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jueves, 9 de junio de 2016

Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan...Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra de Dios

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Pastos Frescos para La Congregación
JESÚS ES TENTADO
Lucas 4:1–13


Jesús lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
-Si eres el Hijo de Dios –le propuso el diablo–, dile a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le respondió:
-Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre.”
Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo.
-Sobre estos reinos y todo su esplendor –le dijo–, te daré la autoridad, porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera. Así que, si me adoras, todo será tuyo.
Jesús le contestó:
-Escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él”.
El diablo lo llevó luego a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie en la parte más alta del templo, y le dijo: –Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate de aquí! Pues escrito está: “Ordenará que sus ángeles te cuiden. Te sostendrán en sus manos para que no tropieces con piedra alguna”.
-También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” le replicó Jesús.
Así que el diablo, habiendo agotado todo recurso de tentación, lo dejó hasta otra oportunidad.

¿Eres tentado? Llénate del Espíritu Santo
            Las tentaciones, el Creyente y El                                     Espíritu Santo
Jesús “lleno del Espíritu Santo”.
Jesús había nacido por acción del Espíritu Santo. El mismo decía que era el que bautizaba en el Espíritu Santo, también Él estaba lleno del Espíritu Santo. Ahora después de haber sido bautizado soportaría la tentación. La única manera de soportar la tentación es hacer como hizo Jesús, ser lleno del Espíritu Santo.

Así como Dios llevara a su pueblo al desierto, donde fueron probados durante cuarenta años antes de entrar en la tierra prometida, Jesús fue llevado al desierto para ser probado durante cuarenta días antes de iniciar su ministerio. Pero contrariamente a lo ocurrido con algunos israelitas, Jesús no cedió a ninguna tentación.

La tentación siguió inmediatamente al bautismo, cuando había sido proclamado por el mismo Dios, que El era su Hijo en quien estaba complacido. Seguramente fue una dura batalla espiritual en la programación de los tres años que culminarían con la muerte de Jesucristo por toda la humanidad.

Esa batalla ya estaría programada desde la eternidad, porque fue conducido al lugar de la pelea en el Espíritu.

Esta batalla fue, como siempre sucede, en el desierto, no había nadie acompañando a Jesús, Marcos dice que estaban las fieras.

La duración de la batalla fue de cuarenta días, pero seguramente la definición fue al final de éstos, cuando se nos representa la batalla con las tres propuestas de Satanás, a las cuales Jesucristo no hizo ningún intercambio de consideración ni negociación posible.

Satanás encabezaba sus tentaciones con las palabras que había proclamado el Padre en el bautismo “Si eres hijo de Dios”.

La palabra griega que expresa el acto de “tentar” también significa “probar”, poner a prueba. Jesús rechazó las tentaciones dándole importancia definitiva y nivel de excelencia inapelable a las Sagradas Escrituras.

A la tentación relacionada con el pan, Jesús contestó “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre”.

A la tentación relacionada con el dominio del mundo, Jesús respondió: “Escrito está: Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a Él.”

A la tentación relacionada con la demostración de poder, Jesús afirmó: “También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”

Todas las posibilidades de debilidades humanas estaban compendiadas en estas tres tentaciones, no había acceso posible por parte de Satanás al que había venido a despojarlo de su poder aquí en la tierra. Casi parece una expresión protocolar lo que leemos y que expresa en términos de nuestra mente, lo que podemos entender.

Lo que realmente sucedió fue una batalla espiritual espectacular, que si se utilizaran los elementos con que hoy en día contamos, para expresar gráficamente cosas espirituales, veríamos rayos, tormentas, enfrentamientos difíciles de abarcar para nuestro conocimiento.

Lo que está escrito en Lucas es la representación para nuestra comprensión, de la verdadera lucha espiritual que se desarrolló en ese desierto. Para reafirmar esto, basta recordar el último versículo donde Lucas dice que el diablo agotó todo recurso de tentación. Un chico diría “¡Se quedó sin municiones!”. Hablemos un poco de él:

  • Satanás entró rápidamente en la escena con Adán y Eva y ahora también llegó rápidamente cuando vino el “Segundo Adán”.
  • El Diablo es llamado en la Biblia “la serpiente antigua”, que engaña al mundo entero. Es una persona, porque tiene todas las características de una persona. Su nombre Diablo, en griego significa “calumniador”. La palabra Satanás viene del hebreo y significa “adversario”.
  • El diablo peca desde el principio, es mentiroso y padre de mentira. 1 Juan 3:8.
  • Su obra es engañar a todo el mundo. Tiene acceso a la mente del hombre y le proporciona deseos antinaturales, mentiras, orgullo, idolatría, odio, criminalidad, robo, etc.
  • Tiene mucho poder y es muy peligroso, llega a hacer milagros. En la Biblia dice que anda como león rugiente buscando a quien devorar.


  1. No es omnipotente.
  2. No es omnisciente.
  3. No es omnipresente

    ¿ POR QUE FUE TENTADO JESÚS?

  1. Fue tentado para compadecerse de nosotros. “Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados” Hebreos 4:18. Ya que Satanás había vencido a Adán por la tentación, era necesario pasar por el mismo proceso y no ceder.
  2. Para vencer por las mismas armas que nos daría a nosotros para vencer a Satanás: la Palabra Escrita y el poder del Espíritu Santo en nosotros. Las contestaciones de Jesús afirmaron la autoridad expresa y documental de las Sagradas Escrituras. Esta autoridad, excede el mero hecho de manifestar una intención o ley escrita y se transforma en un arma, como está escrito, de doble filo, que aunque escrita, expresa leyes espirituales que no se pueden transgredir sin sufrir las duras consecuencias. 
  3. Pero el principal propósito de la tentación no era meramente el saber si Jesucristo podía ceder o no ante Satanás, sino que Jesús nunca haría ningún arreglo, ni componenda, ni trato con Satanás y estaba dispuesto a enfrentarlo con la palabra de Dios misma que el encarnaba. Como está escrito en Hebreos 1:1–2: “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días nos ha hablado por medio de su Hijo. A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo.”


  1.      JESÚS ES GUIADO POR EL ESPÍRITU AL DESIERTO (Lucas 4:1–2)

Lucas 4:1–2.
Aquí, Lucas reanuda el relato de la preparación del ministerio del Señor que quedó interrumpido en Lucas 3:23. Jesús estaba lleno del Espíritu Santo (cf. Lc 3:22; Lc 4:14, 18). Es interesante que el Espíritu lo llevó al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. El lugar tradicional de la tentación de Jesús es una zona árida que se encuentra al noroeste del mar Muerto. El tema de los “cuarenta días” es sobresaliente en el A.T. (cf. Gn. 7:4; Éx. 24:18; 1 R. 19:8; Jon. 3:4).

No es accidente que la tentación de Jesús durara ese mismo período, al igual que la peregrinación y prueba de Israel duraron cuarenta años en el desierto. Las respuestas de Jesús a las tentaciones de Satanás citando Deuteronomio, capítulos 6 y 8, indican con certeza que tenía en mente la experiencia de su nación en el desierto. Y sin embargo, aunque los israelitas fueron milagrosamente alimentados en el desierto, Jesús no comió nada.


  2.      TENTACIÓN EN EL ÁREA DE LAS NECESIDADES FÍSICAS (Lucas 4:3–4)

Lc 4:3–4.
Puesto que Jesús tenía muchísima hambre y necesitaba alimento (v. 2), no es sorprendente que el diablo tentara primero a Jesús para que convirtiera una piedra en pan. El Señor respondió a esta tentación citando Deuteronomio 8:3, donde Moisés recuerda al pueblo que Dios les había dado el maná. Aunque éste aparecía en el suelo, aún así constituía una prueba de fe para ellos porque tenían que creer que la palabra de Dios era de fiar para poder subsistir. Si no hubiera sido la voluntad de Dios que vivieran, ciertamente habrían muerto. Por tanto, no vivían sólo de pan. Asimismo Jesús, sabía la palabra de Dios y conocía el plan que estaba frente a él. Por eso, confiaba en el Padre y en su palabra para su sustento. Jesús sabía que no moriría en el desierto.


  3.      TENTACIÓN DE JESÚS EN LAS ÁREAS DE LA FAMA Y EL PODER
           (Lucas 4:5–8)

Lc 4:5–8.
Lucas invirtió el orden en que Mateo describió la segunda y tercera tentaciones. Esto quizá indique que hubo tentaciones continuas en estas dos áreas. La segunda que Lucas relata es el ofrecimiento hecho a Jesús para que obtuviera control de todos los reinos de la tierra.

La condición era que adorara (proskynēsēs, lit., “doblar la rodilla ante”) al diablo. Esto significaría que aunque Jesús obtuviera el gobierno del mundo, dependería de Satanás y no de Dios el Padre y de su plan. Una vez más, Jesús utilizó las palabras de Moisés para combatir la tentación.

En el pasaje original (Dt. 6:13), Moisés advirtió al pueblo acerca de sus actitudes cuando finalmente entraran a la tierra prometida y alcanzaran cierta gloria y dominio. La tentación para ellos sería alabarse a sí mismos y olvidarse de adorar a Dios. Jesús, al citar este versículo, mostró que no cometería ese error. Él daría honor a Dios en vez de tomarlo para sí mismo y no fracasaría como Israel.


