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biblias y miles de comentarios
Tal vez haya usted oído el dicho: “El viaje de mil kilómetros comienza con un solo paso”. Pero la mayoría de nosotros ni siquiera daría el primer paso si no tuviera interés en llegar al lugar de destino.
Planificar su predicación es un camino duro de recorrer. Determinar su estrategia de predicación es un proceso difícil que requiere pensar profundamente y orar intensamente para buscar la guía de Dios en cuanto a las necesidades de la congregación y la dirección de la iglesia. Más aún, se requiere comprometer tiempo y energía para hacer una pausa de las presiones semanales propias del pastorado, y concebir un calendario de predicación exhaustivo. Probablemente no se embarcaría usted en un viaje de planificación de sus predicaciones si no supiera que el viaje valdrá la pena.
Mi objetivo en este capítulo es demostrar que planificar su predicación tiene el valor suficiente como para invertir el tiempo y el esfuerzo necesarios. Con ello en mente, examinaremos primero un modelo bíblico para ver cómo se ajusta la planificación de su predicación a dicho modelo. Después veremos brevemente unas razones bíblicas que justifican la planificación. Finalmente, consideraremos algunas ventajas que puede tener para su ministerio la creación de un plan de predicación.
Un modelo bíblico de predicación En 2 Timoteo 4:2 encontramos una descripción bíblica, pode-rosa y concisa sobre la predicación. Pablo escribe allí: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.
Cuando Pablo le escribe así a Timoteo, le da instrucciones básicas a su protegido sobre qué predicar y cómo hacerlo. Este versículo profundo sugiere varias características que deben estar presentes en nuestra predicación. Examinemos algunas de ellas.
Primero, debemos predicar bíblicamente. La orden inicial y más importante a Timoteo fue predicar “la palabra”. La mayoría de veces que aparece en el Nuevo Testamento, la expresión la palabra hace referencia principalmente a la proclamación del mensaje del evangelio. De hecho, el mensaje de la muerte y la resurrección de Cristo es el tema central de toda la predicación cristiana. Un sermón que no incluya de alguna forma el mensaje del evangelio no puede llamarse auténticamente un sermón cristiano. Sin embargo, el contexto inmediato de este versículo indica que “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Ti. 3:16). Con este hecho en mente, las implicaciones del término palabra también se pueden ampliar para incluir toda la revelación bíblica. Gary Demarest escribió: “No hay duda en cuanto a qué es la palabra. Es la Palabra de Dios escrita, las Escrituras del Antiguo Testamento y, para nosotros, también el Nuevo. Debemos proclamar la Palabra de Dios al comienzo, al final y siempre”. La orden de predicar bíblicamente quiere decir que el predicador no tiene la prerrogativa de crear su propio mensaje. La Palabra de Dios le obliga a predicar la Palabra de Dios. El Directorio de Westminster dice: “La idea esencial de predicar es que el predicador debe ser el micrófono de su texto, abriéndolo y aplicándolo como palabra de Dios para sus oyentes… de modo que el texto pueda hablar”. Un plan completo de predicación debe especializarse en la expo-sición bíblica. La proclamación bíblica incluye la predicación de series sobre los libros de la Biblia, así como sermones expositivos sobre temas y doctrinas bíblicas importantes.
Segundo, debemos predicar constantemente. Se exhorta al predi-cador a estar listo “a tiempo y fuera de tiempo”. La orden de estar listo solía usarse en sentido militar. Tenía el significado de perma-necer en su puesto. Aquí quiere decir perseverar en la tarea que se tiene. Pablo dice que el predicador debe cumplir siempre con su deber.
Debe estar listo “a tiempo y fuera de tiempo”. El predicador debe estar listo para predicar, independientemente de si es buen momento para hacerlo o no.
