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jueves, 28 de junio de 2012

Ministerio y Batalla: La Guerra que no se acaba


biblias y miles de comentarios
 
Tipo de Archivo: PDF | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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EL PROPÓSITO DE DIOS CON NUESTRAS VIDAS
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28).
Porque a la verdad David, habiendo servido el propósito de Dios a su propia generación murió y se reunió con sus antepasados y vio corrupción (Hechos 13:36. El Nuevo Testamento James Moffat).
¿Ha observado cómo muchos cristianos que obviamente tienen talento y parecen tener una unción especial del Señor nunca pueden salir adelante? Permanecen con problemas económicos, relacionales o emocionales. Luchan con las circunstancias y las frustraciones, tratando de alcanzar oportunidades sin lograrlo. Yo mismo he pasado por eso, pero he llegado a entender que mi vida está en las manos del Señor y debo confiar en que sus planes y propósitos para mí son de paz y no de desgracia, de bendición y no de maldición. Tengo la esperanza de un mejor porvenir. Su Palabra lo promete:
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de desgracia, para daros un porvenir y una esperanza (Jeremías 29:11, Rev. 77).
Todo individuo se pregunta cuál es la razón de su vivir y para qué ha venido a este mundo. La Biblia nos indica que Dios tiene un plan y un propósito con toda persona. Hay una razón para que cada cristiano se motive a captar la visión de su vida.
Seis ejemplos de la Biblia
La historia de varios personajes bíblicos nos revela la mano de Dios en sus vidas. El Antiguo y Nuevo Testamentos están saturados de ejemplos de individuos que pasaron por situaciones críticas y difíciles—angustias, quebrantos, etc.—que hicieron que percibieran la necesidad de ellas para lograr el propósito de Dios en sus vidas. El primero de estos personajes es José.
José
Cuando José, hijo de Jacob, tenía diecisiete años, Dios le reveló, por medio de dos sueños, su propósito para él. El relato de su vida (Génesis 34–36) nos muestra cómo Dios lleva a cabo sus planes en nuestras vidas. La mano de Dios, su gracia y su favor estaban con su siervo José pese a las dificultades que enfrentó.
Al recibir los sueños de Dios, José se los relató a sus hermanos. Estos ya lo aborrecían porque su padre lo amaba más que a ellos, pero debido a esta nueva revelación lo odiaron aún más. Así que planearon cómo deshacerse de él y se propusieron matarlo. Sin embargo, José aún no cumplía el propósito final de Dios para su generación, de modo que Él intervino enviando a Rubén, su hermano mayor, para impedir que llevaran a cabo sus planes satánicos. Dios, que estaba con José, permitió que lo vendieran a mercaderes ismaelitas que a su vez lo vendieron en Egipto a Potifar, capitán de la guardia de Faraón. Allí lo prosperó Dios.
Cuando encarcelaron injustamente a José, las circunstancias parecieron empeorar, desde la perspectiva humana, pero la Biblia nos dice: «Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel» (Génesis 39:21).
Allí, en la cárcel, José conoció a dos funcionarios de Faraón e interpretó sus sueños. Años más tarde, Faraón tuvo un sueño de Dios revelándole los planes que tenía para su imperio. Fue entonces que el jefe de los coperos recordó que José le había interpretado su sueño en la cárcel. Así que le habló a Faraón del joven, el cual fue llamado a interpretar el sueño. Cuando José se lo reveló, Faraón le dio una posición de autoridad sobre toda la tierra de Egipto.
En los capítulos siguientes (Génesis 42–46), se revela que a pesar, y por medio, de todas las cosas por las que pasó, Dios cumplió su propósito con José. Aunque el enemigo hizo todo lo posible para impedir la realización de los planes de Dios, la vida de su siervo estaba en sus manos desde el principio.
Moisés
Dios tenía un plan y un propósito con Moisés. En la época en que nació, Faraón ordenó que mataran a todo varón que naciera a los hijos de Israel. Sin embargo, Dios preservó la vida de Moisés usando a la hija del mismo Faraón. Ella permitió, sin saberlo, que la madre del niño lo criara, y hasta le pagó por hacerlo. Vemos en cada etapa de la vida de Moisés que Dios obró para guiarlo hasta el momento en que sacó a su pueblo de la esclavitud en Egipto.
Dios tenía un propósito con su vida: Moisés sería el libertador de su pueblo y así fue. Aunque cometió errores en el camino (mató a un egipcio y tuvo que huir de Egipto) y al parecer malgastó su vida (cuidando ovejas lejos de su pueblo), el Señor sabía lo que estaba haciendo, y Moisés cumplió el propósito de Dios para su generación. Al fin de su jornada, la Biblia nos dice: «Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová» (Deuteronomio 34:5).
David
Dios tenía el propósito de convertir a David en rey de Israel. Jehová envió al profeta Samuel a Belén porque allí se había «provisto de rey» (1 Samuel 16:1). Samuel ungió a David como rey de Israel cuando Dios le dijo: «Levántate y úngelo, porque éste es» (v. 12), pero el relato de su vida nos revela que pasó por grandes dificultades y por circunstancias difíciles para llegar a ese puesto. El rey Saúl trató de matarlo varias veces. David fue héroe, pero también fugitivo. Tuvo que esperar muchos años y pasar momentos de temor y duda, mas Dios intervino una y otra vez, hasta cumplir su propósito con la vida de David para su generación. En cuanto a eso la Biblia afirma: «David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió …» (Hechos 13:36).
Jesucristo
El propósito de Dios con la vida de Jesús fue pagar el precio de nuestro pecado en la cruz y reconciliarnos con Él, el Padre, mediante el derramamiento de su sangre preciosa. Y además, establecer el Reino de Dios y entronar a su hijo Jesucristo como Rey de reyes y Señor de señores. Jesús es el ejemplo ideal del cumplimiento del propósito de Dios en una vida. No solo sabía cuál era el propósito de Dios, sino que además lo obedeció a la perfección.
Desde el principio, Satanás trató de matar a Jesús e impedir que Dios cumpliera el propósito con su vida. Mateo nos relata que el rey Herodes buscó al niño para matarlo, pero Dios envió un ángel para prevenir a José y anunciarle que llevara el niño a Egipto, donde estuvieron hasta la muerte de Herodes.
Años después, cuando Jesús comenzó su ministerio, los demonios trataron de desacreditarlo (Marcos 1:23–26). Como eso no resultó, los líderes religiosos comenzaron a acecharlo (Marcos 3:2). Satanás hasta trató de usar a Pedro para evitar que se cumpliera el propósito divino (Marcos 8:32–33). Pero a pesar de toda la oposición, Jesús pudo decir desde la cruz: «Consumado es» (Juan 19:30).
Pablo
El libro de los Hechos igualmente nos revela el plan de Dios con la vida de Pablo. Después de su encuentro con Jesús en el camino a Damasco, Pablo quedó ciego y fue enviado a la ciudad a esperar. El Señor entonces escogió a un discípulo llamado Ananías para que le impusiera las manos y recobrara la vista. Dios le dijo a Ananías: «Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en la presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel: porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hechos 9:15–16). Cuando Ananías oró por Pablo, también le profetizó:
El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído (Hechos 22:14–15).
Muchas fueron las formas en que el enemigo trató de matar a Pablo. Las Escrituras revelan que los judíos lo azotaron cinco veces con treinta y nueve azotes, tres veces azotado con varas, una apedreado y dejado por muerto; además, naufragó tres veces en alta mar, fue picado por una serpiente venenosa en la isla de Malta y sufrió peligros de toda clase. Mas el Señor estaba con él protegiéndolo y cuidándolo porque tenía un plan y un propósito con su vida para su generación. Al final de su vida pudo decir:
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe (2 Timoteo 4:7).
El propósito de Dios con mi vida
El primer domingo de febrero de 1976, mi esposa y yo conocimos al Señor Jesucristo como nuestro Salvador en la iglesia Church on the Way [Iglesia del Camino], en Van Nuys, California. Acababa de cumplir los treinta años de edad. Igual que en la experiencia de Pablo, sentí como si se me hubieran removido escamas de los ojos. Al salir de la iglesia, sentí que una pesada carga cayó de mis hombros. Veía los colores y la luz de una forma más brillante. Mi nuevo ser espiritual estaba hambriento y sediento de la palabra de Dios. Sin embargo, no me imaginaba que el Señor tenía un plan especial para mí.
Hoy, al examinar el curso de mi vida, veo cómo el Señor me ha preservado, y esto me hace creer que está protegiendo el propósito que tiene conmigo. Les daré varios ejemplos.
