domingo, 26 de febrero de 2012

La Brevedad de la Vida y la eternidad de La Palabra de Dios


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Isaías 40: 1-8
Un mensaje de consuelo
40:1–8
Introducción: Los presos que han pasado meses o años en campos de concentración reciben el mensaje de liberación con una alegría que es incontenible. Es así con el mensaje de liberación que llega a los exiliados, porque ya están en libertad para regresar a su tierra. Vemos tres verdades acerca de este mensaje de consuelo.
I.     Llega en tiempos de sufrimiento.
1.     La condena ha terminado (v. 2).
2.     La iniquidad ha sido perdonada (v. 2).
II.     Promete corregir los males.
1.     Endereza la calzada torcida (v. 3).
2.     Rellena el valle de depresión (v. 4).
III.     Despierta confianza en Dios.
1.     Su Palabra perdura (v. 8).
2.     Su mano retribuye la injusticia (v. 8).
Conclusión: Los judíos habían pasado 70 años en sufrimiento, y ahora están siendo invitados a regresar a su patria. Dios había cumplido su promesa de no abandonar a su pueblo.
Joya bíblica
¿Quién midió las aguas en el hueco de su mano y calculó la extensión de los cielos con su palmo? ¿Quién contuvo en una medida el polvo de la tierra, y pesó los montes con báscula y las colinas en balanza? (40:12)
Para levantar la fe del pueblo en Jehovah, el profeta empieza describiendo su inmensa grandeza, poder y majestad (12–14). Luego hace un contraste entre Jehovah y las naciones, que son tan sólo como una gota de agua que cae de un balde y son estimados como una tenue capa de polvo sobre una balanza (vv. 15–18), es decir, que de por sí no deciden el curso de la historia.
Después de presentar la grandeza y majestad de Jehovah, presenta el hecho ridículo de un escultor que hace dioses a pedido del cliente. Si el cliente es rico, recubre su dios con oro y lo adorna con cadenas de plata purificada (v. 19). Si el cliente no tiene recursos, prescinde del oro y se conforma tan sólo con que su dios no se tambalee (v. 20).
Esclavitud en Jamaica
El Dr. William E. Hull, en su interesante libro, La Experiencia Cristiana de la Salvación, presenta una ilustración sobre la esclavitud en Jamaica. Dice: "Al acercarse la medianoche del 31 de julio de 1828, William Knibb reunió a diez mil esclavos en la isla de Jamaica para celebrar el Acto de Emancipación que tomaría efecto el día siguiente. Llenaron un inmenso ataúd de látigos, hierros de marcar, esposas y otros símbolos de servidumbre. A la primera campanada de la medianoche, Knibb gritó: ’¡El monstruo se está muriendo!’ Al sonar la última campanada gritó: ’¡El monstruo está muerto! ¡Enterré-moslo!’ Cerraron el ataúd, lo bajaron a una tumba de dos metros y lo taparon, enterrando así para siempre los últimos vestigios de su horrenda esclavitud. A una voz, diez mil gargantas afónicas celebraron la libertad humana."
Dice el Dr. Hull: "Ese mismo sentimiento de liberación de la opresión es una nota dominante en la experiencia cristiana de la salvación. La palabra ’redención’ recoge este sentimiento gozoso de liberación del cautiverio del pecado..."
En los vv. 22–24 el profeta vuelve a hablarnos de la majestad de Dios, como en los vv. 12–14, pero esta vez se concentra en el dominio que Jehovah ejerce sobre la historia de los hombres. Presenta a Jehovah sentado sobre el cenit (lit. el círculo de la tierra). Ante tal escena los habitantes de la tierra parecen langostas (v. 22). Y aunque en medio de esas langostas destaquen los poderosos y los gobernantes de la tierra, Jehovah los hace desaparecer tan sólo con un soplo, que constituye su juicio histórico (vv. 23, 24).
De nuevo, en los vv. 25, 26, vuelve el profeta a describir la majestad de Dios. Después de haber presentado su grandeza como creador de la tierra (vv. 12–18) y su majestad sobre los seres humanos, el profeta remonta nuestra atención a la inmensa multitud de las estrellas y dice: A todas llama por su nombre...
Si a los billones y trillones de estrellas Jehovah llama por sus respectivos nombres, ¿cómo es posible que Israel pueda pensar que algo se le pueda escapar a Dios, aunque sea tan pequeño como el destino de un pueblo muy pequeño en medio de las naciones de la tierra? (v. 17). ¿Cómo podría Jehovah olvidar sus promesas a un pueblo que escogiera en medio de todos los pueblos para que fuera llamado con su nombre: “pueblo de Dios”? (comp. v. 1).
La salvación
Dice el doctor Robert L. Cate, en su libro Teología del Antiguo Testamento, que en el vocabulario básico del AT hay dos consideraciones respecto a la salvación: "La salvación como liberación y como rescate." Dice que "es la segunda palabra principal en el vocabulario veterotestamentario de la salvación, generalmente se traduce como ’rescatar’, con menos frecuencia como ’redimir’ y ocasionalmente como ’liberar’. Como veremos, es este último sentido el que más se aproxima al significado antiguo cuando se aplicaba a los actos de Dios. Se aprecia un contenido espiritual mucho mayor en este término que en el anterior." (ver pág. 169). "Es más," dice el autor. "El libro de Isaías aclara muy bien que el acto de redención por Dios era un acto de liberación y no un acto de pagar a los opresores de Israel (Isa. 50:2). El resultado final de un acto de redención se describe en términos de regreso gozoso de los redimidos". (Isa. 51:11) (ver. pág. 170).
En los vv. 28–31 el profeta subraya los resultados admirables de la fe centrada en la persona de Jehovah, este Dios majestuoso que es creador y sustentador del universo. Sus palabras constituyen la conclusión de su mensaje de consolación para su pueblo (comp. v. 1). Esta es una fe eficaz, capaz de renovar las fuerzas físicas y espirituales a grandes y pequeños, a viejos agotados y a los jóvenes que tropiezan y caen. Este poder que proviene de la fe se necesita para dar respuesta al llamado de la redención (comp. vv. 9, 10). Se requiere de esta fe para iniciar la gran aventura del retorno a la libertad.