A veces el predicador sabrá, más allá de toda duda, que es momento de predicar. Todo en él le urge a hacerlo. Está inspirado cada semana cuando se prepara con su estudio. Las ideas parecen saltar de las páginas de su Biblia. Se le ocurren ilustraciones para sus sermones en todas partes y en todo lo que hace o ve. Su congre-gación está interesada y responde. Sus oyentes están tan entusias-mados que él podría pararse en el púlpito y decir “mantequilla de maní” y alguien respondería “¡Amén!”. En ocasiones como éstas, al pastor le es fácil predicar.
Pero hay ocasiones en que la predicación está fuera de tiempo. Por distintas razones —algunas físicas, algunas espirituales, algunas inexplicables— la predicación se vuelve difícil. El predicador tiene problemas para entender el texto bíblico. Las ilustraciones son evasivas y la aplicación no se identifica fácilmente. La congregación no muestra interés el domingo por la mañana. Todo parece gritar que no es el momento de predicar. Pero aun así, la Biblia nos ordena, incluso cuando sea fuera de tiempo, mantenernos en el deber, seguir en nuestro puesto, predicar constantemente la Palabra de Dios.
Planificar la predicación le será de más utilidad cuando esté fuera de tiempo. Más de una vez me he sentado en mi escritorio un lunes por la mañana, cansado y desanimado, sin sentir el más mínimo deseo de predicar o preparar la predicación. Pero, diligentemente, consulto mi plan, leo el texto bíblico que había programado y comienzo a estudiarlo. Lo más usual es que comience a ansiar la predicación en tanto examino los detalles del pasaje que ya tenía planificado. El plan le proporcionará a usted un texto bíblico para estudiar y un tema para el sermón aún cuando no se sienta inspirado.
Tercero, debemos predicar con persuasión. En 2 Timoteo 4:2 el texto continúa con tres órdenes rápidas: “redarguye, reprende, exhorta”. Los tres términos son de persuasión. Redargüir enfatiza el razonamiento para persuadir a los escépticos de la verdad de Dios.
El término que se traduce reprender es la misma palabra usada en Mateo 17:18: “Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho”. La reprensión supone un llamado a las fuerzas hostiles para que se conformen a la voluntad de Dios. Exhortar es la palabra griega parakaleo que significa “consolar o alentar”. Es la forma ver-bal de la palabra parakleto o Consolador, el título que le dio Jesús al Espíritu Santo en Juan 14:16.
Estos tres mandamientos abarcan varios aspectos de la persua-sión. Redargüir es persuadir con razones, reprender es persuadir con corrección y exhortar es persuadir dando ánimo. Otros pasajes bíblicos harán un llamado a enfoques diferentes de persuasión; el caso es que el predicador está llamado a persuadir. En general, la persuasión tiene lugar durante un período largo de tiempo. Plani-ficar su predicación le proporcionará los medios para llevar a sus oyentes de manera sistemática del lugar donde están al lugar en el cual Dios quiere que estén en términos de sus valores, creencias, comportamientos y actitudes.
Cuarto, debemos predicar con paciencia. La frase final de este ver-sículo nos pide predicar “con toda paciencia y doctrina”. La palabra para “paciencia” es el término que generalmente se usa para refe-rirse a la paciencia de Dios con nosotros. Aquí se aplica al predicador, y se iguala con el concepto de enseñar la doctrina. Demarest observa que la paciencia es la esencia de toda la enseñanza. Escribe: “La enseñanza verdadera saca lo mejor del otro”. Cuando mi hijo estaba aprendiendo a hablar, nuestra familia hizo un viaje por una autopista interestatal. Las vías estaban lle-nas de autos, camiones y algún que otro bus. Nosotros estábamos jugando a adelantarnos con un bus rápido. Lo pasábamos y luego él nos volvía a pasar. Joshua veía cuando pasábamos el bus y gritaba: “¡Camión, papi, camión!”. Como vi la oportunidad de enseñarle una nueva palabra a mi hijo, le decía: “Es un bus, Joshua. ¿Puedes decir bus?”.