A la edad de siete años encontré un taco de dinamita que se usaba en los llanos orientales de Colombia para pescar el alimento de los obreros. Este pequeño objeto de aluminio con pólvora parecía un cigarrillo, y tenía un fósforo que encendía la mecha para explotar su contenido. Como niño, ignoraba lo que era o el daño que podía causar, así que lo tomé en mis manos y descuidadamente prendí el fósforo. Para imitar a los adultos que fumaban cigarrillos, lo lleve a mi boca y justo en ese instante, creo yo, Dios me envió a un primo mío, mayor que yo, que al ver el peligroso objeto en mis manos me gritó en voz alta: «¡Tíralo, tíralo!» Al tratar de lanzarlo al aire, y en fracciones de segundos, me explotó en la mano derecha, destrozándome las tres primeras falanges de los dedos. Llevo este recuerdo conmigo para no olvidar que Dios tiene un plan y un propósito para mi vida.
En junio de 1988, mientras viajaba a una remota región de las islas Filipinas para celebrar una cruzada evangelística, fuimos rodeados por guerrilleros comunistas del Ejército Nacional del Pueblo y amenazados con ametralladoras. Después de un diálogo prolongado en el dialecto de ellos con nuestro líder, el pastor filipino Marben Lagmay, los guerrilleros nos dejaron ir porque llevábamos un mensaje de paz.
Un par de años más tarde viajaba en un barco entre las ciudades de Leyte y Manila, en las Filipinas, cuando los motores de la embarcación se dañaron y estuvimos a la deriva por varios días.
En esas y otras ocasiones vi la mano de Dios obrar librándome y protegiéndome. Sé que no importa lo que suceda, Él está conmigo para cuidarme, porque tiene un plan y un propósito para mi vida en esta generación.
En la boca de dos o tres testigos
Un mensaje profético, como el de Ananías a Pablo, me reveló el plan de Dios para mi vida. Algunos meses después, otro reconocido profeta de Dios, Leland Davis, confirmó mi llamado divino como profeta del Señor a las naciones, añadiendo un énfasis para el ministerio de la enseñanza y capacitación de líderes en el cuerpo de Cristo.
Llamados y apartados
Quiero que examinemos juntos un pasaje bíblico muy conocido:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28).
La palabra propósito, del griego prothesis, según la Biblia Plenitud, sugiere «un plan deliberado, una proposición, un plan anticipado, una intención, un designio[…] La mayoría de los otros usos señalan los propósitos eternos de Dios en relación con la salvación»1
En otras palabras, saber que Dios tiene un propósito con su vida es saber que hay un plan anticipado y que, pase lo que pase, Él hará todo para que se desarrolle bien. Aun en las dificultades y el sufrimiento, aun en la más amarga desilusión, aunque maltratados, los cristianos deben saber que Dios obra en medio de esas situaciones; para que se cumplan sus buenos propósitos en sus hijos.
Dios tiene un propósito con cada persona. No quiere que nadie se pierda mas que todos lleguen al arrepentimiento. Pero a la misma vez es necesario que cada persona decida si le va a seguir o no. En la vida de todo individuo, Dios presenta una oportunidad para un encuentro con Él, para que podamos cumplir sus propósitos. Esta ocasión es conocida como el llamado, o el llamamiento.
El apóstol Pablo dice en Gálatas 1:15 que Dios lo apartó desde el vientre de su madre, pero lo llamó por su gracia cuando tuvo un encuentro con Jesús en el camino a Damasco.
En el caso de Jeremías también vemos que la Escritura dice: «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones» (Jeremías 1:5). Sin embargo, su llamamiento vino cuando Jehová le dijo: «Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos» (Jeremías 1:10).
Recibí ese llamado el 31 de julio de 1983, un día que siempre me será inolvidable.
En el primer versículo de la epístola de Pablo a los Romanos, el apóstol declara dos momentos significativos en la vida de un ministro de Dios: su llamamiento y su separación. Si logramos comprender la diferencia, a través de la vida de Pablo, entenderemos nuestra situación. Romanos 1:1 dice así:
Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios.
Estos versículos nos indican que tanto el llamado como la separación son por la gracia de Dios.
Capítulo 2
EL LLAMAMIENTO DE DIOS
Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados (Efesios 4:1).
Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Corintios 1:9).
«¿Cuál es su llamado?» pudiera alguien preguntarnos. Pero, ¿qué es un llamado? Veamos qué quiere decir esta palabra tan usual en el medio cristiano.
Llamado viene del término griego kaleo, que se puede usar para convocar o invitar. También se puede traducir como destino en algunos casos. En base a lo anterior, podemos decir que el llamado o llamamiento es una invitación a que vivamos según la voluntad de Dios durante nuestra permanencia en la tierra.
Todo creyente tiene un llamamiento de Dios, «quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos» (2 Timoteo 1:9), pero esto requiere algunas condiciones. Primero, reconocer el llamamiento; segundo, aceptarlo internamente; tercero, prepararnos; cuarto, esperar hasta que el Señor nos aparte para cumplirlo. Trataremos estos puntos a través del libro.
El llamamiento de Dios para todo individuo es diferente e irrevocable. Dios nos escogió y determinó nuestra vocación. El apóstol Pablo dice que fuimos llamados en una esperanza de nuestra vocación (Efesios 4:4). Vocación significa una profesión, una carrera. Hay vocaciones como la de un maestro, un médico o un abogado. También Dios nos da una vocación en el campo espiritual. Para algunos puede ser el llamamiento a ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros. Otros serán intercesores, misioneros, salmistas, administradores, exhortadores, ayudadores, dadores. Algunos son llamados a servir en una vocación espiritual, y otros a servir como negociantes, profesionales, políticos, periodistas, atletas, etc. En todas ellas somos embajadores del Reino de Dios y ministros de reconciliación. Hay una gran variedad de llamamientos, y todos son dados según la gracia de Dios.
Cualquiera que sea la vocación a la que somos llamados, ya sea natural o espiritualmente, solo tendremos paz en nuestros corazones cuando estemos en la buena, agradable y perfecta voluntad del Señor. Solo tendremos paz cuando nos sometamos a la dirección del Señor y no simplemente nos conformemos con las apariencias; cuando aceptemos el llamamiento de Dios y dejemos de tratar de ser o hacer algo contrario a ese llamamiento. Pablo nos dice: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2).
Nunca podremos sentirnos felices ni satisfechos, y mucho menos tener éxito, si tratamos de forzar un ministerio o una vocación a la cual no hemos sido llamados. Es muy importante aclarar que Dios tiene un llamamiento y un tiempo de separación para todo creyente, aunque no se someta a la voluntad de Él. Veo a muchos cristianos amargados y frustrados porque no se someten ni aceptan la voluntad de Dios para sus vidas. No esperan el tiempo de su preparación. Se lanzan al ministerio por sí mismos, tratando de forzar a Dios, y no ven el fruto de su labor. Dios no bendice lo que se hace fuera de su voluntad o de su tiempo.
El llamamiento al liderazgo
A veces nos cuesta creer que el Señor tiene un llamamiento para nosotros. Es algo que algunos no comprendemos. Nos preguntamos: «¿Quién soy yo para que el Señor me llame? ¿Quién soy para que el Señor me use? ¿Cómo puede Dios usar un vaso imperfecto, ignorante y necio?
Pensamos, obramos, hacemos y decimos—según nuestra naturaleza carnal—lo necesario para prepararnos a fin de lograr lo que nos proponemos en la vida. Pero el Señor nos dice: «Porque mis planes no son como tus planes, ni mis caminos como tus caminos, declara el Eterno Dios» (Isaías 55:8, Moffat). Aunque ignoremos lo que nos tiene preparado, Dios interrumpe nuestros planes y nos dice como a Abraham: Vete de tu tierra … de la casa de tu padre, a la tierra que [Yo] te mostraré (véase Génesis 12:1–4). Él nos promete que si obedecemos su llamado, nos bendecirá; pero si desobedecemos, perderemos esa bendición.
El Señor nos llama y nos dice: «No digas: Soy joven; no digas: no sé hablar; no digas: no tengo educación teológica; no digas: estoy cansado; no preguntes: ¿Quién soy?» Él nos promete: «Porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande» (Jeremías 1:7).
Dios llama a hombres y mujeres creyentes para ser líderes. Los prepara y les encomienda la labor de capacitar a otros creyentes para el ministerio. Nuestro corazón debe ser puro y estar rendido al Señor para poder escuchar. Después, mientras lo escuchamos y le obedecemos, nuestra fe crecerá. Cuando desarrollemos nuestra fe, aprenderemos a escuchar su voz y nos dirá las grandes cosas que desea hacer a través de nosotros.
El tiempo de preparación
Desde que nos llama, Dios comienza a prepararnos para el momento en que nos apartará para la obra a que nos llamó. El tiempo de preparación depende de nosotros, de nuestra obediencia, de nuestra fidelidad, de nuestro compromiso. Cuando Dios se satisface con nuestra madurez y desarrollo espiritual, cuando purga de nosotros lo que nos impide servirle y nos rendimos a Él, entonces es el momento de promovernos. Como el estudiante universitario que, después de pagar el precio para culminar su carrera, recibe su grado; para luego ejercer su profesión con el reconocimiento de sus maestros y autoridades.
