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viernes, 23 de octubre de 2015

Construyámonos una ciudad y una torre con una representación de los cielos. Y hagámonos un nombre...confundamos allí su lengua para que nadie entienda el lenguaje de su compañero.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6









Babilonia
Génesis 11: 1-9

1      Entonces toda la tierra era de una sola lengua y de unas mismas palabras.
2      Y en su deambular hacia el oriente, encontraron una llanura en la tierra de Sinar y se establecieron allí.
3      Entonces dijo cada cual a su prójimo: ¡Vamos! Fabriquemos ladrillos y cozámoslos al fuego. Y el ladrillo les fue por piedra y el asfalto por argamasa.
4      Y dijeron: ¡Vamos! Construyámonos una ciudad y una torre con una representación de los cielos. Y hagámonos un nombre, no sea que seamos esparcidos por la faz de toda la tierra.
5      Pero YHVH descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos del hombre.
6      Y dijo YHVH: He aquí que son un pueblo, y todos ellos tienen la misma lengua, y este es sólo el principio de su obra, y nada les hará desistir de lo que traman hacer.
7      ¡Vamos!, descendamos ya y confundamos allí su lengua para que nadie entienda el lenguaje de su compañero.
8      Y los dispersó YHVH de allí por toda la superficie de la tierra, y desistieron de construir la ciudad.
9      Por eso llamó su nombre Babilonia, porque allí confundió YHVH la lengua de toda la tierra, y desde allí los esparció YHVH por la superficie de toda la tierra.

LA DISPERSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS

ESTUDIAMOS NUESTRA LECCIÓN PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN 
 LA DISPERSIÓN DE BABEL 
Génesis 11:1–9


Este pasaje explica cómo se esparcieron las naciones por toda la tierra del mundo antiguo. Contiene un mensaje de juicio: lo que era el orgullo de los hombres, fue precisamente lo que provocó su caída, y lo que más temían, fue lo que vino sobre ellos (cf. Pr. 10:24a).

El relato se estructura usando el paralelismo antitético y el quiasmo (fig. de la retórica que consiste en presentar en orden inverso los miembros de dos secuencias; e.g. “Cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer”). Todo lo que la humanidad se propuso en la primera parte de la porción (Gn. 11:3–4), desapareció en la segunda (vv. 5–9); es casi un deshacer o regresión de su actividad, aun al extremo de que se expresa en términos paralelos. La narración gira alrededor del hecho central: “Y descendió Jehová” (v. 5).

Uno de los problemas de este pasaje es la relación que tiene con el cap. 10. El principio del cap. 11 dice que todo mundo hablaba “una sola lengua” y usaba un solo vocabulario, pero en el cap. 10, el relato dice que ya se habían dividido las naciones de acuerdo a sus pueblos y lenguas. Las palabras “tierras”, “naciones”, “familias” y “lenguas” aparecen tres veces, aunque no siempre en el mismo orden (10:5, 20, 31). 

Es probable que 11:1–9 sea la explicación de cómo surgió el arreglo del cap. 10, ya que a menudo, Génesis se sale del orden cronológico para componer el material temáticamente. La cronología exacta sólo se esboza en la expresión que se incluye acerca de Peleg: “en sus días fue repartida la tierra” (10:25).

11:1–4. Parece que el pecado de los sinaritas (habitantes de una llanura en la tierra de Sinar) fue el orgullo desmedido, porque dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre. Esta fue una rebelión abierta contra Dios, porque pretendieron independizarse de él. Con frecuencia se compara a la humildad con la confianza y la obediencia. 

Por el contrario, el orgullo se relaciona con la independencia y desobediencia. Aquí, la gente se unió para fortalecerse y orgullosamente, hacerse de una reputación por sí mismos: por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Parece que esta fue una directa oposición a la orden divina de que se multiplicaran y llenaran la tierra (9:1).

11:5–9. Su deseo de aumentar su unidad y fortalecerse llevaba en sí mismo un gran potencial para cometer la maldad más grande, según la evaluó Dios: han comenzado a hacer la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer (“y ahora nada de lo que se propongan hacer les será imposible”, BLA). Así que lo que no quisieron hacer en obediencia (i.e., esparcirse por la tierra, v. 4), al castigarlos, el Señor lo hizo por ellos (v. 8).

