martes, 28 de julio de 2015

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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ESTUDIO EXEGÉTICO  PARA PREDICAR EXPOSITIVAMENTE
SALMO 126: 1 - 6 

           1      Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, 
                  Seremos como los que sueñan. 
          2      Entonces nuestra boca se llenará de risa, 
                  Y nuestra lengua de alabanza; 
                  Entonces dirán entre las naciones: 
                  Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. 
          3      Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; 
                  Estaremos alegres. 

          4      Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, 
                  Como los arroyos del Neguev. 
          5      Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 
          6      Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; 
                  Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. 



  Salmo 126: 
EL CÁNTICO DE UN CORAZÓN SATISFECHO, 
SALMO 126:1–6

Este es el primer salmo de la tercera trilogía (véase la introducción al Salmo 120), un grupo que Barnes titula “Regreso y Restauración”. Según este mismo autor, esta tercera trilogía desarrollaría tres temas, el regreso desde el cautiverio babilónico (126), la reconstrucción (127) y el repoblamiento de Jerusalén (128). La buena fortuna de Israel, después de setenta años de exilio, llenó de gozo el corazón de los creyentes. Este gozo es el tema del presente salmo.

    1.      La maravilla del retorno (126:1–3)
Era el Señor quien haría volver la cautividad de Sion (1), es decir, quien “trajo a los exiliados de regreso a Sion” (Moffatt). El regreso de los judíos desde Babilonia tuvo lugar cuando un decreto de Ciro lo hizo posible (véase Esd. 1:1–3), del mismo modo como había sido la política inhumana de Nabucodonosor la que los llevó al exilio (2 Cr. 36:6–21). Pero los escritores inspirados nunca atribuyeron la iniciativa, en ambos casos, ni a Ciro ni a Nabucodonosor. Consideraban que la historia de su pueblo era obra de la mano de Dios, quien castigaba con determinados acontecimientos los pecados cometidos o ejecutaba sus designios. Para ellos, como debiera ser más frecuentemente para nosotros, la historia era el campo de acción directa de Dios. 

La noticia del retorno era tan maravillosa que quienes la escuchaban se sentían como los que sueñan —casi incrédulos a causa del gozo que experimentaban. La risa gozosa y la alabanza (el “canto”, RSV; 2), eran su muy comprensible reacción. Moffatt traduce de la siguiente manera la última parte del verso 2: “Hasta los mismísimos paganos decían: El Eterno ha hecho obras portentosas en favor de ellos”, un tema que el pueblo mismo repite con alegría en el versículo 3.

    2. Deseo de un avivamiento (126:4–6)
La acción maravillosa que Dios había realizado en favor de su pueblo incitaba en éste el deseo de verlo seguir obrando en su favor. Las versiones más recientes traducen correctamente la primera parte del verso 4 diciendo: “Restaura nuestras fortunas” (Smith-Goodspeed, RSV, Berk.), aunque Moffatt es fiel al contexto en su traducción de la totalidad del versículo al decir: “Trae el resto de nuestros exiliados, para que seamos saciados, como sacian la tierra las corrientes de agua en los sequedales del sur.” Los que habían regresado eran apenas un hilo de agua, tal como el que puede encontrarse habitualmente en los cauces resecos que surcan el desierto del Neguev (al sur de Palestina). La oración suplica a Dios que haga regresar a todos los exiliados, con lo cual el retorno sería semejante a los torrentes que llenan y desbordan aún los mismos cauces en la estación de las lluvias.

Hay un significado universal en la promesa Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán (5). El tiempo de la siembra, en cualquier tipo de empresa, es siempre una época de ansiedad y trabajo duro; pero la cosecha abundante resarce con creces a quien ha debido sufrir tales labores. Los cristianos siempre leerán este versículo teniendo presente la parábola del sembrador (Mt. 13:1–5; Mr. 4:1–12; Lc. 8:4–10). “La semilla es la palabra”; y si bien el sembrador sabe que algunas semillas caerán sobre el camino, o entre los espinos, o donde sólo hay piedras, también sabe que algunas semillas caerán en buena tierra y darán fruto para salvación, hasta treinta, sesenta y cien veces el costo inicial. Los versículos 5–6 fueron los que inspiraron a Knowles Shaw para escribir los versos del famoso himno evangélico “Traigo las Gavillas” (Bringing in the Sheaves).

Después de un avivamiento o una restauración una persona o una iglesia puede caer de nuevo en errores o puede estancarse. Aun después de la gran obra de restauración, Israel siguió siendo vasallo de Persia y sufría opresión de sus vecinos además de limitaciones y altos impuestos de los persas. El pueblo clama por más restauración. Usa una figura linda de su propio contexto. Los arroyos allí están muy secos la mayor parte del año; pero cuando viene una lluvia, de repente se llenan de agua. Piden que Dios cambie la situación tan rápido como cambian esos arroyos secos cuando viene una tormenta.

Reflexión
¿QUE HABLAMOS Y PREDICAMOS NOSOTROS? ¿Lo que adormece o lo que duele? ¿Lo que gratifica al mundo o lo que denuncia? ¿Anunciamos fundamentalmente la Palabra de Dios? Nos incumbe la tarea—en pugna con las ideologías modernas—,de predicar el mensaje de Jesucristo, con el mismo ardor de fe, con la misma seriedad moral y espíritu de alerta escatológica que lo hicieron otros en siglos pasados, presentando al mundo y a nosotros mismos, las exigencias morales del Señor, a nuestro tiempo, “sin enmiendas o limitaciones”.

