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martes, 5 de abril de 2016

¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe?¿Tan insensatos son ustedes? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿ahora van a terminar en la carne?

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Prepárate para enseñar en tu Congregación - Ministros Itinerantes 
 
No por la ley sino por la fe
Gálatas 3:1-14
 
3: 1 ¡Oh gálatas insensatos, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado como crucificado! ¿Quién os hechizó? 2 Sólo esto quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe? 3 ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿ahora terminaréis en la carne? 4 ¿Tantas cosas padecisteis en vano, si de veras fue en vano? 5 Entonces, el que os suministra el Espíritu y obra maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe? 6 De la misma manera, Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 

7 Por lo tanto, sabed que los que se basan en la fe son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura, habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: "En ti serán benditas todas las naciones."  9 Desde luego, los que se basan en la fe son benditos junto con Abraham, el hombre de fe. 


10 Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas.  11 Desde luego, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque el justo vivirá por la fe.  12 Ahora bien, la ley no se basa en la fe; al contrario, el que hace estas cosas vivirá por ellas.  


13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero ), 14 para que la bendición de Abraham llegara por Cristo Jesús a los gentiles,  a fin de que recibamos la promesa del Espíritu por medio de la fe.
 

CRISTO SE HIZO MALDITO, POR NOSOTROS  ¿Murió en vano Jesús? ¿Nuestra salvación es por obras o por fe?

                                Gálatas 3:1–14

Pablo vuelve a la preocupación original que tenía por los gálatas, sus hijos en la fe. El afán espiritual que dio principio a esta carta fue el posible regreso de ellos a la ley de Moisés. Los creyentes de la iglesia en Galacia estaban bajo la presión de los judaizantes que venían predicando a Cristo pero agregando algo más, no era suficiente la Cruz, había que guardar algunos aspectos de la ley.

En aquel entonces era la cuestión de la circuncisión y el error que hacía creer que les faltaba algo esencial en el evangelio predicado por Pablo. La verdad es que los judaizantes tenían su propia agenda. Pablo percibe la trampa y el grave peligro que infiere el error de que a la obra de Cristo le falta algo. La respuesta del apóstol está cargada de profunda emoción, sorpresa y cariño.

Repaso de los dos primeros capítulos de la epístola a los Gálatas
Las tres divisiones principales de Gálatas son: 

  1. capítulos 1 y 2, la autenticidad del apostolado de Pablo, sección biográfica; 
  2. capítulos 3 y 4, la superioridad final de la promesa frente a la ley, sección teológica;
  3. capítulos 5 y 6, la aplicación práctica de la Cruz y el Espíritu, sección exhortatoria.

Pablo empieza la epístola con una breve introducción que marca la importancia de la obra de Cristo. “El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1:4).


 Enfoca el valor y el propósito de la Cruz. Ya que los judaizantes quieren socavar la autoridad apostólica de Pablo, él dedica los primeros dos capítulos para establecer las bases firmes de su evangelio. La táctica de ellos fue: si no se puede acabar con el mensaje, es necesario acabar con el mensajero.

Pablo establece el derecho de su mensaje al declarar su elección y su llamado. “Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia (Gálatas 1:15). La media vuelta del fariseo a predicador debe haber establecido lo genuino de su transformación; luego no pudo haber recibido el evangelio de Pedro porque permaneció con él no más que quince días (Gálatas 1:18). Además en el gran Concilio de Jerusalén (Hechos 15) no le agregaron nada a su mensaje ni a su ministerio (Gálatas 2:1–10).


Finalmente, en su choque con Pedro, Pablo señaló el error de los judaizantes, el de hacer una diferencia entre judíos en Cristo y gentiles en Cristo. Al reprender a Pedro, Pablo explicó lo que estaba en peligro: la gracia de Dios, la unidad de los creyentes y el poder transformador de la Cruz en la vida del creyente (Gálatas 2:12–21).

La ley mosaica frente a la gracia y la promesa de Dios a Abraham (Gálatas 3:1–14)
A grandes rasgos Pablo examina el papel de la ley mosaica en el plan de Dios. Enseña claramente que la ley fue dada por Dios con un propósito netamente preparatorio. Los judaizantes habían tergiversado el plan de Dios para sus propios beneficios.

La sorpresa y el pasmo de Pablo ante una situación crítica (Gálatas 3:1–5)
Al final de esa sección preciosa de nuestra identificación con Cristo en muerte al pecado y ahora vivos para Dios en Cristo Jesús (Gálatas 2:20, 21), Pablo supone que “pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). Semejante pensamiento no puede ser posible. Pero es precisamente a lo que los judaizantes conducían a los gálatas. El apóstol exclama sorprendido y angustiado: “¡Oh, gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?” (Gálatas 3:1).


