No te Avergüences
¿Avergonzado?
2 Timoteo 1:6–10
Timoteo tenía un lugar único en el círculo de colegas del apóstol Pablo. En Filipenses 2:19–22 el apóstol escribió diciendo de él: “pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.
Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio” (compare 1 Corintios 4:17, Romanos 16:21, 1 Tesalonicenses 3:2). Pablo le había confiado misiones importantes y delicadas en Tesalónica y Corinto (1 Tesalonicenses 3:1 ss, 1 Corintios 4:17).
Cuando escribió esta carta, lo había dejado en la estratégica pero difícil ciudad de Efeso para continuar el ministerio (1 Timoteo 1:3–4).
Sus responsabilidades en Efeso eran grandes y especiales porque debía detener la enseñanza de falsas doctrinas, seleccionar ancianos y diáconos calificados y poner en orden los cultos de adoración.
También tenía que normalizar la ayuda para las viudas y enseñar fielmente la sana doctrina. Necesitaba dar ejemplo de espiritualidad y ética moral. Además, era de esperarse que tuviera mayores responsabilidades en el futuro, porque Pablo presentía que su muerte estaba cerca. El apóstol confiaba a Timoteo (y a otros) la responsabilidad de mantener la doctrina que él había enseñado y defendido por tantos años.
¿Le ha pedido Dios a usted algo difícil? ¿Se siente débil, e incapaz de servir al Señor? ¿Es líder en su iglesia? ¿ Es pastor de una congregación como la de Efeso que tiene muchas necesidades? ¿Quiere Dios que usted testifique de Cristo en su trabajo o en la escuela? ¿Le parece imposible? También Timoteo sentía que era incapaz de realizar esa obra.
Pablo reconocía las debilidades de Timoteo y sabía que era relativamente joven, según se expresa en 1 Timoteo 4:12 y 2 Timoteo 2:22. Aunque no se sabe con seguridad su edad, posiblemente tendría unos 35 años.
En la sociedad judía, se acostumbraba que los líderes fueran hombres de mayor edad. Timoteo era todavía joven para tener la gran responsabilidad de ser pastor en una congregación compuesta en parte por personas mayores que él.
TIMOTEO
SUS CUALIDADES:
EXPERIMENTADO, CONFIABLE, NOBLE
SUS DEBILIDADES:
JOVEN, ENFERMO, TIMIDO
Además, Pablo menciona las “frecuentes enfermedades” de Timoteo (1 Timoteo 5:23). Es posible que la sobrecarga de trabajo y el estrés de los problemas en la iglesia agudizaran su debilidad física natural. El malestar le hacía más difícil su ministerio.
Pablo también experimentaba aflicciones físicas y había orado intensamente para que Dios le quitara el “aguijón en la carne”. Pero el Señor no lo había sanado, sino que le enseñó una grande lección que Timoteo necesitaba aprender así como nosotros:
Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Corintios 12:9–10).
La Biblia enseña que no siempre es la voluntad de Dios que el cristiano sea sanado de sus enfermedades. El Señor usa esas experiencias para enseñarnos a depender de él y para que otros observen que él sostiene al creyente con su gracia y poder.
Además de la debilidad física de Timoteo, Pablo reconocía en su compañero una personalidad tímida.
Cuando Pablo lo envió a Corinto, pidió a los Corintios que lo recibieran con tranquilidad y que nadie lo tuviera en poco (1 Corintios 16:10–11). En esta última carta a Timoteo, el apóstol lo exhorta algunas veces a que no tenga miedo y que enfrente las aflicciones. Al igual que Moisés, Timoteo no estaba muy dispuesto a aceptar todos los peligros y dificultades que podría enfrentar en su ministerio. El mensaje de 2 Timoteo debe fortalecer a todo cristiano que teme no poder cumplir con la voluntad de Dios.
Es saludable que el creyente se dé cuenta de las áreas de debilidad o desventaja que tiene. Así puede ser más consciente de su dependencia del Señor en estos aspectos y buscará en la Palabra de Dios la manera de fortalecerlas. ¿Ha experimentado usted lo que Pablo decía “cuando soy débil, entonces soy fuerte”? (2 Corintios 12:10). Esto sucedió porque necesitaba confiar más en el poder divino.
También, es bueno reconocer las capacidades y talentos más fuertes que tenemos, porque es muy posible que debamos usarlos especialmente para servir al Señor.
PARA REFLEXIONAR
¿Cuántas veces se encuentra la palabra “avergonzarse” en el primer capítulo de esta carta?
