucitamos con El”? ¿No está esa experiencia presente de la resurrección implícita en el versículo 4b: como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva? ¿Y el versículo 11: Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro? ¿Y el 13b: presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia?
¿No dice acaso Ef.2:5: aun estando nosotros muertos en pecados, (Dios) nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó? ¿Y Col. 3:1: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (ver también Col.2:12? Pastor John, seguramente usted lo que quiere decir es que: “Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos sido resucitados con El.”
Mi respuesta es SI. Yo quiero honrar la verdad bíblica que nuestra unión con Cristo implica que ahora “andamos en nueva vida” (Rom.6:4); y que estamos “vivos para Dios (6:11); y vivos de entre los muertos (6:13); y que “y juntamente con él nos resucitó” (Ef.2:6; Col.3:1). Pero también quiero prestar atención a la verdad bíblica  de Rom. 6:5 y 8. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Eso suena futurista. Lo mismo sucede con el versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Otra vez aquí nuestra resurrección es futura. Quisiera también enfatizar el significado de Rom. 8:11, “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Una vez más vemos que nuestra unión con Cristo por su Espíritu garantiza nuestra resurrección futura. Y sucede lo mismo con 2Cor.4:14: “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús”.
Y una de las razones por las que quiero decirlo como Pablo en Rom. 6 es porque él pudiera estar protegiéndose a sí mismo de la “herejía” al principio de este sermón. Escuchen su descripción de la herejía en 2Tim. 2:17-18. El advierte contra aquellos que hablan: Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, 18que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”. La herejía era la siguiente: “La resurrección es un hecho pasado”. Así que es posible tomar la verdad bíblica de Efesios 2:6, Colosenses 3:1 y Romanos 6:4, 11, 13 y transformarla en una doctrina tan mortífera como la gangrena.
Por tanto, ¿Cómo podemos evitar esto? Respuesta: Diremos lo que dice el texto en Rom. 6:5 y 8 y luego veremos como esto se ajusta al resto de la verdad. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Vers. 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con El.” Asi que quisiera confirmar mi afirmación inicial de hoy: "Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con él, y seguramente vamos a resucitar con él de entre los muertos."
Ahora, he aquí lo que esto significa: Una manera en que nuestra muerte con cristo renueva nuestra vida ahora (libertad presente del pecado) es por el efecto que esta muerte tiene en nuestro futuro. Esta conclusión la saco de la lógica de los versículos 5 y . Asegúrese de verla. Ambos versículos son condicionales. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Así que, un punto crucial para Pablo es que la muerte con Cristo garantiza la vida y la gloria de nuestro futuro.
Creer esto es sumamente importante para experimentar el poder presente de la resurrección de Cristo en nuestras vidas. Creer que nuestro futuro esta gloriosa y felizmente guardado en Cristo, es una manera de nosotros experimentar el poder de Cristo ahora, el poder que nos libera del pecado.

Pablo desarrolla esta idea en dos sentidos diferentes: uno en los versículo 5-7, y el otro del 8-10.

1. Veamos primeramente los segundos, Rom. 6:8-10.
Observen cuán importante es creer que nuestro futuro está seguro en Cristo. Note el uso de la palabra “creemos” en el v.8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Esto es lo que creemos. Esta es nuestra confianza. Que nuestro futuro se encuentra firme, inconmovible y felizmente seguro en Cristo. Esta es la manera en que experimentamos de forma consciente los beneficios de nuestra unión con Cristo, y los creemos. Confiamos y descansamos en ellos. Y ellos nos satisfacen.
Veamos pues cómo Pablo fundamenta esta fe futura. Su argumento en los versículos del 9 al 10 tiene cinco pasos.
1) Cristo murió al pecado de una vez y para siempre. V.10a: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas”. Esto significa que Cristo realmente murió y cuando murió destruyó el pecado de tal manera que su muerte no tiene que repetirse. Ocurrió una vez y para siempre. El resolvió el problema del pecado en lugar de todos los que ahora estamos en El.
2) Luego resucitó de entre los muertos. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos…” La obra ya fue hecha. El pecado fue destruido. Para eso es que el murió. Para que no hubiera razón para estar muertos. El resucitó.
3) Ahora la vida que El vive, la vive para Dios. V. 10b: “mas en cuanto vive, para Dios vive”. Al morir, Cristo satisfizo las exigencias del pecado; al resucitar, las de Dios. La vida en su resurrección está definitivamente orientada hacia y para la gloria de Dios, habiendo acabado con el pecado.
4) Por tanto, Cristo es victorioso sobre la muerte. V. 9b: “la muerte no se enseñorea más de él.” La muerte es un enemigo vencido. Cristo es Señor de la muerte y no al revés. El tiene las llaves de la muerte y del infierno. La muerte sirve a sus propósitos y ya no tiene ninguna autoridad final sobre El.
5) Por tanto, Jesús nunca morirá. El es indestructible, para siempre. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”. Jesús nunca morirá.
Pablo nos da todo este gran argumento para respaldar el punto del versículo 8b: “creemos que también viviremos con él”. El quiere que nosotros también sintamos la firmeza de estos cinco pasos en nuestra alma por la fe. Debemos creer, confiar y estar seguros de que “viviremos con El para siempre”. Si estamos unidos a Cristo por esta fe, hemos muerto con El; el problema del pecado ha sido resuelto; resucitaremos; viviremos para Dios; la muerte ya no se enseñoreará de nosotros; nunca moriremos; compartiremos la indestructibilidad de Cristo.
Esto es precisamente lo que Pablo quiere que creamos y vivamos. Esa confianza. Esa esperanza. Esa seguridad. Esa satisfacción. Para eso es que está Dios en nosotros en Cristo Jesús. Y creerlo es lo que hace de nuestra unión con Cristo una experiencia poderosa y efectiva ahora, y no solo en el futuro.
Es por esto que Pablo enfatiza el efecto que la muerte con Cristo tiene en nuestro futuro. Porque al creerlo, al vivir llenos de esperanza, satisfechos y confiados de que nuestro futro está seguro en Cristo, el poder del pecado se rompe en el presente. El pecado no puede esclavizar a alguien que está totalmente confiado y seguro en la felicidad infinita de la vida futura con Cristo. Es por eso que Pablo resalta en el v. 8 que nuestra muerte con cristo nos asegura una resurrección triunfante con El en el futuro. Ese es el punto de los versículos 9-10. Creer esto es la manera en que nuestra muerte con Cristo se hace poderosa en el presente. 
Ahora bien, esa es una manera en que Pablo desarrolla la relación entre la muerte con Cristo y nuestro futuro (vv. 8-10). También lo hace, pero de otra manera en los versículos 5-7. Así que observemos finalmente la manera en que Pablo defiende la conexión que existe entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
2. Romanos 6:5-7
Ahora quiero que noten cómo la unidad comienza de la misma manera que los versos 8-10, o sea, con la conexión entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
V. 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” Esto es presentado como la base de nuestro andar en vida nueva del versículo 4. Por tanto, es poderosamente crucial para Pablo que nosotros sepamos que seremos unidos a Cristo en una resurrección como esta. Creer eso y esperarlo es esencial, como veíamos en el versículo 8.
Pero ahora Pablo defiende el nexo entre nuestra muerte y resurrección con Cristo en una manera totalmente diferente a como lo hace en los versículos 9-10. Allí se enfocaba en la vida indestructible de Cristo; aquí, en nuestra vida transformada.
Pablo dice: ustedes van a estar unidos en una resurrección como la de Cristo (v. 6) “sabiendo esto (o lo que es igual, porque ustedes saben esto), que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. En otras palabras, Pablo plantea que nuestra muerte con Cristo certifica y garantiza nuestra futura resurrección porque esta asegura nuestra libertad de la esclavitud del pecado. Nuestro viejo hombre fue crucificado. Esto significa que nuestro cuerpo ya no es cómplice irremediable del pecado. Por el contrario, somos libertados de la esclavitud del pecado y el cuerpo ahora puede convertirse en un instrumento de justicia.
El versículo 6 apoya la certeza de nuestra resurrección con Cristo al mostrar que la muerte con Cristo nos santifica, nos cambia y rompe el poder del pecado en nuestras vidas. Esto no significa que el pago de la santificación (santidad) sea la resurrección, pero queda claro que no habrá resurrección sin ella. (v. 22: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin [de esta santificación], la vida eterna.”)
Lo cual trae a colación la siguiente pregunta: ¿Y qué  de la justificación? No somos ya absueltos, aceptados y declarados justos solo por la fe? ¿No es esto lo que asegura nuestra resurrección final con Cristo? ¿Cómo y dónde entra la justificación en todo esto?
Pablo nos da la respuesta en el versículo 7, pero en las versiones de la Escritura al inglés nos es difícil apreciar esto porque traducen el término “justificado” como “libertado”. El versículo 7 dice: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” En todo el resto de los escritos de Pablo (26 usos del verbo dikaiow) el significado de esta palabra es “justificar”, “absolver” o “vindicar.” En ninguna parte Pablo la usa con el significado de “libre” de algo, desde el sentido moral de la libertad del pecado.
Así  que, ¿Cómo pudiera el versículo 7 sustentar el 6?. El v. 6 dice: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”; mientras que el 7 afirma: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” ¡Cuán fácil es llegar apresuradamente a la conclusión que ya puesto que la justificación del pecado exige el no ser más esclavos del pecado, esta no debe tener el significado que usualmente tiene (el de la declaracion de inocencia), sino más bien el la transformación real del comportamiento de un individuo!
Sin embargo, esto me parece algo superficial. Por la siguiente razón: ¿Cómo puede alguien ser esclavizado por el pecado? Una manera es por la poderosa influencia de este. Porque es atractivo. Y si esa es la única manera en que el pecado nos esclaviza, entonces el versículo 7 debería tener el siguiente significado: “El que ha muerto ha sido liberado de la poderosa atracción del pecado.” Y de esa manera, “justificado” no tendría su significado ordinario.
Porque existe una manera más profunda en que el pecado esclaviza al hombre y lo mantiene cautivo. Y yo lo he visto obrar de esta manera tan terrible en anos recientes. El pecado crea una culpa que enceguece, haciendo que la persona se sienta sin la esperanza de alguna vez ser incluida entre los justos. Esto mucho más profundo y terrible que ser esclavizado por lo atractivo del pecado. Esto es ser esclavos de la desesperación cegadora del pecado.
Por ejemplo, usted le pregunta a este tipo de personas: ¿No te das usted cuenta que la promesa del pecado es una mentira, y que te está llevando a un callejón sin salida? Es sorprendente como incluso pudiera estar de acuerdo con usted y quizás hasta decir algo como: “Yo lo sé, pero eso no hace ninguna diferencia. De todos modos estoy perdido y no tengo esperanzas.” Aquí tenemos a alguien que no solo es cautivo de la atracción del pecado, sino que, y esto es aun más terrible, es esclavo de la cegadora desesperación de la culpa por el pecado. No pueden progresar en su lucha contra lo atractivo del pecado porque no pueden escapar a la culpa que este produce.
Ahora bien, si tal modo de esclavitud existe, entonces el versículo 7 está perfectamente diseñado para describir su remedio. Veámoslo de esta manera. V. 6: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. ¿Cómo es esto? ¿De qué manera nuestra muerte con Cristo nos libera de la esclavitud del pecado? La respuesta en el versículo 7 nos muestra que este va primeramente a las raíces profundas de la esclavitud del pecado, no a lo atractivo de este, sino a la fuerza destructora de la culpa que produce, al decir: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” La culpa es borrada antes de romperse el poder de la atracción.
Lo cual, resumiendo, significa que: Al vencer el poder del pecado en nuestras vidas, en principio no se nos da la habilidad moral para romper la atracción del pecado; en su lugar, se nos da el derecho legal y personal de destruir la desesperación que me dice que no puedo ser ni perdonado ni declarado justo. Lamamos a esto justificación. En otras palabras, la justificación es el fundamento para la santificación, la cual, en pago, es la certificación de que estamos en camino hacia una resurrección con Cristo en unión con El. 
Por tanto, podemos decir que el punto principal de los versículos 5-10 es que la unión con Cristo el resucitar a una vida eterna de gozo con Cristo. Y lo hace de dos maneras: 1) nos une a Cristo, quien está vivo con una vida indestructible y no puede morir; y 2) nos une a Cristo, quien nos justifica nos libera de la cegadora desesperación de que estamos sin esperanza en nuestro pecado. Y desde este lugar de esperanza inquebrantable, crecemos en nuestra habilidad para vencer los tentadores lazos del pecado, entregando nuestras vidas en amor.

