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sábado, 18 de abril de 2015

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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                  Lo que significa andar en la luz, 
                                  1Juan 1:5–2:6

(1) El compañerismo con Dios y con los hermanos. 1:5–7. El v. 5 presenta un resumen del mensaje del evangelio. Habiendo presentado el lema de su carta, ahora Juan comienza con el corazón de su mensaje. La palabra mensaje conecta este pasaje con los cuatro versículos introductorios. El mensaje no fue inventado por Juan, ni por los otros apóstoles, sino que fue dado por Jesucristo. Juan es solamente un instrumento para proclamar lo que recibió y anunciarlo a sus lectores. El mensaje viene de Dios, habla de Dios y es para los hombres. La frase Dios es luz es muy significativa, porque se usa para describir el mensaje y a Dios mismo, mostrando lo que es y lo que no es. La palabra es implica que la luz es una característica inherente de Dios por naturaleza y esencia.

La luz
1:5
Dios, como luz, es un concepto cristiano. Para el pagano, Dios es un dios de tinieblas que es imposible conocer. Para el judío, Dios es uno que se esconde; no es luz sino un fuego consumador. Que Dios es luz es una proclamación peculiar a Juan. Para Santiago, Dios es “Padre de las luces” (Stg. 1:17). Para Pedro, Dios es “aquel que os ha llamado de las tienieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9). Solamente al cristiano Dios es revelado como luz, absolutamente libre de oscuridad e impurezas.

El carácter de una persona está determinado por el dios que adora. Por lo tanto Juan, con motivo práctico, exhorta a sus lectores no solamente a ver a Dios como luz sino a vivir en la luz como hijos de luz. El hecho de que Dios sea luz indica su gloria y esplendor. En su Evangelio, Juan presenta a Jesús como la gloria del Padre (Juan 1:14). Dios se nos revela como luz. La característica más genuina de la luz es que se difunde por sí misma, iluminado las tinieblas que la rodean. La luz clara es el auténtico símbolo de la pureza resplandeciente de Dios. No hay ningún mal escondido en Dios, es totalmente puro y santo. Otra función de la luz es iluminar el camino. Dios ofrece guiar los pasos del hombre.

Joya bíblica
Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hio Jesús nos limpia de todo pecado (1:7).