  4.      LA TENTACIÓN DE JESÚS EN EL ÁREA DEL TIEMPO DE SU MINISTERIO             ( Lucas 4:9–12)

Lc 4:9–12.
El diablo trató de hacer que Jesús cambiara el tiempo y la estructura de su ministerio. Jesús sabía que debía ir a la cruz y morir por los pecados del mundo y que era el siervo sufriente (Is. 52:13–53:12).

El diablo desafió a Jesús a lanzarse desde el pináculo del templo. Éste tal vez estaba en la esquina sureste del muro, desde donde se divisaba el profundo valle del Cedrón. Satanás esperaba que la nación lo aceptara inmediatamente al ver la protección milagrosa de Jesús al efectuar tal salto. El diablo incluso citó Salmos 91:11–12 para hacer ver que el Mesías sería librado del peligro.

Sin embargo, Jesús estaba consciente de lo que esto implicaba. Recibir la aceptación del pueblo sin ir a la cruz, pondría en duda que Dios realmente era parte del plan. Esa fue exactamente la situación de que Moisés escribió en Deuteronomio 6:16, el cual citó Jesús. Moisés se refirió a un momento en el que el pueblo se preguntaba si Dios estaba realmente con ellos (Éx. 17:7). Pero Jesús estaba seguro del hecho de que Dios estaba con él y que el plan y tiempo divinos eran perfectos. Por ello, el Señor no cedería ante la tentación de Satanás.


  5.      SATANÁS SE ALEJA DE JESÚS (Lucas 4:13)

Lc 4:13. El diablo se alejó, no permanentemente, sino sólo hasta hallar un tiempo más oportuno.
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miércoles, 1 de junio de 2016

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El Evangelio satelital del Verbo
El Evangelio de Juan
“Tengo el hábito de declarar que este evangelio constituye la llave que abre la entrada a la comprensión de los otros tres.”
Juan Calvino
Como un satélite surcando el espacio, el Evangelio de San Juan nos lleva de eternidad a eternidad en veloz órbita. Podría compararse a un satélite espiritual que nos conduce desde aquel comienzo indefinible de “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1), hasta las moradas celestiales en la casa del Padre (14:1–3).

Este Evangelio muestra una marcada diferencia con los sinópticos (llamados así por tener el mismo punto de vista y un bosquejo en común del ministerio de Jesucristo). Esta diferencia nos recuerda las distintas facetas de la personalidad de un gran hombre según son percibidas por distintas personas, quienes luego las interpretan de modo distinto y seleccionan lo que creen más apropiado o útil.

  • Mateo escribió con el propósito de convencer a los judíos de que en Jesús se cumplen las profecías mesiánicas.
  • El objetivo de Marcos fue hacer un breve relato del ministerio de Jesús, especialmente dirigido a los romanos.
  • El propósito inmediato de Lucas fue presentar a Teófilo la cronología de la vida de Jesús a fin de asegurarle que la instrucción cristiana era verdadera.
El testimonio central del Evangelio de Juan es 3:16, mientras que todo el libro enfatiza que Jesús es el eterno Hijo de Dios enviado al mundo para salvación del hombre.

Los sinópticos presentan la enseñanza pública de Jesús. Juan muestra la enseñanza informal de Jesús con sus amigos, y narra los encuentros informales con sus enemigos.

Marcos comienza la historia de Jesús en el Jordán; Mateo y Lucas en Belén; Juan va al comienzo de la historia y aun antes, a la eternidad.

Los sinópticos describen un ministerio casi en su totalidad galileo. Juan sitúa la mayor parte del ministerio de Jesús en Judea y Galilea.

La intención de Juan no es ser didáctico. Combinando narrativa y discurso, hace una interpretación del evangelio presentando hechos históricos. Para Juan no tendría valor la mera presentación de los hechos sin el significado revelado por el Espíritu Santo.

El Evangelio de San Juan es como una irrupción divina al mundo. Apenas abrimos sus páginas hallamos una invasión personal, física, temporal y redentora de parte de Dios en la persona de su Hijo Jesucristo: 

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14)
.
El mensaje principal del Evangelio es la deidad de Cristo, pero no por ello deja de presentar su aspecto humano 
  • Jesús se cansa en el viaje por Samaria en Juan 4:6
  • llora ante la tumba de Lázaro en Juan 11:35
  • tiene sed en la cruz en Juan 19:28). 
El Verbo encarnado era Dios, pero también era un ser real de carne y hueso.

Juan realizó su elección de incidentes con un propósito práctico y específico brillantemente resumido en Juan 20:31. El deseaba:
  1. Crear en sus lectores la convicción de que Jesús es el Cristo, el Mesías prometido por Dios durante siglos.
  2. En virtud de esa convicción, llevarlos a la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo.
La fe de los lectores es el motivo principal de Juan. Fe en dos aspectos, ya sea para ser transmitida por vez primera o bien para ser confirmada.

El teólogo australiano León Morris declara: “El Evangelio de Juan es como una piscina donde una criatura puede chapotear y un elefante puede nadar.” Es tan sencillo como profundo, tanto para el nuevo en la fe como para el cristiano maduro.

Por la manera en que explica costumbres y términos judíos (Juan 2:6; Juan 4:9; Juan 19:17; Juan 20:16), se desprende que Juan no tenía en mente un público judío.

El evangelista escribe con simplicidad tanto en el vocabulario como también en la construcción, pero es una sencillez majestuosa en su manera directa y solemne. Martín Lutero señaló: “Nunca en mi vida he leído un libro con palabras más simples, y sin embargo las palabras son inenarrables.”

El Evangelio muy probablemente haya sido escrito en Efeso, en ese momento lugar de residencia de Juan, y publicado poco más de medio siglo después que los eventos tuvieron lugar, es decir entre los años 90 y 100 de la era cristiana.

No mucho tiempo después de su publicación, el Evangelio de Juan fue unido a los sinópticos para formar un solo volumen con ellos. Por lo general los evangelios circulaban en forma conjunta, no separada.

Cabe destacar que el texto del Evangelio no incluye la mención del nombre del autor, pero la evidencia apunta a que fue Juan, el discípulo amado de Jesús. En la narración descubrimos que el autor tuvo que haber sido testigo ocular de los acontecimientos (ver Juan 1:39 y sig.; Juan 4:6; Juan 13:21 y sig.; caps. 18–21), algo que se reafirma en Jn 19:35 y Jn 21:24.

Juan era hijo de Zebedeo y Salomé (Mt. 27:56; Mr. 15:40; 16:1) y hermano menor de Jacobo (quien siempre precede a Juan cuando se los nombra a ambos). Los dos hermanos son llamados Bonaerges (Mr. 3:17), que significa hijos del trueno, quizás por su naturaleza impetuosa (Lc. 9:54) o por su autoridad y poder espirituales. Es interesante notar que en hebreo “trueno” equivale también a “voz de Dios”.

Juan era un pescador de Galilea y junto con su hermano Jacobo y el apóstol Pedro formaba parte del círculo de amigos íntimos del Señor Jesús. Podemos identificar a Juan con el discípulo amado (Jn 13:23; Jn 19:26; Jn 21:20), quien recibió del Señor el encargo de velar por su madre María como si fuera su propia madre. El fue el discípulo que siguió a Cristo a su juicio y a la cruz (Jn 18:15; Jn 19:26).

Tal vez precisamente por ser el discípulo amado de Jesús haya querido escribir el evangelio. Tuvo una posición privilegiada en su proximidad espiritual al Maestro, pero a propósito evita usar su propio nombre en la narración.
Las cinco grandes divisiones del libro son:
I.
Prólogo (Jn 1:1–18)
II.
Ministerio público de Jesús hacia los judíos (Jn 1:19–12:50)
III.
Ministerio privado hacia los discípulos (Jn 13:1–17:26)
IV.
Clímax pascual (Jn 18:1–20:31)
V.
Epílogo (Jn 21:1–25)
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lunes, 30 de mayo de 2016

Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Los que influenciaron en la vida mundial

LOS LÍDERES SOLITARIOS DE LA HISTORIA

Solo la verdad es siempre ofensiva.
—NAPOLEÓN BONAPARTE

¿La Soledad es mala compañera?

Todos los líderes han experimentado que llevar una organización, empresa o congregación al máximo de su potencial conlleva sufrir un gran desgaste físico y emocional.

Cuando las fuerzas desaparecen de repente y el líder se siente desfallecer, el alejamiento por un tiempo del problema y la soledad puede ser un instrumento positivo para retomar su liderazgo.

Esta experiencia ha sido la escuela de muchos líderes. Hombres como Napoleón, Mandela o Churchill se encontraron solos, en muchos casos abandonados y traicionados, pero la soledad les sirvió para rehacer sus carreras, retomar las riendas de sus países y experimentar un profundo cambio interior. La única manera de edificar una empresa, iglesia o nación es construir dentro de nosotros unos sólidos cimientos interiores.

El proceso en todos ellos fue siempre el mismo, aunque cada uno sacó una lección distinta, ya que sus circunstancias eran radicalmente diferentes:

  • aceptación, 
  • reconstrucción, 
  • planificación y 
  • recuperación del liderazgo.

El efecto isla

Napoleón, el hombre más poderoso de Europa, encerrado en veinte kilómetros cuadrados.

