sábado, 14 de marzo de 2015

No hay ciudad ni nación que no pueda tener a su alcance al Dios de los cielos

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
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EL ARREPENTIMIENTO DE LAS CIUDADES Y LAS NACIONES
Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra (Salmo 2:8).
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella (Lucas 19:41).
Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad (Josué 6:16).
El Señor ama a todas las ciudades y naciones. Ama a la ciudad y la nación de usted. No hay ciudad ni nación que no pueda tener a su alcance al Dios de los cielos. La Biblia está llena de ejemplos de ciudades y naciones que se arrepintieron de sus pecados y se volvieron a Dios. La Gran Comisión es precisamente el mandato de Dios para que eso suceda. El Señor quiere que se hagan discípulos en todas las naciones (Mateo 28:19), para lo cual envió a su Espíritu Santo para que sus discípulos le fueran testigos en la ciudad de Jerusalén, en la región de Judea, en la nación de Samaría, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8). Dios quiere que tengamos la visión de tomar ciudades, regiones y naciones, territorialmente, para Cristo.
El apóstol Pablo escribió sus epístolas para las ciudades de Roma, Éfeso, Corinto, Galacia, etc. El libro de Apocalipsis nos revela que Dios bendice y juzga a la iglesia de manera colectiva, no individualmente. Es decir, ante Dios el Padre no son las denominaciones ni las congregaciones las que representan a Cristo, sino que es la iglesia en su totalidad, los creyentes todos de una ciudad.
La epístola a los Hebreos dice que Dios edificó una ciudad: «Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios[…] Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad» (Hebreos 11:10–16).
Todo lo anterior nos indica que Dios piensa en las ciudades y naciones del mundo, y que su voluntad es que procedan al arrepentimiento. Sus discípulos, sus obreros, sus mensajeros, sus pastores, son los instrumentos que Él ha escogido para ese arrepentimiento, porque todos, todos … somos y debemos ser los intercesores ante su trono de gracia para alcanzar misericordia.
Obediencia y oración
No obstante, es necesario que seamos obedientes. La Biblia nos da ejemplos al respecto en la vida de Josué y Caleb:
     Josué obedeció al Señor y conquistó para Él la ciudad de Jericó (Josué 6:16).
     Caleb obedeció y por fe recibió la tierra por posesión: «Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión» (Números 14:24).
Si obedecemos e intercedemos por nuestras ciudades y naciones, podremos entrar en la batalla para conquistarlas en la seguridad de que la victoria será nuestra, pues la batalla es del Señor:
Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra (Josué 6:2).
Asimismo, nos convertimos en instrumentos de justicia para esa necesaria y apremiante reconciliación total. Por consiguiente, tiene que desaparecer la atmósfera contaminada que asfixia a nuestros pueblos; tiene que desaparecer la religiosidad vacía, la corrupción de mente, de espíritu y de cuerpo, para que en estos últimos días, las ciudades y las naciones puedan regresar a Cristo. Ante todo, tiene que desaparecer la división entre el pueblo de Dios, ese pueblo llamado a conquistar y a triunfar, pero como un solo ejército.
En el caso de Josué, vemos que primeramente creyó en las promesas de Dios y, debido a ello, recibió la visión para la conquista de la ciudad de Jericó. Luego, obedeció el mandato de Dios en cuanto a la estrategia para la toma de la ciudad; y fue en obediencia a las instrucciones que Él le dio que demandó la unidad de todo el pueblo para el asalto final: «TODO el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá» (Josué 6:5).
Más adelante, encontramos a Caleb diciendo:
Como podrás ver, Jehová me ha mantenido con vida y salud durante estos cuarenta y cinco años desde que comenzamos a vagar por el desierto, y ahora tengo ochenta y cinco años. Estoy tan fuerte ahora como cuando Moisés nos envió en aquel viaje de exploración y aún puedo viajar y pelear como solía hacerlo en aquella época. Por lo tanto, te pido que me des la región montañosa que Jehová me prometió. Recordarás que cuando exploramos la tierra vimos que los anaceos vivían allí en ciudades con murallas muy grandes, pero si Jehová está conmigo yo los echaré de allí (Josué 14:10–12, La Biblia al día).
La conquista fue posible porque hubo participación de todo el pueblo de Dios representado por cada una de las tribus de Israel:
Tomad, pues, ahora doce hombres de las tribus de Israel, uno de cada tribu (Josué 3:12).
Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu (Josué 4:2).
Como una señal de UNIDAD, Josué mandó tomar doce piedras (Josué 4:3) de en medio del Jordán, las cuales debían llevarlas y levantarlas: «Para que esto sea señal entre vosotros» (Josué 4:6).
La unidad es la clave para conquistar ciudades y naciones mediante el arrepentimiento. «¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía![…] porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna» (Salmo 131:1, 3b).
Aunque continuemos (y debemos hacerlo) cumpliendo nuestras responsabilidades en las asambleas y congregaciones locales a las cuales Dios nos ha llamado a servir, tenemos también la responsabilidad de unirnos delante de Dios en nuestras ciudades y regiones para rendirle adoración, alabanza, loor, honor y gloria, intercediendo por ellas para que Él derrame su misericordia. Y entonces podremos decir como Pedro: «En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia» (Hechos 10:34–35).
Arrepentimiento y confesión
