EL
PREDICADOR
La instrucción
Llegó a Efeso un judío muy buen orador
llamado Apolo, de la ciudad de Alejandría. Era muy
entendido en las Escrituras. Con respecto al camino del
Señor Apolo tenía algunos conocimientos y, con
mucho entusiasmo, hablaba y enseñaba todo lo que
sabía acerca de Jesús, aunque solamente
conocía el bautismo de Juan. Comenzó, pues, a
hablar con mucha convicción en la sinagoga, y le oyeron
Aquila y Priscila. Lo llevaron entonces consigo y le dieron a
conocer con mayor precision el Camino. (Hechos
18:24-26)
El ejemplo de Apolo es exactamente el camino que debe
seguir cualquier persona que haya sentido el llamado del
Señor para predicar su mensaje. Apolo predicaba con gran
fervor y valentía y tenía además un profundo
conocimiento de las Escrituras, pero desconocía el mensaje
de Jesús.
Cuando el matrimonio se le acercó
invitándole a recibir instrucción, Apolo
podría haberse negado a que le instruyeran alardeando de
sus reconocidas dotes de orador y su conocimiento de las
Escrituras. Sin embargo accedió a la proposición y
fue instruido gracias a su humildad y a su sencillez al aceptar
que no lo sabía todo aún.
Si un predicador no recibe la indispensable
instrucción, ya sea por orgullo propio o por comodidad, no
sera nunca útil para el trabajo evangelizador que debe
llevar a la comunidad. Apolo nos enseña que para ser
predicador no basta la facilidad de palabra ni el conocimiento de
las Escrituras (hay quien habla mucho, pero no dice
nada), sino que además se require humildad y deseo de
aprender para así mejorar en el Ministerio de la
Palabra.
La recepción
El predicador debe ser un buen transmisor del mensaje de
Dios, pero para ello, antes debe ser un buen receptor de su
mensaje.
Ahora te revelo cosas nuevas y secretas que
tú no conocías. Acabo de decidirlas y no
habías oído de ellas,
así que no podrás decir: "ya lo sabía"
(Isaías 48:7-8).
Antes de iniciar cualquier predicación debemos
escuchar en oración al Señor, pues es Su mensaje el
que deberemos comunicar a la comunidad; no el nuestro.
San Ambrosio, quien fue Obispo de Milán durante
el siglo IV, además de ser un gran orador se
mantenía siempre en oración, pues solo del trato
con nuestro Señor podía transmitir mensajes que
realmente ayudaran a los demás.
Es por ello el consejo que le dio a una mujer cuando fue
a contarle sus preocupaciones porque su hijo no daba indicios de
acercarse a la verdadera fe (*). Esta mujer era Santa
Mónica y estaba muy preocupada porque su hijo se
había separado de la fe. Ella no dejaba de decirle
insistentemente a su hijo que regresara a la fe, pero él
no le hacía caso, lo cual le hacía sufrir y llorar
mucho. Entonces el obispo de Milán le dio un consejo:
"Más que hablarle mucho a tu hijo de Dios, mejor
háblale mucho a
Dios de tu hijo". Gracias a ese mensaje y a que
Santa Mónica lo puso en práctica, es que San
Agustín llegó a la santidad.
(*) San Agustín seguía la secta de los
maniqueístas (Maniqueo, Persia, siglo III d.c). Sus
creencias básicas eran que el espíritu del hombre
es de Dios, pero el cuerpo del hombre es del demonio.
También creían que el Dios del Antiguo Testamento
era malo, mientras que el Dios del Nuevo Testamento era
bueno.
Todo predicador debe ser como una antena receptora para
poder captar la voz del Señor y comunicarla después
con toda fidelidad. Un buen predicador no forzosamente debe ser
un buen orador, sino que es quien sabe escuchar al Señor,
y cuyo mensaje produce frutos de salvación (**). Debe
saber descubrir el mensaje en el silencio de su corazón,
en la oración y en la contemplación y,
además, ser sensible a las manifestaciones del
Espíritu Santo.
(**) Un predicador es quien transmite el mensaje,
mientras que el orador es aquel que habla con elocuencia. Lo
ideal es el predicador-orador.
La transmisión
El objetivo de la predicación es la de comunicar
un testimonio o una experiencia vivida, pero debe hacerse de tal
forma que las palabras pronunciadas por el predicador convenzan
al oyente. Pero el primer convencido debe ser el propio
predicador, de lo contrario no podrá convencer a nadie.
¿Cómo va a hablar de Dios si antes no ha hablado
con El?. ¿Cómo va a hablar del amor de Dios si
antes él mismo no lo ha experimentado?.
El más claro ejemplo de lo anterior lo tenemos
con los discípulos de Emaús, quienes primero
solamente anunciaban el triste mensaje de la muerte de
Jesús y repetían lo que las mujeres decían
sobre su resurrección. Eran testigos de su muerte, pero
reporteros de su resurrección. Pero después de su
encuentro con Jesús, con el corazón lleno por la
experiencia vivida, regresaron a Jerusalén para dar
testimonio de la resurrección del Señor.