El período de preparación puede ser breve o prolongado. Para José, pasaron trece años desde su llamado a su separación como segundo en autoridad en Egipto. Para Moisés, fueron cuarenta duros años de servicio a su suegro, en Madián, antes de su separación como enviado de Dios para sacar al pueblo de Israel de la tierra de Egipto. Para David, transcurrieron dieciocho años antes de acceder al trono de Israel. En la vida de Pablo, fueron unos diecisiete años desde que recibió su llamado hasta que fue separado para el ministerio en Antioquía.
Leamos el testimonio de Pablo:
Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor. En esto que os escribo, he aquí delante de Dios que no miento. Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia, y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en Cristo; solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. Y glorificaban a Dios en mí. Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito (Gálatas 1:15–2:1).
Mi llamamiento fue el 31 de julio de 1983. Desde ese momento, comencé a prepararme para la hora en que Dios me separaría. El día 5 de febrero de 1989, el presbiterio de la iglesia, junto con varios profetas y maestros, después de orar y ayunar, mediante la imposición de manos, me apartó para la obra a la cual me llamó el Señor. Hicieron conmigo igual que los profetas y los maestros de Antioquía con Saulo y Bernabé.
Muchos cristianos reconocen el llamamiento de Dios, pero nunca llegan al momento de su separación. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque no demuestran fidelidad, que es el principio más importante ante Dios para alcanzar la separación. Pablo dice que «se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel» (1 Corintios 4:2).
Capítulo 3
EL REQUISITO DE DIOS: LA FIDELIDAD
El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto … Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quien os dará lo que es vuestro? (Lucas 16:10, 12).
Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio (1 Timoteo 1:12).
Aclarado ya que todo cristiano tiene un llamado de Dios para su vida, debemos también saber que hay un tiempo entre este y la separación. La separación de Dios viene cuando el Espíritu Santo nos prepara para la obra. Es más, es el Espíritu Santo mismo quien interviene para que el liderazgo reconocido, el que Dios ha puesto en autoridad, oiga de Él y confirme la hora mediante la imposición de manos.
Dios usa este tiempo de preparación para que demostremos nuestra fidelidad en la obra de otros. Debemos servir fielmente mientras Dios nos prepara para el ministerio. Así como se tiene que pagar el precio de la cruz antes de poder ver la gloria de la resurrección, es la fidelidad en el presente lo que le introducirá al ministerio. Solo cuando Jesús le halle fiel le separará y le ungirá con su poder para el ministerio al que le llamó.
La base del ministerio es la fidelidad, y no los talentos ni la habilidad que usted tenga ante Dios. El carácter es mucho más importante que la capacidad. Esta, así como las habilidades, puede enseñarse, pero el carácter demostrado por la fidelidad es evidencia del fruto de Dios en la vida del creyente.
Cuando el poder del Espíritu Santo se manifiesta, evidencia ante el mundo lo que Él puede hacer a través de nosotros. Dios usó a una burra, por lo tanto puede usarme también a mí. El único requisito es estar dispuesto y obedecer a Dios. Además, cuando el fruto del Espíritu Santo se manifiesta, evidencia ante el mundo lo que Él hace en nosotros. Mi nivel de madurez espiritual no se mide por las manifestaciones del poder de Dios, sino por mis reacciones ante los momentos de crisis.
Un siervo fiel es aquel que hace lo que se le pide, pese el precio o al sacrificio. Hay muchas personas que poseen múltiples talentos, pero son muy pocas las verdaderamente fieles. Casi siempre los que son hábiles, y tienen talentos y capacidades, se aman a sí mismos. Pablo dice que el conocimiento envanece (1 Corintios 8:1). El que solo tiene talentos ama su ministerio, mas el que es fiel ama a su maestro, a su pastor, a su líder y al ministerio al que se somete.
Al Señor le interesa más tu madurez que tu ministerio. Ministrar nunca produce madurez, pero la madurez siempre produce ministerio. Dios está comprometido con los que son maduros. La persona que se lance al ministerio antes de pagar el precio de la preparación y demostrar su fidelidad siempre causará mucho daño. La inmadurez destruye el ministerio; la madurez edifica al ministerio.
Las personas maduras están dispuestas a dejar el llamamiento, sus planes y su agenda, cuando esta, los planes o el tiempo de Dios son diferentes. Y lo hacen porque confían en Dios y en su fidelidad, sabiendo que fiel es el que ha prometido (Hebreos 11:11).
Sé fiel o Dios cancelará la bendición
Moisés
Cuando hacemos las cosas sin orden, o antes de tiempo, cancelamos la bendición de Dios respecto a nuestro llamamiento. Moisés tenía una carga por su pueblo, y viendo la aflicción y la necesidad de ellos, se lanzó a cumplir el llamamiento que llevaba en su corazón. Mató al egipcio que maltrataba a uno de los suyos. Pero, todavía no había llegado su hora de separación. La separación y la unción del Señor para liberar al pueblo de Israel del cautiverio no reposaba sobre él todavía. Ante el Señor, no había llegado su hora de separación, por lo cual, aun su propio pueblo no reconoció su esfuerzo y Moisés tuvo que huir y pasar cuarenta años de preparación bajo la autoridad de su suegro Jetro.
Moisés fue probado en cuanto a su madurez. Jetro fue el instrumento que Dios usó para probarlo en las áreas de la fidelidad y la madurez. Todo ministerio requiere responsabilidad ante una autoridad. Toda autoridad se somete ante el consenso autoritativo. El mismo Jesucristo se sometió a la autoridad del Padre celestial. Así pues, cuando Jehová lo llamó para separarlo diciendo: «Ven, por tanto ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo» (Éxodo 3:10), lo primero que hizo Moisés fue ir a su suegro, contarle lo que Dios le llamó a hacer y pedirle su bendición:
Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz (Éxodo 4:18).
Una vez que hizo las cosas correctamente, el Señor le dio la orden de salir a cumplir su llamado: «Dijo entonces Jehová a Moisés: Ve y vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban tu muerte» (Éxodo 4:19).
Eliseo
En 1 Reyes 19:19 vemos el llamamiento de Eliseo al ministerio. Cuando el profeta Elías pasó por donde Eliseo araba, echó sobre él su manto; es decir, lo llamó a seguirle y prepararse para recibir el manto profético de Dios. Por diez años, Eliseo le sirvió a Elías, lo amó como un padre y amó su ministerio.
En 2 Reyes 2:1–15 observamos que cuando llegó la hora de su separación al ministerio profético, Eliseo permaneció junto a Elías insistiéndole que no lo dejaría. Cuando Elías le dijo a su siervo: «Pide lo que quieras», notemos que Eliseo no le pidió, su propio ministerio sino sus derechos como hijo primogénito, una doble porción del ministerio de Elías: «Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí». Cuando Elías fue tomado por Dios el clamor de Eliseo fue: «¡Padre mío, padre mío …» Fue entonces que Eliseo recogió el manto de Elías y comenzó su ministerio profético. Viéndolo unos profetas que estaban en Jericó dijeron: «El espíritu de elías reposó sobre Eliseo».
Lucifer
La Biblia nos revela que Lucifer se rebeló contra Dios. Sus planes y ambiciones eran suplantar al Todopoderoso. Rehusó servir fielmente al Señor y se levantó contra Dios, llevándose consigo a un tercio de los ángeles.
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo (Isaías 14:12–15).
Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él (Apocalipsis 12:7–9).
Lucifer se creía capaz de superar a Dios. No quiso someterse al plan de Dios para su vida. El resultado es que hoy es adversario de Dios y no su siervo.
Padres e hijos
La relación entre Jetro y Moisés era de padre e hijo. La relación entre Elías y Eliseo era de padre e hijo. La recompensa les vino después de haber servido fielmente a los que estaban en autoridad sobre ellos. La relación entre un líder y su pastor o su apóstol o maestro también debe ser como la de padre e hijo, o como la del Padre y el Hijo.
Jesús les dijo a sus discípulos que el que no es fiel en lo ajeno no podrá tener lo suyo. La persona infiel trata de servir a otro y a la vez servirse a sí mismo. Esto no es posible. No podemos servir a dos señores.
Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro (Lucas 16:12–13).
Proverbios 20:6 afirma: «Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad [fiel], ¿quién lo hallará?» Proverbios 28:20 dice: «El hombre de verdad [fiel] tendrá muchas bendiciones».
Cuando llegue la hora de la recompensa el Señor no dirá: «Bien, siervo bueno y capaz», sino que dirá: «Bien, siervo bueno y fiel».
Cuando una persona hace lo que desea sin la bendición de Dios, cancela la bendición de su llamamiento. Si eres llamado por Dios, debes seguir el ejemplo de Moisés después de su llamamiento. Aunque tuvo un encuentro con Dios, en el que este lo llamó, fue antes a Jetro para pedirle su bendición y que le diera la libertad para cumplir el mandato divino. De esta forma Moisés demostraba su fidelidad a su suegro, para quien trabajaba.
