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jueves, 20 de agosto de 2015

Cuando ayunéis, no os hagáis los decaídos, como los hipócritas, que descuidan su apariencia para mostrar a los hombres que ayunan...Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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PREPARANDO EL SERMÓN
MATEO 6:1-18
Sobre las obras de misericordia

1"Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 
2 Cuando, pues, hagas obras de misericordia,  no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. De cierto os digo que ellos ya tienen su recompensa. 
3 Pero cuando tú hagas obras de misericordia,  no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 de modo que tus obras de misericordia  sean en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará. 

Sobre la oración: el Padre Nuestro

5 "Cuando oréis, no seáis  como los hipócritas, que aman orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. De cierto os digo que ya tienen su recompensa. 
6 Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará.  
7 Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que serán oídos por su palabrería. 
8 Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis. 
9 Vosotros, pues, orad así: 
  Padre nuestro que estás en los cielos: 
  Santificado sea tu nombre, 
  10 venga tu reino, 
  sea hecha tu voluntad,
  como en el cielo
  así también en la tierra.
  11 El pan nuestro de cada día, 
  dánoslo hoy. 
  12 Perdónanos nuestras deudas, 
  como también nosotros perdonamos 
  a nuestros deudores. 
  13 Y no nos metas en tentación, 
  mas líbranos del mal. 
  [Porque tuyo es el reino, 
  el poder y la gloria 
  por todos los siglos. Amén.] 
14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas,  vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros. 
15 Pero si no perdonáis a los hombres,  tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. 
Sobre el ayuno
16 "Cuando ayunéis, no os hagáis los decaídos, como los hipócritas, que descuidan su apariencia  para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto os digo que ya tienen su recompensa. 
17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, 
18 de modo que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará. 



La práctica de la verdadera justicia, 6:1–18
El cap. 6 continúa la exposición de la vida práctica implicada en el discipulado cristiano. En la primera parte del capítulo Jesús presenta tres prácticas de piedad religiosa: obras de misericordia, oración y ayuno. El propósito de esta sección es el de señalar la importancia del motivo correcto en prácticas de piedad para poder obtener el favor de Dios. En cada caso, señala primero el motivo inaceptable a Dios (ser visto por los hombres) y luego la manera y el motivo aceptables a Dios.

Algunos líderes erróneamente enseñan que el creyente no debe servir a Dios con miras de ser premiado. Dicen que el servicio debe ser altruista, abnegado, de puro amor; que uno debe ser bueno porque es correcto y no por otro motivo. Sin embargo, Jesús mismo prometió recompensas por soportar fielmente la persecución (5:12), dar de beber un vaso de agua al sediento (10:41) y ministrar a las necesidades de otros (25:14–31). 

Aun en el juicio final habrá grados de premios de acuerdo a la fidelidad de los súbditos en el reino (Luc. 19:11–27). Por otro lado, el que sirve con los ojos puestos en el premio perderá el gozo de servir y quizá el mismo premio. También es importante advertir que los premios que Jesús promete no son de naturaleza material, ni de fama entre los hombres. Su reino es un reino espiritual y los premios son básicamente de la misma naturaleza: satisfacción, gozo, paz, confianza, compañía y a veces, mayores oportunidades de servir.

Otra acotación, a modo de introducción, es que ningún acto es bueno o malo en sí. Lo que determina si un hecho es bueno o malo es la intención, motivo y contexto. Abel y Caín presentaron ofrendas a Dios. Y Jehovah miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín ni su ofrenda (Gén. 4:4b, 5a). ¿En qué consiste la diferencia? Algunos opinan que fue por la diferencia en la clase de ofrendas: Caín del fruto de la tierra y Abel de las ovejas. Pero seguramente la diferencia fue la actitud de fe de Abel, una motivación más pura. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín (Heb. 11:4). De la misma manera, las tres prácticas de piedad tendrán el agrado de Dios solamente si se realizan con el motivo correcto.