COMO CRISTIANOS, apoyados en la certidumbre de la fe, debemos tener algo que creer, un Cristo vivo, “el mismo hoy, ayer y por los siglos”, no un Cristo “mito” o fantasma del pasado; algo que predicar, un evangelio que es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”, no un credo muerto o un sofisma teológico; y “algo para vivir”, una nueva vida en el poder del Espíritu, en fe, amor y esperanza, no una promesa de frustraciones espirituales.


La figura del v. 5 es parecida; lo que sembraron en tiempos secos, ahora brota cuando viene la lluvia. Lo sembrado en tiempos de dificultad, ahora florecerá. Esta renovación hará brotar la buena semilla que fue sembrada en tiempos de dificultad.

Semillero homilético
Una recompensa segura
126:6
La recompensa prometida al ganador de almas abarca:
  I.      La palabra EL.
    1.      Este pronombre indica que el ganador de almas es un ser humano.
    2.      Los ganadores de almas son personas que han sido salvadas por la gracia de Dios.
    3.      Los pecadores salvados deben buscar a los pecadores perdidos.

  II.      La palabra IR.
    1.      La necesidad de ir y no quedar acomodados en la iglesia.
    2.      Salir en busca de los perdidos (Mat. 28:19).
    3.      Persuadir a entrar (Luc. 14:23).

  III.      La palabra ANDANDO.
    1.      Andar indica la necesidad de dejar algo atrás.
    2.      No podemos progresar llevando cargas.
    3.      Tenemos que dejar la comodidad y aprovechar el tiempo.

  IV.      Las palabras PRECIOSA SEMILLA.
    1.      La semilla es la Palabra de Dios (Luc. 8:11).
    2.      Es una semilla muy valiosa (2 Ped. 1:5).
    3.      Es una semilla muy poderosa (Rom. 1:16).
    4.      Es una semilla muy productiva (Hech. 4:2).

  V.      La palabra PROMESA.
    1.      Con regocijo segarán.
    2.      Volverán trayendo fruto.
    3.      Siempre habrá una buena cosecha.

El verbo SEMBRAR nos declara que la semilla dentro de la canasta (cesta) no puede producir ninguna cosecha. No es la verdad que conocemos, sino la verdad que sembramos la que ganará (salvará) almas (Gál. 6:7).


La aplicación de esta figura a la siembra del evangelio es legítima. A menudo la siembra causa dolor y sufrimiento. Aun en tiempos de avivamiento, hemos de seguir sembrando en lugares difíciles.

SALMO 126: «TESTIMONIO DE LA RESTAURACIÓN»

El Salmo 126, a la vez, presenta algunos sentimientos profundos de alegría y felicidad, y contiene varias expresiones de dolor y agonía. Pone claramente de manifiesto el poema dos sentimientos intensos en contraposición. El salmista articula el gozo y la dicha de la superación de una grave crisis, y también alude a las dificultades relacionadas con las manifestaciones adversas del problema. El poema posiblemente alude a la experiencia dolorosa y triste del exilio del pueblo de Israel en Babilonia, aunque muy buen el mensaje del salmo puede relacionarse con la superación de cualquier adversidad y conflicto que atenta contra la felicidad plena de la humanidad.

Este salmo se puede catalogar muy bien como uno de súplica colectiva, donde el poema se allega ante Dios para expresar su agradecimiento y articular su petición. Este salmo muy bien puede relacionarse con las peregrinaciones al Templo de Jerusalén, especialmente cuando el pueblo había regresado del destierro. Es la oración sentida de un pueblo que recuerda humildemente los actos divinos de liberación en la historia nacional, al mismo tiempo que reconoce la naturaleza de la crisis y las complicaciones y dolores que se sienten en medio del conflicto.

El autor del salmo es posiblemente un israelita agradecido que reconoce la capacidad y el deseo divino de intervención. El poeta, al enfrentar un nuevo desafío en el período de la restauración nacional, presenta su súplica al Señor: ¡Anhela una nueva manifestación salvadora de Dios! La reflexión en torno a la liberación de Dios en el pasado le permite proyectarse al futuro con sentido de esperanza. El título hebreo del salmo, «Cántico gradual», lo relaciona directamente con el resto de los poemas de las subidas al Templo .

La estructura literaria del salmo se desprende de la identificación de los temas prominentes y de las expresiones que identifican esos temas. La idea que distingue las estrofas del poema se relaciona con el cambio o transformación de la suerte o el futuro de la ciudad de Jerusalén, identificada poéticamente en el poema como Sión.

    •      Alegría de la liberación: vv. 1–3
    •      Súplica y preocupación del pueblo: vv. 4–6

vv. 1–3: Este salmo articula su mensaje de súplica sin introducción ni conclusión. El poema identifica directamente la alegría y señala con claridad su preocupación. En la primera sección predomina la alegría, el contentamiento, la felicidad y el disfrute pleno de la vida. ¡El ambiente es de triunfo y celebración! Las palabras que se utilizan son las siguientes: Sueños, risas, alabanzas y alegría. En efecto, el propósito del autor es poner claramente de manifiesto la felicidad que se relaciona con la liberación divina.