Sermones Escogidos: ¿Cómo Puede Ser Correcto Para Dios Justificar al Impío?


Romanos 3:20-4:5
En el corazón de nuestro evangelio hay una verdad que a primera vista ofende el sentido judicial de las personas perspicaces. Ese sentido judicial está expresado por el sabio del Antiguo Testamento en Proverbios  17:15 el cual dice, “El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová”. (cf. Proverbios 24:24). Nosotros derribamos llenos de indignación a los jueces que absuelven al culpable. Nuestra sensibilidad moral es ultrajada cuando al mal y la culpa no se le dan sanciones legales. Sin embargo en el corazón de nuestro evangelio permanece la oración: Dios justifica al impío que cree en Él. Dios absuelve al culpable. ¡Esto es el evangelio! ¿Pero cómo puede ser correcto para Dios hacer esto?

¿Por qué Se Debe Reflexionar Sobre Esta Cuestión?

Alguien podría decir, ‘No te preocupes con el por qué Dios es justo cuando hace lo que hace. Si dice que lo hace, sólo confía en que es lo correcto. No dudes de tu Creador’. Ahora bien, yo admiro una confianza tan fuerte en la justicia de Dios. Y es cierto que Dios es bastamente más sabio, más elevado, y más profundo que nosotros, tanto que lo que a primera vista para nosotros puede parecer incorrecto, es correcto cuando todo lo que Dios conoce es tomado en cuenta. Pero el deseo de conocer cómo puede ser correcto para Dios absolver al culpable, no fluye necesariamente de la duda. Existen al menos otras dos razones que nos mueven a hacer esta pregunta:
Una es las ansias de admirar la profundidad de la sabiduría de Dios. Cuando usted admira la perspicacia fisiológica dentro de los misterios del cuerpo humano, sus preguntas “¿cómo puede ser esto?, ¿cómo puede ser aquello?” no necesariamente vienen de la duda. Pueden venir del puro deleite que nos proporciona ver la asombrosa complejidad de la forma en nuestros cuerpos funcionan. Considero una señal muy importante de que una persona ama a Dios, si desea conocer mejor a Dios, ver aun más profundo dentro del corazón divino, para admirar y adorar y disfrutar de Dios más intensamente.
La otra razón para querer saber cómo es correcto para Dios justificar al impío, es el deseo de eliminar tantas piedras de tropiezo innecesarias como sea posible, que nos impidan aprobar razonablemente la manera de actuar de Dios. El deseo de exonerar a Dios no es malo mientras no distorsionamos su verdad para hacerlo aceptable ante las personas de mente mundana. Si Dios ha revelado el ‘cómo’ y ‘por qué’ de su acción, entonces no deberíamos vacilar en explicarlos claramente, para ayudar a las personas a ver, y así, sincera y razonablemente aprobar la sabiduría y justicia de Dios.
Es obvio por Romanos 3:21-26 que Dios ha dado una respuesta a nuestra pregunta y por tanto debe querer que la consideremos. Eso es lo que quiero que hagamos ahora en la preparación de nuestro servicio de Santa Cena. Sigamos el pensamiento de Pablo aquí en estos versículos.

El Problema de la Justicia de Dios

Hasta el versículo 21 de Romanos 3, Pablo ha mostrado que todos los hombres están bajo pecado y quedan bajo el juicio de Dios (ese también ha sido el punto de nuestros dos últimos mensajes de los domingos por la mañana). Ahora Pablo dirige su atención hacia el remedio de la enfermedad universal, que es el pecado, y al juicio. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. Esta es la mejor noticia del mundo para quienes sentimos nuestra culpa ante Dios y conocemos que nuestra justicia es completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que Dios, en su gran amor, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que encuentre su confianza para la vida, en Jesucristo. No podemos trabajar para ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel que ponga su esperanza en Cristo. Romanos 4:4-5 deja esto claro: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5mas al que no obra [i.e. no trata de ganar, ameritar, o merecerse el regalo de Dios], sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. La buena noticia es que existe un indulto gratuito para el culpable que deja de tratar de impresionar a Dios y a los hombres, y en lugar de eso, descansa en Jesús. No existe medicamento humano o recreo que pueda tranquilizar a la conciencia culpable como puede hacerlo esta verdad. Anhelo que usted la tome para sí y salga hoy de este lugar con la verdad de Cristo.
Pero ahora esta inmensamente buena noticia creaba un problema para el apóstol Pablo, con el cual, con la ayuda de Dios, lidia en los versículos 24-26. El versículo 24 dice “…siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Pero no se detiene ahí. Va más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre en la experiencia de Cristo. Esta transacción es llamada “redención” en el versículo 24, es decir, compra o rescate. Algo ocurrió en la muerte de Jesús que es tan estupendo que sirve como base para perdonar a millones y millones de pecadores que confían en Cristo. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26:   “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
 Aquí vemos el problema que la justificación del impío causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por haber pasado por alto los pecados. Dios está ahora pasando por alto los pecados de aquellos que confían en Jesús. Y el capítulo 4 en los versículos 6 al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los que confían en él. “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”. Dios ha pasado por alto los pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Jesús. Y Pablo dice en el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Cristo como propiciación mediante la fe en su sangre.
Pero ¿por qué está siendo cuestionada la justicia de Dios cuando pasa por alto los pecados y justifica al impío? La razón no es que esto confirmará a los pecadores en su perversidad y perpetuará su pecado, fue evidente por el mensaje del domingo pasado que la fe salvadora siempre transforma al pecador. Dios siempre santifica a aquellos que justifica. Por tanto, el perdón del culpable no regresa a los violadores a las calles, produce transformación mediante el Espíritu Santo (lo que es el tema de que quiero hablar el próximo domingo). Así que la justificación del impío no llama a la justicia del Dios a ser cuestionada porque podría perpetuar el pecado. La verdadera razón, pienso yo, es que el pecado siempre es un desprecio hacia la gloria de Dios, y por tanto al Dios pasarlo por alto, parece como si estuviera de acuerdo en que su gloria carece de valor. Ello hace que Dios parezca como si no fuera honesto consigo mismo. Ello hace ver a Dios como si ya no tuviera el propósito de demostrar su gloria o preservar su honra. Pero si  Dios niega su propio infinito valor, entonces no solo está dejando de ser verdadero consigo mismo, sino que también la gloria por la que su pueblo ha esperado es devaluada de su valor supremo. Esto sería el ultraje supremo y colmo de la injusticia.
La razón por la que pienso que es esta horrible posibilidad la que llama a la justicia de Dios a ser cuestionada es que en Romanos 3:23 y 1:21, la esencia del pecado parece ser rehusarnos a glorificar y honrar a Dios. El versículo 23 dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos [o privados] de la gloria de Dios” Romanos 1:21-23 explica lo que esto quiere decir, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias […] profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. El hombre natural siempre se deleita más en la gloria de las cosas creadas que en la gloria de Dios. Y al hacer eso cambia la gloria de Dios y por lo tanto queda destituido o privado de ella. 
Por tanto, cuando Dios pasa por alto un pecado que tanto menosprecia su gloria parece como si considerara que su gloria carece de valor. Pero sería incorrecto que Dios no preservara su honra, ni la mostrara. Él estaría siendo injusto si actuara de esta manera. Ese es el meollo del problema de Pablo con la justificación del impío. Esto hace ver a Dios (al absolver a personas que han pisoteado su gloria en el lodo) como si ya no valorara su gloria.

La Reivindicación de la Justicia de Dios

Su solución, en una palabra, es la muerte de Cristo. Según el versículo 25, Dios pone a Cristo como propiciación “por medio de […] su sangre”, i.e. por medio de su muerte. ¿Cómo podría Dios mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa gloria? La respuesta dada en los versículos 25 y 26 es: Enviando a Cristo a morir y demostrando así la justicia de Dios. Pero ¿cómo la muerte del Hijo de Dios demostraba la justicia de Dios, su lealtad al valor de su propia gloria?
Pablo no nos explica esto claramente, en detalles, pero pienso que podemos unir brevemente las piezas. Conocemos de otras Escrituras que todo lo que Jesús hizo en su vida y muerte, lo hizo para la gloria de su Padre. Por ejemplo, cuando Jesús se aproxima a la hora  de Su muerte, dice, “Hora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:27-28). Luego, cuando Judas había partido de la Última Cena, y su muerte era inminente. Dijo, “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él” (Juan 13:31). Finalmente en la gran oración de Jesús en Juan 17, ve su muerte como casi completa y dice “o te he glorificado en la tierra [Padre]; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4).
Lo que vemos en este texto es que todo lo que Jesús sufrió, lo sufrió para el bien de la gloria de Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para magnificar la gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su bien. Cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo eso para que la gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que Dios no ha negado el valor de su propia gloria. Dios no ha dejado de ser verdadero consigo mismo, no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria, él es justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en Jesús.
Este es un pensamiento glorioso. Nuestra justificación no está basada en una sentimentalidad débil. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible justicia de Dios, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Oro para que la Palabra sea una raíz profunda y una gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor juntos.