El v. 1 sirve de introducción a las tres prácticas de piedad, como 5:20 para la sección anterior donde demandaba una justicia mayor que la de los escribas y fariseos. Guardaos (v. 1) es un llamado de alerta ante el peligro de cometer una grave falta. Significa esencialmente lo mismo que cuando decimos a nuestros hijos “¡OJO!”, tocando con la punta del índice la mejilla debajo del ojo. 
La construcción en griego tiene un adverbio de negación, ... de no hacer vuestra justicia..., que no se traduce porque en castellano se entiende en la exclamación “guardaos”. Sin embargo, al no usar el adverbio, se pierde algo de la fuerza de la admonición. El término “justicia” (v. 1), de acuerdo al contexto, significa “piedad”, o “práctica religiosa”, y es esencialmente un sinónimo de “obras de misericordia” (v. 2). Claramente el énfasis de la admonición recae sobre el motivo de las prácticas religiosas: para ser visto por ellos (v. 1). El deseo afanoso de obtener la atención, aprobación y aplauso de otros es una tentación constante para los súbditos del reino, especialmente para los líderes.
Bosquejo homilético
La misericordia cristiana
6:1–4
Introducción: 
En un mundo donde tanta gente carece de lo necesario, los cristianos debemos cumplir con la misericordia cristiana.
I.     Un deber ineludible (vuestra justicia v. 1).
II.     Una motivación correcta (no hagas tocar trompeta..., v. 2).
III.     Una recompensa segura (Y tu Padre... te recompensará v. 4).
Conclusión: 
Es necesario que expresemos prácticamente nuestra fe a un mundo en necesidad (Stg. 2:14–17).

No es necesariamente malo desear tener la atención y aprobación de los semejantes, siempre y cuando ese deseo esté claramente subordinado al deseo de tener la atención y aprobación de Dios, y que Dios sea glorificado. Jesús mismo insinúa este principio en 5:16. La consecuencia de buscar afanosamente la aprobación de otros es perder la aprobación de Dios. El término “recompensa” (misthón 3408) se refiere a las recompensas que Dios tiene reservadas en el cielo (comp. 5:12, 46; 1 Ped. 1:4). No se refiere a la salvación en sí.

a. En la esfera de obras de misericordia, 6:2-4. Primeramente, Jesús advierte que hay una manera incorrecta de hacer nuestras “obras de misericordia”. Parece increíble que alguien tuviera tanto afán de obtener la atención de otros que llevara a una persona para tocar una trompeta justo en el momento de realizar un acto de misericordia para asegurar que el mayor número posible de personas prestara atención. Por supuesto, Jesús no critica el acto de misericordia, ni el lugar, sino la manera y la intención. Normalmente, habría mucha gente en las sinagogas y en las calles. La trompeta es un instrumento con sonido penetrante y llamativo. 

Lo ridículo de llevar a cabo literalmente tal acción ha llevado a algunos a buscar otra explicación más razonable. Por ejemplo, la caja de ofrenda en el templo tenía una boca en forma de embudo metálico. Los que querían llamar la atención se paraban a cierta distancia de la caja y lanzaban monedas en el embudo. Al pegar contra el metal y girar hacia abajo, las monedas hacían un sonido impresionante. Tales explicaciones, sin embargo, parecen forzadas. Sería mejor simplemente tomar esta expresión, “hacer tocar trompeta”, como una expresión figurada para representar la ostentación.

El término “hipócrita” 5273 es la transliteración de una palabra griega compuesta. Significa “el que juzga debajo, o detrás de”. El término se usaba comúnmente para referirse a los actores en los dramas griegos, que “juzgaban detrás de”, es decir, jugaban un papel detrás de una máscara. Representaban a alguien que en realidad no eran. Tal actitud se acepta y se aplaude en un drama, pero no hay otra actitud de parte de los súbditos del reino que Cristo condena más severamente (ver cap. 23). 

Por supuesto, con esta explicación, no queremos dejar la impresión de que el drama cristiano, y los que participan como actores, desagradan a Cristo. Todo lo contrario, el drama bíblico es un medio muy eficaz para comunicar el evangelio. Este pasaje se refiere a la vida diaria y a las prácticas religiosas en las cuales uno pretende representar, ante el público, lo que no es en su corazón y delante de Dios. 

Para ser honrados por los hombres (v. 2) significa “ser glorificados”. Nuestra vida y obras deben realizarse con la finalidad de glorificar a Dios (comp. 5:16), no de ser glorificados nosotros.

