Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE POSMILENIALISMO
El posmilenialismo espera que la vasta mayoría de la población del mundo se convierta a Cristo como consecuencia de la proclamación del Evangelio bendecido por el Espíritu. En vista de las condiciones actuales del mundo, sin embargo, muchos cristianos se sorprenden que la esperanza posmilenialista todavía exista. Antes de proveer evidencia exegética positiva de la posición posmilenialista, mostraré brevemente que la teología básica de las Escrituras la apoya, aunque parece extraña al evangélico moderno. De hecho, lo siguiente sugiere la probabilidad contundente del posmilenialismo.
El propósito de la creación de Dios
En Génesis 1 encontramos el registro de la creación del universo por Dios en el término de seis días. Como resultado del propósito del poder creativo de Dios, todo fue originalmente «bueno en gran manera» (Génesis 1:31). Por supuesto, esperamos esto porque Dios creó el mundo para su propia gloria: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Romanos 11:36). «Todo fue creado por medio de él y para él» (Colosenses 1:16b). Frecuentemente, las Escrituras afirman el amor que Dios tiene para el mundo que creó y su derecho de ser dueño de todo: «De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan». El posmilenialista afirma que el amor que tiene Dios por la creación implica su preocupación de hacerla volver al propósito original de traer gloria a Él. Por eso la expectativa llena de esperanza del posmilenialista está fundada en la realidad de la creación.
El poder soberano de Dios
Nuestra tarea evangelística en el mundo de Dios debe cobrar ánimo de la certeza que Dios «hace todas las cosas según el designio de su voluntad» (Efesios 1:11). Creemos con confianza que Dios controla la historia por medio de sus decretos, por medio de los cuales Él determina «lo por venir desde el principio» (Isaías 46:10). Por eso, los posmilenialistas afirman que la Palabra de Dios, como Él mismo dice, «no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:11), sin importar la oposición de seres humanos o de demonios, a pesar de fenómenos naturales o circunstancias históricas.
El cristiano, pues, no debería usar factores históricos del pasado o circunstancias culturales del presente para juzgar la posibilidad del éxito futuro del evangelio. De otra manera, debería evaluar la posibilidades solamente basado sobre la revelación de Dios en las Escrituras —porque el éxito del evangelio vendrá «no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu» (Zacarías 4:6). Por eso la confianza del posmilenialista está en Dios el Soberano.
La provisión bendita de Dios
Además, el Señor de señores capacita a su Iglesia ampliamente para la tarea de la evangelización del mundo. A continuación están algunas de las provisiones abundantes divinas para la Iglesia:
(1) Tenemos la presencia de Cristo resucitado con nosotros. Él es quien nos manda, «id, y haced discípulos a todas las naciones», mientras promete, «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19–20). Por eso podemos confiar «que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
(2) El Espíritu Santo de lo alto mora en nosotros. Por eso creemos que «mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4b). Entre sus varios ministerios, Él causa el nuevo nacimiento, capacita a creyentes para vivir en justicia, y bendice la proclamación del Evangelio para atraer a pecadores a la salvación.
(3) El Padre se deleita en salvar a pecadores. En verdad, «no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:17).
(4) Tenemos el Evangelio, que es el «poder de Dios» para salvación. También tenemos la poderosa Palabra de Dios como nuestra arma espiritual: «porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:4–5).
(5) Para apoyarnos y fortalecernos en la victoria del Evangelio, tenemos acceso sin límite a Dios en oración por medio del nombre de Jesús.38 Cristo aun nos manda a orar al Padre,«Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10).
(6) Aunque tenemos oposición sobrenatural de parte de Satanás, él es un enemigo vencido como resultado de la primera venida de Cristo. «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Hebreos 2:14). Consecuentemente podemos resistirlo y él huirá de nosotros (Santiago 4:7; 1 Pedro 5:9); podemos aplastarle bajo nuestros pies (Romanos 16:20). En verdad, nuestra misión divina es hacer volver la humanidad «de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hechos 26:18). Pues el Salvador de gracia da recursos amplios a la Iglesia.
Entonces, puesto que Dios creó el mundo para su gloria, lo gobierna en su inmenso poder, y capacita a su pueblo para vencer al enemigo, el posmilenialista pregunta: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8:31. Nuestra confianza está en el ministerio del Señor Jesucristo, «el soberano de los reyes de la tierra» (Apocalipsis 1:5). Él está sentado «a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia» (Efesios 1:20–22). Tenemos confianza que la resurrección de Cristo tiene más poder que la caída de Adán.
Por supuesto, todo esto no comprueba que Dios ganará el mundo por medio de la victoria del Evangelio. Pero, debería disipar la idea prematura y caprichosa de descartar el posmilenialismo como una opción viable y evangélica, abriendo así paso para volver a reflexionar el caso para nuestra esperanza evangelística. Ahora la pregunta es, ¿está enraizada esta esperanza posmilenial en la Palabra inspirada e infalible de Dios? Consideremos este tema a continuación.
FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE POSMILENIALISMO
El posmilenialismo espera que la vasta mayoría de la población del mundo se convierta a Cristo como consecuencia de la proclamación del Evangelio bendecido por el Espíritu. En vista de las condiciones actuales del mundo, sin embargo, muchos cristianos se sorprenden que la esperanza posmilenialista todavía exista. Antes de proveer evidencia exegética positiva de la posición posmilenialista, mostraré brevemente que la teología básica de las Escrituras la apoya, aunque parece extraña al evangélico moderno. De hecho, lo siguiente sugiere la probabilidad contundente del posmilenialismo.
El propósito de la creación de Dios
En Génesis 1 encontramos el registro de la creación del universo por Dios en el término de seis días. Como resultado del propósito del poder creativo de Dios, todo fue originalmente «bueno en gran manera» (Génesis 1:31). Por supuesto, esperamos esto porque Dios creó el mundo para su propia gloria: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Romanos 11:36). «Todo fue creado por medio de él y para él» (Colosenses 1:16b). Frecuentemente, las Escrituras afirman el amor que Dios tiene para el mundo que creó y su derecho de ser dueño de todo: «De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan». El posmilenialista afirma que el amor que tiene Dios por la creación implica su preocupación de hacerla volver al propósito original de traer gloria a Él. Por eso la expectativa llena de esperanza del posmilenialista está fundada en la realidad de la creación.
El poder soberano de Dios
Nuestra tarea evangelística en el mundo de Dios debe cobrar ánimo de la certeza que Dios «hace todas las cosas según el designio de su voluntad» (Efesios 1:11). Creemos con confianza que Dios controla la historia por medio de sus decretos, por medio de los cuales Él determina «lo por venir desde el principio» (Isaías 46:10). Por eso, los posmilenialistas afirman que la Palabra de Dios, como Él mismo dice, «no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:11), sin importar la oposición de seres humanos o de demonios, a pesar de fenómenos naturales o circunstancias históricas.
El cristiano, pues, no debería usar factores históricos del pasado o circunstancias culturales del presente para juzgar la posibilidad del éxito futuro del evangelio. De otra manera, debería evaluar la posibilidades solamente basado sobre la revelación de Dios en las Escrituras —porque el éxito del evangelio vendrá «no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu» (Zacarías 4:6). Por eso la confianza del posmilenialista está en Dios el Soberano.
La provisión bendita de Dios
Además, el Señor de señores capacita a su Iglesia ampliamente para la tarea de la evangelización del mundo. A continuación están algunas de las provisiones abundantes divinas para la Iglesia:
(1) Tenemos la presencia de Cristo resucitado con nosotros. Él es quien nos manda, «id, y haced discípulos a todas las naciones», mientras promete, «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19–20). Por eso podemos confiar «que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
(2) El Espíritu Santo de lo alto mora en nosotros. Por eso creemos que «mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4b). Entre sus varios ministerios, Él causa el nuevo nacimiento, capacita a creyentes para vivir en justicia, y bendice la proclamación del Evangelio para atraer a pecadores a la salvación.
(3) El Padre se deleita en salvar a pecadores. En verdad, «no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:17).
(4) Tenemos el Evangelio, que es el «poder de Dios» para salvación. También tenemos la poderosa Palabra de Dios como nuestra arma espiritual: «porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:4–5).
(5) Para apoyarnos y fortalecernos en la victoria del Evangelio, tenemos acceso sin límite a Dios en oración por medio del nombre de Jesús.38 Cristo aun nos manda a orar al Padre,«Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10).
(6) Aunque tenemos oposición sobrenatural de parte de Satanás, él es un enemigo vencido como resultado de la primera venida de Cristo. «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Hebreos 2:14). Consecuentemente podemos resistirlo y él huirá de nosotros (Santiago 4:7; 1 Pedro 5:9); podemos aplastarle bajo nuestros pies (Romanos 16:20). En verdad, nuestra misión divina es hacer volver la humanidad «de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hechos 26:18). Pues el Salvador de gracia da recursos amplios a la Iglesia.
Entonces, puesto que Dios creó el mundo para su gloria, lo gobierna en su inmenso poder, y capacita a su pueblo para vencer al enemigo, el posmilenialista pregunta: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8:31. Nuestra confianza está en el ministerio del Señor Jesucristo, «el soberano de los reyes de la tierra» (Apocalipsis 1:5). Él está sentado «a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia» (Efesios 1:20–22). Tenemos confianza que la resurrección de Cristo tiene más poder que la caída de Adán.
Por supuesto, todo esto no comprueba que Dios ganará el mundo por medio de la victoria del Evangelio. Pero, debería disipar la idea prematura y caprichosa de descartar el posmilenialismo como una opción viable y evangélica, abriendo así paso para volver a reflexionar el caso para nuestra esperanza evangelística. Ahora la pregunta es, ¿está enraizada esta esperanza posmilenial en la Palabra inspirada e infalible de Dios? Consideremos este tema a continuación.
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6