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martes, 24 de enero de 2017

Convertíos a MÍ con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Tapar la boca para no comer

Tapar La Boca

  I.      Significados en Hebreo y Griego
    A.      Significados      1.      Hebreo - la palabra para ayuno en hebreo es ISUWM, que significa tapar la boca.      2.      Griego - la palabra para ayuno en griego es NESTIS, que significa no comer, abstenerse de comida.
    B.      Una mirada de cerca a estas definiciones      1.      “Tapar la Boca”      Esta frase significa más que simplemente abstinencia de la comida. Ayunar, taparse la boca, significa estar callado, observar cuanto silencio sea posible al mismo tiempo que uno se retiene de comer. Generalmente nuestras bocas son nuestro mayor problema. Nos metemos en problemas cuando hablamos demasiado, así como cuando comemos demasiado. Mientras menos hablamos, estaremos involucrados en menos necedades y pecados. Así que, cuando ayunamos, yo creo que el Señor quiere que nos tapemos la boca en ambos sentidos.           a.      Escrituras relacionadas a cómo nuestras bocas nos meten en problemas:             1.      Salmos 106:33 (Números 27:14)             2.      Eclesiastés 10:14             3.      Proverbios 10:19             4.      Santiago 3:2, 5, 6, 8           Debido a que nuestras palabras son poderosas, podemos poner en peligro nuestro tiempo de ayuno hablando necedades.
           b.      Exhortaciones Bíblicas para tapar nuestras bocas (dejar de hablar)             1.      Job 40:4             2.      Salmos 39:1             3.      Salmos 141:3–4             4.      Eclesiastés 5:1, 2, 6
           c.      Ejemplos de aquellos que abrieron sus bocas mientras ayunaban             1.      1 Reyes 13:1, 8, 9–31             2.      Lucas 18:9, 12–14             3.      Isaías 58:3–5           Dios no puede, ni bendecirá este tipo de actitud.
           d.      Exhortaciones del Señor para nosotros sobre nuestras bocas en relación al ayuno             1.      Isaías 58:9             2.      Mateo 6:16–18             3.      Joel 2:12–14
           El Señor no bendecirá a aquellos que van por todo lado diciendo a todos que están ayunando, o a aquellos que lo hacen por razones vanas. Deberíamos estar callados, ayunando delante del Señor. Dios quiere que nuestros corazones sean rasgados, no nuestros vestidos. Rasgar nuestros vestidos habla de algo religioso, o de hacerlo solo para impresionar a alguien. Taparse la boca habla de un silencio santo en el que caminamos mientras estamos ayunando. No quiere decir que no hablamos en absoluto, pero medimos cuidadosamente nuestras palabras, permaneciendo en el Espíritu.             4.      Joel 1:14             5.      Joel 2:15           Note que somos llamados a una asamblea solemne. La definición de solemne en el diccionario es “sobrio, serio o seriamente”.
           e.      Lo que deberíamos estar haciendo con nuestras bocas mientras ayunamos             1.      Hechos 13:2–3                  a.      Ministrando al Señor                  b.      Oración             2.      Esdras 8:23                  a.      Buscando a Dios             3.      Nehemías 1:4; Joel 2:12; Ester 4:3                  a.      Llorando                  b.      Lamentando             4.      Lucas 2:37–Hechos 14:23                  a.      Oraciones
           Todos los anteriores son aspectos espirituales, todos se relacionan en buscar a Dios. Mientras ayunamos no deberíamos estar involucrados en demasiada conversación innecesaria. Deberíamos estar delante del Señor. Así que, taparse la boca significa no comer, pero en otra dimensión, significa observar un silencio santo, refrenándose de vanas palabrerías.


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Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá... diciendo que hay otro rey, Jesús.

