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sábado, 23 de junio de 2012

Teologia Sistematica: Estudios para obreros y ministros Itinerantes


biblias y miles de comentarios
 
Tipo de Archivo: PDF | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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CONTENIDO 
PREFACIO
Capítulo I
LA PERSONA DE CRISTO: SU DIVINIDAD Y SU HUMANIDAD
Secciones I–IV
I. RESUMEN DE LA DOCTRINA DE LA DEIDAD DE CRISTO
II. EL MODO DE LA ENCARNACIÓN
A. Juan 10:30–39
B. Filipenses 2:1–11
1. La manifestación del amor (vv. 1–5)
2. Divinidad preexistente (v. 6)
a. La naturaleza divina
b. Su preexistencia, otros pasajes
c. Warfield y Filipenses 2:6
3. La autohumillación (vv. 6b–8)
a. Botín
b. El despojo
4. La exaltación correspondiente
C. Hebreos 2:9–18
1. La exaltación
2. La autoperfección
3. «Hijos»
4. «De uno son todos»
5. Él propósito y el modo
D. Problemas sicológicos
1. Desarrollo de la niñez
2. Sicología adulta
3. Ilustraciones
 III. EVIDENCIA DE LA RESUR RECCIÓN
A. Datos observables hoy
1. El libro cristiano
2. El movimiento cristiano
3. El día del culto cristiano
4. La experiencia cristiana
B. Evidencias del mundo antiguo
1. El Diatessaron de Taciano
2. Los evangelios
3. Fuentes escritas
4. Evidencias del ministerio de Pablo
5. El juicio romano de Pablo
6. El día de Pentecostés
IV. EL NACIMIENTO VIRGINAL DE CRISTO
A. Lugar del nacimiento virginal en el sistema de doctrina
B. Testimonio de la Escritura
1. Mitos paganos
2. Discrepancias aducidas
3. Isaías 7:14
C. Una consideración negativa
Capítulo II
LA PERSONA DE CRISTO: SU DIVINIDAD Y SU HUMANIDAD
Secciones V–VII
V. HISTORIA DE LA DOCTRINA DE LA ENCARNACIÓN
A. El docetismo
B. El ebionismo
C. El arrianismo
D. El apolinarismo
E. Nestorianismo
F. Eutiquianismo
G. El punto de vista ortodoxo
H. Terminología moderna
1. Definiciones
2. La confusión de la tricotomía
3. Las dos «voluntades»
4. Las dos naturalezas
a. Las dos naturalezas según Hodge
b. Los cuatro grandes adverbios calcedonios
VI. LA IMPECABILIDAD DE CRISTO
A. Impecable en su nacimiento
B. Impecabilidad de carácter y conducta
C. Inmaculado para la expiación
D. Impecable sometido a tentación
1. Declaración general y sus limitaciones
2. La tentación en el desierto
a. La narración de Marcos
b. Convierte piedras en pan
c. El pináculo del templo
d. Los reinos de este mundo
3. ¿Es posible que Jesús pecara?
E. La prueba en Getsemaní
F. La prueba en la cruz
VII. CONTINUIDAD DE LAS DOS NATU RALEZAS
Capítulo III
LA DOCTRINA DE LA EXPIACIÓN
Secciones I–IV
I. DECLARACIONES DE LOS CREDOS
II. DOCTRINA BÍBLICA, DECLARACIÓN GENERAL
A. Terminología
B. El lugar de la doctrina
C. Una generalización preliminar
1. El perdón
2. Mi testimonio en 1924
III. REPASO GENERAL DE TEOLOGÍA EXEGÉTICA
A. B. B. Warfield
B. A.A. Hodge
C. Charles Hodge
D. T.J. Crawford
E. Resumen
1. La ofrenda por el pecado
2. Rescate
3. Pago de una deuda
4. Salvador
IV. HISTORIA DE LA DOCTRINA DE LA EXPIACIÓN
A. Teoría patrística del rescate
B. Anselmo de Canterbury
1. Necesidad ontológica de la expiación
a. El carácter santo de Dios
b. Puntos de vista contrarios
2. La infinita degradación del pecado
3. Otras fases del parecer de Anselmo
a. El número de los ángeles caídos
b. El Hijo no es un tercero
c. La ofrenda de hombre representando al hombre
d. ¿Salvación de otras criaturas morales?