Napoleón, el hombre más poderoso de Europa, estaba sentado aquel 4 de abril de 1814 frente a sus mariscales. Todos ellos le debían sus cargos y carreras, pero en ese momento estaban presionándole para que dejara su puesto.

La Coalición había penetrado en territorio francés con un ejército de medio millón de hombres y la situación era insostenible. Como el emperador de los franceses siempre había sido un tenaz negociador, logró abdicar en su hijo, imponiendo algunas condiciones, pero dos días más tarde, cuando uno de sus hombres de confianza, Marmot, le traicionó, tuvo que rendirse a la evidencia de su derrota.

El 11 de abril, en el Tratado de Fontainebleau, Napoleón renunciaba a la soberanía de Francia y aceptaba exiliarse junto a su familia a la isla de Elba, una minúscula ínsula italiana en medio de la nada. Su estado de ánimo era tan bajo que declaró: «Estoy molestando […] ¿Por qué no terminan con todo esto?».

Tuvo que exiliarse de Francia como un proscrito, disfrazado con uniforme austriaco y protegido por el ejército inglés, para que los monárquicos no le ahorcaran.

La llegada a la isla del hombre más poderoso de Europa debió de ser patética. Allí no había nada que hacer, su salud estaba seriamente quebrantada y todavía no era consciente de la profunda soledad que estaba a punto de apoderarse de su existencia. La isla no había sido elegida al azar, se parecía al sitio en el que se había criado de niño, Córcega, y a su querida ciudad de Ajaccio. Hermosas montañas, profundos acantilados y arenosas playas bañadas por el mar Mediterráneo. La tierra era muy fértil y ofrecía productos exquisitos, que una persona enferma, y sobre todo frustrada, hubiera disfrutado, renunciando a la acelerada y estresante vida de París.

El emperador tenía una máxima que no podía olvidar en medio de aquel paraíso obligado: «El pensamiento principal de un hombre bien situado es conservar su puesto».

Durante aquellos meses, aquel gran emperador se dedicó a gobernar aquella minúscula isla, construyendo carreteras, un hospicio y un teatro. Al final regresó a Francia, pensaba que su destino no había terminado. Aquella corta estancia en soledad le había ayudado a recuperar fuerzas, superar la traición de sus colaboradores y animarse a reconquistar el poder. Napoleón tenía tan solo cuarenta y cinco años. Pero ¿cómo sería recibido por el pueblo? Ya no contaba con su antiguo poder ni su ejército.

El plan de Napoleón era muy simple. Desembarcó en el golfo de Juan cerca de Cannes y se dirigió a una de las ciudades de los Alpes, Grenoble, que aún le guardaban lealtad. Cuando unos soldados estuvieron a punto de detenerle, él les dijo: «Si alguno de vosotros quiere matar a su emperador, aquí estoy…».

Unos días más tarde, sin haber disparado un tiro, Napoleón dormía en las Tullerías; en veinte días en Francia había recuperado el poder.

¿Por qué ayudó tanto a Napoleón ese tiempo de soledad? ¿Cómo fue su proceso de recuperación? ¿Qué aprendió de sus colaboradores? Lo primero que tuvo que aceptar Napoleón Bonaparte fue que tenía limitaciones. Luchó en todos los frentes y se rodeó de enemigos muy poderosos.

John C. Maxwell, en su libro Los 5 niveles de liderazgo, definió bien esta Ley del Tope:
Toda persona tiene un límite en su potencial de liderazgo. No todos estamos dotados por igual. El desafío que enfrentamos es crecer y desarrollar nuestro pleno potencial de liderazgo, aumentando así el límite de nuestra capacidad de liderazgo.

Napoleón había superado los límites de sus fuerzas físicas, de sus ejércitos y de la capacidad de sufrimiento de sus hombres por la causa del Imperio francés.

Dale Carnegie lo definía con la metáfora: «Si quieres recoger miel, no des puntapiés a la colmena».

Cuando llegó a la isla de Elba comenzó su proceso de cambio el «efecto Isla»: aceptación, reconstrucción, planificación y recuperación del liderazgo.

Primero aceptó que era un hombre derrotado. Su famosa frase encierra una gran verdad: «La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana».

Después de unos primeros momentos difíciles en los que tuvo que recuperarse físicamente y asumir la traición de sus mariscales, enseguida se puso a buscar cómo reorganizar su mente y volver a implementar en pequeña escala su visión del gobierno. Construye carreteras (progreso), un teatro (cultura y educación) y un hospicio (derechos sociales).

Lo primero que hace Napoleón al enterarse de la situación en Francia, donde su sustituto Luis XVIII no termina de agradar ni a monárquicos ni a republicanos, es planificar su retorno. Su plan está trazado al detalle. Acude a una de sus ciudades afines, busca el apoyo de sus antiguos camaradas y después va a la conquista de París.

Una vez recuperado el poder corrige su primera idea, la que lo ha llevado a perderlo todo. Por ello dice a sus hombres en una verdadera declaración de intenciones:
Como en otro tiempo de Egipto, he regresado ahora porque la patria estaba en peligro […] No quiero hacer más la guerra. Es menester olvidar que hemos sido los amos del mundo […] Antaño, yo perseguí el fin de fundar Estados Unidos de Europa, y para esto era necesario permitir ciertas instituciones que debían garantizar la libertad de los ciudadanos. Ahora, mi única mira es el afianzamiento de Francia…

Steve Jobs hizo algo parecido al regresar a Apple, su empresa Next había sido comprada por su antigua compañía para utilizar su software. Jobs intentó volver a dominar su antigua compañía, pero sin utilizar su arrolladora personalidad. Se reunió con el gerente de aquel entonces, Gilberto Amelio, y simplemente ocupó su puesto:
Así pues, esa tarde y para su sorpresa, Amelio recibió una llamada de Jobs: Bueno, Gil, solo quería que supieras que he estado hablando hoy con Ed sobre todo este asunto y me siento muy mal por todo ello —afirmó—. Quiero que sepas que yo no he tenido nada que ver con este giro de acontecimientos. Es una decisión que ha tomado el consejo, pero me pidieron asesoramiento y consejo…

El «efecto isla» transformó la visión de Napoleón, le hizo superar sus debilidades físicas y emocionales, aceptar la traición de sus colaboradores, comenzar a aplicar sus habilidades, para después planificar su regreso y recuperar su puesto. Pero a veces la soledad escogida produce otros cambios fundamentales en la mentalidad del líder.

Veamos cómo la prisión transformó la vida de Nelson Mandela.

El efecto piedra

Nelson Mandela pasó diecisiete años en la prisión de la isla de Robben y descubrió cómo se partían las rocas del rencor.

La vida de un líder verdadero nunca es fácil. No importa que lo sea en el terreno de las finanzas, la política o la religión. Los líderes abren la marcha y enseñan el camino, por eso son los primeros en encontrar los obstáculos y luchar contra los antagonistas.

Siempre que te salgas del camino trillado por el resto de personas, te llamarán loco, temerario, raro, irresponsable o engreído. En el mejor de los casos te cubrirán de críticas, se mofarán de ti o puede que tu atrevimiento sirva para que alguien te reemplace, pero si el camino emprendido es el verdadero, al final terminarán todos por reconocer que fuiste el primero en llegar.

Muchos son los que pueden acercarse a nosotros para halagarnos cuando hemos tenido cierto éxito o servimos en algún cargo de relevancia, pero siempre serán muchos menos los que nos apoyen, cuando nadie crea en nosotros.

Nelson Rolihlahla Mandela fue uno de esos hombres que no cedió hasta ver sus sueños hechos realidad. Mandela era un joven perteneciente a la casa real de uno de los clanes que componían el complejo mosaico de tribus en Sudáfrica. Su padre, Gadla Henry Mphakanyiswa, era uno de los principales consejeros del rey Thembu.

Mandela fue el primer miembro de su familia en acceder a una educación occidental, de hecho fue su profesora la que le puso el nombre británico de Nelson, aunque sus padres le habían llamado Rolihlahla, que significa textualmente «alborotador». Sus padres eran cristianos y por eso le enviaron a una escuela metodista.

Mandela quedó huérfano de padre a los nueve años, pero la influencia de este le acompañaría toda su vida, ya que de él heredó el carácter rebelde y su deseo de justicia.

Mandela no se perdía ningún servicio religioso durante su infancia y adolescencia.

Estudió con ahínco, ya que sabía que de mayor se convertiría en uno de los consejeros del rey, como lo había sido su padre años antes. Tras su paso por la educación secundaria, estudió en la Universidad de Fort Hare, dedicada a la élite de los negros del país.

Durante esta etapa se mantuvo en una línea conservadora, alejada de las reivindicaciones del Congreso Nacional Africano, que se había creado en 1911 para defender los derechos de los negros en Sudáfrica.

Tras su llegada a Johannesburgo, la capital, para huir de un matrimonio arreglado por su familia, consiguió algún trabajo precario hasta lograr entrar en un bufete de abogados. Siguió formándose en el curso por correspondencia de la Universidad de Sudáfrica. Más tarde estudió en la Universidad de Witwatersrand, convirtiéndose en el primer estudiante negro del campus.

  • ¿Qué sucedió en la vida de este joven estudiante negro para que terminara en una de las peores cárceles de Sudáfrica? 
  • ¿Por qué abandonó su prometedora carrera de abogado y su futura acomodada vida por los más desfavorecidos? 
  • ¿Cómo superó la tentación del odio cuando llegó al poder?