Ya tienen su recompensa (v. 2b) significa que la tienen completamente; no habrá más. El verbo “tienen” es un término comercial que se usaba para “dar un recibo” cuando uno recibía todo lo que correspondía. Buscaban el aplauso de los hombres y lo lograban, pero nada más. En efecto, “entregaban su recibo”. Crisóstomo decía: “Un hombre puede hacer sus obras delante de los hombres, pero no para que lo vean; y puede hacer sus obras en secreto, para ser reconocido por los demás.”

Después de señalar la manera y motivo que Dios no acepta, Jesús indica cómo hacer las obras de misericordia correctamente. No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha (v. 3) es una expresión que comunica la idea de hacer algo tan silenciosa y secretamente que ni su propia mano se de cuenta. Tomado literalmente, resulta absurdo, pues la mano no es capaz de saber nada. Por otro lado, no se refiere a las ofrendas y diezmos que corresponde entregar en la iglesia, sino a obras de misericordia. Algunos citan este pasaje para criticar un plan sistemático y bien calculado para ofrendar y diezmar. Tal crítica erra por completo el contexto y el propósito de Jesús.

La frase tu Padre que ve en secreto te recompensará (v. 4) no significa que recompensará en secreto. El énfasis está en el hecho de que Dios todo lo ve. No solamente ve la obra de misericordia, sino que observa la intención del corazón y la manera en que el creyente realiza la obra. Nosotros miramos y juzgamos los hechos mayormente por las apariencias visibles, o exteriores. Dios no tiene tales límites. Esta verdad bíblica debe ser una fuente de consolación y paz para el creyente sincero.

b. En la esfera de la oración, 6:5–15. En este párrafo Jesús señala la manera de orar que no es aceptable por Dios, luego la manera que agrada al Padre y finalmente presenta un modelo de oración que incluye los elementos y actitudes que agradan a Dios. Jesús no tenía que mandarles a orar, pues era una práctica común de los judíos. Daba por sentado que oraban normalmente tres veces al día, por lo menos. 

No seáis (v. 5) es realmente un verbo del tiempo futuro, “no seréis”, pero lleva la fuerza de un imperativo. No tenía que mandarles a orar, pero tuvo que mandarles a no orar como los hipócritas. No es tan importante el hecho de que ellos orasen en tal o cual lugar, o de pie. Hay oraciones en la calle y en las sinagogas que agradan a Dios. 

El énfasis está puesto sobre la intención y la manera de su oración. Los hipócritas amaban los lugares más conspicuos y donde había más personas para admirar su piedad. No solamente oraban en la calle, sino que marcaban el paso para llegar a la esquina de las calles más importantes justo cuando era la hora establecida para orar. El término “calle” significa “lugar ancho y espacioso”, del cual se deriva nuestra palabra “platea”. Tenían la intención de obtener la atención y aplauso de las multitudes en las “plateas”. Hacían de las calles y sinagogas sus “teatros”. 

Al lograrlo, ya tenían toda su recompensa.

En contraste con la ostentación pública de parte de los hipócritas, Jesús recomienda que busquemos un lugar privado, secreto, donde sólo Dios nos vería. El pronombre personal de segunda persona singular, tu (v. 6), en contraste con la forma plural en el versículo anterior, indica que se trata de una oración personal, no colectiva. Ora a tu Padre (v. 6b) significa que la oración debe dirigirse a Dios con el fin de agradarlo a él, y no a las multitudes. 

Dirigirse a Dios, y solamente a él, en la oración, en privado y en público, requiere una disciplina rigurosa y un motivo puro. El creyente tiene que decidir de una vez si su principal motivo es el de agradar a Dios, o a las multitudes. La fórmula se repite: Y tu Padre que ve en secreto te recompensará (v. 6c). Jesús no quiso indicar que la oración pública no fuera aceptable a Dios. Jesús mismo oraba en público y también los apóstoles, pero todos ellos mantenían una sólida vida de oración en privado que aseguraba que su motivo era puro al orar en público.