La Predicación Ayer y Ahora: ¿Difieren? Filipenses 1:15-18


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Algunos, por cierto, predican a Cristo por envidia y rivalidad; pero otros lo hacen de buena voluntad. Filipenses 1:15-18
    Es completamente lógico (y jamás debiera haber sido negado) que cuando Pablo habla aquí de los que “predican a Cristo por envidia y rivalidad … por ambición personal no con sinceridad, pensando causar tribulación (para mí) en mis cadenas”, no se refiere, en modo alguno, a aquellos para quienes sólo tiene motivos de alabanza por haber sido “alentados en el Señor por mis cadenas y están mostrando mucho más valor para hablar sin temor el mensaje de Dios”. El apóstol enfoca ahora el asunto desde un ángulo diferente. El ha indicado ya los dos resultados favorables de las experiencias de su encarcelamiento:
a. el verdadero asunto se ha aclarado para los de afuera (la guardia pretoriana, etc.), de manera que estos ahora dan perfecta cuenta de que las cadenas de Pablo son por Cristo;
 b. la mayor parte de los creyentes de la gran metrópoli, sacudiendo sus primeros temores, proclaman, al fin, el mensaje de Dios animosamente. Ahora él acentúa una tercera razón que también es causa de su optimismo (una razón que en realidad está implícita en a. y b.), es a saber,
c. ¡Que Cristo es proclamado!
Así pues, con este pensamiento que embarga toda su mente, ahora declara que esta predicación de Cristo no siempre se hace, triste es decirlo, por motivos apropiados.
Todos aquellos en los que Pablo piensa proclaman a Cristo  (véase los versículos 15, 17, 18). Ellos son sus embajadores y lo proclaman con autoridad y públicamente como el único nombre dado a los hombres por el cual podamos ser salvos. (Para este verbo proclamar o predicar y sus sinónimos véase C.N.T. sobre las Epístolas Pastorales, pp. 349–350). Hasta donde se puede entender del texto, ninguno de estos predicadores enseña una falsa doctrina.
Ninguno de ellos, por ejemplo, concede una importancia indebida a la observancia de la ley como medio de salvación. Ninguno de los que se mencionan en Fil. 1:15–18 “predica otro evangelio” (Gá. 1:6; cf. 5:1–6) “u otro Jesús” (2 Co. 11:4). Ninguno de ellos es “perro” o “mal obrero” (Fil. 3:2). Pero a pesar de que todos proclaman el verdadero evangelio, no todos lo hacen por un motivo digno. ¡Y esa es la cuestión!, en consideración de la cual Pablo divide a los predicadores de Roma en dos grupos.
El primer grupo está compuesto por aquellos que anuncian a Cristo por envidia y rivalidad. (Para esta misma combinación véase también 1 Ti. 6:4). Para un estudio de la palabra envidia véase C.N.T. sobre las Epístolas Pastorales,  No debe olvidarse que en Roma había una iglesia mucho antes que Pablo llegase allí. Y por lo tanto, casi sin lugar a dudas, es lógico pensar que ciertos predicadores habían adquirido cierta fama entre los hermanos. Es fácil imaginar que, con la llegada de Pablo y especialmente con la divulgación de su fama por toda la ciudad (véase los vv. 13 y 14), estos conocidos predicadores comenzaron a perder algo de su reconocido prestigio. No pasó mucho tiempo sin que sus nombres se fueran empalideciendo, y que en consecuencia se despertase en ellos la envidia hacia Pablo.
Su predicación de Cristo no era, pues, por motivos puros y nobles.
El segundo grupo estaba compuesto por los que eran movidos por buena voluntad (palabra que se usa aquí en el sentido de buena voluntad humana; mientras que en Fil. 2:13; Lc. 2:14; 10:21; Ef. 1:5, se emplea significando el beneplácito divino). Es evidente que la esencia de esta buena intención o buena voluntad era el amor por Pablo y por el evangelio que éste proclamaba, porque las palabras que siguen a continuación dicen: éstos lo hacen por amor, sabiendo que  estoy puesto para la defensa del evangelio. A estos no les molestaba la autoridad que Pablo ejercía por mandato divino, ni los grandes dones que había recibido de Dios, ni el honor que muchos le dispensaban. Ellos anunciaban a Cristo por amor, (véase sobre el v. 9), un amor por Cristo, y por consiguiente también por su evangelio y por el hombre que ellos sabían que había sido puesto, destinado, comisionado (para este verbo véase en 1 Ts. 3:3; cf. Lc. 2:34) para la defensa (véase lo dicho en el v. 7) del evangelio. 
Aquellos predican a Cristo por ambición personal. Como el siervo asalariado desprecia muchas veces el idealismo, y solo vive pendiente del pago que ha de recibir, así también estos predicadores envidiosos son movidos únicamente por motivos egoístas (cf. Fil. 2:21). Buscan el honor y la fama, o, cuando menos, han permitido que este motivo controle los más nobles incentivos. Por tanto, Pablo continúa: estos predican a Cristo no con sinceridad, es decir, no con motivos puros y apropiados, pensando causar tribulación (para mí) en mis cadenas. No les importaba, en absoluto, agravar las aflicciones de Pablo, con tal de satisfacer sus propios y mezquinos intereses.
18a. Pero, ¿qué importa? Que de todas maneras, sea hipócrita, o sinceramente, Cristo es proclamado, y en esto me regocijo. La abnegación de Pablo provoca una cariñosa admiración. Nosotros lo amamos tanto más por haber escrito este bello pasaje. Alma sensible como él era, no siente piedad de sí mismo, porque ciertos predicadores envidiosos tratan de ganar el aplauso a expensas de él. Lo que realmente le importa no es lo que ellos le hacen a él, sino lo que hacen por el evangelio. Pero, ¿es posible que individuos tan egoístas pudieran prestar algún servicio al evangelio? Sí, porque los que los escuchaban no sabían lo que Pablo sabía. Los oyentes oían solamente la buena predicación, pero no veían la causa reprobable que la motivaba. Lo que importaba, pues, era que de todas maneras, sea hipócrita—como aquellos que sabían encubrir sus intereses egoístas—o sinceramente—como aquellas cuya única aspiración era la verdadera gloria de su Señor y Salvador—Cristo era anunciado.
Y en esto, dice Pablo, me regocijo (véase también 1:25; 2:2, 17, 18, 28, 29; 3:1; 4:1, 4, 10).
Parece que el gozo del apóstol es tan grande que desplaza cualquier otra consideración.
18b Sí, me regocijaré. Porque sé que por medio de vuestras oraciones y por la ayuda provista por el Espíritu de Jesucristo, esto redundará en mi salvación,  conforme a mi ardiente anhelo y esperanza, de que jamás en nada seré avergonzado; sino que ahora, como siempre, por mi valor inagotable Cristo será glorificado en mi persona, ya sea por vida o por muerte.  Pues para mí el vivir (es) Cristo, y el morir (es) ganancia.  Ahora bien, si (lo que me espera es) el vivir en la carne, esto (significa) para mí una labor fructífera; no obstante, no puedo decir qué escogeré.  Por ambas partes me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, ya que eso es muchísimo mejor;  sin embargo, permanecer en la carne es más necesario por causa de vosotros.  Y estando convencido de esto, sé que permaneceré, sí, permaneceré con todos vosotros para vuestro progreso y gozo en la fe,  a fin de que por mí, es decir, por razón de mi visita a vosotros otra vez, vuestro gozo en Cristo abunde.