Sudáfrica era un país basado en el odio y la desconfianza. Una desconfianza nacida entre las clases sociales, las razas, los grupos étnicos y nacionales.

  • El inglés desconfiaba del holandés, 
  • este del africano negro y 
  • este a su vez de la comunidad hindú que habían instalado los británicos por ser una fuerza de trabajo más dócil. 
Todo ese odio y desconfianza podía convertir al país en una verdadera bomba de relojería, por eso Mandela descubría la poderosa fuerza del amor. Sus palabras parecen cargadas de la autoridad que da la razón y la sabiduría del hombre que sabe perdonar: «El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón del hombre que el odio».

¿Dónde aprendió Nelson Mandela a amar?
La cárcel parece un lugar extraño para aprender a amar. Sobre todo cuando uno atraviesa las gruesas puertas de una prisión y nota la maldad que se respira dentro.

Durante unas semanas he estado visitando una cárcel en mí país para impartir un taller gratuito. Después de atravesar cuatro gruesas puertas y llegar hasta el pabellón de los reclusos te sorprenden dos cosas.

  • La primera es la angustia que produce el saberse encerrado y 
  • la segunda es el poco afecto o amor que hay dentro. 
Los hombres que acudieron al curso eran personas encantadoras, agradecidas y con ganas de aprender, pero, sin duda, en el día a día debe de ser duro para ellos estar encerrados. Sin nadie en quien confiar, intentaban pasar desapercibidos, pero al mismo tiempo haciéndose respetar por el resto.

Nelson Mandela estuvo acusado en varias ocasiones, pero logró evitar la cárcel o salir de ella tras un breve periodo. En el año 1962, las cosas iban a cambiar radicalmente.

¿Qué había sucedido? Tras su gira africana, su notoriedad había crecido y la presión que algunos países del entorno comenzaban a hacer contra el apartheid, hizo que su gobierno le viera como un peligro.

El arresto se produjo el día 5 de agosto, durante un viaje en coche con Cecil Williams. Mandela fue arrestado cerca de la ciudad de Howick y encarcelado en la prisión de Johannesburgo de Marshall Square. La acusación era incitación a la huelga y la salida del país sin permiso. Mandela ejerció como su propio abogado. El joven letrado quería convertir el proceso en un juicio contra el estado, pero el gobierno no cedió y fue sentenciado a cinco años de cárcel.

El paso del sacrificio, del líder que ocupa en sus propias carnes el lugar de su pueblo, convirtió a Mandela en un mito. Muchos hombres de Dios son admirados, pero muy pocos se convierten en un mito. Al fin y al cabo, el mito es siempre la creación de un sistema que otros pueden imitar y que funciona igual. El gobierno sudafricano estaba creando en su injusto sistema penitenciario a uno de los hombres más influyentes del siglo XX.

Un año más tarde de su encarcelamiento, el descubrimiento de unos papeles inculpatorios del partido fue la excusa perfecta para que la fiscalía aumentara su pena en un nuevo juicio. Ahora los cargos eran mucho más graves, ya que se le acusaba de sabotaje y conspiración para derrocar violentamente al gobierno.

Mandela llegó a pronunciar una famosa frase, tomada de otra persona, intentando demostrar su inocencia en el caso: «La historia me absolverá».

Mandela sufrió una derrota procesal, pero una amplia victoria moral. Tanto las Naciones Unidas como el Consejo Mundial de la Paz pidieron la anulación del juicio. Se produjeron protestas por todo el mundo. La situación de Sudáfrica saltaba al conocimiento de la opinión pública internacional.

La isla de Robben fue el terrible hogar de Nelson Mandela durante veinte años, pero también una terrible escuela de humildad y perdón.

La actitud de Nelson Mandela me recuerda las palabras del jefe de una gran multinacional que decía a sus empleados: «Caballeros, este año la estrategia será la honestidad»

Lecciones aprendidas
La honestidad de Nelson Mandela le llevó a una terrible cárcel de Sudáfrica, pero allí aprendió cuatro lecciones:

  1. lo que no te destruye te hace más fuerte, 
  2. el desarrollo de nuestro mundo interior es imprescindible para liderar, 
  3. el odio destruye y 
  4. el amor es la fuerza más poderosa del mundo.

La celda de Mandela era poco más que un cuchitril, con una cama en el suelo, una mínima mesita, una manta y un cubo para depositar sus necesidades. La mayor parte del tiempo el preso estaba aislado, ya que eran celdas individuales. De esta manera se buscaba minar la moral del condenado. Muchos hombres se vuelven locos al sentirse aislados; de hecho, el aislamiento es un castigo adicional a la prisión.

En la propia cárcel había discriminación racial. Los negros no se mezclaban con los blancos y recibían menos comida. Los presos políticos eran peor tratados que los comunes. En su biografía se describe el mal trato recibido durante su estancia en prisión.

A pesar de todo, descubrió que la prisión le hacía más fuerte. Cada día les obligaban a picar piedras; él se dio cuenta de que la piedra más dura es el corazón humano. Si era capaz de doblegar el suyo, no sucumbiría al odio ni al rencor.

Moisés fue uno de los ejemplos más claros de líder que ha de pasar por la soledad para recibir las instrucciones y leyes para dirigir al pueblo de Israel. El proceso de maduración del líder implica una soledad escogida, en la que poder meditar y poner en marcha nuestro proyecto.

La segunda cosa que aprendió Nelson Mandela fue el desarrollo de su mundo interior: la soledad, en este caso obligada, le ayudó a conocerse mejor a sí mismo, a controlar su ira, su frustración y hacer cambios en su hombre interior. El autocontrol, la disciplina, la paciencia son habilidades que ayudan a los líderes a llegar a sus metas.

La tercera lección de Nelson Mandela fue la superación del odio que destruye. Los negros odiaban a los blancos por todos aquellos siglos de esclavitud y opresión. Los blancos odiaban y temían a los negros, pensando que si los liberaban o les daban más libertad, tomarían venganza. Cuanto más se odiaban, más daño se hacían mutuamente. Por eso Nelson Mandela fomentó una gran campaña de reconciliación cuando llegó al poder. Él mismo había experimentado esa regeneración en la prisión.

Durante el periodo que pasó en la prisión de Pollmoor buscó tener una mejor relación con los guardas y el alcaide. Los miembros del gobierno comenzaron a reunirse con él secretamente, para llegar a pactos, pero él quería romper con el estado racista y que se avanzara en las reformas de integración de la población negra y no cedió. Cuando llegó al poder impidió cualquier clase de linchamiento hacia los blancos. La cadena del odio y de la venganza debía romperse definitivamente.

La cuarta cosa que intentó poner en práctica fue la fuerza del amor. No es suficiente con no odiar. Necesitamos amar, para poder relacionarnos con nuestro prójimo. No nos preocupará el bienestar o la mejora de la vida de las personas que nos rodean si no sentimos nada hacia ellas.

Jesús anunció esta verdad del amor incluso a los enemigos, para terminar con la desconfianza innata del hombre. Él declaró esta máxima: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mt 7.12).

Nuestro liderazgo debe aprender el «efecto piedra». La única manera de no sucumbir ante la envidia, el odio, el rencor y la ira es destruyendo para siempre esa piedra del orgullo que nos separa de los demás.
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lunes, 16 de mayo de 2016

En la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche...Ustedes que pretenden ser justificados en la ley, ¡han quedado desligados de Cristo y de la gracia han caído!

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Abraham y el Cristianismo

Las raíces judías del cristianismo

 Al leer el Nuevo Testamento resulta claro que uno de los asuntos que la iglesia tuvo que enfrentar fue el de su relación con Israel y con las eternas promesas hechas a Abraham y sus descendientes.

Según el testimonio de los evangelios, incluso durante su vida hubo quien asoció a Jesús con Elías, con Juan el Bautista o con uno de los profetas (Mt 16:14; Mc 6:15; 8:28; Lc 8:9, 19).

En sus enseñanzas, Jesús se refirió repetida y constantemente a los textos sagrados de Israel. Lo mismo fue cierto de sus primeros seguidores y de todos los escritores del Nuevo Testamento. Incluso Pablo—el «apóstol a los gentiles», que por lo general comenzaba su misión hablando en la sinagoga de cada ciudad a la que llegaba—en su predicación constantemente citaba la Biblia hebrea; aunque es cierto que siguió la traducción griega que ya existía y, según Hechos, su predicación fue sobre «la esperanza de Israel» (Hch 28:20).

 Según los evangelios, algunos de los líderes religiosos de Israel creyeron ver en Jesús un peligro para su nación y su religión. Para prevenir esto, lo entregaron a las autoridades romanas para que fuera crucificado.

Cuando los discípulos de Jesús comenzaron a predicar—después de los acontecimientos de Semana Santa y Pentecostés—tuvieron que enfrentarse a la oposición de muchos miembros del concilio judío, quienes les ordenaron abandonar esas actividades y los castigaron cuando se negaron a obedecer.

