martes, 20 de octubre de 2015

El Primer Libro que leían los niños judíos: Uno de los libros de la Biblia menos leídos entre los cristianos, quizás porque muchos piensan que no tiene aplicación para ellos

RECUERDAEl que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
1Timoteo3:2,6








PREPAREMOS NUESTRO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
Levítico - exégesis

El Primer Libro que leían los niños judíos

En tiempos antiguos, Levítico fue un libro de la Biblia que se leía con frecuencia; en efecto, era el primer libro que leían los niños judíos. Sin embargo, eso ya no es el caso. Actualmente, el libro de Levítico es tal vez uno de los libros de la Biblia menos leídos entre los cristianos, quizás porque muchos piensan que no tiene aplicación para ellos. Muchas personas que han comenzado a leer la Biblia con Génesis han desistido de continuar con la lectura al llegar a Levítico. 

Algunos, durante su lectura de la Biblia, han pasado por alto Levítico para seguir con otra parte de La Escritura que les pareció que era mas interesante. No pocos han concluído que la lectura de las leyes levíticas de santidad y sacrificios es infructuosa y hasta tediosa.

Es verdad que Levítico describe una sociedad muy lejana, con un estilo de vida y de adoración completamente diferente de la nuestra. No obstante, Levítico no carece de importancia ni de interés. En ese aspecto, no es diferente a ningún otro libro de la Biblia. Proclama la ley con toda su severidad y el evangelio en toda su dulzura.

Alguien podría preguntar: “¿Por qué me debo interesar en Levítico, si ya tengo el Nuevo Testamento? Estoy seguro de que es bueno tener un conocimiento general de las historias de la Biblia en el Antiguo Testamento, pero ¿por qué gastar el tiempo en un estudio detallado de las sombras cuando estamos caminando en la luz?” ¡Sencillamente porque las sombras nos ayudan a ver la luz más claramente!

Hay muchas razones para estudiar el libro de Levítico. En primer lugar, nos ayuda a tener una mejor percepción del pecado. Hace que nos demos cuenta de lo serio que es el pecado, de cuáles son las consecuencias del pecado, de cómo se siente Dios respecto a nuestro pecado, y qué castigo merecemos. 

El libro de Levítico también nos ayuda a darnos cuenta de que Dios nunca cambia; él es el mismo ayer, hoy y por lo siglos. Hoy en día, Dios siente lo mismo que sentía en los días de Moisés respecto del pecado; su plan de salvación también permanece igual. En efecto la libertad que disfrutamos en el evangelio tiene su raices en los sacrificios de sangre del Antiguo Testamento. Mediante el estudio cuidadoso de Levítico, llegamos a entender que “sin derramamiento de sangre, no hay remisión” (Hebreos 9:22), y que “la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).

Cuanto más tiempo invirtamos en tratar de entender el Antiguo Testamento, tanto mejor será nuestro entendimiento del Nuevo Testamento. Una vez alguien dijo respecto a los dos testamentos de la Biblia: “El Nuevo está escondido en el Antiguo y el Antiguo está revelado en el Nuevo”. El ver el Nuevo Testamento como prefigurado en el Antiguo Testamento y contemplar el claro cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento, verdaderamente fortalece la fe.

También es importante estudiar el libro de Levítico porque nos enseña cómo era la adoración del pueblo de Dios del Antiguo Testamento. Cuando estudiamos los detalles de sus ritos de adoración, llegamos a entender y a apreciar mucho mejor nuestras propias formas de adoración. Desde luego, se han producido muchos cambios desde entonces. Por ejemplo, nosotros adoramos al Salvador que ya vino, sufrió, murió y resucitó. El pueblo que seguía el orden levítico de adoración esperaba al Salvador cuyo nacimiento aún estaba en el futuro. Sin embargo, ellos adoraron al mismo Dios que nosotros adoramos, y su plan de salvación siempre ha sido el mismo.

Al estudiar el libro de Levítico llegaremos a la conclusión de que es un libro emocionante y valioso. Emocionante, porque en él se encuentran todos los tipos y sombras de Cristo y de su obra redentora. 

Por ejemplo, la Pascua tipifica la crucifixión de Cristo. La fiesta de los Panes sin Levadura prefigura la resurrección de Cristo y su significado para nuestra vida. El sábado, el año sabático, y el año del jubileo, nos enseñan sobre el descanso, la paz y la libertad que tenemos en Cristo actualmente y que disfrutaremos por siempre en el cielo.

El libro de Levítico es valioso porque hace énfasis en la vida de santidad a la que Dios nos ha llamado, y qué debe ser nuestra respuesta a la salvación que Cristo ganó para nosotros. Los rituales, las leyes y los reglamentos de Levítico fueron la manera como Dios le enseñó a su pueblo sobre la importancia de la santidad en su vida. 

Ellos aprendieron que el pecado era una barrera entre ellos y Dios que era necesario quitar esa barrera, y que era necesaria la expiación para que ellos pudieran estar delante de Dios y vivir en comunión con él. El sacrificio de animales y el derramamiento de su sangre prefiguraban simbólicamente el sacrificio del Mesías prometido y el derramamiento de su sangre como el precio del pago por los pecados de ellos y los pecados de todo el mundo. En respuesta, Dios esperaba que todos en su pueblo viviera en santidad.

Hoy Dios también espera santidad de parte de nosotros. Él quiere que sometamos todo lo que somos y todo lo que tenemos (todos los aspectos de la vida) a él. Nosotros no somos dueños de nosotros mismos, así como el apóstol Pedro lo dice con palabras que nos recuerdan el libro de Levítico: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). Pedro dice de nuevo, teniendo presente los sacrificos de Levítico: “Pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18, 19). “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5).

El escritor a los Hebreos dice, con palabras que obviamente se refieren al libro de Levítico: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto Tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los impuros, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:11–14).

Nombre

El nombre Levítico viene del nombre que se le dio a este libro en la traducción del Antiguo Testamento al griego, conocida como la Septuaginta. Posteriormente, también se utilizó ese nombre en la traducción de la Biblia al latín, conocida como la Vulgata. Es un nombre que resume el contenido del libro ya que se refiere a las responsabilidades religiosas que realizaban y supervisaban los levitas, los miembros de la tribu de Leví.

Una continuación de la historia

Tenemos la tendencia a pensar que los cinco libros de Moisés son libros independientes, pero en realidad todos ellos forman parte de una historia continua. El libro de Levítico continúa donde termina el libro de Éxodo; y a continuación de Levítico, el libro de Números continúa con la historia que cuenta Éxodo, respecto a la liberación del pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto, y cómo en el camino hacia la tierra prometida, los israelitas llegaron al monte de Sinaí donde Dios les dio su Ley. En el libro de Éxodo nos enteramos de que, cuando la gloria de Jehová llenaba el Tabernáculo de reunión, ni aun Moisés, el gran líder, se podía acercar a él. 

¿Entonces cómo podía tener el pueblo de Israel comunión con el santo Dios? ¿Cómo podían ellos cumplir las exigencias de la vida santa que Dios les exigía en los Diez Mandamientos? El libro de Levítico contesta estas preguntas mediante la explicación de los sacrificios y los ritos que se requerían para establecer la relación correcta con Dios.
El escenario del libro de Levítico es el monte de Sinaí. Fue ahí donde Dios entregó los detalles para la adoración. 

En efecto, él le dijo a su pueblo: “Esta es la manera como yo quiero que me adoren. Esto es lo que los hace diferentes de las otras naciones. Esta es la manera como ustedes deben utilizar el Tabernáculo.” Después, el libro de Números continúa con la historia desde el monte de Sinaí hasta que los hijos de Israel llegaron al límite de la tierra prometida.