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Qué debemos saber de La Biblia

COSAS BÁSICAS IMPORTANTES ACERCA DE LA SANTA BIBLIA
    I.      Cosas Básicas Importantes Acerca de la Santa Biblia      A.      Inspiración de la Biblia         1.      2 Timoteo 3:16         Otras traducciones: “Toda la Escritura es respirada por Dios”.         “Toda la Escritura es Divinamente inspirada”. La palabra Griega para “inspiración” - theopneustos - respirada divinamente. 
La palabra Hebrea para “inspiración” - n shemuh - soplar, viento. 
La definición del Diccionario Webster de “inspiración” la influencia del Espíritu de Dios en la mente humana por la cual los profetas y apóstoles y escritores sagrados eran calificados para poner una verdad divina sin ninguna mezcla o error.
         A. Realidades acerca de la inspiración         Razones que creemos muestran cómo fueron inspirados los escritores de la Biblia           1)      Es un término que simplemente describe la guía sobrenatural del Espíritu Santo de aquellos que recibieron una revelación de Dios mientras escribían la Biblia.             a)      Salmos 45:1             Jeremías 1:9             Isaías 51:16             Isaías 49:2             b)      2 Pedro 1:20, 21             c)      2 Samuel 23:2             d)      Lucas 1:35             “Cubrirá” en Griego - imponer una sombra sobre;             Envolver en una nube de brillantez.             e)      Lucas 24:45             “Abrió” en Griego - abrir totalmente             f)      Job 32:8             g)      Dios habló, ellos lo escribieron             Apocalipsis 1:11             Jeremías 30:2             Éxodo 19:18–20; Éxodo 20:18–22             h)      Jeremías 1:2 - la Palabra del Señor vino             Joel 1:1             Oseas 1:1             Miqueas 1:1             Sofonías 1:1             Zacarías 1:1             Jonás 1:1; Ezequiel 1:3             j)      Malaquías 1:1 - la carga de la Palabra del Señor             Habacuc 1:1             Nahúm 1:1             k)      Abdías 1:1 - la visión de la Palabra del Señor             Amós 1:1             Isaías 1:1
         2.      Plenaria - Inspiración Verbal           a.      Plenaria - Llena, completa en todas partes. Esta teoría significa que cada libro, capítulo, párrafo y oración es igualmente derivada de Dios.           b.      Verbal - Esto significa que las palabras del texto, así también como las ideas comunicadas son sobrenaturalmente inspiradas por Dios.
         3.      Sin error         Esto habla de que las enseñanzas de la Biblia son verdad en todo de lo cual habla. Que las palabras de las Escrituras, en los escritos originales, enseñan la verdad sin ninguna mezcla o error.
         4.      Infalibilidad         Esto literalmente significa que no es propensa a fallar en alcanzar Su propósito; incapaz de error. Es imponer la verdad divina, sin ninguna mezcla o error.
      B.      Más Escrituras que muestran cómo y por qué los escritores de la Biblia recibieron la palabra inspirada.         1.      Juan 16:12, 13         El Espíritu Santo los guió         2.      1 Corintios 15:3, 4         Lo que yo he recibido         3.      Juan 14:26         El trajo a su memoria las cosas que Él había dicho.         4.      Efesios 3:5         Revelado por el Espíritu


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jueves, 29 de diciembre de 2016

Vive Jehová, que lo que mi Dios me dijere, eso hablaré...levántate y oye; Escucha mis palabras... Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta... maneja con precisión la palabra de verdad

