Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Un
falso maestro, por definición, es alguien que enseña doctrinas falsas
dentro de un grupo o comunidad particular de personas. En el caso de la
fe cristiana, la verdad y el error se establecen sobre la base de las
Sagradas Escrituras, la Biblia; por lo que un falso maestro, dentro de
las filas del cristianismo, es alguien que enseña doctrinas que son
contrarias a la Palabra de Dios.
Tomando en cuenta que las joyas caras son las más susceptibles de ser falsificadas, no es extraño que las comunidades cristianas se vean constantemente amenazadas por falsos profetas que tuercen, sutilmente en ocasiones, las doctrinas fundamentales de nuestra fe. Esa es una amenaza que la Iglesia de Cristo ha tenido que enfrentar a través de toda su historia, y contra la cual se nos advierte en la Biblia una y otra vez. “Guardaos de los falsos profetas – dice el Señor en Mateo 7:15 – que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Y en otro lugar vuelve y advierte que “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos… Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:11, 24).
El hecho de que una persona sea capaz de hacer grandes prodigios y
milagros, o pretenda tener el poder de hacerlos, no lo acredita como
maestro de la verdad. El Señor Jesucristo enseñó claramente que los
“falsos profetas harán grandes señales y prodigios”; y en Mateo 7:21-23,
luego de señalar que el árbol se conoce por el fruto, declara: “No todo
el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me
dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de
maldad”.
El fruto que se espera de un maestro de la verdad, no es que pretenda hacer milagros, echar fuera demonios o profetizar, sino que enseñe la verdad de Dios revelada en Su Palabra. Por lo tanto, es imprescindible que, Biblia en mano, aprendamos a distinguir lo falso de lo verdadero y, lo que es aún más sutil, la verdad “verdadera” de la verdad “a medias”. Dejar de discernir, movidos tal vez por un temor religioso, es poner en peligro nuestras almas y el testimonio de la verdad.
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Lobos vestidos de oveja
Tomando en cuenta que las joyas caras son las más susceptibles de ser falsificadas, no es extraño que las comunidades cristianas se vean constantemente amenazadas por falsos profetas que tuercen, sutilmente en ocasiones, las doctrinas fundamentales de nuestra fe. Esa es una amenaza que la Iglesia de Cristo ha tenido que enfrentar a través de toda su historia, y contra la cual se nos advierte en la Biblia una y otra vez. “Guardaos de los falsos profetas – dice el Señor en Mateo 7:15 – que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Y en otro lugar vuelve y advierte que “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos… Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:11, 24).
El fruto que se espera de un maestro de la verdad, no es que pretenda hacer milagros, echar fuera demonios o profetizar, sino que enseñe la verdad de Dios revelada en Su Palabra. Por lo tanto, es imprescindible que, Biblia en mano, aprendamos a distinguir lo falso de lo verdadero y, lo que es aún más sutil, la verdad “verdadera” de la verdad “a medias”. Dejar de discernir, movidos tal vez por un temor religioso, es poner en peligro nuestras almas y el testimonio de la verdad.
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6