A la vista del ejemplo anterior, cada predicador debe
preguntarse honestamente cuál de las dos actitudes es la
que predomina en su vida y en su mensaje: ¿es reportero de
lo que otros le contaron o bien es testigo por haber
experimentado lo que predica?
Un día Santo Tomás de Aquino visitó
a San Buenaventura y le dijo: "Necesito conocer tu biblioteca
porque te oigo hablar tan bien, que quiero saber de dónde
te inspiras". San Buenaventura lo llevó a su casa y
corrió una cortina. Allí se hallaba un reclinatorio
frente a la imagen de Jesús crucificado. Mirando a Santo
Tomás a los ojos le dijo: "Aquí está la
fuente de mi sabiduría; esta es mi bliblioteca, de donde
aprendo lo que enseño". Santo Tomás
sonrió y le contestó: "Se parece mucho a la
mia…".
El protagonista
Si bien sabemos que Jesús es el modelo de todo
predicador, podemos considerar al Espíritu Santo como el
gran protagonista de la evangelización. Antes de enviar a
los suyos por todo el mundo para predicar su mensaje,
Jesús les llenó de su Espíritu Santo en
Pentecostés.
Dios, a través del Espíritu Santo, unge la
palabra del predicador para poder hablar libremente
(parresía *), al tiempo que toca los
corazones de las personas que le escuchan para que acepten
el mensaje de salvación. Pero jamás
debemos olvidar que siempre seremos un instrumento al servicio de
Dios para hacer llegar Su mensaje a los demás.
"Yo planté, Apolo regó, pero Dios hizo
crecer. Y no cuentan ni el que planta ni el que riega, sino Dios,
que hace crecer" (1 Corintios 3:6-7)
(*) Parresía: tener la valentía,
franqueza y libertad de espíritu para decir la verdad para
el bien común.
La rutina
Juan Pablo II habló muchas veces acerca de una
nueva evangelización, pero no nueva en el contenido, sino
en los métodos, en las formas y en el ardor para llevar
con toda efectividad el mensaje a los demás. Dicho de otra
forma, hemos de salir de nuestras costumbres y rutina para
encontrar nuevos métodos que hagan más accesible el
mensaje evangelico.
Si el Papa nos está hablando de emprender una
nueva evangelización, necesitamos humildad para morir a
las antiguas formas e intrepidez para explorar nuevas formas de
hacer llegar nuestra prédica. Decía el Padre
Emiliano Tardiff que no hay que enojarse con las personas que
dejan de ir a un restaurante a comer; lo que hay que hacer es
cambiar el cocinero o variar el tipo de comida que se
sirve.
Conclusión
Hemos aprendido que el predicador debe hablar con Dios
antes de hablar de El. Y que un buen predicador no es
necesariamente alguien que habla bien, sino el que produce
frutos. Muchas personas piensan que sólo es
cuestión de técnica o de retórica, pero
deben saber que la verdadera sabiduría proviene del
Espíritu Santo y se obtiene de nuestra íntima
relación con Dios.
La tarea principal de un predicador es hacer presente a
Jesús; no solamente hablar de Jesús. El predicador
debe tener siempre muy claro su objetivo: convertirse en
evangelizador.
Henri Lacordaire, abogado y célebre predicador
dominico francés en Notre Dame de París de
principios del siglo XIX, fue un día al pueblo de Ars para
escuchar la predicación de un sencillo cura que, a
diferencia de él, no tenía título alguno. A
pesar de que la pequeña iglesia estaba llena, el
acompañante de Lacordaire le dijo: "Maestro, en Notre
Dame la gente hasta se sube en las columnas para
escucharte". Pero el dominico le respondió: "Si,
pero aqui, después de la predicación del cura de
Ars (*), la gente se baja de las columnas para reconciliarse con
Dios". (*) Juan María Vianney
/ 1786-1859
EL LLAMADO Y EL
ENVIO
"Ustedes no me escogieron a mí. Soy yo quien
los escogí a ustedes y los he puesto para que
vayan y produzcan fruto y ese fruto
permanezca" (Juan 15:16)
El llamado
No hemos sido escogidos por ser los mejores o los
más capaces, sino para que así se manifieste que es
por gracia y no por méritos propios.
Fuimos elegidos por Dios para llevar su mensaje y por
ello debemos ser conscientes de la gran responsabilidad que pesa
sobre cada uno de nosotros. El hecho de tener la certeza de tal
llamado debe dar una nueva dimension a nuestro
trabajo.
El Señor nos llamó a colaborar con El y
aunque a veces nos fallen todas las demás razones,
Jesús sigue firme para sostenernos. Aunque nos
desanimemos, Jesús no se desanima; aunque fracasemos en
nuestro apostolado, Jesús sigue fiel a su llamado. Aunque
los demás se opongan, Jesús está de nuestra
parte. El don de la llamada es permanente porque los dones de
Dios son irrevocables. Pero debemos estar convencidos
espiritualmente de que Dios nos ha concedido ese don; que no ses
solamente un deseo personal o una ilusión
nuestra.
