RECUERDA
Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
Alimentemos con pastos frescos a las ovejitas del Señor
UNA BATALLA ESPIRITUAL A SOLAS Y DEBILITADO
Mateo 4:1-11
1Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. 3Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en pan. 4El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. 5Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. 7Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. 8Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. 10Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. 11El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
Guerra espiritual a alto nivel VICTORIA SOBRE EL TENTADOR Hay dos errores primarios cuando se habla de guerra espiritual: sobre-enfatizarla y subestimarla. Algunos culpan de cada pecado, cada conflicto y cada problema a los demonios que necesitan ser expulsados. Otros ignoran completamente la realidad espiritual, y el hecho de que la Biblia nos enseña que nuestras batallas son contra poderes espirituales. La clave para el éxito en la guerra espiritual es encontrar el balance bíblico. Algunas veces Jesús expulsó demonios de la gente, y algunas veces sanó a la gente sin mencionar lo demoníaco. El apóstol Pablo enseñó a los cristianos a librar batallas contra el pecado en ellos mismos ( Romanos 6 ), y a librar batallas en contra del maligno ( Efesios 6:10-18 ). Efesios 6:10-12 declara, “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Este pasaje nos enseña algunas verdades cruciales; (1) Sólo podemos estar fuertes en el poder del Señor, (2) Es la armadura de Dios la que nos protege, (3) Nuestra batalla es contra fuerzas espirituales de maldad en el mundo. (1) Un poderoso ejemplo de esto es el arcángel Miguel en Judas verso 9. Miguel, como el más poderoso de todos los ángeles de Dios, no reprendió a Satanás en su propio poder, sino que dijo “El Señor te reprenda.” Apocalipsis 12:7-8 dice que en el final de los tiempos, Miguel derrotará a Satanás. Aún así, cuando se presentó su conflicto con Satanás, Miguel reprendió a Satanás en el nombre y autoridad de Dios, no en la suya propia. Es sólo a través de nuestra relación con Jesucristo que nosotros, como cristianos, tenemos alguna autoridad sobre Satanás y sus demonios. Es sólo en Su nombre que nuestra reprensión tiene algún poder. (2) Efesios 6:13-18 nos da una descripción de la armadura espiritual que Dios nos da. Debemos estar firmes con (a) el cinturón de la verdad, (b) la coraza de justicia (c) el Evangelio de la paz, (d) el escudo de la fe, (e) el yelmo de la salvación, (f) la espada del Espíritu, y (g) orando en el Espíritu. ¿Qué es lo que estas piezas de la armadura espiritual representan para nosotros en la guerra espiritual? Debemos hablar la verdad contra las mentiras de Satanás. Debemos descansar en el hecho de que somos declarados justos por el sacrificio que Cristo hizo por nosotros. Debemos proclamar el Evangelio, sin importar cuánta resistencia recibamos. No debemos vacilar en nuestra fe, no importa cuán fuertemente seamos atacados. Nuestra defensa principal es la seguridad de que tenemos nuestra salvación, y el hecho de que las fuerzas espirituales no pueden quitárnosla. Nuestra arma ofensiva está en la Palabra de Dios, no en nuestras propias opiniones y sentimientos. Debemos seguir el ejemplo de Jesús en reconocer que algunas victorias espirituales sólo son posibles a través de la oración. Jesús es nuestro mejor ejemplo para la guerra espiritual. Observa cómo Jesús manejó los ataques directos de Satanás: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a Él el tentador, y le dijo; Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está; No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.” ( Mateo 4:1-11 ) La mejor manera de combatir a Satanás es la manera que Jesús nos mostró y que fue citando la Escritura, porque el diablo no puede manejar la espada del Espíritu, la Palabra del Dios Viviente. El mejor ejemplo de cómo no comprometerse en una guerra espiritual fueron los siete hijos de Esceva. “Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo; Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo; A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.” ( Hechos 19:13-16 ). ¿Cuál fue el problema? Los siete hijos de Esceva estaban usando el Nombre de Jesús. Eso no es suficiente. Los siete hijos de Esceva no tenían una relación con Jesús, por lo tanto sus palabras eran carentes de cualquier poder o autoridad. Los siete hijos de Esceva se estaban basando en una metodología. Ellos no se basaban en Jesús, y no estaban empleando la Palabra de Dios en su guerra espiritual. Como consecuencia, recibieron una humillante golpiza. Aprendamos de su mal ejemplo y manejemos las batallas espirituales como lo describe la Biblia. En resumen, ¿cuáles son las claves para el éxito en la guerra espiritual? Primero, que nos apoyemos en el poder de Dios, no en el nuestro. Segundo, reprendamos en el Nombre de Jesús, no en el nuestro. Tercero, protegernos con toda la armadura de Dios. Cuarto, librar nuestras batallas con la espada del Espíritu – La Palabra de Dios. Por último, debemos recordar que aunque libramos batallas contra Satanás y sus demonios, no cada pecado o problema es un demonio que necesita ser reprendido. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó” ( Romanos 8:37 ). Después de la gloriosa confirmación mesiánica de Jesús en su bautismo, “el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba” (VP). El diablo se apresura a lograr una segunda victoria sobre el segundo Adán (Ro. 5:14). El texto certifica la realidad de la existencia del maligno, tan real en el desierto como en el Edén. Satanás aprovechó la condición física por el prolongado ayuno de Jesús para ofrecerle pan de mentira. Como derrotó al primer Adán, pretendió derrotar al Señor, precisamente antes que comenzara su ministerio público. A Eva le señaló una fruta prohibida. A Jesús le ofrece, para satisfacer sus apetitos corporales, un pan cuya forma de obtenerlo estaba prohibida. Era algo bueno en sí mismo, pero obtenido de manera ilícita. En ambas ocasiones el propósito del tentador fue lograr la desobediencia a Dios, y ésa es también hoy la finalidad primaria de toda tentación. Jesús acababa de ser proclamado Hijo de Dios. “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”, le insinúa el diablo. Bien podía hacerlo quien más tarde multiplicó panes y peces por millares, pero en circunstancias muy distintas donde comprobó que sí era Hijo de Dios. Jesús responde a Satanás mostrándole la prioridad de la obediencia a la Palabra de Dios, regla única para enfrentarse a cualquier tentación. Jesús venció la tentación con recursos que están disponibles a todo cristiano. En la segunda tentación el diablo insinúa al Señor que se lance desde “el pináculo del templo” de Jerusalén, y le hace presente la protección ofrecida por esa palabra divina que Jesús acaba de invocar: “A sus ángeles mandará acerca de ti …” ¿Con qué fin haría tal lanzamiento? ¿A quién iba a beneficiar? Jesús discierne que sólo se trata de complacer al maligno, y lo rechaza con la contestación escrituraria “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”. Jesús no niega que la cita de la Escritura que utilizó Satanás fuera cierta, pero cita otro pasaje para mostrar que la aplicación que había hecho Satanás era defectuosa. Dios sólo interviene a nuestro favor cuando en realidad su intervención es pertinente. Hoy también tentamos a Dios cuando pretendemos que El use su amor y su omnipotencia para contradecirse a sí mismo; cuando queremos obtener su visto bueno para pecar porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia; cuando pensamos que por ser escogidos en Cristo podemos andar en la carne, o que Dios ha de cuidarnos aunque no velemos ni oremos, y vivamos descuidadamente; cuando creemos que si metemos las manos en el fuego en forma intencional, no nos pasará nada porque Dios estará con nosotros como estuvo con los compañeros de Daniel. En el tercer intento de hacerlo caer, el diablo mentirosamente ofrece al Señor “todos los reinos de este mundo y la gloria de ellos”. Se trataba de un atractivo político muy codiciable, que ha hecho caer a incontables hombres con grandes ambiciones políticas y ansias de poder que luego se desvanecen—como fue el caso de Absalón, Napoleón, Mussolini, Hitler y otros. Y por tercera vez Jesús le da un rechazo rotundo, contundente: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”. El maligno tentó tres veces a Jesús, dos de ellas usando la Palabra de Dios con fines torcidos, lo cual muestra su constancia y su astucia al tratar de hacernos caer. Y tres veces lo rechazó Jesús usando correctamente la Escritura, lo cual comprueba la eficacia de esa Palabra para defendernos. La tentación puede venir como palabra divina disfrazada de modo mentiroso pero con apariencia de verdad, que es la forma más peligrosa. Y debe ser vencida con el uso correcto de la Escritura, asimilando el poder espiritual que ella tiene para fortalecernos y protegernos. El ambiente durante la tentación de Jesús no era el mundo con sus atractivos y deliciosos placeres sino el desierto, donde no se advertían los apetecibles y poderosos ofrecimientos del mundo. En cualquier parte podemos ser tentados a la desobediencia. Lo importante es estar preparados y decididos a vencer la tentación con plena fe en la fidelidad del Señor, recordando la promesa de 1 Co. 10:13. En la tentación de Jesús hallamos varias enseñanzas para el cristiano:
La fuente de tentación es Satanás (4:3; 1 Ts. 3:5). La tentación difiere de la prueba en que ésta viene de Dios.
El propósito de la tentación es seducirnos a pecar, a violar la ley de Dios. La tentación prueba el carácter moral, mientras que la prueba, la fe de una promesa.
Satanás escogió un momento físicamente débil de Jesús para tentarlo, y asimismo busca los momentos más apropiados en la vida del creyente, cuando éste parece tener más probabilidades de caer.
La Biblia es el arma más eficaz para derrotar a Satanás (Ef. 6:17).
En la tentación Jesús mostró ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso (He. 2:17), que puede compadecerse de nuestras flaquezas (He. 4:15).
Aun el lugar más santo puede convertirse en lugar de tentación.
La mala aplicación de la Biblia (como lo hizo Satanás durante la tentación de Jesús) es uno de los peligros más grandes ya que provee “base bíblica” para seguir los propios deleites.
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6