Los profetas Esdras y Daniel nos demuestran el corazón de un intercesor que clama a Dios por el perdón de los pecados de la nación de Israel. Reconocieron que el sincretismo trae maldición a un pueblo que sufre el juicio de Dios. Es por eso que claman a Él y retan al pueblo a arrepentirse y a renunciar a la idolatría de sus antepasados.
Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios, y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo. Desde los días de nuestros padres hasta este día hemos vivido en gran pecado; y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en manos de los reyes de las tierras, a espada, a cautiverio, a robo y a vergüenza que cubre nuestro rostro como hoy día (Esdras 9:5–7).
¿Qué sucedió como resultado de esta intercesión?
Mientras oraba Esdras y hacía confesión, llorando y postrándose delante de la casa de Dios, se juntó a él una muy grande multitud de Israel, hombres, mujeres y niños; y lloraba el pueblo amargamente[…] Y se levantó el sacerdote Esdras y les dijo: Vosotros habéis pecado, por cuanto tomasteis mujeres extranjeras, añadiendo así sobre el pecado de Israel. Ahora, pues, dad gloria a Jehová Dios de vuestros padres, y haced su voluntad, y apartaos de los pueblos de las tierras, y de las mujeres extranjeras. Y respondió toda la asamblea, y dijeron en alta voz: Así se haga conforme a tu palabra (Esdras 10:1, 10–12).
He aquí la oración de intercesión de otro profeta, Daniel:
Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo (Daniel 9:17–19).
Los profetas reconocieron que todo lo que le sobrevino a la nación fue debido a sus pecados. Pero sabían también que si se arrepentían, Dios los oiría desde los cielos.
Cuando la ciudad de Nínive oyó el mensaje del profeta Jonás, los habitantes creyeron y se arrepintieron, desde el mayor hasta el menor, hombres y bestias y aun el propio rey. Nos dice la Biblia que Dios los perdonó y no trajo juicio sobre la ciudad (Jonás 3:5–10).
Si tu pueblo Israel fuere derrotado delante del enemigo por haber prevaricado contra ti, y se convirtiere, y confesare tu nombre, y rogare delante de ti en esta casa, tú oirás desde los cielos, y perdonarás el pecado de tu pueblo Israel, y le harás volver a la tierra que diste a ellos y a sus padres (2 Crónicas 6:24–25).
El mundo entero está bajo el poder del maligno, dice la Biblia (1 Juan 5:19), pero «los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con Él» (2 Crónicas 16:9a). Si intercedemos, Él tendrá misericordia.
Por lo tanto, cumplamos con nuestra misión de intercesión para que las ciudades y las naciones se arrepientan y vengan, de la presencia del Señor, tiempos de refrigerio (Hechos 3:19).
Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra (2 Crónicas 7:14).
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Dios está dando a su pueblo en toda la tierra una visión de unidad alrededor de la cruz de Cristo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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LOS GUARDAS DE LAS CIUDADES Y LAS NACIONES
Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra[…] He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con Él, y delante de Él su obra. Y les llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová; y a ti te llamarán Ciudad Deseada, no desamparada (Isaías 62:6, 11–12).
Sobre las ciudades y las naciones pesan maldiciones por causa del pecado, pero Dios ha puesto guardas sobre ellas. Es a estos guardas a quienes ha encomendado las llaves de sus puertas, para que por ellas entre la bendición. Al mismo tiempo, les ha dado el poder para penetrar, en el nombre de Jesucristo y por su delegación, en el mundo de las tinieblas y matar a la víbora en su propio nido.
Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos (Mateo 16:19).
Los guardas de las ciudades son los pastores y los intercesores. Por eso, la unidad pastoral es vitalmente importante para el cabal cumplimiento de la Gran Comisión y de la misión que como tales tienen estos ministros. No tendremos éxito en nuestra misión si los llamados a un ministerio especial no estamos conscientes de la responsabilidad que tenemos en nuestra ciudad y en nuestra nación.
Es triste reconocer que hay una competencia malsana en el ministerio, a tal punto que ya se ha hecho costumbre que diferentes obreros cristianos entren a una ciudad sin la invitación, el apoyo ni el respaldo de aquellos hombres y mujeres llamados por Dios y establecidos como guardas de esa ciudad. Muchos de estos ministerios hacen y deshacen por su cuenta, los unos por no tomar en cuenta a los otros para contar con su respaldo y los otros por no respaldar el ministerio de tantos hombres y mujeres llamados por Dios para cumplir una tarea especial. Ninguno quiere ver la importancia del otro, insistiendo, por esa razón, en obrar cada uno a su antojo. Surge así, por lo general, la división en lugar de la unidad en la iglesia local.
La reconciliación de ciudades y naciones no será posible si no se permite la manifestación del Espíritu Santo que es uno de amor y unidad. Jamás la reconciliación con Dios que necesita la tierra en esta hora se logrará por individuos con complejos mesiánicos ni por segmentos fragmentados de la iglesia. La reconciliación de ciudades y naciones será el resultado de la obra mancomunada del Cuerpo de Cristo, y este no puede estar fragmentado. El Cuerpo de Cristo en la tierra intercederá por ellas para cambiar el curso de la historia.
No debemos olvidar que nuestro llamamiento proviene de Dios y no es para satisfacer nuestro ego ni nuestra vanidad. Si los llamados ministros están satisfechos con «su» obra y están contentos con lo que consideran «su» rebaño o «su» ministerio y no el del Señor Jesucristo, hay muy poco que decirles. Pero la verdad es que el Señor ha puesto a sus mensajeros como guardas de su ciudad y de su nación.