La luz es el gran revelador, no solamente de la santidad de Dios sino también de la naturaleza pecaminosa del hombre. Dios es luz es una frase que presenta a Dios como Ser completo: santo, puro, perfecto (sin falla), capaz de guiar a los hombres de la oscuridad a su gloriosa presencia. En la segunda parte del versículo, el Apóstol repite lo mismo, usando el negativo para hacerlo más explícito: y en él no hay ningunas tinieblas. El negativo es una modalidad estilística que Juan utiliza frecuentemente para reforzar su pensamiento ya expresado en forma positiva. En Dios no hay ninguna sombra, ningún error ni mal alguno. Juan expresa la verdad acerca de Dios de modo puro y claro. Lo expresa primeramente en forma positiva y después en forma negativa: Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas.
Comenzando con el v. 6, Juan presenta la relación entre la teología y la ética. La revelación que Dios ha dado a los hombres no es para satisfacer una curiosidad especulativa sino para dar dirección a una vida práctica y pura. Las palabras Si decimos en el griego constituyen una construcción subjuntiva y hacen que la declaración sea hipotética, presentando un caso supuesto, no se da por sentado. El asumir la comunión, tenemos comunión, implica andar en la luz en vez de andar en las tinieblas. El significado primario de comunión (koinonia2842) es la coparticipación con otro en cosas comunes a ambos y el significado secundario es de compañerismo. Juan dice que si afirmamos que tenemos esta clase de relación con Dios y seguimos andando en las tinieblas (lo opuesto de la naturaleza de Dios) entonces mentimos y no practicamos la verdad. El presente indicativo refleja una acción presente y continua. Se usan las mismas formas verbales en el v. 7 para mostrar la verdadera naturaleza de aquellos que tienen comunión con Dios: deben andar en la luz como él está en luz. Juan está escribiendo para corregir una manera de pensar equivocada y herética.
Algunos gnósticos pretendían lograr una perfección impecable. Decían que estaban intelectualmente capacitados como para interpretar los propósitos de Dios y espiritualmente maduros como para enseñar a otros, aunque la vida de ellos no lo evidenciaba. Pensaban en el cuerpo como una envoltura que cubría el espíritu humano. Mantenían que el espíritu era inviolable y que no podría ser contaminado por acciones del cuerpo. Otros afirmaban que habían avanzado tanto en el camino del conocimiento que el pecado había dejado de importarles. Su estado espiritual no les permitía preocuparse por el pecado. Pero Juan está diciendo que es imposible tener comunión con Dios si la vida demuestra características tenebrosas (ver Juan 3:19, 20). En cambio, si alguien demuestra verdadero carácter andando en la luz (Juan 3:21), entonces sí puede tener comunión con Dios y con otros creyentes. Esta comunión se hace posible por la sangre de Jesucristo.
El sacrificio de Jesús fue una vez para siempre y hace posible la entrada constante y permanente a la presencia de Dios. El compañerismo con Dios y con los hermanos es posible porque Dios es luz y porque él proveyó el perdón del pecado por la muerte de su Hijo en la cruz. La sangre de Jesús limpia del pecado. Este sacrificio es suficiente para cubrir todos los pecados de todos los hombres; sin embargo, se aplica solamente a los que llegan a gozar de la comunión con Dios por medio de la fe en Jesucristo. En el momento de creer se experimenta el perdón y la limpieza del pecado, pero la obra de Dios no termina allí. Al andar en la luz y en comunión con Dios, la luz revela más y más las manchas del pecado y permite que la sangre de Jesús actúe continuamente para limpiar y perdonar. Los que viven en las tinieblas, sin desear venir a la luz, muestran que sus obras son malas. Los que desean vivir en la luz muestran que sus obras son inspiradas por Dios. Es así que la comunión con Dios y el compañerismo con los hombres se hace realidad.
(2) La conciencia y la confesión del pecado, 1:8–10. El v. 8 enfatiza la universalidad del pecado. Es interesante notar las tres cláusulas condicionales que comienzan con si decimos (ver vv. 6, 8, 10). En el v. 6 se establece que los herejes negaban que el pecado rompiera la comunión con Dios. Pretendían tener comunión con Dios mientras andaban en las tinieblas. El v. 8 refleja que negaban la existencia del pecado en la naturaleza humana. En un primer momento, pareció que admitían la existencia del pecado mientras que negaban sus efectos en su propia vida. Después negaron la existencia del pecado. Decían que no importaba lo que implicaba su conducta, pues no había pecado inherente en su naturaleza. Ostentaban la erradicación de la naturaleza pecaminosa por medio de su conocimiento (gnosis1108). Esta actitud va en contra de la enseñanza de toda la Biblia (ver Rom. 3:9–23; Sal. 32:1–5). La construcción deja la impresión de que algunos podrían decir que no tenemos pecado, pero el uso del subjuntivo sugiere que tal cosa está fuera del ámbito. Juan escribe que si hacemos tales declaraciones, nos engañamos a nosotros mismos (continuamente). El verbo que Juan utiliza significa guiar al camino equivocado. Para dar mayor fuerza a su afirmación agrega: la verdad no está en nosotros. Aquí la verdad es la del evangelio que trae la luz de Dios, revelando así los pecados de la misma manera que la luz del sol revela el polvillo en el aire.