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




¿PREDICA USTED O VA A PREDICAR... ES LLAMADO A HACERLO?
La predicación, su significado y su importancia hoy
Qué es la predicación? ¿Cuál es su significado? ¿Qué importancia tiene para hoy? ¿A quién o quiénes se dirige? ¿Cómo enfocar la predicación adecuadamente? ¿Cuáles son los elementos idóneos de la predicación? 
Preguntas como estas, y muchas más, deben ser respondidas antes de enfocarnos en los aspectos prácticos relacionados con la predicación, pues tal como dijera el evangelista británico Ian Pitt-Watson en materia de predicación: “Es imperativo, antes de abordar el cómo, responder al qué”.
Iniciaremos nuestro estudio abordando algunos de esos aspectos a fin de capacitarnos como expositores aprobados que trazan bien la palabra de verdad. 
Antes que todo:
  1. Definiremos el concepto relacionado al arte de la proclamación del evangelio. 
  2. En seguida, estudiaremos con más detalles los elementos que componen la predicación y le dan significado. 
  3. Finalmente, analizaremos la importancia de la predicación y su relevancia para hoy.
DEFINICIÓN DE PREDICACIÓNExisten diversas opiniones en cuanto a lo que es y lo que no es la predicación. Tal vez la más conocida y generalizada sea aquella que expuso Phillips Brook en una serie de conferencias ante los estudiantes de la Universidad de Yale, cuando afirmó:
“La predicación es la comunicación de la verdad a los hombres a través de un hombre. Es la presentación de la verdad a través de la personalidad”.
Si analizamos la definición expuesta por Brook, notaremos que la misma conlleva dos elementos esenciales, que son: 
  • verdad y 
  • personalidad. 
La predicación es la comunicación de la verdad divina a través de la personalidad del predicador. Sin embargo, aunque esta definición implica varios elementos importantes de la predicación, debemos entender que esta per se es mucho más.
Algunos maestros han sugerido que a la definición expuesta por Brook es necesario añadirle por lo menos dos elementos más. Siguiendo este consejo, por ejemplo, J. Daniel Baumann definió la predicación como “la comunicación de la verdad bíblica por un hombre a los hombres con el propósito explícito de cambiar la conducta”. Esta definición no solo presenta los elementos antes mencionados —verdad y personalidad—, sino que incluye el propósito que persigue la predicación, que es el “cambio de conducta”.
Por su parte, el respetado maestro de la predicación Haddon W. Robinson nos dice que la predicación es un proceso vivo que involucra a Dios, al predicador y a la congregación. 
Robinson enfatiza que “ninguna definición puede pretender maniatar esta dinámica”. En su libro, La predicación bíblica, Robinson puntualiza su concepción de la siguiente manera:“Es la comunicación de un concepto bíblico derivado de —y transmitido por medio de— un estudio histórico, gramatical y literario de cierto pasaje en su contexto, que el Espíritu Santo aplica, primero, a la personalidad y la experiencia del predicador, y luego —a través de este— a sus oyentes”.
Esta definición tiene una relevancia especial, ya que nos dice que la verdad que el predicador está llamado a exponer se deriva de “un estudio histórico, gramatical y literario de cierto pasaje en su contexto”. Por otra parte, pone un énfasis exclusivo en el hecho de que la verdad debe ser aplicada “primero, a la personalidad y la experiencia del predicador, y luego —a través de este— a sus oyentes”.
Otra definición popular de la predicación la expresó Jerry Vines en su fascinante libro Power in the Pulpit. Según Vines la predicación es: “La comunicación oral de la verdad bíblica por el Espíritu Santo, a través de una personalidad humana, a un público determinado; con la intención de permitir una respuesta positiva”.
Debemos destacar que, a diferencia de otras definiciones, Vines enfatiza que la predicación es la “comunicación oral de la verdad bíblica… dada a una audiencia determinada”. En otras palabras, la predicación según Vines, es un proceso de comunicación mediante el cual una persona comparte el mensaje de la Biblia con una audiencia determinada en un evento público.
Se han presentado muchas otras tesis de este concepto, pero solo tomamos algunas para demostrar que no existe una definición exclusiva de lo que es la predicación, lo cual es muy importante, ya que nos muestra las grandes dimensiones —y, por ende, posibilidades— del tema. Por lo tanto, no podemos afirmar que una concepción sea mejor que otra, más bien debemos sacar provecho de las distintas definiciones que a través de la historia se han presentado y extraer de cada una de ellas los elementos que tienen en común y que nos indican lo que realmente es la predicación.
Considerando los elementos que nos proporcionan las definiciones ya presentadas, permítanme expresar la nuestra; no sin antes aclarar que la misma no pretende sustituir la gran cantidad de definiciones —que han dado a través de los tiempos diferentes autores—, ni menos aun ser dogmática. 