Respecto al salmo, es menester destacar varios temas de importancia: La cautividad en Babilonia del pueblo judío terminó por la intervención de Dios. Y cuando Dios hizo que el pueblo regresara, se manifestó la alegría, se desató el contentamiento, y se reveló la dicha plena. Ese acto liberador fue como un sueño: Extraordinario, maravilloso, un acto casi imposible de creer.      

La manifestación divina, además, hizo que las naciones extranjeras reconocieran el favor divino hacia el pueblo de Israel. Y esas dinámicas divinas, que tienen claras repercusiones nacionales e internacionales, generaron las manifestaciones de alegría en el pueblo. Los pueblos que anteriormente se habían burlado de Israel y de su Dios, ahora reconocían el poder divino, tal como se había anunciado (Ez 36:36).

vv. 4–6: Con una idea similar a la que comenzó el poema, se inicia la segunda estrofa. El deseo es claro y definido, la petición es directa y específica. La expresión que se traduce como «Haz volver nuestra cautividad», pone de manifiesto el firme deseo del poeta: ¡Que el Señor cambie la suerte y las vivencias de dolor del pueblo! La idea es que Dios intervenga de forma extraordinaria para cambiar las realidades que producen cautiverios y angustias a la comunidad.

La imagen literaria que escogió el poeta presenta los arroyos del Negev, que es uno de los desiertos al sur de Palestina. Por las inclemencias del tiempo durante el verano, los arroyos se secan; sin embargo, con las lluvias de invierno se llenan nuevamente y traen verdor y esperanza a la comunidad. La idea poética es de renovación y futuro. La finalidad teológica es poner en evidencia la extraordinaria capacidad de restauración divina.

El mensaje continúa con evocaciones al mundo de la agricultura. Las personas que siembran lo hacen con dificultad, pero también con la esperanza de recibir los frutos que anhelan. En este caso, la gente que sembró con lágrimas, en referencia a las dificultades de la vida, segarán con alegría, en alusión al triunfo y la victoria.

La metáfora del salmo es clara: La situación del pueblo es de sequía, desierto y ausencia de vida y posibilidades; sin embargo, ante la intervención extraordinaria de Dios, lo que le espera a la comunidad son aguas abundantes, que, en efecto, son signos y parámetros de vida y futuro. ¡El gozo de la cosecha hace olvidar las dificultades relacionadas con la siembra!

Fundamentado en la experiencia de liberación del exilio en Babilonia, el poeta suplica al Señor una nueva intervención divina. La verdad es que el período de restauración de la ciudad de Jerusalén, llamada poéticamente Sión, fue muy complicado y extremadamente difícil. El apoyo exterior del imperio persa, luego del destierro, nunca llegó de forma efectiva; y las dinámicas entre las personas que habían quedado en la ciudad hacia gente que regresaba del exilio no eran las mejores. En ese ambiento de abandono nacional y conflicto interno, el salmista se presenta ante Dios para suplicar una nueva intervención divina. Su esperanza está en el Dios que ya tiene experiencia en liberaciones nacionales; su confianza está en el Señor que había demostrado, en la historia nacional, que sabe cómo manifestar su poder liberador.

Este poema pone claramente de manifiesto la teología del poeta: El Dios bíblico está al lado de la gente que tiene necesidad; el Señor es aliado de las personas que sufren y sienten en sus vidas los azotes inmisericordes e ingratos relacionados con las injusticias de la vida. La importancia del salmo es que presenta a un Dios libertador, que tiene la capacidad y el compromiso de continuar con sus intervenciones salvadoras en medio de las realidades humanas. La suerte de la gente cambia con la manifestación de la gracia divina.
Ese poder transformador se puso en evidencia en la vida de Jesús de Nazaret. En sus mensajes de esperanza y como resultado de sus acciones salvadoras, las personas sentían que sus vidas cambiaban para bien. 

En efecto, el ministerio de Jesús fue una demostración adicional de la capacidad que tiene Dios de transformar las realidades de dolor en dinámicas de triunfo, gozo, esperanza y liberación (Jn 16:20–22). El ministerio del Señor reveló nuevamente que la última palabra divina para las personas no es el juicio destructivo sino la manifestación extraordinaria de la misericordia que renueva y redime. En efecto, las lágrimas no tienen la palabra final para la gente de fe, sino la alegría que se fundamenta en la esperanza y la restauración.

El mensaje de este salmo nos recuerda que la construcción del reino de Dios, que intenta promulgar la esperanza y vivir a la altura de la misericordia y la justicia divina, se siembra con mucho esfuerzo, lágrimas y dolores. Sin embargo, la revelación del poema también es símbolo claro y seguro de que quienes se disponen a vivir de acuerdo con los valores y enseñanzas expuestas por la vida y el mensaje de Jesús, cosecharán con felicidad y alegría, que son símbolos del triunfo definitivo y firme de la gente de Dios contra las manifestaciones ingratas del odio, los resentimientos y las mentiras. El reino de Dios, que alude a la vida plena de justicia, verdad, amor y paz, se hace realidad con el esfuerzo decidido de la gente de fe.
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lunes, 27 de julio de 2015

Yo mismo he ungido a mi Rey sobre Sión, mi santo monte. Yo promulgaré el decreto: YHVH me ha dicho: Mi hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy.

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EXÉGESIS Y PREDICACIÓN SALMOS 2: 1-12

    1      ¿Para qué se sublevan las naciones,
            Y los pueblos traman cosas vanas?
    2      Se alzarán los reyes de la tierra,
            Y con príncipes consultarán unidos,
            Contra YHVH y contra su Ungido, diciendo:

    3      ¡Rompamos sus ligaduras
            Y echemos de nosotros sus cuerdas!

