Estos modelos de comunicación diagraman algunas características regulares de la conversación, pero la mayoría de las personas también ha experimentado la dinámica impredecible de la comunicación. Una mujer que usted no conoce, puede decirle: "¡Cuidado con el carro!"
Usted puede oír estas palabras, pero no estar seguro de si ella le está hablando a usted. Usted vuelve a mirar y se da cuenta de que lo está mirando y a la vez señala con desesperación hacia su izquierda. Recién ahí usted toma conciencia de que ella está tratando de advertirlo de un peligro. En seguida usted reacciona y evita el automóvil que, de repente, comenzó a dar marcha atrás en su dirección. Luego, le agradece a la mujer.
El proceso solo tomó segundos, pero incluyó la transmisión de una idea significativa a través de palabras y gestos, de modo que el receptor pudo entender la advertencia y actuar. Si usted hubiera continuado pensando que la extraña le estaba hablando a alguna otra persona, la comunicación no hubiera ocurrido. Si usted hubiera entendido que las palabras eran: "¡Cuidado con el barro!", hubiera habido una comunicación equivocada.
La comunicación exitosa incluye la recepción de la idea que el emisor quiere transmitir. Los sonidos y los gestos conllevan un significado que se intenta transmitir, que puede ser interpretado correctamente o no.
Si el mensaje no tiene sentido para el que lo escucha o si se interpreta como algo que no es, se produce un quiebre en la comunicación. Las barreras para la comunicación podrían incluir: ruidos que distorsionan o interrumpen el mensaje, ignorancia acerca del tópico o actitudes preconcebidas acerca del que habla. Un discurso pobremente estructurado, afirmaciones sin respaldo o conclusiones exageradas también pueden interferir con una comunicación efectiva de ideas.
La comunicación teológica
La teoría de la comunicación no considera la dimensión teológica en este proceso, pero sí provee un examen útil de la interacción humana. Debe agregarse el factor divino al paradigma de la comunicación, ya que tanto Dios como el mensajero juegan papeles clave para convencer a los oyentes que cambien su manera de pensar.
Los mensajeros no pueden controlar ni limitar la obra de Dios, pero necesitan ser conscientes de los factores humanos que influyen en una buena comunicación. Esto complementará la obra de Dios en la mente del oyente, en lugar de desanimarla.
Cuando los factores divinos se insertan en las dos puntas de esta estructura de comunicación, se define un modelo más completo del discurso profético.
El impacto del poder trascendente sobre el proceso de comunicación es difícil de cuantificar, pero el texto profético insiste en el papel que juega Dios en la comunicación (Miq. 3:8; Ezeq. 11:5).
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6