Perdón
1:8, 9
Un día nuestra madre nos encargó comprar un frasco de vinagre y, como estaba en primer grado y salía media hora antes que mi hermano, me tocó comprarlo. En un momento de descuido se me escapó y se rompió. Le pregunté a mi hermano qué hacer y me dijo que comprara otro frasco y que no diría nada a mamá. Durante los siguientes dos años me tenía de esclavo porque cada vez que le tocaba hacer algo me obligaba a hacerlo con solo decir: “Vinagre, vinagre”. Finalmente me confesó que cuando llegó la cuenta mamá le había preguntado por qué cobraban dos veces el vinagre y le contó todo. Mi mamá me perdonó pero por no confesar mi falta, pagué caro. De la misma manera Dios nos ha perdonado pero si no confesamos nuestros pecados, Satanás nos dice: “Pecado, pecado”, y nos mantiene esclavos.

Las palabras tenemos pecado o su equivalente se encuentran solamente en 1 Juan y en el Evangelio de Juan (9:41; 15:22; 19:11). Significan más que cometer un pecado; la frase “lleva la connotación del principio del cual los actos pecaminosos son sus diversas manifestaciones” (Guthrie). El pecado persiste y se adhiere al pecador. Del v. 10 se entiende que los herejes negaban la práctica del pecado. Mantenían que su conocimiento superior les rendía incapaces de pecar. Como vemos, cada cláusula condicional va magnificando el error. De esta última podemos deducir que los gnósticos en cuestión sostenían que no practicaban el pecado, manteniendo que su conocimiento superior les convertía en incapaces de pecar. No hemos pecado es una negación de todo acto específico de pecado mientras que en el v. 8 se niega el principio del (tendencia al) pecado. Juan utiliza distintas palabras y frases para refutar los errores y las negaciones de los herejes. En el v. 6 habla de la mentira y de la falta de practicar la verdad. En el v. 8 habla del engaño y la ausencia de la verdad. El v. 10 usa un lenguaje aún más fuerte diciendo que cualquier persona que pretende no haber pecado hace a Dios mentiroso y la palabra de Dios no está en él. Tal negación en sí misma es pecado. La Palabra de Dios declara frecuentemente que el pecado es universal y el evangelio da por sentado la pecaminosidad del ser humano. El v. 9 nos muestra la actitud correcta en cuanto al pecado: debemos admitirlo, confesarlo y recibir el perdón que Dios ha provisto por medio de su Hijo. Es interesante que la palabra griega que significa confesar (omologeo3670) es casi idéntica a nuestra palabra homologar. Esto implica que en la confesión hacemos una constancia completa de nuestro pecado que luego confirmamos. El tiempo del verbo indica una confesión continua. No es solamente una confesión general de nuestros pecados sino también una confesión particular. Debemos tener los pecados en mente, confesarlos y dejarlos con Dios (Sal. 32:1–5).

Semillero homilético
La vida eterna: Jesucristo
1:1–10
Introducción: ¿Qué es la vida eterna? No es solamente la duración de la vida sino la calidad de vida. La vida física comienza cuando el esperma del hombre se une con el óvulo de la mujer. La vida espiritual comienza cuando la fe del hombre se une con la gracia y el amor de Dios expresado en su Hijo Jesucristo. No es que el creyente tenga vida eterna después de la muerte sino que la tiene desde el momento de creer.
        I.      ¿Cómo se recibe la vida eterna?
    1.      Recibiendo la gracia de Dios mediante la fe, Efesios 2:8–10.
      (1)      El objeto de la fe es Jesucristo.
      (2)      La vida eterna (Jesús) estaba con el Padre y fue manifestada, v. 2.
      (3)      El que cree en el Hijo tiene vida eterna, Juan 3:36; 1 Juan 5:12.
      (4)      Puede saber que tiene vida eterna, 1 Juan 5:13.
    2.      La fe que salva es una fe viva (el verbo presente).
      (1)      El que cree en el Hijo de Dios, Juan 3:16.
      (2)      El que tiene al Hijo tiene la vida, Juan 3:36.
      (3)      El que cree, 1 Juan 5:13.
        II.      ¿Cuáles son los beneficios de la vida eterna?
    1.      Perdón, v. 9.
    2.      Gozo, v. 4.
    3.      Seguridad, 1 Juan 5:13.
    4.      Compañerismo, v. 7.
    5.      Amor, 1 Juan 3:1.
        III.      ¿Cuáles son las obligaciones de la vida eterna?
    1.      Andar en la luz, v. 7.
    2.      Andar como Cristo anduvo, 2:6.
    3.      Andar en la justicia, 2:29.
    4.      Obedecer sus mandamientos, Juan 14:15.
      (1)      Amar el uno al otro, Juan 13:34–35.
      (2)      Amar de hecho y de verdad, 1 Juan 3:18.
    5.      Cumplir con su mandato, Mateo 28:18–20.
Conclusión: Se puede tener la vida eterna.

