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lunes, 25 de julio de 2016

Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios... Se envanecieron en sus razonamientos... Se envanecieron en sus razonamientos, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




¿VARIOS DIOSES?
PREGUNTAS ACERCA DE OTROS DIOSES
Hay muchos «dioses» diferentes que compiten por los corazones y las mentes de la gente en la actualidad. El modo en que pensamos en cuanto a cómo es Dios y su relación con el mundo determina en gran parte la manera en que enfocamos las cosas de nuestro diario vivir.
 Por ejemplo, las personas con diversas creencias acerca de Dios pueden considerar en formas diferentes los problemas del hambre mundial o de los derechos civiles.

Alguien que crea que todo es parte de Dios, como los panteístas orientales, considerará que cualquier cosa dolorosa o mala es irreal; por lo tanto, podría dirigir seminarios sobre meditación para hacer que las víctimas vean que sus problemas son solo ilusiones suyas. 

Una persona que piense que Dios se desarrolla con el progreso del mundo, tal vez se enrole en alguna organización de ayuda a países con hambrunas o en Amnistía Internacional, creyendo firmemente que contribuye a mejorar a Dios. Alguien que tenga fe en el Dios de la Biblia mostrará compasión a quienes estén necesitados y proveerá alimento, ropa y refugio.

Estas personas tienen diferentes maneras de ver el problema, con distintas motivaciones para resolverlo debido a sus diversos puntos de vista acerca de Dios. La manera en que uno entienda a Dios determinará, en gran medida, la forma en que ve al mundo. A cada una de esas concepciones las llamamos cosmovisión, y son seis las que se oponen mayormente al cristianismo, las que deseamos examinar:
1.     Ateísmo—Dios no existe
2.     Deísmo—Dios existe, pero no hace milagros
3.     Panteísmo—Todo es Dios
4.     Panenteísmo —Dios se desarrolla junto con el mundo
5.     Deísmo finito—Dios existe, pero es limitado y/o imperfecto
6.     Politeísmo—Existen muchos dioses
Examinaremos en cada una de estas ideas el punto de vista acerca de Dios, el mundo, el mal, los milagros y los valores morales o éticos. El diagrama que sigue organiza esas variadas cosmovisiones de acuerdo con las opciones lógicamente posibles concernientes a Dios. Cada nivel del diagrama plantea una de las cuatro preguntas básicas respecto a Dios: ¿Cuántos dioses hay? ¿Son finitos o infinitos?
SIETE COSMOVISIONES PRINCIPALES


¿Se identifican con el mundo o no? ¿Son posibles los milagros? Escribimos en cursivas el nombre de cada cosmovisión y el camino que lleva a la conclusión cristiana lo escribimos en negritas.
ATEÍSMO: ¿Y SI NO HAY DIOS?
Aunque una encuesta reciente indica que solo un cinco por ciento de los norteamericanos no cree en Dios, la influencia de los pensadores ateos está, ciertamente, muy difundida en nuestra época. La mayoría de los estudiantes universitarios ha estudiado las obras o pensamientos del existencialista Jean Paul Sartre, el comunista Karl Marx, la capitalista Ayn Rand o los sicólogos Sigmund Freud y B.F. Skinner. El movimiento «Dios ha muerto» de los años sesenta tuvo como lema el siguiente pasaje, tomado de Friedrich Nietzsche:
«¿A dónde se fue Dios?» gritó. «¡Te lo explicaré! ¡Lo matamos: tú y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! … ¿Acaso no oímos el ruido de los enterradores que lo están sepultando?… ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto!»1
Sin embargo, no todos los ateos son tan militantes. Karl Marx se hizo eco de los sentimientos de muchos ateos modernos cuando escribió: «Hoy no hay lugar para un creador o un gobernante en nuestra concepción evolucionista del universo».2

Mientras el escéptico duda que Dios exista y el agnóstico dice que no se puede saber si hay Dios afuera [de sí mismo], el ateo proclama que no hay Dios. Solo existe el mundo y las fuerzas naturales que operan en él.
¿Religión sin Dios?
En 1961, la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó la existencia de ciertas religiones ateas, y citó entre ellas al budismo hinayana, el taoísmo y el humanismo secular. He aquí algunas de las creencias del humanismo secular:
1.     «Los humanistas religiosos consideran al universo como autoexistente y no como creado».
2.     «El humanismo cree que el hombre es una parte del universo y que emerge como resultado de un proceso continuo».
3.     «No encontramos propósito o providencia divinos para la especie humana … Ninguna deidad nos salvará; debemos salvarnos nosotros mismos».
4.     «Afirmamos que los valores morales tienen su origen en la experiencia humana. La ética es autónoma y situacional, y no necesita sanción teológica ni ideológica».
5.     «La educación moral para niños y adultos es una manera importante para desarrollar conciencia y madurez sexual».
6.     «El individuo debe experimentar una gama completa de libertades civiles en todas las sociedades para realzar la libertad y la dignidad. Esto incluye … el derecho individual a morir con dignidad, la eutanasia y el derecho a suicidarse».
(Todas son citas del Manifiesto Humanista I y II, por Paul Kurtz, Prometheus Books, Buffalo, 1973).
¿QUÉ CREEN LOS ATEOS ACERCA DE DIOS?
Hay diferentes clases de ateísmo. Algunos creen que Dios existió una vez, pero murió en el cuerpo de Jesucristo. Otros dicen que es imposible hablar de Dios porque no podemos saber nada de Él, así que puede muy bien no existir. Aun otros dicen que ya no se necesita el mito de Dios que una vez floreciera entre los hombres. 
Pero el enfoque clásico sostiene que nunca hubo ni habrá Dios en el mundo o más allá. Quienes tienen esta cosmovisión objetan que los argumentos para demostrar la existencia de Dios son defectuosos. Dios es sencillamente una creación de la imaginación humana.
¿QUÉ CREEN LOS ATEOS ACERCA DEL MUNDO?
Muchos creen que el mundo es increado y eterno. Otros dicen que empezó a existir «de la nada y por nada». El mundo se autosostiene y se automantiene. Aducen que si todo necesita una causa, entonces uno puede preguntar: «¿Qué causó a la primera causa?» Así pues, proclaman que debió existir una serie de causas que se remontan al pasado eterno. Algunos dicen sencillamente que el universo no es causado, sino que está ahí.
¿ QUÉ CREEN LOS ATEOS EN CUANTO AL MAL?
Afirman la realidad del mal aunque niegan la existencia de Dios. Piensan que el mal es una de las principales pruebas de que no hay Dios. El filósofo ateo se pregunta qué obligaría a un cristiano a admitir que sus creencias son falsas, creyendo aun en la existencia de Dios, a pesar de que el mal continúa presente en el mundo. Algunos también alegan que es absurdo creer en Dios, ya que si Él hizo todas las cosas, también debe haber hecho el mal.
¿ QUÉ CREEN LOS ATEOS ACERCA DE LOS VALORES?
Si no hay Dios, y si el hombre no es más que un conjunto de sustancias químicas, no hay razón para creer que algo tenga valor eterno. Los ateos creen que la moral es relativa y situacional. Puede que haya algunos principios éticos que perduren más que otros, pero todos fueron creados por el hombre, no revelados por Dios. La bondad es definida como cualquier cosa que apunte al logro de los resultados deseados.