Recordemos la Gran Comisión y nuestra misión de ser instrumentos para la salvación de los perdidos. Esto será imposible si los obreros del Señor no somos en realidad «del» Señor y como tales no estamos unidos, pues el Señor es uno solo. Aceptemos con humildad y con alegría nuestro nombramiento de guardas de la ciudad y de la nación en las que Dios nos ha llamado a servir.
Ante los ojos del Señor, la ciudad en la cual vivimos es un lugar que necesita escuchar el mensaje redentor de su Palabra. Él la ve como una ciudad que está al borde del juicio como Sodoma, Gomorra, Nínive o Jerusalén y que necesita redención.
Aunque en cada ciudad haya congregaciones y congregaciones, predicadores y predicadores, maestros y maestros, eso no significa de ninguna manera que hayamos alcanzado el propósito que Dios tiene para esa ciudad. Mientras no seamos uno en Cristo, no podremos dar un verdadero testimonio de la muerte, sepultura, resurrección y señorío de Él.
No podremos hablar de guardas de las ciudades y de las naciones sin hablar de la unidad del Cuerpo de Cristo. Al ser uno, somos los que el Señor quiere que seamos: los guardas de la localidad en la que Él nos ha puesto. La salud espiritual de nuestras ciudades y naciones no se mide por el número de miembros de las iglesias, ni por el tamaño de nuestros templos, sino por el testimonio que damos como cristianos en esas localidades.
Porque tú dices: Yo soy rico y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas (Apocalipsis 3:17–18).
Dios está dando a su pueblo en toda la tierra una visión de unidad alrededor de la cruz de Cristo. ¡Qué impactante sería que una iglesia unida batallara para reconquistar la tierra para Cristo, como un ejército unido que sigue la dirección del Dios de los Ejércitos! ¡Qué grandioso sería que un pueblo de Dios fuerte y dispuesto para la batalla tomara por asalto a las ciudades para Cristo! Los cristianos, y más que todo los pastores, seríamos en realidad los vigías, los centinelas, los guardas, defendiéndolas y liberándolas de la opresión satánica en el nombre de Jesucristo.
¿Queremos ser guardas de nuestra ciudad y de nuestra nación? Tenemos que pagar el precio de la unidad, entendiendo y aceptando que todas las dificultades que tengamos para lograrla y para experimentarla «no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios» (Romanos 8:18–19). Y, ¿cómo pueden manifestarse los hijos de Dios, sino como hermanos, hijos de un mismo Padre?
¿Entendemos nuestra responsabilidad como guardas de ciudades y naciones? Si es así, debemos entender el pacto que tenemos con Dios y cumplirlo.
Mi buen amigo Alberto Mottesi en su maravilloso libro América 500 años después, se refiere al nuevo pacto en el cual somos llamados a vivir como hijos de Dios y hermanos en Cristo. Nos dice por qué no estamos unidos: la falta de fe en las promesas de Dios. Expresa:
El pacto es la base de toda relación. La fidelidad al pacto, o sea, a lo prometido, es lo que permite que los seres tengan confianza unos con otros y puedan establecer verdaderas RELACIONES, basadas en la buena fe[…] Toda integración [comunión o colaboración] se debe basar en una perspectiva común [una misma visión]. La Biblia dice: «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» (Amós 3:3)[…] el engaño es el patrón cultural que nos caracteriza. Y el engaño es la fuente de discordia [división, disensión y sectarismo] más grande que hay. Donde hay engaño hay sospecha, no hay confianza y no podrá haber jamás una verdadera unidad o integración. El engaño es la causa de nuestra falta de integración.1
Alberto se pregunta:
¿Cómo resolveremos el problema del engaño si está tan infiltrado en todos los segmentos de nuestra sociedad (incluyendo la iglesia y la familia)? Si la confianza es la raíz de toda relación, ¿cómo podremos vencer estas ataduras y fortalezas para establecerla?
Aunque nos avergüence y entristezca, tenemos que comenzar por reconocer que somos una ciudad dominada por el engaño. Nos hemos dejado controlar (gobernar) por la mentira.2
Como el problema es espiritual e individual, la solución tiene que comenzar con el individuo. Tenemos que encontrar la solución para dicho problema antes de encontrar soluciones para las cuestiones políticas y sociales.
Somos guardas de ciudades y naciones. Como tales, mal podemos pretender buscar soluciones rápidas e instantáneas por nuestra cuenta y a nuestro antojo. El carácter de los pueblos no puede forzarse a cambios inesperados. Sin embargo, hoy es la hora de Dios para Hispanoamérica. Él nos está despertando del sopor en el que hemos vivido para que reconozcamos las ataduras espirituales que se remontan hasta nuestros ancestros nos han mantenido imposibilitados y nos liberemos de ellas. Para lograrlo tenemos que obedecerle absolutamente:
Hijitos míos no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él[…] Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros[…] En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme no ha sido perfeccionado en el amor (1 Juan 3:18–19; 4:11–12; 17–18).
¿Por qué este pasaje sobre el amor? ¿Qué tiene esto que ver con el hecho de que Dios nos ha puesto como guardas de las ciudades y de las naciones? Porque el amor es el arma por excelencia para derrotar al odio, para derrotar al temor, para derrotar al maligno. Por lo tanto, es el arma por excelencia para defender las puertas de las ciudades y de las naciones.
¿Se pueden imaginar a los pueblos llenos de amor? ¿Qué clase de mal podría entrar en un pueblo así? ¿Y qué es la unidad sino una de las más hermosas facetas del amor?
 