Por nuestra parte, definimos la predicación del siguiente modo: 
Es la comunicación oral del mensaje divino basado en el significado verdadero y exacto de uno o más textos bíblicos, la cual es transmitida a través del predicador y aplicada de una manera relevante para el oyente contemporáneo.
El análisis de esta definición nos ayuda a comprender la esencia y los fines de la predicación. Por tal motivo, permítanme considerar a continuación los elementos fundamentales que de esta definición se desprenden.
ELEMENTOS ESENCIALES DE LA PREDICACIÓN1. el contenido de la predicaciónEl contenido de la predicación, según lo expresado en nuestra definición, es “mensaje divino”. Predicar no es otra cosa sino dar un mensaje de parte de Dios. Eso es lo que se espera, por lo menos, de un predicador; que es un mensajero cuya tarea es dar a otros el mensaje que Dios le ha conferido. La postura del predicador debe ser la misma que tuvo el profeta Micaías, que en cierta ocasión dijo: “Vive Jehová, que lo que mi Dios me dijere, eso hablaré” (2 Crónicas 18:13).
Es interesante observar el hecho de que —de los treinta y tres verbos griegos empleados por los escritores neotestamentarios para representar la riqueza de la predicación— sea Kerysso el verbo más utilizado.8Según los estudiosos del Nuevo Testamento, esa palabra se usa unas 60 veces y la misma hace referencia a la proclamación hecha por un heraldo. 
Al comentar la palabra Kerysso, el célebre predicador John Sttot afirma que así como “los heraldos investidos de autoridad pública comunicaban los mensajes oficiales de los reyes, magistrados, príncipes y jefes militares, los predicadores cristianos son embajadores en nombre de Cristo, no para propagar puntos de vista, opiniones o ideales, sino para proclamar los hechos poderosos de Dios”.
El predicador debe estar consciente de que es un heraldo que está llamado a comunicar el mensaje divino. Creo que el mayor peligro y la mayor presunción que corre el predicador es ignorar este hecho. Él debe luchar por entender que el contenido de la predicación es la verdad o el mensaje divino, no sus ideas, doctrinas, filosofías, especulaciones morales ni experiencias religiosas. Dios ha dado el mensaje divino y el predicador solo debe hacerse eco de lo que Dios ha dicho. Bien lo expresó Karl Barth cuando dijo que “en la predicación no tenemos nada que decir, sino repetir”.
2. el fundamento de la predicaciónLa definición continúa afirmando que la predicación se “basa en el significado verdadero y exacto de uno o más textos bíblicos”. El contenido de la predicación proviene de las Escrituras. La predicación —tal como escribiera Karl Barth— “es una explicación de la Escritura”. Si lo que se expone en el púlpito no está basado en la Palabra de Dios, es de poco o ningún valor para los oyentes.
Dios ha dado el mensaje divino y el predicador solo debe hacerse eco de lo que Dios ha dicho.
Es de suma relevancia destacar el hecho de que la predicación se basa, no en un texto o textos bíblicos sino, en el significado verdadero y exacto de los mismos. Citar la Biblia frecuentemente en un sermón no es garantía de que el mismo tenga autoridad bíblica. Lo que brinda autoridad a la predicación es “maneja[r] con precisión la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15, Biblia de las Américas).
La predicación debe fundarse en las Escrituras y desarrollarse conforme al flujo natural del pensamiento del autor bíblico. En otras palabras, si Isaías, Jeremías, Amós o Pablo escucharan un sermón basado en sus escritos, deberían decirse para sus adentros: “Sí, eso mismo es lo que yo dije”.
3. el predicador, instrumento de comunicaciónUn elemento que no podemos pasar por alto al definir la predicación es la persona del predicador. El mensaje divino, según la definición que estamos estudiando, es “transmitido a través del predicador”. En otras palabras, el predicador es el conducto por el cual fluye el mensaje divino.
Podemos afirmar con toda seguridad que el predicador es irremplazable. Pablo Perla afirma que: “Mientras existan seres humanos en este mundo, existirá la predicación y se necesitará del predicador; porque el predicador es un eslabón vital e imprescindible en el plan de la salvación. El predicador es la persona a quien el cielo ha encargado la tarea de conectar al pecado humano con el perdón divino, la necesidad humana con la omnipotencia divina, la ignorancia humana con la revelación divina”.
Que el predicador sea el medio por el cual se comunica el mensaje divino es un gran privilegio y a la vez una gran responsabilidad. Como instrumento de comunicación, el predicador debe cumplir con las exigencias que demanda predicar el mensaje divino. Lo primero que el predicador debe aceptar es que la fuente de poder de la predicación no radica en los grados académicos, ni en los dotes o talentos naturales del expositor sino en el poder del Espíritu Santo que obra por medio del instrumento que ha vivido en su presencia y se ha rendido a su influencia.