La fidelidad se manifiesta en la lealtad para servir y cumplir nuestras obligaciones y deberes para con otros. La señal de madurez cuando una persona fiel comete una infidelidad, es que tiende a arrepentirse con prontitud.
Soy parte del grupo de unas cuarenta personas que fundó la iglesia a la que asistí por catorce años. Durante estos años el Señor me llamó a servir como maestro de Escuela Dominical, director de adoración y alabanza, pastor de jóvenes universitarios, pastor de jóvenes, miembro de la junta de misiones, anciano, predicador, pastor de los hispanos y otras cargos. Traté de ser fiel a Dios y a los líderes de la iglesia en todo lo que se me pidió hacer. Ahora puedo ver el fruto de mis labores y mi fidelidad. Para ser sincero, me pregunto cómo es que Dios puede usarme. No he tenido la educación teológica que muchos ministros tienen. La respuesta es clara: La fidelidad trae recompensa para el que espera en el Señor. Isaías 40:30–31 dice: «Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán». El Señor nos exhorta a que «no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos» (Gálatas 6:9).
Las recompensas de la fidelidad
Dios escogió a Moisés por su fidelidad, no por sus cualidades. En el libro de Números, capítulo doce, hallamos una situación en la que María y Aarón tuvieron un conflicto con Moisés y hablaron contra él. Dios escuchó lo que ellos creían que estaban hablando en secreto y prontamente los llamó a cuentas. Los mandó al tabernáculo de reunión, donde se les apareció en la columna de nube a la puerta del tabernáculo y les dijo: «Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él». Tanto Aarón como María servían en el oficio de profetas, y el Señor les estaba confirmando que le podían escuchar. Sin embargo, Dios no los había llamado a gobernar la nación de Israel, de modo que procedió a resolver el problema de su líder, diciendo: «No es así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?»
Aarón y María cometieron una de las peores ofensas ante Él, como era enjuiciar al escogido de Dios. El resultado fue una severa reprensión y la ira del Señor se encendió contra ellos. María recibió lepra y fue públicamente echada del campamento por siete días. Aarón, viendo lo que le había sucedido a su hermana, clamó a Moisés de inmediato, reconociendo su pecado y pidiendo su misericordia.
Bob Yandian, en su libro Calling and Separation [Llamamiento y separación] dice:
Las personas altamente calificadas son casi siempre celosas de los que por su fidelidad tienen éxito. Es más, muchos de los salmos de David son escritos acerca de personas de esta índole que envidiaban la posición de David y el favor de Dios con él. Este batalló contra sus hermanos, el rey Saúl, miembros de su corte, y aun sus propios hijos. David, que no era más que un simple pastorcillo, fue promovido por Dios. Cometió muchos errores como rey, cayó en grandes pecados, pero siempre se arrepintió y subió a la cúspide nuevamente.1
Tanto Moisés como David, tenían algo que los llevaba a triunfar: su fidelidad y su espíritu sencillo y dócil. Cuando eran enfrentados por sus errores, eran prontos en autoexaminarse y reconocerlos. La Biblia dice:
El Señor se levanta en batalla contra los escarnecedores y arrogantes, dando gracia y defendiendo a los sencillos y humildes de corazón. En su trato con los arrogantes, Él es fuerte, más a los humildes muestra su misericordia (Proverbios 3:34, 35, New American Bible [Nueva Biblia Americana]).
Ninguna persona comienza su carrera profesional en la cúspide. Asimismo en la iglesia, la fidelidad se demuestra cuando servimos a otros. Proverbios 28:20 dice que: «El hombre de verdad [Fiel] tendrá muchas bendiciones; mas el que se apresura a enriquecerse no será sin culpa».
Una lección personal
Hace algunos años, en la iglesia que pastoreaba en Mesa, Arizona, pude aprender muchas cosas, algunas muy dolorosas, por no reconocer este concepto. Como muchos pastores, generalmente ponemos nuestra mirada en los talentos y las habilidades en vez del carácter y la fidelidad.
Cuando un pastor busca a una persona para servir en una área necesitada, ¿cuáles características son las que la Palabra de Dios nos instruye a buscar? Pablo le ordenó a Timoteo que buscara personas fieles, no a gente capacitada, sino fieles.
Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Timoteo 2:2).
Timoteo probablemente pensó como yo. «Dios mío, las personas fieles casi siempre son aquellas que no tienen muchos talentos o habilidades perceptibles». Son los que siempre están sonrientes y llevan su Biblia. Son los primeros que llegan a la iglesia y los últimos que se van. Siempre están haciendo preguntas. Están dispuestos para todo lo que se les necesite.
El Señor me ordenó que dejara de dirigir la adoración y la alabanza en la iglesia que pastoreaba para concentrarme en el estudio de la Palabra de Dios y la oración. Por varios meses, busqué a la persona que pudiera hacerlo a mi gusto. No encontré a nadie en la iglesia con el talento necesario para dirigir este ministerio tan importante. Buscaba a alguien con una voz fuerte y angelical, un alto nivel de discernimiento espiritual, una unción profética y un administrador que pudiera encargarse de todos los aspectos de este ministerio.
Después de varios meses de búsqueda infructuosa pensé volver a hacerlo. Oraba al Señor en busca de su voluntad cuando Él me dijo: «¿Has considerado a mi sierva Tina para dirigir el ministerio de alabanza?» ¿Tina? Su nombre nunca había pasado por mi mente. Desafinaba, no hablaba muy bien el castellano y a veces profetizaba en inglés. El Señor estaba bromeando. Tina era la antítesis de la persona que estaba buscando.
El Señor me recordó que el administrador que yo buscaba requería algo en especial: fidelidad. Tina era la persona más fiel en toda la iglesia. Desde su fundación, nunca faltó al ensayo del grupo de alabanza. Era siempre la primera en llegar y la última en salir. La que recogía los instrumentos, los micrófonos, los cables; en resumen: hacía todo. En ese momento, el Señor me enseñó algo que no he olvidado. Yo buscaba talentos, pero Dios busca fidelidad. Me mostró mi propia fidelidad antes de recibir el cargo del pastorado. Basta decir que Tina se preparó, comenzó a tomar clases de canto, de computadora, y empezó a leer libros de liderazgo. Cumplió el requisito de Dios: siguió siendo fiel. Además, llegó a ser una tremenda directora del ministerio de alabanza.
Capítulo 4
APARTADO AL MINISTERIO
Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado (Hechos 13:1–2).
Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios (Romanos 1:1).
El apartamiento o la separación al ministerio es el momento en que Dios reconoce públicamente el llamamiento de un individuo, derramando sobre este la unción para llevar a cabo su propósito con él. Es la oficialización del llamado ante el Cuerpo de Cristo. Además, establece la gran responsabilidad de hablar la Palabra de Dios y ejercer su autoridad.
El momento de la separación al ministerio es lo que conocemos como ordenación. Este término se deriva de dos cosas: mandato y orden. Es un mandato de Dios, y establece un orden de autoridad. La ordenación es parte del gobierno eclesiástico establecido por Dios. Solo Dios ordena, aunque usa instrumentos humanos para hacerlo. Hay muchos ejemplos bíblicos de este momento de ordenación.
Por ejemplo, en 1 Crónicas 9:22–33, David y Samuel escogieron a doscientas doce personas y las constituyeron (ordenaron) para servir en el oficio de levitas, cumpliendo diferentes cargos según el llamado de cada individuo.
Jesucristo también vio la necesidad de confirmar un grupo de hombres que mostraron fidelidad. Los ordenó para el ministerio de la predicación de la Palabra, para echar fuera demonios y sanar a los enfermos. Con esta ordenación, les delegó «la autoridad o el derecho de actuar, habilidad, privilegio, capacidad»,1 de ministrar a las necesidades del pueblo.
Después subió al monte, y llamó a sí a los que Él quiso; y vinieron a Él. Y estableció [ordenó] a doce, para que estuviesen con Él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios (Marcos 3:13–15).
Es interesante notar que Jesús llamó a los que Él quiso, no a los que quisieron ser llamados.
Otro ejemplo se encuentra en Hechos 13:1–4. Ahí vemos cómo el Espíritu Santo reveló la ordenación de Pablo y Bernabé:
Dijo el Espíritu Santo: apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado (Hechos 13:2).
Entonces, los otros líderes de la iglesia de Antioquía los apartaron al ministerio imponiéndoles las manos. Luego los enviaron a la obra misionera. «Algún tiempo después, Pablo y Bernabé siguieron el mismo plan y viajaron de ciudad en ciudad confirmando a los discípulos y ordenando ancianos en las iglesias (14:22–23)».2
En su carta a Tito, Pablo le encomienda ordenar líderes en cada ciudad, dada la gran necesidad de ministrar a una iglesia en avivamiento. «Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses [ordenases] ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé» (Tito 1:5). (La palabra ancianos indica personas maduras en cuanto al entendimiento y la experiencia espiritual.)