Hombres y mujeres con esa experiencia y con ese llamamiento son los guardas que Dios ha puesto, con una misión especial, en las ciudades y en las naciones.
 
1 Alberto Mottesi, América 500 años después, AMEA, Fountain Valley, CA, 1992, cap. 9, pp. 126–127, énfasis del autor.
2 Ibid., p. 127.
Torres, H. (1996). Desenmascaremos las tinieblas de este siglo (31). Nashville, Tenn.: T. Nelson.


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Si queremos ver a nuestro Dios en toda su gloria y majestad, debemos mirar hacia la cruz

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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                                                   EL ESPLENDOR DE LA CRUZ


Si queremos ver a nuestro Dios en toda su gloria y majestad, debemos mirar hacia la cruz. Allí, en el madero, él reivindicó su ley cuando dejó caer sobre su Hijo la ira santa de Dios; fue un despliegue de su amor para con el mundo perdido. En ese acto soberano no sólo mostró su gracia infinita al glorificarse, sino que también venció al enemigo y nos salvó.

Nadie pone en duda que Dios Trino tiene todo el derecho de reinar. El Creador hizo a la criatura y eso en sí le da ese derecho legítimo. Frente al Dios Trino no hay quien se oponga. Nabucodonosor, la cabeza de oro en la estatua de los reinos del mundo antiguo nos dio un anticipo de esta realidad.

“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo domino es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:34, 35). De la misma boca del rey babilónico, el epítome del mal, viene esa franca confesión y admisión de la soberanía de Dios.

Pero surge la pregunta: ¿Cómo optó por reinar Dios Trino? Entramos ahora en áreas consideradas como terreno sagrado y difícil de pisar. Sin embargo, la Biblia nos permite sacar ciertas conclusiones. Dios mismo regirá al fin y al cabo. Dios Trino en la eternidad pasada se puso de común acuerdo, las tres personas en una substancia divina: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. El Padre iba a enviar al Hijo del Hombre a “buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10; Juan 3:16). El Espíritu Santo tomaría lo del Hijo y se lo revelaría al creyente y al mundo (Juan 16:14, 15).

¿Desde cuándo reina Dios? “Y la (la bestia) adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8). “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9).

Y la Escritura dice aún más: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4). En la economía de Dios todo esto tomó lugar antes de la creación del hombre. Juan lo dice perfectamente bien cuando afirma: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Cristo es la perfecta exégesis de Dios para el mundo.

Proponga la respuesta a la pregunta previa. Dios iba a reinar a través de su Hijo desde la Cruz, tanto en salvar al creyente como en condenar al incrédulo en el gran trono blanco (Apocalipsis 20:11–15). Éste es un pensamiento bien serio y solemne. La verdadera autoridad para reinar estriba en la Cruz. Éste era el plan eterno de nuestro Dios. Por lo tanto, el Liderazgo desde la Cruz lleva la marca del Dios Trino. Éste es el reto para aquel que busca ser un líder digno del Crucificado.

El Dios comunicativo se manifestará a los suyos según su propia persona
Isaías lo dijo elocuentemente: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8, 9). El que quiere ser líder tiene que abrazar esta verdad en todo momento y aceptar que si queremos servir hay que hacerlo a su manera, siguiendo el ejemplo supremo que nos ha dejado, su Amado Hijo, el Crucificado.

Vuelve Isaías a confundirnos con otra verdad tan contradictoria a nuestra cultura y a nuestro modo de ser y pensar. Al tratar con nosotros Dios se nos revela a sí mismo y nos abre la puerta que nos permitirá llegar a ser verdaderos dirigentes bajo su mando. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo. Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15).

La cultura humana y perdida reina en nuestro medio
La historia humana tiene muchos ejemplos de dirigentes que son víctimas de sus propios intereses y su orgullo. El líder en cualquier iglesia puede caer víctima del mismo orgullo en diferentes grados. Estos estudios tienen como fin aclarar que Dios elige la humildad, la sumisión a él y la búsqueda del bienestar espiritual de los hermanos. La fuerza negativa de la cultura puede aparecer de varias maneras en la iglesia local.

La influencia de una familia grande con una trayectoria larga, la influencia de quien da más dinero, la popularidad de alguien que llegó recientemente, todos estos elementos pueden llegar a influir para mal. Por eso las verdaderas marcas del liderazgo bíblico se deben guardar con cuidado.

Además la historia de América Latina está repleta de grandes “caciques” o caudillos que agarraron el poder, manejaron a las masas buscando sus propios intereses y reinaron por décadas. Luego, se enriquecieron a costa de sus súbditos y, la mayoría de las veces, dejaron el país por el suelo.

Para ilustrar esto, basta con echarle una mirada a la historia de América Latina: México, Antonio López de Santa Ana (1824–1844); Cuba, Fidel Castro (1959–?); República Dominicana, Rafael Trujillo (1930–1960); Nicaragua, Anastasio Somoza (1933–1960); Ecuador, Gabriel García Moreno (1860–1895); Venezuela, Juan Vicente Gómez (1908–1935); Argentina, Juan Manuel de Rosas (1829–1852). Y hay más ejemplos.

Toda esta historia sólo para ilustrar que el líder humano, sea de cualquier cultura que fuere, es muy dado a promoverse y dejar que el orgullo lo domine. Debido a esta tendencia, el líder bíblico latinoamericano o cualquier líder cristiano tiene que luchar contra aquello que es ajeno a Dios en la cultura que nos bombardea constantemente. Estos estudios van a ilustrar cómo poder salir avante en este medio.

Dios introduce a su Hijo bajo dos figuras contrarias: el León y el Cordero
De estas dos figuras literarias, el león y el cordero, ¿cuál figura nos parece más impresionante? Sin duda optamos por el león que es el rey de los animales. El reino de Dios es legítimo; Dios es Rey supremo. Pero no reinará por “fiat” (por decreto solamente) ni por orden ejecutiva. Sí que reinará en gracia y en amor aun sobre aquellos que se rebelaron contra él.

Por primera vez Dios introduce la tribu de Judá como león. “Judá, te alabarán tus hermanos;”
… Así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:8–10). Dios escogió la tribu de Judá como la tribu real y sólo de Judá podría venir el rey aprobado por Dios. Así David y Salomón llegaron a ser antecesores del Mesías.