Enviados con una misión
Toda vocación lleva implícita una
misión. Dios nos ha enviado a anunciar sus promesas y sus
palabras, su muerte y su resurrección pero, sobre todo, al
mismo Jesús de Nazaret.
Si no permanecemos con Jesús jamás
podremos hablar en su nombre ni comunicar su mensaje. Para dar
fruto los sarmientos deben estar unidos a la vid. Cuántos
servidores abandonaron el ministerio porque quisieron hablar en
nombre de Jesús, sin antes haber estado con El. El poder
se nos confiere en la medida en que estemos unidos e
identificados con El. (Mateo 7:21-23)
Hablar de El
Hablar de El, no de nosotros. Hay predicadores
más interesados en predicarse a sí mismos y
justificar su autoridad, que en anunciar la persona, la vida y el
mensaje de Jesucristo. Les interesa más presumir sus
éxitos y triunfos que anunciar la resurrección de
Jesucristo.
Jesús tenía autoridad porque hablaba;
otros hablan porque tienen autoridad, lo cual es muy diferente.
Cuando un hombre de Dios habla se percibe que tiene una autoridad
que no se basa en su elocuencia ni en habilidades oratorias, sino
que está respaldado por el poder del Espíritu
Santo. Incluso sin palabras puede notarse en ocasiones la
presencia del Espíritu Santo en alguien por sus acciones o
por su comprtamiento personal. (Mateo
7:28-29)
Un día San Francisco de Asís invitó
al Hermano León a predicar. Salieron del convento,
recorrieron la plaza del pueblo y luego regresaron al convento.
Entonces el fraile preguntó a Francisco:
"¿A qué hora vamos a
predicar? Aún no hemos hablado". Francisco le
respondió: "Ya lo hicimos; ya hemos
predicado".
"Pero si no hemos dicho nada!",
repuso el Hermano León. Entonces Francisco le
aclaró:
"Si nos parecemos a Cristo, quienes nos vieron ya se
quedaron pensando en El. Ya les predicamos con nuestro ejemplo,
pues un hombre que está lleno de Dios, lo comunica a
todos".
Ser testigo
Se puede ser un servidor del Señor sin conocerle
a El. Es terrible y de nefastas consecuencias, pero suele
suceder. Ni un título, ni una función y ni siquiera
un ministerio dan la garantía de ser testigos, porque el
testigo es el que ha experimentado lo que habla y predica. Un
predicador que repite lo que le dijeron o lo que leyó,
jamás tendra la fuerza de un testigo. Juan Pablo II
afirmaba que la Iglesia necesita más de testigos que de
maestros.
El predicador debe haber tenido contacto directo con
Dios, haber conocido su misericordia y su amor, haber
experimentado su perdón incondicional y haber tenido un
encuentro cara a cara con El para que al final pueda exclamar:
"No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y
oido" (Hechos 4:20).
Obediencia
La primera condición indispensable para llegar a
ser un buen predicador es la disponibilidad para confiar en el
Señor y obedecerle en todo momento. Si El ha confiado en
nosotros, nosotros debemos confiar ciegamente en El en base a una
obediencia fuera de cualquier duda; aquella que brota de la
confianza ilimitada de saber que Dios jamás se equivoca y
de que a través de la misma podemos cooperar en el plan de
Dios. Esta es la base del ministerio de la predicación;
sin ella, tarde o temprano se desvirtúa el
ministerio.
Conclusión
Hemos sido llamados y enviados. Llamados por la
iniciativa divina y enviados con la misión de hacer
presente el Reino de Dios por medio de nuestra prédica;
evangelizar efectivamente, sin ningún tipo de lucimiento
personal. Esto exige de nuestra parte una respuesta generosa, al
mismo tiempo que la obligación de prepararnos y
capacitarnos para cumplir de la mejor manera posible la
misión que nos ha sido confiada.
FUENTES DE
PREDICACION
Introducción
El buen predicador habla porque tiene algo que decir. El
mal predicador habla porque tiene que decir algo. Aquel que no
tiene nada que decir, termina sin decir nada.
La primera condición para predicar es tener un
mensaje que comunicar. Por eso un predicador se especializa en
buscar y encontrar las diferentes formas por las que Dios se
comunica. Un predicador escucha y cree en la Palabra, para
después entregarla a la comunidad. Muchos predican sin
acierto, no por carencia de cualidades, sino porque no han sabido
ir encontrar el mensaje.
Por eso ahora hablaremos de las fuentes donde podemos
encontrar la materia prima para nuestra predicación. De
dónde busquemos depende lo que encontremos; de ahí
la importancia de hacerlo adecuadamente.
Cosmología y creación
Este es un tema delicado que, si deseamos tocarlo en
alguna prédica, debemos hacerlo apelando a la fé
cristiana y en nuestra creencia en la Palabra de Dios, ya que si
lo hacemos antagonizando las Escrituras con la ciencia actual,
podemos causar confusion en el oyente.
