Fundamentos de la Fe Cristiana: Conociendo a Dios
Tweet Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 10MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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CONTENIDO
TOMO I: EL DIOS SOBERANO
PARTE 1: EL CONOCIMIENTO DE DIOS
1. Conocer a Dios
2. El Dios Desconocido
PARTE 2: LA PALABRA DE DIOS
3. La Biblia
4. La autoridad de las escrituras
5. La prueba es verdadera
6. La Biblia es verdadera
7. La crítica bíblica moderna
8. Cómo interpretar la Biblia
PARTE 3: LOS ATRIBUTOS DE DIOS
9. El Dios verdadero
10. Dios en tres personas
11. Nuestro Dios soberano
12. Santo, santo, santo
13. El Dios que conoce
14. El Dios que no cambia
PARTE 4: LA CREACIÓN DE DIOS
15. La creación del hombre
16. La naturaleza
17. El mundo de los espíritus
18. La providencia de Dios
TOMO II DIOS EL REDENTOR
PARTE 1: LA CAÍDA DE LA RAZA
1. La caída
2. Los resultados de la caída
3. La sumisión
PARTE 2: LA LEY Y LA GRACIA
4. El propósito de la ley de Dios
5. Los Diez Mandamientos: El amor de Dios
6. Los Diez Mandamientos: El amor a los demás
7. La ira de Dios
8. La salvación en el Antiguo Testamento
PARTE 3: LA PERSONA DE CRISTO
9. La deidad de Jesucristo
10. La humanidad de Cristo
11. Por qué Cristo se hizo hombre
PARTE 4: LA OBRA DE CRISTO
12. Profeta, Sacerdote y Rey
13. Aplacando la ira de Dios
14. Sin cuentas pendientes
15. La grandeza del amor de Dios
16. La doctrina fundamental: La Resurrección
17. Verificando la resurrección
18. Ascendió al cielo
TOMO III COMENZANDO A ENTENDER A DIOS
PARTE 1: EL ESPÍRITU DE DIOS
1. El cristianismo personal
2. La obra del Espíritu Santo
3. La unión con Cristo
PARTE 2: CÓMO DIOS SALVA A LOS PECADORES
4. El nuevo nacimiento
5. La fe y el arrepentimiento
6. Justificación por la Fe: La bisagra de la salvacióm
7. Justificación por la Fe: El lugar de las obras
8. Las pruebas de la fe
9. Una familia nueva
10. El camino de la perfección
PARTE 3: LA VIDA DEL CRISTIANO
11. Aceptando lo negativo
12. Libertad, libertad
13. Conociendo la voluntad de Dios
14. Hablando con Dios
15. Dios hablándonos a nosotros
16. Sirviendo
PARTE 4: LA OBRA DE DIOS
17. Llamados por Dios
18. La perseverancia de Dios
TOMO IV DIOS Y SU HISTORIA
PARTE 1: EL TIEMPO Y LA HISTORIA
1. Y yo, ¿qué tengo de malo?
2. La marcha del tiempo
3. Cristo, el punto focal de la historia
PARTE 2: LA IGLESIA DE DIOS
4. La iglesia de Cristo
5. Las señales de la iglesia
6. Cómo adorar a Dios
7. Los signos y los sellos de la salvación
8. Los dones espirituales
9. Perfeccionando a los santos
10. El gobierno de la iglesia
11. Vida del cuerpo
12. La gran comisión
PARTE 3: UN CUENTO EN DOS CIUDADES
13. La ciudad secular
14. La iglesia secular
15. La ciudad de Dios
16. La iglesia y el estado
PARTE 4: EL FIN DE LA HISTORIA
17. ¿Cómo será el final?
18. Al fin en casa
GLOSARIO
Con excepción de la palabra Rabí, que es sólo una forma educada de dirigirse a alguien, las primeras palabras demuestran un conocimiento considerable. Nicodemo dijo: "Sabemos". Luego comenzó a ensayar las cosas que sabía (o que creía saber) y con las que quería comenzar la discusión: (1) que Jesús continuaba realizando muchos milagros; (2) que estos milagros buscaban autenticarlo cómo un maestro enviado por Dios; y que, por lo tanto, (3) Jesús era alguien a quien él debía escuchar.
Desafortunadamente para Nicodemo, Jesús le contestó que esa forma de encarar el conocimiento era errada y que Nicodemo por consiguiente no podía conocer nada hasta que no hubiera experimentado una transformación espiritual interior. "No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo" (Jn. 3:7).
Los comentarios subsiguientes de Nicodemo demuestran al menos un reconocimiento implícito de su falta de conocimiento sobre los temas importantes, ya que comenzó a realizar preguntas: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Cómo puede hacerse esto?" (vs. 4, 9). Jesús le enseñó que el verdadero conocimiento comienza con el conocimiento espiritual, el conocimiento de Dios, y que éste se encuentra en la revelación que Dios hace de sí en la Biblia y en la propia vida y obra de Jesús, en la obra del Salvador.
Esta conversación resulta relevante hoy en día. Los problemas y frustraciones que Nicodemo tuvo que enfrentar hace casi dos mil años también están presentes en nuestro tiempo. Nicodemo poseía el conocimiento, pero no tenía la clave para ese conocimiento, el elemento integrador. Sabía algunas cosas, pero su búsqueda de la verdad lo había conducido al extremo de una crisis personal. Del mismo modo, mucho sabemos en nuestros días. Con respecto a la información y el conocimiento técnico, hoy sabemos más que en ningún período histórico anterior. Sin embargo, el tipo de conocimiento integrador de toda esta información, que consiguientemente le dará significado a la vida, está extrañamente ausente.
La naturaleza del problema puede verse al examinar los dos casi exclusivos enfoques que existen hoy. Por un lado existe la idea que la realidad puede ser comprendida sólo con la razón. Este enfoque no es nuevo, por supuesto. Es el enfoque desarrollado por Platón y, por lo tanto, asumido por mucho del pensamiento griego y romano con posterioridad a él. En la filosofía de Platón, el conocimiento verdadero es el conocimiento de la esencia eterna e inalterable de las cosas, no el mero conocimiento de los fenómenos cambiantes. Es decir, es el conocimiento de las formas, las ideas o los ideales. El equivalente más cercano en el presente sería las así llamadas leyes científicas.
Superficialmente, este enfoque del conocimiento mediante el ejercicio de una razón supuestamente imparcial parecería ser deseable, ya que es productivo -como lo señalan los avances técnicos del presente. Pero no está libre de problemas. Por un lado, es un conocimiento muy impersonal y, como algunos podrían señalar, muy despersonalizado. Según este enfoque, la realidad se convierte en una cosa (una ecuación, una ley, o, peor aún, un simple dato), y los hombres y las mujeres también se convierten en cosas, con el resultado inevitable que pueden ser entonces manipulados como cualquier otra materia prima para cualquier fin.
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6