¿A quién se refiere en cada caso?
¿Puede recordar una experiencia personal en que usted se avergonzó de dar testimonio del evangelio?
¿Por qué piensa que sintió vergüenza?
Buscar en 2Timoteo 1:5–9 varios factores que ayudan a quitar cualquier sentimiento de pena.
¿Cuáles son los valores que deben sustituir a la cobardía en la vida del creyente? ¿Por qué piensa usted que cada una de esas cualidades suprime el temor?
A menudo, el apóstol Pablo revelaba el énfasis de su enseñanza repitiendo una palabra o una idea varias veces porque sabía que la repetición llama la atención del lector. Tres veces en el capítulo 1 Pablo habla de no avergonzarse. En el versículo 8 es un mandato para Timoteo. En el 12, Pablo comparte su testimonio personal como ejemplo a su discípulo y a nosotros. En el versículo 16, Onesíforo es el segundo ejemplo de un creyente que no se avergonzaba.
Recordamos que antes de su primer viaje a Roma, el apóstol afirmó con emoción: “Así que, en cuanto a mi, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:15–16). Pablo no acusa a Timoteo de haberse avergonzado, pero observa en él cierta timidez que tal vez le dificultara el hacer todo lo necesario en su ministerio en Efeso.
En 2Timoteo1:8, se señalan dos posibles motivos de vergüenza por parte de Timoteo:
1) la vergüenza “de dar testimonio de nuestro Señor” y
2) La que surgía del encarcelamiento de Pablo.
El “testimonio de Cristo” puede referirse al que debía dar a los habitantes incrédulos de la gran ciudad pagana de Efeso, que estaba llena de idolatría de los seguidores de la diosa Diana (Afrodita). Pero también es posible que Pablo lo relacionara con el reto de defender la sana doctrina frente a los ataques de los falsos maestros.
Estos criticaban a Pablo y se burlaban de que de nuevo estaba en prisión. El apóstol había sido encarcelado en Jerusalén, Cesarea y Roma por predicar la salvación por gracia y por proclamarla a los gentiles. Los judaizantes querían minar su autoridad y mostrar que Dios no lo bendecía porque había permitido que fuera encarcelado.
En los versículos 5–11, Pablo enseña a Timoteo varias razones por las que el joven no debía avergonzarse.
¿POR QUE NO DEBIA AVERGONZARSE
TIMOTEO?
PORQUE:
1. DIOS LO HABIA CAPACITADO V. 6
2. DIOS VENCE TODO TEMOR V. 7–8
3. DIOS LE HABIA ENCARGADO EL EVANGELIO DE PODER VV. 9–10
DIOS NOS DA LAS HABILIDADES PARA SERVIRLE: 2Timoteo 1:6
Para animar y fortalecer a Timoteo, Pablo le recuerda el inicio de su ministerio cuando había recibido un don espiritual, posiblemente el de enseñanza ( 1 Timoteo 4:13–14). Los que tienen ese don se sienten motivados a estudiar la Palabra de Dios.
Son capaces de explicar su significado y aplicar la enseñanza a la vida de los creyentes. Seguramente el ministerio que Dios le había dado a Timoteo había sido de bendición para muchas personas.
Más que nunca se necesitaba la exposición de la Palabra de Dios en Efeso para la evangelización y edificación. Los miembros de cualquier congregación necesitan la enseñanza y aplicación de la Palabra para llenar sus necesidades espirituales y morales. Timoteo debía renovar y ejercer las capacidades que Dios le había provisto.
Cada creyente tiene por lo menos un don espiritual. Algunos tienen el de evangelismo y saben manifestar su preocupación por los que no conocen a Cristo y comunican claramente lo que el Señor ha hecho en sus vidas.
Otros tienen el don de servir; se gozan cuando tienen la oportunidad de apoyar a la iglesia y ayudar a otros creyentes en distintas maneras: con la música, la construcción, el mantenimiento, el ornato, medicina, contabilidad, en la secretaría, en la biblioteca, en la cocina y en tantas otras formas, según los conocimientos que Dios les haya dado.
Algunos en la iglesia tienen el don de pastor aunque no ocupen ese puesto. Sin embargo, se preocupan por el bienestar espiritual de otros creyentes. Los aman,los discipulan, los aconsejan y los animan para que crezcan en la fe. Otros miembros de la iglesia tienen los dones de misericordia, de ofrendar, de fe, de administración y de exhortación.
