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sábado, 2 de abril de 2016

Si alguno les predica diferente evangelio del que han recibido, sea anatema. Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Preparemos la comida para las ovejitas del Pastor de los pastores
EL GRAN RESONDRÓN A LOS TORCEDORES DEL VERDADERO EVANGELIO 

Gálatas 1:8-10

Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
10 Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.
Gálatas, una epístola con chicote doloroso, pero necesario


La medida de este escandaloso abandono 
(Gálatas 1:8–10)

Lo que sigue en Gálatas 1 nos va a sorprender. 

Primero, Pablo se imagina un caso hipotético, usando el modo subjuntivo como si no fuese posible. De esta manera se profundiza su escándalo. “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8). Se supone que sí fuera el caso, sería algo tan increíble que un ángel predicara semejante sustituto falso—realmente sería imposible.

Pero en Gálatas 1:9 agrega lo mismo pero con este cambio notable en el modo indicativo afirmando la presente realidad alarmante. “Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”.

Para algunos, pudiera ser sólo una repetición diciendo lo mismo otra vez para llamar la atención. Pero los amadores de la gramática sabemos que estos dos modos, el subjuntivo y el indicativo, representan dos mundos diferentes del pensar. 

El subjuntivo propone lo irreal, lo no muy probable, lo incierto en un futuro pendiente, pero el indicativo nos trae a la realidad histórica, lo presente, lo seguro y firme. De esta manera Pablo les acerca al anatema, con esta palabra fuerte y devastadora.

La palabra anatema es fortísima en su denuncia. Aparece en 1 Corintios 16:22: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene”. La historia de esta palabra es interesante. Pudiera tener un sentido positivo, algo reservado a Dios como su posesión exclusiva, pero tiene su trasfondo histórico que se halla en el pecado de Acán en Josué 6:17, 18.

En la toma de Jericó Dios había dicho: “Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá… pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, no toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis”.

Sabemos que Acán tomó de lo prohibido, lo reservado exclusivamente para Dios. Acán era culpable por su acto de pura desobediencia. Después de la derrota de Israel en Hai, Dios dijo: “Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espada, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros” (Josué 7:12).

No existe palabra más fuerte y devastadora que Pablo pudiera haber usado en esta situación. Tal es la medida de la vehemencia de Pablo contra esta plaga infiltrándose en los gálatas. Podemos sentir su indignación santa ante la amenaza. El apóstol no puede tolerar el hecho de que el evangelio que les predicó esté en peligro de pervertirse irremediablemente.

Pablo responde: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (v. 10). Para Pablo no puede haber otra motivación que la de complacer a Dios y honrar su gracia en su plenitud.

Cómo se presenta el legalismo hoy en día
Pero uno pudiera decir: ¿No es esto demasiado duro y extremo cuando sólo trataban de agregar un rito de la ley u observación de cierto día que tiene el trasfondo en el Antiguo Testamento?

Hoy en día hay los que diluyen el evangelio a la auto-estima, la búsqueda de auto-realización y el éxito en la vida personal. Se escriben y se compran miles de tales libros con el “evangelio lite”.

Pero para Pablo no era nada insignificante, porque era predicar no la gracia de Dios sino las buenas obras como el medio de aumentar nuestra aceptación delante de Dios. Agregar algo de parte nuestra --por bueno que pareciera-- resulta en orgullo religioso; Dios no soporta eso nunca.

Agregar aun algo a la obra de la cruz, a la gracia de Dios para con los inmerecidos, es invalidar la muerte de Cristo que sigue siendo la única base y medio de agradar a Dios. Sólo nos queda creer y obedecer a la Palabra de Dios en su sencillez con el resultado de la llenura del Espíritu Santo y el fruto del Espíritu.

Hoy en día, hay tantos que quieren que agreguemos algo que pudiera llevarnos a ser “más espirituales”. Algunos buscan ser apóstoles por el poder y la influencia que les da; otros buscan la profecía para que puedan manipular e impresionar a los demás. Hay “encuentros” donde el énfasis es una nueva experiencia, nueva “bendición”, nuevo “thrill”.