    4      El que se sienta en los cielos se sonreirá,
            Adonay se burlará de ellos.
    5      Luego les hablará en su ardiente ira,
            Los aterrorizará en su indignación.

    6      Yo mismo he ungido a mi Rey sobre Sión, mi santo monte.
    7      Yo promulgaré el decreto:
            YHVH me ha dicho: Mi hijo eres Tú,
            Yo te he engendrado hoy.
    8      ¡Pídeme!, y te daré por herencia las naciones,
            Y como posesión tuya los confines de la tierra.
    9      Los quebrantarás con cetro de hierro,
            Los desmenuzarás como vasija de alfarero.

    10      Ahora pues, oh reyes, actuad sabiamente.
            Admitid amonestación, jueces de la tierra:
    11      Servid a YHVH con temor,
            Y regocijaos con temblor.

    12      ¡Besad los pies al Hijo!
            No sea que se irrite y perezcáis en el camino,
            Pues de repente se inflama su ira.
            ¡Cuán bienaventurados son todos los que se refugian en Él!

La ocasión local del Salmo 2 puede haber sido una revuelta de las naciones que Salomón había sometido, en los primeros años de su reinado. 

El hecho de que el salmo se aplique no menos de cinco veces a Cristo en el Nuevo Testamento (Mt. 3:17; Hch. 4:25–26; 13:33; He. 1:5; 5:5) indica la rebelión universal contra el gobierno divino que constituye la naturaleza esencial del pecado.

Se representan tres locutores: el salmista, Jehová y el rey.
El Salmo es dramático.
Alterna entre las palabras de un narrador (el salmista) y diálogo directo de otros personajes.

 Así tenemos:
A. Palabras del narrador (vv. 1, 2), 
B. Diálogo directo de los reyes que están en rebelión (v. 3),
C. Otra vez del narrador (vv. 4, 5), 
D. Palabra directa de Dios (v. 6), 
E. Diálogo directo del hijo, el rey (vv. 7–9) y 
F. Palabras del narrador dirigidas a los reyes (vv. 10–12).

ESTRUCTURA
Salmos 2:1-12
1. La rebelión de las naciones contra el Señor y Su ungido. Versículos 1–3. 
    El pecado no es simplemente la imperfección de lo humano o lo finito. 
    - Es una rebeldía moral, 
    - Una revuelta contra las leyes de Dios. 
    - El pecado es poner la voluntad del hombre en el centro de la vida en lugar de la
      voluntad de Dios. 
    - La rebelión de las naciones es una imagen del pecado del alma individual.

2. La inutilidad de la rebelión, a la luz del poder soberano de Dios. Versículos 4–6 
3. El rey recita el decreto que ha establecido su autoridad. Versículos 7–9 
4. Las lecciones que deben aprender los pueblos rebeldes y hacer la pazcon Dios
  . Versículos 10–12 


BOSQUEJOS PARA SU PREDICACIÓN

De  rebelde a hijo adoptivo
Salmos 2:1–12

I. Condenación de la rebelión humana, vv. 1–6.
   1. Conspiración: Los pueblos traman cosas vanas, v. 1.
   2. Rebelión: ¡Rompamos sus ataduras, v. 3.
   3. Resultado: Y los turbará en su furor, v. 5.

II. Confirmación de la adopción de Dios, vv. 7–9.
   1. Decreto: Jehovah me ha dicho, v. 7.
   2. Herencia: Y te daré por heredad las naciones, v. 8.
   3. Victoria: Tú los quebrantarás con vara de hierro, v. 9.

III. Exhortación conclusiva al arrepentimiento, vv. 10–12.
   1. Sabiduría: Aceptad la corrección, v. 10.
   2. Servicio: Servid a Jehovah con temor, v. 11.
   3. Bienaventuranza: Bienaventurados todos los que en él se refugian, v. 12.

Este salmo es muy conocido de los estudiantes del N.T. en virtud de su relevancia en cuanto a Cristo. Sin embargo, el pasaje era un salmo real del A.T., y por ello, fue usado por los reyes de la dinastía davídica. 

(Otros salmos reales son 18, 20–21, 45, 72, 89, 101, 110, 132, 144.) Su contenido describe la celebración que se hacía durante la coronación a pesar de la oposición de la gente rebelde de los territorios aledaños. 

En una palabra, el salmista exhorta a las naciones paganas a que abandonen sus planes contrarios al Señor y su rey ungido y se sometan a la autoridad del Hijo, a quien Dios ha ordenado que reine sobre las naciones con vara de hierro. (Como se indica en Hch. 4:25, Sal. 2 fue escrito por David.)

DESCRIPCIÓN EXEGÉTICA DEL SALMO 2

  A.      La rebeldía de las naciones (2:1–3)

2:1–3. Los primeros tres vv. expresan el asombro del salmista ante los planes de las gentes, y los pueblos de derrocar a Jehová y … su ungido (māšîaḥ, “Mesías”, que en gr. es Christos, el Cristo). Todo rey que era ungido por un profeta era un “mesías”, un ungido. Si obedecía al Señor, su reino contaba con la autenticación de la elección de Dios y el apoyo de su poder. A menudo, esto hacía que fracasaran los planes de las demás naciones.