sábado, 25 de febrero de 2012

Segunda Corintios 3.1-3: Verdades irrefutables


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 La diferencia entre la primera carta canónica de Pablo a los corintios y la segunda, es que en la segunda debe enfrentarse a los intrusos que han llegado a Corinto con cartas de recomendación. Como contraste, Pablo vino a Corinto como apóstol de Jesucristo; pero la gente sabía que no era miembro del grupo de los Doce que siguieron a Jesús. Pablo se ve obligado a defenderse y mostrar una prueba sólida de que no necesitaba recomendación. Sabía que Je-sús lo había llamado para ser apóstol a los gentiles, y que había bendecido su obra en aquella ciudad. De ahí que la labor de Pablo demostraba la legitimidad de su oficio. Sus aflicciones por Cristo y ser el padre espiritual de los corintios servían como testimonio de que era, indu-dablemente, un apóstol.
Los tres versículos de esta sección (vv. 1–3) son un puente entre la última sección del capítulo anterior (2:14–17) y el resto del capítulo 3. La discusión de Pablo sobre las cartas de recomendación encaja con las costumbres de su tiempo, en las que era común usar esta clase de cartas (véase Hch. 9:2; 18:27; 22:5). El mismo Pablo recomendó a Febe a los romanos (Ro. 16:1), a Timoteo a los corintios (1 Co. 16:10–11), y a Onésimo a Filemón (Flm. 10–17). 1. ¿Acaso comenzamos a recomendarnos a nosotros mismos otra vez? ¿O acaso necesitamos, como algunos, cartas de recomendación para vosotros o de vosotros?
a. «¿Acaso comenzamos a recomendarnos a nosotros mismos otra vez?» ¿Debe la frase adverbial otra vez modificar al verbo comenzar, o al verbo recomendar? Los traductores no se ponen de acuerdo en este punto, aunque la segunda opción sea la más natural. ¿Por qué Pablo debe comenzar algo otra vez cuando el énfasis recae en recomendar? (véase 5:12).
 Las cartas de recomendación generalmente las hacían entre amigos cuando alguno de ellos solicitaba un puesto de trabajo.2 En algunos casos, dichas cartas atenuaban o incluso negaban el valor de los elogios escritos. Cuando alguien se recomendaba a sí mismo, la per-sona que tenía que valorar los méritos de dicho individuo veía con malos ojos el asunto.
¿Será cierto que Pablo ahora pregunta a los corintios si tiene que recomendarse a sí mis-mo delante de ellos? En el contexto de esta epístola, elogiarse a sí mismo puede ser algo bue-no (4:2; 6:4), o algo malo (5:12; 10:12). Este texto indica que dicha acción era mala. Pablo pregunta a los corintios si debe presentarles otra autorrecomendación. Si le responden que sí, se colocaría en una posición poco loable con respecto a sus adversarios. Cuando vino a los corintios por primera vez, lo consideraron como su padre espiritual (1 Co. 4:15). Para Pablo, este hecho era, en un sentido, suficiente como para avalarse ante ellos.
Sin embargo, los mercaderes religiosos (2:17) lo afrentaban presentando dudas sobre su credibilidad apostólica. Pablo estaba familiarizado con sus desatinadas preguntas y críticas, y frecuentemente se las encaraba a los corintios (5:12; 10:18; 13:6 ).3 Pablo tenía que defenderse a sí mismo y a Cristo, que lo había nombrado. Su apostolicidad, integridad, cartas, discurso y comportamiento estaban en juego. Enfrentándose al tema frontalmente, Pablo les hizo una pregunta retórica, a la que forzosamente tenían que contestar en forma negativa. 
b. «¿O acaso necesitamos, como algunos, cartas de recomendación para vosotros o de
vosotros?»
 