Es lamentable que muchos cristianos no estén sirviendo al Señor con las habilidades espirituales que Dios les ha dado para edificar el cuerpo de Cristo. En parte, a eso se debe que una iglesia sea débil, que tenga disensiones o que no crezca.
El apóstol dice que él mismo le impartió el don espiritual a través de la imposición de las manos. 1 Timoteo 4:14 sugiere que otros ancianos también participaron en ese acto, probablemente cuando Timoteo estaba iniciando su ministerio. La imposición de las manos era una práctica común en los días apostólicos, pero ningún creyente hoy tiene la autoridad que ellos tenían.
Actualmente, la imposición de manos es un símbolo de identificación con la persona y se usa para pedir la bendición de Dios para el que entra en un ministerio.
El versículo 6 nos enseña dos verdades importantes.
En primer lugar, cuando Dios pide que le sirvamos en alguna cosa, él provee la habilidad para trabajar efectivamente. Esta confianza nos anima a tener valor y perseverar en nuestro servicio al Señor. Recordar estas bendiciones de Dios nos guarda de avergonzarnos frente a la oposición o aflicción.
En segundo lugar, el creyente es responsable de desarrollar y utilizar las capacidades que Dios le ha provisto. Si no las usa, las habilidades se tornan débiles o inútiles. Tenemos que ser obedientes y activos en el aspecto del ministerio que nos toca. “Que avives el fuego del don de Dios que está en ti” es el mandato de Pablo.
DIOS NOS DA LAS CUALIDADES QUE SUPRIMEN EL TEMOR
2Timoteo1:7–8
El versículo 7 habla directamente de la timidez, el temor o la cobardía y está relacionado con el 6. Pablo dice que si Timoteo no cumple activamente su ministerio en Efeso será por cobardía y que esto no viene del Señor.
Cuando los discípulos estaban en la tempestad y despertaron a Jesús, éste les preguntó: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mateo 8:26). Aquella tempestad nos hace pensar en las tribulaciones que enfrentamos cuando servimos a Dios. Cristo se sorprendió cuando los discípulos se atemorizaron, porque él estaba con ellos y debían haber confiado en él.
Al final de su ministerio, Jesucristo dejó una promesa y un mandato con relación al temor y utilizó la misma palabra “miedo” que encontramos en Mateo 8 y en 2 Timoteo 1:7: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
Dios nos provee de tres cualidades que sustituyen a la cobardía: el poder, el amor y el dominio propio. ¿Cómo nos ayudan a nosotros? Si confiamos en el poder divino que nos capacita, que contesta las oraciones y que obra en las vidas de las personas a quienes ministramos, entonces no tendremos temor. Dios prometió que el Espíritu Santo nos daría el poder para el ministerio (Hechos 1:8). Es inútil tratar de servir al Señor sin contar con el poder del su Espíritu que vive en nosotros.
Esa divina persona también produce el amor en el creyente, la primera caracterí stica que aparece en la lista del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). El amor para los que no pertenecen todavía a Cristo y el afecto para los creyentes, motiva al cristiano a servir y, si es necesario, a sufrir por ellos. Lo opuesto al amor es el egoísmo, que fomenta el miedo por temor a perder el prestigio, la seguridad o las cosas materiales.
Finalmente, el Señor nos da el dominio propio, o sea la autodisciplina. Esta expresión describe una mente sana, sobria y equilibrada, no controlada por el pánico, sino por la fe y la calma.
PODER + AMOR + DOMINIO PROPIO = NO TENER MIEDO
El creyente no necesita que Dios le dé algo nuevo, sino que debe aprovechar y avivar lo que ya le ha dado por medio del Espíritu Santo. Tal vez Timoteo había sido negligente en cuanto a su vida espiritual. ¿Está cultivando usted el poder, el amor y el dominio propio en su vida?
El versículo 8 continúa la cadena de pensamientos. Pablo ha dicho que Timoteo debía usar su don espiritual en el ministerio (v. 6) porque Dios nos da lo que necesitamos para vencer la timidez (v. 7). Puesto que la cobardía no es de Dios (v. 7), Timoteo no tenía por qué avergonzarse (v. 8).
El apóstol habla de cuatro conceptos en estos versículos: ser activo en el ministerio (v. 6), no tener miedo (v. 7), no avergonzarse (v. 8a) y participar de las aflicciones por el evangelio (v. 8b). Todos ellos están íntimamente relacionados. El miedo a sufrir la oposición de los enemigos del evangelio y de Pablo, podría hacer que Timoteo sintiera vergüenza y se abstuviera de realizar algún aspecto de su trabajo. Tal vez no quería entrar en pugna con los falsos maestros.