De nuevo nos pasó el bus y Joshua dijo: “¡Camión, papi, camión!”. Le repetí: “Bus, Joshua, bus”. El patrón se repitió durante varios minutos. Luego volvimos a pasar al bus y Joshua exclamó: “¡Bus, papi, bus!”. Orgulloso y con entusiasmo le dije: “¡Sí, Joshua, eso es! Es un bus, aprendiste una palabra nueva”.
Una vez más el bus nos pasó y Joshua gritó: “¡Camión, papi, camión!”. Desistí, por ese día, de enseñarle a mi hijo a decir “bus”. Se me había acabado la paciencia. Si se requiere paciencia para enseñarle a un niño a diferenciar entre un bus y un camión, ¿cuánta más paciencia se necesitará para enseñarle a hombres y mujeres pecadores cómo vivir delante del Dios santo? La predicación es una empresa que requiere enseñanza paciente. Algunos pastores se frustran porque sus congregaciones no adaptan inmediatamente sus vidas a la verdad bíblica. La planificación elimina un poco de esa frustración, porque el pastor que planifica ve su predicación en términos de un programa general, no como una serie de sermones individuales. La enseñanza que perdura usualmente requiere más de un sermón. Esa es una de las razones por las cuales su planificación es tan importante: le permite a usted cumplir el mandato bíblico de enseñar con paciencia la Palabra de Dios.
Ejemplos bíblicos de planificación No hay ningún debate en cuanto a que la Biblia establece la prioridad de la predicación, pero algunas personas podrían preguntarse si el concepto de planificar los mensajes tiene fundamento bíblico. Después de todo, podría argumentar alguien, ¿no le iría mejor al predicador si tan solo siguiera la dirección del Señor, semana tras semana, en lugar de planificar sus predicaciones antes de tiempo? ¿No es peligroso que la planificación suplante la obra del Espíritu Santo en su guía del predicador? Aunque sí existe el peligro de que el predicador siga sus propios deseos y no la dirección de Dios, tal peligro está presente sin importar si el predicador planifica o deja de hacerlo. No hay nada espiritual en no planificar. De hecho, la Biblia abunda en ejemplos de quienes planificaron la obra que Dios les había encomendado. En su libro Planeamiento estratégico, Aubrey Malphurs escribe que el pensamiento y la actuación estratégicos no son ajenos a la Biblia. Más bien, dice él, las referencias y los ejemplos de planifi-cación están generosamente esparcidos a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento. Describe que Moisés sacó a Israel de Egipto y lo guió por el desierto de acuerdo con un plan. Josué actuó estratégicamente para conquistar Canaán. Nehemías también pensó y actuó de acuerdo con un plan que guió el proyecto de revitalización divina en Jerusalén.
Más aún, el libro de Proverbios presenta la sabiduría y el papel de Dios en la planificación con grandes palabras de consejo como las que siguen: “El avisado mira bien sus pasos” (14:15b). “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo, mas en la multitud de consejeros se afirman” (15:22). “El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el SeñoR” (16:9, nvi). “Los pensamientos con el consejo se ordenan; y con dirección sabia se hace la guerra” (20:18). Malphurs observa también que la Gran Comisión de Cristo, registrada en Mateo 28:18-20, y todas las empresas misioneras de la iglesia primitiva registradas en Hechos, muestran el uso de la pla-nificación en la obra divina. Concluye así: “Entonces es obvio que Dios ha elegido obrar soberanamente, por medio de la planificación y la ejecución estratégicas, para alcanzar su obra divina en la Tierra. De acuerdo con esto, las iglesias deben tener cuidado con quienes les aconsejen ignorar cualquier forma de planificación y que sim-plemente ‘se dejen llevar y dejen obrar a Dios’”. Sin embargo, es notorio que ninguno de estos ejemplos bíblicos se refiere a la planificación anticipada de los temas en la predicación. El testimonio de los profetas del Antiguo Testamento parece indicar que eran movidos por el Espíritu Santo y comenzaban a hablar inmediatamente el mensaje que habían recibido. Jeremías así lo reflejó cuando escribió: “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude” (Jer. 20:9). Igualmente, la predicación y la enseñanza apostólicas parecían más motivadas por las situaciones que presionaban a la iglesia cris-tiana y por la urgencia de llevar el mensaje del evangelio al mundo incrédulo, que por tener un plan preparado. Pablo no escribió cartas de instrucción a las iglesias de Galacia, Filipos, Corinto y otras ciudades porque tuviera algún plan estratégico, sino porque en tales iglesias se daban situaciones