 Conforme el cristianismo se fue extendiendo por el mundo gentil, muchos de sus primeros conversos fueron judíos, además de otras personas a quienes los judíos llamaron «temerosos de Dios» (quienes creían en el Dios de Israel y que seguían la mayoría de las enseñanzas morales de las escrituras hebreas, pero que todavía no estaban listos para aceptar la circuncisión, ni seguir todas las leyes rituales y las dietas de los judíos).

Tradicionalmente, cuando esos temerosos de Dios decidían hacerse judíos, solamente se les aceptaba como miembros del pueblo de Israel a través de una serie de actos que incluían un rito bautismal. Una vez realizado, se les consideraba «prosélitos». Sin embargo, a estas personas temerosas de Dios la predicación cristiana les ofreció una nueva opción. Ahora podían unirse a la iglesia a través de un proceso que también culminaba en un rito bautismal, pero dentro de esa comunidad podían adorar al Dios de Israel sin tener que someterse a las prácticas rituales judías que antes se habían interpuesto en su camino.

A tal grado tantos judíos aceptaron la predicación cristiana—a Jesús como el Mesías prometido—que, por varias décadas, una buena parte de los miembros de la iglesia fue de origen judío.

 Algunos vieron al cristianismo como una nueva forma del judaísmo que parecía hacer más accesible la vida religiosa en medio de una sociedad donde los judíos ortodoxos temían mancharse por su contacto con los inmundos gentiles.

Desde esta perspectiva, el cristianismo parecía ser una forma menos estricta del judaísmo. Sin embargo, esta era la continuación de una tendencia que ya había aparecido bastante tiempo antes entre el pueblo judío. Incluso antes del advenimiento del cristianismo hubo judíos que estaban buscando maneras de construir puentes entre su tradición hebrea y la sociedad y cultura helenistas. Para esos judíos, y no solo para los temerosos de Dios, el cristianismo parecía ser una atractiva alternativa.

Debido a esto surgió un espíritu de competencia y sospecha entre los cristianos y los judíos. Una competencia que por lo general se centró en la cuestión de quién interpretaba las Escrituras correctamente.

Los cristianos reclamaron para sí la Biblia hebrea y acusaron al judaísmo de interpretar mal sus propias Escrituras. Insistieron en que había profecías en la Biblia hebrea que apuntaban a Jesús.

Incluso, entre los cristianos pronto comenzaron a circular listas de «testimonios»: pasajes de los profetas y de los otros libros sagrados de los judíos que, según los polemistas cristianos, predecían la llegada de Jesús y muchos de los acontecimientos de su vida.

En el fragor de la competencia y la controversia, los cristianos comenzaron a culpar a los judíos en general por la muerte de Jesús, y no, como en realidad fue el caso, únicamente a la cúpula religiosa de Jerusalén. Culpar a los judíos por la muerte de Jesús tuvo el doble papel de ser un instrumento útil para los cristianos en su polémica contra los judíos y, al mismo tiempo, les permitió dejar a un lado el hecho de que Jesús había sido ejecutado como un criminal subversivo por el poderoso imperio romano.

 Durante esa polémica y competencia, el judaísmo también se hizo más rígido en su oposición al cristianismo, particularmente después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., que los dejó sin templo e identidad territorial. Hasta ese entonces, el judaísmo había sido la religión de un pueblo que tenía una tierra y un antiguo centro de culto. Así pues, se vio en la necesidad de definirse a sí mismo de una manera que no incluyera el templo ni la tierra, además de competir por un lugar dentro de la multitud de religiones que circulaban en el mundo grecorromano.

En esa competencia, su rival más serio fue el cristianismo, precisamente porque éste tenía raíces judías y reclamaba para sí buena parte de la tradición religiosa de Israel. El resultado fue un nuevo despertar del judaísmo cuyo centro fue Jamnia (hoy Yavneh, en Israel), donde algunos eruditos judíos se dedicaron al estudio y también a polemizar contra los cristianos.

En el año 90 d.C., los rabinos reunidos en Jamnia hicieron una lista de libros oficiales (el canon) de las Escrituras hebreas. Todavía se debate si lo hecho en Jamnia fue sencillamente una confirmación de aquello que los judíos habían creído por largo tiempo, o hasta dónde solamente fue una reacción en contra del cristianismo y su propaganda.

En todo caso, el canon de Jamnia excluyó muchos de los libros más recientes que, por varias razones, también fueron algunos de los más citados entre los cristianos.

 Hoy se nos hace difícil entender los debates y controversias que todo esto provocó. Por largos siglos el cristianismo y el judaísmo han sido religiones con una identidad bastante clara, a pesar de que hayan existido diferentes escuelas, tendencias y grupos dentro de cada una de ellas. Durante buena parte de ese tiempo los cristianos ejercieron el poder político y social, y frecuentemente lo utilizaron para suprimir al judaísmo, para abusar a sus seguidores, y hasta para perseguirlos y matarlos. Sin embargo, la situación fue muy diferente durante los primeros siglos de la era cristiana, porque tanto el cristianismo como el judaísmo estaban tomando forma: el cristianismo por ser una nueva expresión religiosa, y el judaísmo porque estaba aprendiendo a vivir bajo nuevas circunstancias (ya sin tierra y sin templo). Así pues, ni el judaísmo ni el cristianismo eran exactamente lo que son hoy. Y por largo tiempo hubo duda sobre cual sería el resultado final de esa competencia.

 La Biblia hebrea
 Al igual que Jesús, los primeros cristianos fueron judíos, y no creyeron ser parte de una nueva religión.

Estuvieron convencidos de que las buenas nuevas—el evangelio—eran que en Jesús y su resurrección se habían cumplido las antiguas promesas hechas a Israel. En otras palabras, que con ello se cumplía «la esperanza de Israel».

Tal como el libro de los Hechos cuenta la historia, al principio los cristianos ni siquiera pensaron que el evangelio fuera un mensaje de esperanza para toda la humanidad. Solamente después de pasar por algunas experiencias extraordinarias fue que decidieron que esas buenas nuevas también eran para los gentiles.

A pesar de esto, basta con leer las epístolas de Pablo para darse cuenta de que las buenas nuevas para los gentiles consistían en que por la fe ellos también eran invitados a convertirse en hijos y herederos de Abraham. Tal como lo diría Karl Barth en el siglo veinte: que los gentiles podían convertirse en «judíos honorarios».

Como judíos—sin importar que lo fueran por descendencia biológica o por adopción mediante la fe—los cristianos tuvieron una Biblia, la Biblia hebrea.

Esta Biblia fue la que leyeron al reunirse para adorar a Dios, para tratar de discernir su voluntad y el significado de los acontecimientos de que habían sido testigos: la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

En el libro de los Hechos tenemos varios ejemplos sobre cómo Pablo—y otros cristianos—utilizó las Escrituras hebreas para decir a los otros judíos en las sinagogas que Jesús era el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham, y para invitarlos a creer en él.

Así pues, la primera Biblia cristiana fue la Biblia judía. Fue la que usaron para enseñar, la que usaron en las controversias y la que usaron en el culto. Al parecer, ni siquiera soñaron con añadirle otros libros a las Escrituras hebreas.

 Sin embargo, conforme la primera generación de testigos fue desapareciendo, los cristianos sintieron la necesidad de tener algún medio de instrucción que preservara las enseñanzas de aquellos primeros testigos.

Ya no bastaba con leer los libros de los profetas o la ley de Moisés en la iglesia, también se hacía necesario leer materiales que trataran más directamente sobre Jesús y los deberes y creencias cristianas.

De cierta manera las cartas de Pablo trataron de llenar esa necesidad. Dado que no podía estar presente en todas las iglesias que había fundado, entonces les escribió.

Sus cartas—con la excepción de su nota personal a Filemón—fueron escritas para que se leyeran en voz alta a toda la congregación.

Esas cartas fueron para instrucción, admonición, reto, inspiración, algunas veces para recolectar dinero y fueron dirigidas a iglesias específicas con necesidades específicas.

Aunque no conocía a la mayoría de los miembros, Pablo incluso se atrevió a escribir una larga carta a los cristianos en Roma. Al parecer lo hizo preparando el camino para la visita que tenía planeada a esa ciudad, pero el poder y discernimiento de esa carta fue tal que se siguió leyendo en la iglesia mucho tiempo después de la muerte de Pablo.

De hecho, el impacto de las cartas de Pablo provocó que muchas iglesias las copiaran y las compartieran entre sí, e incluso que las leyeran en los cultos y las usaran paralelamente a la Biblia hebrea como materiales de instrucción. Casi al final del siglo primero, cuando estuvo exiliado en Patmos, Juan «el teólogo» escribió un libro—Apocalipsis—dirigido a iglesias en la provincia romana de Asia. Pero muy pronto comenzó a circular entre otras iglesias de la región, y con el tiempo fue copiado, vuelto a copiar y leído en todas las iglesias.

 Pablo y Juan de Patmos escribieron para ocasiones específicas y, por lo tanto, no escribieron sobre toda la vida y enseñanzas de Jesús. Ellos todavía estaban vivos cuando algunas personas comenzaron a sentir la necesidad de documentos que se pudieran leer en la iglesia. Necesitaban documentos que presentaran toda la vida de Jesús y sus enseñanzas, y que se concretaron en lo que ahora llamamos evangelios. La mayoría de los eruditos están de acuerdo en que el primero fue el de Marcos, al que poco después le siguieron Mateo y Lucas, y al final el evangelio de Juan.