Sermones Escogidos: La Vida Eterna ha Aparecido en Cristo

La Vida Eterna ha Aparecido en Cristo


1 Juan 1:1-4
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida 2(pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); 3lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo.
Las únicas cartas en el Nuevo Testamento que no mencionan el nombre del autor son las tres cartas de Juan y la epístola a los Hebreos. La iglesia añadió el título (Primera Epístola del Apóstol San Juan) después. Pero hay tres buenas razones para creer que el apóstol Juan escribió la carta.
Primero, porque los primeros escritores cristianos aceptaron que Juan era el escritor—Ireneo (200 d. de J.C.), Clemente de Alejandría (215 d. de J.C.) y Tertuliano (220 d. J.C.). Segundo, porque el escritor se identifica como un testigo ocular de la vida terrenal de Jesús (1:1): “lo que hemos visto con nuestros ojos…lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos”. Tercero, el estilo y la terminología son casi iguales al estilo y la terminología del Evangelio de Juan.
Al final del Evangelio de Juan (21:24) es escrito explícitamente que el apóstol que lo escribió fue el discípulo amado’’, es decir, el discípulo que tenía la más intima amistad personal con Jesús, el que en la última cena se reclinó en el pecho de Jesús (13:23), a quién Jesús le encomendó a su madre, el que corrió más aprisa que Pedro al sepulcro vacío (20:2-4).
Pero el discípulo amado nunca se nombra. Tuvo que ser uno de los tres íntimos: Pedro, Jacobo o Juan. ¡No pudo haber sido Pedro porque corrió más aprisa que Pedro! Y según Hechos 12:1 Jacobo fue muerto por Herodes aproximadamente diez años después de la muerte de Jesús. No es probable que el Evangelio según San Juan fuera escrito en una fecha tan cercana. Entonces la conclusión más probable es que el discípulo amado y el autor del Evangelio y las epístolas fue el apóstol Juan.
En un sentido esto no es importante, puesto que el autor bajo la inspiración del Espíritu Santo no nos dijo su nombre, y en última instancia el significado del libro no depende del conocimiento de quién fue el autor.
Pero en otro sentido es importante, porque un rechazo de la profesión del autor (la paternidad literaria) de Juan casi siempre va junto con el rechazo de su aserción de ser un testigo ocular del Señor. Tácitamente ningún erudito dice que “No fue Juan. Fue otro de los doce”. Todos saben que si el autor de esta carta estaba tan cerca a Jesús para tocarlo, entonces fue Juan. No hay otros candidatos probables entre los discípulos de aquellos días.
Entonces rechazar de Juan como el autor es virtualmente siempre un rechazo de la verdad del primer versículo de la carta: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto,…lo que han palpado nuestras manos…”. Si no fue Juan, no fue un testigo ocular, y la integridad del autor (que reclama ser un testigo ocular) es impugnada desde el principio.
Por tanto la razón por la que empiezo con estos pensamientos de la paternidad literaria de esta carta es para reforzar el asunto con que el autor empieza: había oído, había visto y había palpado al Hijo de Dios.
En el día del juicio Dios preguntará a las personas que han leído esta carta y que no han creído su testimonio: “¿Por qué no creíste el testimonio de mi siervo Juan? ¿Manifestó las cualidades características de un mentiroso o un lunático? ¿Contradijo el mensaje de su carta verdades razonablemente establecidas en la historia? ¿No estaba de acuerdo su testimonio con los otros testimonios de mi Hijo? ¿Por qué no creíste su testimonio?
En ese día de la verdad será una sola respuesta: “Todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas” (Juan 3:20). No es porque nos falta testimonio confiable de la verdad de Cristo que estamos lentos para creer. Es porque creer es ser quebrantado y permitir que la oscuridad de nuestros corazones sea expuesta a la luz de la santidad de Dios.
Los exhorto a Uds. a que no cierren los rincones escondidos de pecado en sus vidas sino a que vengan a la luz y consideren con diligencia la realidad que en esta carta tenemos que tratar con el mensaje del que en verdad vio y tocó al Señor de gloria.
Para desempacar el significado de estos cuatro versículos, he intentado poner en orden lógico las aserciones principales que veo.
  1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.
  2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.
  3. Por medio de la encarnación de Jesús, Juan ha obtenido comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
  4. Por tanto, Juan hace de la proclamación de Cristo la base de su comunión con los otros creyentes.
  5. Juan anhela la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten su deleite en la comunión del Padre y del Hijo.
El manantial de donde el río de este texto fluye es Cristo que nunca tuvo un principio sino que ha existido eternamente con el Padre. Y el océano a donde el río de este texto fluye es el gozo de nuestra comunión entre nosotros y con el Padre y el Hijo.
Por consiguiente, esta mañana me gustaría caminar junto al río de este texto y tomar brevemente en estos cinco lugares. Mi meta es que Dios use el agua de su palabra para refrescar tu confianza en Cristo y para intensificar tu deseo para el gozo de su comunión.

1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.

v. 2 – “La vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó”.
Primero, notemos que Cristo simplemente se llama “la Vida”. “La vida fue manifestada”. Cristo fue el que fue hecho manifiesto. Cristo apareció en forma humana. Pero como dice 1 Juan 5:11, 12: “Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”. Entonces el Hijo de Dios, Cristo Jesús, es nuestra Vida. Cuando tenemos comunión con él, compartimos la vida.
Segundo, notemos que esta vida es eterna. “La vida fue manifestada…y os anunciamos la vida eterna”. Este es el mejor comentario sobre la primera frase del primer versículo: Lo que existía desde el principio… “Desde el principio” quiere decir que Cristo nuestra Vida estaba allá cuando la creación empezó. Él es eterno. No tuvo principio. No tendrá fin. No es parte de la creación. En el principio él es la fuente de la creación. Toda vida sale de él. Él es el manantial, no parte del río. “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).
La aserción más fundamental de este texto es que Cristo nuestra Vida ha existido eternamente con el Padre. Todo lo demás fluye de esto. Hacemos bien si meditamos frecuentemente y profundamente en la realidad majestuosa que Cristo ha existido sin principio desde toda eternidad.

2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.

Otra vez el versículo 2 hace muy sencillo este punto: La vida fue manifestada. Es decir, el Cristo eterno llegó a ser visible. Se apareció. Y el sentido en que apareció es hecho comprensible en versículo 1: Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos…
La realidad que Juan reclama haber tocado lo que existía desde el principio, es decir, la Vida eterna manifestada, muestra claramente que el punto aquí es la encarnación. El Cristo eterno, quien estaba con el Padre desde el principio y en verdad era Dios —este Cristo apareció en la carne. Llegó a ser hombre—.
Aquí está la gran piedra de tropiezo. La gente ha tropezado sobre ella desde los días de Juan hasta nuestros propios días. (Cf. EL MITO DE DIOS ENCARNADO). Juan dice en su segunda carta (v. 7): “Muchos engañadores han salido al mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el engañador y el anticristo”.
Muchos están dispuestos a creer en Cristo si él solamente se queda como una realidad espiritual (para ellos). Pero cuando predicamos que Cristo ha llegado a ser hombre particular en un lugar particular impartiendo órdenes particulares y muriendo en una cruz particular exponiendo los pecados particulares de nuestras vidas particulares, entonces la predicación deja de ser aceptable para muchos.
No creo que sea tanto el misterio de una naturaleza divina y humana en una persona que causa a la mayoría de la gente que tropiece sobre la doctrina de la encarnación. La piedra de tropiezo es que si la doctrina es verdadera, cada persona en el mundo debe obedecer este hombre judío particular. Todo lo que dice es la ley. Todo lo que hizo es perfecto. Y la particularidad de su obra y palabra brota en la historia en la forma de un libro inspirado particular (escrito en los idiomas particulares griego y hebreo) que reclama una autoridad universal sobre cualquier libro que jamás haya sido escrito.
Esta es la piedra de tropiezo de la encarnación —cuando Dios llega a ser hombre, él quita toda pretensión del hombre para ser Dios—. Ya no podemos hacer más lo que queremos. Debemos hacer lo que este único hombre judío quiera que hagamos. Ya no podemos fingir más que somos autosuficientes, porque este único hombre judío dice que todos estamos enfermos con el pecado y debemos venir a él para ser curados. Ya no podemos depender más de nuestra propia sabiduría para encontrar vida, porque este único hombre judío, que vivió por 30 años obscuros en un país pequeño en el Medio Oriente, dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.
Cuando Dios llega a ser hombre, el hombre cesa de ser la medida de todas las cosas, y Este Hombre llega a ser la medida de todas las cosas. Simplemente es intolerable al corazón de los hombres y las mujeres. La encarnación es una violación del proyecto de derechos humanos escrita por Adán y Eva en el huerto del Edén. ¡Es totalitario! ¡Es autoritario! ¡Imperialismo! ¡Despotismo! ¡Usurpación! ¡Absolutismo! ¿Quién piensa Él que es?
¡DIOS!
Por lo tanto la doctrina de la encarnación ha sido desde el principio un examen (criterio de prueba) de la ortodoxia y la autenticidad espiritual. 1 Juan 4:2, 3: “En esto conocéis el Espíritu de Dios; todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios”.
Solo el Espíritu de Dios puede romper nuestra rebelión contra la particularidad autoritaria de la encarnación y hacernos someter con gozo a este hombre judío como nuestro soberano absoluto. Y por lo tanto la confesión que Dios ha venido en la carne es el examen doctrinal de Juan si somos de Dios.

3. Por medio de la encarnación de Jesús, Juan ha obtenido comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

La última parte del versículo 3 dice: “Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. La comunión (koinonia) es una experiencia personal de compartir algo significativo al igual que los demás. Es la alegría de estar en un grupo cuando están de acuerdo sobre lo que importa mucho. Es lo que hace trabajar con Tom y Steve y Dean y Char uno de los deleites más grandes de mi vida. Es lo que da raíz y fibra (carácter) y fruto al matrimonio cristiano.
Entonces decir que tienes comunión con el Padre y con su Hijo significa que compartes sus valores. Crees lo que creen y amas lo que aman. Por lo tanto te deleitas al pasar tiempo junto con ellos. Te encanta incluirlos en todo lo que haces. Aprecias la idea de pasar la eternidad conociéndolos mejor.
Muy prácticamente lo que quiere decir es que repetidamente recordamos porciones memorizadas de la palabra de Dios; y mientras el Señor nos habla una palabra de aviso o de promesa o de guía, oramos por su ayuda para responder apropiadamente y en seguida confiamos en él mientras andamos con él en la luz. Él se te acerca por su palabra. Tú te acercas a él por la oración, y en el poder de la comunión haces su voluntad.
Juan sabe que el regalo de esta comunión es debido a Jesús. Cristo vino y se hizo el amigo de recaudadores de impuestos y pecadores. Ofreció su comunión a cualquiera que estuviera dispuesto a cambiar sus valores y a estimar todo del mismo modo que él. No puedes tener comunión con Jesús si no confías en su juicio. Pero si confías en Jesús, no solo tienes comunión con él, sino también con Dios el Padre. Juan dice en 2:23: “Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo tiene también al Padre”. La comunión con Dios solo es posible por medio de Jesucristo su Hijo.
Entonces cada vez que alguien da testimonio de la verdad de Jesucristo —quién fue, lo que hizo y lo que estima— la oportunidad existe para que los que oyen el testimonio terminen de rebelarse contra la voluntad de Cristo, acepten sus valores, y comiencen a tener comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo.

4. Por tanto, Juan hace de la proclamación de Cristo la base de su comunión con los otros creyentes.

El versículo 3 dice: “Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo”. O al leer el versículo al revés: “Puesto que nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, la única manera en que podemos cultivar comunión con vosotros es proclamaros lo que sabemos sobre el Hijo a quién hemos visto y oído”.
En la Iglesia Bautista Belén hablamos sobre tres prioridades del ministerio: el compromiso con Dios en la adoración, el compromiso de los unos con los otros en el crecimiento mutuo, el compromiso con el mundo en el testimonio. Note que este versículo sustenta claramente la relación entre los primeros dos compromisos. Para experimentar comunión con sus lectores Juan les dice lo que cree sobre Jesucristo. En otras palabras, no hay comunión significativa entre las personas que no creen igual con respecto a Jesucristo. La doctrina compartida [que tenemos en común] es la base de la comunión cristiana.
Cuando Juan quería cultivar comunión con un grupo de personas, les escribe una carta llena de teología. Cuando Pablo quería preparar una comunión misionera para apoyarlo y para enviarlo a España, escribió un libro teológico que se llama Romanos. Si deseas que tu comunión sea más profunda y más fuerte, debes compartir más teología.

Hay muchas lecciones para nosotros aquí. Permítame mencionar tres.

Primero, el gran peligro del movimiento carismático alrededor del mundo hoy (con todo el bien que veo en él) es que a menudo procura preservar la comunión entre creyentes a base de una experiencia compartida antes que a base de la teología compartida. Este no es el camino bíblico, y con el tiempo resultará en la muerte de una experiencia mal cimentada o en el desarrollo de una teología herética para suavizar las deferencias.
Segundo, con seguridad este texto implica que ningún cristiano se debe casar con un incrédulo. La comunión profunda de las cosas más importantes no es posible donde no compartimos el mismo entendimiento y afecto por Cristo.
Tercero, es una gran y triste ironía que como una Convención (Bautista General), que profesa estimar la Biblia, tengamos la reputación de procurar preservar la unidad de la comunión no por exaltar las grandes doctrinas de la Escritura, sino por evitarlas. Cuando Juan quiso cultivar y preservar la comunión de sus lectores, se hizo teólogo. Cuando la Convención quiere cultivar y preservar la comunión, se hace ateóloga. En muchas maneras estamos pagando el precio por esto. Y es una gran tristeza.
Si Dios quiere, escogemos una dirección diferente en Belén. Seremos explícitamente teológicos y siempre a plena vista proclamamos nuestra doctrina. La última cosa que quiero es atraer o mantener miembros por ocultar las mismas características que nos llenan de pasión y celo para la gloria de Dios. Diluir la teología al denominador menos común de la aceptabilidad es la señal de la muerte para la adoración, la ortodoxia, las misiones, la moralidad y el crecimiento. Y la Convención Bautista General tiene problemas en todas esas áreas.
Seamos como Juan. Versículo 3: “Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros”. ¡Esto es lo que creemos sobre Cristo! ¿Estiman Uds. lo que estimamos?

