viernes, 1 de abril de 2016

Si alguien os está anunciando un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema. Hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Alimentamos a las ovejitas que nos dio El Pastor de los pastores
El carácter único del evangelio
Gálatas 1:6-9
6 Estoy asombrado de que tan pronto os estéis apartando del que os llamó por la gracia de Cristo,  para ir tras un evangelio diferente. 
7 No es que haya otro evangelio, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 
8 Pero aun si nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara  un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.  
9 Como ya lo hemos dicho, ahora mismo vuelvo a decir: Si alguien os está anunciando un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema.

Un Evangelio Irremplazable
             ¡¡¡NO HAY OTRO EVANGELIO!!!                                              Gálatas 1:6-9

El tema principal, Gálatas 1:6–9. Después de la salutación, el apóstol Pablo menciona el problema que existía con los gálatas. Después que Pablo había compartido el evangelio de gracia, los cristianos en Galacia habían aceptado otras enseñanzas que eran contrarias al evangelio apostólico. Pablo comienza su exhortación (Gálatas 1:6) con sorpresa de que se hubieran alejado del evangelio. 

La palabra griega methístemi (Gálatas 1:6) tiene la idea de remover (la misma palabra se usa en Hech. 7:16 donde los huesos de los patriarcas fueron trasladados o removidos). Los gálatas estaban a punto de dejar el evangelio apostólico para trasladarse a otro. 

El otro evangelio era una falsificación del verdadero. La palabra evangelio (euaggélion ) significa buenas nuevas y son las que el Apóstol mencionó en Gálatas 1:4. El mensaje de los falsos maestros era de imponer a los cristianos requisitos de la ley (especialmente la circuncisión) como parte del evangelio.

El apóstol Pablo aclara que hay un solo evangelio (Gálatas 1:7), pero que algunos tenían en mente hacer cambiar a los gálatas en sus creencias originales (perturban tiene la idea de levantar una seducción para estorbar la bendición que los gálatas tenían en el evangelio de gracia). 
El método de cómo hacer esta perturbación era de cambiar el evangelio. Cuando se cambia el contenido del evangelio (o también la Palabra de Dios en general), la fe es contaminada con otras ideas que no son de Dios. El cambiar el evangelio es la peor tragedia que puede ocurrir.

Semillero homilético
Los asombros en el evangelio
Gálatas 1:6–9
Introducción: 
En otras epístolas Pablo comienza con una afirmación de los recipientes de la carta, pero aquí entra inmediatamente para referirse al problema que existía en las iglesias de Galacia. Expresa su asombro en forma impresionante.
I.     Una palabra de asombro, Gálatas 1:6.
1.     Por haber desertado el evangelio verdadero.
2.     Por haber abrazado evangelios falsos.

II.     Una declaración de asombro, Gálatas 1:8,9
1.   Anatema es palabra fuerte, de condenación, porque se relacionaba con la práctica de destruir todo el botín al conquistar una ciudad o una tierra.
2.   La aplicación de Pablo abarca las personas que habían abandonado el evangelio verdadero para aceptar los evangelios presentados por maestros falsos.
3.   El asombro vino porque en tiempo corto habían decidido abandonar el evangelio.

III.     Una afirmación firme.
1.     El evangelio que recibieron de Pablo era el único verdadero.
2.     Todo otro evangelio es falso.
(1)     Evangelio de obras.
(2)     Universalismo.
(3)     Aniquilación.
Conclusión: 
A veces estamos asombrados por lo que las personas aceptan como religión. Hay personas que están abiertas a aceptar toda clase de herejías, tales como la Nueva Era, porque dicen que satisface su ser interno. Debemos juzgar los evangelios con la medida de la Palabra de Dios.

El apóstol Pablo escribe una exhortación fuerte en base a la gravedad de cambiar el evangelio (Gálatas 1:8). Notemos que en la exhortación hay dos cosas: 
Primera, lo más importante no es el mensajero sino el mensaje. Los maestros falsos pueden tener una máscara de piedad pero su mensaje es venenoso. 
Segunda, no hay otra nueva revelación celestial dada a los hombres para ser salvo. El autor nos dice que ni un ángel del cielo, para aclarar la realidad que no hay un nuevo evangelio dado por Dios a los hombres por medio de agentes celestiales.
 Es interesante que en los tiempos que vivimos muchos ponen su fe en una persona o en experiencias sin tener en mente el contenido bíblico. 
El veredicto apostólico para aquellos que predican un evangelio falso es de maldición. La palabra anatema (anáthema , Gálatas 1:8) tiene que ver con la maldición divina. 
El Apóstol usa esta palabra en Romanos 9:3 donde él desearía ser anatema para la salvación de los judíos. La idea en Romanos 9:3 es separado de la salvación de Cristo, fuera de la gracia de Dios. Podemos decir que la palabra anatema tiene la idea de la maldición total de Dios, algo o alguien que es entregado al juicio divino.
¿A quién busca agradar?
1:10–12
1.     Algunos buscan agradar a los hombres con sus actos. Cristo              condenó a  tales personas (Mat. 6:1–4).
2.     Algunos quieren agradar a Dios, no importa lo que piensan los          hombres   (Jos. 24:15).
3.     Algunos buscan agradar a Dios y a los hombres (Mat. 22:37–40).

Esta exhortación es tan seria que el autor la repite (Gálatas 1:9). 

Hay dos interpretaciones con respecto a la exhortación paulina (como ya lo hemos dicho). Algunos piensan que se refiere al versículo anterior (Gálatas 1:8) donde Pablo menciona la exhortación por primera vez. 

Otros piensan que fue en persona en una de sus visitas. Cualquiera de los dos puntos de vista con que el lector esté de acuerdo, no cambia el pensamiento que esta exhortación fue repetida por el Apóstol a los gálatas para mostrar la gravedad de cambiar el evangelio que les fue dado.
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Gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nuestros pecados. De este modo nos libró de la presente época malvada

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar a las ovejitas que nos fueron encargadas por el Pastor de los pastores
PABLO ES CONSCIENTE DE SU LLAMADO Y DE SU CARGO
Gálatas 1:1-5
1 Pablo, apóstol -no de parte de hombres ni por medio de hombre, sino por medio de Jesucristo y de Dios Padre, quien lo resucitó de entre los muertos- 2 y todos los hermanos que están conmigo; a las iglesias de Galacia: 3 Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo,  4 quien se dio a sí mismo por nuestros pecados. De este modo nos libró de la presente época malvada, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, 5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 
Preparando el terreno de la amonestación

ATMÓSFERA CARGADA
Gálatas 1:1–5

La atmósfera espiritual está pesada. Está caliente y sofocante. Amenaza una tormenta. El cielo se está oscureciendo. A la distancia se pueden ver los relámpagos y se pueden oír truenos distantes. 

Cuando se lee cada línea de Gálatas 1:1–5 a la luz de la ocasión y el propósito de la carta, uno detecta inmediatamente la turbulencia atmosférica. El apóstol está muy agitado, está profundamente conmovido, aunque en perfecto control de sí mismo, ya que escribe bajo la dirección del Espíritu Santo. Su corazón y mente están llenos de variadas emociones. 

Contra los corruptores tiene graves denuncias que surgen de una indignación santa. Para los destinatarios hay una marcada desaprobación y un fuerte deseo de que sean restaurados. Y para Aquel que lo llamó hay un respeto profundo y una humilde gratitud.