Los filósofos ateos plantean ciertas preguntas que nos desafían a pensar en nuestra fe. Sin embargo, las objeciones que suscitan contra la existencia de Dios ya fueron vistas en el capítulo dos. Dicho en forma breve, una serie infinita de causas es imposible e innecesaria, porque los cristianos nunca dijeron que todo necesite una causa, solamente los eventos o cosas que cambian necesitan causas. 

Preguntar: «¿Qué causó a la primera causa?» es como plantear: «¿Cómo se ve un triángulo cuadrado? o ¿Cómo huele el azul?» Son preguntas sin sentido. 

Los triángulos no pueden tener cuatro lados; los colores no huelen; y las primeras causas no tienen causas porque son primeras. 

1 Friedrich Nietzsche, Joyfull Wisdom, Frederick Unger Publishing Co., Nueva York, 1960, pp. 167–168, sección 125.
2 Véase Marx and Engels on Religion, ed. Reinhold Niebuhr, Schocken, Nueva York, 1964, p. 295.
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viernes, 22 de julio de 2016

Para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por medio del cual existimos nosotros.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




LA GRACIA SOBREABUNDA

LA GRACIA PROPORCIONA EL PODER  DE SER LIBRE DEL PECADO


Justo cuando el apóstol Pablo se estaba preparando para pronunciar su fabuloso tratado sobre la justicia, dio esta declaración: «Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Romanos 5:20). 

Es muy importante para el hombre cuya vida se ha caracterizado por actos lujuriosos saber que por mucho que se haya entregado al pecado, Dios tiene una medida de gracia todavía mayor para vencer ese pecado. 

La razón por la que Jesús vino fue para romper el poder del pecado sobre la vida del creyente. Pablo lo dijo de esta manera: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:11-12). 

Sí, es cierto, la gracia es el medio por el cual la salvación está disponible para toda la humanidad. Sin embargo, es aun más que eso. La gracia también es una maestra, y su principal asignatura es enseñar cómo vivir una vida agradable a Dios. 

Cuando surge la tentación por algo profano, la gracia está ahí para enseñarnos a decir: «No». Cuando llega la ocasión para entregarse a alguna pasión mundana, la gracia nos enseña a rechazarla. No solo nos ayuda durante esos momentos de tentación, sino que la gracia diaria de Dios es una fuerza activa en la vida del creyente para que «vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente». 

Esto es justo lo que quería decir Pablo cuando dijo: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (1 Corintios 10:13).

Es la gracia de Dios lo que nos faculta para resistir el agobiante deseo del pecado. En otros términos, el ambiente que proporciona la aceptación y el perdón cuando nos arrepentimos es el mismo ambiente piadoso que proporciona una senda a través de cada tentación a pecar. Es mi testimonio que en los últimos quince años ha sido la gracia de Dios lo que me ha mantenido sin entregarme a la poderosa lujuria por las mujeres que antes dominaba mi vida. 

Solo para dar un ejemplo de los muchos que podría compartir les contaré un incidente que sucedió en 1988. En ese tiempo solo tenía tres años de haber salido de la adicción al pecado. Estuve viajando, dictando una conferencia sobre el tema de cómo vencer la adicción sexual. 

Allí se encontraba una atractiva doctora que parecía muy interesada en los Ministerios Vida Pura. Hacía una gran cantidad de preguntas y parecía reacia a marcharse después de la conferencia. El hombre con el que yo viajaba tenía otros compromisos, y le pedí a ella que me llevara a la casa donde nos hospedábamos. En ese momento no había pasado por mi mente ninguna tentación. 

Parecía que esta señora tenía cierto interés en involucrarse con los Ministerios Vida Pura, así que me alegraba de tener la oportunidad de hablar con ella. No obstante, durante el recorrido a través de la ciudad, comencé a percatarme de su físico. Cuando llegamos a la casa, sentí que una lujuria irresistible por ella se apoderaba de mi mente. Era la misma demoníaca nube negra que había experimentado en el carro cuando viajaba a otra ciudad  a principios de ese año. 

Mientras experimentaba este intoxicante deseo, ella me aclaró que estaba disponible. Justo entonces, en ese momento crítico, me entró un temor aun más abrumador que la lujuria de que me sorprendieran si cometía adulterio. Este temor que me invadía era todo lo que necesitaba para escaparme de la situación. ¡Qué ejemplo de la maravillosa gracia de Dios que me sostuvo en ese instante! 