5. Juan anhela la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten su deleite en la comunión del Padre y del Hijo.

Versículo 4: “Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo”. Yo creo que la Biblia de Las Américas está en lo correcto al aceptar la lectura “nuestro gozo” en vez de la lectura de la Reina Valera 1960 “vuestro gozo”.
Por supuesto, en una iglesia donde una de nuestras características es el hedonismo cristiano, esto no es ninguna sorpresa. Primero sale el gozo tremendo de conocer a Dios y experimentar comunión con él. Pero después tenemos hambre de algo más. No que algo se le pueda añadir a Dios, sino que más de Dios se podría experimentar en la comunión de los santos (Cf. Salmo 16:1-3). Si no fuera la verdad, el anhelo de la comunión sería idolatría. Nuestro gozo en la comunión de Dios se hace completo en el gozo que los demás tienen en la comunión de Dios.
Esta es la esencia del hedonismo cristiano —la doctrina que no solo es permitido sino que es necesario perseguir tu propia alegría en la alegría santa de los demás—. Si hicieras tu meta guiar a un amigo en la comunión de Dios, pero en tu corazón dijeras: “No me importa si él encuentra la comunión con Dios”, serías malo. Dios no quiere que nuestro corazón sea indiferente al bien que buscamos. Dios quiere que nos regocijemos en el bien. Quiere que persigamos nuestro gozo en el bien como Juan lo hizo. “Os escribimos estas cosas para que nuestro gozo sea completo”.
Que doctrina devastadora —enseñar que es incorrecto que un cristiano persiga su propia alegría—. Esta doctrina insulta a Dios que nos manda a deleitarnos en el Señor y estimarlo como gozo cuando pongamos nuestras vidas para compartir ese gozo con los demás.

En resumen:

  1. Cristo, nuestra Vida, ha existido eternamente con el Padre.
  2. Cristo, nuestra Vida, se manifestó en la carne.
  3. Por medio de esta encarnación obtenemos comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
  4. Por tanto, debemos hacer del entendimiento bíblico de Cristo la base de la comunión con los otros creyentes.
  5. Debemos procurar traer a los demás a esta comunión porque anhelamos la plenitud de gozo que viene cuando los demás comparten la delicia que tenemos en la comunión del Padre y del Hijo.

Ejemplo de Sermón Bíblico: ¿Quién Nos Separará Del Amor De Cristo?

¿Quién Nos Separará Del Amor De Cristo?


Romanos 8:28-39
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. 29 Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó. 31 Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero. 37 Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Comienzo esta mañana con dos preguntas. No le pediré que levante su mano. Pero deberá responderle a Dios. Dé una respuesta silenciosa a Dios por cada pregunta. Y hago esto porque según usted responda estas preguntas así el resto de este mensaje será una realidad en su vida, o solo una invitación para que venga al banquete de la fe.
Las preguntas están basadas en Romanos 8:28. Esta es una de las promesas más grandes del amor de Dios en toda la Biblia. Pero tiene dos requisitos adjuntos. No es una promesa para todos, solo para los descritos en este verso: “Y sabemos que [1] para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, [2] para los que son llamados conforme a su propósito”.

Así que estas son mis preguntas:

Pregunta Nº1: ¿Ama usted a Dios? En esta vida nadie ama perfectamente a Dios. Esa no es la pregunta. Todos sabemos que puede existir un amor unificador entre un esposo y una esposa, una madre, un padre, o un amigo querido sin que ese amor sea perfecto. De hecho, el amor más grande y auténtico e intenso tiene sus imperfecciones. La pregunta no tiene que ver con la perfección. La pregunta es: ¿Es Dios su tesoro? Jesús dijo: “donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón” (Lucas 12:34). Es decir: allí estará tu amor. Él estaba tratando de persuadirnos para que pusiéramos nuestro tesoro en los cielos, no en la tierra. Nos estaba exhortando a atesorar a Dios por encima de todas las cosas. Porque lo que usted atesora es lo que aprecia y ama su corazón. Por tanto la pregunta ¿Ama usted a Dios? Significa ¿Es Dios su tesoro? ¿Es Dios la realidad más valiosa de su vida?
Pregunta Nº2: ¿Ha sido usted llamado por Dios conforme a su propósito? Esto no significa: ¿Ha escuchado el evangelio? O: ¿Ha escuchado una invitación para arrepentimiento y fe? El verso 30 explica cuál es el llamado de que se habla aquí: “a los que [Dios] predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó”. Todos los llamados son justificados. Así que este llamado de Dios no es solo una invitación, sino una convocatoria poderosa y efectiva que le despierta del letargo de la ignorancia y la rebelión, y como resultado usted es capaz de ver a Jesús y someterse alegremente ante él.

Llamados por Cristo: Una ilustración

Permítanme explicarme con una ilustración. Pero antes, consideremos 1ra a los Corintios 1:23-24:
nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; 24 mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.
Muchos consideran que el Cristo crucificado es necedad. Pero los llamados ven en él el poder y la sabiduría de Dios. Algo les ha sucedido: han sido llamados.
Imagíneselo de esta manera: antes de que ser llamado por Dios usted estaba literalmente durmiendo en su cama. Jesús llega a su cuarto. Él se posiciona en el cuarto con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Pero usted está dormido, de hecho está soñando. Y en el sueño (que es su vida ordinaria) ve a Jesús. En el sueño Jesús parece necedad, no es atractivo. Usted se pregunta por qué otros hacen tanto escándalo con él. En el sueño la televisión era más emocionante, la pareja era más real, el trabajo satisfacía mucho más.
Entonces el Espíritu de Dios –el Espíritu Santo- viene a la habitación donde Jesús está con toda la gloria del amor de su Calvario y el poder de su Resurrección. Y el Espíritu revolotea sobre la cabeza soñadora de usted y le llama con una voz lo suficientemente fuerte: « ¡Despierta!» Y eso le estremece. Y abre sus ojos. Y allí delante está el verdadero Jesucristo. Y su gloria es inconfundible. Y entonces comprende que (toda su vida) había estado soñando –que todos sus pensamientos acerca de la necedad, lo irreal, y la fealdad de Cristo eran puras fantasías e imágenes vacías de una mente dormida. Pero ahora el velo del letargo fue removido y la “luz del evangelio de la gloria de Cristo” fue irresistiblemente cierta. El Cristo crucificado es ahora para usted lo que realmente es: el poder y la sabiduría de Dios. Esto es lo que significa ser llamado.
Así que pregunto: ¿Ha sido llamado por Dios? ¿Es Cristo para usted el poder y la sabiduría de Dios en su muerte por los pecadores? ¿O está usted aún durmiendo en un mundo fantástico de sueños e ilusiones donde Jesús es necedad, aburrimiento y fealdad? ¿Puede usted decir honestamente en esta mañana: «El Cristo crucificado es verdadero poder y el Cristo crucificado es verdadera sabiduría»?
Ahora, si ha respondido SÍ y con honestidad a estas dos preguntas, entonces el resto de este mensaje es una gloria verdadera para usted. Y si no pudo responder: SÍ, entonces este mensaje puede ser aún más relevante, porque pudiera ocurrir que Jesús y el Espíritu Santo se acercaran a su cama por medio de él.