El Tabernáculo

El Tabernáculo es de suma importancia en el Levítico. Mientras las instrucciones para su construcción se dieron en Éxodo, Levítico se centra en su uso. Muchas veces se hace referencia al Tabernáculo como el “Tabernáculo de reunión”, porque este era el lugar del habitación del Señor entre su pueblo y el lugar donde él se reunía con sus líderes escogidos. Muchos detalles del Tabernáculo tenían el propósito de ser ayudas visuales para enseñar a los hijos de Israel el respecto a Dios y a su relación con él.

Autor

El libro de Levítico no dice en sí que Moisés es el autor. Sin embargo, reclama la autoría Mosaica consistentemente.

Ya en el primer versículo se nos dice que Jehová le habló a Moisés. Palabras similares a estas se repiten treinta y siete veces más a lo largo del libro. El hecho de que Jehová le habló a Moisés hace énfasis en la naturaleza divina de este libro. ¡En efecto, ningún otro libro de la Biblia afirma la doctrina de la inspiración tan frecuentemente como lo hace el Levítico!



El Tabernáculo

Como dijimos antes, el Levítico fluye de Éxodo y se dirige hacia Números. Esto, por sí mismo, nos dice quién es el autor, especialmente cuando consideramos el último capítulo de Éxodo y el primer capítulo de Números. En Éxodo 40:16 y 17, leemos las siguientes palabras: “Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó; así lo hizo. En el primer mes del año segundo, el día primero del mes, fue erigido el Tabernáculo”. Después, en el primer versículo del capítulo uno de Números leemos: “Habló Jehová a Moisés en el desierto de Sinaí, en el Tabernáculo de reunión, el primer día del segundo mes, el año segundo de su salida de la tierra de Egipto”. 

Por lo tanto, los eventos que se narran en Números comienzan a tener lugar un mes después del día en que ocurieron los hechos que se registran al final del Éxodo. Eso significa que lo que leemos en Levítico tuvo lugar durante ese mes y con seguridad fue escrito por Moisés, como lo fueron Éxodo y Números.

Los autores del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento siempre le atribuyen todos los primeros cinco libros de la Biblia a Moisés. Una y otra vez, se afirma que pasajes específicos del Pentateuco fueron dichos y escritos por Moisés. Por ejemplo, en el capítulo ocho de Josué se nos dice que Josué edificó un altar a Dios “como Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado a los hijos de Israel, y como está escrito en el libro de la ley de Moisés: un altar de piedras enteras sin labrar. 

Ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron ofrendas de paz” (Josué 8:31; vea también Deuteronomio 27:2, 3).

A través de las Escrituras, se refieren consistentemente a los primeros cinco libros de la Biblia como: “la Ley de Moisés”, o “los Libros de Moisés”, u otras expresiones similares.
Jesús dijo claramente que Moisés escribió los primeros cinco libros de la Biblia. Una vez Jesús les dijo a los judíos incrédulos: “Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza, es quien os acusa, porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5:45–47). En una de sus apariciones a los discípulos, el Señor resucitado les dijo: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés” (Lucas 24:44).

A pesar de esto, hoy muchos estudiosos de la Biblia atacan y niegan la autoridad mosáica de Levítico. No es difícil entender el por qué; si Moisés es el autor, entonces nosotros somos responsables de nuestros actos ante Dios, quien reveló su voluntad por medio de Moisés.

Contenido

Existe un número de temas básicos recurrentes a lo largo de Levítico. Por ejemplo, a los hijos de Israel se les recordaba repetidamente que ellos eran el pueblo especial de Dios, que debían estar apartados del mundo para Dios. Sus vidas tendrían que caracterizarse por una actitud de amor a Dios y al hombre. En sus ofrendas a Dios, no le podían llevar nada que estuviera contaminado o que fuera suceptible de corromperse.

Una y otra vez se le recordó al pueblo de Dios que el hombre no es santo por naturaleza ni puede llegar a ser santo por algo que haga. Para que el hombre tenga acceso a Dios, todos sus pecados se tienen que pagar. Por lo tanto, el Señor en su gracia les dio las únicas normas mediante las cuales su pueblo podía acercarse a él, y les enseñó que es necesario el derramamiento de sangre inocente para la expiación de los pecados de los culpables.
La palabra “santo” se presenta noventa veces en Levítico. En efecto, tal vez el versículo que mejor sirve como tema para todo el libro es: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (19:2).

Pero, ¿cómo podría ser santo el pueblo de Israel? ¿Cómo podrían ellos estar delante del Dios santo? El medio para obtener la santidad es “la expiación”, una expresión que aparece cuarenta veces en Levítico y que significa “satisfacción por el pecado”. La expiación se debía obtener mediante los muchos sacrificios que Dios exigía de su pueblo. Se debía tomar la vida inocente de un animal a cambio de la vida del pueblo culpable de Israel. Se derramaba la sangre inocente de un animal para que el pueblo pudiera ser santo delante de Dios. 

Por ejemplo, en el día anual de la expiación, el sumo sacerdote debía poner las manos sobre la cabeza del animal que se iba a sacrificar, indicando así que los pecados del pueblo le eran transferidos a ese animal. Después se mataba al animal para mostrar que el castigo del pecado es la muerte, pero que Dios aceptó que otro fuera sustituto en la muerte por los pecados del pueblo.

Podríamos pensar que los laicos tendrían poco interés en todas estas leyes que rigen los sacrificios. Después de todo, eso era básicamente la responsabilidad de los sacerdotes y de los levitas, ¿verdad? Sí, pero Levítico es más que un manual para los sacerdotes; está igualmente, si no más, relacionado con el papel que los laicos deberían desempeñar en la adoración. 

Las leyes explican qué era lo que el pueblo debía sacrificar, cuándo tenían que ir al Tabernáculo, y qué debían esperar que hicieran los sacedotes en el Tabernáculo. Dios quería que los rituales de adoración le enseñaran al pueblo que, dado que ellos habían sido redimidos por el Dios misericordioso, debían consagrarle toda su vida a él. Aquí hay una lección para los que hoy piensan que el servicio de adoración debe ser de interés sólo para los clérigos, pero la verdad es que el servicio de adoración debe ser un punto primordial en la vida de todos nosotros.

En número 7 se encuentra muchas veces en Levítico. Cada séptimo día se tenía que guardar como el día sábado. Cada séptimo año era un año sabático, en el que la tierra descansaba. Despues de cada siete veces siete años era el año del jubileo, en el que la tierra volvía a sus propietarios originales y los esclavos eran liberados. 

El séptimo mes tenía una importancia particular, durante ese mes se realizaban tres fiestas importantes (la fiesta de las trompetas, el Día de la Expiación, y la fiesta de los tabernáculos). La fiesta de los tabernáculos duraba siete días, la fiesta de los panes sin levadura se celebraba durante los siete días posteriores a la Pascua, y la fiesta de pentecostés se celebraba siete veces siete días después de la ofrenda mecida. Se ha sugerido que el número siete es tan importante porque simboliza la obra perfecta de Dios a favor de su pueblo.