En la providencia de Dios él iba a empezar a tratar con su mundo, no por la realeza del Mesías como rey o león, sino como el Cordero inmolado. De esta manera Dios lograría su propósito eterno de salvar a los suyos. Primero el Cordero y luego el León de la tribu de Judá. Dios combina las dos figuras, pero los judíos malentendieron el plan divino y rechazaron al Cordero.

El Hijo del Hombre vendría como hombre puesto en muerte sacrificial. Lo salvaría, lo transformaría y luego reinaría en amor y gracia divina. El salvado de buena voluntad respondería a las misericordias. Dios reinaría desde la Cruz. La Cruz viene a ser la ventana por la cual conocemos al Dios de todo poder y santidad.

En la eternidad pasada irrumpió lo inescrutable del pecado en el cielo por el orgullo de Lucero (Isaías 14:4–23 - bajo el personaje del rey de Babilonia y el orgullo del querubín grande en Ezequiel 28:12–19 - bajo el príncipe de Tiro). Pero Dios respondió no por acabar con ellos por puro decreto. Sí que los condenó y los castigó; pero cuando nuestros padres los siguieron, lejos de aniquilarlos, Dios tomó cartas en aquello con el fin de salvarlos en amor y pura gracia.
Lo muy destacado de Dios es que en el momento justo de pronunciarle a Satanás su veredicto final le anunció a él y a nuestros padres el “protevangelium” o el primer evangelio. “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). En un corto espacio muy comprimido predice la enemistad entre Sí y el diablo; pero habría un encuentro en el cual la simiente de Dios, Cristo mismo (Gálatas 3:16), vencería a Satanás. Aunque el diablo lo haría sufrir, no sería nada definitivo. En esto se ve la Cruz como el triunfo final de Dios en la resurrección de Jesús. El Cordero, no el León, ganaría la victoria.

El largo desfile de la sangre de los corderos de Génesis a Isaías
Desde Génesis cuatro, Dios introduce por oralidad (tradición oral) el valor de ofrecer en fe un cordero, un animal sacrificado en lugar del pecador culpable. Luego sigue el sacrificio de Abel, un sacrificio aceptable por fe (Hebreos 11:4); más tarde los sacrificios de animales limpios de Noé al salir del arca (Génesis 8:20); el altar de Abraham (Génesis 12:7) y el mandato de sacrificar a Isaac, el muy amado hijo seguido de la intervención muy a tiempo del Ángel de Jehová—es decir, Cristo pre encarnado (Génesis 22:1–21); a estos le sigue el cordero pascual cuya sangre fue aplicada en la puerta mientras adentro lo comían con hierbas amargas, bastón en la mano y los pies calzados (Éxodo 12:1–13).

Pero el desfile de sangre continúa. En Levítico aparecen los cinco sacrificios u ofrendas (Levítico 1–7). Finalmente, Isaías 42, 49, 50, 52:13–53:12, el colmo de la larga línea de sacrificios, el del Siervo Sufriente cuya alma fue puesta en expiación por el pecado (Isaías 53:10). Por fin ahora no es un animal el que muere sino el Siervo Sufriente, Cristo mismo y su Cruz.

“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)
Al empezar Jesús su ministerio público, Juan, el Bautizador, su medio primo, lo anunció a todo el mundo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; en su bautismo Dios lo afirmó y descendió sobre él el Espíritu Santo como una paloma (Mateo 3:13–17).

Toda la abundante profecía del Antiguo Testamento halló el cumplimiento de su ministerio terrenal en la última pascua en que Jesús dijo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado… Ahora está turbada mi alma; y ¿qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre” (Juan 12:23, 27, 28).

Jesús puso su faz como pedernal hacia la cruz. Bien había dicho: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:17, 18).

En la consumación de las edades Dios pronunciará la palabra final
Desde la cruz el Hijo del Hombre ha reinado. Pablo escribe a los Corintios diciendo que reinará hasta que todos sus enemigos estén puestos debajo de sus pies. El último enemigo es la muerte. “Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15:25, 26, 28).

En el último drama del tiempo Juan nos presenta el escenario en el cielo. En el libro de Apocalipsis Juan menciona veintisiete veces el Cordero. El personaje preeminente del futuro ha sido quien murió en aquella cruz; él ha sido el vencedor.

Todavía queda un evento en espera. En Apocalipsis 5 Juan nos narra: “Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos… ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar los sellos?”. No había nadie digno y Juan lloraba mucho. Pero “uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apocalipsis 5:1, 2, 5).

En el resto de ese escenario futuro el Cordero toma el libro y desata los sellos y de allí en adelante los últimos eventos desastrosos se van cumpliendo. Fue el Cordero y ahora el León que unen sus poderes. Juan nos deja pasmados con el triunfo final del Cordero desde la Cruz. “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era de millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria, la alabanza” (Apocalipsis 5:11, 12). ¡A tal coro algún día, tú y yo agregaremos nuestra unánime voz!

La Cruz es la maravilla y la obra maestra de Dios
Por lo tanto, todo lo que viene en nombre de Dios y el Hijo del Hombre tiene que conformarse a la Cruz, la plena expresión de la santidad de Dios, su amor y su gracia ilimitada. Además es Cristo en nosotros la esperanza de gloria. El Crucificado mora en el creyente desplazando la vida vieja caracterizada por el orgullo, el pecado original. El Postrero Adán crucificó al Primer Adán (Romanos 6:6).

Pablo, el Apóstol de la Cruz, introdujo en Corinto el evangelio con estas palabras: “Porque la palabra (mensaje) de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios… pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo el poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:18, 23, 24).

Tal es nuestro mensaje. La lógica es que la cruz debe marcar todo paso que damos. Es la cruz en el glorioso plan de Dios la que forjó la obra salvadora y debe caracterizar a todo aquel que predica el mensaje del evangelio. Debemos ser la encarnación del mensaje de la Cruz. Esto es la base de los estudios que siguen.