Si Dios me hubiera dejado solo, hubiera arrojado todo lo que el Señor había logrado en mi vida durante esos tres años. Habría destrozado la confianza que con tanto esmero y trabajo había restablecido con mi esposa.Habría arruinado a Ministerios Vida Pura, aun antes de que comenzaran a funcionar. 

En efecto, hubiera caído verticalmente en las profundidades del pecado una vez más. ¡No obstante, no estuve solo! La gracia de Dios estaba ahí para proporcionarme una vía de escape.

Si su gracia está ahí para el creyente, ¿por qué algunos hombres se hunden de continuo en sus tentaciones?. Aunque no lo comprendo del todo, el permanecer en Cristo hace posible que la gracia de Dios sustente al creyente. Como Juan dijo: «Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido» (1 Juan 3:5-6,24).
      
Permítame ilustrar esto.

He tenido que viajar mucho. En otra ocasión estuve en un aeropuerto  cerca de Londres. Hay una pasarela movible que conduce hasta el centro de la terminal, probablemente una distancia de casi un kilómetro. Existen diversos bares, restaurantes y tiendas alineadas a cada lado. Si la persona desea encontrarse con el
pecado, ahí está al alcance de la mano.

Utilizando ese aeropuerto como ilustración del peregrinaje cristiano por la vida, la pasarela mecánica sería el objeto que representaría la gracia de Dios. Al permanecer seguro en Cristo, de alguna manera esto me mantiene firme frente a todas las tentaciones y trampas de este mundo. 

Mi responsabilidad es permanecer adherido a la vid. La obra de Dios es facultarme para vencer las tentaciones de la vida que aparecen en el camino. Mantenerme en una relación dependiente del Señor todos los días, a través de la oración y el estudio de la Biblia, me mantiene atado de forma segura a la vid y espiritualmente alimentado. Estos son los medios que utiliza el Señor para infundir su poder en mi vida. 

La pasarela movible es una ilustración de la gracia de Dios que me transporta a través de algunos lugares bastante infernales. No es mi propio esfuerzo el que logra liberarme. Es solo el poder de Dios. Él recibirá toda la gloria cuando llegue al cielo porque estoy consciente por completo de que no tengo la fuerza dentro de mí mismo para soportar tales tentaciones. 

Sí, si estuviese inclinado a cometer pecado podría en cualquier momento durante mi tránsito tomar el pasamanos y salirme a la esfera mundana, e ir a una librería que ofrece pornografía. Sin embargo, hay una salida espiritual que se llama temor al Señor y que se ha establecido dentro de mí. Es un rasgo protector agregado que se ha erigido en mi interior, el cual forma una barrera defensora suficiente para evitar que me extravíe hacia las siempre presentes seducciones que suministra el espíritu de este mundo. 

Aquellos cuyo temor de Dios ha sido paralizado por las enseñanzas de la «gracia desmedida» no disfrutan de esta protección añadida. En peores problemas aun están los que van por ahí sin la disciplina y la fortaleza espiritual que proviene de mantener una vida devocional diaria. 

Ahora tengo una mejor comprensión de su gracia maravillosa porque ella me ha sostenido por mucho tiempo. A través de los años la he visto funcionar para mi beneficio. Al principio de mi recorrido con el Señor no entendía bien la gracia. En realidad, tan asombroso como pueda parecer teniendo en consideración la profundidad del pecado en el que había estado involucrado antes, me habría podido convertir por completo en fariseo cuando comencé por primera vez a andar en victoria sobre el pecado sexual. 

Me di a mí mismo mucho crédito inmerecido por mi libertad. Llegue a ser notablemente similar al fariseo de Lucas 18, que dijo: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano» (Lucas 18:11-12). 


Me comparaba de continuo con los demás. Al igual que este fariseo, hacía muchas cosas correctamente. Mi fervor por el Señor era intenso. Estaba dispuesto a vivir una vida «agotadora» por Dios, sacrificando todo lo demás para servirle a él. Mi vida piadosa era firme, pero había perdido de vista cuán desdichado había sido y todo lo que el Señor había hecho por mí. Había llegado a ser muy orgulloso y autosuficiente.

Dios continuaba encargándose de mí. Él estaba reacio a dejarme en ese terrible estado. Cierto día de 1991, el Señor me ayudó de una manera por completo inesperada. A la siguiente semana tenía que aparecer en el programa Enfoque en la Familia. Me estaba preparando para compartir mi testimonio en ese programa, sabiendo que quizás millones de personas lo escucharían. 

En el fondo de mí mismo estaba ansioso de compartir con el mundo cómo yo había vencido el pecado sexual. Sin embargo, Dios no compartiría su gloria con nadie, ni siquiera conmigo. Durante ese tiempo me encontraba predicando en diversas iglesias por todo el país. 

Ese fin de semana en particular estaba programado para realizar los oficios religiosos en una iglesia. Mi esposa por lo regular viaja conmigo, pero comenzó a sentir un dolor en la espalda y decidió quedarse en casa. Yo tendría que hacer ese viaje de seis horas de duración por mi propia cuenta, y me sentía muy confiado.

Ese día manejé el largo recorrido, luchando a veces con la tentación de entrar en alguna ciudad por el camino para buscar pornografía o algo incluso peor. Sin embargo, logré controlar esos incesantes pensamientos y pude llegar a una gasolinería. Me detuve para llenar el tanque de gasolina y entré en la tienda para usar el servicio sanitario. 

Al abrirme paso por la tienda (¡a fin de apreciar de forma adecuada lo que sucedió después podría ser de utilidad que se imaginen que yo caminaba por el lugar con todo mi garbo farisaico!), me fijé que un hombre estaba de pie ante un estante de periódicos, mirando una revista de «muchachitas». Pase por su lado, atisbando por encima de su hombro con la esperanza de ver algún cuerpo semidesnudo. En efecto, la revista estaba abierta en una página pornográfica.