El Amor De Cristo: La Raíz De Nuestro Amor Mutuo

Lo más importante que quiero que veamos en esta mañana está en el verso 35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. La respuesta a esa pregunta es: nada ni nadie. Mi propósito en esta mañana es recordarles y despertarles nuevamente al imperturbable amor que Cristo tiene por nosotros –por los que hemos respondido SÍ a esas dos preguntas. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación [o algún tipo de problema o presión], o angustia [o algún tipo de dificultad o crisis], o persecución [o algún tipo de oposición o burlas], o hambre [o cualquier sufrimiento o escasez], o desnudez [o algún asalto o vergüenza], o peligro [o cualquier riesgo o amenaza], o espada [o cualquier herida o violencia, o muerte]?”. ¿Podrá alguna de estas cosas separarnos del amor de Cristo? Pablo responde: No. Por el contrario, como dice el verso 37: “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
No solo es imposible que seamos separados del amor que Cristo tiene para nosotros, sino que ese amor es tan poderoso a nuestro favor, que convierte cada circunstancia en triunfo. “en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. Así que mi propósito en esta mañana es recordarles y mostrarles esta gran verdad, y orar con ustedes a fin de que nos podamos aferrar a ella, y que ella se aferre a nosotros.
La relación que tiene esta verdad con el conjunto de la serie “El Mayor De Ellos Es El Amor” es que una y otra vez en la Biblia el amor de Dios por nosotros es la raíz de nuestro amor mutuo. La realidad es que si no descansamos en el amor de Dios por nosotros, no podremos amarnos unos a otros. Por ejemplo, Jesús dijo en Juan 13:34:
Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros.
Su amor por nosotros es primero, y el nuestro es un eco resultante. Juan 15:12-13:
Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado. 13 Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos.
Su amor por nosotros viene antes y sustenta nuestro amor mutuo. Y el amor del Calvario.es un amor profundo, profundo.
Efesios 4:32-5:1:
Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo.
Todo amor verdadero comienza así: Dios nos amó en Cristo y nos perdonó. Luego nos adoptó a fin de que fuéramos llamados sus hijos. Y derrochó su amor sobre nosotros en la familia. Y ahora –solo ahora, sobre esa base- dice «Imítenme»: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. ¡Y subraye esto! Ser un imitador de Dios –no como un peón que admira desde la audiencia. No como un niñito inseguro que se come con los ojos anhelando la inmensa ropa de un jugador de pelota. No como un músico principiante escuchando el CD de su maestro favorito, pero desconocido. Sino como “hijos amados”: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. El amor de Dios por nosotros en Cristo es quien dirige y habilita nuestro amor imitador de los unos por los otros. Y esto es porque amamos de la misma forma en que nuestro Padre es, eso es lo que nos hace querer ser así.
O de nuevo en 1ra de Juan 3:16:
En esto conocemos el amor: en que El puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Disfruto mucho hablar acerca del cristianismo radical, del cristianismo que pone su vida por otros, y muestra cuán radicalmente seguros estamos en el amor de Dios. Pero todo comienza con él, no con nosotros. 1ra de Juan 4:10-11:
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
Así que esta es la razón por la que hoy hemos predicado así: Si Dios nos amó, debemos amarnos unos a otros. Y por ende necesitamos ver que Dios efectivamente nos amó –y nos ama efectivamente. Porque, a menos que yo esté terriblemente equivocado, hay un anhelo inmenso en esta congregación por descubrir las nuevas profundidades del amor mutuo entre los cristianos y por los que nos visitan y por aquellos a quienes es difícil amar. ¿No correrían las lágrimas por nuestros ojos al leer cartas como estas que recibí el 26 de febrero de un pastor de Iowa?
Hace dos semanas, mientras estaba de vacaciones regresé a Bethlehem. Estaba lleno de gozo por el poder y la presencia del Espíritu Santo. Este poder se había manifestado en formas que nunca antes había experimentado en Bethlehem. Desde 1988 y en cada año siguiente he adorado con usted y me he sentado bajo su ministerio. A pesar de que su predicación siempre ha alimentado mi alma, la congregación me parecía poco amigable; nunca alguien nos saludó, o nos dio la bienvenida en ninguna de las ocasiones en que visitamos y siempre el servicio de adoración estuvo rodeado de frialdad.
Pero el domingo pasado fue diferente. Tanto mi esposa y [yo] vimos que algunos se nos acercaron y nos dieron la bienvenida. Un amigo llamado John Fast dedicó una buena parte de su tiempo para acercarse a mí y agradecerme por venir. El servicio de adoración y el grupo de adoración estaban glorificando a Dios sin enfocarse en el hombre.
Solo puedo imaginar la oscuridad que usted debió experimentar el año pasado. Sin embargo, veo a Dios haciendo una obra mucho más grande aún por medio suyo y la iglesia. Me percaté de ello escuché durante la predicación de la Palabra. Lo experimenté en la alabanza centrada en Dios. Lo disfruté en el esplendor y el calor de la congregación. La providencia de Dios había ordenado un tiempo de oscuridad para purificar a la congregación. Una mayor gloria de Dios ahora está siendo revelada.
Recibí estas palabras con una gran sensación de amor a Dios, en lugar de sentir autosatisfacción. No dudo que haya mucho en mí que todavía necesite purificación. Y por eso lo tomo primeramente para mí mismo. Es la única forma en que seremos lo que Dios nos ha llamado a ser –como en el matrimonio: si constantemente me enfoco en que lo que creo que debe ser cambiado en mi esposa en lugar de enfocarme en las maneras en que puedo amarle mejor, haré que ambos seamos miserables durante décadas.
Lo más precioso de esta carta que atesoro para mí es la combinación. Él habló de la adoración a Dios de nuestra iglesia «sin enfocarse en el hombre» en el mismo momento en que habló acerca del «esplendor y calor de la congregación». Este es el clamor de nuestro corazón ¿no es cierto? «Ellos sabrán que somos cristianos por nuestro amor». Esto es lo que estaba anhelando yo en el mensaje de la semana pasada cuando dije que anhelamos una combinación fresca y balanceada de la santidad de Dios y el amor de Dios.
El mensaje de hoy es que si debemos crecer en amor mutuo, debemos experimentar el amor de Cristo de forma profunda e imperturbable –el amor de Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. Debemos estar maravillados porque el amor de Cristo nos sostiene. Que Cristo nos sostiene firmemente aferrados a su amor. Esta profunda y maravillosa verdad –que Cristo, el Hijo de Dios nos ama- debe enlazarnos y sujetarnos e inundar nuestras mentes. Debemos poner esta verdad en nuestra mente, al comienzo del día (él me ama), y a media mañana (él me ama), y luego al mediodía (él me ama), y a media tarde (él me ama) y a la hora de la cena (él me ama), y antes de dormir (él me ama).
Y a medida que leemos textos como Romanos 8:35 debemos orar por esto. Esto es lo que llamaré el “Los Cuarenta Ayunos” para enfocarnos a medida que repartimos tarjetas nuevas el próximo domingo. Para orar a fin de que esta sensación de ser amados por Cristo no inunde y rebose en nuestros corazones.
Vayamos a una de las oraciones de Pablo para ver cuán crucial era este asunto para Pablo cuando oraba por la iglesia (Efesios 3:14-19). Y quiero mirarlo cuando ahora que estamos terminando porque he visto que este pasaje nos lleva de una forma diferente que hacia el mismo sentido de Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”.
Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra, 16 que os conceda, conforme a las riquezas de su gloria, ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; 17 de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; y que arraigados y cimentados en amor, 18 seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.
Note que la meta de esta oración está en el verso 18: “[que] seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento”. Pablo quería para los efesios, lo que yo quiero para ustedes en esta mañana: la capacidad de comprender cuán alto y profundo y ancho y grande es el amor de Cristo. Él admite que ese conocimiento está más allá de la comprensión humana. Nunca llegaremos a su cima o fondo o alcanzaremos su final en ninguna dirección en que nos movamos. Siempre habrá mucho más para descubrir y disfrutar (vea Efesios 2:7). Pero él quiere que probemos la inmensidad del amor de Cristo por experiencia, no solo por doctrina.
Pero ¿cómo quiere que seamos “capaces de [literalmente: suficientemente fuertes como para] comprender” este amor? ¿Debemos pararnos desde fuera mirando de la misma forma en que lo haríamos con una edificación a fin de que podamos apreciar cuán alta y ancha es? No. Vayamos al verso 17 para tener la respuesta: “de manera [...] que arraigados y cimentados en amor” puedan comprender el amor de Cristo. La palabra para “cimentados” es “descansando sobre un fundamento”. Así que Pablo utiliza dos metáforas: una, la de un árbol con raíces [arraigados], la otra la de una edificación con un fundamento [cimentados].
Él lo dice, para comprender el amor de Cristo y probar su altura y profundidad, debiéramos estar arraigados a él. Es decir, las raíces de nuestras vidas debieran estar sumergidas a una profundidad del amor de Cristo cada vez mayor. De allí obtenemos nuestra vida. Y dijimos que deberíamos estar cimentados en él. Es decir el cimiento de nuestras vidas debería estar esparcido sobre la roca sólida del amor de Cristo por nosotros.
Es así como probamos en la experiencia que la profundidad y amplitud del amor de Cristo son infinitas. Nuestras raíces nunca llegarán al fondo de ese amor, y nuestro amplio cimiento nunca se quedará sin Roca para edificar. Creo que estas dos ilustraciones están pensadas para expresar la misma idea de Romanos 8:35 «Nada nos podrá separar del amor de Cristo». Las raíces de nuestras vidas están firmemente sostenidas en las profundidades del amor de Cristo. Y el fundamento de nuestra vida es firmemente sostenido por la Roca del amor de Cristo. No podremos ser desarraigados o removidos. Ese es el mensaje principal de Romanos 8:35 «Nada nos podrá separar del amor de Cristo».
Dios nos está llamando a experimentar nuevas profundidades de amor mutuo entre los creyentes y por aquellos que no lo son. Si eso debe suceder, (y está sucediendo) algo más debe suceder primero (y está sucediendo). La oración de Pablo deberá ser contestada:
[Quiera Dios que podamos estar] arraigados y cimentados en amor, 18 [y que seamos] capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento.
Quisieran unírseme, y hacer una ferviente oración para que todos podamos aferrarnos más y más a la experiencia de ser amados por Cristo –nada nos podrá separar de su amor. Entonces, el poder de amar a otros fluirá libremente.

Ejemplos deSermones: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!


Ejemplos de Sermones: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!
Tópico: La Persona de Cristo                                                                   Serie: El Evangelio de Juan  


Juan 7:40-52
Cuando oyeron estas palabras, decían: Verdaderamente este es el Profeta.  Otros decían: Este es el Cristo.  Pero otros decían: ¿Acaso el Cristo ha de venir de Galilea? ¿No ha dicho la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David, y de Belén, la aldea de donde era David? Así que se suscitó una división entre la multitud por causa de El. Y algunos de ellos querían prenderle, pero nadie le echó mano.
Entonces los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no le trajisteis? Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla! Entonces los fariseos les contestaron: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? ¿Acaso ha creído en El alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Pero esta multitud que no conoce de la ley, maldita es. Nicodemo, el que había venido a Jesús antes, y que era uno de ellos, les dijo: ¿Acaso juzga nuestra ley a un hombre a menos que le oiga primero y sepa lo que hace? Respondieron y le dijeron: ¿Es que tú también eres de Galilea? Investiga, y verás que ningún profeta surge de Galilea.
En este mensaje quiero hacer un rápido resumen de la doble división que ocurre en respuesta a Jesús, y luego enfocarme en las palabras del versículo 46: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!", y entonces, con la ayuda de Bono y C.S. Lewis, mostrar por qué es tan ofensivo y fascinante la presentación de Jesús en los evangelios. Y todo esto lo hago en la esperanza de que algunos de ustedes descenderán del muro de sus dudas, y se entregarán totalmente a Jesús.

Una Doble división

Por ello, primero veamos la doble división: la división de los versículos 40-44, y la división de los versículos 47-52. En los versículos 40-44, vemos que en las multitudes hay una triple división.
  • Versículo 40: "Entonces algunos de la multitud, cuando oyeron estas palabras, decían: Verdaderamente este es el Profeta", refiriéndose a Deuteronomio 18:15, donde dice que en los postreros días Dios levantaría un profeta como Moisés.
  • Luego , en el versículo 41: "Otros decían: Este es el Cristo" -es decir el Mesías judío por tanto tiempo esperado.
  • Después, en los versículos 41-42, algunos no veían cómo es que él podría ser el Mesías, porque pensaban que él venía de Galilea y no sabían que había nacido en Belén. "Pero otros decían: ¿Acaso el Cristo ha de venir de Galilea? ¿No ha dicho la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David, y de Belén, la aldea de donde era David?"
De modo que los versículos 43-44 lo resumen todo: "Así que se suscitó una división entre la multitud por causa de El. Y algunos de ellos querían prenderle, pero nadie le echó mano". Así ocurrió durante la vida de Jesús en la tierra, y así es como sigue ocurriendo dondequiera que él es presentado fielmente en la actualidad. Ore para que en este mismo momento usted no esté en el lado errado de esta división.

El Informe de los aguaciles:  Nadie habla como Jesús

Luego, en el versículo 45, los aguaciles que los principales sacerdotes y fariseos habían enviado para arrestar a Jesús regresaron con las manos vacías. "Entonces los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no le trajisteis?" Esta es la bisagra del texto; señala la doble división en el texto. El versículo 46 dice: "Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!" De todas las cosas que pudieron haber dicho acerca de la volátil situación en las multitudes y de cómo un arresto pudo haber causado un motín y haber puesto a los fariseos en un gran problema, ellos no se justificaron de esa manera. Dijeron: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!"
Este es el eje del texto: este hecho, la singularidad de Jesús en el mundo, causa una doble división. Hemos visto la primera división: las multitudes se han separado en tres puntos de vista diferente acerca de Jesús. Ahora llega una segunda división, definida por los fariseos, solo que esta vez hay más intensidad, porque los fariseos diagnostican cada una de las tres posiciones. Y cada vez que dan el diagnóstico de lo que creen que es una falsa forma de ver a Jesús, cavan un hoyo más profundo para sí mismos y para su propia ceguera.

El Diagnóstico de los fariseos:  Todos los demás están errados

Primero dicen que los aguaciles están engañados. Versículos 47-48: "Entonces los fariseos les contestaron [a los aguaciles]: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? ¿Acaso ha creído en El alguno de los gobernantes, o de los fariseos?" Así que los aguaciles tuvieron una impresión positiva de Jesús, y los fariseos la explican como engaño. Pero, en realidad, ¿quién está engañado?
Segundo, las multitudes están malditas. Versículo 49: "Pero esta multitud que no conoce de la ley, maldita es". Las multitudes están confundidas acerca de Jesús, pero no solo porque no conocen la ley, sino porque están bajo la maldición de Dios, dicen. Ésto es sorprendente. Ellos descuentan a todo el pueblo judío, diciendo que no conocen la ley, y se ponen a sí mismos delante, como los no-malditos que sí conocen correctamente la ley. Pero, en realidad, ¿quién está engañado aquí?
Tercero, Nicodemo, piensan, está ciego por haber sido influenciado. Nicodemo, quien era un fariseo, había venido de noche a Jesús, en Juan 3, y le había escuchado hablar de su necesidad de nacer de nuevo. Él da una palabra de advertencia. Versículo 51: "¿Acaso juzga nuestra ley a un hombre a menos que le oiga primero y sepa lo que hace?" Y ante esta palabra de justicia y advertencia, sus colegas fariseos, le acusan de estar influenciado. Versículo 52: "Respondieron y le dijeron: ¿Es que tú también eres de Galilea? Investiga, y verás que ningún profeta surge de Galilea".
En lugar de estar abiertos a la preocupación de Nicodemo acerca de conocer los hechos antes de condenar a Jesús, dicen, en esencia, que la única razón por la cuál alguien quisiera darle a él ese tipo de oportunidad es que sea parte de su clan, "ustedes los galileos son todos una misma cosa".

Se Cambian los papeles: Los fariseos están engañados, malditos, e influenciados

Así que los aguaciles están cegados por el engaño. Las multitudes están cegadas por una maldición. Nicodemo está cegado por la influencia de este galileo. Pero Juan quiere que veamos que en realidad es exactamente al revés. Todas estas acusaciones mostrarán que en realidad son los fariseos quienes están engañados, malditos, e influenciados.
Y en el centro de toda esta división y condenación está Jesús y las palabras: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!" Esa es la bisagra y eje de este pasaje. Juan quiere que veamos lo que causa toda la división y recriminación es esta singularidad de Jesús en el mundo.