La Biblia relata detalladamente el proceso de la
creación en el libro del Génesis, donde se
describe cómo Dios creó el universo y al ser
humano. Sin embargo la ciencia mantiene opuestas teorías a
lo que antiguamente se consideraban hechos fácticos y
reales, a partir de las Sagradas Escrituras.
Uno de los mayores ejemplos es la llegada de la
Teoría Heliocéntrica, que despojó a la
Tierra del status de centro del universo, o la Teoría de
la Evolución, que detalla el creacionismo evolutivo de la
especie humana.
Si bien los descubrimientos científicos han
servido para aumentar el conocimiento del origen del universo, la
cosmología religiosa debe abordarse desde el ámbito
de la fe Cristiana. No podemos olvidar lo limitado que era el
nivel cultural de las personas en la época en la que se
escribió el Génesis. Fue escrito en base a la
mentalidad de la gente de aquella época para que el
mensaje fuera comprendido por ellos.
El mensaje real es que Dios es omnipotente y
omnipresente; que toda la naturaleza nos habla de
Dios.
El ejemplo lo tenemos en el profesor que hizo una
apuesta con sus alumnos al pedirles que le dijeran dónde
estaba Dios. Todos se quedaron pensando hasta que uno de los
niños le respondió: "Profesor, yo le doblo la
apuesta si usted me dice dónde no está
Dios".
Antropología
El organismo humano, por la perfección y
complejidad de sus funciones, nos remite a Dios. Su
constitución genetica, base de la herencia y de la
diferenciación celular en el proceso de la
gestación, nos permiten descubrir un extraordinario plan
para el desarrollo humano.
Historia
Dios siempre se ha revelado a través de los
acontecimientos de la historia humana. Cada acción,
época y cultura tienen un mensaje salvífico para
todos nosotros. Si el predicador no está encarnado en la
vida del hombre, nunca podrá estar cerca de él para
manifestarle la salvación divina. El objetivo es tanto el
denunciar la ausencia de Dios como anunciar también su
presencia divina. El buen predicador debe estar siempre al
día en cuanto a los acontecimientos de su
época.
Biografías
El buen predicador encuentra tema de predicación
en la vida y obra de un inventor, un deportista, un
científico, un cantante o de cualquier persona que se haya
distinguido entre los demás. Todos esos recursos son como
anclas que afianzan el mensaje en la mente de los
oyentes.
Cultura
El predicador no puede desconocer los valores y
criterios de los pueblos que están dentro de su cultura, e
incluso de otros que se encuentren fuera de ella, tanto cultural
como históricamente.
Debe conocer el terreno que pisa y será su punto
de partida para anunciar el mensaje de la salvación. Tanto
reconocerá los valores de cada cultura como
denunciará los antivalores; deberá ser siempre
neutral y sincero en sus apreciaciones. Y muchos de esos valores
los encontramos en las bellas artes, en aspectos como la
música, el canto, pintura, arquitectura, etc.
Realidad
El buen predicador es hombre de su tiempo. Es fiel a
Dios pero también al hombre, porque conoce y comparte sus
gozos y esperanzas, sus penas y sufrimientos.
El predicador vive inmerso en el mismo ajetreo de vida
que sus oyentes, por lo cual sus prédicas deben buscar una
parte práctica porque las personas a las que dirije sus
palabras buscan en el mensaje el cómo salir de las
tribulaciones diarias, así como de sus depresiones,
angustias y problemas familiares y económicos diarios. El
predicador se basará más en la práctica que
en la teoría, siempre que ello sea posible, porque las
personas irán a oirle para que con sus palabras les abra
el alma a la esperanza de una vida mejor que la
actual.
El predicador siente el peso de su pueblo, sufre con
él e ilumina la situación con la Palabra de Dios.
No se trata sólo de remarcar lo negativo de una realidad,
sino de irradiar sobre ella la Palabra divina mostrando
cómo Dios puede escribir derecho con renglones torcidos.
El predicador a veces debe descubrir a los demás el plan
de Dios en los acontecimientos más dolorosos.
Iglesia
El Magisterio de la Iglesia, los Santos Padres y los
documentos oficiales de la Iglesia son manantiales inagotables
para encontrar temas de predicación. Por supuesto que no
es necesario leérselos a los oyentes, sino que deberemos
entresacar de ellos las enseñanzas que consideremos
adecuadas para cada prédica.
Revelación de la Palabra
Dios nos ha revelado su plan de salvación en las
Sagradas Escrituras. O sea que la base del mensaje que el
predicador debe difundir a sus oyentes, el propio Dios nos lo ha
hecho llegar por medio de su hijo Jesús y manifestado en
su Palabra.
Por ello podemos decir, como San Jerónimo, que
desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo.
Por eso es un contrasentido el predicador cristiano que nunca
hace alusion ni cita la Palabra de Dios.
Es muy triste ver a un predicador que no lleve su
Biblia. Algunos predicadores transmiten lo que ellos piensan de
Dios, pero se olvidan de comunicar lo que Dios ha dicho de
sí mismo. Otros prefieren complicarse con elucubraciones
teológicas o filosóficas en vez de reducirse a la
sencillez del Evangelio. Algunos hablan de Dios sin referirse a
lo que Dios ha querido decirnos sobre sí mismo.