El vistazo de ese cuerpo me obsesionó todo el fin de semana. Por alguna razón logré llegar al culto del domingo, y el lunes por la mañana me encaminé a mi casa. 

Tan pronto como salí de la casa pastoral mi mente regresó con rapidez a aquella parada de camiones.«¡No! ¡No me detendré a mirar esa revista!», exclamé para mí mismo. Pero sin que importara cuán fuerte era mi disposición, el retrato de la muchacha continuaba fastidiándome. Al fin llegué al letrero que indicaba que la rampa de salida estaba a una milla de distancia. «¡No me detendré! ¡Voy a continuar con Dios!», grité. «¡Gloria, aleluya!»

Cuando apareció la desviación, me salí de la autopista, manejé directo hacia esa gasolinera, entré, y me saturé la mente con los retratos de esa revista. El corazón me latía de modo frenético el hojear esas páginas. Justo entonces, una vocecita dentro de mí me grito: «¡Corre!»

Sabiendo que era el Espíritu Santo, salí de inmediato e hice el largo viaje de regreso lleno de culpabilidad. En los días subsiguientes, me reprendía de continuo con vehemencia. Cierta mañana, mi autocondena llegó a su punto culminante. «¡Cómo pudiste ser tan estúpido! ¡Aquí estása punto de hablar por la radio a escala nacional y te has puesto a mirar pornografía! ¡Estúpido!» 

La injuria autoimpuesta continuaba sin cesar.

Antes de terminar esta historia, debo referirme a un incidente que me ocurrió hace diez años. Yo era cadete de la Academia de Alguaciles. Estaba por concluir el entrenamiento de dieciocho meses, y era uno de los afortunados que habían resistido la estricta academia. Una tercera parte de la clase de ciento cincuenta cadetes se había retirado. Los que habíamos logrado llegar hasta ahí vivíamos con 
un cierto grado de temor de hacer algo que pudiera causarnos la descalificación. 

Ese día en particular, los cadetes fuimos transportados en autobús a los terrenos de una feria para participar en clases de manejo intensivo de dos días de duración. Se llevaría a cabo un curso de alta velocidad para el cual se habían colocado en la extensa zona asfaltada conos anaranjados, de los que se usan para hacer señalamientos. Finalmente llegó mi turno. Lo primero que noté de la patrulla que me tocó conducir es que estaba equipada con una rejilla de seguridad. En el asiento del conductor estaba un casco esperándome... 

—Entra, ponte el casco y despega —me dijo el intrépido instructor, sentándose en el asiento del pasajero. Hice exactamente lo que me dijo. Iba manejando a alta velocidad cuando, para sorpresa mía, el instructor me gritó: «¡Más rápido!» 

De inmediato respondí aumentando la velocidad todavía más. Iba volando por las curvas particularmente difíciles. Perdí el control por un segundo y me vi forzado a salirme del carril. De inmediato regresé al camino a gran velocidad y terminé el curso. Me senté en silencio mientras el instructor hacía el papeleo. 

Sabiendo que me había salido del carril, me lamenté: —Supongo que no pasé el curso. Me sentía enfermo por dentro, pensando que esto podría afectar mi graduación de la academia. —¿Qué no pasaste? ¿Por qué crees que no pasaste? — preguntó. —Fallé en esa vuelta y me salí del carril —me quejé. —¡Sí, pero regresaste de inmediato al camino! ¡Lo hiciste grandioso! —exclamó. Diez años más tarde, al encontrarme en mi caminata matutina de oración, culpándome por ver la pornografía en la gasolinera, Dios me habló. (Aun después de todos estos años me brotan lágrimas de los ojos al recordar ese incidente.) 

En uno de esos momentos brillantes y eternos, volví a vivir el incidente que ocurrió una década antes en la patrulla. Ahora era el Señor el que me hablaba: «Cometiste un pequeño error. ¡Pero a partir de ahí has hecho todo magníficamente! Has acudido a mí en oración todos los días. Te has mantenido cerca de mí. Has estudiado con fidelidad la Palabra. ¡Sí, te saliste del carril por un momento, pero regresaste de inmediato a la vía!»

En se momento alcancé una verdadera revelación acerca de la gracia de Dios. ¡Desde ese día en adelante comprendí que mi victoria sobre el pecado no era por mis fuerzas, sino por la maravillosa gracia de Dios!
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jueves, 7 de julio de 2016

Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




DESCARGANDO una TIRANÍA malvada

¿NO LO ENTIENDES? SOY TU PASTOR... ¡¡¡OBEDECE Y NO DISCUTAS...!!!

Hace varios meses, (habla David) me reuní con una pareja joven que estaba buscando un consejo concerniente a un asunto muy importante. Su problema no tenía una respuesta fácil, pero hice lo mejor que pude para darles cierta dirección. Su respuesta a todo lo que yo decía era instantánea y abrumadoramente positiva. En lugar de sentirme excepcionalmente listo o espiritual, me sentía incómodo. ¡Mi consejo no era tan bueno! Empecé a tener la sensación de que sin importar lo que yo dijera, ellos estarían de acuerdo, y además, probablemente harían cualquier cosa que yo dijera.

Por favor comprende mi vacilación: Esta pareja era brillante, inteligente y bastante exitosa en su profesión. Entonces ¿qué estaba mal con ese panorama? Me di cuenta de que cuando se trataba de asuntos espirituales, de alguna manera ellos ponían su mente en «pausa». Me di cuenta de que la responsabilidad total para discernir y decidir había sido entregada al pastor: en este caso, a mí.

Las cosas empezaron a aclararse cuando empecé a preguntar sobre la historia espiritual de la pareja. Era un evidente abuso espiritual bajo un pastor cuyas «palabras vienen de Dios».

  • Cuestionarlo y desobedecerlo significaba cuestionar y desobedecer a Dios. 
  • «No toquen a mis ungidos» era el lema que más se repetía si alguien no estaba de acuerdo con él. 
  • Cualquiera que sugiriera que algo estaba mal, rápidamente se convertía en «el problema».