La Absoluta singularidad de Jesús está causando división

Cuando Jesús nació, el anciano Simeón dijo a su madre: "He aquí, este niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción" (Lucas 2:34). Y Jesús confirmó su destino cuando dijo: "No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada" (Mateo 10:34). Y él se refería exactamente a lo que vemos en este texto. Su singularidad absoluta estaba causando esta división. Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla.
¿Qué tenían en mente, al decir esto, los oficiales que regresaron con las manos vacías? ¿Qué debiéramos tener en mente? Bien, lo último que Jesús dijo antes de que ellos regresaran, con las manos vacías a los fariseos, estaba en los versículos 37-38: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: “De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva”. ¿Qué ser humano habla así? Que venga a mí y beba. Y si lo hace, de su corazón brotarán ríos de agua viva.
Me parece, por tanto, que cuando decimos: "Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla", Juan tiene en mente el impresionante reclamo de Jesús sobre sí mismo. No era solo su sabiduría o inteligencia, o su poder, o humildad, o valor, o claridad. Era el reclamo superior que hizo de sí mismo. ¡Nadie habló jamás como este hombre!

Ocho reclamos espectaculares de Jesús

Permítanme darles ocho ejemplos de los reclamos espectaculares de Jesús, partiendo de este Evangelio. Y podríamos dar más. Nadie habló jamás así:
1. Él afirma ser Dios.
"Os lo digo desde ahora [la traición de Judas], antes de que pase, para que cuando suceda, creáis que yo soy" (Juan 13:19). Literalmente: "que Yo Soy". Les digo el futuro para mostrarles que yo soy la encarnación de Yavéh, el Dios del Antiguo Testamento quien se identifica a sí mismo en Éxodo 3:14 como "Yo Soy".  Así dirás a los hijos de Israel: “YO SOY me ha enviado a vosotros.” O como dice en Juan 10:30: "Yo y el Padre somos uno".
2. Él afirma existir desde antes de nacer.
"Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy" (Juan 8:58). Él no solo reclama existir desde antes de nacer, también reclama existir como "Yo soy". Él es Yavéh.
3. En esta deidad, él reclama haber llegado como el pastor por sus ovejas.
Yo soy el buen pastor;  el buen pastor da su vida por las ovejas" (Juan 10:11). "yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10). Él reclamó que su muerte sería la clave para la vida eterna de sus ovejas
4. Él afirma ser el único Camino a Dios.
"Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12).  Él es el Camino, la Verdad, la Vida, la Luz. Si no creemos en él, él dice que permanecemos en tinieblas (Juan 12:46) para siempre (Juan 5:29; Mateo 18:8; 25:42,46).
5. Él afirma ser el pan y el agua que imparten vida eterna.
"Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed" (Juan 6:35). "El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna" (Juan 4:14). "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano" (Juan 10:27-28).
6. Él afirma que nada podemos hacer sin él.
"Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. . . . Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:1-5).
7. Él afirma ser el que resucita a los pueblos al final de la historia.
"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá".  (Juan 11:25). "Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final” (Juan 6:40).
8. Él afirma ser la gloria suprema que nos satisfará eternamente en el siglo venidero.
"Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo" (Juan 17:24).
Y por supuesto, estos son solo unos pocos en el Evangelio de Juan. Hay muchos más aquí, y muchos más en los otros tres Evangelios, como su afirmación de perdonar pecados, y su regreso en gloria a la tierra, y el cumplimiento de toda la ley. Pero regresemos ahora para señalar algunas implicaciones del hecho de que "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!".

Escuchando a Lewis

Quiero que escuchen a C.S. Lewis y a Bono. Verán por qué. Lewis es famoso por esta cita acerca de cómo usted no puede tener a Jesús como a un gran maestro moral y rechazarle a la vez como Dios.
Estoy tratando aquí de prevenir a cualquiera para que no diga la necedad que dicen las personas acerca de Él: "Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su reclamo de ser Dios". Eso es algo que no debemos decir. Un hombre que dijo las cosas que dijo Jesús no puede ser un gran maestro moral. Él sería o un lunático -al mismo nivel del hombre que dice que es un huevo hervido- o puede ser el Diablo del infierno. Usted debe tomar una decisión. O este hombre fue, y es, el Hijo de Dios: o fue un loco o algo peor. Usted puede callarlo como a un tonto, puede escupirle y matarle como a un demonio; o puede caer a sus pies y llamarle Señor y Dios. Pero no vengamos con alguna insensatez patronizada acerca de que él es un gran maestro humano. Él no nos dejó esa posibilidad. No tenía esa intención. (Mere Christianity [Macmillan, 1952], pp. 55–56)
En otras palabras, la forma en que Jesús habló -como jamás alguien habló- hace que sea irracional decir cosas agradables acerca de él, a la vez que se rechaza su deidad. Él no fue alguien agradable, si es que realmente no era Dios.

Escuchando a Bono

El colega irlandés de C.S. Lewis, Paul David Hewson, también conocido como Bono, del grupo de rock U2, parece haber leído a Lewis y haberse persuadido. Unos días después de la bomba terrorista de 2004 en Madrid, Bono ofreció una entrevista a un periodista francés llamado Michka Assayas. Cuando surgió el tema de la religión como causa del terrorismo, Bono llevó la conversación hacia el cristianismo y el tema de la gracia.
Cuando Bono dijo: "No son nuestras buenas obras las que nos llevan hacia las puertas del cielo", el periodista replicó:
"Una esperanza así es maravillosa, incluso si está cerca de la locura, desde mi perspectiva. Cristo tiene su lugar entre los grandes pensadores del mundo. Pero ¿Hijo de Dios? ¿No es eso grotesco?".
La respuesta de Bono es extraordinaria, y enfatiza nuevamente el criterio de Lewis, solo que probablemente con mucha más fuerza en nuestros días en vista de quién él es y el contexto en que la dio. ¿No es grotesca toda esa plática sobre el "Hijo de Dios"?
No, no es grotesca para mí. Mire, la respuesta secular a la historia de Jesús es así: él fue un gran profeta, obviamente un hombre muy interesante, tuvo mucho que decir junto a otros grandes profetas, sea Elías, Mahoma, Buda, o Confucio. Pero en realidad Cristo no lo permite. Él no le dejó ese gancho. Cristo dice:
No, yo no soy un maestro, no me llames maestro. No estoy diciendo que soy un profeta. Estoy diciendo: "Yo soy el Mesías". Estoy diciendo: "Yo soy el Dios encarnado". Y las personas dicen: "No por favor, sé solo un profeta. Un profeta podemos tener. Eres un poco excéntrico. Hemos tenido a Juan el Bautista comiendo langostas con miel silvestre, podemos aceptar eso. ¡Pero no menciones la palabra que empieza con 'M'! Porque ¿sabes?, si lo haces, entonces vamos a crucificarte".
Y continúa:  "No,no. Sé que esperan que yo regrese con un ejercito y les libere de estos seres repulsivos, pero yo soy en realidad el Mesías". Y en ese punto, todos comienzan a mirarse los zapatos, y dice: "Oh Dios mío, él va a seguir diciéndolo". Así que solo te queda esto: o Cristo era quien dijo ser, el Mesías, o estaba completamente tostado [loco]. Quiero decir, estamos hablando de tostado al nivel de Charles Manson. . . . No estoy bromeando aquí. La idea de que todo el curso de la civilización de la mitad del planeta pudo haber visto su destino cambiado y trastornado por un 'tostado', para mí, eso es grotesco. (Conversación de Bono con Michka Assayas [New York: Penguin Books, 2005], p. 227).
¿Ha nacido Bono de nuevo? No lo sé. Si no lo ha hecho, oro para que lo haga pronto. Y llamo la atención a mi incertidumbre porque quiero dejar algo bien en claro. Es posible estar persuadido de la lógica de Lewis y de Bono y no ser salvos, no haber nacido de nuevo y tener vida eterna.

Más que persuadidos de que Él es Dios

Esto nos trae de vuelta a nuestro texto y al mensaje de la semana pasada. Lo último que escucharon de Jesús los aguaciles, antes de decir: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla!", fue: "Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: “De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva" (Juan 7:38).
En otras palabras, creer en Jesús significa más que estar persuadidos de que él es Dios. El diablo está totalmente persuadido por Lewis y por Bono, pero creer en Jesús significa venir a él y beber. Es decir, si yo y Lewis y Bono queremos tener vida eterna, debemos venir a Jesús como a nuestro Tesoro supremo y totalmente satisfactorio. A nuestra Agua que satisface la sed, a nuestro Pan que satisface nuestra hambre, a nuestra Luz que siempre nos guía y que todo lo ilumina, a nuestro Cordero de Dios y sustituto infinitamente precioso.
¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla! Él es verdadero. Él es quien dijo ser. Pero no lo deje solo así. Venga, coma, beba, confíe, y encuentre en él el gozo eterno.

domingo, 13 de marzo de 2011

El Viaje: Mi Visión del Mundo


Mi Visión del Mundo


Mi visión del mundo era simple -- abogado y empresario ¡corriendo en la rueda de ratón de la vida! Pasé dos décadas enfocándome en el logro personal y en el éxito material. Estudié negocios, finanzas y leyes en escuelas como Georgetown, Oxford, y Berkeley. Trabajé en firmas de abogados, en torres de vidrio, y en compañías de alta tecnología. Para mí, la vida era el yo y el éxito. Después de estudiar biología en la secundaria y filosofía en la universidad, no me importaban para nada las cosas "metafísicas." Había terminado con esa fase de mi vida -- Ni siquiera hacía ya las preguntas básicas: "¿De dónde vengo?" "¿Por qué estoy aquí?" o "¿A dónde iré cuando muera?" Simplemente no me importaba.

Basado en mi intelecto y experiencia, creé mi propia visión del mundo -- mi propia filosofía de la vida. Usando etiquetas culturales estándares, me imagino que era un "materialista", "naturalista", "relativista", "humanista" y hedonista que lo tenía todo bajo control. Verdaderamente, me sentía exitoso y feliz. No necesitaba una razón sobrenatural para nada. El pensamiento metafísico era para los filósofos y los teólogos. La "religión" estaba bien para aquellos que necesitaban una muleta para cojear por una vida difícil -- siempre que no cojearan hacia mí.

Basé mi conducta diaria en una visión del mundo como "contrato social" -- tenía sentido el tratar bien a otros, mantener la ética en los negocios, y mantener a mi familia con amor. Aquellos de nosotros con recursos y oportunidades, de alguna manera teníamos la obligación social de "dar" a nuestra comunidad. Esta era una visión racional del mundo, y no necesitaba ninguna clase de conocimiento sobrenatural de "verdad absoluta" o moralidad para adherirme a estos principios del sentido común.

