Cuando me pidieron que escribiera la introducción al libro “Setenta veces siete”, cuyo tema es la potencia del perdón, pensé acerca del tema, permitiendo que la mente se me volviera a los años 40 y 50, a los “getos” de nueva york, donde la violencia era y sigue siendo parte de la vida.
Son tantas las veces que he oído a alguien decir: “oK, oK, te perdono, pero jamás lo olvidaré”, o negarse del todo a perdonar. Yo he sido uno de los innumerables que han hecho esa misma promesa amargada. Recuerdo el trauma doloroso que sufrí cuando murió mi madre, Dolores. Ella tenía 34 años, yo 17. Le tenía rabia a Dios por no haber dejado a mi madre con vida, y me negué a perdonar a Dios por haber sido tan desconsiderado. Al pasar el tiempo, le perdoné a Dios, pero por muchísimo tiempo no pude olvidar, pues todavía ardía en mi corazón un gran dolor...
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Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6