Como para demostrar la magnitud del poder de tal sistema, los residuos de esta predisposición mental se aferraban a estas personas, aun cuando ya hacía tiempo que habían escapado de eso.

Estaban dispuestos a someterse ciegamente a una figura de autoridad (a mí), y a aceptar mis palabras solo basados en mi posición.

Personas con inteligencia en todas las demás facetas de su vida se volvían plastilina cuando se llegaba la hora de discernir cosas espirituales. Esa responsabilidad me la entregaron. ¿Por qué? Porque soy el pastor, y ya.

Autoridad ILEGÍTIMA
«Porque soy TU pastor, ¡y ya!». 

Las palabras salen inflexibles; su significado penetra: «¡Cómo te atreves a dudar de mí?». «¿Estás cuestionando mi autoridad?». «No seas un buscapleitos». «Mantén la paz». «Sométete a tus ancianos».

Los versículos de las Escrituras se vienen a la mente con rapidez en aparente apoyo a un cierto tipo de obediencia y sumisión ciegas.

Hebreos 13:17: «Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas».
Romanos 13:1-2: «Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo».

Con estos pasajes resonando en nosotros, nos decimos:

  • Creo en la Biblia. 
  • Quiero ser obediente. 
  • Él es el pastor, el apacentador, el siervo de Dios, su portavoz. 
  • Él debe saber más que yo. 
  • En realidad yo debo estar fuera de lugar. 
  • Debo estar equivocado en esto. 
  • ¿Quién soy yo para cuestionar? 
  • Creo que más me vale seguir la corriente. ¿Por qué? Porque él es el pastor, y ya.

Esta manera de pensar es un síntoma de vivir bajo un liderazgo que legisla y demanda obediencia a la autoridad. Descansa sobre una base falsa de autoridad.

Jesús confrontó la autoridad falsa de su tiempo:
Entonces Jesús habló a la muchedumbre y a sus discípulos, diciendo: Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés (Mateo 23:1 LBLA).

La «cátedra de Moisés» a la que Jesús se refería desde luego que literalmente no es una silla, sino un «asiento de autoridad».

Por ejemplo:

  • La «cátedra» del departamento de filosofía en una universidad no es una silla, sino un lugar o posición de autoridad que se ganó en ese departamento. 
  • «Silla» en griego es cátedra. 
  • El latín tomó esa palabra y la hizo una frase, ex cátedra, que significa «hablar desde un lugar de autoridad». 
  • Si yo digo ex cátedra, usándola para colocarme en una posición por encima de la tuya, lo que yo te digo te ata. La razón por la que te ata es porque yo hablo ex cátedra. Hablo desde el asiento de autoridad.

La confrontación de Jesús es doble.

  • Primero, señaló que «ellos se han sentado» en la posición de Moisés; una posición que solo Dios da. Esos hombres habían tomado la autoridad por sí mismos, no les había sido dada. 
  • Segundo, la única base que tuvieron para arrebatar esa autoridad fue su posición o rango de escribas y fariseos. 
En otras palabras, su autoridad no estaba fundada en el hecho de que fueran sabios, juiciosos y auténticos. Estaba basada exclusivamente en el hecho de que estaban en una posición de autoridad.

Piensa en esto por un momento. ¡Qué bien! Este es un sistema que te permitirá tener el control, incluso si eres un fariseo cuya santidad exterior esconde un corazón vacío, un escriba experto en nada menos que en el aburrido desempeño religioso, un pastor que no quiere ver en su interior o un anciano que no quiere que otros sepan que hay problemas graves en su propia familia.

Una actitud exasperante
El uso del rango, la posición, el estatus o el título como base de la autoridad espiritual nos recuerda la actitud exasperante hacia el papel de las mujeres en la iglesia, un residuo, creemos, del antiguo sistema de gobierno hebreo.

En Israel, el criterio para el liderazgo y la autoridad se basaba en tres cosas:

  1. El primer criterio era la edad: Tenías que ser de edad avanzada. 
  2. Segundo, el género: Tenías que ser varón. 
  3. Y tercero, la raza: Tenías que ser hebreo. 
Obviamente, era un gran sistema para los varones hebreos de edad avanzada. En ese sistema, no tenías que tener la razón, ser sabio, amable, juicioso, dirigido por el Espíritu ni piadoso. Si eras una mujer gentil joven, no importaba que fueras sabia, amable, juiciosa o dirigida por el Espíritu. No tenías autoridad porque no encajabas con el criterio externo.

Pero fíjate en Hechos 2. El Espíritu Santo vino e hizo pedazos ese sistema cuando la profecía de Joel se cumplió en Pentecostés.

«Derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán (vv. 17-18).

Después, en el nuevo pacto, vemos que Jesús estableció una nueva base de autoridad. Ya no es la edad, el género o la raza. Ahora está basada en la evidencia del Espíritu Santo dentro de ti.

Se requieren atributos como:

  1. madurez, 
  2. sabiduría, 
  3. santidad genuina y 
  4. conocimiento verdadero para evidenciar la marca de la autoridad de Jesús. 
«Porque lo digo yo» ya no da resultados. «Porque soy el pastor» no es suficiente.

Así que, si la base de autoridad es solo que mantengo un cargo, tengo una base de autoridad falsa.

Tomemos una perspectiva bíblica sobre la verdadera autoridad espiritual considerando algunos ejemplos de aquellos que la demostraron.