El v. 1 expresa ese asombro en forma de pregunta retórica. El escritor no podía creer que “los pueblos” enemigos se amotinaran y planearan hacer algo que de antemano estaba destinado al fracaso. Al resistirse a su ungido, los reyes de la tierra en realidad se estaban oponiendo al Señor (v. 2).

El v. 3 registra cuál era la intención de las naciones: deseaban romper las ligaduras que los oprimían y quedar libres del control político de ese rey. La expresión que usa el salmista describe su esclavitud a ese monarca como si estuvieran atados con cuerdas. Y eso no lo podían soportar.


  B.      La decisión del Señor (2:4–6)

2:4. El salmista deja la descripción de las naciones (vv. 1–3) para hablar de la respuesta del Señor a su plan. Haciendo una audaz descripción, imaginó que Dios se burlaba de ellos. El Señor que mora y se sienta en su trono (cf. 9:11; 22:3; 29:10; 55:19; 102:12; 113:5; Is. 6:1) en lo alto de los cielos, discierne cuán necio es su plan de resistirse a él. La descripción es antropomórfica; la reacción de Dios se establece en términos humanos.

2:5–6. Debido al desprecio que siente el Señor por su plan malvado, hablará a ellos en su furor. Es probable que el v. 6 sea un resumen de sus palabras, porque su decisión de poner a su rey en Jerusalén terminará con su rebelión. Sion, lugar que se menciona 40 veces en el libro de los Salmos, fue originalmente una ciudad cananea conquistada por David (2 S. 5:7). Posteriormente, esa palabra se usó para referirse a la zona del templo y más adelante, para hablar de toda la ciudad de Jerusalén (cf. el comentario de Lm. 1:4 y Zac. 8:3). Mi santo monte es un sinónimo del monte donde estaba el templo (cf. Sal. 3:4; 15:1; 24:3; 78:54; Dn. 9:16, 20; Abd. 16; Sof. 3:11).

Cuando Dios establezca a su rey, también dominará a aquellos que se oponen a él. Esto se hizo realidad con David y también se cumplirá al final de los tiempos con Jesucristo, el descendiente más destacado de ese monarca.


  C.      La declaración del rey (2:7–9)

2:7. A continuación, el salmista menciona la afirmación hecha por Dios en relación con el rey para demostrar con qué derecho reina. El decreto se refiere al pacto davídico, en el cual Dios declaró que él sería Padre de ese rey, y que éste sería su hijo. Así que cuando David se convirtió en rey, Dios describió su relación como la de un padre con su hijo. Por lo tanto, la expresión “hijo” llegó a tener el significado de un título mesiánico.

Mi hijo eres tú es una cita del pacto davídico (2 S. 7:14) de la cual el rey se apropia para demostrar su derecho legítimo a gobernar. Entonces, hoy se refiere al día de la coronación, y la expresión yo te engendré no habla de un nacimiento físico, sino que es una metáfora más amplia que describe cómo se convertiría en su “hijo”.

2:8. La significancia de esta adopción del rey como el ungido hijo de Dios se ve por su herencia. Así como un hijo hereda de su padre, así el rey hereda el reino de su “Padre”. El v. continúa citando el decreto divino, y hace una invitación al rey para que reclame su herencia, la cual alcanzará hasta los confines de la tierra algún día. La gente que viva en las naciones, incluyendo a las que se han rebelado (v. 1), serán subyugadas por el ungido de Dios.

2:9. Ese sometimiento se expresa en términos muy fuertes: Él aplastará (quebrantarás) a todos los rebeldes a medida que establece su reinado. Probablemente esas similitudes proceden de las costumbres condenatorias de Egipto, en las cuales el faraón usaba su vara o cetro para aplastar los recipientes votivos (vasija de alfarero) que en este caso representaban a las ciudades o naciones rebeldes. Los vbs. hebr. que aparecen en el v.—ra‘a‘ (“romper”) y nāp̱aṣ (“hacer pedazos, quebrar”)—describen un golpe desmenuzador para los rebeldes. Este v. se refiere al principio de su gobierno, en el cual aplastará toda rebelión.


  D.      Exhortación del salmista (2:10–12)

2:10–11. En vista de todo lo que el Señor ha decidido hacer con su Hijo, el salmista exhorta a las naciones rebeldes a someterse al rey antes de que venga su ira. 

Muchas veces en los Salmos, Dios es citado como Rey (v. 6; 10:16; 24:7–8, 10; 29:10; 44:4; 47:2, 6–7; 48:2; 68:24; 84:3; 95:3; 98:6; 99:4; 145:1; 149:2). El salmista instruyó a los reyes terrenos a que fueran prudentes y dejaran su insensata rebelión (cf. 2:1). 

Serían más sabios si sirvieran a Jehová con temor y se alegraran con temblor. 

“Servir”, “alegrarse”, “temer” y “temblar” describen las respuestas religiosas de los justos cuando adoran al Señor. Éstos deben llevar vidas de sumisión, no de rebelión, vidas que se caracterizan por el temor y el temblor, no la arrogancia; vidas llenas de exaltación, no de la tristeza de la opresión.