e. Supererogación
C. Doctrina católico–romana: Indulgencias
D. El parecer de la influencia moral
E. El punto de vista gubernamental
F. Otras posiciones sobrenaturalistas ajenas a la sustitución
1. Puntos de vista místicos
2. Punto de vista de Augusto Hopkins Strong
3. Puntos de vista recientes de la «identificación»
4. Punto de vista de Waldenström
Capítulo IV
LA DOCTRINA DE LA EXPIACIÓN
Secciones V–VI
V. RESUMEN DE LA DOCTRINA BÍBLICA
A. El portador de pecado, el ofendido
B. Una transacción de una vez por todas
C. La «obediencia activa» de Cristo
D. Inferencias de la santidad de Dios
E. La impotencia del pecador, Romanos 7:7–8:4
F. El principio representativo, ilustraciones
G. El pacto de gracia
1. Declaraciones de los credos
2. Historia de la teología del pacto
3. La cuestión de los dos pactos
4. Importancia del concepto del pacto
H. El hecho de la expiación
I. La gloria de la cruz
VI. INFERENCIAS DIRECTAS DE LA EXPIACIÓN
A. Perdón hacia los demás
1. Aplicación bíblica
2. Una doctrina práctica
B. Una vida santa
Capítulo V
LA APLICACIÓN DE LA EXPIACIÓN
Sección I
I. LA EXPIACIÓN HACE EFECTIVO EL DECRETO DE ELECCIÓN
A. El orden de los decretos de Dios
B. Los cinco puntos del calvinismo
1. Los cinco puntos de la refutación
2. Respuesta a los refutantes
a. Incapacidad total
b. Elección incondicional
c. Expiación particular
d. Gracia irresistible
e. Perseverancia de los santos
C. Elección, resumen general
1. Elección a funciones específicas
2. La elección a la vida eterna
3. La elección a una vida santa
4. Una palabra de precaución
5. Reprobación
a. Doble predestinación
b. Plan asimétrico
Capítulo VI
LA APLICACIÓN DE LA EXPIACIÓN
Secciones II–IV
II. VOCACIÓN
A. Convicción
1. La palabra y el testigo
2. El Logos eterno
3. La luz de la naturaleza
4. La revelación primitiva
5. Suficiencia y universalidad
a. Los no evangelizados
b. La salvación de los que mueren en la infancia y los incapacitados
6. Relación con otros puntos doctrinales
7. El móvil de las misiones
B. Iluminación
C. Vocación, llamamiento eficaz
III. REGENERACIÓN
A. El uso de la palabra
B. Los credos
C. El uso particular de Calvino
D. El punto de vista de Agustín
E. El uso bíblico
IV. FE
A. La fe, un acto de creer
1. Fe cognoscitiva
2. La fe salvadora, un acto de entrega total
3. La fe salvadora, un don de Dios
4. El proceso observable
B. Fe como la sustancia de la creencia
C. Fe como fidelidad
Capítulo VII
LA APLICACIÓN DE LA EXPIACIÓN
Secciones V–VIII
V. JUSTIFICACIÓN
A. Definición
B. Relación con la santificación
C. La justificación en Romanos y otras Escrituras
1. Romanos tres
2. Romanos cuatro
3. Romanos cinco
4. Aplicación
D. Justificación en la Epístola de Santiago
E. Imposibilidad de la justificación por las obras de la ley
1. La enseñanza del Antiguo Testamento
2. ¿En qué sentido fue Pablo «irreprensible»?