Redescubrir el valor de la Palabra contenida en la
Biblia es una gracia del Espíritu Santo. El buen
predicador no es el que repite lo que leyó o
escuchó, sino el que transmite lo que ha aprendido
personalmente en su diario caminar.
La Palabra de Dios es muy rica, pero también
árida a veces e incluso en otras ocasiones parece estar en
una especie de código difícil de descifrar. Por
ello el siguiente capítulo está dedicado a dar
pistas de cómo buscar y qué buscar en las Sagradas
Escrituras.
"Varias personas han tratado de narrar las cosas que
pasaron entre nosotros, a partir de los datos que nos entregaron
aquellos que vieron y fueron testigos desde el principio y que
luego se han hecho servidores de la Palabra. Siendo así,
también yo he decidido investigar hasta el origen de esta
historia y componer para tí, excelente Teófilo, un
relato ordenado de todo. Con esto, todas aquellas cosas que te
han enseñado cobrarán plena claridad" (Lucas
1:1-4).
"Les he hablado mientras estaba con ustedes. En
adelante el Espíritu Santo Intérprete, que el Padre
les enviará en mi Nombre, les va a enseñar todas
las cosas y les recordará todas mis palabras" (Juan
14:26).
Jesús nos prometió la luz del
Espíritu Santo para recordarnos todo lo que El nos
había dicho, mas para que algo sea recordado antes debe
existir en la memoria. Por lo tanto esto nos exige un estudio
permanente de la Palabra de Dios: conocer la historia de la
salvación y las constantes del actuar de Dios y tener las
nociones básicas de lo que es la Biblia.
Por consiguiente vamos a revisar las diez partes de
donde podemos obtener mensajes de la palabra de Dios. Son las
siguientes: parábolas, milagros, personajes, guerras,
preguntas, diálogos, oraciones, lugares, fiestas y
objetos.
Parábolas
Las parábolas son ejemplos que basta aplicar a
nuestra vida normal para poder obtener materiales para la
predicación, debiendo tener la precaución de no
repetir simplemente las palabras del texto o el mismo mensaje de
siempre, sino buscando similitudes entre la parabola original y
el tema que deseamos enfocar en nuestra
prédica.
Existe mucha diferencia entre actualizar la Palabra de
Dios o reducirla a un relato del pasado. Cada personaje, detalle
o palabra puede aplicarse a la situación
actual.
Milagros
Los milagros están llenos de riquezas para el
hombre de hoy. El marco donde se efectuaron es exactamente el
mismo que el de nuestra sociedad porque el hombre de cualquier
tiempo y lugar sigue siendo el mismo. Pero aunque el mensaje deba
ser actual, debemos encontrar algo nuevo en los milagros ya
acaecidos.
Personajes
Podrían invertirse años estudiando el
mensaje que nos dejó la vida de cada personaje de la
Biblia, empezando por el significado de cada uno de los
nombres.
Personajes como David, Moisés, Salomón y
muchos otros, son fuente de inagotable riqueza a la hora de
elaborar una prédica. El propio Jesús se
refirió constantemente a la vida de determinados
personajes para sacar alguna enseñanza.
Guerras y batallas
Todas la batallas que nos presenta la Biblia, aunque a
veces tienen un marco cruel y sangriento, son símbolo de
la lucha diaria del creyente. El secreto radica en saber
sustituir el nombre de los diferentes pueblos (filisteos,
amalecitas, asirios, etc.) por los enemigos que en la actualidad
quieren hacernos perder la libertad y la paz espiritual.
Abordarlas bajo esta óptica es descubrir su verdadero
significado.
Preguntas
En la Biblia existen muchas preguntas que el hombre le
hace a Dios o que Dios le hace al hombre. El propio Jesús
enseñaba a veces en base a preguntas tales como:
¿me amas?, ¿ustedes, quién dicen que soy
yo?, ¿qué buscan?, ¿por qué dudas?,
¿con un beso entregas la hijo del hombre?, etc.
Una sola pregunta ofrece material extraordinario para
una predicación, pues muestra las interrogantes que
existen dentro del corazón humano.
Diálogos
A lo largo y ancho de las Escrituras encontramos un
extenso número de diálogos y conversaciones. El
secreto estriba en tomar el proceso de la conversación
para llevar a los oyentes a identificarse con la situación
de cada personaje bíblico.
Jesús no imponía su autoridad, sino que
dialogaba con las personas para así llevarlas a
través de un proceso de conversion.
Oraciones
En la oración, como en ninguún otro
momento, el hombre se presenta desnudo frente a Dios alabando,
llorando, reclamando y hasta cantando, para mostrar la inmensa
gama de actitudes del corazón humano.
Si observamos esas oraciones veremos que el valor de las
mismas no consiste en que ciertos personajes las hicieron alguna
vez, sino que ellos encarnan a individuos de toda época
que, en circuntancias análogas, podrían expresar lo
mismo.