Lo segundo que el predicador debe saber es que el éxito de su exposición será, en gran medida, de acuerdo a la pureza y perfección del instrumento. Un predicador santificado en la verdad es un instrumento impresionante en las manos de Dios. El mensaje divino fluye sin obstáculos cuando el predicador ha colocado su vida en el altar de la consagración.
En último lugar, el predicador debe aceptar el hecho de que el mensaje divino debe ser aplicado primero a su propia vida antes que obre con poder en las de los demás. Predicar el mensaje divino sin vivirlo es una inmoralidad. El verdadero predicador, sean cuales sean sus defectos y limitaciones, ha de estar identificado con el mensaje que comunica. Debe reverenciar y amar a Dios, respetar y amar su Palabra. Ha de reflejar los principios en su propia vida antes de demandarlo a los oyentes. La gente necesita predicadores que comuniquen la verdad con sus palabras y muestren la verdad con sus hechos.
El mensaje divino fluye sin obstáculos cuando el predicador ha colocado su vida en el altar de la consagración.
Sin embargo, con todo lo dicho no pretendo dejar la impresión de que para predicar hay que ser perfecto. Pues si así fuera, ninguno de nosotros estaría en condición de hacerlo. Mas creo que para predicar debemos vivir la experiencia diaria del crecimiento en la fe para llegar a decir con el apóstol Pablo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que está detrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
4. el objeto de la predicaciónEn último lugar, nuestra definición nos dice que el mensaje divino que se fundamenta en las Escrituras y se comunica a través del predicador debe ser “aplicado de una manera que sea relevante para el oyente contemporáneo”.
El objetivo final de la predicación  es aplicar la verdad, no saciar la curiosidad. Por medio de la predicación, el atribulado ha de recibir consuelo; el que se haya en perplejidad, luz; el rebelde, amonestación; el penitente, promesa de perdón; el caído, perspectiva de levantamiento y restauración; el fatigado, descanso y fuerzas nuevas; el frustrado, esperanza; el inconverso, la palabra cautivadora de Cristo; el santo, el mensaje para crecer en la santificación. El púlpito, tal como dijera José M. Martínez, “ha de ser la puerta de la gran despensa divina, de la cual se sacan provisiones necesarias para suplir las necesidades espirituales de los oyentes”.
Debemos entender, como predicadores, que la aplicación del mensaje divino constituye el corazón de la predicación. Predicar, según lo expresa Arthur Allen, “es hacer la verdad más clara, la responsabilidad más urgente, alumbrar la mente, despertar la conciencia, tocar el corazón, persuadir a los hombres y mujeres a aceptar el mensaje evangélico y vivir una vida cristiana”.