Bosquejo

  I.      Cómo se debía acercar Israel a Dios (Levítico 1–16)
    A.      Mediante el sacrificio de sangre (1–7)
      1.      Dos sacrificios que expresaban la relación del pacto entre Dios y su pueblo (1–3)
      2.      Dos sacrificios que restauraban la relación del pacto entre Dios y su pueblo (4–7)
    B.      Mediante el sacerdocio
      1.      La ordenación de Aarón y de sus hijos (8)
      2.      Los primeros sacrificios de Aarón (9)
      3.      El juicio de Dios sobre Nadab y Abiú (10)
    C.      Evitando la impureza
      1.      En asuntos de alimentos (11)
      2.      Después del parto (12)
      3.      Por enfermedades de la piel (13–14)
      4.      Por flujos del cuerpo (15)
      5.      Mediante el gran Día de la Expiación

  II.      Cómo debía mostrar Israel su relación con Dios (Levítico 17–27)
    A.      Santidad personal (17)
    B.      Santidad respecto al comportamiento sexual (18)
    C.      Santidad en la sociedad (19–20)
    D.      Santidad para los sacerdotes (21–22)
    E.      Fiestas santas (23–24)
    F.      Santidad de la tierra (25)
    G.      Recompensa por la obediencia y castigo por la desobediencia (26)
    H.      Redimiendo lo que es de Jehová (27)

Al examinar el bosquejo, nos damos cuenta de que la primera parte de Levítico, los capítulos 1–16, tiene que ver con la manera como Israel se debía acercar a Dios. La última parte, los capítulos 17–27, revelan cómo Israel debía responder a la gracia de Dios.
Hay solamente tres secciones narrativas en todo el libro: la consagración de los sacerdotes (capítulos 8 y 9), el incidente relacionado con Nadab y Abiú (capítulo 10), y el asunto relacionado con el blasfemo no israelita (capítulo 24). Sin embargo, todo el libro tiene una estructura narrativa. El lugar es el monte de Sinaí; el evento es la revelación de la voluntad de Jehová a su pueblo por medio de su siervo Moisés.

En el libro de Éxodo aprendemos que el pueblo de Israel estaba aterrorizado por los hechos que acompañaron a la entrega de la ley. Los truenos y los rayos, la nube espesa sobre el monte y el sonido muy fuerte de la trompeta, habían hecho estremecer a todos en el campamento. Mientras ellos estaban al pie del monte, Jehová descendió sobre él en fuego y humo. El humo subía como el humo de un horno, todo el monte se estremecía en gran manera, y el sonido de la trompeta aumentaba más y más.


No nos sorprende escuchar lo que le dice el pueblo a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos” (Éxodo 20:19). El poder de Dios es aterrador; su voluntad para con ellos gobernaba todo en la vida y era inflexible. Su ira era terrible. ¿Cómo podrían ellos acercarse alguna vez a ese Dios santo y poderoso? ¿Cómo podrían ellos tener la esperanza de estar en su presencia?


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lunes, 19 de octubre de 2015

No te acerques aquí, quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es suelo santo....Soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob...Yo estaré contigo

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








PREPAREMOS NUESTRO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
Llamamiento y misión de Moisés
Éxodo 8:1-15

1      Apacentaba Moisés el rebaño de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, y condujo el rebaño al fondo del desierto y llegó a Horeb, monte de ’Elohim.
2      Entonces el Ángel de YHVH se le apareció en una llama de fuego en medio de la zarza. Y él miró, y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía.
3      Y dijo Moisés: Me desviaré para observar esta gran aparición de por qué no se consume la zarza.
4      Vio YHVH que se desviaba para observar, y ’Elohim lo llamó de en medio de la zarza, y le dijo: ¡Moisés! ¡Moisés! Y él respondió: ¡Heme aquí!
5      Entonces dijo: No te acerques aquí, quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es suelo santo.
6      Y añadió: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Entonces Moisés ocultó su rostro, porque tuvo temor de contemplar a Ha-’Elohim.
7      Luego dijo YHVH: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor por causa de sus opresores, porque conozco sus padecimientos.
8      Descenderé, pues, para librarlo de mano de los egipcios y para hacerlo subir de ese país a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel, al lugar del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.
9      Y ahora, he aquí el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
10      Ahora, pues, ¡anda! Te envío a Faraón: ¡saca de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel!
11      Respondió Moisés a Ha-’Elohim: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
12      Él dijo: Porque Yo estaré contigo, y ésta será la señal de que te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Ha-’Elohim sobre este monte.
13      Dijo Moisés a Ha-’Elohim: Cuando vaya a los hijos de Israel, y les diga: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros, y me digan: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les diré?
14      Respondió ’Elohim a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.
15      Dijo además ’Elohim a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: YHVH, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi Nombre para siempre jamás, y éste es mi memorial de generación en generación.

EL LLAMADO DE MOISÉS
La aparición divina, Éxodo 3:1–10. 

La tarea pastoril, Éxodo 3:1
De acuerdo con el relato de Esteban (Hech. 7:30), habían pasado 40 años, y Moisés seguía apacentando las ovejas de Jetro, su suegro, cuyo nombre significa “excelencia”; sin embargo, anteriormente se le había llamado Reuel, que quiere decir “amigo de Dios” (Exo. 2:18). 

¿Cómo se explican los dos nombres? 
Algunos han sugerido que se trata de dos documentos que usaban nombres diferentes.

Otros piensan que es la misma persona que llevaba dos nombres. 

Una tercera opinión lo explica a través de los significados de los nombres: Reuel, “amigo de Dios,” era el nombre personal, y Jetro, o “excelencia,” era un título honorífico. 

Aunque la última es muy atractiva, y puede ser la explicación correcta, hay una cuarta sugerencia que parece ser la preferida: 

Reuel era el patriarca, el jefe del clan al cual las mujeres dieron los informes de la ayuda prestada por Moisés. Mientras él vivía era considerado el “padre” de toda la familia. 

Al transcurrir 40 años, y habiendo fallecido el sacerdote anciano, su hijo Jetro, el padre biológico de las siete mujeres e hijo de Reuel, lo había reemplazado como jefe y sacerdote en ejercicio. 

Así pues, el texto simplemente trata de la vida del clan. ¡No es problema de documentos, ni de una transmisión del texto!

Gramaticalmente, el cap. 3 comienza acentuando el nombre de Moisés. 
Había algo muy importante en el futuro, aunque él continuaba su labor normal de cuidar las ovejas de su suegro. 

Las llevó más allá del desierto, o literalmente al lado occidental de Horeb (v. 1), el nombre dado a aquel sector de un monte imponente de la zona. El lado austral era llamado Sinaí (ver Exo. 19:11, 18–20; 33:6; 34:2).

Llegó hasta el monte de Dios (v. 1b). 
No se lo llamaba así por ser lugar de veneración de alguna divinidad pagana o de algún dios madianita, sino por lo que llegaría a ser para Israel (ver la prolepsis). 

En la época en que se escribió la historia, ya era el lugar donde Dios se había aparecido a Moisés (v. 5), y donde se había promulgado la Ley (Exo. 19). 

Cronológicamente en el texto, era el lugar donde Dios se aparecería. Además, era un lugar impresionante con cordilleras y cuya cumbre frecuentemente estaba oscurecida por espesas nubes. 

Cuando había tormentas, los valles retumbaban y se estremecían con los truenos (ver Exo. 19:16). Para Israel, ¡era el monte de Dios! En el llamamiento, el Señor se reveló de un modo especial y en un lugar delimitado (vv. 2, 3). 

La revelación de Dios vino con un acento histórico y no fue una experiencia mística para el gozo personal de Moisés. Aunque el Omnipotente se apareció en una llama de fuego, lo importante del evento no fue lo que Moisés vio y sintió, sino lo que escuchó. El encuentro fue de diálogo y el problema era la preocupación divina por la situación social y espiritual del pueblo.

Era un día como los muchos que Moisés había conocido. Llevaba el rebaño a un lugar conocido. Con Jetro había encontrado una vida segura y una vocación bajo la tutela de su suegro. Sin duda el sacerdote de Madián le había instruido en el camino de Dios revelado a Abram, aclarando enseñanzas recibidas de su madre: Su preparación teológica se había completado.

Los planes de Dios

Una joven, empleada en una de las oficinas de la asociación evangelística de Billy Graham, leía una noche en su casa cuando se sintió atraída inexplicablemente por una oferta de empleo en la sección de avisos clasificados. 

No necesitaba un empleo y estaba muy satisfecha con el que tenía. Sin embargo, al día siguiente, al persistir su inquietud, decidió acudir al lugar de la solicitud. Al entrevistarse con la encargada, le expresó su propia extrañeza de haber acudido, pues no deseaba cambiar de empleo. 