 Cuando estos libros se comenzaron a leer en la iglesia, los cristianos no debatieron si eran «Palabra de Dios» o no, o si eran inspirados. Al principio, parece que ni siquiera consideraron el asunto de su relativa autoridad en comparación con los libros de la Biblia hebrea.

 Simplemente los consideraron valiosos para su culto, en especial para esa parte del culto que principalmente consistía en la lectura y exposición de las Escrituras. Más o menos como a la mitad del segundo siglo, el escritor cristiano Justino Mártir dijo que los creyentes se reunían «en el día que comúnmente es llamado del sol», y que leían «según el tiempo lo permite, las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas».

Así pues, y al parecer sin mucho debate, fue en el contexto del culto que las «memorias de los apóstoles»—o tal vez los evangelios, o los evangelios junto con algunas de las epístolas—comenzaron a igualarse en autoridad con los profetas.

El reto de Marción
 Más o menos por la misma época en que Justino escribió las palabras ya citadas, se suscitó una controversia sobre la autoridad y valor de las Escrituras hebreas. En parte, esa controversia se debió a que algunos cristianos intentaron rechazar todo lo que fuese de origen judío.

Algunos creyentes cristianos se opusieron de tal forma al judaísmo que llegaron al extremo de intentar romper toda conexión entre su fe y la religión de Israel.

Por ejemplo, aunque fue una secta muy poco conocida, los ofitas (seguidores de la serpiente), decían que el verdadero héroe en el huerto del Edén había sido la serpiente porque intentó liberar a los humanos del poder tiránico del Dios de los judíos.

Los caininitas, tuvieron opiniones semejantes, aunque para ellos Caín fue el gran héroe. No está completamente claro hasta qué punto esas sectas hicieron uso de algunas de las doctrinas cristianas. En todo caso, Marción fue el más famoso y el más influyente de entre los cristianos que intentaron desconectarse de todo lo que se relacionara con la fe de Israel.

 Marción nació en la ciudad de Sinope, en el Mar Negro, y fue hijo del obispo cristiano de esa ciudad. Aunque se sabe poco de su juventud, a mediados del siglo segundo lo encontramos en Roma donde sus enseñanzas empezaron a causar gran revuelo.

Con el tiempo, sus seguidores se apartaron de la iglesia y fue así que surgió la iglesia marcionita con sus propios obispos y estructuras. La existencia de ese cuerpo eclesiástico rival fue la razón por la cual Marción fue tan influyente, y la razón por la que algunos de los líderes intelectuales de la iglesia (que escribieron tratados polémicos contra los judíos) también escribieron tratados contra Marción.

 Según Marción, no solamente había un contraste bastante marcado, sino hasta oposición entre el Dios de la Biblia hebrea y el Padre de Jesús.

Ni siquiera eran dos conceptos diferentes sobre Dios, ¡en realidad eran dos dioses diferentes! Según Marción, el Jehová de la Biblia hebrea era un dios inferior, un dios que—ya fuera por ignorancia o por maldad—había creado este mundo y ahora lo gobernaba.

Este era un dios vengativo que insistía en la justicia y en el castigo por la desobediencia, y cuya veleidad se manifestaba en el hecho de que había escogido arbitrariamente a los judíos como su pueblo privilegiado.

En contraste, según Marción, el Padre de Jesucristo—y el Dios de la fe cristiana—se encontraba muy por encima del pequeño dios de Israel, y muy por encima de cualquier preocupación por lo material o el mundo físico.

Este Dios altísimo perdonaba al pecador en lugar de demandar que se le pagara hasta lo más mínimo que se le debía. Éste no era el dios de la ley y la justicia, sino el Padre de amor y gracia, y el que había enviado a Jesús a este mundo de Jehová para salvar lo que se había perdido, es decir, a los espíritus humanos que Jehová había aprisionado en este mundo material que había creado.

 Según Marción, muy pronto la mayoría de los cristianos se olvidaron de ese mensaje, y solamente Pablo, el apóstol de la gracia, conservó el mensaje de amor y perdón del Dios altísimo.

A pesar de ello, Marción decía que hasta los mismos escritos de Pablo habían sido secuestrados por personas que no habían entendido ese mensaje, ni veían el contraste entre Jehová y el Padre. Así que corrompieron las epístolas de Pablo e introdujeron en ellas todo tipo de referencias a la Biblia hebrea y al Dios de Abraham y Jacob.

 Por eso, a diferencia del resto de la iglesia, Marción rechazó las ancestrales Escrituras de los judíos, no porque fueran falsas en el sentido de que faltaran a la verdad, sino porque eran la verdadera revelación ¡pero de un dios inferior!

Fue por eso que se sintió obligado a proponer una nueva Biblia cristiana, una que no incluyera los libros de los judíos o alguna referencia a esos libros por muy positiva que fuera. En realidad ese fue el primer canon del Nuevo Testamento, que incluyó diez epístolas de Pablo y el evangelio de Lucas.

Y es que, según Marción, este último fue uno de los verdaderos intérpretes del mensaje cristiano por haber sido acompañante de Pablo. Sin embargo, ¿qué hacer con las referencias a las Escrituras hebreas que contenían el evangelio de Lucas y las epístolas de Pablo?

Marción dijo que habían sido introducidas en el texto original por «judaizantes». Por lo tanto, los escritos de Lucas y Pablo tenían que ser limpiados de cualquier referencia a la Biblia hebrea o al Dios de los judíos. El resto de la iglesia se escandalizó con esas enseñanzas.

 Aunque es cierto que había conflictos y competencia entre judíos y cristianos, éstos últimos siempre habían reconocido sus raíces judías. La discusión con el judaísmo era sobre el asunto de si Jesús era el Mesías o no, pero nunca si el Dios de Abraham era el verdadero y Dios altísimo, o si ese Dios había creado todas las cosas.

Los textos de las Escrituras hebreas, que hasta ese entonces los cristianos habían empleado para probar a los judíos que Jesús era el Mesías, ahora habían empezado a tener un uso diferente. Es decir, se emplearon para probar que los libros donde aparecían esas declaraciones proféticas en verdad eran la Palabra del mismo Dios que había hablado en Jesús.

Por ejemplo, aunque por mucho tiempo los cristianos habían afirmado que el pasaje de Isaías 53 predecía que el Mesías sufriría (y contra el judaísmo lo habían usado para probar que Jesús era el Mesías), ahora lo usaron para refutar a Marción y probar que lo dicho por Isaías en verdad era Palabra de Dios
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viernes, 13 de mayo de 2016

Tengan por sumo gozo cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia...el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Aspectos íntimos de la Epístola de Santiago
                                  SANTIAGO...UNA EPÍSTOLA GENERAL ¿MAS?
Santiago comienza su carta con un encabezamiento y un saludo (Santiago 1:1), emplea los pronombres vosotros y nosotros a lo largo de su epístola y con frecuencia apela a sus lectores llamándolos “hermanos míos amados” o “hermanos míos”. 
El no identifica por nombre a ninguno de los destinatarios, no aporta información personal acerca de ellos ni menciona ningún detalle personal acerca de sí mismo. Concluye la epístola sin una bendición y un saludo final.

Esta carta no es, entonces, un documento personal sino más bien una epístola general. 
Las epístolas generales del Nuevo Testamento (las de Pedro, Juan y Judas y la Epístola a los hebreos) y otras cartas, preservadas durante siglos en las arenas de Egipto pero recientemente descubiertas, tienen la misma forma literaria. 

Algunos eruditos desean establecer una distinción entre los términos epístola y carta. Estos sostienen que las cartas por lo general exhiben temporalidad, en tanto que las epístolas muestran permanencia y universalidad. Otros, empero, consideran que estos términos son sinónimos.
1. Un discurso
Si usamos el término carta o epístola tenemos que describir lo que dicha palabra significa. ¿Es una carta el equivalente de un discurso o de un sermón? Consideremos primeramente esta pregunta, ¿es la epístola de Santiago un discurso? Algunos eruditos han señalado que esta epístola se parece a una diatriba. 
La diatriba, un tipo de discurso caracterizado por la ironía, la sátira y el uso de motes, era común en los círculos helenísticos. 
Algunos estudiosos han detectado similitudes entre las diatribas griegas y la epístola de Santiago, como el uso de preguntas retóricas, ejemplos tomados de la naturaleza y de la historia, juegos de palabras, el uso de la aliteración y la asonancia, analogías, refranes y citas.

Aunque las similitudes son obvias (véase, por ejemplo, la serie de breves preguntas, preguntas retóricas y mandamientos que se encuentran en Santiago 4:1–10), lo cierto es que Santiago no es un helenista sino un judío. 

Santiago es un escritor inspirado que en su epístola presenta la revelación de Dios. 
A causa del contenido sagrado de su carta tanto el sarcasmo amargo como la ironía y el uso de motes—rasgos característicos de las diatribas helenísticas—están ausentes. 