Es muy interesante analizar el verbo “fascinar” al relacionarlo con la costumbre supersticiosa del mal de ojo. Para Pablo, la situación de los gálatas era como si les hubieran impuesto un encantamiento de tal manera que quedaron confusos y embrujados. No podía ser por la mera ignorancia de los gálatas, porque Cristo les había sido anunciado por medio de carteles oficiales anunciando el triunfo de la Cruz. Debe haber otra influencia más maligna.


Por medio de cuatro preguntas retóricas muy pertinentes, Pablo expresa su asombro y agonía espiritual. En rápido orden vienen: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois?¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? Si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (vv. 2–5).


Pablo quiere hacerles caer en la cuenta de que van por el rumbo opuesto a todo lo que habían recibido: el Espíritu y las manifestaciones de él; pero ahora regresan por la carne, perdiendo lo ganado a pesar de sus sufrimientos por Cristo. Nótese el agudo contraste de las obras de la ley contra el oír con fe.


Pablo les presenta la locura completa de abandonar lo que les trajo todo lo que tienen; al dejar la vida sustentada por el Espíritu regresan, sin duda, a vivir por la carne. Ahora, con una carga de pasión, amor y exhortación, su padre espiritual los llama necios, insensatos, embrujados espiritualmente.


Pablo establece la incompatibilidad total de la fe y el Espíritu con los reglamentos viejos de la ley. En el Espíritu se gozan de la libertad, el perdón, la justificación por la gracia de Dios y la unión con el Crucificado. Es mucho lo que tienen por perder. A esta altura entendemos, entonces, su primera reacción fuerte: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (Gálatas 1:6).

Pablo los devuelve a la bendición del Pacto Abrahámico (Gálatas 3:6–9)
Pablo vuelve a las verdades del Antiguo Testamento el cual los judaizantes deberían haber reconocido como la última autoridad. El apóstol, muy conocedor de las Escrituras, argumenta con base en la palabra inspirada. Abraham, llamado desde más allá del río Éufrates, de una familia idólatra (Josué 24:2), obedeció a la orden de salir con la plena bendición de un pacto incondicional de parte de Dios.


Abraham, centenares de años antes de la ley, “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15:6). La bendición prometida para todas las naciones (3:8) empezó con solo el oír con fe. ¿Cómo pueden los judaizantes ofrecer algo mejor?
Pablo se percata de la estrecha relación de Abraham con el pueblo de Dios. Con base en esta relación afirma que somos hijos de Abraham y por ende hijos de la fe. Entramos en las plenas bendiciones del pacto que Jehová le dio en gracia sólo por oír con fe.

Pablo les recuerda que el Pacto Mosaico trae consecuencias fatales (Gálatas 3:10–12)
Pablo confronta a los gálatas que persisten en ponerse bajo la ley. Armado de las citas del Antiguo Testamento, revela lo que realmente han escogido, si siguen a esos falsos maestros. “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para hacerlas” (Gálatas 3:10; Deuteronomio 27:26). Vivir bajo maldición no es opción para nadie. La pregunta es: ¿Ha cumplido alguien toda la ley en toda ocasión en que se ve enfrentado a una tentación?


Habacuc dice lo contrario, abriéndonos un camino totalmente diferente: “Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá” (Gálatas 3:11; Habacuc 2:4). Si los gálatas valorizan su salvación, su justificación ante Dios, tienen que darse cuenta de que no les queda ninguna opción si tratan de mezclar la fe con las obras.


La ley los condena, no los salva. Cristo basta; agregar algo a su obra perfecta es sustraer fatalmente la eficacia de ella. No se pueden tener dos cosas tan diametralmente opuestas. No se puede escoger y agregar como le dé la gana a cada quien. Su vacilación es seria y tendrá consecuencias imprevistas y nefastas.

Pablo vuelve al tema de la Cruz y muestra los beneficios (Gálatas 3:13–14)
La maravilla de la Cruz emerge en toda su gloria. “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero) para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:13, 14; Deuteronomio 21:23). Aquí está la esencia del evangelio.


Cristo tomó sobre sí la maldición de la ley que nos correspondía a nosotros como consecuencia del pecado. Habiendo satisfecho totalmente a su padre, el juez justo, Cristo nos compró del mercado de los esclavos y pagó el “kofer”, precio de rescate con su preciosa sangre. Libres de la ley y su furor, descansamos en nuestro Redentor.
La Biblia dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Absolutamente nada nos falta. ¿Quién puede agregar algo a esa obra completada en la Cruz cuando dijo: “¡Consumado es!” (Juan 19:30)?