Jesús oraba constantemente, tanto en privado como
en comunidad, pero siempre movido por el Espíritu. Y
cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara
a orar, Jesús no les dió un curso sobre la
oración, sino que comenzó a orar delante de
ellos.
Lugares
El lugar donde sucede un acontecimiento es como un marco
que realza una historia, llegándose a convertir algunos de
ellos en símbolos por su mensaje teológico que es
imposible pasar por alto.
Como ejemplos podemos citar a Samaria (territorio
hereje), Asiria o Nínive (enemigos acérrimos),
Jerusalén o Sión (corazón de la fe de
Israel), Desierto (lugar de lucha y de encuentro con
Dios).
Fiestas
El calendario religioso de Israel se basa en ciertas
festividades clave. Por ejemplo está el Yom Kipur (dia de
la expiación o del perdón), la Hanuka (fiesta de la
luz) o Purim (Libro de Ester), entre muchos otros. Todas vienen
del Antiguo Testamento pero están cargadas de un
simbolismo tal que repercute en el Nuevo Testamento.
Existen momentos muy significativos en la vida humana,
como es el caso de compartir el pan y mesa, de lo cual
habló tambien Jesús. Por ello son muy ricos en
enseñanzas episodios como las bodas de Caná o la
Ultima Cena.
Según el Derecho Romano, cuando un amo daba la
libertad a uno de sus esclavos, sellaba el acto sentándolo
a su mesa. Si nosotros estamos invitados a sentarnos a la mesa de
Nuestro Señor, es porque ya somos libres.
"Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien
escucha mi voz y me abre, entraré a su casa a
comer; yo con él y él
conmigo" (Apocalipsis 3:20).
Objetos
Los israelitas, en base a su cultura, dedicaban gran
simbología a los objetos de su vida diaria; cada uno
tenía una razón de ser y un significado.
Como ejemplos podemos citar el manto (dejarlo para
seguir a Jesús), el vino y el aceite (esperanza y amor),
el número 12 (las doce tribus de Israel), etc.
Conclusión
A grandes rasgos hemos visto varios sitios de donde
obtener el mensaje más adecuado para cada circunstancia.
En la medida en que transitemos por cada una de esas partes
podremos ir conociendo más y mejor toda la Biblia,
obteniendo de ella mensajes ricos en contenido para nuestras
prédicas. Pero para comprender bien toda la
información que vayamos obteniendo es aconsejable estar
acompañados de un mapa, de un diccionario bíblico o
de un libro sobre concordancias de la Biblia.
Los conocimientos gramaticales son muy importantes a la
hora de consultar fuentes y de preparar una prédica.
Debemos conocer el significado de las palabras y sus
equivalencias, así como dominar la linguística para
que el mensaje que impartamos sea lógico en el aspecto
gramatical, sin por ello caer en complicaciones
linguísticas que más confundirían al oyente
que lo ayudarían a entender el mensaje.
Un buen predicador debe dominar y comprender como
mínimo los siguientes aspectos gramaticales:
Etimología: Estudio del origen de las
palabras.
Semántica: Significado de cada
palabra.
Sinónimos: Palabras
equivalentes o parecidas la una con la otra.
Antónimos: Palabras con significado contrario u
opuesto. Concordancias: Correspondencia entre palabras o
temas.
Si el predicador publica además el texto de sus
prédicas, sera imprescindible que domine las reglas
gramaticales, ortográficas y de redacción para que
el texto de su mensaje no sólo sea atractivo en su
contenido, sino también en su composición
escrita.
Línea a seguir
Hay que elegir la dirección hacia la cual debemos
enfocar nuestro mensaje y para ello eligiremos cuidadosamente el
pasaje de la Palabra de Dios en base al cual queremos ilustrar
nuestra prédica; así el enfoque y el efecto
serán más directos. Cuanta más convergencia
haya hacia un solo punto, más llegará al
corazón del oyente.
Algunos predicadores son dispersos en sus mensajes
porque desconocen la necesidad de la comunidad a la que va
dirigida la prédica. Cuando al final de una
predicación los oyentes no captaron lo esencial del
mensaje, es porque éste careció de enfoque
directo.
Cuanto más deseemos abarcar en una sola
predicación más fácil será que el
mensaje se diluya. La solución está en decidir
qué tipo de mensaje deseamos predicar, para lo cual es
aconsejable seguir estos pasos:
a. Diagnosticar la necesidad de la
comunidad.
b. Definir el tipo de mensaje que conviene
dar.
c. Enfocar en esa línea toda la
predicación (textos, ejemplos, preguntas,
etc.).
Clases de mensajes
Hay diferentes clases de mensajes y, según sea la
necesidad de la comunidad a la que debemos hacer llegar la
predicación, deberemos elegir uno de ellos enfocando todo
el material disponible hacia ese punto. Son los
siguientes:
Llamamiento: Son mensajes que nos
invitan a acercarnos a Dios, presentándonos su amor
incondicional, su perdón sin límites y su generosa
bondad.