La separación es algo que regula el curso de la vida de un cristiano. Cuando Timoteo empezó a dudar acerca de su ministerio, Pablo lo exhortó a no descuidar el don ministerial que le «fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio» (1 Timoteo 4:14). La Biblia Plenitud comenta que: «La referencia alude a la ocasión cuando los ancianos de Iconio y Listra pusieron sus manos sobre Timoteo y profetizaron acerca de los dones y propósitos de Dios en relación con él. La imposición de manos, acompañada de profecía, es uno de los medios que emplea el Espíritu Santo para revelar su voluntad y propósitos a sus siervos. Pablo insta a Timoteo a ejercitar su don».3 Esta era la voluntad y el propósito de Dios con la vida de Timoteo, las cuales se establecieron en su separación.
Mi separación al ministerio
Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará (Habacuc 2:2–3).
El día 5 de febrero de 1989, en la Iglesia Palabra de Gracia, en Mesa, Arizona, Estados Unidos, el liderazgo de la iglesia convocó un presbiterio de pastores, maestros y profetas de la ciudad y a nivel internacional. El mismo estuvo formado por las siguientes personas: Gary Kinnaman, Dick Mills, Hal Sacks, Mark Buckley, Ron Woodworth, Leonard Griffin, Al Ells y Robert Blayter.4
Cada uno de estos ministros de Dios pronunció palabras proféticas del Señor, entre ellas las siguientes.
El doctor Gary Kinnaman:
«Has esperado este momento por muchos años. Veo un paralelo con la vida de Jesús, treinta años de preparación, servicio y crecimiento en favor ante Dios y los hombres. Luego la unción desciende sobre el Señor Jesús en las aguas del Jordán. Esto cambia su vida dramáticamente. Veo algo similar en tu vida. Has esperado, has sido paciente, aun contra tus sueños, tus deseos y tu energía personal. Has esperado y esperado, y de pronto el Señor ha dicho: “Ya es la hora”. Creo que es la hora de Dios para tu vida. La multitud, la animación y la energía que se hizo presente en el culto de esta mañana es solo una prueba de lo que Dios va a hacer en tu ministerio.
Señor, te agradezco, por el espíritu, la unción, la hospitalidad, el amor, la gracia y el fervor que has puesto en Héctor y Myriam, su esposa. Esta noche los estás reconociendo. Eso lo haces tú, Señor, es tu obra. Impongo manos en mi amigo, mi colaborador en el evangelio. Lo reconozco públicamente, como un hombre dotado, maduro y líder en el Cuerpo de Cristo. Y ordenamos a Héctor y Myriam para ejercer el ministerio de servicio, enseñanza, profecía y sanidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».
El profeta y pastor Ron Woodworth:
«El Señor te dice esto: Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Mas te estoy equipando con un conocimiento profético y con perspicacia. Donde te enviaré, vas a necesitar mi poder. Sabes que mi Hijo Jesús anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo. Esta noche te unjo a ti y a tu esposa, la compañera de tu juventud, con una doble unción para batallar contra principados y poderes y toda clase de espíritus de tinieblas. Aunque ahora están muy nerviosos. Dice el Señor: “Porque irás a donde te envío en el poder del evangelio del Cristo resucitado. No irás a defender el evangelio. Mi evangelio no es una fábula para discutir, sino un hecho que difundir, y lo declararás. Voy a traer una celebración a sus espíritus que levantará los techos en muchos lugares a donde te enviaré. Te envío para que abras las ventanas a un derramamiento de mi Espíritu que consuma la religiosidad y sea un sacrificio agradable para mí. Te movilizaré y activaré para un evangelio agresivo. Porque te estoy enviando a alcanzar a los perdidos y liberar a los cautivos”».
El pastor Leonard Griffin:
«Al escuchar lo que dice el Señor, fui incitado a recordarte la necesidad de levantar un equipo de intercesores que oren por ti. Todos necesitamos la oración, pero por la naturaleza de tu ministerio, necesitarás un cuerpo de intercesores que los cubra con oración diariamente. Personas que intercedan y se levanten en la brecha por ustedes. Estos deben venir no solo del ministerio hispano de tu congregación, sino de todo el Cuerpo de Cristo. El Señor desea oración intensa por ustedes por el potencial que les tiene preparado. Junten, pues, hombres y mujeres fieles, que les amen, y que se comprometan a estar en la brecha cada día por ustedes. Sobre todo cuando viajen, lo que harán con mucha frecuencia. Escucho al Espíritu de Dios decir: “Orad más y orad con fervor”».
El maestro Robert Blayter:
«La Palabra del Señor dice que al que es fiel en lo poco, mucho le será dado. Nadie es llamado a ser fiel en lo mucho cuando comienza a hacer algo. La promesa es entonces: “Serás fiel en lo mucho”. Ha llegado la hora de ser fiel en lo mucho. En Lucas 14, la parábola del gran banquete afirma que un hombre rico hizo una gran cena e invitó a muchos, mas nadie vino. Todos sus invitados tenían excusas. Envió pues a sus siervos a traer a los mancos, los cojos, los pobres y los ciegos. Habiendo hecho esto, le dijeron que todavía había lugar. Creo que tendrás un gran ministerio aquí y en Latinoamérica. Pero el Señor va a edificar con aquello que muchos han desechado. No tienes que buscar lo grande y poderoso. Dios te usará con un ministerio de restauración no solamente aquí sino mundialmente».
El pastor de pastores, Hal Sacks:
«Te veo como a un Josué joven. No eres de la generación antigua sino de la nueva. Y el Señor te dice: “Nadie se levantará y prevalecerá contra ti. Como estuve con mi siervo Moisés, así estaré contigo. No te dejaré ni desampararé. Esfuérzate y sé valiente. Una pareja valiente”. Te veo como un león valiente. Como Aslán, el león de las crónicas de Narnia. Esfuérzate, porque harás que el pueblo conquiste su tierra. Llevarás a mi pueblo a la conquista, hombre de valor. Pero no irás solo. Los intercesores irán delante de ti y prepararán el camino. E irás y tomarás la tierra».
Dick Mills, profeta del Señor:
«“Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas: no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas” (Isaías 54:2–3). Te extenderás a la mano derecha y a la izquierda. “E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió” (1 Crónicas 4:10). Señor, otórgale su pedido. El Señor va a unirlos en ministerio. Uno plantará la semilla, el otro la regará con lágrimas y oración, y Dios dará el aumento.
»Job 8:7 dice: “Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande”.
»El Señor me dio una visión de una roca que cae al agua y causa una ondulación. Como en Hechos 1:8, tu ministerio te llevará por esta ciudad, esta nación, por Norte América, Centro América y Sur América y a los confines de la tierra. Dios te permitirá llevar un ministerio milagroso alrededor del mundo. El Señor me dio una visión. En la próxima década, Héctor y Miriam serán levantados y el resultado será Un millón de católicos nacidos de nuevo y llenos del Espíritu Santo. ¡Aleluya!»
El fruto de la ordenación
Mantengamos la confesión de nuestra esperanza firme, porque aquél que nos ha dado sus promesas, no nos fallará (Hebreos 10:23, The Twentieth Century New Testament [Nuevo Testamento del siglo veinte]).
Han pasado unos siete años desde que me ordenaron al ministerio. La verdad es que las palabras proféticas que me dieron aquel día fueron más de lo que mi mente o mi corazón pudieron recibir y asimilar. Algunas me parecieron tan increíbles que francamente no veía cómo Dios podría convertirlas en realidad. Sin embargo, se cumplen día tras día. Creo que se han cumplido muchas, pero todavía no ha pasado una década. Actualmente, me mantengo firme en sus promesas, pues sé que Él no fallará. Como dice Habacuc 2:3: «Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará».
Desde aquel día, indudablemente Dios ha obrado y cumplido sus promesas. Durante los últimos cuatro años el Señor me ha enviado a ministrar su Palabra como maestro, evangelista y profeta a cuatro continentes y más de veinticinco naciones. Solo en 1995, viajé a cuatro continentes, ministré en dieciséis naciones y fui a ministrar a Latinoamérica otras tantas.
Los libros Derribemos fortalezas y Desenmascaremos las tinieblas de este siglo se han vendido por todo el continente. El Señor me ha llevado a ciudades y naciones para predicar y enseñar el mensaje profético de Dios en la década de los noventas: la guerra espiritual y la reconquista de ciudades y naciones para Cristo. Conferencias de oración, misiones de guerra espiritual, talleres, seminarios para líderes y pastores, consultas, campañas, radio, televisión, prensa y los libros han sido instrumentos que Dios me ha proporcionado para ministrar su evangelio. Para esto fui apartado por el Señor. Para esto fui ordenado.
Recientemente me invitó el liderazgo pastoral de la ciudad de Cali, Colombia, para ministrar en una vigilia de oración. Más de cincuenta y cinco mil personas se hicieron presentes aquella noche para interceder y alabar a Dios, y para guerrear por esa ciudad y por la nación.
