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Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información
ÍNDICE
Introducción
Formación del Canon Hebreo
Formación del “Canon” Griego (Septuaginta)
Formación del Canon del Nuevo Testamento
Bibliografía selecta
En estos días de guerra ideológica, en que por doquier un enfermizo ejército de recelosos pone en tela de juicio hasta lo sagrado de las Escrituras, el pequeño tratado de apenas 157 páginas de Gonzalo Báez-Camargo Breve historia del canon bíblico se mantiene a la palestra como uno de los más documentados estudios en castellano sobre el tema, para poner en su lugar a muchas especulaciones infundadas y al que deberíamos acudir los que queremos saber lo cierto sobre la colección de libros más debatida de todos los tiempos.
Eso sí, prepárese el lector diligente para una extraordinaria y bien condensada cantidad de información, que desmiente la moda superficial y “revolucionaria” de sacar de la manga cuanto documento espurio hay en las bibliotecas de los profetas de la relatividad, políticos disfrazados, empeñados en resquebrajar los valores del cristianismo con leyendas negras y fundamentalismos.
El presente libro, que recomiendo encarecidamente, fue escrito por el fallecido Gonzalo Báez-Camargo, ex miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía y de la Academia Mexicana de la Lengua, y uno de los biblistas latinoamericanos más destacados, cuya producción bibliográfica y periodística es extensísima.
Por supuesto que el recorrido histórico que hace cada libro de la Biblia para ser aceptado popular y oficialmente como parte de una colección considerada como de inspiración divina estuvo lleno de vicisitudes y largas polémicas de aceptación y rechazo, quizás como mejor prueba de algo en que insiste Báez-Camargo, que la Biblia fue precedida por el dictamen tácito de los creyentes. Las autoridades eclesiales de todos los tiempos, puede decirse, no impusieron la canonicidad, simplemente la reconocieron y le pusieron su sello de confirmación oficial.
Hace ya más de 30 años, Báez-Camargo señalaba en su libro el renovado interés por el conocimiento y estudio de la literatura judía no comprendida en el canon hebreo, de los libros llamados deuterocanónicos, de los apócrifos y de otros escritos como los de la comunidad de Qumrán y otros. Hoy en día ese interés permanece vigente, de ahí la importancia de partir de una serie de conocimientos básicos sobre los escritos sagrados.
Breve historia del canon bíblico es un excelente recurso en ese sentido, donde, además, se nos proporciona una gran cantidad de curiosos hechos y precisiones históricas, como las que aquí les adelanto:
• En su sentido específico de “lista”, “índice” o “catálogo” de libros sagrados, canon es un término de origen cristiano.
• Es al parecer Prisciliano (380) quien por primera vez usa “canon” como sinónimo de Biblia.
• Hay un largo periodo que podría llamarse precanónico, de unos cinco siglos, en que se preservan materiales a través de la tradición oral.
• Muy debatida fue la aceptación en el canon de los libros Ester, Eclesiastés y Cantar de Cantares.
• Al lado de los libros que después entrarían en el canon, circulaban, con diverso grado de aceptación general, otros muchos libros, sobre todo en los dos o tres siglos anteriores a la era cristiana y en el primero de ésta.
• Obviamente, cuando Jesús y los apóstoles hablaban de “la escritura” o “las escrituras”, no podían referirse más que a lo que hoy llamamos Antiguo Testamento.
• Los primeros cristianos no parecen haber sentido necesidad de formarse un cuerpo peculiar y propio de escrituras sagradas. Al parecer les bastaba con las del judaísmo y la preservación, oral en un principio, de las palabras de Jesús y la predicación y testimonio de los apóstoles.
• La etapa de formación del Nuevo Testamento fue, comparada con el Antiguo Testamento, relativamente breve. Duró poco menos de siglo y medio.
• Durante los siglos primero y segundo se leían y respetaban también como “Escrituras” otros escritos, unos anteriores y otros posteriores a Jesús, no sólo apócrifos propiamente dichos sino seudoepígrafos, como por ejemplo el Testamento de los Doce Patriarcas, el libro de Enoc, la Asunción de Moisés, el Apocalipsis de Elías, I(III) & II(IV) Esdras, y otros muchos.
• Pablo, en quien puede decirse que tuvo principio el Nuevo Testamento, jamás pensó que sus escritos llegarían a considerarse al par de la “Escritura”.
• Parece fuera de duda que el Evangelio de Marcos fue el primero que se escribió de los cuatro del Nuevo Testamento.
• Aunque parezca muy extraño, fueron herejes —los gnósticos— los primeros en tratar francamente como “Escritura” y citarlos como tal, escritos que más tarde la Iglesia declaró canónicos, como por ejemplo Mt, Lc, Jn, Ro, 1 & 2 Co y Ef.
• La primera cita de los Evangelios como “Escritura” aparece a mediados del siglo 2 en la carta llamada 2 Clemente, IV, en que se lee: “…de nuevo otra Escritura dice: «No he venido a llamar justos sino pecadores»” (Mt 9.13).
• Tertuliano (¿155–220?) es el primero que usa los términos Nuevo Testamento y Antiguo Testamento, con lo cual los escritos cristianos reconocidos obtienen una categoría pareja a los libros judíos.
• Corresponde a Orígenes (185–254) el mérito de haber echado sólidas bases para la fijación final del canon. Viajando por muchos países tomó cuidadosa nota de la actitud y uso de las Iglesias con respecto a los muchos escritos que estaban en circulación.
• Lutero habría preferido y hasta ensayado “elaborar un nuevo canon” que favoreciera más claramente la doctrina que para él era el pivote de la teología cristiana: la de la salvación por la fe.
• El Nuevo Testamento, como lo conocemos hoy, constituye el tesoro más preciado de la Iglesia Cristiana y no hay problema canónico alguno entre sus tres grandes ramas: la Católica Romana, la Griega Ortodoxa y la formada por las demás iglesias de tradición occidental, no obstante su variedad.
La primera edición de Breve historia del canon bíblico vio la luz en 1975. Su tercera edición (colección claustro de ediciones Luminar, 1980), se incluye en la biblioteca digital Compubiblia, de las Sociedades Bíblicas Unidas.
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6