Por cierto, en estas líneas introductorias también se ve una cierta medida de reserva. Los relámpagos más refulgentes y los estruendos más ensordecedores de los truenos están reservados para más tarde (Gálatas 1:6–9; Gálatas 3:1, 10; Gálatas5:4, 12; Gálatas 6:12, 13). No obstante, aun ahora la tormenta se acerca definitivamente. Esto se mostrará en conexión con cada uno de los elementos de esta introducción: 

a. La manera en que el remitente se describe a sí mismo, 
b. la manera en que nombra a los destinatarios, y 
c. la claúsula calificativa, por medio de cual amplía la salutación.

1.      Pablo, un apóstol. El es un enviado, un comisionado (cf. Jn. 20:21), un apóstol en el sentido más profundo y pleno, revestido con toda la autoridad de Aquel que lo envió. Su apostolado es igual que el de los doce. Por tanto, hablamos de “los doce y Pablo”. En otra parte aun hace hincapié en el hecho de que el Salvador resucitado y exaltado se le apareció a él tan ciertamente como a Cefas (1 Co. 15:5, 8; cf. Gálatas 9:1). El Salvador le había entregado una tarea tan amplia y universal que toda su vida en adelante iba a ser ocupada en ella.

Pablo añade a las palabras “Pablo, un apóstol” un modificativo muy importante, que inmediatamente indica el tema de toda la carta. Entre los hombres no inspirados la introducción no siempre introduce. En realidad, a veces confunden. Pero aquí hay una introducción que realmente introduce, porque las palabras no de parte de hombres ni por medio de hombre, sino por medio de Jesucristo y Dios el Padre sólo pueden significar una cosa: “mi apóstolado es genuino; por tanto, lo es también el evangelio que proclamo, ¡no importa lo que digan los judaizantes que os perturban! Soy un emisario designado divinamente”. 

Como ya hemos dicho, los oponentes de Pablo se habían infiltrado en las iglesias de Galacia del sur, y estaban calumniando su apostolado a fin de mostrar que su evangelio no procedía de Dios. 

Acusaban—o por lo menos insinuaban—a Pablo de tener un oficio o comisión apostólica que no procedía de Dios, sino de los hombres, quizá de la iglesia de Antioquía de Siria, como si esta iglesia hubiera actuado sin la guía o autorización divina (Hch. 13:2); o bien, lo acusaban de que, admitiendo su origen divino, su apostolado le había sido trasmitido por medio de este o aquel hombre (¿Ananías o un apóstol?), implicando que en el proceso de trasmisión ello fue modificado y adulterado sustancialmente.

Pablo responde con una doble e inequívoca negación. No sólo recibió su oficio del Jesús histórico, que a la vez es el Ungido, sino que Jesucristo mismo en persona le confirió esta alta distinción. Por tanto, Pablo es un apóstol por medio—no sólo de—Jesucristo. Además, dado que Jesucristo como el Hijo es uno en esencia con el Padre (Jn. 1:1; 10:30), y que como el Mediador siempre ejecuta la voluntad del Padre (Jn. 4:34; Juan 5:30, etc.), el apostolado de Pablo es, entonces, por medio de Jesucristo y Dios el Padre.

Está claro lo que se da a entender: Dado que el mensaje de Pablo está respaldado por autoridad divina, los que le rechazan a él y a su evangelio rechazan a Cristo y por tanto al Padre que lo envió y quien lo rescuitó de los muertos. Los detractores se oponían a Aquel que había sido ensalzado por el Padre. El Padre, en base a la obra de redención que Cristo consumó, puso sobre él su señal de aprobación por medio de resucitarle de los muertos, y de esta forma lo nombró como el Salvador completo y perfecto, cuya obra no necesita y no puede ser suplementada. ¡Este mismo Cristo desde su exaltada posición en el cielo, había llamado a Pablo para ser apóstol!

El libro de Hechos confirma el origen divino de la misión de Pablo, pues relata cómo Cristo mismo se le apareció a Pablo (Gálatas 9:1–5; Gálatas 22:1–9). Es cierto que fue Ananías el que estimuló a Pablo en cuanto a su comisión (Hch. 22:15); sin embargo, o: 
a. Ananías comunicó a Pablo su misión tan exactamente que el último podía combinar las palabras de Jesús con las de Ananías como si todo hubiera sido dicho por Cristo mismo, o bien (lo que es más probable) 
b. Cristo directamente le entregó primero la comisión misma, y no Ananías primero. Como sea que interpretemos Hch. 26:12–18, Gá. 1:1 sigue cierto. Véase también sobre Gá. 1:16.

2.      Pablo añade, y todos los hermanos que están conmigo. Estas palabras se han interpretado de tres maneras diferentes: 

a. “todos los creyentes aquí desde donde os estoy escribiendo esta carta”. Los que apoyan este punto de vista hacen hincapié en el hecho de que “hermanos” es una palabra muy común, usado muy a menudo para señalar a los cristianos en general (1 Ts. 1:4; 2:1; 1 Co. 5:11; 6:5–8; 8:12; etc.). 

Otros añaden que de ser cierto que esta carta fue escrita desde Corinto en los primeros días de trabajo allí, es muy posible que todavía no había una iglesia organizada, aunque ya habían algunos creyentes o hermanos. La interpretación 

b. es: “todos los mencionados bajo el punto a. (arriba) más todos los miembros de la delegación de Galacia que están conmigo”. Los que apoyan este punto de vista señalan que Pablo debía haber recibido su información sobre la situación de las iglesias de Galacia de alguna fuente fidedigna (cf. 1 Co. 1:11), quizá por mano de una delegación que enviaran los oficiales de estas iglesias, quienes deseaban que se enterara de lo que estaba pasando, y quienes deseaban beneficiarse de su consejo. La teoría 
c. dice así: “todos mis compañeros de trabajo que están aquí conmigo”. Los que apoyan esta interpretación señalan a una frase similar en Fil. 4:21, donde se refiere a los ayudantes que tenía en Roma, a distinción de “todos los santos”, es decir, todos los cristianos residentes en Roma que menciona el versículo siguiente. 

Además, opinan que un misionero itinerante como Pablo, que queda en un lugar por algún tiempo y después sigue camino, difícilmente se hubiera referido a los residentes del lugar como “todos los hermanos que están conmigo”. 

No obstante, si examinamos más de cerca este argumento, nos daremos cuenta de que no es tan fuerte como parece. La distinción que se hace en Fil. 4:21, 22 entre los ayudantes de Pablo y los cristianos residentes en Roma es del todo natural en una ciudad (Roma) donde existía un fuerte número de hermanos y una iglesia que había sido fundada mucho antes que Pablo llegara. 

Pero en Corinto, (lugar donde probablemente se escribió Gálatas en su segundo viaje misionero,  

A), donde la obra recién empezaba y donde el número de hermanos haya sido reducido, el apóstol sin problema podría haberse referido a este pequeño grupo de creyentes como “todos los hermanos que están conmigo”. 

La palabra todos, además, da a entender unanimidad de pensamiento, más bien que inmensidad numérica. Aun si hubiera habido sólo diez o veinte convertidos, mientras no hubiera desacuerdo entre ellos, el apóstol todavia habría podido escribir en el nombre de “todos los hermanos que están conmigo”. 