2:12. Aquí, la imagen es la de someterse a un soberano: ¡Honrad al Hijo! En este v., es inusual el uso de bar, palabra aramea que significa “hijo”. Por tanto, algunas versiones la trad. de forma distinta. Jerónimo lo hizo como:“¡Dadle adoración pura!” (porque bar es la palabra hebr. que trad. “puro”). O “¡Adorad con pureza!” en vez de trad. como “hijo”. Sin embargo, no era raro que apareciera ese vocablo en un discurso dirigido a las naciones. Es más, “honrad” sugiere homenaje (cf. 1 R. 19:18; Os. 13:2). De cualquier forma, es claro que el salmista está diciendo a los reyes de la tierra que se sometan al Señor y a su Hijo ungido, el rey de Israel.

La urgencia de la sumisión requerida se expresa con la frase para que no se enoje en forma inesperada; i.e., de pronto. Aquí no es completamente claro si esa ira es del Señor o del rey. El antecedente más cercano es el rey (el hijo), quien aplastará cualquier oposición (Sal. 2:9). No obstante, en este salmo, las dos personas son inseparables; nadie puede servir al Señor (v. 11) si no se somete a su hijo (v. 12). Si los reyes de las naciones no se someten, el rey los destruirá, porque el Señor, en su ira y oposición a sus planes malvados, ha decretado que su Hijo ocupará el trono.

La nota final del salmo expresa una bendición para todos los que en él confían. (“Los que en él buscan refugio”, NVI99. El pensamiento de refugiarse en Dios aparece muchas veces en los salmos.) De nueva cuenta, se repite que someterse al hijo es encontrar refugio o amparo en el ungido del Señor, y por lo tanto, en él también. Sólo en el hijo estamos a salvo de la ira de Dios.

Este salmo es muy rico en aplicaciones novotestamentarias. 
Reflexionando en la forma en que los líderes de Israel crucificaron a Jesús, el Mesías, Pedro identificó prontamente a aquellos dirigentes judíos con los reyes paganos descritos en el salmo 2 (Hch. 4:25–26)

La significancia tipológica del “hijo” se ve cumplida en Hebreos 1:5. 
Este salmo de coronación se cita ahí para referirse a la exaltación de Cristo cuando resucitó (cf. Hch. 13:33) y ascendió a los cielos. Por ello, “fue declarado Hijo de Dios con poder” (Ro. 1:4), que es un título mesiánico. 

Cuando el Padre instruya a su Hijo a que reclame su herencia, entonces volverá a traer a su Hijo al mundo (He. 1:6). La segunda venida significa que se derramará su ira contra todos aquellos que se rebelan contra Dios y su rey ungido, pero dará gran alegría y refugio a todos aquellos que por fe se someten al plan divino de regir al mundo a través de Jesucristo, el descendiente de David. Así que el título de “hijo” tomado del pacto davídico (2 S. 7:14) finalmente se convierte en la designación de Jesucristo como rey.
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miércoles, 22 de julio de 2015

Te escribí acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de dar mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que Él había escogido.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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     Estudio e interpretación de la Palabra
   1. La autoridad bíblica
  Según se expresó en el prefacio, el “trípode homilético” es el “so- porte de tres pies” para sostener el sermón. Uno de esos pies es el texto bíblico. Thomas G. Long realza la importancia de las Escrituras pa- ra la predicación en el siguiente párrafo:
   “La predicación es bíblica siempre que el predicador permita que el texto de la Biblia sirva como la fuerza motriz que le dé forma al contenido y al propósito del sermón. Dicho más dinámicamente, la predicación bíblica supone decir la verdad acerca de lo que sucede cuando un texto bíblico intercepta algún aspecto de nuestra vida y ejerce algún reclamo sobre nosotros. 

La predicación bíblica no significa meramente hablar acerca de la Biblia, usándola para apoyar argumentos doctrinales o aplicar los ‘principios bíblicos’ a la vida cotidiana. La predicación bíblica tiene lugar cuando un predicador, con espíritu de oración,  va a escuchar la Biblia a nombre del pueblo y luego recoge en nombre de Cristo lo que ha encontrado allí. 

La predicación bíblica   no tiene nada que ver con cuántas veces se cita la Biblia en un ser-   món; por el contrario, tiene mucho que ver con cuán fielmente se interpreta la Biblia en relación con la experiencia contemporánea” (48).

  La significación de las Santas Escrituras para la predicación es par- ticularmente importante en esa tradición que emerge de la Reforma Protestante, comenzando con Martín Lutero. De hecho, “cada protes- tante es un Papa con una Biblia en la mano” (Boileau). Para el refor- mador Juan Calvino, la Biblia es autoridad, porque está autentificada e iluminada por el Espíritu Santo: “Debemos hablar de lo que estamos convencidos en un plano superior al de las razones, los juicios o las conjeturas humanas, es decir, en el testimonio secreto del Espíritu” (Institución Cristiana, I. VII. 4).

La meta o el objetivo de la Escritura para Calvino es la de apuntar a las personas a Jesucristo, en quien hay salvación. El tema central de la Biblia es Jesucristo; El es el objeto de la fe cristiana (Rogers 106). Dice Paul Scott Wilson: “Como cristianos somos el pueblo del Libro. Centramos nuestras vidas en Dios por Jesucristo, quien se nos revela en las Escrituras”. Y continúa diciendo:
    “La verdad primaria sin la cual nadie puede ser un verdadero predicador, es que hemos sido encontrados por Jesucristo. De suerte que nuestros reclamos acerca de la Escritura tienen un carácter circular, inevitable en nuestra doctrina de la revelación: sabemos que Aquél que hemos encontrado es Cristo por el testimonio de la Escritura, que nos confirma que Él es el mismo Jesús que ha muerto y resucitado. Y creemos en la Escritura, porque es a través de ella que hemos sido guiados a Cristo y al amor de Dios” (125).