 
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viernes, 13 de marzo de 2015

Aún quedan fortalezas en nuestra vida espiritual a las que derrumbar con la ayuda del Espíritu Santo, el estudio bíblico y el discipulado práctico

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
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Información 


Hace más de dos años estaba dictando un taller de consejería bíblica y discipulado fuera de Venezuela.  Luego, de finalizar la sesión de entrenamiento, se me acercó un hombre, medianamente joven como de unos treinta y cinco años de edad.

Este hombre me preguntó, si yo podría darle una entrevista, pues él estaba atravesando por un problema personal. Al siguiente día, nos reunimos y este creyente, que era un pastor asistente en una iglesia de quinientos miembros aproximadamente, comenzó a compartirme su historia, y dijo lo siguiente:
“Mis padres biológicos se separaron cuando yo era muy pequeño, y mi abuela se hizo cargo de mi.  A pesar de estar al cuidado de mi abuela me sentía un niño solo y triste. No recuerdo, exactamente cuándo comenzó esto, pero un hombre mayor, quien era un vecino cercano comenzó a abusar sexualmente de mí “.

“Esta situación nunca se la compartí con mi abuela. Luego mis primos también abusaban sexualmente de mí. Yo permitía esto, pues era la forma que me sentía tomado en cuenta por alguien, pero era la burla del vecindario.

“Esta conducta de tener relaciones sexuales con hombres fue una práctica constante en mi vida hasta que cumplí diez y ocho años de edad, pues un día me invitaron a una iglesia evangélica y entregué mi vida a Cristo”.

“Luego, me fui a una ciudad para estudiar en un instituto bíblico. Además, recibí entrenamiento en psicología moderna. Durante mi permanencia en el instituto bíblico pude notar que aun tenía luchas en cuanto a mi conducta sexual, pero recibí ayuda al respecto”.

“Luego, perdoné a mis padres por haberme abandonado, y por todo el daño que había sufrido, pues no tuve la protección de ellos. Estoy casado, tengo un hijo, soy pastor asistente en mi iglesia, pero tengo una gran lucha con la pornografía, pues cada vez que activo el internet, no aguanto la tentación y abro las páginas pornográficas”.

“Estoy muy asustado, pues si mi esposa me descubre no sé qué podría pasar, y no me atrevo a hablar esta situación con líderes de mi iglesia, pues podría perder mi ministerio”.

Estuve escuchando a esta persona por un espacio de dos horas, y mientras narraba su historia, pude sentir las heridas profundas emocionales que tenía este hombre. Yo estaba muy conmovido.

A. ¿Qué estaba ocurriendo con esta persona? (interrogar al auditorio)
Es probable que usted piense: “Esta persona no es un creyente verdadero“. Si fuera un cristiano verdadero, no tendría esos problemas”.

Sin embargo, la Biblia enseña que aunque somos nuevas criaturas espirituales, muchas cosas son hechas nuevas, pero aún quedan fortalezas en nuestra vida espiritual que hay que derrumbar con la ayuda del Espíritu Santo, el estudio bíblico y el discipulado práctico.

Además, una vez que nos convertimos a Cristo somos atacadas las 24 horas diarias. (Apocalipsis 12:10) “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de los hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”.

(2 Corintios 10:3, 4, 5) “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Cristo”.

1) Por otra parte, el Nuevo Testamento claramente enseña que tenemos enemigos espirituales y estamos involucrados en una batalla espiritual, la cual tenemos que pelear mientras estemos en el cuerpo: “Contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. (Efesios 6:12)

2) El apóstol Pablo describe las partes de la armadura espiritual que debemos ponernos para poder defendernos contra “los dardos de fuego del maligno” (versículos 13-17).

3) La Biblia también nos enseña que para ganar la batalla espiritual necesitamos cambiar de mentalidad. En otras palabras: disciplinar nuestros pensamientos, pues nuestro cerebro y nuestra mente no fueron renovadas al momento que nos convertimos en una nueva criatura espiritual

4) (2 Corintios 5.17, Juan 3:6). Además, Romanos 12.2 nos confirma que tenemos que cambiar nuestra manera de pensar introduciendo en nuestra mente la Palabra de Dios y sacar los antiguos pensamientos y argumentos que quedaron en nuestra mente luego del nuevo nacimiento espiritual, lo cual requiere de disciplina, entrenamiento y responsabilidad.

B. ¿Dónde se libra de la batalla espiritual?
La Biblia indica que la mente es un campo de batalla. El apóstol Pablo primero habla de la batalla, luego el lugar donde se lleva a cabo, y después nos habla del objetivo de tal batalla. (2 Corintios 10.3-5)

1) La mente del hombre ocupa un lugar predomínate en la vida del hombre porque es la que principalmente dirige su conducta. La Biblia nos dice “que el dios de este siglo cegó las mentes de los incrédulos, para que no les resplandezca la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo.

2) Cuando la mente es vencida por Satanás, se endurece (3.14). Podemos ver, luego de leer estos versículos que la mente es lo que nuestros enemigos espirituales atacan más. Por medio de la mente Satanás inyecta veneno al hombre para que se rebele contra Dios.

3) Después de que el hombre se arrepiente, su mente no es librada por completo de todas las obras del diablo, pues Satanás puede seguir obrando a través de nuestras mentes, si se lo permitimos.