Nuevamente, en cuanto a los compañeros, que según la teoría c. estaban con Pablo, contesto que si el tiempo y lugar desde el cual se escribió la carta es el que hemos supuesto, entonces la presencia de ayudantes en una cantidad considerable es muy dudosa. 

Un solo acompañante fue con Pablo en su segundo viaje misionero desde el principio, a saber, Silas; un poco después se les unió Timoteo (Hch. 15:40–16:3). Lucas también estuvo con ellos por un tiempo, pero después les dejó (Hch. 16:10–17). 

Ya no estaba con ellos cuando Pablo llegó a Corinto, y no se juntó con él hasta que Pablo llegó a Troas (Gálatas 20:5), cuando volvía de su tercer viaje misionero. Como ya hemos indicado, cuando se escribió Gálatas probablemente ni Silvano ni Timoteo estaban con Pablo. Considerándolo bien, parece que el verdadero significado de las palabras “todos los hermanos que están conmigo” está en la teoría a. o posiblemente en la b., más bien que en la c. Sin embargo, no podemos llegar a una certeza absoluta en este punto.

Lo que muchas veces se olvida es la lección principal. Parece que la lección es ésta, que aunque es cierto que Pablo solo—no Pablo con estos hermanos—es el escritor de esta carta (nótese el uso constante de la primera persona singular: Gá. 1:6, 10–17, etc.), con todo, antes de escribirla y enviarla, él consideró con todos los hermanos el asunto que trataría en ella. 

El consenso fue tan unánime en cuanto al método que Pablo proponía usar al tratar tan delicado problema, que el apóstol escribe en el nombre de todos. Moraleja: cuando sea necesario enviar una carta que contenga una fuerte reprimenda, se debe discutir el asunto con quienes tengan el bienestar de Sion en sus corazones, siempre y cuando esto se puede hacer sin violar confianzas y sin comprometer los principios establecidos en Mateo 18. 

Si siempre se observara esta regla, ¡qué diferente sería el producto final! Es verdad que Pablo escribía bajo la guia infalible del Espíritu Santo. Pero aun así, la obra de inspiración se ejecuta a través de medios también. Opera orgánicamente no mecánicamente. Además, el corazón amante de Pablo lleno del deseo vivo de corregir a los gálatas, hizo uso de todo medio lícito para lograr su meta, y uno de estos medios era grabar en los destinatarios que los mismos temores que él tenía en cuanto al camino que ellos estaban tomando, él los compartía con todos los hermanos que estaban con él.

Los destinatarios son nombrados de la siguiente manera: a las iglesias de Galacia. Todo otro modificativo recomendatorio se omite, tales como “amados de Dios” (cf. Ro. 1:7). “santificados en Cristo Jesús” (cf. 1 Co. 1:2), “santos y creyentes” (Ef. 1:1). El apóstol ama, pero no cree en la adulación. La atmósfera permanece tensa.

Nota: iglesias tanto aquí como en 1:22. Pablo reconoce la autonomía de la iglesia local. Sin embargo, tiene plena consciencia de que todos los creyentes de todas partes constituyen un cuerpo en Cristo, una iglesia (1:13). Pablo guardaba un equilibrio perfecto, ¡una lección para todos los tiempos! Ya hemos establecido que todas estas iglesias estaban localizadas en la parte sur de la provincia romana de Galacia.

3. La salutación propiamente dicha es como en Ro. 1:7; 1 Co. 1:3; 2 Co. 1:2; Ef. 1:2 y Fil. 1:2: gracia a vosotros y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. 
Aunque es verdad que el apóstol no encuentra en las iglesias de Galacia mucho que alabar pero sí mucho de que lamentarse, esto no quiere decir que los abandona como sin remedio. Lejos de eso. Véase Gálatas 5:10a; cf. Gálatas 4:19, 20. Aunque está “perplejo” en cuanto a ellos, todavía los considera comunidades cristianas, así que tiene todo el derecho de extenderles esta salutación. 

Gracia, el término que aquí se usa, significa el favor espontáneo e inmerecido de Dios en acción, la operación de su benevolencia derramada libremente dando la salvación a pecadores que tienen un sentido de culpabilidad y que corren a él en busca de refugio. 

Es como si fuera el arco iris alrededor del trono mismo de Dios, desde el cual salen relámpagos y truenos (Ap. 4:3, 5). Pensamos en el Juez que no sólo perdona la pena, sino que cancela la culpa del ofensor, e incluso lo adopta como su propio hijo. La gracia trae paz. 

Es tanto un estado (el de reconciliación con Dios) como una condición (la convicción interior de que por la reconciliación todo está bien). Es la gran bendición que Cristo otorga a la iglesia por su sacrificio expiatorio (Jn. 14:27), y sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4:7). No es la proyección de un cielo despejado en las tranquilas aguas de un lago pintoresco, sino la hendidura de la peña, en que el Señor esconde a sus hijos cuando ruge la tormenta (pensemos en el tema de la profecía de Zacarías); o, para cambiar un poco la figura, aunque reteniendo la idea principal, las alas bajo las cuales la gallina esconde a sus polluelos para que estén protegidos mientras ella recibe toda la furia de la tormenta.

Ahora bien, esta gracia y esta paz tienen su origen en Dios nuestro Padre (¡qué palabra más preciosa, pues expresa nuestra apropiación e inclusión!) y fue comprada para los creyentes por aquel que es su gran Amo, Propietario, y Conquistador (“Señor”), Salvador (“Jesús”) y Oficial Designado (“Cristo”), y quien, en virtud de su triple unción, “puede salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios” (Heb. 7:25).

Para más detalles sobre ciertos aspectos de las salutaciones con las que Pablo empieza sus cartas, véase 1 Ts. 1:1; Fil. 1:2; 1 Ti. 1:1, 2; y Tit. 1:1–4.

4. En las demás cartas las salutaciones mismas son bastante breves. Después de leer las palabras “de Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo”, sorprende que aquí se añada un modificativo que está calificando a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Es evidente que, en armonía con el propósito y la ocasión de la carta, debe haber una razón para que Pablo añada aquí: Quien se entregó a Sí Mismo por nuestros pecados, para que nos rescatase de este mundo presente dominado por el mal. 

La razón es que la atmósfera continúa pesada. Se hace énfasis en la grandeza y nobleza que adornan la acción de entregarse a sí mismo por parte de Cristo, a fin de poner en alto relieve lo atroz que era el pecado de aquellos que enseñan que este sacrificio supremo tiene que ser suplementado con las obras de la ley. 

Cristo se entregó a aflicciones y escarnio, y a la maldición de la muerte eterna durante toda su vida aquí, pero especialmente en Getsemaní, Gabata y el Gólgota. Dio su vida por sus ovejas. Nadie se la quitó, sino que la dio espontánea y voluntariamente (Jn. 10:11, 17, 18). Lo hizo motivado por un amor incomprensible; por tanto, “por nuestros pecados”, esto es, para librarnos de la corrupción, culpa y castigo que se adhieren a las muchas formas en que, por disposición, pensamiento, palabra y obra, fallamos en dar con el blanco de vivir y existir para la gloria del Dios Trino.