  • El primero es Moisés. Moisés demostró muy bien la autoridad de alguien que llegó a conocer a Dios a través de una relación personal. De hecho, fue precisamente su autoridad la que los escribas y fariseos estaban alardeando que tenían. Para ellos, Moisés era la autoridad. Pero su autoridad ni siquiera era de él. Solo porque Moisés hiciera un pronunciamiento no significaba que automáticamente estuviera fundado en la autoridad. Su autoridad venía del hecho de que verdadera y claramente le decía a la gente exactamente lo que Dios le decía. Si Dios le hubiera pedido a Moisés que dijera algo, y él lo hubiera cambiado, haciéndolo de cierto modo distinto, no habría tenido autoridad. La única autoridad legítima que Moisés tenía era cuando se limitaba a decir lo que Dios le pedía que dijera. ¿Qué significa esto? Significa que la autoridad estaba en la verdad, no en Moisés. No era porque Moisés era Moisés, alguien superior, mejor, más poderoso que otros, sino porque hablaba la verdad. Debido a que Moisés era un siervo que hacía lo que Dios le pedía que hiciera, sin importar el costo, caminó en lo que es la única base apropiada de la autoridad espiritual. De Moisés, debemos sacar esta conclusión: Aunque la gente pueda honrarnos con una posición de liderazgo, no tenemos autoridad a los ojos de Dios solo porque nos nombren pastor, anciano o presidente. 
Para tener autoridad:

  • vamos a tener que hablar la verdad. 
  • Para tener autoridad, vamos a tener que ser sensibles al Espíritu. 
  • Para tener autoridad, vamos a tener que ser sabios y buscar conocer y decir lo que Dios dice de manera clara y precisa.

¿Es posible que haya una persona que tenga un historial así de sólido de dirigir y gobernar con la autoridad de Dios? Sí, pero es poco frecuente. ¿Es posible que un grupo pequeño de ancianos pueda tener un historial así ante un grupo de personas? Sí, pero otra vez esto es poco frecuente.

La cuestión es que también es posible que Dios hable, de algún modo, mediante su Espíritu, a través de cada hombre y mujer de determinado cuerpo, contribuyendo con diversas facetas de la voluntad de Dios, de modo que los líderes puedan obtener un panorama aun más claro de lo que Dios quiere llevar a cabo. En realidad, esto es lo que Hechos 2 indica.

El siguiente ejemplo es Timoteo.

  • Timoteo era el pastor de la iglesia de Éfeso, una iglesia grande que Pablo antes dirigía. Timoteo estaba pasando por dificultades para establecer la autoridad en su ministerio. Seguir al apóstol Pablo en el pastoreo sería una tarea formidable para cualquiera, pero para Timoteo era algo particularmente problemático. Al no tener algunas de las cualidades de liderazgo instintivas y agresivas que Pablo tenía, Timoteo estaba siendo superado por fuertes influencias negativas en la iglesia. Las epístolas de Primera y Segunda de Timoteo son cartas de Pablo para Timoteo donde le instruye sobre cómo tratar con el problema. En ningún momento Pablo sugirió que Timoteo sacara el pecho y anunciara valientemente: «¡Yo soy el pastor!». No. Le dijo cosas como esta: «Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). Es como si Pablo se llevara a Timoteo aparte y le dijera: «Hijo, tendrás autoridad cuando interpretes correctamente la palabra de verdad. No la tendrás por hablar fuerte. No la tendrás por proyectar tu peso eclesiástico por todas partes. Si quieres autoridad, descifra lo que Dios ha estado diciendo a través de su Palabra, dile a la gente lo que dice la Palabra, y tu autoridad se fundamentará en esto».

En 2 Timoteo 3:14-17, Pablo dijo:
Pero tú, permanece firme en lo que has aprendido y de lo cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo aprendiste. Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.

O en palabras más sencillas:
«Si quieres saber qué decir, acude a las Escrituras. Sonarás inspirado, como que sabes de qué estás hablando. Descifra lo que Dios dice. Timoteo, esa es la base de tu autoridad. A la gente dale la Palabra. Dile a la gente la verdad».

¿Es posible que una persona o un grupo de líderes, comprendan absolutamente todo lo que hay en la Palabra de Dios? No es probable.

La Palabra de Dios viva se demuestra a través de todos los que están buscando a Dios, no importa el «rango» que tengan.

En algunas cosas de la vida, muchas quizá, los que están en las bancas de la iglesia tendrán una autoridad más genuina por haber probado y vivido por completo la Palabra de Dios en situaciones por las que Dios nunca permita que el pastor atraviese.

Si Cristo es el apacentador del rebaño, yo como pastor debo escuchar lo que me está diciendo a través del rebaño, pues yo también soy uno de sus seguidores.


  • Pablo es un tercer ejemplo. Mientras hacemos bien en aceptar como legítimo todo lo que Pablo dijo en las epístolas, el mismo Pablo advirtió que no solo porque él dijera algo era cierto. En Gálatas 1:8 dijo: «Si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!». Es como si Pablo estuviera diciendo: «Escuchen, gálatas. Si comienzo a torcer este evangelio, no me escuchen. Como saben, la autoridad no está en mí. Tendré autoridad mientras hable la verdad. La autoridad no es automáticamente parte de una persona. La autoridad está en la verdad».
  • El ejemplo final es Jesús. Una de las reacciones más comunes de las personas que escuchaban a Jesús cuando enseñaba era el asombro. Se maravillaban porque nunca habían escuchado una enseñanza con tanta autoridad. Era diferente a la enseñanza de los escribas y fariseos. Lo que notaban era la autoridad. 

Autenticidad
Estos son cuatro grandes retratos para relacionar con los textos que registramos anteriormente. Hombres como Moisés, Timoteo, Pablo y Jesús podrían autentificar con las fibras de su vida que su autoridad venía de Dios.

En este contexto deberíamos considerar pasajes como Romanos 13:1-2: Es decir, si alguien se rebela contra una autoridad viva, demostrada, auténtica, que a todas luces es el resultado de una vida sometida a Dios, está oponiéndose al gobierno de Dios. Esto no significa que un líder puede tomar la actitud: «Yo lo dije, y soy la autoridad, así que debe estar correcto. E incluso si estuviera equivocado, debes someterte, porque someterte a mí es lo mismo que someterte a Dios».