El resultado es que Dios promete perdonarnos y limpiarnos¡. Perdona la culpa y quita la mancha! El v. 7 ya nos mostró el método: la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Ninguna otra cosa puede quitar las manchas de nuestros pecados. Juan dice que Dios es fiel y justo. Él es fiel a su naturaleza y carácter y, a la vez, a su promesa de perdonar nuestras maldades, no acordarse más de nuestro pecado (Jer. 31:34) y de alejar de nosotros nuestras rebeliones “tan lejos como está el oriente del occidente” (Sal. 103:12). La palabra fiel (pistos4103) describe a Dios como aquel en quien podemos depender y confiar. Cuando se refiere a los hombres, la palabra justo (dikaios1342) significa hacer lo que es correcto en los ojos de Dios, viviendo según su voluntad. Cuando la palabra justo se refiere a Dios, significa que Dios está siempre haciendo lo bueno según su propia voluntad, y que es bueno y misericordioso hacia los hombres. La justicia de Dios no está en conflicto con su bondad, misericordia y perdón.
(3) La imitación de Cristo, 2:1–6. Hay que imitar a Cristo para tener comunión con Dios y andar en luz. Jesús se dio a sí mismo como expiación (ilasmos2434, sacrificio o propiciación) por todos los hombres. Los gnósticos mantenían que la salvación se basaba en una sabiduría o un conocimiento escondido que se obtenía como resultado de la iniciación en ciertos secretos que pertenecen a unos pocos selectos. Juan enfatiza que la vida eterna es el resultado de conocer a Dios en una experiencia espiritual que resulta en acciones morales. El cristiano ha de guardar los mandamientos de Cristo y seguir su ejemplo. Juan está escribiendo para desanimar la práctica del pecado. Antes estaba escribiendo a los que rechazaban sus enseñanzas pero ahora se vuelve muy personal, introduciendo una nota tierna con el uso de un cariñoso diminutivo, Hijitos míos (v. 1).
Menciona otra razón de escribirles: para que no pequéis. Ya había mencionado dos razones: para que disfrutaran de la comunión (1:3) y para que su gozo fuera cumplido (1:4). Estas tres razones concuerdan porque el pecado elimina el gozo y destruye la comunión. El pecado es incompatible con la vida cristiana. Es importante notar que el énfasis no está en que “no sigáis en pecado” sino que “no cometáis ningún acto de pecado”. La meta del cristiano es no pecar, ni siquiera cometer un solo acto de pecado. Juan presenta la universalidad del pecado, no para quitarle a nadie la responsabilidad por el pecado, sino para demostrar que todo el mundo está involucrado en la culpabilidad y la ruina que resultan del pecado.

Joya bíblica
Él es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (2:2).