Dios tiene un propósito con cada vida. Tiene un llamamiento para cada uno de nosotros. Si nos preparamos y somos fieles, nos apartará para el ministerio. Como lo instruye el profeta Habacuc, estas cosas han sido escritas y declaradas en tablas de papel para que sean leídas y para que corra al Señor el que las lea.
Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas (Hebreos 6:10–12).
Capítulo 5
EL PRECIO DEL LIDERAZGO
Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia (Hebreos 5:7–8).
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? (Lucas 14:27–28).
Nadie debe aspirar a una posición de liderazgo en la obra de Dios sin prepararse para pagar el precio que ella exige. El verdadero liderazgo demanda el todo de un individuo, y mientras más grande sea el llamamiento, más grande será el precio que hay que pagar.
El poder y el precio
Las palabras de Jesús a sus discípulos respecto a la necesidad de estar dispuestos a pagar el precio de la cruz eran parte indispensable de la capacitación para la hora de su separación al ministerio.
Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8, énfasis del autor).
Generalmente hemos puesto el énfasis de esta promesa en el poder, mas la Escritura nos revela dos cosas: el poder para llevar a cabo la Gran Comisión, y el precio que estamos llamados a pagar. Ese es el precio: ser testigos.
La palabra testigos es traducción del vocablo griego martur, de donde proviene la palabra castellana mártir, uno que testifica con su muerte.
Esto no sugiere que todos debamos morir por el testimonio de Cristo. Sin embargo, Pablo nos aclara la necesidad de morir diariamente a sí mismo (1 Corintios 15:31), a nuestros deseos, a nuestros planes, a todo, por la causa de Cristo. El que es llamado a una posición de liderazgo tiene que morir cada día a sus emociones, a sus sentimientos y a sus pasiones. Esto testifica que lo que se predica es real y poderoso.
El sacrificio personal
El sacrificio es parte del precio que se debe pagar. Hay una cruz en el camino del liderazgo espiritual; el líder debe estar dispuesto ser crucificado en ella. Evadir la cruz es perder el derecho al liderazgo. Las demandas del cielo son absolutas. El grado en que debemos permitir que la cruz de Cristo opere en nosotros será medido por el fruto de la resurrección evidente en nuestras vidas. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio? ¿Estamos dispuestos a ser esclavos de todos? ¿Estamos dispuestos a llevar en nosotros las marcas del Calvario?
Muchas personas ven el ministerio como algo atractivo. Piensan que el ministro es alguien que puede viajar libremente y ser usado por Dios. Se imaginan a las multitudes en sitios exóticos. Sin embargo, la verdad es que muchos ministros cambiarían su puesto con aquellos que tienen un trabajo de lunes a viernes, de 9 de la mañana a 5 de la tarde; aquellos que tienen tiempo para dedicarle a su familia, a sus seres queridos.
Esto es claramente lo que vemos en el corazón de los apóstoles Jacobo y Juan. La enseñanza de Jesús a sus discípulos nos define la grandeza del que sirve.
Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10:42–45, énfasis del autor).
El apóstol Juan, el discípulo amado, aprendió esta lección y más tarde escribe en la primera de sus epístolas: «Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos» (1 Juan 3:16).
La guerra del líder
Desde el momento en que uno se propone servir a Dios, puede contar con problemas de toda índole. Las fuerzas del mal comienzan su oposición al soldado de Cristo probando su compromiso, su resistencia y su paciencia. El apóstol Santiago (hermano del Señor Jesucristo, líder de la iglesia en Jerusalén y uno de sus mártires reconocidos) dice: «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7).
La preparación del líder incluye lágrimas y pruebas. Todo esto es parte del desarrollo espiritual que nos prepara para enfrentar las presiones, decepciones, frustraciones, traiciones y tentaciones. El liderazgo cristiano no es algo fascinante; es guerra espiritual. Usted es parte del comando de un ejército que está en batalla contra los ejércitos de las tinieblas para poseer lo que el enemigo se ha robado. Usted está en guerra contra Satanás y el mundo.
Watchman Nee, el muy conocido apóstol de China, dijo: «La primera señal de un guerrero de Dios es que se mantiene firme cuando todos los demás caen por las presiones, el desánimo y la desesperanza de una situación».
Por eso es tan importante obedecer el mandato de Pablo en cuanto a tomar la armadura de Dios.
Por tanto, tomad la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes (Efesios 6:13, énfasis del autor).
La Biblia Plenitud comenta respecto a este versículo: «Resistir, anthistemi[…] antiestamina[…] resistencia. El verbo sugiere oposición vigorosa, resistencia valiente, colocarse frente a frente contra un adversario, mantenerse uno en su terreno. Anthistemi nos dice que con la autoridad y las armas espirituales que nos son concedidas, podemos resistir a las fuerzas del mal».1 Así es la batalla del líder cristiano.
El propósito de las pruebas
Los apóstoles nos enseñan algunas lecciones respecto a las pruebas en la vida del líder que se entrega a servir a Cristo.
     Pablo dice: «La persecución es inevitable para todos aquellos que se comprometen a vivir la verdadera vida cristiana (2 Timoteo 3:12, Phillips).
     Pedro afirma: «Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría» (1 Pedro 4:12–13).
     Santiago declara: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Santiago 1:2–3).
Recuerdo una vez que pasé por una prueba muy difícil. Me acusaron de algo injustamnete. Frustrado por las acusaciones y emocionalmente herido, me quejé ante mi pastor, esperando recibir consuelo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me contestó: «Cuánto me alegro de que esto te suceda. Todo lo que has hecho siempre te ha salido bien. Es necesario pasar por pruebas como esta para identificarnos con Cristo y con otros que pasan por una situación similar. Lo que aprendas de esto podrás enseñarlo a otros que el Señor ponga en tu camino».
El autor del libro a los Hebreos dice que algunos siervos del Señor vieron cosas maravillosas, «mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a pruebas, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno» (Hebreos 11:35–38).
Las adversidades que vienen al líder son parte del precio del liderazgo. Dios observa nuestras reacciones en tiempos de pruebas y adversidad. De ninguna manera quiero insinuar que para ser buenos líderes tenemos que buscar el sufrimiento. La vida de un cristiano nos lleva diariamente a enfrentar nuevas situaciones, pero las promesas de Dios son que en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó y se entregó por nosotros (Romanos 8:37).
Las cicatrices son auténticas marcas de fidelidad y de servicio en la obra del Señor. Pablo declara que tiene en su cuerpo las marcas del Señor Jesús. Las cicatrices de ofensas, heridas, rechazo, maltrato, adversidades, son un recuerdo permanente de que Dios obró en medio de todas las situaciones para liberarnos de las garras del cazador.
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos[…] De manera que la muerte actúa en nosotros y en vosotros la vida[…] Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios (2 Corintios 4:7–10, 12, 15).
Pablo afirma que el líder debe morir para que el pueblo de Dios viva. Los padecimientos son parte del ministerio por amor al rebaño de Dios, así como Cristo padeció por nosotros, porque nos amó con un amor incondicional dispuesto a pagar el precio del sacrificio.
Las siguientes son algunas de las cosas que un líder enfrenta:
La soledad
Nietzche dijo que mientras más se acerca uno a la cumbre, más dura se hace la vida. La soledad y la responsabilidad aumentan simultáneamente. El apóstol Pablo fue un hombre que experimentó soledad. Pudo sentir plenamente la amargura de ser malentendido por sus compañeros, las mentiras de sus enemigos y el abandono de sus discípulos y amigos. En su epístola a Timoteo, habla de sus experiencias al respecto:
Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes (2 Timoteo 1:15).
Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido (2 Timoteo 4:10).
Solo Lucas está conmigo (2 Timoteo 4:11).
Alejandro el calderero me ha causado muchos males (2 Timoteo 4:14).
En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon (2 Timoteo 4:16).
El que es llamado a ser líder debe esperar los momentos de soledad. Son parte de la experiencia como siervo fiel de Dios.
La fatiga
Los que dirigen el mundo son hombres cansados. Las crecientes demandas de suplir los recursos necesarios para el mantenimiento de la familia, junto con los compromisos en la iglesia y los quehaceres de la vida cotidiana consumen la energía y el tiempo. Los recursos económicos, físicos y emocionales son puestos a prueba. El ministerio requiere un desgaste de fuerzas, tiempo, recursos económicos, y la inversión de nuestra energía. Pablo estaba familiarizado con el secreto de cómo mantener el nivel de fortaleza necesario para continuar:
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día (2 Corintios 4:16).
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos (Gálatas 6:9).
La crítica
Toda persona llamada a ser líder será criticada. No hay, ni ha habido, líder exento a la crítica. Jesús, el único ser perfecto y sin mancha ni pecado, fue criticado aun por sus propios discípulos. La madurez de un líder será claramente vista en la manera en que acepta y reacciona ante la crítica, merecida o no.