Nótese: “se entregó a sí mismopara que (lo que significa: para que haciéndolo) nos rescatase”. La palabra rescatar es muy descriptiva, pues presupone que los que reciben este beneficio están en un gran peligro del que son totalmente incapaces de librarse. Así José fue rescatado de todas sus aflicciones (Hch. 7:10), Israel lo fue de la casa de servidumbre en Egipto (Hch. 7:34), Pedro lo fue de las manos de Herodes (Hch. 12:11), y Pablo también sería un día liberado o rescatado de las manos de judios y gentiles (Hch. 23:27; 26:17). 

El rescate que aquí se describe (Gá. 1:4) es muchísimo más glorioso, porque 

a. tiene que ver con aquellos que por naturaleza son enemigos del rescatador, y 
b. fue logrado por medio de la muerte voluntaria (en este caso la muerte eterna) del rescatador. 

Uno puede pensar en el nadador que se zambulle en las torrentosas aguas para rescatar al niño que cayó dentro de la corriente y que está por caer en la catarata para su muerte. Pero en el acto de tomar al niño y ponerlo fuera de peligro en un lugar donde algunos brazos amantes lo recibirían, el nadador cae por el precipicio para su muerte. Sin embargo, la comparación es muy imperfecta, porque en el caso de Cristo su sacrificio va más allá de todo entendimiento, ¡y los beneficiados eran totalmente indignos de semejante amor!

Pablo afirma que Cristo se dio a sí mismo para que nos rescatase de este presente mundo dominado por el mal. Pablo usa la palabra aeon para decir mundo. La palabra denota el mundo en movimiento, mientras que kosmos, aunque se usa en diversos sentidos, señala al mundo en reposo. De este modo, aeon se refiere al mundo desde el punto de vista del tiempo y del cambio. Esto es especialmente cierto cuando se agrega el adjetivo presente, como aquí. 

Es el mundo o la era transitoria que sigue apresurado hacia su fin, y en la cual, a pesar de todos sus placeres y tesoros, no hay nada de valor permanente. En contra posición con este mundo o era presente está el mundo venidero, la era gloriosa, la cual será introducida en la consumación de todas la cosas (cf. Ef. 1:21; 1 Ti. 6:17; 2 Ti. 4:10; Tit. 2:12).

El rescate de este mundo presente dominado por el mal es algo progresivo en carácter, y no se completará sino hasta que la última trompeta haya sido tocada. Pero está siendo llevado a cabo cada vez que un pecador es sacado de las tinieblas a la luz y cuando quiera que un santo gane una victoria en su lucha contra el pecado.

Sin embargo, no es suficiente inclinarse en adoración delante del Hijo, como si él solo fuera digno de alabanza y honor por su maravillosa obra de redención, cuando se sacrificó a sí mismo. Por el contrario, el Hijo se dio a sí mismo por nuestros pecados, para rescatarnos, etc. (habiéndose entregado) conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre. 

El Hijo se dio a sí mismo; el Padre—sí, nuestro Dios y Padre—“no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Ro. 8:32). De hecho, la voluntad—su decreto revelado en el tiempo—del Padre fue realizada en el acto mismo del autosacrificio del Hijo. Por eso ¡el Padre amó al Hijo! (Jn. 10:17, 18; cf. Gálatas 4:34; Gálatas 6:38). Por lo tanto, ¡que los perturbadores recuerden que cuando ellos minimizan la obra del Hijo, también están restándole importancia al Padre!

5. Cuando el apóstol contempla el maravilloso amor de Dios manifestado en la entrega de su amado Hijo, el Unigénito, para nuestra salvación, su alma se pierde entre tanta admiración, amor y alabanza, a tal grado que exclama: a quien (sea)‌‌‌‌ la gloria16 por los siglos de los siglos. Amén. 
Mientras los enemigos malvados minimizan la obra de redención de Dios, Pablo la magnifica, exhortando a todos los hombres a que se unan con él en la alabanza. Tan maravillosa es esta obra que es digna de una alabanza sin fin; por esto, “a quien sea la gloria por los siglos de los siglos”, literalmente: “hasta las edades de las edades”. Pablo reafirma su gratitud personal con un “Amén”, como una y otra vez piensa en el imperecedero y gran amor de Dios, la profundidad insondable de su gracia y misericordia en Jesucristo.

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jueves, 31 de marzo de 2016

Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Hay veneno de serpiente debajo de sus labios; su boca está llena de maldiciones y amargura

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Enseñamos en la congregación bien preparados
Ningún hombre es justo
Romanos 3:9-20
9 ¿Qué, pues? ¿Les llevamos alguna ventaja? Claro que no; porque ya hemos acusado tanto a judíos como a gentiles, diciendo que todos están bajo pecado, 10 como está escrito: 
  No hay justo ni aun uno; 
  11 no hay quien entienda, 
  no hay quien busque a Dios. 
  12 Todos se apartaron, 
  a una fueron hechos inútiles; 
  no hay quien haga lo bueno, 
  no hay ni siquiera uno. 
  13 Sepulcro abierto es su garganta; 
  con su lengua engañan. 
  Hay veneno de serpiente 
  debajo de sus labios; 
  14 su boca está llena 
  de maldiciones y amargura. 
  15 Sus pies son veloces 
  para derramar sangre; 
  16 hay ruina y miseria 
  en sus caminos. 
  17 No conocieron el camino de paz; 
  18 no hay temor de Dios 
  delante de sus ojos. 
19 Pero sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre, y todo el mundo esté bajo juicio ante Dios. 20 Porque por las obras de la ley nadie  será justificado delante de él; pues por medio de la ley viene el reconocimiento del pecado. 

La maldad del hombre: Alejados de Dios


El pecado y la culpabilidad en todos Juan 3:9–20
Pablo termina la primera gran sección de la carta en la que ha demostrado que todos los hombres son pecadores, tanto judíos como gentiles. El mensaje de salvación tiene sentido solamente si el hombre está perdido. Mediante una serie de citas de las Escrituras Pablo demostrará que la declaración de la universalidad del pecado no es sólo una opinión personal; es el veredicto de la Palabra de Dios.

El capítulo 3 empieza con la pregunta si hay ventaja en ser judío. En respuesta Pablo dice que sí hay mucha ventaja (Romanos 3:2). Ahora, versículo 9, vuelve a hacer la pregunta y la respuesta es que no hay ventaja. Pueden parecer respuestas contradictorias, pero no lo son. Hay mucha ventaja en términos de los privilegios de los judíos. Pero la ventaja no fue aprovechada, de modo que al fin de cuentas los privilegios de los judíos no les servirán en el juicio para evitar el castigo de Dios. Más bien, significarán un juicio más severo. De modo que todos [sin excepción alguna] están bajo pecado, esto es, bajo su poder, su dominio. El pecado se personifica; es un amo que tiene al hombre bajo su autoridad.

En los Romanos 3:10–18 Pablo incluye una cadena de citas al estilo rabínico aunque sin la repetición de la expresión “como está escrito” entre cita y cita. Los rabinos daban a esta práctica un nombre que sugiere el acto de enhebrar perlas en un hilo. Hay tres estrofas: vv. 10–12, 13, 14, 15–18. La expresión no hay que aparece cinco veces en la primera estrofa y una vez al final (v. 18) expresa el tema central, la universalidad del pecado. Posiblemente esta cadena de citas ya estaba en uso en la liturgia cristiana y Pablo simplemente hace uso de ella. De cualquier manera, es muy apropiada aquí.