Cuando la joven le informó que era empleada de la asociación evangelística de Billy Graham, la encargada le confió que últimamente había sentido el deseo de ir a alguno de los cultos, pues se sentía vacía espiritualmente. 

La joven visitante le presentó a Jesucristo como su Salvador. La encargada aceptó al Señor, y prometió ir al culto con ella. Después de orar juntas, la visitante reconoció que el Señor tenía un propósito al estar dirigiéndola a que fuera a esa oficina. ¡Dios tiene sus planes!

La vocación de pastor le había enseñado la paciencia para trabajar con las ovejas, que son criaturas tontas, olvidadizas y dispuestas a extraviarse. Además, la vida solitaria de un pastor le había dado tiempo amplio para meditar y reflexionar; no se había olvidado del sufrimiento de sus hermanos en Egipto. La paciencia le vendría bien dentro de poco; Israel sería un rebaño difícil de guiar.

Además, en la preparación Moisés había llegado a conocer íntimamente el desierto de Sinaí. Sin darse cuenta, su preparación teórica se había terminado. Ahora Dios tomaba la iniciativa, y aunque Moisés no buscaba a Dios, Dios sí lo buscaba a él.

La zarza ardiente (vv. 2–6)
Entonces se le apareció el ángel de Jehovah en una llama de fuego en medio de una zarza (v. 2). El v. 4 dice que el Señor mismo lo llamó desde en medio de la zarza… La palabra ángel significa “mensajero”, y puede referirse a un ser humano o a uno celestial. 

Antes de la época de Moisés, la revelación divina venía principalmente por medio de ángeles. Después de él, con la ley y las instituciones establecidas, no eran tan necesarios. Un análisis de Génesis indica que el ángel de Jehovah a veces era un enviado de Dios y en otros contextos se aplica a Dios mismo (ver Gén. 16:7–13 [Dios]; 18 [3 hombres, uno Dios]; 22:11 [ángel], 16–18 [Dios]; 24:40 [ángel]; 48:15, 16 [ambos]; Exo. 13:21 y 14:19; 33:14 [Dios]; Jos. 5:14 y 6:2).

Cuando aparece el ángel de Jehovah como una manifestación de Dios mismo, ¿es posible que sea una señal de la presencia de Jesús como Aquel que revela a Dios (Calvino), la segunda persona de la Trinidad? Lo cierto de todo es que al aparecer el ángel de Jehovah, siempre es Dios quien habla. De alguna manera el ángel es una extensión de Dios mismo. Es una teofanía.

Apareció el ángel en una llama de fuego (v. 2), un símbolo de la presencia de Dios. Para los hebreos el fuego no era objeto de adoración, sino que simbolizaba luz y poder. Como el fuego purificaba y consumía las impurezas, así era la santidad y pureza del Señor. Con frecuencia se emplea el fuego en la Biblia como ilustración de la presencia y el poder de Dios (ver Gén. 15:17; Exo. 13:21; 14:20, 19:18; Deut. 4:24; 9:3; Hech. 2:3; Heb. 12:29; etc.).

Moisés vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía (v. 2). Dios puede tomar posesión de algo, o alguien, sin destruirlo. Como lo implica su nombre (v. 14), es el ser eterno quien tiene su propia fuente de poder y energía en sí mismo y que nunca tendrá fin. Su existencia no depende de la materia física. En este sentido, el fuego no estaba en la zarza sino en Dios mismo.

La palabra hebrea para la zarza (seneh  5572) es similar en sonido al nombre Sinaí. Sin duda la palabra fue elegida por esa razón, y aparece únicamente una vez más en Deuteronomio 33:16 donde se refiere al Señor como aquel que moraba en la zarza.  Generalmente se la identifica como la zarzamora, una zarza espinosa. Sin embargo, no se puede hacer una identificación segura. ¡Ni es necesario!

Moisés no era un novicio en el drama del desierto, y la vista de algo extraordinario le llamó la atención. Se desvió para echar un vistazo de más cerca a la gran visión (v. 3b). La zarza ardía; sin embargo, no se consumía. Y son muchos los que se han desviado con Moisés en un esfuerzo por explicar el milagro. 

Algunos lo explican en una forma racional como el reflejo del sol sobre la zarza, que daba el efecto de arder; los colores brillantes del otoño le llamaron la atención a Moisés para que el Señor le hablara. Otros lo explican como una visión interior, la cual fue relatada usando los símbolos físicos para que la gente entendiera. 

Sin embargo, fue simplemente un milagro: un encuentro directo, personal y transformador con Dios. La prueba de ello se ve en los resultados en la vida de Moisés. Lo básico del milagro no estaba en la zarza. La zarza fue simplemente el medio usado por Dios para conseguir la atención del pastor. Al acercarse Moisés a la zarza, Dios puso fin a su vida pastoral y lo inició en una vida nueva como libertador.

Verdades prácticas
1. Enfrente de la zarza que ardía, Moisés tuvo dos reacciones al encontrarse con la santidad de Dios: fue atraído por lo misterioso y se asustó a la vez. Era un deseo doble de atracción hacia la santidad y a la vez de huir de ella. Dios siempre viene como demanda absoluta y socorro infinito, como ira y gracia, como terror y amor. La santidad de Dios siempre infundirá dos reacciones. Posiblemente, una de las pérdidas más grandes del mundo moderno es la falta de respeto para la santidad por haber llegado a estar familiarizado con Dios.

2. La santidad de Dios es la diferencia absoluta entre Dios y los seres humanos. La santidad pertenece a Dios exclusivamente. El designar cualquier elemento “santo” únicamente por su relación o asociación con Dios no es correcto.

3. Siempre se deben quitar las sandalias al acercarse al Santísimo. No tenemos ningún reclamo que hacer: Somos pecadores sin mérito que acudimos al trono de la gracia para recibir el perdón gratuitamente ofrecido.

4. Al librar a Israel de la esclavitud egipcia, el Señor mantuvo su propósito de salvación mundial iniciada anteriormente. Mantuvo la continuidad con el pasado, el control sobre el presente y el señorío sobre el futuro.

Dios lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! (v. 4). 
Fue un llamado doble, con el nombre repetido, que era una fórmula usada a veces para una revelación especial (ver Gén. 22:11; 46:2; 1 Sam. 3:10). Con asombro, Moisés escuchó una voz desde la zarza que lo llamaba y lo conocía por nombre. En Israel el nombre representaba la persona. El conocer el nombre de alguien significaba tener un poder sobre él.


Verdades prácticas
1. La santidad de Dios compromete a su pueblo a la santidad. Cuando Dios llama a servirlo el carácter del hombre será dirigido a la santidad.

2. A muchos puede atraer la omnipotencia de Dios, pero no su santidad, porque evidencia la pecaminosidad del hombre.

3. Dios nos conoce y nos llama por nombre. Nadie puede confundir el llamado a otro con el suyo.

4. Dios nos llama a servirlo como un privilegio para nosotros, pues suyo es el poder para lograr la victoria en la encomienda.

5. Dios conoce de antemano el curso de los acontecimientos de la tarea que nos encomienda, pero nos revela sólo lo indispensable. Nos deja ir por fe, que nunca es defraudada.


Moisés respondió sencillamente: Heme aquí (v. 4b)
La traducción de los LXX interpreta: ¿Qué hay? En hebreo la respuesta es una palabra compuesta, como si el asustado Moisés emitiera un sonido entrecortado: hinni 2009, ¡aquí yo!

El Señor le respondió: No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es (v. 5). Estaba en la presencia de Jehovah. El lugar era santo. Uno llega a ser semejante a lo que toca. Al tocar lo sucio, uno llegará a ensuciarse. Al tocar lo santo, uno será santo. Dios dijo a Moisés que él era Santo, y en efecto le dijo: “Quita tus sandalias. Toca lo Santo para que seas santo.” Las sandalias eran una capa aislante entre la tierra santa y Moisés. Tenía que quitar todo lo que impidiera la entrada de la pureza. No hay una separación entre lo físico y lo espiritual.