Nos sometemos a una autoridad cuando esta demuestra autenticidad.
Aun en la actualidad tenemos líderes que son como los escribas y fariseos que dicen: «Tengo autoridad porque estoy sentado en la silla de autoridad. Te hablo ex cátedra, lo que te obliga a que aceptes y obedezcas todas mis palabras».

Debido a que los escribas y fariseos no tenían autoridad real, tenían que hacer valer su posición. Olvidaban o ignoraban el modelo que Jesús proporcionó cuando él se presentó y habló la verdad. Olvidaban que la base de la autoridad de Jesús no era un cargo, rol o posición, porque Jesús no tenía ninguna de estas cosas.

Siempre y dondequiera que veamos un sistema o a una persona adoptando una postura o asumiendo una posición de autoridad basada exclusivamente en el rol, el cargo o la posición, estamos tratando con una base falsa de autoridad. Si la autoridad espiritual de una persona descansa en el simple hecho de «Yo soy el pastor», hay grandes posibilidades de que haya tomado esa postura porque no tiene una autoridad genuina.

Vamos a ver al mago
Muchos recordarán la historia del «Mago de Oz». Es curioso, pero podemos llegar a comprender bien la autoridad espiritual con este cuento popular.

Dorothy, el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León Cobarde van a ver al Mago porque tienen la convicción que este tiene el poder de darles lo que ellos necesitan.

  • Dorothy necesita regresar a su casa; 
  • el Espantapájaros necesita un cerebro; 
  • el Hombre de Hojalata necesita un corazón; y 
  • el león necesita valor. 
El mago los envía a buscar el palo de la escoba de la Bruja Malvada del Oeste. Si llevan el palo de escoba, les dará lo que necesitan. Ellos cumplen con su misión derritiendo a la bruja y consiguiendo el palo de escoba; después regresan a la casa del mago para pedirle que cumpla su promesa. Pero, de hecho, no está esperando su regreso, y se siente bastante incómodo cuando se le pide que cumpla su promesa.

Nuestros héroes entran a la enorme cámara donde el Mago de Oz conduce sus asuntos. El Mago de Oz en persona los enfrenta cara a cara. Tenía una cabeza grande y espeluznante, no la de una persona común, y un rostro con expresión grave, rodeado de ondeante humo y de fuego, y mucho ruido.

Con un rugido estruendoso, el Mago demanda saber cómo es que aquellos cuatro se atreven a retarlo. Aquí está el asunto: En este momento es cuando el perro de Dorothy salta a un cuarto pequeño y hala una cortina, y lo que se les revela es un simple hombre de carne y hueso que durante mucho tiempo había estado escondiéndose tras una máscara de poder.

Operaba detrás de una cortina, moviendo palancas, haciendo humo, fuego y ruido. El resultado parece impresionante pero solo es una fachada. Aun cuando quedó descubierto, ruge: «¡No le hagan caso al hombre que está detrás de la cortina!».

El «Mago» en realidad es una persona que abusa del poder. Controla a toda una ciudad con una fachada que adopta una postura de poder y castiga a la gente por notarlo. En un reino donde el problema era que el Mago no podía cumplir sus promesas, Dorothy y su equipo se convirtieron en el problema por haber notado que había un problema.

Es triste pensar con cuánta frecuencia los religiosos influyentes controlan sus reinos espirituales con fachadas de poder. Vierten sobre las personas versículos bíblicos sobre autoridad, sumisión, juicios, prosperidad o el fin de los tiempos. Penalizan a las personas por notar que «el hombre detrás de la cortina» es solo humano, sin ninguna autenticidad ni autoridad.

Como una última lección exasperante de la historia, después de que todo se ha dicho y hecho, el Mago les dice: «Ustedes tienen lo que han estado buscando». Lo habían arriesgado todo por lo que ya tenían.

En demasiadas familias e iglesias cristianas, a los cristianos se les dice que salten a través de los aros del desempeño espiritual para ganarse la aprobación de Dios; algo que ellos ya tienen gratuitamente gracias a la muerte de Jesús en la cruz.

Conclusión
Si el poder y la autoridad falsos fueran los únicos elementos de la fachada de un líder abusivo, sería fácil ubicarlos.

De hecho, en algunos se nota. Pero hay otro elemento de la fachada que ocasiona que muchísimas personas suspendan el buen juicio y el discernimiento espiritual, para pasar de una espiritualidad segura, auténtica, dadora de vida a una simple conformidad externa.

Ahora desviamos nuestra atención a este elemento: el uso indebido de la confianza.

Hipocresía:
Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.

Otra característica de los líderes espirituales falsos es que intentan proyectar virtudes o cualidades que no tienen. Y para ellos mismos tienen un conjunto de reglas diferentes a las de todos los demás. Son hipócritas.
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miércoles, 6 de julio de 2016

vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres


 La Batalla de Cada Mujer: ¿Cuándo Empieza la Aventura?
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¿Cuándo empieza una aventura? 

No empieza con el primer toque prohibido... sino con el primer pensamiento prohibido. 

Sin previo aviso, te encuentras disfrutando de una poderosa conexión emocional con otro hombre. Sientes que le importas a alguien y la puerta que pensabas que estaba tan bien cerrada -la puerta de la infidelidad sexual - se encuentra de repente entreabierta.

La única manera en que una mujer puede sobrevivir a esta intensa lucha por la integridad sexual es si guarda no solo su cuerpo, sino también su mente y su corazón. La batalla de cada mujer puede ayudarte a aprender a hacerlo.