El creyente también siente miedo y vergüenza porque teme la burla, la crítica, el rechazo y el sufrimiento. Pablo insiste con su discípulo varias veces diciéndole que la aflicción es una experiencia normal del creyente. Por su parte, Pedro aclara que no debemos sufrir por haber hecho lo malo (1 Pedro 2:20, 3:17), pero no debe de sorpendernos cuando sufrimos por servir a Dios. Cuando sucede así, nos hacemos “participantes de los padecimientos de Cristo”.
El creyente ha de rechazar la enseñanza moderna que dice que Dios siempre dará al buen creyente una vida placentera, próspera y de buena salud. Recordemos que el autor de la carta era un hombre enfermo, estaba preso por su fe y pronto iba a ser ejecutado (1:12, 4:6). Dios usa el sufrimiento para dar testimonio de la constancia de nuestra fe y para instruirnos. El sufrimiento fortalece el carácter y la fe, y lleva al creyente hacia la madurez espiritual.
AMADOS, NO OS SORPRENDAIS DEL FUEGO DE PRUEBA QUE OS HA
SOBREVENIDO, COMO SI ALGUNA COSA EXTRAÑA OS ACONTECIESE,
SINO GOZAOS POR CUANTO SOIS PARTICIPANTES DE LOS PADECIMIENTOS DE CRISTO, PARA QUE TAMBIEN EN LA REVELACION DE SU GLORIA OS GOCEIS CON GRAN ALEGRIA
(1 PEDRO 4:12–13)
¿Puede usted notar cómo Dios usa la aflicción en su vida para forjar su carácter y fomentar su crecimiento espiritual?
DIOS NOS HA DADO EL EVANGELIO DE PODER
2Timoteo 1:9–10
Ninguna otra cosa anima y motiva al creyente más que recordar y entender la grandeza del evangelio de Cristo. Es imposible sentir miedo o vergüenza cuando nos damos cuenta de lo que Dios nos ha dado. Por eso, Timoteo y cada creyente debe servir con fidelidad y valor, aun cuando haya peligro y sufrimiento.
REFLEXIONEMOS
Con base en los versículos 9–10, haga una lista de lo que Dios ha hecho y lo que hará por medio del evangelio.
¿Por qué es tan importante la verdad de que Dios nos salvó “no conforme a nuestras obras”?
¿Qué hizo el Señor antes de los tiempos?
¿Qué hizo cuando Cristo vino al mundo?
¿Qué le motivó a salvarnos?
¿Cuál es la responsabilidad que Dios le ha dado a usted con respecto al evangelio?
Dios nos Llamó a ser salvos
2Timoteo 1:9
Lo maravilloso y potente del evangelio se nota en las varias afirmaciones que hace Pablo en el versículo 1:9.
El evangelio salva.
El evangelio ofrece perdón a quienes lo aceptan y los rescata del castigo por el pecado que es la muerte eterna. Nos libra del poder de éste y un día, cuando estemos con Dios, seremos salvos de la presencia del pecado. Por el gran poder que tiene el evangelio, el creyente no debe avergonzarse de él.
Dios tomó la iniciativa.
El hombre no buscó a Dios, sino que él lo Ilamó desde la eternidad. Entender la doctrina de la elección es difícil para la limitada mente humana. Sin embargo, es una enseñanza bíblica maravillosa.
El saber que Dios nos escogió por su gracia, sin hacer nosotros nada, fomenta en nosotros la humildad y la gratitud .
Esta doctrina excluye la jactancia humana y da toda la gloria a Dios. También, entender la iniciativa divina produce seguridad y paz, porque la salvación no depende del hombre, sino del poder y gracia de Dios. No se debe sentir vergüenza porque la salvación es una obra divina.
El llamamiento de Dios es santo.
El evangelio no sólo tiene el propósito de perdonar los pecados, y asegurar nuestro destino eterno, sino que tiene la finalidad de producir la santidad en el creyente. El evangelio transforma vidas. Dios dice a su pueblo: “Sed santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44–45, 19:2, 1 Pedro 1:15–16).
El ser salvo por gracia no quiere decir que el creyente seguirá en el mismo camino de pecaminosidad.
Si el hombre persiste en la misma desobediencia, entonces, no muestra los frutos del arrepentimiento y de la regeneración. El poder transformador del evangelio es maravilloso y quita la vergüenza.
La salvación no depende de los esfuerzos humanos.