F. Imputación positiva de la justicia
VI. SANTIFICACIÓN
A. Declaraciones de los credos
B. Significado y uso de la palabra
C. Santificación de los regenerados
1. Una obra del Espíritu Santo
2. La vida santa
3. Contra el perfeccionismo
a. El mandamiento a la perfección
b. El proceso temporal
c. La cuestión del perfeccionismo en 1 Juan
4. Lleno del Espíritu
a. Bautismo del Espíritu Santo; no es lo mismo que lleno del Espíritu
b. Crecimiento y crisis
5. El sello y el ungimiento del Espíritu
VII. LA PLENITUD DE LA MADUREZ FILIAL
VIII. APROPIACIÓN POR FE
Capítulo VIII
LA IGLESIA Y LOS SACRAMENTOS
Secciones I–VII
I. SIGNIFICADO DE LA PALABRA IGLESIA
II. LA IGLESIA INVISIBLE
III. LA UNIÓN MÍSTICA
A. La Iglesia, la esposa de Cristo
1. Los términos para amor
2. Consumación de la metáfora
B. La Iglesia, el cuerpo de Cristo
1. La unión mística del cuerpo
2. La pureza de los miembros del cuerpo de Cristo
3. Dependencia mutua de los miembros del cuerpo
4. Los dones de los miembros de la Iglesia
C. Importancia de la doctrina de la Iglesia
IV. LOS SACRAMENTOS
A. Los medios de gracia
B. Definición
1. Ordenanzas sagradas instituidas por Cristo
2. Eficacia de los sacramentos
a. Los sacramentos como sellos
b. La gracia «aplicada» por los sacramentos
c. Alimentarse de Cristo, doctrinas erróneas
d. Juan 6:22–71
e. La eficacia viene completamente del mandamiento de Cristo
f. La eficacia no radica en la iglesia
g. El carácter de los administradores
h. Otras Escrituras sobre la eficacia
C. Pureza de la mesa de la comunión
D. El número de los sacramentos
1. Los siete sacramentos del romanismo
2. El lavamiento de pies
3. Los sacrificios del Antiguo Testamento
V. BAUTISMO
A. Una cuestión polémica
B. El significado de la palabra
1. La palabra en el Antiguo Testamento
2. La palabra en el Nuevo Testamento
3. El sacramento del bautismo en el Nuevo Testamento
C. Significado del sacramento de bautismo
1. Por la muerte del Señor
2. No representa la sepultura del Señor
3. No representa la resurrección de Cristo
4. El bautismo cristiano no es el bautismo de Juan Bautista
5. El bautismo cristiano, limpieza del pecado
D. Resumen de la forma de bautismo
E. ¿Quién debe recibir el bautismo cristiano?
1. El bautismo de creyentes
2. Escasez de instrucciones
F. El bautismo de infantes implícito
1. Análisis de Colosenses 2:11,12
2. El significado de circuncisión
3. Practicado desde el principio
4. En la iglesia primitiva
G. El pacto familiar
1. Bendiciones para los padres cristianos
2. Bendiciones para los hijos
VI. LA SANTA CENA
A. Declaraciones de los credos
B. No controvertible
C. La base bíblica
1. El Evangelio de Juan
2. Los sinópticos, con Juan y Pablo
D. Cronología de los últimos tres días
E. La institución en detalle
1. El pan
2. La copa
F. La forma de la ceremonia
1. Lectura de la Escritura
2. Acción de gracias
3. La distribución del pan
4. Gracias antes de la copa
5. La copa
6. El uso de las palabras de Cristo
7. Los elementos mismos
G. La ética de la Santa Cena
1. La reprimenda de Pablo, rencillas
2. Glotonería
3. Dignidad de la institución
4. Más admoniciones éticas
VII. CONCLUSIÓN

El problema de la encarnación se presenta gráficamente en la discusión de Cristo con sus adversarios judíos en el capítulo 10 de Juan. Jesús acababa de referirse a sus «ovejas» y a su seguridad en los decretos redentores de Dios (vv. 27–29), concluyendo con estas palabras: «Yo y el Padre uno somos» (v. 30). Esto precipitó una reacción violenta de parte de sus adversarios. «Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle» (v. 31).
Ante esta amenaza Jesús contestó: «Muchas buenas obras os he mostrado por parte de mi Padre; ¿por cuál de estas obras queréis apedrearme?» (v. 32). Ellos respondieron: «Por obra buena no te apedreamos, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios» (v. 33).
Esta situación expone en forma dramática el problema de la encarnación. Aquí está Jesús, obviamente un hombre. Habla, respira, camina, exhibe todas las características comunes de la humanidad. Sin embargo afirma: «Yo y el Padre uno somos». Y antes declaró: «que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios» (Juan 5:18). Aun antes había dicho «que todos honren al Hijo como honran al Padre». Y hasta añadió: «El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió» (Juan 5:23). En la mente de sus adversarios, el que alguien que era evidentemente un hombre pretendiese ser igual a Dios, igual con Dios el Padre, no podía ser verdadero; y por tanto, tal declaración era una blasfemia consumada.