Mediante el uso de historias de la vida real y ejemplos de su propia lucha, Shannon Ethridge ayuda a mujeres como tú - ya sea que estés casada , comprometida o con planes de casarte algún día -a:
  • entender los cuatro componentes únicos de la sexualidad femenina
  • discernir los mitos comunes que mantienen a las mujeres en la linea de fuego
  • diseñar una nueva defensa para proteger cada aspecto de tu vida
  • cultivar un nivel de intimidad inimaginable con tu esposo o futuro esposo
  • desarrollar una aventura con el único Amante que podrá satisfacer verdaderamente tus deseos más profundos: Jesucristo.
El primer paso para ganar la lucha de la integridad sexual consiste en despertarte y darte cuenta de la batalla que ruge en tu corazón y tu mente. La batalla de cada mujer te ayudará a avanzar paso a paso, y a conducirte de por vida en un camino hacia el verdadero gozo y realización sexual, emocional y espiritual.

Hubo una época en la que tenía aventuras extramatrimoniales con cinco hombres diferentes.

Primero, fue Scott. Lo conocí cuando trabajaba de voluntaria en un campamento de verano. Scott era muy sociable, extrovertido y conversador. Lo primero que me atrajo fue su capacidad para conversar con cualquiera; no solo me refiero a una conversación superficial, sino a una discusión profunda y significativa. Si entraba en un cuarto donde él estaba, me daba toda su atención y me preguntaba cómo iba todo y cómo me sentía. En comparación, sin embargo, mi esposo era un hombre de pocas palabras, del tipo fuerte, silencioso.


Después fue mi entrenador de buceo, Mark. Parecía Lloyd Bridges con su distinguido cabello entrecano. La madurez de Mark y su amor por el buceo me intrigaban. Me alentó a superar mis temores y me ayudó a descubrir mi lado de aventurera submarina. Me sentía segura con él, corno se siente una hija con su papá, Mi esposo, por otro lado, era solo unos años mayor que yo. No evocaba en mí esa sensación de cuidado y seguridad que me daba Mark.


Tom era mi profesor de contabilidad en la universidad. Lo que me llamó la atención de Tom fue su ingenio e inteligencia.

Tenía la idea de que la clase de contabilidad iba a ser la más aburrida de todas, pero él siempre tenía esa manera de hacer que se transformara en la parte más divertida e interesante del día. Mi esposo también era un contador inteligente, pero no podía hacerme reír como Tom. Su ingenio palidecía en comparación con el de Tom.


Después vino Ray. Fue mi novio antes de casarme con Greg. Ray era un romántico irremediable, siempre me colmaba de cumplidos y me hacía perder la cabeza en medio de una refulgente pasión. Al parecer, la relación con mi esposo nunca tenía esa chispa mágica que sentía cuando estaba con Ray. Él había establecido el estándar romántico al cual Greg nunca podía llegar.

Por último, también estaba Clark. Era un galán elegante y desenvuelto, de una belleza un tanto tosca. Siempre estaba a la espera de encontrarme con él los viernes por lanoche. Cuando me aproximaba al mostrador de la tienda de vídeos, el dueño iba automáticamenrc a la sección de clásicos y sacaba cualquier película de Clark Gable. No importaba cuál, me encantaban todas. Incluso con sus dos metros de altura, Greg no podía alcanzar a Clark.

Aun cuando no tenía relaciones sexuales con ninguno de estos hombres, sí tenía una aventura con cada uno de ellos: una aventura mental o emocional. Mis fantasías de ser la protagonista en una película con Clark Gable, los recuerdos de mi relación romántica con Ray, mi fascinación ante el ingenio de Tom, la madurez de Mark y el talento verbal de Scott afectaron mi matrimonio dañándolo de la misma manera que si hubiera tenido una aventura sexual.


Pasaba por alto muchas de las cosas maravillosas de mi esposo porque me concentraba tanto en los aspectos positivos de cada uno de estos otros hombres como en los atributos negativos de mi esposo. 

Debido a la convivencia con Greg, no solo veía las cosas buenas, sino también las malas y desagradables. No bajaba el asiento del inodoro a medianoche, roncaba y tenía mal aliento al despertarse. Luego se lavaba los dientes y dejaba pasta dental en el lavabo. A veces pensaba que Greg no podía hacer nada que me viniera bien, y con todas mis críticas, es probable que él tampoco sintiera que podía hacer nada para complacerme.

Las imperfecciones de orros hombres, sin embargo, iban más allá de lo que yo podía alcanzar a ver. Podía mirarlos y ver solo sus brillantes cualidades, parecidas a las que había visto en Greg al principio, pero que había ido perdiendo de vista con los años debido a todas mis comparaciones.
Me senda distanciada y desilusionada. ¿Algún día sería capaz de excitarme como lo hacían los otros hombres? ¿Todavía estaba enamorada de él? ¿Algún día llegaría a estar a la altura de las circunstancias? ¿Aprendería a vivir con mi «menos que perfecto»?

Por suerte, las respuestas positivas a estas preguntas han salido a la superficie desde que puse fin a estas aventuras y cambié la vara con la que medía. Me fascina poder informarles que nuestro matrimonio de trece años sigue adelante a toda vela y mejor que nunca (aunque, por supuesto y como toda pareja, a veces tenemos nuestros momentos). Estoy agradecida por no haber cambiado nunca a Greg por otro modelo y más agradecida aun ya que él tampoco se dio por vencido ni dejó de confiar en mí.

Juntos, hemos descubierto un nuevo nivel de intimidad que no sabíamos que existía, todo porque dejé de compararlo y criticarlo y comencé a abrazar la singularidad de mi esposo.
A lo largo de la última década en la que busqué una cura para este y otros problemas, así como enseñé acerca de la pureza y restauración sexual, me he dado cuenta que de una manera u otra todas las mujeres pelean la batalla por la integridad sexual y emocional. Sin embargo, muchas pelean con los ojos cerrados porque ni siquiera creen que estén en medio de una batalla.
Muchas consideran que por no participar en una aventura física o sexual no tienen problema con la integridad sexual y emocional. Como resultado, caen en conductas y pensamientos que ponen en peligro su integridad y les impiden satisfacerse en el ámbito sexual y emocional.
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