que requerían palabras de ánimo, reprensión o enseñanza. Pedro y Juan no predicaron a Cristo frente a la oposición en Jerusalén porque estuvieran siguiendo un plan, sino porque no podían hacer otra cosa diferente que hablar lo que habían visto y oído (Hch. 4:20). Sin embargo, fíjese que la predicación de los profetas y los apóstoles era diferente a la predicción contemporánea. Su preocupación tenía una función de revelación, mientras que la nuestra tiene un propósito explicativo. Existen suficientes razones bíblicas para justificar la planifica-ción de la predicación. La planificación es parte de la toma de deci-siones estratégica para llevar a cabo la obra de Dios. Tras haber establecido el motivo bíblico para planificar la predicación, vamos a considerar algunas de las ventajas que tiene la planificación para el predicador.
Los beneficios de planificar su predicación La planificación de la predicación tiene múltiples beneficios para el pastor, tanto espirituales como prácticos. La mayoría de los libros que tratan sobre la predicación planificada incluye una considera-ción de las ventajas de crear un plan. La siguiente lista de beneficios incluye las observaciones de otros autores, así como algunas ventajas que yo he descubierto personalmente en mi ministerio de predicación.
(1) La planificación de la predicación permite una mayor dirección del Espíritu Santo Se cuenta una historia de dos predicadores que conversaban sobre sus experiencias en el púlpito. El primero comentaba sus esfuerzos durante toda la semana para preparar sus mensajes. El otro respondía que nunca los preparaba con anticipación, simplemente confiaba en que el Espíritu Santo le inspirara a hablar en el púlpito. —¿Qué haces si cuando llegas al púlpito el Espíritu no te ha inspirado? —preguntó el primero. —Bueno, doy vueltas hasta que lo hace —respondió el segundo.
La mayoría de nosotros ni soñaría con rechazar deliberadamente la preparación semanal por razones “espirituales”. Sin embargo, algunos predicadores podrían objetar que la planificación cuida-dosa de su predicación por anticipado le quita valor a la dirección del Espíritu Santo. Todo lo contrario, los predicadores que siempre planifican sus predicaciones encuentran que el proceso les ofrece oportunidades más amplias de buscar la guía de Dios sobre lo que hablan. Alton McEachern escribe: “Planificar su predicación le puede dar al Espíritu Santo una mayor oportunidad de guiar su pensamiento para enriquecer así su predicación… El mismo Espíritu que inspira el sermón en el momento de predicar, puede guiarlo con anterioridad cuando usted planifica la preparación”. Si creemos en la soberanía de Dios, debemos creer que el Espíritu Santo sabe qué pasará en la congregación y qué necesitarán oír las personas que se reúnen el domingo. Puesto que Dios conoce tan bien las necesi-dades de la congregación tanto tres meses como tres días antes, el predicador puede crear un plan de predicación a largo plazo dirigido aún por el Espíritu Santo. Martyn Lloyd-Jones observa, en su libro La predicación y los predicadores, que el Espíritu Santo no unge o guía arbitrariamente, sino que lo hace como respuesta a la preparación y la consagración. Escribe: “La forma correcta de mirar la unción del Espíritu es pensar en ella como aquello que viene sobre la preparación”. Lloyd-Jones señala las acciones de Elías en el monte Carmelo para evidenciar su aseveración. Elías se preparó para la caída del fuego cuando construyó el altar, cortó la madera, mató al toro, lo cortó en pedazos que puso sobre la madera en el altar. Entonces oró para que el fuego descendiera, y el fuego descendió, en ese orden. Lloyd-Jones afirma: “Todos tendemos a irnos a los extremos; algunos confían solo en su preparación y no miran nada más; otros… tienden a menospreciar la preparación y a confiar tan solo en la unción e inspiración del Espíritu. Pero no debe ser una cuestión de ‘o esto o aquello’; siempre es ‘esto y aquello’. Las dos cosas deben ir juntas”. Podría preguntarse: “¿Qué pasa si el Espíritu me lleva a predicar otra cosa distinta a la que he planificado?”. La respuesta es simple: pues predique otra cosa diferente a lo que ha planificado. El plan es un siervo, no un amo. Si en realidad Dios lo lleva en otra dirección, usted lo sabrá y será obediente a su liderazgo. Sin embargo, la mayoría de las veces, si usted ha estructurado un plan por el cual ha orado y lo ha consagrado delante de Dios, se dará cuenta de que el Espíritu usará el mensaje que Él mismo lo llevó a planificar meses antes para ministrar a las necesidades y cambiar vidas.