La respuesta de Jesús en esta ocasión es del más grande significado: «¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? [Salmos 82:6]. Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la Palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís:
Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?» (Juan 10:34–36).
La esencia de la respuesta de Jesús, dada hasta este punto, es sencillamente que el hecho de que Dios llegase a ser hombre no es una paradoja ni una contradicción. Que el hombre es hecho a la imagen de Dios se indica en este pasaje en la referencia de Cristo a que la Palabra de Dios «vino» (egeneto), a los hombres a quienes Él se refirió.
La implicación es que la simple habilidad del hombre de comprender la Palabra de Dios es evidencia de que hay una correspondencia natural entre el hombre y Dios. El hecho de que hay en todos los hombres este elemento relacional con Dios, aun en los perversos que menciona el Salmo 82, debe ser evidencia suficiente para mostrar que la encarnación no es contradictoria.
No estamos diciendo que un cuadrado llegara a ser un círculo, ni que ningún ser adoptó una naturaleza contradictoria a la suya propia, sino que el Hijo de Dios asumió un complejo de atributos de su propia imagen compatibles con su propio complejo de atributos divinos. De modo que la declaración: «Yo y el Padre uno somos», no es necesariamente blasfemia. ¡Podía ser cierto!
La afirmación de Jesús no indica que tuviera una relación con Dios como la que todos los hombres tienen, es decir, en cuanto a ser creados a la imagen de Dios; por eso es creíble que sea verdad cuando declara que Él, estando delante de ellos, es Aquel que el Padre santificó y envió al mundo.
El argumento continúa con una apelación a la evidencia: «Si no hago las obras de mi Padre no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre» (vv. 37, 38).
El hecho de que los enemigos de Jesús no reconocieran la lógica de su respuesta sino que «procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos» (v. 39) no es desde luego evidencia contra la racionalidad de la doctrina. El pecado contra Dios, y no la racionalidad genuina, es lo que constituye el rechazo a las afirmaciones de Jesús.B. Filipenses 2:1–11La racionalidad de la encarnación se presenta hermosa y sinceramente en el curso de la carta de Pablo a su querida iglesia de Filipos. El apóstol alega: (1) que la encarnación es una muestra de la gracia y el amor de Cristo; (2) que fue emprendida desde el punto de partida superlativo de la deidad eterna; (3) que involucraba la más tremenda humillación; y (4) que la encarnación era el fundamento del nombre exaltado del Señor Jesucristo.1. La manifestacióndel amor (vv. 1–5)Parece particularmente apropiado que esta profunda exposición de la encarnación surgiera de una sencilla exhortación pastoral. Sin embargo, como se ha dicho muchas veces: «la verdad conduce a la santidad». La doctrina de la encarnación no es una consecuencia de fría especulación filosófica, sino que se revela como una inferencia necesaria del amor misericordioso de Dios en Cristo.
Pablo ruega: «Si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo, no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2:1–5).
Lo principal que se ha de contemplar y vigilar en esta serie de mandamientos y admoniciones es el amor misericordioso de Cristo manifestado en su encarnación. En el versículo 2 del pasaje de Filipenses leído, el mandamiento: «teniendo el mismo amor», se refiere al amor manifestado en Cristo.
La palabra traducida «unánimes» no es una exhortación a estar de acuerdo el uno con el otro, sino a ser de una sola mente con Cristo, y a meditar sobre este gran hecho de su amor.
Los versículos 3 y 4 en verdad mandan que nos amemos unos a otros, pero esto se ordena como aplicación y resultado de contemplar el gran tema, el amor de Cristo manifestado en su encarnación.2. Divinidad preexistente (v. 6)«El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse». Como el Dr. Wallis apunta, el participio huparchon, en griego: existir, ser; no indica meramente existir «siendo en forma de Dios», sino más bien «seguir subsistiendo en forma de Dios». Jesús no renunció ni en ninguna manera abandonó su divinidad en la encarnación. En todo el transcurso de su vida terrenal, conservó total y completamente la naturaleza divina, el complejo de atributos esenciales a Él como Segunda Persona de la Eterna Trinidad.a. La naturaleza divinaLa siguiente definición de Dios, tomada del Catecismo Menor de Westminster —respuesta a la pregunta número 4— revela los atributos divinos: «Dios es un Espíritu infinito, eterno e inmutable en su ser, sabiduría, poder, santidad, bondad, justicia y verdad». El significado del participio huparchonaquí, indica que Jesucristo en su encarnación conservó todos esos atributos.