La verdad es que si no somos lo suficiente maduros para aceptar las críticas y el rechazo, no estamos listos para el liderazgo. Si estamos muertos a nuestras emociones y a nuestro ego no reaccionaremos negativamente. Un cadáver no reacciona. Para ser líder debemos tener una de estas dos cosas: piel de elefante o coraza de tortuga. Los dardos del enemigo, lanzados por las personas, en algunos casos por los seres amados, deben solamente motivarnos a la oración. Nunca entre en conflicto con los que murmuran.
Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo (Filipenses 2:14–15).
El rechazo
El líder que mantiene altas normas espirituales con frecuencia se encontrará siguiendo al Maestro por el sendero del rechazo. «A los suyo vino, y los suyos no le recibieron» (Juan 1:11).
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto (Isaías 53:3a).
Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación (Lucas 17:25).
Antes de esperar ver la gloria de Dios, necesitamos pasar por situaciones difíciles de resistir. Si ponemos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, y no en los hombres (Hebreos 12:2), y anticipamos las promesas de Dios con fe y paciencia, lograremos vencer todos los ataques del enemigo.
La persecución
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (Mateo 5:10–12).
Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis (1 Pedro 3:14).
Una de las cosas que los líderes y pastores deben estar dispuestos a enfrentar es la persecución. El cristiano norteamericano, por lo general, no espera una persecución que ponga en peligro su vida. Su tipo de persecución opera en el campo del vituperio, la crítica, la mentira; sin embargo, la persecución en muchos lugares del mundo, y particularmente en algunas naciones de Latinoamérica, puede resultar en martirio. Jesucristo y los mártires de la iglesia de los Hechos nos dan el ejemplo de esa clase de persecución.
El mundo persigue al cristiano por una simple razón. El hombre ama las obras de las tinieblas más que la luz, porque sus obras son malas, y aborrece la luz (Juan 3:19, 20). Satanás, obra por medio de seres malos y perversos que tienen su conciencia cauterizada, para perseguir y, en algunos casos, matar al cristiano que sirve a Dios. Hoy, al igual que en los tiempos de Jesucristo, la religión oficial es en la gran mayoría de los casos usada por el enemigo para perseguir a los siervos del Altísimo.
En naciones como Colombia y México la guerrilla está vinculada con la filosofía religiosa y política de la Teología de la Liberación. Y en Perú y en Cuba, con la filosofía del comunismo. En todas estas, la iglesia cristiana evangélica es víctima del flagelo del terrorismo.
Los siguientes datos fueron suplidos por el noticiero Ágape de Puertas Abiertas a América Latina.
En Colombia
El presidente de la sociedad juvenil de la Iglesia Pentecostal de Colombia, en Ungía (Departamento del Choco), desapareció durante el reciente mes de abril.
Un joven predicador de apellido Sánchez, miembro de la iglesia adventista, fue asesinado al salir de un estudio bíblico en Turbo.
El 16 de abril de 1996, Javier Gómez, miembro de la iglesia pentecostal de Turbo, estaba en su casa con su familia cuando asesinos entraron en su aposento y frente a sus seres amados lo acribillaron a balazos.
El 22 de abril de 1996, a las seis y media de la tarde, Horacio Sucerquía, miembro de la iglesia de la Luz Divina, de la Asociación de Iglesias Evangélicas del Caribe, regresaba de su trabajo cuando fue vilmente asesinado. Horacio era uno de los ancianos gobernantes de la iglesia.
Manuel Amador, un líder muy amado de la comunidad y pastor de la Iglesia Cuadrangular en Chigorodo, Urabá, fue asesinado al atardecer del 12 de julio de 1995. Un día antes de un encuentro planificado con otros pastores de la región, para enviar un «comunicado oficial pidiendo socorro» al cuerpo de Cristo alrededor del mundo.
«Las lágrimas vertidas y la sangre de los mártires derramada en Colombia deben ser seguidas por una cosecha de gozo. Habrá cosecha si nos unimos a la iglesia colombiana como un solo cuerpo y oramos, junto con ellos, por muchos nuevos “revolucionarios”, hombres y mujeres que tengan vida en Jesucristo. Si oramos, Dios enviará obreros a su gran mies. Colombia necesita visión, perdón, lágrimas y reconciliación con Dios y los hombres».2
En México
Más de treinta y dos mil creyentes han sido desalojados, amenazados, maltratados y asesinados en Chiapas.
En septiembre de 1994, dos familias que volvieron a Icalumtic, Chamula, fueron atacadas, resultando muertos Miguel López y Miguel Mendez. La jovencita Octavia Mendez, de catorce años de edad, fue violada por los caciques.
A precio de sangre y lágrimas, en un caso en el que los agresores siguen en libertad, se sentó el precedente del éxodo, y los cristianos al fin tenían representación en San Juan Chamula, después de tres décadas de exilio.
Al ir aumentando la presión de parte de varias entidades internacionales concerniente a la situación de los creyentes evangélicos en Chiapas, en septiembre de 1995, el gobierno declaró un cese al fuego. Ese mismo mes, Agustín Pérez López, fue secuestrado. Hubo testigos que identificaron a los agresores; pero las autoridades no tomaron cartas en el asunto, aun después que fue dada una orden de captura.
El 18 de noviembre de 1995, Domingo López Mendez fue asesinado cuando, por instigación de las autoridades, trató de ejecutar la orden de arresto a «Chiquito» Carranza, uno de los asesinos.
En San Cristóbal de las Casas, el hermano Miguel «Cashlan» Gómez, el primer creyente y predicador de los chamula (indígenas de la región) también llegó a ser el primer mártir».3
En toda la región de Chiapas, Lacondones, Choles, Aguacatenango, San Cristóbal de las Casas, San Juan Chamula y otras más, los cristianos evangélicos son continuamente perseguidos por las autoridades locales y religiosas. Sin dudas, el problema en Chiapas es más que político. Es un problema espiritual, con raíces en la iglesia de la conquista y en la teología de la liberación. El presidente Ernesto Zedillo declaró públicamente que la iglesia de la conquista y los líderes sacerdotales de la comunidad eran en gran parte responsables por la crisis política en esa área de la nación.
La persecución de los evangélicos, y particularmente de los pastores y líderes en Latinoamérica, es un hecho, no una fantasía. Con el continuo crecimiento de la Iglesia en el continente, la persecución se incrementará y se hará más difícil e intensa. Tanto la religión como la guerrilla y las filosofías comunistas incrementarán la violencia al ver su causa debilitada debido a las almas cambiadas por el evangelio de Cristo. Este es el costo de seguir a Jesús. Es necesario estar dispuestos a menospreciar la vida hasta la muerte. ¿Cual será la recompensa? «Vuestro galardón es grande en los cielos» (Mateo 5:12).
Recordemos las palabras del Espíritu Santo dadas por el apóstol Pablo a la iglesia en Éfeso:
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12).
Capítulo 6
LAS BATALLAS DEL LÍDER
Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos (1 Timoteo 6:12).
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12).
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe (2 Timoteo 4:7).
En la vida de todo cristiano se presentan batallas que debe pelear a diario. Sin embargo, cuando el cristiano es un siervo de Dios llamado al ministerio, las batallas son aún más intensas porque sus resultados afectan más al Reino de Dios. Todo líder está en posición sensible a los ataques del maligno por su prominencia y su visibilidad.
Cuando una persona tiene un llamamiento de Dios, el enemigo trata de impedir que este se realice. Podemos ver en las Sagradas Escrituras, de Génesis a Apocalipsis, que Satanás mete sus narices en todo para impedir la voluntad de Dios y hacer tropezar a los líderes que Él levanta.
Cuando Satanás nos acusa
Todos pecamos, eso no sorprende a nadie. Y pecamos a diario en una forma u otra. Pablo dice: «Todo lo que no proviene de fe, es pecado» (Romanos 14:23). La lucha contra el pecado es constante, y Satanás la utiliza para acabar con muchos ministerios. Trató de hacerlo con un sumo sacerdote muy importante de Israel.
Josué fue sumo sacerdote después del cautiverio. Dios tenía un llamamiento y un propósito con él. Debido a la importancia de su vida y su ministerio para los propósitos de Dios, era un blanco obvio para el enemigo. El profeta Zacarías describe una visión en la que Satanás, habiendo hallado pecado en Josué, se presenta ante el Señor para acusarlo.
Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle (Zacarías 3:1).
Ciertamente Dios no permite ni tolera el pecado. Cuando un siervo del Señor permanece en pecado y no se arrepiente, Dios lo expone en público.
Este es el caso de hombres grandemente usados por Dios que en los últimos años han sido descubiertos en pecado y rehúsan someterse al consejo y la disciplina del presbiterio. Hoy día sus ministerios han dejado de existir prácticamente.
Cuán agradable sería para el Señor que los cristianos, y particularmente el liderazgo cristiano, hicieran lo que enseña la Palabra:
Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).
Es maravilloso saber que Dios puede restaurar los ministerios. La Escritura dice que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables (Romanos 11:29). Leamos la continuación del relato de Zacarías:
Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es este un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas (Zacarías 3:2–5, énfasis del autor).