Pablo anticipa que sus lectores respondan no a su interrogación, pero la pregunta realmente ataca a los falsos apóstoles, que se presentaron en Corinto con cartas de recomendación. Presumían tener dichas cartas y, a espaldas de Pablo, lo desacreditaban por carecer de ellas. En otros lugares esta gente quizá llegó a ser un grupo numeroso (2:17); pero en Corinto sólo había unos cuantos.
Los impostores entraron en la iglesia con las cartas de recomendación de las que Pablo carecía para respaldar su autoridad de apóstol. Podemos estar seguros de que estas cartas no fueron expedidas por los líderes de la iglesia de Jerusalén, y tampoco tenían la aprobación de los Doce. Quizás un grupo de judíos de Jerusalén y de otros lugares, que se oponía a las enseñanzas y conducta del apóstol, redactaron dichas cartas (cf. Hch. 21:20–21). Además, como traficantes de la palabra de Dios, los impostores no sólo proclamaban un evangelio distorsionado, sino que también, atacaban verbalmente a Pablo. [p 117] Pretendían llegar a
tener autoridad sobre los cristianos de Corinto, y hacerlos que se sometan a las costumbres judaizantes de Jerusalén.
Ahora Pablo, que fundó aquella iglesia por medio de la predicación del evangelio de salvación, pide a los corintios que evalúen su obra como apóstol misionero. Como su pastor, ha mantenido un vivo interés por la vida y la conducta de la gente. Mantenía correspondencia con ellos, los aconsejaba e incluso los visitaba. La pregunta que Pablo hace es si necesita de cartas de recomendación, dado que él nunca trajo carta alguna cuando vino a Corinto. Jesús lo envió como apóstol a los gentiles, y eso era más que lo que cualquier documento escrito pudiera decir. Para él, hacerse una carta hubiera sido absurdo, innecesario y una afrenta a
Jesucristo. 
2. Vosotros mismos sois nuestra epístola, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.
a. «Vosotros mismos sois nuestra epístola». El antiguo proverbio que dice «la prueba del pastel está en comérselo», es una adecuada descripción del reto que Pablo hace a los intrusos. Que vean lo que ha hecho en Corinto por la predicación del evangelio de Cristo. Pablo dirige enfáticamente su atención hacia los corintios y les dice: «Vosotros mismos». Ellos mismos eran la prueba viva de que él era su padre espiritual y líder. Son como un libro abierto que cualquiera puede leer.
La frase nuestra epístola nos ilustra e informa. El pronombre se refiere a la obra espiritual que Pablo y sus colaboradores habían hecho. Y el sustantivo epístola se usa en forma figurada sólo en este versículo y en el siguiente. Es obvio que Pablo realiza un juego de palabras con este nombre, y da a entender que una carta no tiene que ser, literalmente, un documento escrito. Todas sus epístolas presentan a Cristo, y la misma iglesia no tiene por qué ser una excepción. Por la obra de Pablo, la bisoña iglesia de Corinto había cobrado vida y ahora demostraba ser un milagro de la nueva creación en Cristo (5:17).
b. «Escrita en nuestros corazones». En el texto griego, el verbo escribir en (con el significado figurado de inscribir o grabar), sólo aparece aquí (Lc. 10:20 nos da la idea de anotación en un registro). Era una costumbre muy extendida en el mundo antiguo la idea de grabar algo en el corazón. Jeremías expresó el mismo pensamiento cuando registró la profecía divina: «Pondré mi ley en la mente de ellos, y la escribiré en su corazón» (Jer. 31:33b; Heb. 8:10b; cf. Is. 51:7; Ro. 2:15).8 
La mayoría de traductores y comentaristas logran esta versión: escrita en nuestros corazones. El pronombre nuestros, en vez de vuestros, cuenta con el apoyo de excelentes manuscritos griegos, cosa que no podemos decir de la segunda opción. No obstante, unas cuantas traducciones inglesas prefieren la versión vuestros corazones (NAB, RSV, TNT).
Algunos comentaristas han adoptado el pronombre vuestros, y argumentan que en el siguiente versículo Pablo dice: «Es evidente que vosotros sois carta de Cristo» (v. 3). Por lo tanto, el pronombre muestra que los santos de Corinto son, claramente, la carta de recomendación de Pablo.9 Sin embargo, la lectura que se imponga tiene, exactamente, tanto sentido como la variante más débil. Pablo amaba profundamente a los miembros de la congregación corintia y les concedía un destacado lugar en su corazón (6:11–12; 7:3).
Si los adversarios de Pablo, implícitamente exigen que les enseñe su carta de recomendación, él les responde diciendo que esta carta la lleva escrita en su corazón. El autor de esta epístola es Cristo, quien recomienda a Pablo como fiel siervo suyo. Además, Pablo es el mensajero de esta epístola.10
c. «Conocida y leída por todos los hombres». Siempre que Pablo estaba o iba a Judea, Siria, Asia Menor o Macedonia, hablaba de las virtudes de la congregación corintia (7:14; 8:24; 9:2). Todo el que quería oírlo sabía que Cristo, mediante el evangelio, había logrado el milagro de la conversión entre los corintios. Como embajador de Cristo, Pablo podía jactarse de la obra que Cristo había hecho entre ellos. No obstante, no sólo la congregación corintia, sino todas las iglesias eran su preocupación (11:28). Oraba por ellas día y noche, les enviaba a sus colaboradores para que les ayudaran y, a veces, mantenía correspondencia con ellas
(cf. 9:2). Su corazón lo tenía puesto en su obra, de modo que todo el que entraba en contacto con él siempre le oía hablar de las iglesias. Cualquiera podía leer en él como en un libro abierto o, como en este caso, en una carta elocuente.