Calvino y otros reformadores del siglo XVI afirmaban dos premi- sas acerca de la autoridad de la Escritura: 
1) Que la Escritura comunica la Palabra de Dios, y 
2) que su enseñanza es clara y sin ambigüedades. 

Es decir, que tiene el poder de brindar su propia iluminación cuando el Espíritu aplica su mensaje a las personas que la leen. Por tanto, para las iglesias de la Tradición Reformada la autoridad de la Biblia ha sido siempre una cuestión central, no solamente para definir la doctrina, sino también para regular la adoración y para la disciplina pastoral.

La autoridad de la Escritura para Calvino se encontraba no en su contenido salvífico, ni menos en sus formas humanas, sino en sus funciones divinas. Otra evidencia de la acomodación de Dios a los medios humanos estaba en el uso de mensajeros humanos para la ta- rea de la predicación. Las limitaciones de las palabras del predicador o la predicadora no eran un impedimento para la comunicación del contenido divino. Para Calvino la predicación de la Palabra de Dios era la Palabra de Dios misma (Rogers 56).

Según Jack B. Rogers,  Calvino deseaba examinar las circunstan- cias y la cultura en que se enmarcaba cualquier parte del mensaje bíblico: “Hay muchas declaraciones en la Escritura cuyo significado depende de su contexto” (IV.XVI.23). Al interpretar las Escrituras siempre iba más allá de las meras palabras, proyectándose hacia la intención del autor, aun con relación al Decálogo (Rogers 56).

En los siglos pasados el surgimiento y desarrollo del pensamien- to científico y tecnológico, las revoluciones francesa y rusa, y el desarrollo de los Estados Unidos de Norteamérica, aceleraron el movi- miento hacia el secularismo y produjeron una crisis, poniendo en en- tredicho muchas tradiciones e incrementando la duda acerca del libro que la mayor parte de los cristianos aceptaban como autoridad en asuntos de fe y conducta.

La respuesta fundamentalista fue la de preservar inviolable el concepto de Calvino de la Escritura inspirada, como una revelación autorizada de la voluntad de Dios. Por ende, las palabras mismas han sido puestas por el Espíritu Santo, de modo que tenemos la Palabra de Dios libre de mezcolanzas humanas. Calvino pone el acento en la obediencia a una Escritura que se ha construido literalmente.

Por otra parte, la respuesta liberal era continuar afirmando que la Biblia sigue siendo autorizada para la fe y la vida, pero adoptaba un concepto crítico de la Biblia, enfatizando las ideas de la revelación e inspiración progresivas. Intentaba reconciliar un concepto de la Biblia como autorizada con el lado humano e histórico de su composición (Mackenzie 104-105). En otras palabras, esta última concepción trataba de reconocer el valor autorizado de la Biblia junto con un enfoque más abierto, una actitud más tolerante hacia las Escrituras.

En contraste con otros enfoques contemporáneos sobre la autori- dad de la Biblia, el teólogo suizo Karl Barth asumió el estudio de la Escritura desde una nueva perspectiva. Entendió la Palabra de Dios en tres formas: como predicada, escrita y revelada. Negó que la Palabra de Dios proclamada o escrita tuviera un poder divino inherente. Decía: “La Biblia se convierte en Palabra de Dios siempre que Dios la convierta en el vehículo por el cual nos habla”.

Sólo las decisiones libres de Dios producen el evento por medio del cual la Biblia y la revelación se hacen una: hablar de la Palabra de Dios es hablar de la obra de Dios*. De modo que la autoridad presupone la obediencia (Mackenzie 105-106). Ross Mackenzie en su artí- culo “La autoridad en la tradición reformada”, expresa:
    “En resumen, lo siguiente sería generalmente aceptado por los teólo- gos y maestros reformados que han sido influenciados por Barth, y no se considerarían ni fundamentalistas ni liberales:
    Primero, que la Biblia es un testigo de la revelación, y no es en sí misma la Palabra de Dios. El testigo es siempre diferente a aquello de que testifica. Por tanto, tenemos que escuchar lo que la Biblia como palabra humana tiene que decir.

    Segundo, la inspiración significa el acto de revelación por el cual los profetas y apóstoles en su humanidad se convirtieron en los testigos que fueron, y en aquello que en toda su humanidad pueden convertirse en los testigos que son.

    Tercero, ya que la autoridad de la Escritura no reside en su infalibilidad, la disponibilidad de la palabra humana en la Biblia no es base para rechazar su autoridad. La autoridad de la Escritura va más allá de las palabras en las páginas de la Escritura hacia el acto libre y sobera- no de Dios” (107-108).

En la tradición reformada la autoridad de la Escritura no es una “autoridad formal”; uno no reconoce la autoridad de la Biblia antes de leerla. Ya que tiene poder para influir en la vida, la Escritura se lee como una respuesta reconocida, en obediencia y acción de gracias.

La autoridad de la Biblia, por tanto, no cae fuera de la vida normal; no es una autoridad extraña en la que se debe confiar con fe ciega. Por el contrario, la Escritura ejerce autoridad apelando, confrontando y estimulando a las personas.