¿Cuál es la importancia de este tema ahora? -- las obras versus la fe
Se pudiera preguntar el lector: ¿Qué tiene que ver todo esto hoy en día? Lo de la circuncisión no es asunto nuestro. Los judaizantes ya no nos perturban. ¿Es esto un punto doctrinal muy arcaico? De ninguna manera. Algunos términos se cambian, pero tras la superficie es un tema candente hoy en día.


El corazón humano motivado por su auto-importancia y su orgullo desea siempre participar en merecer algo; se cree que eso le da importancia aun ante Dios. Hay una tremenda satisfacción al decir: ya lo logré por mi propio esfuerzo. Pero ante un Dios santo y perfecto, a quien todos tenemos que dar cuenta algún día, sabemos muy bien que no podemos pararnos en su presencia revestidos de nuestras obras. “Porque todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).


Este verso de Romanos descalifica al mejor. Dios dice que todos pecamos (aoristo/tiempo pasado). Eso quiere decir que en Adán, nuestro primer padre, la naturaleza humana pecó de una vez; se extravió de tal manera que nacimos con ese rumbo errante. Además estamos (tiempo presente) destituidos; es decir, delante de Dios estamos en bancarrota. Tanto nuestro ser como nuestros actos nos condenan. Nada nos puede calificar para ofrecer algo a Dios.


Sabiendo todo esto, Dios propuso una redención que dependería cien por ciento de él y de la obra de su Hijo (Juan 14:6). Sólo ellos dos en uno podrían remediar el mal de hombre. Por lo tanto, ideó un plan en que Dios mismo tomaría la iniciativa y proveería con base en el oír con fe, un regalo de perdón y restauración.


Para que el hombre sintiera su necesitad, siendo ciego y orgulloso, Dios tuvo que dar realce al pecado del hombre. Por eso mandó la ley de Moisés para hacer resaltar nuestro mal y llevarnos en nuestra depravación a acercarnos a él por el oír con fe. Será el tema del próximo estudio (Gálatas 3:15–29).


¿Cómo se nos presenta este problema hoy día? El ser humano religioso quiere hacer su parte para, al fin de cuentas, participar en las recompensas. Pero Dios NO comparte su gloria con ninguno (Isaías 48:11). Nos acercamos a Dios bajo sus condiciones, llegamos a él reconociéndonos pecadores, no nos acercarnos ofreciéndole algo nuestro, pues no lo tenemos. Los dos son incompatibles.


Dice la Biblia que “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). Además el orgullo de presumir que podemos hacer algo revela la ceguera del corazón duro. Recibir el don de Dios requiere arrepentimiento y oír con fe (Gálatas 3:2, 5).


Otra fase de este problema es que tantos dependen de su religión, su iglesia, sea la Católica, la Ortodoxa, la Protestante, pensando que el bautismo, la confirmación, la misa, los rituales de la iglesia serán el medio o la garantía suya de ser aceptos de parte de Dios. ¡Grande y horrorosa será la desilusión de tales en aquel día!


Aun entre nosotros los evangélicos hay un error sutil pero pernicioso. Se nos dice muchas veces que si buscamos el don de hablar en lenguas, o logramos obtener el don de la profecía, o ser ordenado como apóstol o profeta, de esa manera llegamos a ser más espirituales. Y aun entre los fieles si servimos tantos años, o logramos tener muchos seguidores, o llegamos a ser pastor de una mega-iglesia, ya hemos logrado mucho.
De hecho tenemos que dejar la idea errónea de que con esos “logros” nuestro ministerio y mensaje son exitosos y realmente glorifican a Dios. Toda meta de tal estilo no vale nada ante Dios.


Nuestro mensaje es Cristo y sólo Cristo. Todo es por la pura gracia de Dios en la Cruz; Pablo llamaría a todo aquello descrito arriba como “otro evangelio”. El peligro de los gálatas está todavía con nosotros hoy. Es urgente que tomemos muy a pecho el mensaje de esta epístola. Que nos ayude Dios.

Verdades poderosas para tomar en cuenta
    1.      Debemos estar sobre aviso porque en el momento menos pensado podemos ser embrujados por el enemigo y la enseñanza falsa. El único remedio es apegarnos a las Escrituras y depender de la obra de la Cruz.


    2.      A todo costo defendemos la gracia de Dios. Es la piedra de toque del evangelio.


    3.      El legalismo en cualquier forma va en contra de la gracia de Dios entendida bíblicamente. El legalismo exalta lo logrado humanamente. Lo que apela al orgullo humano es fatal. La gracia resulta en la verdadera gloria de Dios y nuestra libertad santa.


    4.      El oír con fe expresa precisamente el papel nuestro ante la gracia de Dios. Nos trae el poder transformador de la Cruz. Resulta en la gloria del Dios trino.


    5.      Con razón Pablo ha sido llamado el Apóstol de la Cruz en todos los aspectos de la gama de la salvación.

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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6