La primera cita está tomada, con una ligera adaptación, del pasaje que aparece en el Salmo 14:1–3 y en el Salmo 53:1–3, aunque dos de las frases parecen reflejar al pasaje de Eclesiastés 7:20. La primera estrofa empieza y termina con la categórica afirmación de la pecaminosidad sin excepción de los hombres. La insensatez de la elección del pecado se explica en términos de falta de comprensión y falta de búsqueda de Dios (v. 11). 

Los hombres se desviaron del camino correcto y moralmente fracasaron (v. 12). El sentido del término traducido fueron hechos inútiles es echarse a perder, así como la leche. La esterilidad de los intentos del hombre en sus esfuerzos ético-morales está subrayada en la declaración de que no hay ni siquiera una sola excepción del cuadro presentado (v. 12). La partícula negativa aparece dos veces en cada versículo de esta estrofa, un total de seis veces; el efecto es remarcar que el patrón de pecado no admite excepción alguna. Se ha dicho que todo el curso de la historia confirma esta conclusión sombría.

La ley
Romanos 3:9-24
  1.      Declaración de la ley: somos pecadores (vv. 9-19).
  2.      Propósito de la ley: darnos el conocimiento del pecado (v. 20).
  3.      Provisión más allá de la ley: justicia en Cristo (vv. 21-24).


La segunda estrofa de la cadena de citas (vv. 13, 14) enfoca la atención en el carácter corrupto del pecador y el énfasis está en pecados asociados con el habla. Se debe notar las referencias a la garganta, la lengua, los labios (v. 13) y la boca (v. 14), órganos asociados con el hablar. 

La primera cita es de la segunda parte del Salmo 5:9. La garganta como sepulcro abierto puede referirse al hablar del pecador como fuente de impureza y corrupción. Su boca es como un sepulcro que despide olores desagradables, figura muy apta en una cultura que depositaba los cadáveres en cuevas cerradas con una piedra. Una sepultura mal cerrada o violada podría despedir olores repugnantes. 

Pero sepulcro abierto también puede referirse a las intenciones destructivas del pecador en el uso de la lengua; quieren devorar a sus víctimas. Engañan expresa la idea de traición en el uso de la lengua. En el caso de esta gente la falsedad no es ocasional; es lo que caracteriza su hablar (engañan de continuo, BLA).

La segunda cita es del Salmo 140:3 y caracteriza el mortífero poder destructivo latente en las palabras del pecador. Es interesante notar que se señala la ubicación correcta de las glándulas productoras del veneno en la víbora. La cita que sigue es del Salmo 10:7. Al caracterizar su boca como llena de maldiciones y amarguras, el Apóstol indica la abundancia de estas expresiones. La experiencia humana confirma que la descripción del habla del hombre como caracterizada por imprecaciones y disgusto se ajusta a la realidad.

La tercera estrofa enfoca la atención en la violencia y la destrucción en la vida del pecador. Los versículos 15–17 constituyen una cita resumida de Isaías 59:7, 8. Los versículos anteriores se refieren a órganos que tienen que ver con el hablar (garganta, lengua, labios, boca). Ahora Pablo se refiere a los pies para indicar que su conducta está de acuerdo con su habla. Derramar sangre señala el homicidio. Al decir que los pies son veloces para derramar sangre, se indica el ánimo dispuesto para hacerlo, la ansiedad por hacerlo. 

Esta disposición para la violencia trae consecuencias ruina y miseria, en la vida propia o en la vida de las víctimas. La violencia parece traer lujos y privilegios, pero su fin es una vida miserable. La ruina y la miseria inevitablemente forman parte de su existencia. No son consecuencias casuales o pasajeras, sino características constantes, la norma inevitable. El camino de paz, el otro camino, el otro estilo de vida, es totalmente extraño para ellos. Lo desconocen. Han cambiado el camino de paz por el camino de la miseria. ¡Qué mal negocio!

La última cita es del Salmo 36:1: En el contexto bíblico el temor de Dios es el principio de la sabiduría (Prov. 1:7). Se ha dicho que a esta gente le falta no solamente la sabiduría, sino el punto de partida para lograrla. Jamás tienen presente que hay que temer a Dios (DHH). Aquí está la raíz de sus malos dichos y sus malas acciones. La raíz misma de todo su pecado es la falta de temor a Dios.

En primera instancia, la referencia a no tener el temor de Dios delante de sus ojos (comp. garganta, lengua, labios, boca y pies en los versículos anteriores) parece extraña. Para explicar la expresión se ha observado que es por los ojos que el hombre dirige sus pasos. De modo que declarar que no hay temor de Dios ante sus ojos es una forma metafórica para decir que el temor de Dios no influye en la dirección de su vida. No toman en cuenta a Dios para nada. 

El hombre así descrito es un ateo en el sentido práctico, si no lo es en el sentido teórico. También se puede notar que lo que está delante de los ojos es lo que está en el centro de nuestra atención. La ausencia del temor de Dios significa que él está excluido de nuestra atención y reflexión, si no de todo el horizonte de nuestra vida. Decir que no hay temor de Dios delante de los ojos del pecador equivale a decir que Dios no está en sus pensamientos.

Pablo ha terminado (v. 19a) la serie de citas del AT destinadas a comprobar su acusación de la culpabilidad de todos sin excepción. En el proceso de hacerlo, ha vuelto a pintar el cuadro negro de la situación moral de la raza humana presentado en Romanos 1:18–32. Aunque la forma del argumento es otra y los términos son diferentes, el cuadro es el mismo. Ahora él está listo para concluir la primera gran sección de la carta.

Al referirse a lo que dice la ley, Pablo aparentemente tiene en mente la serie de citas en los versículos 10–18. Estas no están tomadas del Pentateuco, la primera división del AT llamada por los judíos “la ley”, sino de Isaías y los Salmos, libros de la segunda y tercera división de la Biblia hebrea, divisiones llamadas respectivamente por los judíos “los profetas” y “los escritos”. Por lo tanto, parece claro que por el término “ley” en este caso Pablo se refiere a todo el AT.

Dos términos diferentes con sentidos distintos están traducidos dice en el versículo. El segundo término traducido como dice significa propiamente “habla”. Desde la perspectiva bíblica las Escrituras no son letra muerta sino palabra “viva y eficaz” (Heb. 4:12) capaz de penetrar en lo más profundo del que la lee o la escucha y desnudar sus pensamientos más íntimos. La Palabra habla a los hombres.

Semillero homilético
Diagnóstico médico de una vieja enfermedad
Romanos 3:19-28
  I.      Un diagnóstico antiguo: la vida bajo la ley.
    1.      Los síntomas: acusación, excusas, usar la ley para la justificación, medir el                  comportamiento de los demás.
    2.      La infección: la herejía de los fariseos, los corazones entregados a la ley.
    3.      El resultado: la prognosis es eterna perdición.

  II.      Una nueva prognosis: la vida en Cristo.
    1.      Sanidad: Cristo nos alcanza en la enfermedad y la lleva sobre sí.
    2.      Sanando la infección: recibimos la justicia.
    3.      Nuevos síntomas: libres.