En el original griego, Pablo hace un juego de palabras, probablemente como una expresión idiomática, que no en todos los idiomas se puede traducir: ginoskoene (conocer) y anaginos-koene (conocer de nuevo, por medio de la lectura). En todo el mundo antiguo era costumbre leer en voz alta, tanto privadamente (véase Hch. 8:30), como en los actos públicos de culto (Col. 4:16; 1 Ts. 5:27). Pablo dice que todo el que lo conoce no tendrá más remedio que hablar de la iglesia de Corinto. 
 3. Es evidente que vosotros sois carta de Cristo, entregada por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos.
a. «Es evidente que vosotros sois carta de Cristo, entregada por nosotros». A Pablo no le interesa hablar de sí mismo, porque no necesita una carta personal de recomendación. En su lugar, llama la atención a los corintios a que sean conscientes de que, por la gracia de Dios, pueden evidenciar su relación con Cristo. Dios obra en sus vidas, y hace que se sepa que pertenecen a Jesucristo. Muchos traductores optan por la versión mostráis en vez de es evidente. La primera opción está en voz media, mientras que la segunda está en voz pasiva.
Ambas traducciones son igualmente acceptables, pero yo prefiero la voz pasiva, la cual posee a Dios como agente. El participio es evidente aparece en tiempo presente para indicar que se trata de una actividad continua.
La imagen presenta dos focos de atención y cambia del uno al otro: Se enfoca en Pablo, de cuyo corazón nace la epístola, y luego en los corintios, que son los destinatarios de la epístola. En otras palabras: todos podían oír a Pablo hablar de la carta, pero al observar a los corintios, se daban cuenta de lo que quería realmente decir.
Pablo repite y desarrolla la tendencia de su pensamiento, que aparece en el versículo anterior (v. 2a) «vosotros sois carta de Cristo». Declara que los cristianos de Corinto son un testimonio vivo del Señor y, por consiguiente, una carta viviente. Luego afirma que Cristo es el autor; es decir: no Pablo, sino Cristo fundó la iglesia de Corinto. Pablo atribuye toda la gloria a Cristo, y él mismo se considera un siervo suyo.
Para ampliar la imagen, Pablo mismo sirve de correo de esta epístola, y actúa a su vez como ministro de la iglesia corintia. Cristo es el autor de la carta, y Pablo su cartero. Pero algu-nos traductores afirman que Pablo es el compositor, y así logran la versión: redactada por no-otros (BJ; cf. NRSV, Moffat). Cuando Cristo es el autor, no podemos atribuir la autoría a Pablo.
Hacemos lo adecuado si traducimos el término griego diakoneo, de la que se derivan diaconado y diácono,como «yo entrego [y aplico un mensaje]». Aquí el verbo significa que Pablo proclamaba el mensaje del evangelio en Corinto como portavoz de Cristo. Pablo servía a los creyentes aplicando el mensaje de salvación, tal como los profetas prestaron un servicio anticipado a la comunidad cristiana (1 P. 1:12).11 Por la administración de este mensaje a la gen-te de Corinto, Pablo se comportaba como siervo obediente de Cristo (Hch. 18:9–11).
b. «Escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo». El texto griego nos muestra que la palabra escrita está en tiempo perfecto, lo que nos habla de una acción pasada, que tiene consecuencias en el presente. Esta acción tuvo lugar cuando Pablo trajo el evangelio, por primera vez, a los corintios (Hch. 18:1–5). 
Aunque Pablo menciona la tinta, pero no el papel, no se está expresando de manera descuidada. Habla de la idea de escribir una carta; pero declara que el procedimiento para escribirla no ha sido el normal de la tinta y el papel; pues esta carta es de índole espiritual, escrita con el Espíritu Santo. Cristo es su autor; pero el Espíritu es la que le da vida, y Dios es la fuente de esa vida. La escritura humana puede desvanecerse y desaparecer; pero la divina es permanente, viva y dadora de vida. La frase Dios vivo se repite tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y señala a Dios, el dador de la vida.
c. «No en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos». El primer contraste que encontramos entre el material de escritura, lo ofrece la tinta y el Espíritu; el segundo, entre la piedra y el corazón humano. Era de esperar que Pablo nos dijera algo sobre las diferencias entre el papel y los corazones; pero, en lugar de eso, introduce otro material más: la piedra. Este segundo contraste lo toma de las profecías de Ezequiel (11:19; 36:26), donde Dios quita el corazón pétreo de las personas y les pone uno nuevo de carne, y un nuevo espíritu dentro de ellos.
Además, por medio de Jeremías, Dios le dice al pueblo de Israel que él pondrá su ley dentro de ellos y la escribirá en sus corazones (31:33). Así como Dios había escrito su ley en tablas de piedra (Éx. 31:18; 32:15; Dt. 9:10–11), en tiempos del Antiguo Testamento, ahora la volvería a escribir en los corazones y mentes de su pueblo del Nuevo Testamento. Pablo con-trasta la ley del Antiguo Testamento, que había permanecido en lo exterior de su pueblo, con la ley del Nuevo Testamento, que opera en lo interno. De hecho, Pablo nos da a entender que el pacto del Antiguo Testamento ha quedado obsoleto, y que el pacto del Nuevo Testamento,
inaugurado por Jesús y la venida del Espíritu Santo, es el que ahora opera (cf. Heb. 8:13).