Este versículo (2:1) no deja lugar para que la universalidad del pecado ni la bondad de Dios en perdonar el pecado sirvan de excusa para una vida fácil en la lucha contra el pecado. El propósito del autor es prevenir el pecado, no justificarlo. En 1:10 Juan enfatiza que todos son pecadores y en 2:1 dice que la meta de cada cristiano es no cometer ningún pecado, aunque el cristiano no vive en el pecado, es cierto que nunca en vida logra librarse totalmente del pecado.
Juan ahora presenta la otra cara de la verdad: si alguno peca (comete un pecado), no haciendo del pecado un hábito, Dios ha provisto una manera de conseguir el perdón. Esta provisión está expresada en Cristo Jesús como el abogado, el justo y la expiación. La palabra abogado (parakletos3875) significa uno llamado para ponerse al lado de otro con el fin de ayudarlo, que defiende la causa de otro. Jesús utilizó la misma palabra en Juan 14:16 cuando dijo “otro Consolador”. Es evidente que Jesús se consideraba el primer paracleto y prometió otro con las mismas características. La referencia es al Espíritu Santo tanto en Juan 14:16 como en el pasaje de Juan 16:7–14 (ver también Rom. 8:26). En la teología y en el culto cristiano, el paracleto ha sido identificado como el Espíritu Santo quien actúa de parte de Cristo ante un mundo hostil. Cristo es nuestro paracleto que defiende nuestro caso frente al “acusador” (Apoc. 12:10) y con el Padre, quien ama y perdona a sus hijos. En 2:1 hace referencia a la obra de Jesús que no es ante o frente al Padre sino con el Padre, cerca de Dios y al lado de los hijos de Dios porque es, a la vez, Dios y hombre. El que ha creído en Jesucristo ya tiene vida eterna y ha pasado de muerte a vida.
Una vez que el pecador ha sido justificado por Dios, ha entrado en la familia de Dios, se ha relacionado con Dios como hijo y, en el caso de pecar, no necesita otra justificación. Siendo hijo de Dios, necesita el perdón del Padre. Tiene la seguridad del perdón por medio de Jesucristo quien actúa como abogado. El pecado no cesa cuando la vida cristiana comienza. Por eso, Jesús sigue obrando sin cesar a favor del pecador.
La palabra justo está en aposición (reunión de dos o más sustantivos sin conjunción) y sirve para explicar quién es el abogado. Jesús hace lo que es justo ante el Padre y a la vez es justo, por eso Jesús es el abogado más eficaz. El pecado no influye en sus oraciones, por lo cual son oídas por Dios. El cuadro que presenta no es el amor apelando a la justicia; más bien es la justicia que aboga con el amor por nuestro perdón. La epístola menciona varias veces, tanto directa como indirectamente, la justicia, la pureza y el carácter sin pecado de Jesús (2:6, 29; 3:3, 5, 7). Esto implica que solamente por medio de un Salvador justo y sin pecado tenemos la esperanza del perdón y la limpieza.
Para entender la relación entre la intercesión y la justicia de Jesús, es necesario estudiar Hebreos 7:25, 26. Hay muchas similitudes entre las enseñanzas de 1 Juan y Hebreos en cuanto a la expiación y la intercesión. Las doctrinas están relacionadas en ambas epístolas aunque el autor de Hebreos habla de un sacerdote y Juan usa el término paracleto. Juan continúa con la descripción de nuestro abogado Jesucristo el justo, como la expiación [propiciación] por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros sino también por los de todo el mundo El cristiano no solamente tiene un abogado en Jesucristo sino que él es la expiación por los pecados nuestros y los de todo el mundo. (El verbo copulativo es sirve para unir a Jesucristo con la expiación). El abogado no alega que sus seguidores sean inocentes sino que ofrece su obra vicaria como fundamento para su absolución.
En nuestra sociedad no es fácil entender el concepto de la expiación. Las religiones paganas presentan la idea de aplacar o apaciguar al que ha sido agraviado u ofendido, especialmente cuando se trata de un dios. En el AT, propiciación significa cubrir. Cada año cuando los judíos celebraban el día de expiación o redención, el sacerdote entraba en el lugar santísimo, confesaba sus pecados junto con los del pueblo y los cubría con la sangre sobre el propiciatorio, simbolizando el perdón. En la Septuaginta se usa la palabra griega ilasmos2434 para traducir el heb. kipur (cubrir). El concepto bíblico no es aplacar o apaciguar la ira de Dios sino quitar la causa del alejamiento. Es cierto que el hombre está reconciliado con Dios pero es Dios quien toma la iniciativa en la reconciliación por medio de su provisión en Jesucristo. El hombre pecó, por eso la relación con Dios fue rota y apareció la mancha del pecado. Había que quitar la mancha y restablecer la comunión con Dios. En este sentido ilaskomai2433 no significa propiciar sino expiar. Dios, por su amor y gracia, tomó la iniciativa. La muerte de su Hijo removió la enemistad del hombre con Dios y el acceso a la presencia del Padre se vuelve posible por medio de la unión con Cristo, el abogado justo. Hendricks presenta un buen resumen del uso de la palabra ilasmos en su libro Las epístolas de Juan.
Se traduce de varias maneras: propiciación, expiación, o medio por el cual nuestros pecados son perdonados. He escogido la frase “una protección efectiva de nuestros pecados” para traducir la palabra. Esta palabra está asociada con los cultos de sacrificios del AT. Los comentaristas, como C. H. Dodd, sienten que la idea de la propiciación está muy cargada de conceptos paganos de aplacar a una deidad enojada. Otros como Leon Morris, indican que la muerte de Jesucristo cambió tanto a Dios como al hombre. Una cosa es cierta: la victoria total de Cristo, que tuvo su cúspide en su muerte y continúa en su intercesión en favor del hombre, es nuestra protección efectiva de nuestros pecados. La intensidad del perdón de Dios es igualada por su longanimidad. La muerte de Cristo fue para todos los pecadores, y su perdón se extiende a todos.
En los vv. 3–6 Juan usa ocho verbos en 17 construcciones verbales para mostrar cómo el cristiano ha de guardar los mandamientos de Cristo y seguir su ejemplo. Una de las palabras clave de este pasaje es conocer (ginosko1097) que se usa 25 veces en 1 Juan. Algunos mantienen que la palabra expresa la idea no tanto del conocimiento en sí sino del acto de percepción a través del cual se adquiere el conocimiento. El conocimiento de Dios adquirido por experiencia se contrasta con el conocimiento inmediato y absoluto expresado por la palabra saber (oida1492), usada 15 veces en la epístola. Sin embargo, frecuentemente no se puede hacer una distinción clara entre estas dos palabras. El mismo problema existe con los dos verbos en español. La palabra conocer generalmente se usa para denotar saber, experimentar, observar, percibir, comprender, familiarizarse o tener relaciones sexuales; y saber se usa para expresar saber algo, poder hacer algo o entender la forma de hacer. La palabra ginosko se utiliza cuatro veces en estos versículos: dos veces (2:3, 5) en el indicativo activo presente, lo cual indica la posesión presente del conocimiento; y dos veces (2:3, 4) en el perfecto, sugiriendo que hemos llegado a conocer algo en algún momento en el pasado y todavía lo conocemos en el presente.