Sin duda, Sinar (v. 2) se refiere a la zona de Babilonia, porque el pasaje culmina (v. 9) usando un juego de palabras. Babel (bāḇel) suena muy parecido al vb. confundió (bālal). Los escritos babilónicos que relatan la construcción de la ciudad de Babilonia refieren que fue edificada en el cielo por los dioses como una ciudad celestial, la cual es una expresión de vanagloria (Enuma Elish VI, líneas 55–64). Esos registros dicen que fue edificada siguiendo el mismo proceso de hacer ladrillos que se describe en el v. 3, pero además, cada ladrillo tenía inscrito el nombre del dios babilonio Marduk. 

Asimismo, el zigurat, la torre que se cree fue construida por primera vez en Babilonia, se decía que tenía su punta en el cielo (cf. v. 4). Esa montaña artificial se convirtió en el centro de adoración de la ciudad, y tenía un templo en miniatura en lo alto de la torre. Los babilonios se enorgullecían de su capacidad de construcción y se vanagloriaban de su ciudad, porque la consideraban no sólo impenetrable, sino también la ciudad celestial bābili (“la puerta de Dios”).

Pero el registro de Génesis ve a esa ciudad como la primera potencia del mundo, el epítome de los poderes impíos. En una palabra, es el “anti-reino”. Por lo tanto, el registro de los vv. 1–9 es literatura polémica, porque muestra el poder absoluto de Dios al dictar ese castigo sumario. 

Lo que la gente creía que era su mayor fuerza—la unidad—el Señor la destruyó con rapidez al confundir su lengua (v. 7; cf. v. 9). Lo que ellos temían más—ser esparcidos (v. 4)—fue lo que vino sobre ellos en forma natural (los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, v. 8; cf. v. 9). Lo que ellos más deseaban—hacerse un nombre (v. 4)—irónicamente fue precisamente lo que sucedió, porque su ciudad vino a ser conocida como “Babel”. Fue así que dejaron de edificar la ciudad y fueron esparcidos por toda la tierra.

Este relato provee una conclusión muy adecuada para los acontecimientos primigenios. La narración describe a las familias de la tierra esparcidas través de todo el mundo entonces conocido y sin esperanza. Ya habían desaparecido tanto la señal de protección para los fugitivos (cf. 4:15) como la señal del arco iris en las nubes (9:13). 

Los hombres se quedaron sin un rayo de esperanza o muestra de la gracia divina. Todo esto deja al lector esperando una solución. Después de incluir una genealogía como conexión (11:10–26), se provee precisamente esa solución. De entre las naciones esparcidas, Dios formó una nación que posteriormente fue su canal de bendición. Así que el Señor no había terminado su plan para la raza humana. Este cap. simplemente prepara al lector para la obra que él va a realizar.

Ciertamente, en todo esto se encuentra algo más que un simple relato de lo que pasó para explicar la lista de naciones (cap. 10). Si Moisés sólo hubiera querido trazar el desarrollo del programa de Dios, lo habría hecho en forma directa. Pero hace uso de juegos de palabras, repeticiones, caracterizaciones y moralejas—todo ello teniendo en mente a la tôrâh (“ley”), la regla moral—para enseñar una lección.

Israel fue llamado de Egipto para constituir la teocracia escogida por Dios. Debía establecerse como el pueblo unificado de Dios y ser conocido en todo el mundo. El único requisito era que le obedecieran. Si lo hacían, el Señor los establecería con firmeza. Pero si por el contrario erguían la cabeza en señal de desafío y se rebelaban contra él, serían esparcidos por toda la tierra. Por lo que siguió, sabemos que Israel continuó por el mismo camino desastroso que los babilonios.

Entonces, el tema del orgullo aquí es muy importante. Dios corrige a los que se exaltan con soberbia. Para él, la dispersión (con sus guerras y conflictos) es preferible a una apostasía unificada. El plan divino se llevará a cabo, si no es contando con la obediencia del hombre, entonces a pesar de la desobediencia de él.

El profeta Sofonías explica maravillosamente la humillación de Babel. De cierto, sus palabras vuelven a estos acontecimientos y anticipan la gran unificación que ocurrirá en el reino milenial, cuando todos hablarán un solo y puro lenguaje para adorar a Dios en su monte santo. 

Además, todos se reunirán de las naciones a las cuales habrán sido esparcidos (Sof. 3:9–11). El milagro que se realizó en Pentecostés (Hch. 2:6–11) fue un atisbo de ese acontecimiento que todavía está por venir.


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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6