Moisés e Israel se habían preocupado por lo material. Ahora era tiempo de incluir lo espiritual. Toda santidad implica pureza y separación de lo profano. Moisés tendría que vaciarse y humillarse para que el Señor lo llenara. El descalzarse era símbolo de humildad y respeto por la Majestad divina. Actualmente los musulmanes entran en las mezquitas con los pies descalzos. Los samaritanos suben al Gerizim descalzos cuando van a celebrar la Pascua, y también algunas sectas cristianas mantienen tal costumbre en algunas de sus liturgias. Simbólicamente significa reverencia y humildad de parte de los adoradores.

Dios no se identificó con Moisés como un Dios nuevo, sino como el Dios del Pacto. Dijo que era el Dios de su padre (singular en el texto hebreo) y de sus antepasados. Era el mismo Dios venerado por ellos: era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (v. 6). No había olvidado las promesas hechas a los patriarcas. Ahora serían cumplidas por medio del éxodo. A la vez, su identificación como el Dios del Pacto era una llamada a la responsabilidad: las promesas eran bendiciones o medios para alcanzar el propósito redentor mundial del Señor (ver Gén. 12:1–3, etc.). Israel se había olvidado del Pacto; sin embargo, Dios se lo recordaba.

Temiendo por su vida, Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios (v. 6b, ver Exo. 33:20; Deut. 5:24, 25). Parece que se cubría su cabeza con el manto y se postraba ante al Señor.
Dios había logrado el primer paso al humillar a Moisés. En la presencia del Santísimo, Moisés confesó su humanidad. Sin embargo, quedaban tres obstáculos más: (1) Moisés tendría que ser convencido de que fuera él el libertador del pueblo, (2) Israel tendría que ser convencido de que Moisés fuera el instrumento para librarlos, y (3) el faraón tendría que ser convencido para que dejara ir al pueblo.

Bosquejo homilético
El líder que Dios utiliza
Éxodo
 2:1–4; 3:1–5
Introducción: 
Necesitamos entender, a la luz de la experiencia de Moisés, cómo deben ser los líderes que Dios utiliza.

  I.      Alguien llamado por Dios.
  II.      Alguien obediente a la voz de Dios.
  III.      Alguien fuerte para asumir la dirección de su pueblo.

Conclusión: 
¿Quiénes están dispuestos a ser los líderes que Dios utiliza en este tiempo?

El propósito divino, 3:7–10. Ahora llega el momento cuando el Señor le indicará a Moisés la naturaleza de su llamamiento o vocación. Se encuentran tres elementos centrales en la conversación entre Dios y Moisés. El primero es la decisión firme de Dios de librar a su pueblo oprimido (v. 8). El segundo es la elección de Moisés para ser el instrumento humano para librar al pueblo (v. 10). El tercero es la reticencia de Moisés a asumir una responsabilidad tan grande y difícil (v. 11).

Había llegado el tiempo en que Dios iba a librar al pueblo. Con la aflicción, Israel pensaba que Dios lo había abandonado. No obstante, Dios había estado todo el tiempo con su pueblo; sin embargo, haría milagros en la presencia de los egipcios antes de que Israel tuviera algunos solamente para sí mismo. Los verbos empleados en el texto indican que ya era el momento decisivo: Ciertamente he visto…, he oído…, he conocido…, he descendido…; ahora, ve, pues yo te envío… (vv. 7–10).
Por primera vez Canaán es llamada una tierra que fluye leche y miel (v. 8, ver Núm. 13:27, etc.). 

También se indica que era una tierra buena y amplia (v. 8). En realidad no es tan grande; sin embargo, al compararla con Gosén es muy amplia. Además, no es tan fértil como algunas de las tierras que la rodean; sin embargo, para una gente peregrinante que vivía en el desierto arábigo, la tierra parecería un paraíso. Siglos antes los patriarcas, como una gente extranjera, habían echado sus tiendas allí como huéspedes y transeúntes. Pronto sería tierra propia de Israel como el Señor había prometido.

La frase fluye leche y miel es proverbial y aparece frecuentemente en la Escritura. Aún hoy en día, la leche se considera un alimento necesario para un ciclo ganadero e indica un suelo bueno para el pasto. La miel simboliza una agricultura productiva, no únicamente la de las abejas, sino también la del jugo del fruto de la tierra (ver LSE, 325–326). Además de una tierra productiva, para Israel, la mejor riqueza sería la libertad de profesar su fe salvadora y, con la ubicación céntrica en el mundo de su día, compartirla con todas las familias de la tierra (ver Gén. 12:3).

En la época de Abram, se habla de 10 pueblos moradores de Canaán (Gén. 15:19–21). El Señor indica a Moisés que una nación reemplazará a seis (v. 8; ver siete indicados en Deut 7:1; Jos. 3:10; 24:11; también Exo. 13:5). Aparentemente, se toma el texto aquí en un sentido restringido, y se trata principalmente de los habitantes de la costa mediterránea y del valle del Jordán.

Los cananeos  eran una gente emparentada con Israel (ver Gén. 9:18), y ocupaban las llanuras marítimas y el valle del Jordán (Núm. 13:29). El nombre de la tierra se derivaba de la tintura púrpura que producían y que se utilizaba en la fabricación de telas costosas.

Los heteos eran una gente indoeuropea. Establecieron un imperio grande en Asia Menor con su centro en lo que ahora es Turquía. Paulatinamente conquistaron Siria e invadieron Canaán hasta llegar al sur del país (ver Gén. 23:10; 26:34; Núm. 13:29; 2 Sam. 11:3). El imperio heteo floreció hasta 1200 a. de J.C. aproximadamente, y después quedaron centros aislados del pueblo en Canaán. Nunca fueron plenamente conquistados por Israel.

Técnicamente los amorreos eran los habitantes de Siria y la parte norte de Palestina. El nombre vino de la cultura mesopotámica donde las llamaban los amurru u occidentales. Ocupaban la zona montañosa de Canaán (Núm. 13:29). También estaban emparentados con Israel y a veces se alternaban los términos cananeos y amorreos al hablar en general de los habitantes de Palestina. Al hacer una distinción, los cananeos eran los habitantes de las llanuras marítimas y el valle del Jordán, mientras los amorreos ocupaban las zonas más elevadas o montañosas.

No se ha podido identificar el carácter étnico de los ferezeos. Algunos estudiosos piensan que el nombre se refiere a una clase de paisanos que vivían en villas sin muro o barrios abiertos (ver Est. 9:19; Deut. 3:5). Por lo menos, algunos vivían en los bosques de Palestina central en la cordillera de Efraím (Jos. 17:15).

Los heveos se encontraban en Palestina central (Jos 9:7; 11:19) y alrededor de Siquem (Gén. 34:2). Se los identifica generalmente con los antiguos horeos, o hurrianos (ver Gén. 36:2 y 20: el padre del heveo Zibeón era un horeo), un grupo étnico importante en el Medio Oriente durante el segundo milenio antes de Cristo.
Los jebuseos eran los habitantes del monte Sion (lo que más tarde fue Jerusalén) antes de que David la capturase (2 Sam. 5:6–8; ver Jos. 15:8, 63; 18:28; Jue. 19:10, 11, etc.)

La culminación de la experiencia de Moisés ante la zarza ardiente se encuentra en los vv. 9 y 10. El clamor de los hijos de Israel había llegado hasta Jehovah, y él había visto la opresión de los egipcios (v. 9). Entonces, dijo el Señor a Moisés: Vé, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel (v. 10). Moisés recibió su misión oficialmente, y aunque tendría sus objeciones, nunca pudo escaparse de la realidad de su experiencia con Dios aquel día especial.