Por consiguiente, llegamos a la conclusión de que la Epístola de Santiago no debe ser considerada un discurso con el estilo de una diatriba. Entonces, si no es un discurso, ¿podemos llamar a esta carta un sermón?
2. Un sermón
El apóstol Pablo da instrucciones a la iglesia de Colosas de que lean la carta que les envió y que luego hagan un trueque con la carta que él envió a la iglesia de Laodicea (Col. 4:16). Y en su primera epístola a la iglesia de Tesalónica le dice a los creyentes: “Os encargo ante el Señor que este carta sea leída a todos los hermanos” (1 Ts. 5:27). 
Las cartas dirigidas a iglesias o individuos eran escritas “para ser leídas en la iglesia en voz alta”. Presumiblemente, la carta que Santiago envió a “las doce tribus dispersas entre las naciones” (Santiago 1:1) era leída en los cultos como un sermón del Pastor Santiago.

La Epístola de Santiago puede dividirse en dos partes aproximadamente iguales; 
  • los primeros dos capítulos constan de cincuenta y tres versículos y 
  • los últimos tres de cincuenta y cinco versículos. 
Las dos partes son, en efecto, dos sermones sucesivos que tocan temas comunes. 

Después del saludo, el primer sermón se inicia y concluye con el tema de la fe (Santiago 1:3; Santiago 2:26). 

El segundo comienza haciendo notar que nosotros, los que enseñamos, seremos juzgados, puesto que todos nosotros tropezamos con lo que decimos (Santiago 3:1–2), y termina aconsejando que al pecador se le convenza del error de su camino (Santiago 5:20). En suma, la Epístola de Santiago está compuesta por dos sermones.

Además, los sermones judíos de los primeros siglos de la era revelan similitudes notables con la carta que Santiago escribió a su grey dispersa. Estos sermones utilizan el diálogo, el método de dirigirse a los oyentes de las sinagogas llamándolos hermanos y los numerosos temas que se mencionan en la carta de Santiago.

No puede pasarse por alto la posibilidad de que Santiago haya predicado ante el auditorio de una sinagoga (Santiago 2:2) este material sermónico, el cual eventualmente se transformó en epístola. 

Esta epístola encarna las características de un sermón, pero el encabezamiento y saludo al principio de la carta hacen que no sea un sermón sino una epístola.
B. ¿Cuáles son las características de la epístola?
Principalmente, las características de esta carta son estilísticas y culturales.
1. Características estilísticas
En primer lugar, aunque la epístola esté escrita en un griego que puede compararse favorablemente con el mejor del Nuevo Testamento (es decir, con el griego de la Epístola a los hebreos), su estilo literario muestra un colorido peculiarmente hebraico. He aquí un ejemplo de paralelismo hebraico:
Santiago 1:9
Santiago 1:10a
el hermano
pero el
de condición humilde
que es rico
debería enorgullecerse
debería enorgullecerse
de su alta posición
de su baja posición
Otros ejemplos aparecen en Santiago 1:15, 17, 19–20, 22–23; Santiago 2:22; Santiago 4:7, 10.

En segundo lugar, la carta está llena de imperativos
Alguien ha llegado a contar 54 de ellos. El uso frecuente del imperativo indica que el escritor es una persona que habla con autoridad, y que cuenta con el respeto de los miembros de su iglesia. Al mismo tiempo demuestra su amorosa preocupación pastoral por aquellos a quienes se dirige.

En tercer lugar, el escritor comunica su mensaje eficazmente por medio de numerosos ejemplos y comparaciones tomados de la naturaleza y de la vida humana
En el primer capítulo, por ejemplo, se refiere 
  • al viento y a las olas, 
  • al sol naciente y al calor quemante, 
  • a la planta y a su flor, 
  • a las luminarias celestiales y a las sombras cambiantes, 
  • a la imagen del espejo y al dominio de la lengua. 
El estilo de esta epístola es atrayente: captura y retiene la atención del lector porque las imágenes que utiliza son naturales.

Finalmente, Santiago vincula oraciones y cláusulas repitiendo un verbo o un sustantivo. Hasta en la traducción esta característica estilística es evidente. Nótese este ejemplo tomado de Santiago 1:13–15:
Al ser tentado, ninguno diga: “Soy tentado por Dios”. Pues Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie; cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propio mal deseo. Entonces, cuando el deseo ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, cuando ha crecido totalmente, da a luz la muerte.
2. Características culturales
Santiago y sus lectores están totalmente familiarizados con los nombres que aparecen en la historia del Antiguo Testamento: Abraham, Isaac, Rahab, Job y Elías. 
La inclusión de estos nombres es una indicación preliminar de que Santiago dirige su carta a lectores cristianos de orígen judío.

A lo largo de su epístola, Santiago hace referencia a las tres partes del canon del Antiguo Testamento—
  • la Ley, 
  • los Profetas y 
  • la Literatura Sapiencial. 
Al dirigir la atención de sus lectores a la totalidad de la ley, los exhorta a guardarla (Santiago 2:10). Además, en cuanto a tener paciencia frente al sufrimiento, el escritor les dice que tomen como ejemplo a los profetas (Santiago 5:10). Y cuando les recuerda la perseverancia de Job, está haciendo alusión a la literatura sapiencial (Santiago 5:11).

Estas referencias indican que el Antiguo Testamento era un libro que tanto el escritor como los lectores conocían bien. 

Santiago y los destinatarios de esta carta pertenecían a las doce tribus (Santiago 1:1). Ellos eran el pueblo que Dios había escogido “para heredar el reino” (Santiago 2:5). Ellos eran el pueblo que llamaba a Abraham “padre” (Santiago 2:21).

Santiago también habla de “las lluvias del otoño y de la primavera” (Santiago 5:7). Esta es una descripción que cuadra bien con el clima de Israel, no así con el de otros países que rodeaban el Mar Mediterráneo. Por consiguiente, el escritor revela que vive en Israel y que los lectores también tienen allí su orígen.
C. ¿Quiénes fueron los primeros lectores?
Los lectores eran judíos, tal como lo indica claramente la carta: “A las doce tribus dispersas entre las naciones” (Santiago 1:1). La designación doce tribus es una referencia bíblica a Israel (Ex. 24:4; Mt. 19:28; Lc. 22:30; Hch. 26:7; Ap. 21:12) que debería ser interpretada de un modo figurativo y no literal. Santiago se dirige a representantes de estas doce tribus que, a causa de la obra de Cristo, son ahora el nuevo Israel.

De hecho, Santiago llama hermanos a los lectores que son “creyentes en nuestro glorioso Señor Jesucristo” (Santiago 2:1). Se trata de judíos cristianos que viven “dispersos entre las naciones” (Santiago 1:1), pero que no obstante saben que son el pueblo de Dios. Santiago no aporta en su epístola ninguna evidencia de estar dirigiéndose a cristianos gentiles. Los lectores de esta epístola son exclusivamente judíos, a excepción de los ricos opresores a quienes Santiago reprocha (Santiago 5:1–6).

Los destinatarios de esta epístola son judíos; ellos se congregan para el culto en una “reunión”—una traducción de la palabra sinagogue (Santiago 2:2). 

Se los llama “pueblo adúltero” (Santiago 4:4); el original griego tiene la palabra adultera (santiago 4:4), que es obviamente una figura tomado del Antiguo Testamento que tiene que ver con el contrato de casamiento entre Dios (como esposo) e Israel (como esposa). 

Entienden también el término hebreo Sabaoth, que en la versión que utilizamos en esta obra se traduce “Todopoderoso” (Santiago 5:4). Además, ellos llaman a los ancianos de la iglesia para que los visiten y para que oren por los enfermos (Santiago 5:14). 

Pero esta iglesia no tiene supervisores. 
La expresión supervisor (véase Hch. 20:28; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:7; 1 P. 2:25) encuentra su orígen en aquella parte de la iglesia cristiana que tenía membresía de origen gentil. El término anciano, por otra parte, nos recuerda al de los líderes de Israel que se llamaban ancianos; este término refleja, por lo tanto, una influencia judía.

Estos judíos, entonces, son cristianos. 
El escritor se presenta como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Santiago 1:1). Aparte de dirigirse a los lectores como a hermanos que creen en Jesucristo (Santiago 2:1), escribe que Dios ha escogido “hacernos (al escritor y a sus lectores) nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1:18, bastardillas añadidas). Los lectores pertenecen a Jesús, cuyo buen nombre es calumniado (Santiago 2:7).

Estos cristianos judíos habían sido dispersados entre las naciones. Aunque la expresión dispersos aparece solamente en Juan 7:35, Santiago 1:1, 1 Pedro 1:1, la misma tiene un paralelo verbal en el relato escrito sobre la persecución de la iglesia en Jerusalén. 

Después de la muerte de Esteban, la iglesia de Jerusalén fue dispersa por toda Judea, Samaria (Hch. 8:1), hasta llegar a Fenicia, Chipre y Antioquía (Hch. 11:19). Es entonces por medio de Hechos que sabemos que los cristianos dispersos eran judíos que habían sido expulsados de Jerusalén.

Si damos por sentado que Santiago escribió su epístola a judíos cristianos que fueron perseguidos después de la muerte de Esteban, entonces la conclusión lógica es que esta epístola proviene de la primera parte del primer siglo. 

Además, los lectores eran judíos cristianos cuya lengua nativa era el griego y que encontraron refugio en países de habla griega al norte de Israel: Fenicia, Chipre y Siria.