b. Su preexistencia, otros pasajesLa preexistencia de Cristo como Segunda Persona de la Trinidad se enseña explícitamente en numerosos pasajes de la Escritura. Cristo se presenta en varias teofanías en el Antiguo Testamento. Su preexistencia se destaca en los primeros versículos del Evangelio de Juan. «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1:1–3).
Pablo aclara igualmente la preexistencia del Hijo de Dios en su Epístola a los Colosenses: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas … todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (Colosenses 1:15–17).
La presentación de Cristo como «el Alfa y la Omega, principio y fin» en Apocalipsis (1:8, 11; 21:6; 22:13) se basa en el hecho de su preexistencia.
Entre otros pasajes bíblicos que enseñan la preexistencia de Cristo, ya sea explícita o implícitamente, debemos dar atención especial a sus propias palabras, como las expresa en el Evangelio de Juan: «Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17:5).
Además, constantemente se refería a sí mismo como salido del Padre y hablaba a la multitud de su ascensión «adonde estaba primero» (Juan 6:62). Su preexistencia se declara más fuertemente en el argumento de Juan 8:56–58, cuando Jesús dijo: «Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día: y lo vio, y se gozó. Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy».c. Warfield y Filipenses 2:6En su comentario sobre este pasaje, el reconocido profesor de la Universidad de Princeton, Benjamin Warfield, afirma: «Que la representación de Cristo Jesús como en morphe [frase griega que significa “en forma”] theou [de Dios] huparchon [siendo] —que es exactamente lo mismo que llamarlo Dios—, se evidencia no solo por la insinuación que se da de inmediato —que el que está “en forma de Dios” es “igual a Dios”—, sino además por la connotación de la misma fraseología.
»Es innegable que en el modo de hablar filosófico–popular aquí usado, “forma” significa aquel cuerpo de cualidades o características que hace que cualquiera cosa sea esa y no otra, en una palabra, su carácter específico». Warfield añade la nota siguiente: «Con referencia a J.B. Lightfoot, “morphe” no implica los accidentes externos sino los atributos esenciales; y debe aplicarse a los atributos de la Deidad. En otras palabras, se usa en un sentido sustancialmente igual al que lo caracteriza en la filosofía griega … este sentido de morphe es el carácter específico».2
De modo que cuando el apóstol Pablo habla del Cristo eterno como «permaneciendo en forma de Dios», las palabras significan específicamente que Cristo conservó todos los atributos esenciales de la divinidad cuando tomó para sí todos los de la humanidad.3. La autohumillación (vv. 6b–8)El acto de Cristo al someterse a la humillación de su encarnación queda indicado en las palabras siguientes: «No estimó el ser igual a Dios como botín que debía retener, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (traducción del autor).a. BotínLa enseñanza clara de que Jesús existía y seguía existiendo «en forma de Dios», o en otras palabras, que tenía y seguía teniendo todos los atributos esenciales de Dios, muestra que la declaración de que no consideró su igualdad con Dios como «botín que debía retener» constituye el sentido correcto del versículo 6b. Él ya tenía esa igualdad.
«Ser igual a Dios» es una frase que designa la consecuencia de su existencia «en forma de Dios».
Esa frase habla de la expresión exterior, schema, en griego: apariencia externa, forma de sus atributos esenciales. La schema, «condición», de su subsistencia anterior a la encarnación, era de igualdad con el Padre y el Espíritu. Fue esta schema la que Jesús no consideró como botín al cual aferrarse.