Verdades prácticas
1. Los hombres que más y mejor sirven al Señor no son los que tienen muchos talentos que ofrecer, sino los que están dispuestos, en humildad, a dejar que el Señor los use.
2. Cuando el Señor llama a su servicio, su poder está disponible para cumplir nuestra tarea.
3. No hay hombre de Dios, por inútil que crea ser, que no pueda ser utilizado por el Señor, si se somete a él.
4. El que reconoce su debilidad delante de Dios es más apto que el que es autosuficiente.
5. Una declaración de inutilidad para servir a Dios puede ser una excusa para no comprometerse en la obra de Dios y sus trabajos consecuentes.

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Elohim habló diciendo: Sal tú y tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos contigo. Saca contigo a todo animal, de toda especie de ave, de bestia, y de todo reptil que repta, y vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6









 

PREPAREMOS NUESTRO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN

                                  Génesis 8:1-19

1      Entonces ’Elohim se acordó de Noé y de todo ser vivo, y de todos los animales que          estaban con él en el arca. Y ’Elohim hizo pasar un viento sobre la tierra, y las aguas   decrecieron.
2      Y las fuentes del abismo y las compuertas de los cielos fueron retenidas, y la lluvia fue detenida desde los cielos.
3      Entonces las aguas fueron retrocediendo de sobre la tierra, yendo y viniendo, y al cabo de ciento cincuenta días las aguas disminuyeron.
4      Y en el mes séptimo, el día diecisiete del mes, el arca se posó sobre las montañas de Ararat,
5      y las aguas fueron menguando paulatinamente hasta el décimo mes. El primer día del décimo mes se dejaron ver las cumbres de las montañas.
6      Y ocurrió al cabo de cuarenta días que Noé abrió la ventana que había hecho en el arca,
7      y envió al cuervo, el cual estuvo yendo y regresando hasta que se secaron las aguas de sobre la tierra.
8      Luego envió de junto de sí a la paloma, para ver si habían menguado las aguas de sobre la faz de la tierra.
9      Pero la paloma no halló lugar de reposo, y volvió a él, al arca, porque había agua sobre la faz de toda la tierra. Entonces él extendió su mano, la tomó y la metió consigo en el arca.
10      Esperó ansiosamente aún otros siete días, y volvió a enviar la paloma desde el arca.
11      Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde, y he aquí, una hoja de olivo fresca en su pico. Así entendió Noé que las aguas habían menguado de sobre la tierra.
12      Esperó ansiosamente aún otros siete días, y envió la paloma, la cual no volvió más a él.
13      Y aconteció que en el año seiscientos uno, el primer día del primer mes, las aguas comenzaron a drenar de sobre la tierra. Entonces hizo apartar Noé la cubierta del arca y, mirando, he aquí que la superficie del suelo estaba drenando.
14      Y en el mes segundo, a los veintisiete días del mes, la tierra quedó seca.
15      Entonces ’Elohim habló a Noé diciendo:
16      Sal del arca, tú y tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos contigo.
17      Saca contigo a todo animal, de toda especie de ave, de bestia, y de todo reptil que repta, y vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra.
18      Y salió Noé y sus hijos y su mujer, y las mujeres de sus hijos con él.
19      Salieron del arca todo animal, todo reptil y toda ave, y todo lo que se mueve sobre la tierra, según sus familias.

 
DIOS RESTAURA LA TIERRA
  La restauración de la tierra, 8:1–19
Dios se acuerda de Noé y de todos los que están en el arca y empieza a actuar para restaurar la tierra y proveer nuevamente el ambiente adecuado para la vida de los sobrevivientes al diluvio. 

Las acciones de Dios y las de Noé se realizan en complementación de fidelidad y espera paciente para llegar nuevamente a una restauración total.

Dios actúa para hacer desaparecer la masa de agua de sobre la tierra. A pesar que Dios reconoce la situación de los sobrevivientes en el arca, permite que a través de elementos de la naturaleza se restaure el medio ambiente, gradual y lentamente. 


El viento evapora el agua, el suelo lentamente absorbe y dispersa el agua, y el cierre de la fuentes de agua hace cesar toda lluvia. El arca se asienta y queda fijo en la región montañosa del Ararat, ubicada hoy día entre Rusia, Turquía e Irán y de elevada altura (5.000 m.). Casi tres meses después, las cumbres de las montañas se hicieron visibles indicando con seguridad que las aguas iban decreciendo. 

Todas estas acciones demostraban la misericordia de Dios en proveer constantemente de esperanza cierta a Noé. Finalmente, cuando ya el ambiente estaba totalmente restaurado, Dios ordena a Noé que salga con todos los sobrevivientes para poblar nuevamente la tierra restaurada.

Por su parte Noé, con toda paciencia, espera y busca una y otra vez ingeniosamente señales que comprueban el avance de la restauración. 


Noé interpreta estas señales inteligentemente, pero nunca actúa de por sí, sino espera la indicación de Dios. Si en la preparación del arca Dios mostró mucha paciencia (1 Ped. 3:20), Noé también ejercita mucha paciencia esperando la restauración. Según la cronología bíblica, Noé con todos los sobrevivientes estuvieron en el arca exactamente un año y 10 días. 

A pesar de que Noé por sus propios medios comprueba que la superficie de la tierra estaba seca, sale del arca sólo después de que Dios así le ordena, siguiendo exactamente las indicaciones recibidas. 

Aquí vemos cómo Dios demuestra toda su fidelidad, su misericordia y su poder redentor. Y cómo Noé responde con paciencia, lealtad y obediencia al propósito redentor de Dios.

Vemos también cómo intervenciones divinas, respuestas humanas y fenómenos de la naturaleza se combinan perfectamente para el logro de un mismo propósito.

El símbolo de la paz
La paloma volvió a él al atardecer, y he aquí que traía una hoja verde de olivo en el pico  Génesis 8:11


1. La paloma, por su limpieza es un animal apto para los sacrificios. 

En la Biblia se usa a la paloma como: 
a. símbolo de sencillez (Mat. 10:16); 
b. como símbolo de Israel (Ose. 7:11); y. 
c. cómo símbolo del Espíritu Santo (Mat. 3:16). 

En todos los casos es portadora de buenas nuevas. Dios usa a los sencillos y los llena con su Espíritu Santo (con paz) para comunicar a otros el evangelio de la paz (Hech. 10:36; Ef. 2:17).

2. He aquí, el anuncio de un nuevo comienzo. 

La paz trae esperanza de un nuevo día, de una nueva oportunidad. En este caso anuncia que Dios ha hecho la paz con la humanidad y que la vida está brotando donde solamente había muerte.

3. Una hoja verde, significa una hoja tierna, recién cortada de la planta, como también recién cortada de la rama

Es un símbolo de que la tierra y la flora está preparándose para recibir a sus invitados especiales: Noé, su familia, las aves, el ganado y los reptiles.


4. De olivo. 

El olivo es una planta que crece lentamente, pero que dura por siglos. Se cree que algunos de los olivos en las faldas del monte de los Olivos son de la época del NT. El cultivo y procesamiento del aceite tenía muchos usos y por eso llegó a ser una de las principales y redituables industrias en Israel. En Jueces 9:8 se le llama para que sea el rey de los árboles.

Un fenómeno curioso e interesante en el cultivo del olivo es el injerto. Hay olivos silvestres que son de poco valor, pero la rama de un olivo bueno se puede injertar en el tronco de uno silvestre y producir fruto bueno. 


En Romanos 11:24 el apóstol Pablo ilustra una verdad teológica aplicando el orden inverso de esta costumbre en la horticultura.
DESCARGARSigue preparándote en este enlace

http://claudioxplabibliadice.blogspot.pe/2015/10/el-fin-de-toda-carne-viene-ante-mila.html 

domingo, 18 de octubre de 2015

El fin de toda carne viene ante mí...la tierra se ha llenado de violencia a causa de ellos, he aquí los destruyo con la tierra....toda carne en que hay aliento de vida bajo los cielos. Todo lo que hay en la tierra perecerá.