Un Ejemplo de Sermón: Predicando en el mundo Postmoderno

 Predicando en el Mundo Postmoderno
Primera Parte: Jesús el Predicador
Introducción
La tarea de la iglesia en el mundo es hacer discípulos – hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19).
¿Cómo debe realizar está tarea? En el Nuevo Testamento es claro que los dos métodos principales son la predicación y la evangelización. Estas dos no son actividades excluyentes, antes bien hay cierto grado de coincidencia entre ellas. Sin embargo es útil distinguirlas. En estas presentaciones usaré el término ‘predicación’ para referirme a hablar públicamente, y el término ‘evangelización’ para referirme a hablar en privado.
Para descubrir cómo debe enfrentar esta tarea la iglesia, les invito a examinar la práctica de Jesús y de uno de sus discípulos, Pablo. Enfoquemos  explícitamente algunos ejemplos de su predicación y no de su enseñanza sobre la predicación. Esto es porque el Cristianismo es discipulado. Los discípulos aprenden siguiendo el ejemplo de su maestro, y no solamente escuchándole. El discipulado es un aprendizaje práctico. En esto hay lecciones para nosotros pero no debemos aprender solamente de Jesús y los apóstoles. Debemos aprender también de los grandes predicadores del pasado y de los predicadores y evangelistas contemporáneos que son comunicadores consecuentes y exitosos del evangelio bíblico.
Conviene también que nos preguntemos: ¿Con quién nos estamos comunicando? Se aclarará, mientras miramos la práctica de Jesús y sus apóstoles, que ambos comprendían a las personas con quienes se comunicaban. Nos toca hacer lo mismo aquí y ahora. La gente con la cual  ustedes les toca hablar en el Perú será distinta en muchas maneras sutiles, y también obvias, de la gente a la cual me toca hablar en Escocia. Sin embargo, debido a nuestra común humanidad, y debido también a la globalización hay  grandes semejanzas. También, la gente a la cual hablamos ahora piensa de manera distinta de la gente de la generación de nuestros abuelos. En cuanto a esto, un estudio del Nuevo Testamento nos es muy útil, ya que el mundo pluralista postmoderno es, en muchas maneras, más semejante a la época Greco-Romana que lo fue el mundo de nuestros abuelos.
Por esta razón, antes de lanzarme a un estudio de la práctica de Jesús y de Pablo, deseo que consideremos algunas características del mundo en que ellos  vivían y notar las semejanzas con el nuestro.
Jesús nació hace poco más de dos mil años, durante la época de Augusto en un rincón oscuro del creciente Imperio Romano. El talentoso y carismático  Augusto fue el primer Emperador Romano. Murió cuando Jesús tenía alrededor de veinte años y fue sucedido por el malhumorado y suspicaz Tiberio cuyo  reinado se extendió hasta el tiempo de la crucifixión. A Tiberio le sucedió  continuó con Calígula, Claudio y luego Nerón. De ellos solamente a Augusto, Tiberio y Claudio les menciona por nombre el médico Lucas, el primer gran historiador cristiano, aunque fue a Nerón a quien apeló Pablo según el libro de Hechos.
¿Qué clase de mundo era el de aquel entonces? De muchas maneras fue similar al nuestro, un mundo lleno de cambios, un mundo de amplia comunicación y un mundo de grandes conflictos.
El Cambio en el Siglo XX
Mi vida ha coincidido con la segunda mitad del siglo veinte, el período de cambio más rápido que el mundo ha conocido. Esto es especialmente obvio en el área de la tecnología y la ciencia.
Yo nací y fui criado en una granja de ovejas entre los cerros escoceses en una  zona rural muy remota. Uno de los recuerdos más tempranos que tengo es el de mi padre arando con un arado jalado por un caballo. No hubo tractores. Muy  bien recuerdo cuando adquirió su primer tractor. Tambien recuerdo que gran parte de lo que comíamos se producía en la localidad, o en la misma granja o en la zona aledaña, y consistió en leche, huevos, papas, carne, pescado y avena. Hoy no siguen funcionando tales granjas y la mayor parte de nuestros alimentos hoy es importada. ¡Cambio radical!
No teníamos suministro de electricidad, menos televisión y teléfono, y mucho menos computadoras. El mundo en que mis hijos han crecido está más lejos que a un millón de kilómetros de aquel mundo de mi niñez. ¡Cambio radical!
Sin embargo, durante el último medio siglo han ocurrido cambios aún más sustanciales en el mundo del pensamiento y comportamiento humanos. Las  personas que vivían en el mundo de mi niñez sabían qué era el cristianismo  aunque no fueran cristianos todos ellos. Aún los que no asistían a una iglesia aceptaban la existencia de Dios y la verdad de la Biblia. Creían en la diferencia absoluta entre el bien y el mal aunque no siempre practicaran lo bueno.
Cuando llegó el momento de trasladarme a la ciudad de Edimburgo como estudiante en 1,967, me movía en un mundo totalmente diferente. Fue un mundo  psicodélico, de percepción extra sensorial, de religión oriental y del existencialismo. Fue un mundo donde la experiencia era importante y no la verdad. “¡Hagan el amor y no la guerra!” era el dicho en boga, No existía principio de suficiente trascendencia para querer morir por él o pelear en su defensa. Lo importante eran la felicidad individual y las relaciones interpersonales. Fue inicio de lo que ahora suelen llamar el postmodernismo y el pluralismo. Durante esos años de mi juventud luchaba para saber cómo relacionarme como cristiano a este mundo. Sólo por medio de los escritos de Francis Schaeffer, Hans Rookmaaker y C.S. Lewis pude sobrevivir como cristiano.
Ahora me muevo en este mundo completamente distinto. Es un mundo donde la persona a quien estoy predicando o con quien me estoy comunicando puede creer que la raza humana tuvo su origen en el espacio exterior, que Dios es “la Fuerza” como en la película Guerra de las Galaxias, o que no existe tal cosa como la verdad absoluta ya que todos tenemos nuestra propia manera de comprender el mundo.
Entonces no solamente han ocurrido cambios revolucionarios en los medios de comunicación, como en la televisión, el cine y el internet, sino también en el contenido de la comunicación. Debido a esto hay una confusión tremenda, que proviene en parte de conflictos entre cosmovisiones rivales y de síntesis de cosmovisiones distintas o de partes de ellas.
El Cambio en el Mundo del Siglo I
De manera semejante, el mundo en que tuvieron su niñez Jesús y Pablo estaba experimentando cambios masivos. En la política, después de un período corto de independencia, los judíos habían caído bajo el yugo de los romanos en el año 64 AC. Debido a la ubicación geográfica de Israel sobre un puente relativamente pequeño de tierra que une los tres continentes de África, Europa y Asia, fue siempre expuesta a las corrientes cambiantes de política y religión del mundo antiguo. Sin duda esta situación fue parte del plan de Dios. Sin embargo está claro que esas corrientes se convirtieron en aluvión en el primer siglo DC.
Jesús nació en Belén por causa de un censo romano en ese tiempo. Antes que cumpliera dos años buscó asilo en Egipto por causa de las suspicacias políticas de Herodes, rey puesto por Roma. Cuando tuvo algo más de treinta años fue crucificado por causa de la debilidad del gobernador romano, Poncio Pilatos.
No hubo solamente cambio político. Hubo también enormes cambios culturales, filosóficos y religiosos. Jesús tuvo que tratar no sólo con judíos, sino también con soldados y oficiales romanos, con cobradores de impuestos que colaboraban con los romanos, con griegos y con saduceos bajo influencia griega. Jesús interactuó con el escéptico Pilatos quien preguntaba “¿Qué es la verdad?” y con los saduceos quienes, bajo influencia griega, no creían en la resurrección.
Los cambios políticos tuvieron también un impacto mayor sobre el comercio y la comunicación. Debido a la Pax Romana hubo seguridad para viajar y hacer comercio en todo el mundo mediterráneo. Jesús hizo uso limitado de esta libertad para viajar dentro y alrededor de Galilea, Tiro y Sidón, Decápolis, Samaria y Judea. Sus apóstoles aprovecharon también de esta libertad para viajar dentro del imperio.
Otro aspecto de los cambios en la comunicación tiene que ver con las lenguas en uso. Está claro que Jesús hablaba hebreo. Leyó de las escrituras hebreas en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4). También hablaba arameo, lengua semita similar al hebreo, y algunas de sus frases arameas fueron recordadas por los discípulos (Abba; Talitha koum; Eloi eloi lama sabachthani). Parece probable
que la mayor parte de su enseñanza se hacía en arameo. A la vez hay una certeza razonable que también hablaba griego. Desde las conquistas de Alejandro Magno, el griego fue la lengua universal, situación similar a la del inglés hoy o del castellano en América Latina. El griego, y no el latín, fue la lengua usada más comúnmente dentro del Imperio Romano, especialmente en el oriente. Jesús fue criado en Galilea, región de mucha mezcla de culturas, y más heterogénea que Judea. No tengo la menor duda que Jesús hablaba tanto el griego como el arameo. Está casi fuera de toda duda que habría hablado griego durante el juicio delante de Pilatos. Su propio hermano Jacobo, conocido también como Santiago, y sus discípulos Pedro y Juan, ciertamente hablaban y escribieron todos en griego. También, como veremos más adelante, el apóstol Pablo ciertamente hizo uso efectivo de aquella habilidad de utilizar la lengua universal para comunicarse.
Otra característica de la vida del primer siglo fue la confusión prevaleciente debido al conflicto y síntesis entre culturas y cosmovisiones. Roma generalmente toleraba las religiones de los pueblos mientras su práctica no representaba una  amenaza para la autoridad romana. El imperio romano de esta manera funcionaba como conductor, en parte, y a la vez como caldo de cultivo en cuanto a la interacción de religiones y filosofías. Nos damos cuenta de esto leyendo el Nuevo Testamento. Aún durante su ministerio público, como ya notamos, Jesús tuvo que lidiar con los saduceos quienes intentaron sintetizar algunos aspectos del pensamiento griego y judío. Los fariseos, con quienes también debatió, representaban el rechazo de tales síntesis. El apóstol Pablo, durante su ministerio, tuvo que mantener una alta sensibilidad frente a las diversas cosmovisiones de las personas con quienes hablaba, y frente a los peligros de síntesis y sincretismo en el mundo dentro del cual se movía. Entre  los principales peligros que enfrentaban las primeras iglesias fue la enseñanza sincretista de los judaizantes, quienes intentaron hacer una amalgama con el evangelio cristiano y el fariseísmo. Otro peligro similar fue la enseña de los protognósticos, quienes intentaron armonizar el cristianismo con varios aspectos de la filosofía griega y las religiones de misterio. 
Contra este trasfondo, deseo emplear el resto de esta ponencia para observar cómo predicaba Jesús.
Jesús el Predicador
El Sermón del Monte (Mateo 5:1-7:27) es el sermón más famoso del mundo. Es también el fragmento más largo de predicación ofrecida y conservada dentro del Nuevo Testamento. Sin embargo nosotros los predicadores rara vez lo consideramos como modelo de nuestra predicación. Es una lástima porque aquí vemos al Maestro predicando.