No podemos pasar por alto que en nuestra definición se enfatiza que la aplicación del mensaje divino debe hacerse de una manera que sea “relevante para el oyente contemporáneo”. La predicación no consiste solo en explicar y dar el significado verdadero y exacto de lo que Dios dijo hace miles de años a través de las Escrituras; más aun, consiste en presentar lo que Dios está diciendo aquí y ahora por medio de las Escrituras. La predicación es mucho más que un acontecimiento en el tiempo, es un evento que ofrece lo que Dios nos dice ahora mismo, a nosotros, justo aquí, donde estamos. Me parece correcta la manera en que Kenton C. Anderson compendia este concepto al decir que “la predicación es ayudar a las personas a oír lo que Dios dice”.
En resumen, podemos decir basados en nuestra definición, que la predicación es la comunicación oral cuyo contenido es el mensaje divino. Su fundamento es el significado verdadero y exacto de uno o más textos bíblicos. Su instrumento es la personalidad del predicador y su objetivo es la aplicación de la verdad de una manera relevante a la vida del oyente contemporáneo.

LA IMPORTANCIA DE LA PREDICACIÓN HOYActualmente hay algunas voces que afirman, aun dentro del cristianismo, que la predicación ha pasado de moda, que sus días han terminado y que la misma ha sido superada por los medios modernos de comunicación. En muchos círculos contemporáneos, la predicación no tiene razón de ser y es incompatible con la sociedad actual. La predicación, según dicen, es “un arte moribundo, una forma obsoleta de comunicación, el eco de un pasado que quedó atrás”.
Sin embargo, a pesar de todos los argumentos opuestos a la predicación, se puede afirmar con toda seguridad que es tan relevante hoy como siempre lo ha sido; que la misma no ha pasado de moda y que sus años dorados no son asunto del 
pasado sino que sus mejores años están por delante.

Refiriéndose a la importancia de la predicación, el ministro británico John Stott escribió que la misma es indispensable para el cristianismo. “Sin ella —afirmó—, se pierde una parte necesaria de su autenticidad, puesto que el cristianismo es por su esencia la religión de la Palabra de Dios”.
Por su parte, Carl J. Sanders enfatizó la importancia de la predicación al señalar que “la historia prueba que la iglesia puede existir sin edificios, sin liturgias, sin coros, sin escuelas bíblicas, sin clérigos profesionales, sin credos y aun sin sociedades eclesiásticas. Pero es muy probable que no pueda existir sin la predicación de la Palabra. La predicación tiene más poder que cualquier otra cosa que la iglesia tenga o haga”.
Puesto que la predicación es indispensable para el cristianismo, permítanme abordar de manera breve cinco áreas en las que adquiere un papel 
protagónico.

1. La predicación y la salvación de los perdidosSan Pablo, en su Primera Carta a los Corintios, dice que: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por medio de la locura de la predicación”. La predicación juega un papel importante en la salvación, ya que como dijera el apóstol Pablo en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
2. La predicación y el cumplimiento de la misión
El mensaje de la salvación de nuestro Señor Jesucristo debe ser transmitido. Esa trasmisión se lleva a cabo primordialmente mediante la predicación. El pastor C. B. Hayne indicó que: “El cristianismo, como mensaje será propagado por medio de la predicación. Como verdad, será enseñado por medio de la predicación. Como 
cuerpo de doctrina, será explicado por medio de la predicación. Como vida, será impartido por medio de la predicación”.

3. La predicación y el crecimiento de la iglesia
La predicación es parte esencial en el crecimiento de la iglesia. No es casualidad que, originalmente, la iglesia haya nacido y se haya desarrollado a través de la predicación. De hecho, casi cada vez que Lucas hizo alguna observación acerca de los patrones de crecimiento de la iglesia primitiva, se expresó en términos como estos: “Y crecía la palabra del Señor”. La predicación es la estrategia principal de Dios para el crecimiento de la iglesia. John MacArthur afirma que: “El ministerio de la palabra es la principal arma espiritual en el arsenal de la iglesia, la única semilla para la plantación de nuevas congregaciones, la herramienta para la edificación de los nuevos creyentes y la primordial estrategia en el plan de Dios para discipular las naciones. No la predicación, no la iglesia. No la proclamación, no el crecimiento de la iglesia. La predicación es el corazón, la sangre y todo el sistema circulatorio de la iglesia y su crecimiento”.