RECUERDAEl que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








EL FIN DE MUCHAS CIVILIZACIONES
Génesis 6:13-7:24

13      Y dijo ’Elohim a Noé: El fin de toda carne viene ante mí. Por cuanto la tierra se ha llenado de violencia a causa de ellos, he aquí los destruyo con la tierra.
14      Hazte un arca de madera de ciprés, y harás compartimentos al arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera.
15      Y esto es lo que le harás: Trescientos codos será la longitud del arca, cincuenta codos su anchura, y treinta codos su altura.
16      Harás una claraboya al arca y la rematarás a un codo por arriba, pondrás una puerta en un lado del arca, y le harás planta baja, segunda y tercera.
17      Y he aquí que Yo, sí, Yo hago caer un diluvio de aguas sobre la tierra para destruir toda carne en que hay aliento de vida bajo los cielos. Todo lo que hay en la tierra perecerá.
18      Pero estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca, tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo.
19      También harás entrar en el arca dos de cada ser viviente, de toda carne, para que sobrevivan contigo. Serán macho y hembra.
20      De las aves, según su especie. De las bestias, según su especie. Y de todo reptil del suelo, según su especie. Dos de cada irán a ti para que sobrevivan.
21      Y tú, toma para ti de todo alimento comestible y almacénalo contigo, pues te será de sustento para ti y para ellos.
22      E hizo Noé conforme a todo lo que le había ordenado ’Elohim, así hizo.


El diluvio

7      Y dijo YHVH a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca, porque a ti he visto justo ante mi presencia entre esta generación.
2      De todo animal limpio tomarás contigo siete pares, macho y su hembra, pero del animal que no es limpio tomarás dos: el macho y su hembra.
3      También de las aves del cielo, de siete en siete, macho y hembra, para preservar la descendencia sobre la faz de toda la tierra.
4      Porque dentro de siete días Yo haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y borraré todo lo que existe, lo que he hecho de sobre la faz de la tierra.
5      E hizo Noé conforme a todo lo que YHVH le había ordenado.
6      Era Noé de seiscientos años cuando el diluvio de aguas vino sobre la tierra.
7      Y ante las aguas del diluvio Noé entró en el arca, y con él sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos.
8      Del animal limpio, y del animal que no es limpio, y de las aves, y de todo lo que repta sobre el suelo,
9      de dos en dos llegaron a Noé, al arca, macho y hembra, conforme ’Elohim había ordenado a Noé.
10      Y sucedió que a los siete días, las aguas del diluvio estaban sobre la tierra.
11      En el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, el día diecisiete del mes, ese mismo día fueron resquebrajadas todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas de los cielos fueron abiertas,
12      y fue la lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.
13      En ese mismo día entró Noé en el arca, con Sem, Cam y Jafet, hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos con ellos.
14      Ellos, y toda bestia salvaje según su especie, y todo animal según su especie, y todo reptil que repta sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, y todo pájaro, todo alado.
15      Y llegaron a Noé, al arca, de dos en dos, de toda carne en que había aliento de vida.
16      Y los que llegaron, macho y hembra de toda carne, entraron tal como lo había ordenado ’Elohim. Y YHVH cerró por él.
17      Y fue el diluvio sobre la tierra durante cuarenta días. Las aguas crecieron y levantaron el arca, y ésta se elevó sobre la tierra.
18      Las aguas fueron arreciando y crecieron mucho sobre la tierra, y flotaba el arca sobre la superficie de las aguas.
19      Y las aguas crecieron muy por encima de la tierra, de modo que quedaron cubiertas todas las altas montañas que están debajo de todos los cielos.
20      Quince codos más arriba crecieron las aguas, y las montañas quedaron cubiertas.
21      Y pereció toda carne que se movía sobre la tierra, tanto ave como animal y fiera, y de todo bicho que pulula sobre la tierra, y todos los hombres.
22      Todo lo que respiraba espíritu de vida con sus narices, todo lo que estaba en lo seco, murió.
23      Y borró todo lo que existía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, el reptil y el ave de los cielos, fueron borrados de la tierra, y en el arca quedó solamente Noé y los que estaban con él.
24      Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días.

La destrucción de civilizaciones



Algunos intérpretes bíblicos afirman que la preparación del arca duró 120 años en referencia al límite de vida que Dios declara en 6:3. Sin embargo, las únicas fechas que el relato provee son el año 500 de la vida de Noé (5:32) y luego el diluvio en el año 600 de la vida de Noé (7:6). No se especifica cuándo Dios ordena a Noé a construir el arca.

Dios comunica su decisión de establecer su pacto de preservación con Noé. 

El pacto consiste específicamente en que Noé, su esposa, sus tres hijos y las esposas de sus hijos entrarían en el arca para ser preservados del diluvio. 

Además, para la continuación de la vida sobre la tierra, Noé debe meter en el arca una pareja de todo animal para que también sobrevivan al diluvio. 

Así como el diluvio fue el instrumento de juicio, el arca fue el instrumento de salvación para Noé y su familia y de sobrevivencia para las especies vivientes (1 Ped. 3:20). 

Hasta este tiempo, las plantas servían de alimento para el hombre y los animales (Gén. 1:29, 30). Ello hacía posible la convivencia entre todos en el arca. Noé obedece a Dios en todo.

Noé entra al arca, Génesis 7:1–10
Una vez terminada el arca, Dios ordena a Noé a entrar y así ser salvo de la destrucción. Dios muestra misericordia a Noé porque lo ve justo en su generación.

Luego entran todos los animales —domésticos y silvestres— y las aves, un macho y una hembra de cada especie. Se especifica que de los animales limpios deben entrar siete pares cada uno previendo así para el sacrificio que Noé ofrecería a Dios y para servir de alimento después del diluvio. 

Levítico 11:1–47 da una lista de los animales considerados limpios e impuros. Dios ordena que Noé suba al arca con su familia y los animales, concediéndole siete días para completar todo el “embarque” de seres vivientes y alimentos.

Dios trae el diluvio, Génesis 7:11–24. 
Casi todas las civilizaciones han transmitido tradiciones que relatan la experiencia común de un diluvio. 

En la cultura mesopotámica se preservan relatos de un diluvio con bastantes detalles e informaciones. Las similaridades y/o diferencias en estas tradiciones atestiguan el recuerdo permanente por parte de la humanidad de una catástrofe que afectara a la población y la naturaleza. 

Además, se han encontrado sedimentos llamados aluviones en diferentes lugares geográficos que indican que alguna vez hubo inundaciones. El relato en Génesis es parte de la revelación bíblica y posee las explicaciones necesarias y autoritarias que son normativas en la relación Dioshombre. 

De ahí afirma que el diluvio fue el instrumento de juicio de Dios contra la civilización corrupta y violenta. 

Los datos resaltantes del diluvio bíblico son los siguientes: 
Primero, las aguas separadas y contenidas en los actos creativos de Dios son liberadas e inundan la tierra. La creación vuelve a un estado de caos en donde no existen condiciones para la vida (Gén. 1:6–11). 
Segundo, la lluvia o la afluencia de agua tanto de arriba (encima de la bóveda) como la de abajo (las aguas que quedaron bajo la tierra) dura un período largo y suficiente como para cumplir su propósito. Las aguas llegan a cubrir aun las partes más elevadas de la tierra de tal manera que nada queda que pueda servir al hombre o al animal como medio de sobrevivencia. Todos los seres vivos enjuiciados por Dios (seres de respiración pulmonar; no se mencionan a los seres acuáticos) mueren por causa del diluvio. 
Tercero, Noé, su familia y los animales escogidos para la preservación de cada especie quedan a salvo dentro del arca la cual flota y se eleva sobre las aguas. La lluvia comienza después que todos hubieron entrado y después que Dios mismo cerrara la puerta del arca.