Evangelización: Es el tema de la
salvación en Cristo Jesús y su objetivo es mostrar
que la salvación es gratuita y que El es el único
Salvador.
Conversión: Es la respuesta del
hombre, que cree, confía y se entrega incondicionalmente
al Señor y a su obra.
Catequesis: Es cuando queremos
dirigirnos al entendimiento, dando una enseñanza moral o
doctrinal de una manera más ordenada y sistemática.
Si el mensaje a dar está dirigido a la toma de una
decisión, la catequesis se dirigirá al
entendimiento para así lograr una decision totalmente
comprensible.
Espiritualidad: Son mensajes que
enfatizan nuestra relación vertical con Dios y nos
conducen a una comunión más íntima con El.
Son invitaciones a la oración y a la intimidad con
Dios.
Compromiso: Este mensaje se basa en el
amor, la comprensión, la amabilidad y la bondad con
los demás, buscando siempre el "sí" de
compromiso del oyente al llamado de Jesús.
Apologética (razonamiento
sistemático y defensa de un punto de vista
determinado): Estos mensajes explican aquello en lo que
creemos los católicos y contienen argumentos claros,
sencillos y sólidos, con los cuales se señala un
error y se muestra la verdad.
Fortalecimiento: Cuando un predicador se
encuentra ante una comunidad que acaba de sufrir un desastre
común y se aprecian todavía las secuelas de la
destrucción, debe encender el ánimo y renovar el
entusiasmo por la vida contagiándoles la fe y la esperanza
cristianas en el Señor.
Renacimiento: Así como los temas
de conversion van dirigidos a los que se inician en el camino
espiritual, los de renacimiento van dirigidos a los que estando
ya en ese camino se han desviado o enfriado. En este caso el
mensaje debe confirmarles que solamente los que perseveren hasta
el fin se salvarán.
Conclusión
De esos enfoques depende que el mensaje llegue donde
queremos llegar de una forma clara y definida. Cuando lo sepamos,
hacia allá enfocaremos todos los recursos de la
predicación.
Las predicaciones confusas, vagas y con exceso de ideas,
terminan siendo difusas y nadie sabe de lo que se habló.
Si queremos que el oyente se quede con el mensaje, primero
necesitamos enfocarlo. Es imposible que sepan de qué hemos
hablado si nosotros mismos tampoco supimos lo que
dijimos.
Aquí aprenderemos a ordenar cada elemento de la
predicación, así como su relación con los
demás aspectos de la prédica, porque si un mensaje
no está bien organizado, se desvirtúa.
Elementos del mensaje
Un mensaje debe contar con los siguientes
elementos:
a. Introducción (oración,
presentación del predicador y del tema,
motivación).
b. Lectura bíblica.
c. Exposición del
mensaje.
d. Ejemplificación y
testimonios.
e. Preguntas y respuestas.
f. Conclusión (Resumen y
oración final).
No se trata de un esquema riguroso e inalterable, sino
de un esquema básico para poder exponer el mensaje de una
manera lógica. De acuerdo a las necesidades del grupo y a
la experiencia del predicador, este programa puede
modificarse.
Conclusión
No es suficiente con tener a mano todos los ingredientes
de la predicación; hay que saberlo presentar adecuadamente
para que el mensaje sea efectivo. El orden y la secuencia hacen
que el mensaje sea más comprensible.
Hemos visto anteriormente diversas fuentes para obtener
el material necesario para un mensaje efectivo y cómo
presentarlo al oyente. Ahora trataremos de lo que conviene tener
en cuenta antes, durante y después de la
presentación del tema. Portamos un mensaje que no es
nuestro, aunque nosotros lo divulguemos, y por lo tanto estamos
obligados a ser absolutamente fieles y a entregar nuestra
predicación de la mejor manera posible.
El predicador tiene que renovarse continuamente
encontrando ejemplos nuevos y formas nuevas; no puede caer en la
rutina. Debe estar pensando en su próxima
predicación las veinticuatro horas del día. Todo lo
que oye o ve lo relacionará con su siguiente tema. Si no
lo hace se irá enfriando y repetirá todo de
memoria, en lugar de que salga de su corazón.
Presentación física
Así como la forma de presentar el mensaje al
oyente es sencilla si se desea que sea efectiva, la
presentación personal del predicador influirá
sobremanera en el éxito o el fracaso de su
predicación. Una deficiente presentación
física puede ser un obstáculo para que los
demás acepten o no el mensaje. La ropa manchada, una
camisa sin algún botón, los zapatos sin lustrar o
el propio predicador mal peinado o sin afeitar,
empañarán el mensaje a transmitir.
La presentación debe ser adecuada al
público a quien vamos a transmitir el mensaje, pero al
mismo tiempo debemos sentirnos a gusto nosotros mismos, tanto en
el vestir como en la higiene corporal.
Reconciliarse con Dios
Si la presentación exterior es importante, la
interior lo es mucho más. Reconciliarse con Dios, pedirle
perdón y perdonar, etc., son aspectos esenciales para la
transmision efectiva de un mensaje cristiano.