La iglesia que reciba el Pan de vida a través de la predicación, gozará de cristianos fuertes. 
4. La predicación y el avivamientoLa predicación siempre ha sido precursora del amanecer de alguna reforma o de un avivamiento. “Cualquier estudio de los periodos de gran avivamiento —alega Martin Lloyd Jones— demuestra, ante todo, este simple hecho: que la iglesia cristiana ha hablado con autoridad en cada uno de esos periodos. La gran característica de todos los avivamientos ha sido la autoridad del predicador”.
La predicación es la clave para el avivamiento de la iglesia. Griffith Tomas, en su obra The Work of the Ministry,señala que: “La prosperidad espiritual de cualquier iglesia es principalmente determinada por el ministerio del don de la predicación y afirmo mi convicción de que la condición espiritual de la iglesia hoy está en directa proporción a la negligencia en la predicación. Cuando observamos la falta de interés en la asistencia a la iglesia y, todavía más, la ausencia del poder espiritual en la vida de la iglesia, no creo que sea muy errado describir esa situación como negligencia en la predicación”.

5. La predicación y el cuidado pastoral
Por último, la predicación es vital para el cuidado pastoral de la iglesia. Jesús le ha encomendado a cada ministro la misma encomienda que le dio a Pedro: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15). 

La salud espiritual de la iglesia está estrechamente ligada con la predicación que las nutre. Los miembros necesitan alimento espiritual. Únicamente la exposición de la Palabra de Dios puede suplir esa necesidad. La iglesia que reciba el Pan de vida a través de la predicación, gozará de cristianos fuertes. Por el contrario, la que carezca de predicación bíblica será testigo de la apostasía y decadencia de sus miembros.

CONCLUSIÓNPodemos afirmar, para concluir que, contrario a lo que muchos profetas modernos declaran, la predicación vive y goza de buena salud. La comunicación oral del mensaje divino es necesaria hoy más que nunca. Tanto la sociedad que corre tras el secularismo y la iglesia que decae ante la apatía, necesitan hoy más que nunca el bálsamo curativo que solo viene a través de la exposición fiel de la Palabra de Dios.
¿ENTENDIÓ LO QUE LEYÓ?... ENTONCES PUEDE RESPONDER
1. ¿Cuáles son las preguntas que deben ser respondidas antes de enfocarnos en los aspectos prácticos relacionados con la predicación?2. Defina brevemente qué es la predicación.3. ¿Cuál es su objetivo al predicar?4. Enumere los elementos esenciales de la predicación.5. ¿Cuáles son las cinco áreas protagónicas de la predicación?

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lunes, 12 de diciembre de 2016

Quedaos... hasta que seáis investidos de poder desde lo alto... ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




No tener una idea clara y definitiva de lo que es

EL BAUTISMO CON EL ESPÍRITU SANTO: QUÉ ES Y QUÉ HACE


A pesar de lo mucho que se dice en la actualidad acerca del bautismo con el Espíritu Santo, es de temer que un gran número de personas que hablan acerca de este tema y oran para recibir ese bautismo, no tienen una idea clara y definitiva de lo que eso significa. Pero la perspectiva que nos ofrece la Biblia con respecto a esta maravillosa bendición, si se estudia con cuidado, sí es perfectamente clara y notablemente definitiva.