4) Esto fue lo que el apóstol Pablo le dijo a la iglesia de Corintios: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engaño a Eva, se corrompan vuestros pensamientos, apartándose de alguna manera de la sencillez y pureza para con Cristo” (2 Corintios 11.3)

5) El apóstol Pablo sabía que los creyentes de Corintio ya habían sido salvos, pero sus mentes aun no habían sido renovadas. El reino de Dios carece de obreros porque las mentes de estos piensan como antes de ser cristianos.

6) Olvidan que después de ser salvos necesitan procurar una renovación plena en sus mentes y por ello su obra queda obstruida. La Biblia dice claramente: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente” (Romanos 12.2).

C. ¿Por qué las mentes de los creyentes son atacadas por los espíritus malignos?
Nuestra mente es atacada por los espíritus malignos cuando les damos lugar. El principio más importante que debemos conocer en cuanto a la operación de los demonios es que ellos pueden actuar solo si el creyente les cede terreno; de lo contrario no pueden hacer nada al creyente.

Ellos trabajan en la medida de la oportunidad que se les dé. Existen algunas aéreas que el creyente podría ceder a los demonios:
a) Si el creyente cede su mente al pecado, no podrá resistir a los espíritus malignos. Ejemplo: si usted comienza a hablar mal de una persona que no está presente, hace juicios, murmura o participa con otra persona que haga los mismo, tenga la seguridad que Satanás tomara el control de su mente.

b) Si usted es orgulloso, avaro, perezoso, religioso, irresponsable con su familia o la iglesia, chismoso, murmurador, no está comprometido con la evangelización, ni el discipulado empezando con su propia familia; le gusta desacreditar a los líderes a los líderes de la iglesia; no tiene compromiso de cambiar su carácter.

Además, no apoya a los ministros del evangelio en forma general; no aporta ofrendas, ni diezmos para el sustento de los siervos de Dios y la expansión del evangelio. Si estas cosas están sucediendo en su vida, usted está siendo engañado por Satanás.

II. A. ¿Pueden los santos (cristianos) ser influenciados por los demonios?
1 Corintios 5: 1-13 contiene las instrucciones de Pablo referente a un hombre en la iglesia de Corinto que estaba viviendo en una relación de inmoralidad con la esposa de su padre (verso 1).

Era un hombre tan engañado por Satanás y controlado por la inmoralidad que aparentemente hacía larde de su relación ilícita delante de toda la iglesia. El juicio sobre el asunto fue severo: El tal sea entregado a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús (verso 5).

Usted podría preguntarse si alguien a este nivel de inmoralidad realmente sea un creyente, pero si este hombre no hubiese sido cristiano, Pablo no lo hubiera disciplinado, porque a la iglesia solo disciplina a sus miembros.

1) Tenemos otro ejemplo en Hechos 5:1-11. Quizás sea el pasaje más convincente en cuanto a la influencia satánica. Al final de Hechos 4 descubrimos que los miembros de la joven iglesia de Jerusalén voluntariamente estaban vendiendo sus propiedades para dar ganancias a los apóstoles para uso en el ministerio.

“Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo el precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo solo una parte, la puso a los píes de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿Por qué llenó Satanás tu corazón (mente) para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?”

2) En Efesios 4:26,27. Pablo enseñó: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”.  Pablo está diciendo que es posible darle lugar al diablo en nuestras vidas si no hablamos la verdad con amor y controlamos nuestras emociones.

La ira se vuelve amargura y produce un espíritu no perdonador; es una invitación abierta a la influencia demoniaca (2 Corintios 2: 10, 11) “Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”.

3) La Biblia nos muestra muchos registros que los creyentes podemos ser influenciados por los demonios: (San Juan 13:2), “Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase” (También vea Lucas 22:3, 4, 5, 6).

B. ¿Como sabemos que la iglesia está siendo engañada por Satanás?
Por la mentalidad de los creyentes, pues, tienen mentes dubitativas (dudan de todo lo que hacen o van a hacer), son muy indecisos. Marcos nos invita a no dudar (Marcos 11:23-24). Como cristianos tenemos que creer y no dudar. La indecisión causa confusión.

a) Una mente ansiosa y preocupada: La ansiedad y la preocupación ambas son ataques a la mente para distraernos de servir al Señor, también sirve para aplastar nuestra fe. La paz es un fruto del Espíritu (Gálatas 5.22)  (Mateo 6.25)

b) Una mente enjuiciadora, crítica y suspicaz: Los pensamientos – “Yo pienso” pueden ser la herramienta que emplea el diablo para mantener a la gente solitaria. A nadie le gusta estar cerca de alguien que emite opiniones sobre todo.

Hay gente que solo ven lo que está mal en una persona, pero no quieren ver lo bueno de esa persona. Al diablo le encanta mantenerlos ocupados, juzgando mentalmente las faltas de otros. ¡De ese modo nunca vemos o tratamos con lo que está mal en nosotros!
Escuche lo que dice Mateo al respecto (Mateo 7:3-5)

c) Una mente pasiva: La actividad es lo opuesto a la pasividad. Es un problema peligroso porque la Palabra de Dios nos enseña claramente que tenemos que estar alerta, cautelosos y activos. Muchas iglesias permanecen por años sin ningún tipo de crecimiento por su pasividad y porque buscan lo suyo propio.

d) Una mente miserable: Muchas cristianos no viven en estado de pobreza, sino que son controlados por un espíritu de miseria. Aunque tengan recursos económicos viven en suciedad, descuido personal, pues son controlados por un espíritu de miseria. Jesús dijo que siempre habrá pobres entre nosotros, a causa del pecado, pero la miseria es Satánica. Generalmente, la miseria está muy ligada a la pereza mental.