Palabras, frases y construcciones griegas en 3:1–3
Versículos 1–2
ἤ—«o». La lectura variante adoptada en el Texto Mayoritario es εἰ (si). El soporte que el manuscrito supone, es débil para la variante; pero firme para la lectura preferida. El mismo fenómeno se da en la conclusión del versículo 1, donde el Texto Mayoritario (con un apoyo débil) introduce la lectura adicional συστατικῶν (recomendaciones).
ἐγγεγραμμένη—este verbo compuesto, en tiempo de participio perfecto y voz pasiva (véase también v. 3), presenta una acción del pasado cuyos resultados perduran. El compuesto es intensivo y connota la idea de grabar, que se aplica a las tablas de piedra y a los monumentos. Dios ha grabado en sus manos los nombres de su pueblo (Is. 49:16).
                                                 
ταῖς καρδίαις—se usa el plural para incluir a los colaboradores de Pablo. Pablo representa a sus compañeros.14 Para la expresión nuestros corazones, véase 1:22; 4:6. 
Versículo 3
διακονηθεῖσα—
el participio aoristo pasivo nos presenta una acción aislada, que se refiere al tiempo en que Pablo vino por primera vez a Corinto, que identifica al agente de dicha acción y más adelante a sus colaboradores, y que modifica la palabra carta. También aparecen participios, en tiempo presente, en 8:19, 20. Pero el nombre διακονία (ministerio) sucede doce veces en esta epístola, cuatro de las cuales están en el capítulo 3.15
σαρκίναις—la parte final de este adjetivo describe la esencia o sustancia de la carne (véase 1 Co. 3:3). En vez del plural καρδίαις (corazones), el Textus Receptus tiene el singular καρδίας (del corazón, RV60), que cuenta con poco apoyo textual. Pero la mayor dificultad para aceptar esta lectura está en el plural, a causa de su aposición al dativo plural πλαξίν (tablas).
4 Y tenemos esta confianza delante de Dios, por medio de Cristo. 5 No que nos consideremos competentes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de nosotros, sino que nuestra capacidad proviene de Dios. 6 Dios nos ha capacitado para ser siervos de un nuevo pacto, no de la letra sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.
 
 1 ¿Acaso comenzamos a recomendarnos a nosotros mismos otra vez? ¿O acaso necesitamos, como
algunos, cartas de recomendación para vosotros o de vosotros? 
2 Vosotros mismos sois nuestra epístola, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.
3 Es evidente que vosotros sois carta de Cristo, entregada por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos.

La Palabra de Dios: 2Corintios 2.17


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2Co 2:17  Pues no somos como muchos, que comercian con la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo. 
 Pablo revela que en Corinto y en otros lugares, había predicadores que usaban el evangelio como mercadería. Con todos los problemas a los que los corintios se enfrentaban, tenían que habérselas también con los mercaderes de la religión. Pablo tomó prestado la palabra kapeleuein del mundo de los negocios. Se trata de un verbo que guarda relación con las actividades de un comerciante minorista o de un mesonero. Pero este vocablo había adquirido mala fama. Se usaba para referirse a quien les colocaba a los clientes un género con malas artes, importándole sólo el beneficio que lograra. Por ejemplo, el mercader que vendía el vino aguado (Is. 1:22), que le birlaba así el dinero a clientes poco  prevenidos, y luego desaparecía. Pablo usa el vocablo mercachifles para referirse a aquellos predicadores itinerantes que vendían como mercancía un evangelio que no era más que agua, que sacaban su beneficio de ello, y luego se iban. No dice cuántos podía haber por allí, pero sugiere que la palabra muchos indica que pululaban por varios lugares además de Corinto.