El énfasis del versículo 9 es que la salvación es por gracia, no por obras. La redención no se gana por méritos humanos (Efesios 2:8–10, Tito 3:4–5).
Esta verdad es incomprensible para el corazón del hombre. Los creyentes tienden a pensar que han de esforzarse por merecer la salvación y que su buen comportamiento es necesario para mantenerse salvo.
Pablo enseña que, si la justificación se lograra por las obras humanas, no sería por las obras humanas, no sería por gracia (Romanos 4:2–5). La gracia de Dios es el favor divino que uno no merece. Uno de los propósitos de la Biblia es demostrar que los hombres no son obedientes a Dios (Isaías 64:6, Romanos 3:9–12).
El creyente no debe tratar de conservar su salvación a través del buen comportamiento, sino que debe alabar a Dios por haberle dado una salvación perfecta y eterna. Debemos sentirnos motivados a obedecer a Dios por amor y gratitud y anhelar ser conformados a la imagen de Jesucristo. El cristiano debe manifestar al mundo el santo y glorioso carácter de Dios.
Cuando nos damos cuenta de la maravillosa gracia de Dios, como cristianos no debemos sentir pena de compartir el evangelio.
Dios nos salvó por la venida y muerte de Jesucristo 2Timoteo1:10a
El plan de redención comenzó en la eternidad, pero la provisión de la salvación sucedió cuando Jesucristo vino a la tierra para morir en la cruz. Sin Cristo, no existiría el evangelio, sin él, no hay salvación.
Dios tuvo que intervenir en la historia humana a través de Cristo Jesús. En su muerte, Ilevó nuestro castigo. En su resurrección, Dios confirmó que Cristo es Dios, que su muerte fue eficaz y que el evangelio es la verdad. Timoteo no debía avergonzarse del evangelio porque sabía que Jesucristo había venido para redención de los hombres.
Dios nos salvó para darnos vida eterna 2Timoteo1:10b
Si el creyente ha de sufrir por su fe, lo peor que le puede suceder es perder su vida. Pero Jesucristo resolvió este problema. Pablo dice que Cristo abolió la muerte.
La Biblia habla de la muerte en varios sentidos: la física, o sea la separación del alma y el cuerpo; la espiritual, o sea la separación del alma y Dios; y la eterna, que es la separación de Dios del individuo para siempre.
Todas son resultado del pecado.
Cuando Pablo escribió que Jesús “quitó la muerte”, no quería decir que la eliminó. Los que no han creído en Cristo siguen separados de Dios (Efesios 2:1–2). Los humanos siguen experimentando la muerte física y algunos sufrirán la “segunda muerte”, la muerte eterna (Apocalipsis 20:14).
El verbo que Pablo utiliza tiene varios sentidos, pero el primordial es “hacer inefectivo, impotente o inútil”. La muerte todavía existe, pero fue derrotada a través del sacrificio de Cristo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55)
Para el creyente, la muerte espiritual y la muerte eterna ya no existen, porque ha recibido la vida eterna; la muerte física es simplemente “dormir” en Cristo. Pablo dice que “el morir es ganancia… lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:21, 23). Además, la muerte física no señala el fin del cuerpo.
En la resurrección, Dios “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:21). Jesucristo ha vencido la muerte.
Así el Señor Jesús sacó a luz la vida y la inmortalidad (“incorruptibilidad”) para los que lo reciben como su Salvador personal. Por eso, ni Pablo, ni Timoteo, ni ningún creyente debe temer el sufrimiento ni la muerte.
¿Cómo puede un cristiano sentir vergüenza cuando testifica de un mensaje tan potente y transformador?
VAMOS A REFLEXIONAR
¿Cuál es el don espiritual que Dios le ha dado?
¿Necesita, como Timoteo, ocuparlo más activamente?
¿Cuál es el reto, el problema o la experiencia que le da miedo en este momento? ¿Cuáles de las características del versículo 7 necesita usted ahora?
En esta semana, ¿cuáles son algunos pasos específicos que puede dar para manifestar el poder, el amor y el dominio propio?
¿Ha creído usted en el evangelio de Jesucristo de que Pablo habla en los versículos 9–10? Si la respuesta es “sí”, entonces, ¿cuál es la base de su seguridad?
¿Está confiando totalmente en el sacrificio de Jesucristo para la salvación eterna? o ¿sigue tratando de lograr que Dios le acepte por medio de su buen comportamiento? Esta promesa del evangelio era de vital importancia para Pablo al enfrentarse a la muerte.
¿Cuáles son sus reacciones al pensar en su propia muerte?
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6