(2) La planificación crea mayor diversidad en su predicación
Todo predicador tiene sus temas teológicos favoritos. A algunos nos encanta hablar de escatología, a otros sobre la vida cristiana victoriosa. Otros más predicaríamos gustosamente mensajes puramente evangelísticos semana tras semana. Dios nos ha hecho de manera tal que ciertos temas bíblicos nos interesen, emocionen y resuenen en nosotros. Sin embargo, no es bueno ni para usted ni para su congregación tocar continuamente la misma cuerda de su arpa homilética. La Biblia cubre toda una gama de temas teológicos y espiritua-les, todos los cuales Dios puede usar en su vida y la de sus oyentes. Cuando planifique su predicación, usted tendrá una visión global del plan de predicación que no podría tener predicando semana tras semana. Naturalmente, planificará más sermones con temas más variados y que extraigan segmentos más amplios de la Palabra de Dios.
(3) Por medio de la planificación, tendrá la capacidad de enseñarle a su congregación sistemáticamente La enseñanza requiere planificación. Cuando usted asiste a una clase en la universidad, espera que el profesor llegue el primer día provisto de un temario bien estructurado. Usted recibe el temario, y en sus páginas encuentra un plan detallado de las cosas que el pro-fesor va a tratar ese semestre. El profesor planifica cuidadosamente para poder enseñar todos los aspectos de su materia. En el caso del pastor, el plan de predicación se convierte en una especie de temario para el año eclesial. En Efesios 4:11 se relaciona el oficio del pastor con la función de enseñanza. Quienes ofrecencuidado pastoral al pueblo de Dios tienen también la responsabili-dad y el don de enseñar las Escrituras. Parte de enseñar al pueblo de Dios es planificar la inclusión de las verdades que la congregación necesita aprender de la Biblia. Aunque el valor instructivo de la predicación planificada es una ventaja para la congregación y para el pastor, puede ser que algunos miembros de la congregación tarden un poco en aprender a disfru-tarlo. Blackwood advierte: “A su debido tiempo muchas personas se entusiasmarán con un ministerio de enseñanza, pero al principio la respuesta puede ser desalentadora. Pueden pasar varias semanas o meses antes de que se acostumbren a la comida sustanciosa”. Sin embargo, cuando los miembros aprendan que en la iglesia se alimentarán con la Palabra de Dios, seguramente asistirán con mayor regularidad y traerán amigos con ellos.
(4) La planificación ayuda a desarrollar servicios de adoración cohesivos y con significado Imagine que es domingo por la mañana y usted está a punto de dar un mensaje sobre Romanos 8:1-4. Al comienzo del servicio su ministerio musical le enseña a la congregación un coro de alabanza con las mismas palabras de los primeros versículos de su pasaje: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Usted observa que los himnos que están cantando incluyen “Cabeza ensangrentada” y en cuanto oye las palabras:
Señor, lo que has llevado, yo solo merecí; la culpa que has pagado al juez yo la debí. Mas, mírame; confío
en tu cruz y pasión. Otórgame, Bien mío, la gracia del perdón,
se da cuenta de que la letra del himno está relacionada con el versículo 3 de su texto, según el cual Dios envió “a su Hijo en semejanza de carne de pecado y, a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”. Después, el coro canta un himno con base en “Cómo en su sangre pudo haber”, cuya última estrofa declara:
¡Jesús es mío! Vivo en Él no temo ya condenación. Él es mi todo; paz, salud justicia, luz y redención. Me guarda el trono eternal por Él corona celestial.