En la segunda mitad de esta epístola, Pablo menciona a los falsos apóstoles, que predicaban un evangelio distinto del genuino que anunciaban los apóstoles (11:13). Estos falsos pro-fetas causaban mucho perjuicio a la iglesia de Corinto, por lo que tenían que ser desenmascarados. Pablo hace referencia a su número y a su influencia dañina, y deja pendiente una discusión más amplia para la segunda parte de esta epístola. 

Mientras estos falsos maestros defraudaban a los corintios vendiéndoles una palabra de Dios diluida, Pablo denuncia esta práctica de distorsionar el mensaje de Dios y engañar a la gente (4:2). El contraste es sorprendente ya que, por la gracia de Dios, Pablo y sus compañe-ros son hombres competentes para realizar la labor de la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios (v. 16b). Escribe que ellos llevan el evangelio con sinceridad, como personas digna de toda confianza. La palabra sinceridad guarda relación con examinar algo a la luz del sol. El vocablo significa que la gente moralmente pura hace las cosas por motivos dignos de alabanza. 

La estructura del texto griego es mucho más enfática que muchos idiomas modernos. Por ejemplo, en el texto original la conjunción más bien aparece dos veces, una antes de «hombres sinceros» y la otra antes de «hombres [enviados] de Dios». Pablo repite el término para establecer una clara distancia entre él y sus colaboradores y aquellos buhoneros del evangelio. Al usar la frase hombres sinceros alude al factor humano, y con la frase hombres [enviados] de Dios recalca la fuente divina de su autoridad apostólica y mensaje. Dios
concedió a Pablo autoridad para hablar, y le confió la Palabra de Dios. En contraste, aquellos malos mercaderes carecían tanto de la sinceridad humana como de la autoridad divina. 

Una observación final. Pablo predicaba el evangelio en la presencia de Dios. Como apóstol de Jesucristo, era un embajador al servicio de Dios y podía comunicar, exclusivamente, el mensaje exacto que Dios le había confiado. Cuando un embajador no representa bien a su gobierno y habla por su propia cuenta, es inmediatamente cesado. De modo similar, Pablo estaba obligado a proclamar solamente la Palabra de Dios, con la plena conciencia de estar en su presencia. Además, Pablo, apóstol enviado por Jesucristo, proclamaba el escándalo de la cruz, la resurrección y el juicio final, e invocaba a la gente al arrepentimiento y a la fe en Cristo (véase Hch. 17:31; 24:25; 26:19–29). Pablo presentaba toda la voluntad de Dios, a judíos y a gentiles (Hch. 20:21, 27). Por tanto, los corintios debían haberse dado cuenta ya de que Pablo no predicaba  las mismas cosas que sus antagonistas. Debían haber elegido ponerse del lado de Pablo y sus colaboradores apostólicos y no del de sus adversarios. 

Palabras, frases y construcciones griegas en 
2:14–17 Versículo 14
τῷ πάντοτε θριαμβεύοντι—nótese el tiempo presente que corresponde al presente de φανεροῦντι (dando a conocer). El adverbio (πάντοτε) refuerza el sentido de efecto continuado. ἡμᾶς—se usa el plural para destacar a Pablo. El uso del plural, en lugar del singular, es común en esta epístola. Véase el comentario a 1:4.
τῷ Χριστῶ—el artículo determinado equilibra de τῷ θεῷ. Nótese que el último está al principio de la oración y el primero al final.
Versículos 15–16
τῷ θεῷ—con el dativo, Pablo reconoce la labor de Dios. Cuando se usa un verbo estático con el dativo como parte del predicado, se le otorga crédito (o descrédito) a Dios.
σῳζομένοις—es éste un presente progresivo de acción simultánea, «los que están siendo salvados».
ἐκ (…) εἰς—nótese la importancia de estas dos preposiciones que denotan desplazamiento desde un origen y movimiento dentro de algo—«desde el principio hasta el fin». En algunos manuscritos falta la preposición ἐκ (dos veces); pero se prefiere la lectura más difícil, la que incluye la preposición.
πρός—junto con el adjetivo ἱκανός (capaz) expresa capacidad para una labor determinada. 
 Versículo 17
ἐσμεν (…) καπηλεύοντες—la construcción perifrástica equivale al tiempo presente y da la idea de
una acción lineal.59
πολλοί—se prefiere a «muchos», en lugar de «los demás» (οἱ λοιποί), que es de origen occidental.60
ὡς—segunda vez que aparece. Debe suplirse el verbo enviar, en pasiva, para completar la cláusula. 