Ambientarse
El predicador debe ser puntual, sin llegar mucho antes
ni tampoco con exactitud a la hora fijada para la
predicación y mucho menos, tarde. Si llega con prisa, eso
se reflejará en su predicación y en vez
de transmitir paz, comunicará desasosiego. Lo ideal
es llegar antes que los oyentes para así poder observar el
local y sus adornos, por si encuentra algún elemento que
pueda serle de utilidad en su predicación.
Antes de predicar quédese un momento solo ante
Dios y la Palabra. Asimile el mensaje que va a exponer, pensando
que se lo dirije a usted mismo. Este punto ayuda a que
después pueda hablar con el corazón y no desde su
mente.
Tomar autoridad
De pie frente al auditorio debe tomar autoridad en el
nombre del Señor. No se sienta frustrado si hay pocos
oyentes ni tampoco lo esté si enfrente suyo hay alguna
autoridad religiosa; solo céntrese en la Palabra de
Dios.
No trate de quedar bien ante los hombres, sino ante
Dios. Si usted titubea o se menosprecia, el mensaje no
llegará como Dios lo quiere. Piense que usted no
está ahi por iniciativa propia, sino porque ha sido
llamado por Dios y enviado por El. Usted depende de Dios, pero
los oyentes dependen de usted.
Mire a la gente cara a cara y no se inmute; no baje la
vista ni predique al techo. Predique a los ojos, que son la
ventana del corazón. Mire a los oyentes con serenidad,
seguridad y amor. Pasee su mirada desde la última fila
hacia delante, donde se encuentra usted. Es mejor mirar a los de
las filas de atrás porque así el tono de su voz
será más fuerte. Si mira solamente a los de
adelante, su tono sera más moderado y los del final no le
escucharán bien.
La voz
La manera como se retransmite un mensaje es casi tan
importante como las palabras del mensaje. Por eso la
modulación de la voz es tan importante en la
predicación. La misma palabra puede expresarse de muy
distintas formas. Es indispensable saber poner énfasis
donde se necesita.
Hable como usted es, sin imitar a nadie. Nunca comience
gritando, pues así lo rechazarán desde el inicio.
Deletree cada vocal y esfuércese para que su voz salga de
su garganta, no desde su estómago; así se escuchara
más nítidamente.
El físico
Hay que suavizar los músculos, relajarse y nunca
fruncir el ceño. Debe gesticular apropiadamente con las
manos, por lo cual es aconsejable que disponga de un
micrófono fijo y de un atril para colocar la Biblia y sus
apuntes. El lenguaje corporal debe estar siempre de acuerdo al
mensaje que debe transmitir.
Es conveniente que antes de empezar la
predicación haga varias respiraciones profundas. Respire
siempre por la nariz, no por la boca; así se purifica su
aire y no se daña su garganta.
Evitar
Nunca predique sentado, pues parece que esté
cansado y que no tiene ganas de hablar. No se recargue contra una
pared o una columna. Evite tener cualquier objeto en la mano
porque distraerá al oyente.
No exagere con gestos espectaculares o bruscos, ni
haciendo drama con cambios exagerados de voz o con sollozos. Todo
lo que sea artificial estropea la predicación.
No trate de imitar a otros predicadores. Si desea
ensayar, hágalo delante de un espejo con el fin de mejorar
su expresion corporal.
Tiempo
Es muy importante que usted mismo controle el tiempo de
su predicación y que lo administre. No abuse con
prédicas largas porque la gente puede cansarse. Cuando la
gente comienza a moverse en sus asientos o a distraerse, es
porque se está alargando la charla.
Confiar en Dios
Al final siempre asalta la duda: ¿diría lo
que debía decir?. Lo peor es cuando recordamos haber
omitido decir alguna cosa. Pero la solución es
fácil: no darle más vueltas al asunto y ponerlo en
manos de Dios. El puede usar cualquier detalle, aún el
más inesperado, para convertir a alguien. No es nuestra
elocuencia ni nuestras ocurrencias, sino la acción
discreta y misteriosa de Dios.
La comunidad
El trabajo del predicador es temporal; los que se quedan
con la tarea permanente son los dirigentes de la comunidad. Es a
ellos a quienes hay que remitir a las personas que después
de la prédica quedan con preguntas.
El predicador nunca debe usurpar el papel de los
dirigentes de una comunidad. Su responsabilidad es la de enraizar
a las personas en la comunidad donde están, para que sea
allí donde den fruto en abundancia.
"Predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo,
rebatiendo, amenazando o aconsejando, siempre con paciencia y
preocupado de enseñar. Pues vendrá un tiempo en que
los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se
buscarán muchos maestros, según sus deseos.
Estarán ávidos de novedades y se apartarán
de la verdad para volverse hacia puros cuentos. Por eso,
tú sé prudente, no hagas caso de tus propias penas,
dedicate a tu trabajo de evangelista, cumple tu
ministerio"
2a. Timoteo 4:2-5
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6