Semillero homilético
Cristo, nuestro abogado
2:1–6
Introducción: Si alguno peca, Juan asegura que tenemos un abogado delante del Padre. Juan dijo que había escrito estas cosas “para que no pequéis”, porque el pecado elimina el gozo y destruye la comunión.
        I.      La función del abogado, 2:1.
    1.      Es la expiación por nuestros pecados, 2:2.
      (1)      Expiación significa “cubrir”.
      (2)      El concepto no quiere decir “aplacar” la ira de Dios sino quitar la causa del alejamiento por el pecado.
      (3)      Hay que quitar la mancha y restablecer la comunión con Dios.
    2.      Intercesor, 2:2.
      (1)      Paracleto: llamado al lado.
      (2)      Consolador: Jesús es el primero, el Espíritu Santo el segundo.
         a.      El Espíritu Santo actúa de parte de Cristo frente a un mundo hostil.
         b.      Cristo defiende nuestro caso frente al acusador, Apocalipsis 2:10.
         c.      Nos defiende con el Padre quien ama y perdona a sus hijos, Hebreos 7:25, 26.
        II.      El abogado demanda obediencia, 2:3–6.
    1.      Demanda que guardemos sus mandamientos, v. 3.
    2.      Demanda que el amor de Dios se perfeccione en nosotros, v. 5.
    3.      Demanda que andemos como él anduvo, v. 6.
Conclusión: Cuando en la tierra necesitamos un abogado, buscamos el mejor que podamos pagar. En nuestra vida cristiana tenemos al mejor abogado de todos, y es nuestro Salvador y Señor Jesucristo. Está listo para ayudarnos.