Hermanos, ¡Dios no acepta las acusaciones del diablo contra sus siervos fieles, aun cuando ellos hayan pecado! Podemos ver claramente la actitud de Dios contra las acusaciones a un pastor, a un siervo de Dios. «Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a este siervo te reprenda».
Las batallas personales, emocionales, ministeriales, económicas, etc., de un líder, son parte de su preparación y de su llamamiento. La manera en que reaccionemos a estos ataques es de suma importancia. Somos llamados a pelear. Satanás nos declaró la guerra y querrámoslo o no, seremos víctimas o vencedores.
Las herramientas del enemigo
Aunque nuestra batalla no es contra seres humanos, es importante reconocer que a menudo los instrumentos que el enemigo usa para causar contiendas y divisiones son personas, y muchas de ellas cristianas. Como líderes somos llamados a pelear por nuestros hermanos y nuestras familias. Desafortunadamente, un gran número de nuestras batallas son causadas por nuestros propios hermanos en Cristo. Con frecuencia, son ellos los que nos traen los mayores conflictos y pruebas.
Alguien clamó al Señor con frustración diciendo: «Señor, el vivir con los santos en el cielo, eso sí será la gloria. Pero el vivir con los santos en la tierra, ¡eso sí es otra historia!»
Moisés se encontró en un momento de frustración como líder del pueblo de Israel. Las quejas y las murmuraciones del pueblo eran una carga demasiado pesada para él. Así que clamó al Señor, diciendo:
No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal (Números 11:14–15).
Todo pastor experimentará lo mismo durante su ministerio. El enemigo tiene éxito cuando hace que un miembro de la congregación tropiece, pero sus más grandes trofeos son los pastores y los ministerios, sobre todo cuando los ataques no son morales o éticos, sino relacionales y de celos o envidia ministerial.
El enemigo ha causado grandes estragos dentro del liderazgo ministerial en la actualidad. Y han venido del mismo Cuerpo de Cristo. Algunos cristianos se consideran la fuerza policial de la iglesia. Con tácticas no menos reprochables que las de la Gestapo, la KGB o la CIA, atacan sin misericordia a los que consideran sus enemigos porque no concuerdan con sus doctrinas.
La destrucción de líderes deja un rastro en el camino de seguidores confusos y quebrantados. Si el enemigo puede eliminar a un pastor, desparrama a las ovejas y devora a los corderitos.
Las artimañas del enemigo pueden ir de algo tan simple como hacer que un ministro pierda el enfoque de sus prioridades hasta llevarlo a valorar lo incorrecto en el momento inapropiado.
Observemos los estragos que aquellos más cerca de nosotros pueden causar cuando se levantan a batallar en nuestra contra.
Jesucristo y Judas Iscariote
Jesucristo, el Buen Pastor, fue víctima de traición en el círculo íntimo de sus discípulos. En el momento más crítico de su ministerio, todos sus discípulos lo abandonaron (Mateo 26:56). Uno de sus líderes lo negó tres veces (Lucas 22:56–61). Judas Iscariote, su tesorero, lo vendió por treinta piezas de plata y lo entregó a sus enemigos con un beso (Lucas 22:47). La Biblia dice que Satanás entró en Judas (Lucas 22:30). El apóstol Juan nos hace ver la manera en que Satanás logró influenciar a Judas Iscariote. Le habló directo a su corazón. «Como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase (Juan 13:2).
Pablo y Alejandro el calderero
En la vida del apóstol Pablo hallamos numerosos ejemplos del tipo de batalla personal que tuvo que soportar. Uno de ellos tuvo que ver con Alejandro el calderero.
La primera mención de Alejandro se encuentra en una exhortación de Pablo a Timoteo:
Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar (1 Timoteo 1:18–20).
En su segunda epístola a Timoteo, Pablo nuevamente se refiere a Alejandro. Esta vez nos da más detalles acerca de los resultados que tuvo al desechar la fe y la buena conciencia. Amonesta a Timoteo a tener mucho cuidado con él pues era usado por Satanás para hacerle daño.
Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta (2 Timoteo 4:14–16).
Otra versión dice: «Me ha causado mucho daño, mas la retribución del Señor caiga sobre él[…] Debes tener cuidado con él, porque violentamente se ha opuesto a lo que digo» (Weymouth). Aparentemente, Alejandro había levantado algún tipo de calumnia o blasfemia contra Pablo para causarle daño. Lo triste es que algunos de sus discípulos creyeron estas falsas injurias y desampararon al apóstol. Pablo declara que Dios lo libró de la boca del león (2 Timoteo 4:17), Satanás, el cual está siempre buscando a quien devorar.
Un hombre y su Alejandro
Conozco personalmente la historia de alguien al cual llamaré Alejandro. Este se levantó contra el líder de su congregación y comenzó a calumniar al pastor. Visitaba la casa de todos los líderes de la congregación, acusando al pastor de inmoralidad. Lo interesante de este caso es que este joven no hacía mucho que había llegado a la iglesia, mientras que el pastor llevaba más de diez años en la obra y gozaba de un matrimonio estable por más de veinte años.
Lamentablemente, algunos de los líderes creyeron las calumnias del joven y confrontaron al pastor. Aceptar esas acusaciones expuso a esos líderes a una retribución del Señor. Pablo dice: «No les sea tomado en cuenta».
No creyendo que era suficiente el daño a la congregación, Alejandro empezó a llamar y a visitar a los pastores de la ciudad. Comenzó a levantar las calumnias ante el liderazgo de la comunidad cristiana. Ahora bien, este mismo joven se fue de la antigua iglesia a la que asistía porque había sido instrumento de una gran división, calumniando al pastor de homosexual. Como consecuencia de eso, su esposa lo abandonó y más tarde se divorció de él. El rastro de iglesias divididas por este joven incluía otras en diferentes ciudades.
Es triste pensar que algunos de los pastores de la ciudad, habiendo conocido y colaborado con este pastor por muchos años, creyeron en parte las blasfemias del joven. Gracias sean dadas al Señor por la amistad y fidelidad de otros pastores, los cuales prontamente lo llamaron para prevenirlo del Alejandro. Como Pablo a Timoteo, le pidieron guardarse de él. La sabiduría del presidente del concilio evangélico de la ciudad es envidiable. Cuando recibió la llamada acusadora del joven, le respondió: «Conozco al pastor, y sé quién es; pero, ¿quién es usted?»
En otro caso muy similar, un pastor en una ciudad de California, después de laborar fielmente por algunos años, fue acusado por la familia de una jovencita de abusar sexualmente de ella. La calumnia dividió a la iglesia y le causó un trauma emocional al pastor, que decepcionado abandonó el ministerio. Gracias al Señor, este pastor, después de trabajar secularmente por un tiempo, regresó al pastorado y tiene una linda y creciente congregación.
Son numerosas las batallas que libra un líder, particularmente, en el pastorado. Si muchos de aquellos que ven el ministerio como un escape al trabajo secular, o como algo fascinante, supieran el verdadero sacrificio que requiere el ministerio, cambiarían de opinión rápidamente.
En medio de todos los ataques del maligno, en medio de las batallas diarias que un líder enfrenta, podemos descansar solo en esto: el Señor es fiel. En medio de las circunstancias que le rodean y acechan, Pablo le da un consejo a Timoteo, el cual extiendo a todo pastor y a toda persona llamada a una posición de liderazgo espiritual.
Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (2 Timoteo 4:17–18, énfasis del autor).

1 Biblia Plenitud, Editorial Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1460.
1 Bob Yandian, Calling and Separation [Llamamiento y separación], Pilar Books & Publishing Tulsa, OK, 1991, p. 28.
1 Véase «Riqueza literaria: autoridad», Biblia Plenitud, Editorial Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1251.
2 Biblia Plenitud, Editorial Caribe, Miami, FL, 1994, p. 1411.
3 Íbid, nota a 4.14, p. 1597.
4
Gary Kinnaman, DD, autor, maestro, miembro de la Red de Guerra Espiritual. Pastor de la Iglesia Word of Grace, Mesa, Arizona.
Mark Buckley, escritor de Charisma Magazine, pastor de la Iglesia Community of Living Streams, Phoenix, Arizona.
Hal Sacks, pastor de pastores, presidente del Ministerio El Shaddai, miembro de la Red de Guerra Espiritual.
Ron Woodworth, profeta, salmista, anfitrión de TV.
Al Ells, autor, director del Centro Samaritano de Consejería y Asesoramiento.
Leonard Griffin, pastor de la Iglesia Covenant of Grace, Phoenix, Arizona.
Robert Blayter, maestro.
Dick Mills, profeta internacional.
1 Biblia Plenitud, Editorial Caribe, Miami, FL, 1994, p.1551.
2 Noticiero Ágape, Puertas Abiertas a América Latina, Pembroke Pines, FL, p. 5.
3 Íbid, pp. 11, 13.

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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6