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Cosas para considerar
En Noé encontramos un ejemplo a seguir:
  1.      Noé caminó con Dios a pesar del ambiente pecaminoso que le rodeaba (6:8–              12).
  2.      Noé fue obediente cuando se le asignó la difícil tarea de construir el arca                      (6:14–21; 7:5).
  3.      Noé fue recordado por Dios y librado de la muerte (8:1).
  4.      Noé por la fe trabajó por su salvación y la de su familia (Heb. 11:7).
  5.      Noé advirtió a sus vecinos acerca del peligro inminente (2 Ped. 2:5).
  6.      Noé construyó el primer altar para adorar a Dios (8:20).
  7.      Noé fue honrado por Dios con una bendición especial (8:15–19), y luego con                un pacto extraordinario (8:20 a 9:17).
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La memoria del diluvio ha permanecido en el pensamiento bíblico como advertencia de juicio destructivo para los impíos y de salvación para los justos (2 Ped. 2:5). El mismo Señor Jesús compara la venida del Hijo del Hombre con los días de Noé y el diluvio (Mat. 24:37–39).

El diluvio Génesis 7:6–24 
Debemos notar que Noé era de seiscientos años (6) cuando ocurrió la catástrofe. La entrada al arca está descrita como un suceso calmo y ordenado, realizándose según lo que Dios había mandado. De acuerdo con el relato, las aguas del diluvio vinieron (10) sobre la tierra.

La segunda notación cronológica menciona el mes y día cuando comenzó el diluvio. Las aguas provinieron de dos partes: de abajo, las fuentes del gran abismo (11) y de arriba, las cataratas de los cielos. Una descripción tan sucinta ha despertado conjeturas acerca del significado de esas frases. La Biblia solamente nos dice que la turbulencia continuó durante cuarenta días y cuarenta noches (12). 

Antes que comenzara el diluvio, Noé y su familia con los animales entraron al arca, de acuerdo con lo ordenado por Dios. El Altísimo cerró la puerta, de modo que ellos flotaron a salvo sobre las aguas que crecieron en gran manera (18) hasta que todos los montes altos… fueron cubiertos (19).

El relato agrega que las aguas subieron quince codos más alto (20), es decir, unos siete metros; pero, lo que no se aclara es si esto era desde la cima de la montaña más elevada o desde algún otro punto. El agua realizó su objetivo catastrófico destruyendo todo lo que había en la tierra (22). Dos veces se hace énfasis sobre la destrucción (21, 23), porque el juicio fue algo pavoroso. Sólo los que estaban en el arca escaparon del diluvio; después, las aguas prevalecieron sobre la tierra ciento cincuenta días (24).

Pero, Dios se acordó Génesis 8:1–19
La declaración Se acordó Dios (1), es como un rayo de luz en la tenebrosa escena. La violencia y la maldad traen una cosecha de destrucción; pero la obediencia fiel de unos pocos produce expresiones bondadosas de parte del Juez celestial. El diluvio no iba a durar para siempre, ni los que estaban en el arca iban a quedar allí como si fuera una prisión. Nuevamente Dios actuó, enviando un viento secador que barrió las aguas, que rápidamente se retiraron de las cimas de las montañas. 

Pronto el arca (4) reposó sobre el monte Ararat que se encuentra en la parte oriental de Turquía. Lentamente, los montes (5) fueron descubriéndose; pero, cuando abrió Noé la ventana del arca (6) y envió una paloma (8), no halló tierra seca sobre la cual posase, de modo que volvió a él al arca (9). Una semana más tarde volvió a soltar la paloma (10) y nuevamente regresó, pero con una hoja de olivo (11).

Después de otros siete días (12), la paloma fue soltada por tercera vez. Pero en esta ocasión no volvió, lo que impulsó a que Noé quitara la cubierta del arca (13). El no permitió que nadie saliera del arca hasta que la tierra estuvo completamente seca, 57 días más tarde. 

Note que en el versículo 13 dice que las aguas se secaron (harevu); pero, en el siguiente afirma: se secó la tierra (yavesah). El cambio del verbo hebreo indica un secado superior al efectuado por la desaparición de las aguas sobre la tierra (13). En respuesta al mandato de Dios, Noé (18) abrió el arca, y todos los que habían estado adentro, salieron del arca (19).

Sacrificio y promesa Génesis 8:20–22 
Al salir del arca, Noé dirige primeramente sus pensamientos y acciones de gracias hacia Dios. Sobre el altar (20) fueron sacrificados algunos de los animales limpios, de las aves en igual condición, cuyo número era excesivo (7:2, 8–9) y el Señor le respondió. 

Las palabras y percibió Jehová olor grato (21) no sugieren que Dios tenía mucho apetito sino que El tomó en cuenta la acción de Noé y la aprobó. Se presenta a Dios como resolviendo para sí, que jamás volvería a emplear el diluvio como medio de castigo. 

Las razones para un juicio todavía permanecen, porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud (21); pero la misericordia de Dios excluyó al diluvio como castigo. Esto no significa que ya no habrá más castigo. Este vendrá mientras el pecado persista entre los hombres; aunque por otros medios. Como señal de decisión, el Altísimo estableció un orden de secuencias naturales que animarían al hombre a abrigar esperanzas para el futuro.

Pacto de Dios con Noé Génesis 9:1–17 
Muy parecido a Génesis 1:28–29, Bendijo Dios a Noé y a sus hijos (1) y les dio el mismo mandamiento de poblar la tierra. Ellos tendrían que dominar todos los demás seres que la habitaran. 

Además de las plantas para comer, ahora se les autoriza a comer carne con una sola limitación. No podían comer carne en la que aun estuviera la sangre (4). La sangre era símbolo de la vida; y, en el hombre en particular, esto no debía ser tratado con liviandad. El había sido hecho a imagen de Dios (6) y por eso, tenía una posición especial.

Habiendo aclarado el papel único del hombre sobre la tierra, el Señor continúa elevando su relación especial con él, estableciendo un pacto (9) con Noé y sus descendientes. 

En ese pacto se hacía más énfasis sobre la misericordia que sobre el castigo, misericordia que quedaba extendida a todas sus criaturas y su señal peculiar mi arco he puesto en las nubes, (13) no quería decir, que el arco iris no hubiera aparecido antes. Su estrecha relación con la lluvia parece haber sido el principal motivo como señal del pacto divino, de que jamás se repetiría el diluvio. El punto es tan esencial que se reitera en seis ocasiones en los versos 11–17.


Las sugestiones teológicas de las experiencias de Noé relacionadas con el diluvio, a menudo solamente implícitas, son sin embargo claras. La raíz de la dificultad yace en la rebelión del hombre contra Dios y su propensidad e imaginación para el mal. 

Tampoco Dios tolera desmesuradamente el pecado. Hay un punto terminal que resulta en juicio para el hombre, pero no sin dolor para Dios (6:6). El dio el primer paso en la preparación para el juicio, haciendo provisión para aquellos que vivían conforme a su voluntad. Los demás, tuvieron que pasar por el juicio por haber desechado a Dios. 

La experiencia de Noé presenta a Dios como Amo completo de todas las fuerzas naturales, algunas de las cuales son usadas como instrumentos de castigo y otras de salvación. La solicitud divina en medio del juicio, se pone de manifiesto en la declaración de su recuerdo de aquellos que permanecían en el arca. Aunque la situación de ellos era arriesgada, jamás estuvieron ausentes del pensamiento del Altísimo. 

Cuando terminó el peligro, el Señor puso en evidencia su amor entrando en un pacto de relación personal con el hombre y las criaturas, espontáneamente dando promesas de gracias futuras. 

La vinculación de Dios con el hombre no tenía la índole de un complejo de fuerzas naturales a quienes se les asignara el nombre de dioses y diosas caracterizados por la extravagancia y el capricho. El es el Dios-Creador que demanda la justicia y castiga la corrupción. Sus tratos con el hombre son profundamente personales.

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