APLIQUEMOS LA TEOLOGÍA
El testimonio ocular de los Doce (con Judas reemplazado por el apóstol Pablo), a quienes Jesús seleccionó para que dieran testimonio de la importancia de su vida, muerte y resurrección, reside ahora en las páginas del NT. Esto no quiere decir que cada página de los libros del NT fuera escrita por un testigo presencial de Jesús, porque está claro que no todos lo eran.
Lucas, por ejemplo, no vio a Jesús con sus propios ojos, pero trabajó muy cerca del apóstol Pablo, que se encontró al resucitado Jesús camino de Damasco. Marcos, que era un joven que realmente había visto a Jesús, se dice que escribió su evangelio según el testimonio ocular de Pedro.
El evangelio de Juan tuvo su origen en el testimonio ocular del discípulo al que Jesús amó, que probablemente fue el apóstol Juan. Santiago es el medio hermano de Jesús, que se convirtió en líder de la iglesia en Jerusalén tras la partida de Pedro. Mientras que los autores de algunos libros no pueden ser identificados con certeza, este comentario opera según la premisa de que el NT es el repositorio del testimonio fiable y autoritativo de la importancia de la persona y el mensaje de Jesucristo. Más allá de su fiabilidad como antiguo y auténtico testimonio humano sobre Jesús, es la Palabra divinamente inspirada de Dios, cuya verdad está basada en el carácter de Dios mismo. El NT es la interpretación de Dios de la importancia de Jesús.
El problema de la verdad en la era del relativismo
En nuestros días la proclamación del evangelio como verdad exclusiva sobre Jesucristo ha perdido popularidad, incluso entre los que se identifican a sí mismos como cristianos. La influencia de las presiones culturales como el racionalismo y la crítica histórica, la espiritualidad de la Nueva Era y el ecumenismo radical con religiones no cristianas ha reducido el NT a un antiguo artilugio irrelevante, en el peor de los casos, y en el mejor, a simplemente en una opción para la religión moderna. Predicar el NT como la verdad exclusiva sobre Jesucristo y su misión de reconciliación de la raza humana con Dios a menudo se considera vagamente como una afirmación de poder y como un comportamiento inadecuado en nuestra amplia y plural sociedad moderna.
Puede resultar reconfortante darse cuenta de que la situación actual es similar a la del siglo primero, cuando la herejía hacía incursiones en las comunidades cristianas a través de la influencia de la filosofía greco-romana, las creencias y prácticas de las religiones paganas y bajo la presión de la regla romana de aceptar el politeísmo y el pluralismo en nombre del Imperio para no ser un “odiador de la humanidad” (Suetonio, Nerón 16). Es reconfortante darse cuenta de que a pesar de un ambiente tan hostil, el NT y su testimonio apostólico sobrevivieron, trayendo el verdadero mensaje del evangelio a las sucesivas generaciones de personas desde el tiempo en que se secó la tinta de los autógrafos a través de los siglos hasta el tiempo actual.
En los primeros días de la naciente iglesia, antes de que el NT existiese, la movilidad que permitió al evangelio viajar por todo el Imperio romano en sólo unas décadas también hizo surgir el problema de las interpretaciones conflictivas de la vida de Jesús y de las enseñanzas de los apóstoles que eran incompatibles con la verdad. Todas estas epístolas conservadas en el NT trataban de circunscribir los límites de la verdad frente a las falsas afirmaciones. Ahora que la iglesia tiene el NT, sigue existiendo el problema de las interpretaciones del texto que tuercen y distorsionan su mensaje. Es más, ahora vivimos un tiempo en el que se manifiesta un problema más amplio de relativismo radical que niega que exista una sola verdad, un sólo significado en el texto, una interpretación ortodoxa del mensaje del evangelio. No obstante, este antiguo libro que conserva las voces de los apóstoles del Señor continuará hablando a todas las generaciones hasta que regrese el Señor. En lugar de ser una afirmación de poder, el evangelio apostólico es una invitación bondadosa a la comunión con Dios y su Hijo, Jesucristo. Los que siguen el evangelio encuentran comunión entre sí en torno a la Palabra de Dios y con los apóstoles que escogió como portadores de esa revelación.
El segundo punto de esencial importancia es que Jesucristo fue una persona real a quien mucha gente escuchó, vio y tocó. Mientras que hoy en día el Espíritu Santo arbitra la presencia de Cristo en su iglesia, la obra del Espíritu no reemplaza la encarnación de Cristo como el hombre Jesús. De hecho, fue necesario que Jesús naciera dentro de la humanidad, para vivir una vida sin pecado, morir con una muerte redentora y resucitar de la tumba en victoria final antes de que el Espíritu Santo pudiera ser dado (Jn 16:7). La obra del Espíritu es dar testimonio de Jesús (15:26), no ofrecer una marca genérica de espiritualidad o religión tan populares en nuestra sociedad moderna. El punto de 1 Jn 1:1–4 es que Jesús realmente estuvo con nosotros, que el eternamente preexistente Hijo de Dios ¡estuvo aquí! Dios conoce de primera mano los gozos y las penas, las pruebas y las tentaciones, las esperanzas y los temores de ser un ser humano. El mensaje del evangelio de los apóstoles se originó en su encuentro con el Dios-hombre.
¿Revelación continuada del Espíritu?
Las afirmaciones modernas de que la obra del Espíritu ofrece al mundo algo además de Jesucristo, o algo distinto a Jesucristo, también vienen precedidas por afirmaciones parecidas ya en el siglo primero. La disputa entre Juan y los que se habían ido de su iglesia (o iglesias) evidentemente era sobre la verdadera naturaleza de Cristo, con los herejes influidos por las ideas neoplatónicas y probablemente reclamando cierto tipo de verdad basada en una mala comprensión de las promesas del evangelio de Juan. Esta apertura de 1 Juan señala a los lectores de hoy día como lo hizo en los tiempos antiguos hacia la inseparable verdad de que Jesús es quien el NT dice que es, y que aparte del NT no existe un verdadero conocimiento de Jesucristo. La obra del Espíritu hoy día está siempre en consonancia con el testimonio del NT.
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6