Para Juan el conocimiento de Dios no es un concepto místico ni una percepción intelectual sino una experiencia que resulta en obediencia.
El conocimiento personal de Jesús está asegurado si seguimos guardando sus mandamientos (guarda sus mandamientos). El guardar los mandamientos es evidencia de un conocimiento verdadero. No significa simplemente cumplir con algunas reglas externas, más bien significa obedecer a causa del amor. Si se conoce a Dios, se hace lo que Dios quiere. Cristo fue obediente en todo, haciendo la voluntad del Padre. En este versículo se unen la teología, la ética y la experiencia.
En el v. 4 Juan presenta el lado negativo. Contrasta el conocimiento por medio de la obediencia con la alegación falsa. Si alguien dice: “Yo lo conozco” y no guarda sus mandamientos es mentiroso Para enfatizarlo Juan agrega la verdad no está en él. Aquí vemos una incompatibilidad común: decir una cosa y hacer otra. Juan subraya la importancia de vivir lo que uno profesa.
En el v. 5 Juan introduce la parte que ocupa el amor (agape26) en relación con la obediencia. El cambio en la forma de esta cláusula antitética es llamativo: aquel que dice conocer a Dios y vive en desobediencia es mentiroso. Esperaríamos que la contrapartida fuera la siguiente: El que guarda sus mandamientos es “de la verdad”; o “la verdad está en él”. En vez de eso tenemos en este verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. En otras palabras, el hijo obediente de Dios no se caracteriza por ningún rasgo ni cualidad representativa de su propia personalidad, sino por ser el sujeto de la obra del amor divino, por ser la esfera en la cual ese amor cumple su obra perfecta. Palabra (logos3056) significa los mandamientos de Dios en general. Dios se revela en Cristo, quien es su palabra perfeccionada en aquel que demuestra su conocimiento por medio de su obediencia. Así la obra de Dios verdaderamente está realizada. El amor (agape26) trasciende el sentimiento y la emoción, y tiene su expresión en conducta y acción.

Semillero homilético
Un mensaje para los creyentes
2:7–17
Introducción: El propósito de la epístola se expresa en 5:13: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”.
        I.      Un mandamiento permanente: amar, vv. 7–11.
    1.      Eterno, v. 7.
      (1)      Antiguo.
      (2)      Nuevo.
    2.      Verdadero, v. 8.
      (1)      En Cristo.
      (2)      En nosotros.
    3.      Actual, vv. 9–11.
      (1)      Expresado en luz.
         a. Las tinieblas van pasando.
         b. La luz verdadera ya alumbra.
      (2) Expresado en relaciones.
         a. No en el odio.
         b. En el amor.
        II.       Una carta animadora, vv. 12–14.
    1.      A los hijos.
      (1)      Porque sus pecados son perdonados, v. 12.
      (2)      Porque han conocido al Padre, v. 13b.
    2.      A los padres. Porque han conocido a Jesús desde el principio, v. 14.
    3.      A los jóvenes.
      (1)      Porque han vencido al maligno, v. 13.
      (2)      Porque son fuertes, v. 14.
      (3)      Porque la Palabra permanece en ellos, v. 14.
        III.      Una promesa segura, vv. 15–17.
    1.      La destrucción del mundo.
      (1)      La inutilidad de un amor por las cosas mundanas, v. 15.
      (2)      La destrucción del mal, v. 16.
      (3)      El fin de las cosas terrenales.
    2.      La permanencia de la voluntad de Dios, v. 17.
      (1)      No como el mundo y sus deseos.
      (2)      Eterna.
Conclusión: Una palabra de ánimo y consejo, y una promesa que es segura.