Resumen del capítulo 2
Pablo continúa explicando las razones que ha tenido para no ir a Corinto: su última visita había sido triste y prefiere que la próxima sea gozosa. Había escrito una carta en una situación muy aflictiva y con corazón apesadumbrado.
Alguien que había pecado y causado pesar a la comunidad, había sido castigado. Ahora Pablo encarece a los Corintios que perdonen y consuelen al pecador y que lo rehabiliten, de manera que el hermano no se sienta derrotado por la pena y sea presa de Satanás. Pablo mismo lo ha perdonado.
Aparentemente, Pablo y Tito habían quedado en verse en Troas, donde Pablo fue a predicar el evangelio. El Señor proveyó una puerta abierta al evangelio; pero Pablo estaba preocupado por la tardanza de Tito, que no llegaba. Por eso se despide y marcha a Macedonia. Con imágenes sacadas de un desfile de un conquistador victorioso, en el cual figuran sus cautivos, Pablo se retrata personalmente como un esclavo capturado por Dios, que ha conquistado al apóstol y se place en su obra como predicador del evangelio.
Pablo describe esta obra como un aroma que agrada a los que se salvan, y que disgusta a los que perecen. Mientras otros hacen mercadería del evangelio, en beneficio propio, Pablo y sus colaboradores lo proclaman con un corazón sincero y sabiendo que Dios los ha enviado.

jueves, 23 de febrero de 2012

Devocionales Familiares: Una Lucha sin Cuartel


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 Lecturas Devocionales: MARZO 2012
MARZO
1.     El señor Mazo
2.     Aquí viene el juez
3.     Jesús y yo
4.     ¿A quién le corresponde el mérito?
5.     ¿Quién decide qué es bueno o malo?
6.     ¿Las reglas de quién valen?
7.     ¿Cómo puedes medir la verdad?
8.     Cómo comprender las reglas a fondo
9.     ¿Cuáles reglas gobernarán tu vida?
10.     Hazte un favor
11.     En busca de un caballito
12.     Adivina lo que oí decir de ti
13.     El que se merece el mérito
14.     Una señal gigantesca de Dios
15.     ¿Puedes sentir el amor?
16.     Dios escribió el libro del amor
17.     Dios escribió el nuevo libro del amor
18.     Tres realidades del amor
19.     Algo que siempre es correcto hacer
20.     Un amor que es más que humano
21.     Esteban y Copión
22.     Hay un precio sobre tu cabeza
23.     ¡Eh, tú, la del cabello anaranjado!
24.     Libreta de calificaciones
25.     Un día en la vida de cualquiera
26.     Un amigo para cada momento
27.     Una cena en una máquina del tiempo
28.     Cuando nos presionan
29.     ¿Eres o no eres?
30.     Ciento por ciento fiel
31.     Una reservación para llegar a tu destino
MARZO
1
El señor Mazo
Lectura bíblica: Romanos 3:10–20
Porque por las obras de la ley nadie será justificado delante de él. Romanos 3:20
Es la última semana de clases antes de las vacaciones de primavera, y Mónica está ansiosa por ver el resultado de sus pruebas de aptitud física en su clase de gimnasia. Mónica superó por mucho a todas las demás compañeras en cada una de las pruebas. Pero cuando su profesor le entregó los resultados, lanza un grito horrorizado. Falló en cada una de las competencias.
Mónica se arrastra hasta donde está su profesor de gimnasia, preparada para pedir misericordia:
—Señor Mazo, ¿en qué fallé? Estaba segura de que ganaría uno de los premios de aptitud física.
—¿Premio? —el señor Mazo le menea su dedo megamuscular—. No ganaste ningún premio. Ni siquiera vas a aprobar este curso. ¿No leíste los requisitos en el tablero? Para pasar tienes que correr 1.500 m en tres minutos, colgarte del trapecio durante seis horas, correr la carrera de 50 m en dos segundos, y beberte un litro de refresco en seis segundos mientras cantas el himno de la escuela. Tienes que hacer 1.000 abdominales, 500 flexiones de pecho y embocar 100 tiros libres seguidos en baloncesto.
¡Qué bien le queda el nombre “Señor Mazo”!
¿No es cierto que te retirarías de la clase del señor Mazo sintiéndote un poquito descorazonado? Oh, más bien, ¡completamente descorazonado! Las normas de este profesor están totalmente fuera de tu alcance, excepto quizá la parte de tomarte el litro de refresco. Y quizá en 100 años podrías hacer 1.000 abdominales. Pero los demás requisitos son absolutamente imposibles.
Esperamos que no tengas profesores tan exigentes e irrazonables como el señor Mazo. Pero eso es lo que nos espera si intentamos agradar a Dios por medio de obedecer sus reglas. Es imposible. El problema no es que las reglas de Dios sean irrazonables sino que cumplirlas a la perfección es algo inalcanzable. Nadie puede vivir toda su vida sin cometer algún pequeño pecado, y la Biblia dice: “Porque cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un solo punto se ha hecho culpable de todo” (Santiago 2:10).
¿Es Dios tan duro como el señor Mazo? ¡De ninguna manera! Dios no nos dio sus mandamientos para hacernos caer. Sus mandamientos muestran en qué consiste la perfección. Pero sus normas también destacan que no somos perfectos, y que necesitamos otro camino para acercarnos a él.
Jesús es el camino. Él abre la puerta y te da la bienvenida al cielo, y a una relación cercana ahora mismo con tu Dios que te ama. ¿Lo aceptas?
PARA DIALOGAR: Uno de los primeros pasos para confiar en Dios es admitir que no puedes cumplir perfectamente todas su reglas. ¿Crees tú eso? ¿Por qué sí o por qué no?
PARA ORAR: Señor, te damos gracias por proporcionarnos un camino para llegar a ti, a través de la muerte de Jesús.
PARA HACER: Recuérdale hoy a un amigo que Dios nos acepta gracias a Jesús, ¡no porque seamos perfectos!
McDowell, J. J., Kevin. (2005). Devocionales para la familia : McDowell, Josh. (1 de marzo). El Paso, Texas, EE. UU. de A.: Editorial Mundo Hispano.

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