El AT, en lo que dice, habla a los que están bajo la ley. Más precisamente el texto se refiere a “los que están en la ley”. En Romanos 6:14, 15 Pablo usa una preposición diferente y la frase es bien traducida como bajo la ley, pero allí el pensamiento es otro. La preposición usada aquí es la misma de Romanos 2:12 donde la RVA entiende que se refiere a los que tienen la ley (comp. Romanos 2:14 donde la frase se aclara mediante su opuesto, “los gentiles que no tienen la ley”). El término ley en la primera frase del versículo se refería a las Escrituras, pero aquí parece claro que se refiere a los mandamientos. Los judíos que tienen los mandamientos viven en la esfera donde éstos son aplicables.

Se puede preguntar cómo Pablo puede declarar que en todo lo que dice, el AT se dirige a los judíos. De hecho, hay porciones de las Escrituras dirigidas a los gentiles. 

El pensamiento parece ser que, aun en las partes dirigidas a los paganos, el mensaje está destinado en primera instancia a los judíos. Es para su provecho. De modo que, lejos de imaginarse excluidos de la condenación del pecado humano en el AT, debía haberse dado cuenta de que era aplicable en primera instancia a ellos mismos.

La expresión todo el mundo (v. 19b) ha llevado a algunos comentaristas a pensar que Pablo no se había limitado a los judíos cuando hablaba de los que están en la ley. Pero aparentemente la idea de él es que al demostrar que los judíos están comprendidos en la condenación de la humanidad queda claro que no hay excepciones y que todos están bajo pecado (Romanos 3:9). Si los judíos que tenían la ley están condenados, no puede haber duda de la condenación de los paganos. El texto sugiere el cuadro de un acusado que al tener la oportunidad de hablar en su defensa se queda mudo por el peso de la evidencia en su contra. El hombre está ante el tribunal de Dios; su culpabilidad ha sido demostrada más allá de cualquier duda posible; él espera sin palabras la condenación del juez.

La primera frase del versículo 20 es un reflejo de las palabras del Salmo 143:2. Ningún ser humano será declarado libre de culpa por su obediencia a lo que Dios exige. La razón es que no existe en el ser humano esta perfecta obediencia que merecería la aprobación de Dios. La función efectiva de la ley no es ser medio de justificación sino de conciencia de pecado. La ley es la regla que comprueba lo torcido de la vida del ser humano.

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miércoles, 30 de marzo de 2016

De cierto te digo que cuando eras más joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar; no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Jesús aparece a los suyos en Galilea
21 : 1Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: 

2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo,  Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 
3 Simón Pedro les dijo: 
—Voy a pescar. 
Le dijeron: 
—Vamos nosotros también contigo. 
Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. 
4 Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús. 
5 Entonces Jesús les dijo: 
—Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? 
Le contestaron: 
—No. 
6 El les dijo: 
—Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. 
La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 
7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: 
—¡Es el Señor! 
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. 8 Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos.  
9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan. 
10 Jesús les dijo: 
—Traed de los pescados que ahora habéis pescado. 
11 Entonces Simón Pedro subió y sacó a tierra la red llena de grandes pescados, 153 de ellos; y aunque eran tantos, la red no se rompió. 
12 Jesús les dijo: 
—Venid, comed. 
Ninguno de los discípulos osaba preguntarle: "Tú, ¿quién eres?", pues sabían que era el Señor. 
13 Vino, entonces, Jesús y tomó el pan y les dio; y también hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos después de haber resucitado de entre los muertos. 
Jesús y Pedro
15 Cuando habían comido, Jesús dijo a Simón Pedro: 
—Simón hijo de Jonás, ¿me amas tú más que éstos? 
Le dijo: 
—Sí, Señor; tú sabes que te amo. 
Jesús le dijo: 
—Apacienta mis corderos. 
16 Le volvió a decir por segunda vez: 
—Simón hijo de Jonás, ¿me amas? 
Le contestó: 
—Sí, Señor; tú sabes que te amo. 
Jesús le dijo: 
—Pastorea mis ovejas. 
17 Le dijo por tercera vez: 
—Simón hijo de Jonás, ¿me amas? 
Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: "¿Me amas?"  Y le dijo: 
—Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo. 
Jesús le dijo: 
—Apacienta mis ovejas. 
18 De cierto, de cierto te digo que cuando eras más joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras. 
19 Esto dijo señalando con qué muerte Pedro había de glorificar a Dios. Después de haber dicho esto le dijo: 
—Sígueme. 

Jesús y el discípulo amado
20 Pedro dio vuelta y vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba. Fue el mismo que se recostó sobre su pecho en la cena y le dijo: "Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?"  21 Así que al verlo, Pedro le dijo a Jesús: 
—Señor, ¿y qué de éste? 
22 Jesús le dijo: 
—Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme. 
23 Así que el dicho se difundió entre los hermanos de que aquel discípulo no habría de morir. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: "Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene que ver eso contigo?" 

Apariciones personales de Jesús: Orillas del Mar de Tiberías


 APARICIÓN PERSONAL JUNTO AL MAR DE TIBERIAS 
Juan 21:1–23

La mayor parte de las autoridades concuerdan en que el último capítulo de Juan es un apéndice o epílogo. Algunos sostienen que no fue escrito por el mismo hombre que escribió los 20 primeros capítulos. Otros ven aquí evidencia clara tanto en lenguaje como en contenido, de que proceden del mismo autor.

Entre los contemporáneos, Hoskyns representa a una minoría que afirma que el capítulo es parte integral del Evangelio, y que ambos fueron escritos por el mismo autor. El comenta: “Por medio de dos breves escenas sus lectores reciben la plena confianza en la universalidad y poder de la iglesia. La pesca de 153 peces y el cuidado paciente apostólico de las ovejas y los corderos le dan un clímax al Evangelio, no a la fe de Tomás.” Westcott, que lo considera un epílogo, pero del mismo autor, dice: “La manifestación del Señor, dada en detalle en el libro, tiene como propósito ilustrar la acción del Señor en la sociedad.”41


    1.      Los discípulos van a pescar (21:1–14)

Antes de su crucifixión, Jesús les había dicho a sus discípulos que después que resucitara de los muertos El iría delante de ellos a Galilea (Mt. 26:32; Mr. 14:28). 

Las escenas sinópticas después de la Resurrección se refieren al encuentro del Señor en ese lugar (Mt. 28:7, 10, 16; Mr. 16:7). Pero Juan es el único que detalla la escena en el mar de Tiberias, donde Jesús se manifestó (ephanerosen, lit., “se hizo manifiesto, reveló”) otra vez a sus discípulos (1). 

Este lenguaje indica que “El no estaba continuamente visible entre la resurrección y la partida final”. El se revelaba a los suyos solamente cuando era necesario para sus seguidores.

La escena es introducida por la expresión y se manifestó de esta manera (1), que literalmente quiere decir que “se les reveló a sí mismo de esta manera”. Después de esto sería después de su resurrección, es decir, de las apariciones registradas después de la resurrección que encontramos en el 20.

Siete de los discípulos estaban juntos. El primero mencionado es Simón Pedro (cf. 1:40–41), indicando de esta manera su lugar de liderazgo entre los discípulos. Hay otros cuatro nombrados, Tomás, Natanael, los dos hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan) (2). Hay dos discípulos más cuyos nombres no son mencionados.