Poseyendo tanto la «condición» y la «forma de Dios», y reteniendo esta última, tomó para sí mismo, además, la «forma» de siervo —y todos los atributos esenciales correspondientes al siervo—, «hecho semejante a los hombres». Fue entonces encontrado en «condición», schema, de hombre, por lo que además se humilló a sí mismo hasta la muerte de cruz.b. El despojo¿En qué sentido quiere decir Pablo que Cristo «se despojó a sí mismo»? Ciertamente no es que abandonara alguno de los atributos divinos esenciales. La morphe de Dios no podía ser abandonada sin que Él dejara de ser quien era. El verbo ekenosen, en griego: vaciar, destruir, anular, dejar sin efecto; se explica por los gerundios que modifican su sujeto: «Tomando» la forma de un siervo «siendo hecho» semejante a los hombres, «estando» en la condición de hombre. Además, se explica ekenosen por la frase paralela «se humilló a sí mismo». Jesús tomó para sí no solo la morphe, los atributos esenciales del hombre, sino también la schema de la humanidad para poder morir en la cruz (Hebreos 2:14).
Si Pablo hubiera pensado que Jesús en su despojo había dejado algunos de los atributos divinos esenciales, nunca podría haber hablado de Él en los términos enaltecedores que usaba constantemente.
Véase por ejemplo su declaración en la Epístola a los Colosenses (2:9): «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad».
En verdad, el apóstol no pensaba que la Segunda Persona de la Trinidad se había despojado de ciertas características, al menos no que se desprendiera de algo suyo, sino que lo hizo a costa de sí mismo o a sus propias expensas.
La idea de Pablo al decir que Cristo «se despojó a sí mismo» es idéntica en pensamiento lógico al sentido de la palabra «spendomai», en griego: ofrecer, derramar como libación. Al final de su ministerio, en su último encarcelamiento en Roma, el apóstol dijo literalmente: «Yo ya estoy para ser sacrificado [derramado como una libación], y el tiempo de mi partida está cercano» (2 Timoteo 4:6).
Aquí la palabra en cuanto a sí mismo, spendomai «estoy derramado», expresa un pensamiento idéntico al que tenemos cuando Pablo dice de Cristo, ekenosen: «se despojó a sí mismo».4. La exaltación correspondientePablo concluyó esta discusión de la encarnación con una referencia al nombre exaltado de Cristo, el Eterno Hijo de Dios. «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre [Isaías 42:8], para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (vv. 9–11).
Debido a nuestra idea humana de recibir recompensa al concluir una tarea, muchos entienden estos versículos como una referencia a la exaltación de Cristo después de su encarnación. Sin embargo, no hay nada en las palabras mismas que indique que esto era lo que Pablo pensaba. Al contrario, creo que Pablo se refiere a la exaltación del Mesías y al nombramiento que se le da a este como Jehová en la profecía del Antiguo Testamento.
Él es el Eterno Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, a quien se presenta visiblemente delante de los hijos de los hombres como su único Salvador, la Persona Divina con quien tienen que tratar. Un caso claro a lo que Pablo alude, creo yo, se encuentra en Isaías 42:1–8. Estos versículos describen la obra del Mesías en términos tan claros como el cristal.
El versículo 8 se puede traducir: «Yo soy Jehová; este es mi nombre y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a imágenes de escultura». En otras palabras, el Mesías es Jehová. En los versículos anteriores se declara explícitamente que Él es el que lleva la gloria de Dios, en quien el Espíritu de Dios mora. El que será una luz para los gentiles. El nombre del Mesías se da explícitamente como «Jehová», justicia nuestra (Jeremías 23:6). Es, pues, en la profecía del Antiguo Testamento donde Jesús es exaltado y se le da un nombre que es sobre todo nombre.
Cuando Pablo dice que «toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor», la palabra «Señor» es la que se solía emplear para Jehová en la Septuaginta. Así Pablo declara que toda lengua confesará que Jesús en verdad lleva el nombre que le fue dado en la profecía del Antiguo Testamento, un nombre que
es sobre todo nombre.
Es cierto, por supuesto, que nuestro Señor Jesucristo fue exaltado a la diestra del Padre después de sus sufrimientos aquí en la tierra, pero esta segunda exaltación no fue en ningún sentido una promoción. Tal pensamiento contradiría radicalmente su eterna deidad. Su exaltación después de su sufrimiento fue solamente la reasunción de su igualdad eterna con Dios, el esquema de las cosas (schema) que subsistía antes de la encarnación.C. Hebreos 2:9–18Otro pasaje en que el modo de la encarnación se declara explícitamente se halla en el capítulo 2 de Hebreos. En este caso la exaltación eterna de Cristo y la promulgación de esta exaltación en la profecía mesiánica se menciona al principio (vv. 9, 10).1. La exaltaciónLa sugerencia de que la exaltación de Cristo, aludida en Filipenses 2:9–11, fue dada en la profecía
mesiánica anterior a la encarnación depende de nuestro entendimiento acerca de la profecía veterotestamentaria. En una idea similar, en Hebreos 2:9, 10, la frase que explica el propósito — introducida por la palabra hopos, «para que»— hace casi obligatorio que entendamos la exaltación allí aludida como anterior a la encarnación.