En los vv. 7 y 8, Jesús vuelve a señalar una práctica ineficaz e inaceptable para Dios en la oración: la vana repetición. Explica por qué tal práctica es vana e innecesaria. La razón es que oramos a un Dios que ya sabe todo y que está predispuesto a oírnos y socorrernos. Dos acotaciones importantes surgen de estos dos versículos: (1) Jesús no prohíbe repetir una oración. Jesús oró tres veces en el huerto de Getsemaní esencialmente la misma oración. 
Jesús alabó la persistencia en la oración en la parábola de la viuda inoportuna (Luc. 18:1–8). También el apóstol Pablo oró tres veces para que Dios quitara el aguijón en la carne (2 Cor. 12:7, 8). El número tres probablemente debe entenderse no en el sentido estrictamente literal, sino como “muchas veces”. 
El énfasis en el v. 7 no recae sobre “repeticiones”, sino sobre “vanas”, palabras sin sentido. Shakespeare dice: “Mis palabras suben hacia arriba, mis pensamientos quedan abajo; las palabras sin pensamientos no llegan al cielo.” (2) El hecho de que vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que pidáis (v. 8) no significa que no debemos expresar nuestras necesidades. Por lo contrario, el hecho de que oramos a un Dios que ya sabe todo debe ser un fuerte aliciente para orar más frecuentemente y con más confianza.
Joya bíblica
Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará (6:6).
La oración modelo (vv. 9–13) es uno de los pasajes bíblicos más conocidos y más citados del NT. Lucas indica que Jesús entregó esta oración modelo a los discípulos cuando ellos le pidieron: 
Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos (Luc. 11:1). Jesús destaca siete elementos necesarios en la oración, los cuales tienen una relación directa con el reino de Dios: 
  1. confianza, 
  2. reverencia, 
  3. sometimiento, 
  4. dependencia, 
  5. perdón, 
  6. humildad y 
  7. adoración. 
Es apropiado usar esta oración en los cultos públicos y privados ocasionalmente. Por otro lado, el hecho de repetir tantas veces al día “el Padre Nuestro”, en forma mecánica, pensando que tal práctica es meritoria, es entender mal la intención de Jesús. 

El puso un ejemplo de cómo debemos orar, es decir, utilizando los siete elementos. La notable sencillez de la oración modelo está en agudo contraste con la palabrería de los incrédulos (v. 7).

Padre nuestro que estás en los cielos (v. 9b) es una introducción de confianza. Debemos llegar confiadamente al trono de la gracia (Heb. 4:16). Dios es un Padre al cual apelamos en base a su amor, no con el fin de aplacar su ira. Padre nuestro indica la relación filial que tenemos con el Padre por medio de la fe personal en el Hijo. Los judíos, durante el período del AT, conocían a Dios como Padre (comp. Deut. 32:6; Sal. 103:13; Isa. 63:16), pero nunca en el sentido íntimo y personal como ahora en la era cristiana. También al decir “nuestro”, estamos reconociendo que otros tienen el mismo derecho y acceso a Dios y que son nuestros hermanos. Que estás en los cielos expresa la trascendencia, alteza y gloria de Dios, y pone en equilibrio la inmanencia expresada en “Padre nuestro”.

Santificado sea tu nombre (v. 9c) es una expresión de reverencia que evita una confianza excesiva. Hay una tendencia de parte de algunos creyentes de tratarse con Dios con términos demasiado familiares, como por ejemplo, “Che”, “Vos”, o “el Viejo de arriba”. Tal actitud dista mucho del concepto de los profetas (Isa. 6:1–8), de Jesús y de los apóstoles (Hech. 9:3–6). Tanta era la reverencia de los judíos ante Dios que usaban con sumo cuidado su nombre, por temor de profanarlo. Esta reverencia les llevó a sustituir la palabra Jehovah por “Señor” (Adonai). Aun en la Septuaginta traducían el nombre “Jehovah” con el término kurios 2962 , que significa Señor.

Venga tu reino (v. 10a) expresa el deseo del que ora de que el reinado de Dios se concrete. El término griego basileía 932 se usa con tres significados: (1) el territorio sobre el cual el rey reina; (2) la dignidad real, su majestad y gloria; y (3) el ejercicio de su poder soberano, o su reinado efectivo. En este contexto, es mejor entenderlo con el sentido de la tercera acepción. Su reinado llegará a su culminación gloriosa en la parousía 3952, la Segunda Venida de Cristo, cuando todas las personas y todas las cosas se someterán, o serán sometidas, a él (Fil. 2:9–11). Pero su reinado llegó en la persona de Cristo (3:2, ) y está llegando día a día, a medida que más y más personas se someten al reinado de Cristo en sus vidas.

Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (v. 10b) expresa el deseo de la concreción del reinado de Dios en forma absoluta en la tierra, pues así lo es en el cielo. El verbo significa literalmente “que llegue a ser”. “Voluntad” es la traducción del término griego thélema 2307 que significa el resultado del deseo y propósito de Dios, o sea, lo que él ha deseado. 

Dios ha revelado su eterno propósito —su voluntad— en la Biblia y supremamente en la persona de su Hijo Jesucristo. El súbdito del reino debe presentarse a su Rey cada día, someterse a su soberanía y prometerle obediencia en llevar a cabo su santa voluntad. En esta forma se concreta el reino de Dios entre los hombres.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy (v. 11a) expresa total dependencia de Dios para proveer para nuestras necesidades. En este versículo Jesús se refiere por primera vez a las necesidades personales. El sometimiento a Dios debe ocupar el primer lugar. Luego, tenemos derecho de pedir aquellas cosas necesarias para llevar a cabo su voluntad. El “pan” representa todas nuestras necesidades materiales: comida, bebida, ropa, techo. Por inferencia, se puede incluir el “pan espiritual” en esta súplica, pero no es la idea básica. Jerónimo, erudito y traductor del siglo IV, entendió que se refería a la eucaristía. Algunos católicos siguen este concepto hoy en día. De cada día es una expresión difícil, pero probablemente debe traducirse “pan para mañana”. No hay conflicto entre este pasaje y 6:34 (no os afanéis por el día de mañana), pues la manera para evitar la ansiedad por el día de mañana es justamente encomendar nuestras necesidades a Dios hoy (Fil. 4:6).
Verdades prácticas
1.     Dios perdona nuestros pecados y olvida. Los hombres sólo disculpan. Si perdonaran de veras, cómo Dios lo hace, también olvidarían.
2.     Los cristianos al pedir perdón por nuestras ofensas deberíamos decir: "Señor, perdona nuestras debilidades y pecados, y sabiendo que tú no te acuerdas más de ellos, haz que la gente también se olvide y que yo mismo también aprenda a olvidar."
Perdónanos... (v. 12) expresa otra necesidad personal perenne: perdón de Dios. Ninguna oración es completa sin este elemento. Nuestras deudas expresa lo que debemos a otros. Lucas emplea en este lugar (Luc. 11:4) el término “pecados”, y así debemos entender el término “deudas” de Mateo. Broadus observa que en el arameo, lenguaje natal de Jesús y sus discípulos, el término usado para “deudas” se usaba frecuentemente para “pecado”. De todos modos, creamos una deuda para con Dios cuando no cumplimos lo que debemos hacer; es un pecado de omisión. 

El pecado de comisión también se considera como ofensa a Dios y como una deuda, según Lucas (Luc. 11:4). Jesús une en forma inseparable el recibir perdón de Dios y nuestra disposición de perdonar a otros (comp. Col. 3:13). El texto indica que antes de pedir perdón, ya hemos perdonado a nuestros deudores. El verbo nosotros perdonamos (v. 12b) es un pretérito indefinido, indicando acción ya realizada. Jesús presentó el mismo principio en relación con la misericordia (5:7). Lucas agrega a todos los que nos deben (Luc. 11:4), evitando la práctica del perdón selectivo. En la parábola del siervo malvado (18:23–35), Jesús recalca el mismo principio.

No nos metas en tentación (v. 13a) expresa el sentimiento de humildad, virtud que Jesús demostró y exige de los súbditos del reino. A la vez, la frase crea gran problema para algunos. A la luz de Santiago 1:13, ¿cómo puede Dios meternos en tentaciones? Hay dos maneras de resolver el problema. El comentarista Stagg dice que Jesús no está insinuando que Dios meta a alguien en tentaciones, sino que es una manera poética para dar fuerza a la afirmación positiva: líbranos del mal (v. 13b). Un ejemplo sería: “Dadnos no las tinieblas, sino la luz.” Más sencillo sería considerar el término “tentación” como “prueba”, que es una de las acepciones básicas del término griego peirazo 3985 (ver sobre 4:1). 

El Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser “tentado”, o “probado”. Es apropiado que oremos: “No nos metas en pruebas que no podamos vencer con tu ayuda” (1 Cor. 10:13). Dios ciertamente permite que seamos probados para fortalecer nuestra fe y recordarnos de nuestra necesidad de andar con nuestra mano firmemente puesta en la de él (ver Rom. 5:3; 8:18, 28; Stg. 1:12–14). Compárese la experiencia de Job y Abraham. Líbranos del mal expresa nuestro reconocimiento del poder soberano de Dios sobre todas las fuerzas en el mundo. Mal es un término un tanto ambiguo, pues no se puede determinar si es de género masculino o neutro en el texto griego. Por lo tanto, algunas versiones lo traducen “líbranos del malo.” En efecto, no hay gran diferencia entre las dos opciones, pues “el malo”, o Satanás, es la fuente de todo “mal”. Se refiere a todo lo que podría inducirnos a pecar y ofender a Dios.

¡Porque tuyo es el reino...! (v. 13) es una expresión de adoración, o doxología, con que termina la oración. Este versículo no se encuentra en los manuscritos más antiguos, y por eso se omite en muchas de las versiones recientes. Nuestra versión lo incluye, pero entre corchetes. Una forma abreviada de la doxología apareció temprano en el segundo siglo en la Didache. Algunos consideran que se deriva de 1 Crónicas 29:11 ss.

Los vv. 14 y 15 vuelven sobre el tema del v. 12. Aquí, Jesús enfatiza un asunto que evidentemente pesaba mucho en su mente y debe pesar en la nuestra. Es casi una redundancia, como aparece frecuentemente para recalcar una verdad importante. El elemento nuevo que aparece en este pasaje es el uso del término “ofensas”, o más concretamente “transgresiones”, como RVA pone en su nota. Proviene de una palabra griega compuesta (3900) que significa “caer al lado de”, “pisar mal”, “pisar en falso”, o “tropezar”. Existen unos ocho términos descriptivos en griego que se refieren al pecado y éste, usado 19 veces en el NT, es uno de ellos.

c. En la esfera del ayuno, 6:16–18. Jesús da por sentado que los discípulos ayunaban, pues era una costumbre común entre los judíos. Todavía se practica generalmente en el oriente, entre judíos y musulmanes. El ayuno duraba desde la salida hasta la puesta del sol. Levítico 16:31 sirve como texto básico para los judíos, pero el ayuno era obligatorio solamente durante el Día de Expiación. A pesar de esto, los fariseos ayunaban dos veces a la semana, considerando que era evidencia de una piedad extraordinaria (Luc. 18:12). También Jesús ayunó, por lo menos al comienzo de su ministerio (4:2). La iglesia primitiva practicaba el ayuno (Hech. 13:1–3; 1 Cor. 7:5). En este párrafo Jesús no discute la practica del ayuno, cuando al hacerlo hay un motivo y una manera correctos para realizarlo.

Jesús desea ilustrar el contraste entre la práctica de la piedad por parte de los líderes religiosos de su día, por un lado, y por parte de los súbditos del reino, por otro. Cuando los líderes ayunaban, su propósito era el de hacer un espectáculo de su pretendida piedad, de aparentar dolor, tristeza, abnegación. Era un verdadero show para atraer la atención de la gente. Los discípulos del reino, cuando ayunan, deben hacerlo con el propósito de agradar a Dios, no a los hombres. Deben evitar toda ostentación, todo deseo de aparentar una cosa que no representaba la verdad. Pero deben ungir la cabeza, señal de gozo prohibida solamente en el Día de Expiación. 

El súbdito del reino debe practicar su piedad con gozo, con la intención de agradar al Padre y traer gloria a su nombre. Solamente así recibirá la recompensa que Dios reserva para los fieles. En último caso, todo creyente tiene la sencilla opción entre dos alternativas: ser hipócrita y recibir el aplauso del mundo, o ser auténtico y recibir la recompensa de Dios.

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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6