A pesar del hecho de que estos hombres habían visto y hablado con su Señor resucitado en dos ocasiones distintas, excepto Tomás (una sola), todavía eran como ovejas sin pastor. Era natural que pensaran en su antigua ocupación. Pedro, Jacobo y Juan eran pescadores de oficio. 

De modo que Pedro les dijo: Voy a pescar (3, lit., “Estoy yendo a pescar”). Su proposición fue aceptada rápidamente por los otros seis, que le dijeron: Vamos nosotros también. Westcott sugiere: “Los discípulos parecían haber regresado a sus labores comunes, esperando con calma una señal que les indicara lo que les depararía el futuro.” Fueron y entraron en una barca (3). 

La mejor pesca era durante las horas de la noche. Pero aun con el tiempo favorable aquella noche no pescaron nada (cf. Juan 9:4; Juan 11:10). Si la noche y las tinieblas fueran ocasión de fracaso, un tiempo cuando el verdadero trabajo de la vida no podía hacerse, el antídoto se les presentaría con la llegada de la luz. 

Cuando ya iba amaneciendo en inmediato contexto con la llegada de “la Luz Verdadera” (Juan 1:9)—se presentó Jesús en la playa (4). Jesús no fue inmediatamente reconocido. Mas los discípulos no sabían que era Jesús (cf. Juan 20:14; Lc. 24:16, 31). Algunos han dicho que la falta de reconocimiento por parte de los discípulos se debió a la distancia de la playa (como unos 95 metros, 8), la luz opaca del amanecer o una niebla en el lago. Pero nada de esto es necesario tener en cuenta ya que Jesús se reveló a Sí mismo como El quería y de acuerdo a la necesidad de sus seguidores. 

Bernard dice: “El Señor resucitado no era reconocible, si ‘El no se manifestaba’.” Westcott sugiere que ellos estarían “preocupados con su trabajo… de modo que la visión de lo divino estaba oscurecida”.

Jesús inicia la conversación con una pregunta. Una versión literal rezaría: “Muchachos, no han pescado nada, ¿verdad?” Y ellos le respondieron: No (5). Y enseguida Jesús les dio instrucciones a sus discípulos que poco esperaban lo que iba a suceder: Echad la red a la derecha de la barca (bote) y hallaréis (6). Siguiendo la sugestión, (realmente era un mandato) del desconocido Extraño desde la costa, ellos entonces la echaron, y ya no la podían sacar por la gran cantidad de peces. 

Algunos han sostenido que la gran cantidad de peces no era milagrosa. Bernard dice: “El mar de Galilea todavía tiene enjambres de peces.” Más adelante, dice: “Esta gran pesca no debe ser descrita como un semeion (señal, milagro) ni de sugerirse como algo milagroso.” Sin embargo, Trench lo discute bajo el título “La Segunda Pesca Milagrosa de Peces” (cf. Lc. 5:5–11). Teniendo en cuenta el hecho de que el autor de este evangelio, el Discípulo amado, recordara este momento de reconocimiento cuando él dijo: ¡Es el Señor! (7), debe haber visto en la pesca algo más que una gran cantidad de peces.

En este episodio Juan y Pedro se ven en su verdadero carácter. Juan era profundamente perceptivo, “un genio espiritual”, (cf. Juan 20:8) quien vio a Jesús en el milagro. Fue Pedro, “un líder impetuoso, vehemente y amante”, quien se encarreró hacia la costa (cf. Juan 18:10; Juan 20:6). “Se puso las ropas”, porque estaba desnudo para el trabajo y se echó al mar (7).

En un mensaje sobre Juan 21:1–7, Alexander Maclaren usa como texto y tema el descubrimiento y exclamación de Juan: ¡Es el Señor! (7); 

(1) Sólo ven correctamente los que ven a Cristo en todas las cosas, 3–4; 
(2) Solamente los que aman ven a Cristo, 7; 
(3) Aman aquellos que saben que Cristo les ama, 5–6.

Siguiendo a Pedro, los otros discípulos vinieron con la barca (bote, barco pequeño) arrastrando la red de peces (8). El barco más grande (ploion) no podía acercarse a la playa debido a las aguas poco profundas, por eso emplearon el bote con que llevaron la pesca a la playa.

En ese lugar, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan (9). Jesús los invitó: Traed de los peces que acabáis de pescar (10). Pedro tomó la delantera, se dirigió al bote y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres (11). 

Las interpretaciones de estos números (153) han sido distintas y numerosas. Algunos ejemplos son: 
  • Tres elementos simples 100 + 50 + 3 representando “la plenitud de los gentiles”, “el remanente de Israel” y la “Santa Trinidad”, respectivamente (Cirilo de Alejandría); diez es la Ley, siete la gracia, por lo tanto diecisiete es la plenitud de la revelación divina y los números desde el 1 al 17 agregan un total de 153, “que significan todos aquellos que han sido incluidos en la operación salvadora de la gracia divina (Agustín)”. 
  • Otra interpretación sugerida frecuentemente es que los griegos creían que había 153 clases de peces. En consecuencia, “los discípulos hicieron una perfecta pesca”,57 simbolizando así la universalidad del evangelio. 
Los comentadores más modernos lo toman simplemente como el total de lo pescado. Hoskyns comenta: “No hay significado simbólico en el número mismo: Es importante como cantidad y debe haber sido reconocido como tal por los griegos eruditos, en cuyo caso, puede ser usado, por transferencia, para simbolizar una perfecta y única pesca.”

Aun, con una pesca tan extraordinaria, la red no se rompió. Es evidente que todo el episodio es una manifestación de la iglesia en acción pescando a los hombres—hombres de todas clases. La red que no se rompió, un punto notado por Juan el expescador, dice algo de esa figura. “Las fuentes de la iglesia con Cristo en su medio, jamás pueden ser sobrepasadas.”

Por una parte, la escena es absolutamente casual; por ejemplo en la pregunta de Jesús del 5, y aquí (12) cuando El les dijo: “Venid, tomad el desayuno” (lit.). Por otra parte, no había la comunicación fácil que caracterizó las preguntas de los capítulos 13 y 14. Ninguno de los discípulos se atrevió (tuvo coraje) a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor (12).

Como de costumbre, Jesús presidió la comida. Tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado (13). Aunque algunos han creído ver en esta la comida de la eucaristía no hay buena evidencia de que tal cosa fuera el propósito del autor (cf. Juan 6:11). Como si se propusiera llamar la atención sobre el propósito del evento, Juan notó que era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba (revelaba) a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos (14). 

    2.      Jesús y Pedro (Juan 21:15–19)

Tan pronto como terminaron de comer Jesús llegó a su propósito mayor de esa mañana. Se dirigió a Pedro: Simón, hijo de Jonás (Juan) ¿me amas (agapas) más que éstos Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo (philo) (15). Las dos preguntas necesitan consideración. ¿Qué comparación estaba en la mente de Jesús cuando dijo más que éstos? El lenguaje y la sintaxis admitirían tres comparaciones posibles 

(1) ¿Me amas más de lo que amas a estos discípulos? 
(2) ¿Me amas más de lo que amas a los botes, las redes y la pesca? 
(3) ¿Me amas más de lo que estos discípulos me aman? (cf. Mr. 14:29; Lc. 22:33; Jn. 13:37). 