En muchas partes del mundo se predica “la Teología de la Prosperidad” y millones la siguen. Dicen a sus feligreses inocentes: “Dame a mí y Dios te multiplicará en lo material”. Otros dicen: “Pare de sufrir” como si fuera el evangelio. Siempre hay una nueva corriente, la próxima novedad. Pero al final de cuentas, estas corrientes que ofrecen tanto no rinden nada, no duran.

Algunos Adventistas del Séptimo Día y otras sectas promueven ciertos reglamentos, guardan el sábado sólo para gloriarse de que lo cumplen o para marcar una diferencia que los separa de los demás. En este escenario moderno, el énfasis no es en la gracia de Dios que produce la verdadera santidad, humildad, servicio y el amor por las almas.

Siempre han existido los extremos: el legalismo o el libertinaje. La Cruz es nuestra única protección contra los extremos. El legalismo siempre ha existido. Produce cierto tipo de “espiritualidad” basada en el orgullo “espiritual”. Lo que podemos hacer por nuestras fuerzas resulta siempre en la comparación con otros, con la tendencia hacia nuestra ventaja.

La carne siempre busca donde gloriarse. Jesús mismo dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida” (Juan 6:63). 

Pablo en Filipenses 3:3 identifica al verdadero creyente: “Porque nosotros somos la circuncisión (la verdadera en el Espíritu), los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”.

El libertinaje se desacredita por los excesos sexuales, pero el legalismo se disfraza bajo ese “orgullo espiritual” donde uno se separa de otro por ser mejor, más “espiritual”, más comprometido a los ritos y reglamentos externos de la religión. Los fariseos fueron los que crucificaron a Jesús al fin de cuenta.

Pablo recoge la sutileza del legalismo y hace frente a él en esta epístola. Que Dios nos dé el discernimiento para reconocer esa trampa y no caer en ella. El legalismo es anatema para Dios y el mensaje de la Cruz.

Principios poderosos para tomar muy en cuenta
    1.      Empezar bien no nos garantiza un andar futuro recto. “Vosotros corríais bien;               ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” Gálatas 5:7.
    2.      Pablo es fiel en la búsqueda del bienestar de sus hijos en la fe. Está                              dispuesto a hacerse “enemigo” de ellos para rescatar su fe. El líder espiritual                se pone en peligro para contender por la fe.
    3.      El apóstol empieza la epístola con un breve sumario de lo esencial del                          evangelio. Es bien evidente que el centro de nuestro mensaje sigue siendo la              centralidad de la obra de la Cruz en su plenitud. La muerte y la resurrección                  de Cristo es “el poder de Dios para salvación”.
    4.      Pablo revela la pasión de su corazón hacia el evangelio de la Cruz y a la vez                revela su pasión por los gálatas que estaban en gran peligro de ser                               traicionados por los judaizantes.
    5.      Por dos repeticiones, una en el subjuntivo y la otra en el indicativo, Pablo                      expone la gravedad de la situación espiritual. No es cuestión de unas                           interpretaciones de la verdad, más bien es el legalismo que destruye la gracia              del evangelio y es anatema para Dios.
    6.      Llega el momento de ponerse firme ante las maniobras de la carne y defender              la verdad.
    7.      Pablo revela aquí para con sus hermanos de Galacia “tough love” (el amor                  duro pero sincero) de un padre espiritual en la fe. Este cáncer tiene que morir               o nos mata.
    8.      Como aplicación para hoy, podemos decir que todo lo que distrae y sustrae                  de la centralidad de Cristo es enemigo del evangelio. Hoy en día puede ser el             entretenimiento de los hermanos por la música “rock”, la exhibición de dizque               don o la personalidad carismática de un “líder”, entre otros.
    9.      Pablo defiende su apostolado y por ende su mensaje es contra todo ataque                   de la carne. No se defiende a sí mismo, sino que establece que su mensaje                 lo recibió directamente por revelación y por eso es autoritativo y apostólico.
    10.      Para el verdadero líder espiritual, ¡qué ejemplo es Pablo: pasión por el                        evangelio, amor para con los hermanos en peligro, fiel en corregir,                                 apasionado por el mensaje de la Cruz!

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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6