Para cuando usted se levanta a predicar, la congregación ya ha estado expuesta a muchas ideas del texto sobre el que versará su charla. Tales servicios de adoración no suceden por accidente. Requie-ren coordinación entre el predicador y el ministro de la música. Planificar la predicación y después compartirla con quienes par-ticipan en el ministerio de la música y en otras áreas del servicio eclesial puede enriquecer la adoración en su iglesia. Especialmente, los que dirigen la música se beneficiarán si conocen de antemano lo que usted predicará. La obra de ellos necesita planificación. Lleva tiempo, por lo general al menos un mes, enseñarle un nuevo himno al coro y prepararlo adecuadamente. Los ministros de la música también necesitan tiempo para coordinar a los solistas y para selec-cionar los himnos y las otras canciones que usarán en el servicio. Obviamente, no todo servicio de adoración puede prepararse alrededor del tema de su sermón. A algunos pasajes de las Escrituras (como por ejemplo las muertes de Ananías y Safira o la muerte de Jezabel) no se les puede poner música fácilmente. Incluso así, si su ministro de la música y otros líderes de la adoración conocen eltema y el texto de su predicación, podrán trabajar con usted para desarrollar un servicio que complemente el sermón.
(5) Planificar ahorra tiempo He hablado con muchos pastores cuya mayor queja en el minis-terio es que no tienen tiempo suficiente para hacer todo lo que tienen que hacer. A un pastor le resulta fácil descubrir asuntos diferentes al estudio y la preparación de sus mensajes que le quitan todo su tiempo. Una de las cosas que les hace perder mucho tiempo semana tras semana es decidirse sobre qué tema predicar. El lunes por la mañana el pastor se sienta ante su escritorio y piensa: “¿Sobre qué predicaré el próximo domingo?”. Muerde el lápiz, se queda viendo la pantalla en blanco de la computadora, pasa las páginas de su Biblia, da un vistazo a su colección de sermones de otros predicadores, mira la última edición de Time o de Selecciones en busca de ideas. Luego sigue el almuerzo. Después, la tarde se va en visitas y reuniones. Llega el jueves por la mañana y todavía no tiene ni idea sobre qué predicará. J. Winston Pearce escribe: “¡Si utilizáramos bien el tiempo que perdemos decidiendo qué predi-car, crearíamos obras maestras!”.14 He descubierto que solo hay una cosa peor que sentarse en su despacho un lunes por la mañana sin saber qué va a predicar el domingo siguiente: ¡estar sentado en su despacho el sábado sin saber qué predicar el domingo! Cuando usted tiene un plan, se desvanecen todo el tiempo per-dido y la frustración de decidir sobre qué va a predicar. En cambio, usted se sienta en su despacho el lunes sabiendo lo que va a predicar el próximo domingo, el que le sigue y el que va después. Cuando planifica, se quita de encima mucho trabajo; ahora sólo necesita hacer lo que ya tenía planificado.
(6) La planificación también protege su tiempo Todo pastor tiene semanas que lo toman con la guardia baja, semanas en las que tiene tres funerales, una emergencia médica que requiere numerosas visitas al hospital o una crisis en la iglesia que exige toda su atención y su tiempo. Semanas como éstas son normales en el ejercicio pastoral. Tales eventos no son distracciones de su ministerio. En muchos sentidos, las interrupciones son el alma y el corazón del ministerio. Si alguna vez le desalentan las interrupciones, sólo lea los Evangelios y fíjese cuántas veces interrumpieron a Jesús. Él convirtió estas “interrupciones” en oportu-nidades ministeriales. Pero independientemente de cómo vea los eventos inesperados, ya sea como interrupciones u oportunidades, lo cierto es que quitan tiempo para la preparación de los sermones. Tener un plan le permite trabajar por anticipado en sus predicaciones y distribuir el tiempo de preparación entre varias semanas, de modo que una semana ocupada no perjudicará la preparación de su sermón dominical.