Bien puede ser que lo que parezca una ambigüedad tiene realmente el propósito de ser una implicación de plena consagración. 

El Maestro se proponía aclarar una exclusión general de todas las cosas que podían interferir con el amor de Pedro para su Señor. Es abundantemente cierto que el amor del cristiano a su Señor tiene que ser exclusivo, y es la única respuesta en la cual jamás se ha conocido un exceso. En el último análisis el “interrogatorio tiene referencia a una cosa solamente y ésta es el amor de Pedro por Jesús… Si él ama, es suficiente. Esa es la única condición esencial para el oficio apostólico y el ministerio”. La segunda pregunta aquí es discutida más tarde (17). Es: ¿Qué diferencia significativa existe, si la hay, en el uso de las distintas palabras (agapao y phileo) para denotar amor?

Es instructivo notar que Pedro, aun en la primera respuesta estaba dispuesto a someter la totalidad de su intención al escrutinio de su Señor—tú sabes. “Con el recuerdo de su fracaso Pedro no podía apelar a su propio récord, pero sí podía apelar a la comprensión de su Maestro.” Sin ninguna indicación directa de aceptación o rechazo de la respuesta de Pedro, Jesús le dijo: Apacienta (boske mis corderos (arnia) (15).

Una segunda vez Jesús hizo la misma pregunta
solamente omitiendo la comparación más que éstos, y usando un sinónimo en la asignación: Pastorea (poimaine, pastor) mis ovejas (probatia) (16). Jesús hizo la pregunta la tercera vez. La mayor parte de los comentadores concuerdan en que estas tres preguntas casi idénticas fueron hechas porque Pedro le negó en manera casi idéntica la misma cantidad de veces (Juan 18:17, 25–26). Las barreras levantadas por las negaciones personales del Señor no son rápidamente demolidas. Mientras se calentaba al fuego hecho por los enemigos de Jesús, Pedro negó tres veces al Señor. Ahora, alrededor de un fuego encendido por su Señor que lo ama, Pedro debe afirmar tres veces su amor.

La tercera pregunta y respuesta toman una forma ligeramente distinta. 
Simón, hijo de Jonás ¿me amas? (phileis). Ante esta tercera pregunta, Pedro se entristeció (“profundamente herido”, Phillips) y dijo: Señor, tú lo sabes (oidas) todo; tú sabes (ginoskeis) que te amo (philo) (17). No sólo era un asunto de intuición divina sino absoluto conocimiento (oidas) acerca de Pedro; el conocimiento de Jesús estaba basado en su relación experimental (ginoskeis) y personal con él. Nuevamente el Señor dijo: Apacienta (boske) mis ovejas (probatia).

La mayor parte de los exégetas modernos sostienen que los dos verbos griegos que significan “amar” (agapeo y fileo) son empleados como sinónimos por Juan, no sólo en este pasaje sino en todo su Evangelio. 

Sin embargo, Westcott sostiene que el cambio en el uso de las palabras tiene significado. El comenta: “Así que Pedro se sintió herido no solamente por la renovación de la pregunta pero porque esta tercera vez la frase fue cambiada… como para dar lugar a la duda de que tal vez él no pudiera proclamar correctamente ese amor modificado que él había profesado.”

En esta segunda parte del episodio sobre la costa del mar de Galilea, dos cosas surgen claramente. La primera es que el amor, el puro amor es la única base adecuada para el servicio apacienta mis corderos (cf. Juan 13:8–9, 34). Segundo, es que aquellos que son comisionados (Juan 20:21) tienen el mandato de Dios para ser pastores del rebaño que principalmente consiste en alimentar, y el cuidado vigilante de las ovejas.

Jesús tenía algo más que decirle a Pedro: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras (18). 

Ha llegado para Pedro el fin de la irresponsabilidad moral. Hoskyns dice: “La libertad irresponsable y vocinglera de la juventud toca a su fin. Ya no podía actuar como lo había hecho y obrar como cuando se ceñía y abandonaba a medias la pesca y nadaba solo a la costa.” Las palabras extenderás tus manos fueron “una predicción inequívoca del martirio por la cruz”. Por cierto que Juan así lo entendió. Esto dijo Jesús, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios 19). 

Según Westcott “la crucifixión de Pedro en Roma está atestiguada por Tertuliano y otros escritores posteriores. Orígenes más adelante declaró que había sido crucificado cabeza abajo a su propia solicitud.” Antes de la crucifixión del Señor, Pedro había sostenido resueltamente su disposición a morir por su Señor. Pero Jesús había declarado la falta de capacidad de Pedro para seguirle y había pronosticado su negación (Juan 13:36–38). Ahora se había hecho la prueba de amor—una triple prueba (cf. Juan 13:34–35). Aparentemente la capacidad para seguir a Jesús “hasta el fin” está determinada no sólo por la propia disposición sino por la calidad del amor de la persona—el perfecto amor, porque ahora Jesús le dijo a Pedro: Sígueme (Juan 21:19). El hecho de que este mandato está en griego en tiempo presente indica que la acción debe ser continua, habitual, por costumbre. Ya no habría más negaciones.


    3.      Jesús y Juan (Juan 21:20–23)

Ordenado y comisionado para seguir a Jesús, Pedro volviéndose vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús (20). Les seguía puede ser tomado de dos maneras. Juan andaba con Jesús y con Pedro por la costa. Pero esto no parece posible, porque no hay indicación de que fueran a alguna parte. Más plausible es que, teniendo en cuenta lo que había sucedido antes (Juan 21:18–19) Pedro sabía que Juan era el que tenía más percepción espiritual (cf. Juan 21:8; 21:7) y quien en el sentido más elevado y sincero estaba siguiendo a Jesús.

En vista del hecho de que seguir a Jesús, le costaría a Pedro ser crucificado (18), la curiosidad natural de Pedro se apoderó de él. Preguntó: Señor, ¿y qué de éste? (21). Jesús respondió: “Si es mi deseo [thelo] que él quede [menein] hasta que yo venga, ese no es asunto tuyo, Pedro. Tú debes seguirme” (22, Phillips). Llegar al martirio como un seguidor de Jesús era el destino de Pedro. Pero no es el martirio lo que constituye la gloria de un hombre. Esta es hacer la voluntad de Dios. Si quiero que él quede (23). De modo que no es asunto cómo muere un seguidor. La cosa es cómo vive, cómo cumple con la voluntad de Dios.


JUAN FINALIZA SU EVANGELIO: FIN, Juan 21:24–25

La conclusión del Evangelio de Juan es un testimonio de su autoridad. Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas (24). Es una certificación de la veracidad de su registro—Y sabemos que su testimonio es verdadero (24). La primera declaración, según la erudición conservadora, se refiere a Juan. El sabemos de la segunda declaración se refiere al testimonio de la comunidad cristiana. 

Quimby dice: “Pero de la verdad de su libro ellos están tan seguros como del amanecer… Veinte centurias de experiencia cristiana, el único lugar donde la verdad del evangelio puede ser probada, lo ha confirmado.”

La declaración conclusiva es lo que Hoskyns llama “la expresión más apropiada de insuficiencia literaria”. ¡Qué gran verdad es que la Palabra Viva jamás podrá ser expresada en su plenitud en el lenguaje escrito! En este sentido ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir (25).

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