La frase Por eso sabemos que estamos en él nos presenta otra faceta de la relación del creyente con Dios. “En Cristo” es una expresión típica de Pablo para describir esta relación. La misma expresión fue utilizada por Juan. “Estar en Cristo” es equivalente a conocerle (v. 4) o amarle (v. 5). Ser cristiano requiere una relación personal con Dios por medio de la fe en Jesucristo: conociéndole, obedeciéndole, amándole y permaneciendo en él. Así se ve el significado verdadero de la vida eterna. Juan resume este párrafo así: El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo, indicando un rendimiento continuo, no un esfuerzo espasmódico. Guiado por el Espíritu Santo, cada miembro del cuerpo debe procurar modelar su vida diaria en la de Jesucristo.

  2.      Lo que excluye el andar en la luz, 2:7–28
(1) El odio, 2:7–11. Juan ya ha señalado que la evidencia de conocer a Cristo radica en la obediencia a sus mandamientos y en el seguimiento. Ambas ideas están incluidas en el mandamiento de amar. Andar en las tinieblas es el fruto del odio y andar en la luz es el fruto del amor. Juan identifica la verdad y la rectitud con el amor; el pecado y el error con el odio. Aquí, y cinco veces más (3:2, 21; 4:1, 7, 11), Juan se dirige a sus destinarios como Amados (agapetos27), lo que concuerda con su énfasis en el amor. No dice a qué se refiere el mandamiento pero no hay duda alguna que se refiere al mandamiento del amor, que es a la vez nuevo y antiguo. El mandamiento es antiguo en su forma pero nuevo en su realidad y potencialidad o capacidad. Es antiguo en el sentido de que ya se lo conocía en el AT y también los creyentes lo habían oído desde el principio de su fe: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros” (Juan 13:34). Es nuevo en Cristo Jesús: nuevo en su extensión y en su profundidad. Cada día es una nueva oportunidad para vivirlo. Para los creyentes, el mandamiento tiene una nueva urgencia y una renovada frescura. También indica el estado en el cual se está. El mandamiento fue cumplido primeramente en Cristo y ahora debe ser el eje de la vida del creyente. Juan nos presenta dos mundos: el verdadero, que es permanente y está lleno de luz, y el otro, que es pasajero y está lleno de tinieblas. El mundo de tinieblas va pasando y ya está en tren de acabarse. El mundo identificado con Jesús está brillando y alumbrando, lo cual significa que la luz sigue permaneciendo. El que ama a su hermano está identificado con la luz. El que odia a su hermano todavía vive en las tinieblas aunque lo niegue. Juan dice que el que odia está en tinieblas, anda en tinieblas, no sabe adónde va y las tinieblas le han cegado los ojos. El odio tiene un poder cegador que no permite ver con claridad la condición ni la necesidad propia. El odio es el homicidio en embrión, difiriendo de él solo en grado y no en naturaleza (ver Mat. 5:21, 22). No se puede forzar el amor, más bien es una expresión que fluye de un corazón regenerado por el amor y el poder de Jesús que se expresa en compasión y servicio hacia otros. El mandamiento de Cristo es que nos amemos unos a otros como él nos amó.
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