Santiago escribió una carta pastoral a estos creyentes dispersos que antes de la persecución pertenecían a la iglesia de Jerusalén. El sabía que ellos vivían en la pobreza, trabajando para ricos hacendados que los explotaban. Algunos de ellos eran mercaderes, pero todos experimentaban dificultades. Santiago respondió a sus necesidades escribiendo una carta pastoral.
D. ¿Quién escribió esta epístola?
El saludo de introducción informa al lector que Santiago es “un siervo de Dios y del Señor jesucristo” (Santiago 1:1). Este saludo en sí mismo da poca información acerca de la identidad del escritor. ¿Quién es él? ¿Qué dice el Nuevo Testamento acerca de Santiago?
1. Evidencia del Nuevo Testamento
Nombre
El Nuevo Testamento menciona a varias personas que se llaman Santiago. Estas son 
  • el hijo de Zebedeo (Mt. 10:2 y paralelos; Hch. 1:13; 12:2); 
  • el hijo de Alfeo (Mt. 10:3 y paralelos; Hch. 1:13); 
  • Santiago el joven (Mr. 15:40); 
  • el padre de Judas (no el Iscariote [Lc. 6:16; Hch. 1:13]); 
  • el hermano de Judas (Judas 1); y 
  • el medio hermano de Jesús que llegó a ser líder en la iglesia de Jerusalén (Mt. 13:55;       Mr. 6:3: Hch. 12:17; 15:13; 21:18; 1 Co. 15:7; Gá. 1:19; 2:9, 12). 
Si el hermano de Judas (Judas 1) y Santiago, el medio hermano de Jesús, son la misma persona, el número queda reducido a cinco hombres que llevan ese nombre.

a. “Santiago el hijo de Zebedeo”. 
Santiago y su hermano Juan recibieron el nombre de Boanerges, que significa “Hijos del trueno” (Mr. 3:17). 

Aparte de la lista de apóstoles que encontramos en los Evangelios y en Hechos, su nombre aparece en Hechos 12:2, dónde Lucas informa al lector que el rey Herodes Agripa I “hizo matar a espada a Santiago, el hermano de Juan”. Esto sucedió en el año 44 d.C. durante la Fiesta de los Panes Acimos. 

Si Santiago el hijo de Zebedeo hubiese escrito la epístola de Santiago, hubiésemos esperado más información interna y externa. En vez de llamarse a sí mismo “un siervo de … Jesucristo”, él hubiera usado el título de apóstol de Jesucristo. La iglesia primitiva hubiese recibido y atesorado esta epístola como un escrito apostólico.

b. “Santiago el hijo de Alfeo”. 
Sólo conocemos a este apóstol a partir de las listas de los apóstoles que encontramos en los Evangelios y Hechos. 

El Nuevo Testamento guarda silencio acerca de la vida y obra de esta persona. Si este apóstol hubiese escrito la epístola, hubiese aportado una mayor identificación. Además, si esta epístola hubiese sido escrita por un apóstol, la iglesia habría recordado este hecho.

c. “Santiago el menor”. 
Según el Evangelio de Marcos 15:40, Santiago, José y su hermana Salomé eran hijos de María. Santiago es identificado como “el menor”—una referencia a su edad o a su estatura. Nada sabemos acerca de la vida de Santiago el menor. Su madre era presumiblemente la mujer de Cleofas (Jn. 19:25).

d. “Santiago el padre de Judas”. 
Nada se sabe acerca de esta persona en particular, a excepción de que él era padre del apóstol Judas (no el Iscariote).

e. “Santiago el [medio] hermano del Señor. 
Los escritores de los Evangelios lo mencionan como uno de los hijos de María, la madre de Jesús (Mt. 13:15; Mr. 6:3). 

Durante el tiempo del ministerio terrenal de Jesús, él y sus hermanos no creyeron en Jesús (Jn. 7:5). Santiago llegó a ser creyente cuando Jesús se le apareció después de la resurrección (1 Co. 15:7). 

Después de la ascención de Jesús, él estuvo presente con sus hermanos y los apóstoles en el Aposento Alto (Hch. 1:14). 

El asumió el liderazgo de la iglesia de Jerusalén después que Pedro fuera liberado de la prisión (Hch. 12:17), habló con autoridad durante la asamblea llevada a cabo en Jerusalén (Hch. 15:13), fue reconocido como cabeza de la iglesia (Gá. 1:19; 2:9, 12) y se encontró con Pablo para escuchar su informe acerca de las misiones al mundo gentil (Hch. 21:18). La tradición enseña que este dirigente influyente y estimado fue quien escribió la epístola.

Las objeciones en contra del punto de vista tradicional de que fue Santiago, el hermano de Jesús, quien escribió esta epístola, se han presentado con los siguientes argumentos:
a. Un galileo cuya lengua natal fuese el arameo no podría haber escrito una carta en un griego tan culto
Esta objeción, sin embargo, no es tan crucial como parece si tenemos en cuenta la profunda influencia griega que había en Galilea. 

La habilidad lingüística de Santiago no es conocida, pero no es remota la posibilidad de que fuese bilingüe. “El verdadero punto en cuestión debe ser el de la educación. Si tenemos en cuenta que Galilea era una región que tenía muchas ciudades griegas y no judías, y que hay amplia evidencia del uso del griego por parte de los judíos a lo largo de Palestina, entonces no hay razón para suponer que Santiago no pudiese hablar fluidamente el griego”. 

Ni siquiera el asunto de la educación es convincente; téngase en cuenta, por ejemplo, que un zapatero remendón e inculto llamado John Bunyan escribió El Progreso del Peregrino, que es considerado un clásico del idioma inglés. El argumento de que Santiago no pudo haber escrito una carta parece carecer de fundamento.

b. Santiago se identifica como siervo de Jesús, no como hermano. 
Si él hubiese sido dirigente de la iglesia de Jerusalén, pudo haber indicado tal cosa en el saludo de introducción. Sin embargo, otros escritores de epístolas del Nuevo Testamento omiten en sus encabezamientos referencias acerca de sí mismos y a sus cargos. 

Además Santiago consideraba su relación con Jesús no desde el punto de vista físico como hermano, sino desde el punto de vista espiritual como siervo. A todo lo largo de la epístola, la autoridad inherente a la posición del escritor en la iglesia es inequívoca e innegable. Ya conocido por los lectores de este documento, Santiago no se ve obligado a identificarse como líder de la iglesia de Jerusalén.
Lenguaje
Si suponemos que Santiago, el dirigente de la iglesia de Jerusalén, es el escritor de esta epístola, nos conviene examinar el discurso que él hizo durante la asamblea llevada a cabo en Jerusalén, y la carta que compuso en dicha ocasión (Hch. 15:13–29). 
Por ejemplo, a Pedro él lo llama Simón (en el griego, Hch. 15:14), nombre que sólo vuelve a aparecer en 2 Pedro 1:1. “Si tenemos esto en cuenta, llegamos a la conclusión de que las palabras mismas del orador están registradas, ya sea en forma original o en una traducción; y entonces se transforma en un asunto de interés saber si hay algún parecido entre el lenguaje de nuestra epístola, el del discurso que se dice que Santiago pronunció, y el de la [carta] circular que contiene el decreto, la que probablemente haya sido redactada por él”.

Además, encontramos semejanzas cuando comparamos la selección de términos y la estructura de las oraciones (tal como las registra Lucas en Hechos) con los de la epístola de Santiago. Santiago comienza su discurso con el apelativo familiar hermanos, una expresión que emplea con frecuencia en su epístola. Considérense las siguientes palabras y frases que, aun en una traducción al español, muestran parecido:
  • “Saludos” (Hch. 15:23; Stg. 1:1)
  • “Hermanos escuchadme (Hch. 15:13) y “Escuchadme, hermanos míos amados (Stg.          2:5)
  • “El resto de los hombres pueden buscar al Señor, y todos los gentiles que llevan mi nombre” (Hch. 15:17) y 
  • “¿No son ellos los que calumnian el noble nombre de aquél a quién pertenecéis?” (Stg. 2:7)
Si bien no podemos estar absolutamente seguros acerca de la paternidad literaria de la epístola, la evidencia interna parece señalar en la dirección de Santiago, el medio hermano de Jesús.
2. Evidencia externa
Eusebio, el historiador eclesiástico del siglo cuatro, cita a Hegesipo, quien narra que Santiago “acostumbraba a entrar solo en el templo y que se lo podía encontrar arrodillado y orando por el perdón del pueblo, a tal punto que sus rodillas se pusieron duras como las de un camello a causa de su constante adoración a Dios”. 
Como líder de la iglesia de Jerusalén, Santiago se había granjeado el respeto tanto de los cristianos como de los judíos.

Sin embargo, este hombre pío, conocido como Santiago el Justo, encontró una muerte violenta descrita por el historiador judío Josefo. 

Después de que el gobernador Festo (Hch. 24:27–26:32) muriera en el año 62 d.C., el emperador Nerón envió a Albino a Judea como sucesor de Festo. Pero antes que Albino llegase a Jerusalén, un sumo sacerdote llamado Anano, que era joven e inexperto, juntó a los jueces del Sanedrín. 

Acusó entonces a Santiago y a otros de quebrantar la ley, Santiago fue condenado a muerte por apedreamiento. Sin embargo, Santiago encontró la muerte a manos de los sacerdotes que lo arrojaron desde el techo del templo. 

Sobrevivió la caída, pero ellos comenzaron a apedrearlo hasta que un lavandero lo golpeó con un garrote hasta matarlo.
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