Sugiero que leamos estos versículos parafraseados así: «Vemos a aquel que, por un poco de tiempo, fue hecho menor que los ángeles [cf. Salmos 8:5], coronado de gloria y de honra para el padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten, que al llevar muchos hijos a la gloria, se perfeccionase a sí mismo, como el Capitán de la salvación de ellos, por medio de la aflicción» (Hebreos 2:9, 10).
Si Cristo no fuera eterno Hijo de Dios no podría haberse ofrecido como sacrificio suficiente para todo hombre. [Nota: La declaración de que «por la gracia de Dios gustase la muerte por todos» no debe ser tergiversada. Estas son palabras claras. No hay nada en estas contrario a la doctrina calvinista de la expiación particular. Es tan esencial al sistema bíblico de doctrina, como los calvinistas lo entienden, que enseñamos que la expiación de Cristo es suficiente para todos, ofrecida a todos, aplicable a todos, como lo es también que enseñemos que el objeto de la expiación es efectuar la salvación de los elegidos, y que no efectúa la salvación de los que son eternamente perdidos.]
Además, si Dios no hubiese revelado explícitamente que el Mesías que iba a ofrecerse no era otro que «Jehová, nuestra justicia», la suficiencia de la expiación nunca podría haber sido trasmitida inteligentemente al entendimiento de los hombres convencidos de pecado.2. La autoperfecciónDebería ser bastante claro que en este texto es Cristo y no el Padre —que es el sujeto del verboteleiosai, en griego: completar, perfeccionar—, el sujeto del verbo, lo cual se caracteriza exactamente por lo que se declara del Hijo en Hebreos 1:1–4.
¿En qué sentido puede decirse que Cristo se perfeccionó a sí mismo? ¿Acaso implican estas palabras que hubo un tiempo en que era imperfecto? Indudablemente el autor de la Epístola a los Hebreos consideraba a Cristo como eterno e inmutablemente divino en todos los atributos esenciales de la divinidad. Nada podía ser más enérgico que los términos en que se presenta a Cristo en Hebreos 1:1– 4. Es el autor de Hebreos quien dice: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8).
Es sin embargo en la misma Epístola a los Hebreos que encontramos descritas más gráficamente las experiencias humanas de Jesús. No solo se perfeccionó a sí mismo como el capitán de nuestra salvación (Hebreos 2:10) sino que «aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (Hebreos 5:8, 9).
Debe quedar manifiesto que no hay ninguna contradicción en atribuir inmutabilidad a la Segunda Persona de la Trinidad y al mismo tiempo reconocer la verdadera progresión cronológica de los eventos en su vida terrenal. Nuestro Señor Jesucristo con sus experiencias, aquí en la tierra, realizó sus planes y completó sus intenciones en perfecta armonía con los decretos eternos de Dios. Se perfeccionó a sí mismo en cuanto a que efectuó en la historia, el tiempo y el espacio precisamente lo que siempre quiso hacer. 3. «Hijos»La expresión de que Cristo llevaría «muchos hijos a la gloria» se puede explicar en dos maneras:
(1) En el versículo que sigue a los redimidos se les llama sus «hermanos» (cf. Romanos 8:29). Podemos entender que Él lleva muchos «hijos [de Dios] a la gloria». (2) También es cierto que en Hebreos 2:13 se ponen en boca de Jesús las palabras de Isaías: «He aquí, yo y los hijos que Dios me dio» (Isaías 8:18).
Podemos imaginar que sus discípulos muchas veces le habían oído citar esas palabras en sus discursos espirituales y aplicarlas por analogía a su propia vida y ministerio. En cualquier caso, no hay nada en la referencia a «hijos» para constituir un argumento contra el hecho de que es Cristo, y no el Padre, el sujeto del verbo «perfeccionar» en el versículo 10.
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