(7) La planificación le permite tratar los temas en el tiempo apropiado Otra acusación constante contra la planificación de la predicación es que dificulta la respuesta a las necesidades inmediatas de la congregación. Pero no es necesario que el predicador deje de mencionar los asuntos pertinentes por planificar la predicación. De hecho, programar sus sermones le ayudará a entregar oportunamente la palabra de Dios como respuesta a la vida de su congregación y comunidad. Tal cosa es cierta por varias razones. Primero, en cuanto usted ponga su plan bajo la dirección del Espíritu Santo, Él lo guiará hacia los asuntos que su congregación más necesita oír, a menudo con resultados sorprendentes. Cuando he predicado series expositivas sobre libros de la Biblia, me he encontrado varias veces con algún sermón que, planificado desde hace varios meses, hablaba puntualmente y con pertinencia a una necesidad surgida en mi congregación durante la semana en que se predicó el mensaje. Cuando esto sucede, el mensaje ministra con mucho poder a la congregación, pues ellos saben que usted no eligió el mensaje tan solo por una necesidad apremiante. Cuando la gente se da cuenta de que el Espíritu Santo guió a su pastor de antemano para ofrecer el mensaje necesario en esa semana, entra en juego un elemento sobrenatural adicional.Usted puede ajustar con facilidad su programa cuando la muerte, algún desastre u otras crisis le exigen predicar sobre un tema diferente al planificado. Cuando el predicador sabio esté frente a alguna emer-gencia, simplemente dejará su plan a un lado durante una semana y regresará después. Sin embargo, es infinitamente más fácil ajustar un plan existente que proceder sin ninguna clase de plan.
(8) La planificación le ayuda a ampliar su biblioteca He oído la historia de un teólogo británico que pasó un año dando conferencias en seminarios y universidades de Estados Uni-dos. Cuando el año se acababa, alguien preguntó al profesor: “¿Qué le impresiona más del clero estadounidense?”. Él respondió: “Dos cosas: el brillo de sus automóviles y el vacío de sus bibliotecas”. Desarrollar una biblioteca de trabajo es una necesidad del predicador. Los libros en sus anaqueles serán sus herramientas para producir sus sermones. La biblioteca no es un ensamblaje aleatorio de volúme-nes donados por amigos bien intencionados o miembros de la iglesia. No es una colección de gangas en la librería de enfrente. Tampoco es una mezcla de libros sobre las últimas tendencias teológicas o de métodos para el crecimiento de la iglesia. No, la biblioteca del pastor es una colección de libros cuidadosamente seleccionados para las necesidades del pastor en su labor de preparación de los sermones. Una de las mejores maneras de ampliar su biblioteca de trabajo es desarrollar un programa de predicación a largo plazo y bien plani-ficado. Al comienzo de su carrera ministerial, le será casi imposible reunir una colección de obras de referencia, recursos del lenguaje, comentarios y tratados teológicos que le permitieran comenzar un sermón sobre cualquier libro de la Biblia. Si escoge usted los textos bíblicos y los temas de los sermones semana a semana, se encontrará en repetidas ocasiones con que en su biblioteca hacen falta volúmenes importantes para preparar su predicación adecuadamente. Sin embargo, al tener un plan de predicación, podrá programar la compra de libros que le ayudarán a desarrollar los sermones sobre los temas o libros bíblicos incluidos en su plan. Por ejemplo, si usted sabe con meses de anticipación que predicará una serie sobre el Sermón del Monte, podrá hacerse con los mejores libros sobre el tema.
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6