La Audiencia que le Escuchaba
Está escrito claramente que enseñaba a sus discípulos (5:1,2). Sin embargo, es un error común dar por sentado que enseñaba solamente a sus discípulos. Se nos ha dicho un poco antes (4:25) que le seguían multitudes y fue cuando vio a las multitudes que subió al monte (5:1). Cuando llegamos al final del sermón, está claro que estas multitudes estaban escuchándole, porque leemos que se asombraron al oir su enseñanza (7:28). También, si el llamado Sermón de la Llanura (Lucas 6:17-49) es, como particularmente creo, un resumen del Sermón del Monte, está claro que hubo allí una multitud mixta de discípulos y otras gentes(Lucas 6:17).
¿Quiénes era esas personas? ¿De dónde vinieron? ¿Y por qué vinieron a escuchar a Jesús? Parece que fue una multitud mixta de personas de Judea, Jerusalén y Galilea, pero también de Siria, Decápolis, Transjordania, Tiro y Sidón. Muchas de aquellas personas eran judíos, personas con algún conocimiento de lo que Dios había revelado en las escrituras del Antiguo Testamento. Pero sería estirar la imaginación para creer que ellas eran todas judías, ya que tenemos ejemplos en los evangelios de conversaciones entre Jesús y una mujer de la región de Tiro y Sidón la cuál era fenicia que seguramente hablaba griego (Marcos 7:24-30), una mujer samaritana (Juan 4), a Legión, gadareno del lado oriental del lago de Galilea (Marcos 5), y un centurión romano (Mateo 8:5-13).
Aquí hay una lección para nosotros. Si nuestra predicación está bien y si seguimos el ejemplo de Jesús, no solamente los cristianos nos escucharán. Si nos dirigimos hacia seres humanos como tales y “rascamos donde ellos se pican”, el mundo escuchará.
¿Pero por qué se congregaron esas personas de lejos y de cerca para escuchar a Jesús? Nuevamente, se nos dice que vinieron al principio porque escucharon que sanaba (Mateo 4:23-25). ¿Qué podemos aprender de esto? No está en nuestra capacidad sanar a las personas al instante y milagrosamente como lo hacía Jesús. No, pero sí podemos encontrarnos con las personas en el lugar preciso de su necesidad. Podemos acercarnos a ellas en sus dolencias y en sus anhelos y temores. Podemos mostrarles que nos importan, y que nos preocupamos por ellos como seres humanos y no solamente como estadísticas o almas etereas. Frente a Jesús las personas sentían que allí estuvo alguien que les amaba.
El Ejemplo de Jesús
¿Cómo hablaba Jesús a una multitud mixta? ¡Llamaba su atención y retuvo su atención! ¡No les aburría! ¡Sus palabras eran sencillas, específicas y directas como los golpes de un boxeador! Estuvo consciente que tenía un gran mensaje, pero tenía  que comunicarlo a una audiencia mixta y por eso escogió un estilo, una estructura y un lenguaje que comunicarba con todos.
Nosotros hoy tenemos que comunicarnos en una situación multicultural, pluralista y confusa. Por eso tenemos que estudiar para ser sencillos y directos, apuntando a la experiencia y preocupaciones comunes a los seres humanos. Hay lugar y momento para dirigirnos a las necesidades específicas de grupos o individuos específicos, como veremos cuando miramos otros aspectos de la predicación y evangelismo de Jesús y Pablo, pero tenemos que dirigirnos también a las necesidades universalmente sentidas de los seres humanos.
En esta época postmoderna la presentación es más importante que nunca. Para mencionar sólo una de las razones, estamos compitiendo con muchas otras voces y cosmovisiones. Ya no estamos en una situación estable de “cristiandad” donde solamente tenemos que competir con distintas opiniones cristianas. Tenemos que competir con el Islam, la nueva era, el humanismo y el existencialismo. Además, para muchas personas “el medio es el mensaje” como dijo Marshall McLuhan en la década de los sesenta. Ni siquiera empiezan a escuchar si la presentación no les llama la atención.
¡El estilo de predicar que Jesús utilizó en el Sermón del Monte ciertamente captaba la atención! Jesús tenía un tema claro: la vida nueva de su reino. Tenía un propósito claro: a llevar a las personas adentro del reino. Tenía estructura clara. ¡Tenía una introducción que capturaba atención: las bienaventuranzas paradójicas! El cuerpo del sermón es una descripción clara, y paso a paso, del significado de ser su discípulo y vivir la vida del reino. Tenía una conclusión poderosa: el relato de los constructores, el  sabio y el necio.
¡Muchos predicadores piensan que pueden ignorar, sin tener problemas, el método de Jesús! ¡Piensan que pueden hablar sin preparación! ¡Piensan que pueden deambular de un tema al siguiente e irse por la tangente! ¡Piensan que  dicen algo importante y emocionante precisamente porque ellos lo dicen! ¡Estos predicadores son como el constructor necio que construyó sobre la arena! ¡Sus sermones caerán tan inevitablemente como se cayó su casa porque no ponen en práctica las palabras de Jesús!
Nos toca seguir el ejemplo de Jesús para predicar con efectividad. El tenía  tema claro, propósito claro y estructura clara y eso requiere preparación.
Pero, adicionalmente, Jesús tenía un estilo definido de predicar. Su estilo era oral, no escrito. El error opuesto al de la preparación deficiente es el del exceso del pulimenta estructural, es decir escribir y leer nuestros sermones hechos con estilo literario. En esta época postmoderna es de tremenda importancia el  cultivo de un estilo oral de predicar y no un estilo literario, porque la gente desconfía de lo que tiene apariencia racional y metódica, y es atraída hacia lo que es más personal y existencial. Notaremos algunas de las características de un estilo oral mientras miramos cómo Jesús nos muestra la manera clásica de predicar: declara, ilustra y aplica. A través del sermón Jesús declara, ilustra y aplica. A veces es difícil aislar cada elemento, pero podemos ver claramente que están todos allí, como una soga de tres hilos o una trenza en el cabello de una niña. En tus prédicas tú también debes declarar la verdad e ilustrar y aplicar dicha verdad. ¡Debes declarar con precisión la verdad específica de la cual estás hablando para que los oyentes sepan de qué hablas! Debes ilustrar la verdad de la cual estás hablando para que los oyentes comprendan lo que les estás diciendo. De igual manera debes aplicar la verdad de la cual estás hablando para que los oyentes sepan que esa verdad se aplica también a ellos.
Declara la Verdad
¿Cómo declaraba Jesús la verdad? ¿Qué podemos aprender de él? ¡El declaraba la verdad usando palabras comunes, un lenguaje sencillo y oraciones cortas! “Ustedes son la sal de la tierra”, o “Pidan y se les dará”, o “No juzgues o tú también serás juzgado”. ¡No usaba palabras como las que he usado yo hoy en dirigirme a estudiantes de seminario, como “existencial” o “postmoderno”! Aún las oraciones más largas de Jesús no eran complicadas sino fáciles de comprender.
Jesús también utilizaba preguntas, repetición y contrastes. Así envolvía y atraía  al oyente. Jesús utilizaba preguntas que no requerían respuestas habladas. “Si amas a los que te aman ¿qué recompensa obtendrás?” (5:46). El oyente se  ve envuelto e intenta a contestar la pregunta.
Utiliza también la repetición. “Bienaventurado…Bienaventurado…(5:3-11)”. La repetición (¡con variación!) clava bien el mensaje. También utilizaba contrastes. Las bienaventuranzas son contrastes. Algunas de ellas son paradojas. ¡El reino pertenece a los pobres! El capítulo cinco está lleno de contrastes. “Han escuchado que fue dicho…  Pero yo les digo…”.
Cuando anunciamos el evangelio, debemos de buscar el estilo oral sencillo de Jesús. Debemos de usar las mismas técnicas sencillas que utilizaba él para clavar bien el mensaje en las mentes de nuestros oyentes.
Ilustra la Verdad
En adición a la declaración de la verdad, debes ilustrar la verdad. El Sermón del Monte está lleno de ilustraciones. Ilustración no es lo mismo que cuento. Los cuentos pueden servir como ilustraciones magníficas, como el relato de los dos constructores al final de este sermón. Jesús siempre ilustraba sus enseñanzas.  Utilizaba metáforas impactantes: “Ustedes son la sal de la tierra”, etc. Utilizaba lenguaje gráfico que sugiere imágenes mentales: “No tiren sus perlas a los cerdos…”. Constantemente utilizaba también ejemplos específicos: “…cualquiera que se enoje con su hermano…” y “Si alguien te obliga a acompañarle una milla, anda con él dos millas”. Utiliza breves situaciones ilustrativas de la vida diaria: “¿Por qué miras a la partícula de aserrín en el ojo de tu hermano y no te das cuenta del tablón que está en tu propio ojo?” , tomada aparentemente del taller del carpintero.
A nosotros también nos toca ilustrar el mensaje que predicamos. Cuando hablamos a audiencias cristianas podemos tomar ejemplos e ilustraciones de la Biblia, si sabemos que la conocen. Aún en este caso debemos contar en forma completa y explicar la historia o ilustración. Pero cuando hablamos a audiencias mixtas, como hacemos cada vez con mayor frecuencia, debemos usar ilustraciones que son familiares a nuestra audiencia, de la experiencia común, de la vida diaria, de la televisión, del periódico o de las canciones.
Aplica la Verdad  
Siguiendo el ejemplo de Jesús no solamente debemos de declarar e ilustrar la verdad. Debemos también aplicar la verdad. No importa cuán bien declares la verdad e ilustres la verdad, si no la aplicas, lo que haces no es predicar. Puede ser informativo, puede ser entretenido; pero no es predicar.
Lee nuevamente el Sermón del Monte y subraya o destaca las palabras en segunda persona. Si añades a estas las oraciones donde Jesús exhorta directamente a sus oyentes a hacer algo, descubrirás con asombro que casi cada oración es una aplicación directa a los oyentes.
Esto de por sí es una gran lección. ¡No dejes toda la aplicación para el final del sermón! ¡Los oyentes habrán olvidado tus diversos puntos! ¡Su atención se habrá perdido! Aplica conforme avanzas, como lo hacía Jesús. Los oyentes verán la pertinencia de lo que estás diciendo, para ellos y para sus propias vidas.
También podemos cometer el error de pensar que si solamente les decimos a las personas qué hacer habremos aplicado nuestro mensaje a ellos. Jesús no se conformaba con esto. El les decía a sus oyentes cómo hacer, y por qué valía la pena hacer. En la sección que trata de la oración (6:5-15), no solamente les dice a sus oyentes que oren. Les muestra cómo deben orar al enseñarles el “Padre Nuestro”. Les explica también que vale la pena orar porque habrá recompensa del Padre.
Jesús también aplicaba su mensaje a toda clase de personas. ¡Alguien ha calculado que se dirigía a veintidós clases distintas de personas en el Sermón del Monte! Aquí algunas instancias: gente que desea saber cómo lograr la verdadera felicidad, gente perseguida, gente que cree que el pecado es solamente externo a la persona, gente que está considerando divorciarse de sus esposas, y gente débil que siempre sigue sin reflexión a los demás.
La enseñanza de Jesús es tan específica que puedes identificar a estas clases de gentes. En nuestras prédicas necesitamos tener en nuestra mente una imagen clara a quién apuntamos. ¡Si no tenemos una visión clara del blanco probablemente fallaremos el tiro! ¡También es necesario dirigirnos a personas reales dentro de nuestro entorno y no a personas imaginarias!
Autoridad y Urgencia
Examinemos finalmente un aspecto más de la forma de predicar que utilizó Jesús en el Sermón del Monte. Hay autoridad y urgencia en la prédica de Jesús. Estas cualidades caracterizan su prédica en forma general, pero pertenecen en forma especial a su aplicación de la verdad.
Las multitudes sintieron su autoridad (7:28, 29). Jesús no estaba citando solamente a una y otra autoridad. El declaraba la Palabra de Dios. Es cierto que lo hacía por su propia autoridad “pero yo les digo”. Además nos dejó un ejemplo a seguir, y nos dio la autoridad para proclamar el evangelio. No debemos de proclamarlo como si fuera una opción válida entre muchas, como se cree en nuestro mundo postmoderno. Debemos de proclamarlo como la verdad absoluta.
Hay también una nota de gran urgencia en la prédica de Jesús. En su  predicación buscaba una decisión. Su estilo no es el “tómalo o déjalo”. Hay una vía estrecha que conduce a la vida, y hay una vía ancha que conduce a la destrucción (7:13, 14). La verdadera relación entre el oyente y Jesús es crucial. Entre ellos hay a quienes dirá algún día “Nunca los conocí. ¡Apártense de mí malhechores!” (7:23). La conclusión dramática con que Jesús finaliza su sermón lo demuestra en forma poderosa. El hombre sabio hace lo que Jesús le dice y resiste las tormentas de la vida. El necio no hace lo que Jesús le dice y está en camino a la ruina. (7:24-27).
De igual manera nosotros tenemos que dejar muy en claro para nuestros oyentes la necesidad absoluta de escoger a Jesús, y lo tenemos que hacer con urgencia. Nuevamente esto va en sentido contrario al espíritu de nuestra época. La gente está muy relajada en cuanto a las grandes decisiones de la vida. No les importa tanto. Una forma de vivir vale tanto como otra. ¡Mentiras! ¡Mentiras! Debemos de perder el medio a usar el lenguaje más dramático y gráfico para comunicar la urgencia de la situación. Hablemos de escapar del fuego, de extirpar el tumor canceroso y de saltar del barco que se está hundiendo.
Conclusión
En el Sermón del Monte, Jesús no nos da solamente enseñanza clara y pertinente para los cristianos y otras gentes. También nos deja un ejemplo claro para los predicadores cristianos de cómo predicar. El proclamaba las buenas noticias del Reino de Dios (4:23). Hablaba en forma específica, directa y entendible. Utilizaba palabras y conceptos que la mayoría de las personas de distintos trasfondos, culturas y religiones podía entender. El pensaba en sus oyentes y no solamente en su mensaje, y amoldaba sus métodos a ellos. Cada predicador hará bien en prestarle atención.
Rvdo Alex MacDonald,
Buccleuch and Greyfriars, Edinburgh,
Iglesia Libre de Escocia.
Conferencia en el SEL, octubre 2003.
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