(1 Pedro 5:8) Hemos de avivar la llama y despertar los dones dentro de nosotros. (2 Timoteo 1:6). Una persona pasiva puede desear hacer lo correcto, pero nunca lo hará a menos que active su mente y la ponga de acuerdo con la Palabra y la voluntad de Dios.

d) Una mente desértica: Los israelitas vagaron en el desierto durante cuarenta años, un recorrido que duraba once días (Deuteronomio 1:2)

e) Una mente católica: En la cultura cristiana evangélica aun existe mucha influencia del culto católico, pues los creyentes quieren seguir viviendo como en su vida pasada: sin mayores compromisos con la moral; son muy orgullosos; siempre tratan de ocultar sus fallas.

Además, los cristianos que tienen esta mentalidad viven el evangelio a su manera; son hipócritas, pues dicen creer en algo que no practican. Estas personas creen en todo lo que les parezca buena doctrina, por lo tanto, son engañados, permanentemente por los espíritus malignos, y por doctrinas de hombre.

Andan buscando una verdad que los satisfaga o que los haga sentir bien, por lo cual, siempre están inconformes en el grupo religioso, donde se encuentren, y van de un lado a otro. Son inestables, y cualquiera puede influir en ellos, pues no tienen un profundo interés por el estudio de las Escrituras y el crecimiento de su carácter, sin embargo, son muy críticos con otros. Estos creyentes necesitan libertad espiritual.  (Juan 8.32)

C. Por los niveles de atadura espiritual los creyentes.
Hay varios niveles de atadura:  

Primero el creyente puede llevar una vida cristiana bastante normal en el exterior mientras lucha con una lluvia continua de pensamientos pecaminosos en su interior, tales como inmoralidades, envidia, avaricia, odio, apatía, etc.

Esta persona, básicamente no tiene vida devocional, no lee la Biblia, no ora, tampoco ayuna, ni comparte el evangelio con otros.

La mayoría de estos cristianos no tiene idea que está en medio de un conflicto espiritual. Quizás no saben identificar las voces en sus mentes, pero confesarán que tienen muchos problemas con sus pensamientos.

Segundo nivel: Se caracteriza, porque los creyentes pueden distinguir entre sus propios pensamientos y “voces” extrañas y malignas que parecen dominarlos. “Que estoy pensando”.
La mayoría de estos creyentes están enojados, amargados, preocupados, y quizás algunos hayan terminado victimas del alcohol, drogas o en una vida inmoral o apartados del evangelio (descarriados).

Tercer nivel: En esta etapa el cristiano ha perdido el control y escucha voces en su mente muy claras. Estas voces le dicen lo que hay que hacer, pensar y decir. Estas personas vagan en las calles y en casa hablando con personas imaginarios.

En algunos casos están en manicomios o instituciones seculares de salud o centros de rehabilitación. Tristemente, según algunos estudios hechos en la comunidad cristiana en Estados Unidos un 5% de los cristianos están en este nivel.


D. ¿Cómo podemos enfrentar esta batalla en nuestra mente y obtener la victoria?
Es importante la memorización de versículos bíblicos, pero con eso no suficiente, usted y yo tenemos que pensar bíblicamente para poder derrotar a nuestros enemigos espirituales.

(Filipenses 4:8) “  Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.

(2 Corintios 10:4-5) “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo”.

E. ¿Cómo lograr superar las ataduras espirituales?
Con un discipulado bíblico; consejería, y la disposición de cambiar. Sin embargo, muchos creyentes que saben que necesitan conocer la verdad y vivirla, no quieren hacer el esfuerzo espiritual que esto requiere. El apóstol Pablo dijo: “Estad, pues firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).

Conclusión: Responde allí dentro de tu corazón las siguientes preguntas:
a) ¿Guardas rencor a algunas personas en el presente?
b) ¿Hubo problemas de abuso sexual, incesto o ruptura (divorcio) en tu familia?
c) ¿Fuiste físicamente golpeado, humillado o sexualmente violado?
c) ¿Tienes pensamientos inmorales constantemente en tu mente?
d) ¿Eres murmurador?
e) ¿Tienes dificultades para orar y leer la Biblia?
f) ¿Escuchas voces en tu mente?
g) ¿Has pensado alguna vez en quitarte la vida?
h) ¿Crees que es imposible perdonar a alguien que te causó serias heridas emocionales?
i) ¿Tienes dudas en cuanto a tu salvación?
j) ¿Apoyas a la iglesia donde eres miembro con tu tiempo, talentos, dones, diezmos y ofrendas?
k) Si murieras esta noche ¿sabes donde pasarías la eternidad?
l) ¿Te sientes deprimido y sin esperanzas?
m) ¿Estas constantemente enojado?
n) Cuando asistes la iglesia ¿sientes que tu mente viaja a otra parte?
ñ) ¿Practicarías hechicería cuando no eras cristiano?
o) ¿Estas controlado por la duda?
p) ¿Tienes temor de predicar y expandir el evangelio?
q) ¿No sabes cuáles dones te ha dado Dios, ni para qué te ha llamado?
r) ¿Sientes que eres poca cosa, que no vales mucho?
s) En tu familia ¿la pelea y los conflictos son el pan de cada día?
t) ¿Te sientes frustrado o crees que has fracasado en la vida cristiana?
u) ¿Estás pensando en no venir más a la iglesia?

¿Hay esperanza?
Si la hay; Dios quiere sanar tus heridas; liberarte de ataduras y despojarte del hombre viejo, pero es importante que reconozcas cuál es la verdad de tu vida espiritual.
Hoy puedes identificar lo que está pasando en tu mente, creer la verdad de Dios y renunciar a la esclavitud de nuestro adversario. Además, es importante que creas que Dios te hizo libre. Asimismo, es importante que en este proceso busques ayuda de hermanos que te quieran ayudar o ministros de Dios. Jesús dijo:
“El espíritu del Señor está sobre mí. Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”.
 
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