Esta es la razón por la que se lee la Escritura y por qué se continúa leyendo. Debido a que las personas experimentan la gracia de Dios y también aprenden a confiar en Él, la Iglesia reconoce la autoridad de la Palabra de Dios. Por ende, la Iglesia enfatiza la necesidad de oír obedientemente lo que Dios le dice a la Iglesia a través de su Palabra (Perret 39: 461).

Cuando el predicador o la predicadora va a la Biblia, éste/ésta no va como con una tabula rasa, sino mas bien con un conjunto de categorías y expectaciones que ya tiene. Thomas G. Long dice en este sentido, que sería imposible describir todo lo que un predicador o predi- cadora trae consigo al interpretar un texto, pero por lo menos hay tres marcos de comprensión que merecen nuestra especial atención:
    1. Un concepto críticamente informado de la Escritura: “Sabemos que la Biblia contiene un conjunto de escritos producidos por seres humanos enmarcados en sus circunstancias específicas temporales y de lugares, personas que escribieron al mismo tiempo con una visión fiel, pero también con un marco mental determinado. Esto significa que la Iglesia no solamente debe escuchar obedientemente las palabras de la Biblia, sino que debe también interpretar estas palabras como productos humanos de su propia época” (51).

    2. Una herencia teológica: “Los predicadores y las predicadoras van a la Biblia no como ‘cristianos/nas universales’ ( no hay tal cosa), sino con una herencia y un punto de vista teológico… Un/a intérprete de la Escritura teológicamente formado/a va al texto guiado/a por un mapa trazado y refinado por aquellos que le han precedido… Al prepararnos para predicar vamos a la Escritura no como creyentes individuales, sino como teólogos prácticos en la vanguardia de la Iglesia, que buscan escuchar el evangelio hoy, pero en continuidad con la memoria teológica de toda la Iglesia” (53-54).

    3. Una conciencia de las circunstancias de los oyentes: “La palabra bíblica no nos llega como una palabra desencarnada, que habla verdades intemporales a todo el mundo en todas partes. La Biblia habla a personas particulares en las circunstancias concretas de sus vidas… No es la palabra de Dios en abstracto, sino que se trata de un Dios por nosotros, del Dios contra no- sotros para ser verdaderamente por nosotros” (55).

En las páginas siguientes los dos primeros de estos tres “marcos de comprensión del texto” serán tratados con más detalle, mientras que en el siguiente capítulo se analizará el tercero.

Cuando se lee la Biblia en la Iglesia, la congregación recibe una comunicación que se había dirigido a lectores de hace mucho tiempo y lejos de nosotros. De modo que los predicadores y las predicadoras deben desempeñar dos tareas importantes: la exégesis y la hermenéutica por un lado, y la proclamación por el otro (Hays 122), para que su mensaje pueda hablarle en su propio lenguaje contemporáneo.

  2. La exégesis y la hermenéutica
La palabra “exégesis” significa simplemente “interpretación”. La lectura cuidadosa de cualquier texto es un acto de exégesis. Se trata de una explicación del texto bíblico en su propio contexto. Con todo, la tarea de exégesis del predicador o la predicadora se hace más de- safiante debido a la distancia histórica entre el tiempo presente y el de los textos bíblicos.

Estos documentos fueron escritos en los idiomas hebreo y griego, para comunidades cuyas costumbres y presupuestos diferían dramáticamente de los nuestros. Los predicadores / las predicadoras deben comprender los contextos históricos y literarios del texto bíblico y luego reflexionar imaginativamente sobre la manera en que podría hablar a una congregación que se halla en una situación bien diferente. Mientras más precisa sea la exégesis, mejor enfocada se hará la proclamación ( Hays 122).

En otras palabras, el Dr. René Castellanos, nuestro profesor de griego en el Seminario Evangélico de Matanzas, Cuba, define la exégesis bíblica como aquel proceso por el cual analizamos y explicamos un texto bíblico (explicatio), a fin de aplicarlo (applicatio), y bajo la guía del Espíritu Santo descubrir el significado del texto para nuestra situación  particular.

Otro concepto importante a la hora de estudiar el texto bíblico es el de hermenéutica. 
La palabra hermenéutica procede del nombre Hermes, el dios de la mitología griega, hijo de Zeus, mensajero e in- térprete de los dioses. Por tanto, la hermenéutica es el arte de tradu- cir o interpretar un texto o un mensaje antiguo en nuestro propio contexto (aquí y ahora). “Es —en palabras de Karl Barth— ver lo que el autor bíblico vio y reseñarlo con nuestras propias palabras” (Al- sup).

La hermenéutica en términos generales es “el arte de la comprensión”, dice James A. Sanders, y añade:
    “Más específicamente se refiere al método y a las técnicas usadas pa- ra hacer un texto comprensible en un mundo diferente a aquél en que se originó el texto… Es parte de ese mundo de comunicación entre lo humano y lo divino. El habla es el acto de formular pensamientos coherentemente y expresar esos pensamientos de modo que podamos comunicarlos a otros en forma oral o escrita. La hermenéutica es el arte de entender tal expresión en el mundo del oidor o el lector. El intérprete implicado en el acto de comprender, es también un texto, y el encuentro entre los dos es un acto de intertextualidad. Cada texto que se lee o se oye es ya una interpretación de textos anteriores incorporados al mismo, exhibiendo su propia hermenéutica de compren- sión de aquellos textos anteriores”.
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