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DESTREZAS DE GRANDES PREDICADORES
Una de las
cosas que a nosotros más nos gusta hacer en vez de predicar es escuchar a un
buen predicador. Quiero decir a un “gran predicador”. Yo he aprendido mucho
de grandes predicadores, especialmente de los escucho en persona. La mayor parte
de mi vida, cuando he escuchado a grandes predicadores, he tomado dos tipos de
notas, una incluye el contenido y la otra las destrezas de comunicación. ¿Qué
he descubierto en las notas que he tomado en los últimos 40 años? He aquí el
resumen:
Contenido:
Todos
mis “grandes predicadores” tenían algo que decir. Al contrario de los
“grandes comunicadores”, no sustituyeron el estilo por la sustancia.
Pasión:
Los
mejores predicadores que yo he escuchado tenían pasión por lo que estaban
diciendo, una pasión que parecía brotar de una preocupación por el agobio
espiritual de la gente, lo cual es diferente de sólo amar el predicar. Es más
fácil amar a los mensajes que a las personas.
Credibilidad:
Los
grandes predicadores practican lo que predican, lo viven. Los “grandes
comunicadores” consiguen cometer toda clase de pecados privados, pero este no
es el caso con los “grandes predicadores”. He tenido que cambiar a algunos
de la lista de “grandes predicadores” a la lista de “grandes
comunicadores” en las pasadas décadas.
Preparación:
Los
grandes predicadores se preparan, aun si la gente no se puede dar cuenta de que
no lo hicieron. (Ellos pueden hacerlo.)
Notas:
La
mayoría de los grandes predicadores limitan el uso de notas. Gracias a la
televisión, los predicares ya no pueden leerle a una muchedumbre con su nariz
enterrada en sus notas.
Sencillez:
Los
grandes predicadores conocen la forma de traer las altas verdades a un ámbito más
bajo, sin degradar la grandeza de la verdad. En esto, ellos son como Jesús. La
gente no se va diciendo: “¡Qué inteligente es!” Ellos dicen: “¡Ahora
entiendo!
Mensajes
cortos:
Aunque
los grandes predicadores pueden captar nuestra atención en un maratón de
predicación, la mayoría también puede predicar un gran sermón en 30 minutos
o menos. (No sé lo que usted piensa, pero yo he descubierto que 30 minutos son
más que suficientes para que un predicador dé un sermón, excepto en pocas
instancias cuando yo mismo soy el predicador.)
Convicción:
Cuando
predican los grandes predicadores, la gente escucha a Dios pinchar su
conciencia. Dan más que un “sermón” o “discurso”, traen un
“mensaje” de Dios.
Se
revelan a sí mismos:
Los
grandes predicadores saben cómo contar historias personales. Se convierten en
alguien real para sus oyentes. Y hacen esto mientras evitan la actitud egocéntrica
de predicadores de hoy que se hacen a sí mismos el objeto de su predicación en
vez de Dios.
Confianza:
Los
grandes predicadores no parecen tener miedo. Quizá tengan miedo, pero nunca lo
demuestran.
Tono:
Mientras
los grandes predicadores del pasado muchas veces sonaban como truenos de cañones,
casi todos los grandes predicadores de hoy usan un tono de voz conversacional.
Ellos saben que la gente no escucha a los oradores que gritan.
Contar
historias:
Todo
gran predicador a lo largo de la historia tiene esta cualidad en común: saben
contar historias. Esto incluye contar historias de temas generales así como
historias bíblicas.
Medios
visuales:
He
notado que algunos grandes predicadores usan medios visuales para enseñar la
verdad: usualmente algo común como un salero, un paquete de levadura o un vaso
de agua.
Humor:
Muchos
grandes predicadores tienen un buen sentido del humor, aunque no todos. Los
predicadores humorosos pueden captar la atención de los oyentes y
“mantenerla”, y así el mensaje permanece como el punto central, no el
humor. Los que no pueden mantener el mensaje como la parte principal son
meramente “grandes comunicadores” o “humoristas cristianos”, no
“grandes predicadores”.
Ritmo:
Aun
los grandes predicadores que llevan un paso rápido usan pausas para que podamos
recobrar el aliento. El oyente entonces puede digerir los últimos bocados de
verdad sin tragarse toda la cena sin digerirla. Muchos grandes predicadores
siguen el ritmo tradicional africoamericano en el poema: “Comience lentamente;
continúe lentamente; elévese más; muestre entusiasmo; siéntese en la
tormenta”.
Contacto
visual:
Los
grandes predicadores mantienen sus ojos en la audiencia. Cada persona en la
congregación siente que el predicador la está mirando.
Ingenio:
Los
grandes predicadores tienen la capacidad de incluir en su sermón sorpresas en
el servicio, sorpresas tales como truenos, ruido en el techo, sirenas, etc.
Intensidad:
Los
grandes predicadores que he escuchado varían en intensidad: algunas veces
hablan alto, entonces, hablan suavemente, algunas veces son tan intensos que mi
propio estómago me duele, entonces cambian y adoptan un estilo tierno o cómico.
Movimiento:
La
mayoría de los grandes predicadores que he escuchado usan sus cuerpos para
predicar junto con sus palabras. Parecen tener la intuición para saber que la
congregación está obteniendo 55% de lo que se está comunicando de los
gestos faciales y el movimiento del cuerpo.
Decisión:
Mis
grandes predicadores nunca dieron un mensaje y luego se retiraron. Pidieron mi
decisión específica y personal en respuesta a la verdad de Dios. Predicaron
con el propósito de que los oyentes tomaran una decisión, no para
entretenerlos o educarlos. Quizá yo los llamo “grandes” parcialmente
porque, bajo su influencia, Dios me cambió a mí.
Presentación
del punto principal
Todos
los grandes predicadores que yo he escuchado establecen su mensaje en la primera
oportunidad que tienen. Los otros predicadores andan con rodeos antes de
establecer su punto principal, o (peor aún) tocan el tema y se alejan de él
antes de presentar el mensaje principal. Es cómico... yo siempre puedo ver cuándo
otro predicador debe presentar su punto principal en el sermón, pero no sé
bien cuándo presentar el punto principal de mi sermón.
¿Y qué tal usted?
¿Qué debe hacer en relación con esta lista que describe las destrezas de los
“grandes predicadores” que usted ha conocido?
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6