1. Lo primero que descubrimos es que en la Biblia se le dan distintos nombres a esta única experiencia. En Hechos 1:5, Jesús dijo: «Seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días». En Hechos 2:4, cuando tuvo lugar el cumplimiento de esta promesa, leemos que «fueron todos llenos del Espíritu Santo». En Hechos 1:4, se alude a la misma experiencia como ‘la promesa del Padre’ y en Lucas 24:49 como ‘la promesa de mi Padre’ y se habla además de ser ‘investidos de poder desde lo alto’. Al comparar Hechos 10:44, 45, 47 con Hechos 11:15, 16, vemos que las expresiones ‘el Espíritu Santo cayó sobre ellos’, ‘el don del Espíritu Santo’ y ‘han recibido el Espíritu Santo’ son equivalentes a ser ‘bautizados con el Espíritu Santo’.

2. En segundo lugar, observamos que el bautismo con el Espíritu Santo es una experiencia clara y podemos saber si la hemos recibido o no. Esto se deduce del mandato de nuestro Salvador a los apóstoles, «Quedaos en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto» (Lucas 24:49). Si esta investidura de poder, o bautismo con el Espíritu Santo, no fuera una experiencia tan clara que uno pudiera saber a ciencia cierta si la ha recibido o no, ¿cómo podían ellos determinar si el tiempo que debían quedarse en la ciudad había llegado a su fin? Eso mismo se infiere de la pregunta tan concluyente que les hace Pablo a los discípulos en Éfeso, «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?» (Hechos 19:2). Pablo obviamente esperaba como respuesta un ‘sí’ o un ‘no’ categóricos. A menos de que se trate de una experiencia clara y definitiva, y por esa razón, uno pueda saber si la ha recibido o no, ¿cómo podían estos discípulos responder a la pregunta de Pablo? De hecho, ellos sabían que no habían ‘recibido’, o que no habían sido ‘bautizados con’ el Espíritu Santo, y poco tiempo después sí supieron que habían ‘recibido’, o que habían sido ‘bautizados con’ el Espíritu Santo (Hechos 19:6). Pregúntenles a muchos de los que oran actualmente para que Dios los bautice con el Espíritu Santo, «Hermano, ¿recibiste lo que pedías? ¿Fuiste bautizado con el Espíritu Santo?», y verán que se quedan boquiabierto. No esperaba una pregunta tan definitiva para que pudiera responder directamente con un ‘sí’ o con un ‘no’. Sin embargo, en la Biblia no encontramos nada de la vaguedad e indefinición con respecto a este asunto que sí se hacen patentes en gran parte de nuestras oraciones y predicaciones contemporáneas. La Biblia es un libro muy claro. Es muy claro en cuanto a la salvación, tan claro que un individuo que conoce su Biblia puede responder directamente ‘sí’ o ‘no’ cuando le preguntan si es salvo. Es también claro en lo que se refiere al ‘bautismo con el Espíritu Santo’, tan claro que un individuo que conoce su Biblia puede responder directamente ‘sí’ o ‘no’ si le preguntan: «¿Has sido bautizado con el Espíritu Santo?». Tal vez haya algunos que sean salvos y no lo sepan, porque no entienden sus Biblias, pero tienen el privilegio de saberlo. Y asimismo, es posible que haya algunos que han sido bautizados con el Espíritu Santo y no conocen el nombre que la Biblia le da a la experiencia que ha tenido lugar en ellos, pero tienen ese privilegio.

3. El bautismo con el Espíritu Santo es una obra del Espíritu Santo independiente y distinta de su obra de regeneración. Ser regenerado por el Espíritu Santo es una cosa, pero ser bautizado con el Espíritu Santo es algo diferente, algo adicional. Esto se desprende de Hechos 1:5, donde leemos que Jesús dijo, «Seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días». Hasta ese momento, los apóstoles aún no habían sido ‘bautizados con el Espíritu Santo’, pero ya habían sido regenerados, de lo cual el propio Jesús había dado testimonio en Juan 15:3 cuando les dijo, «Ya vosotros estáis limpios por la Palabra» (compárese con Stg. 1:18; 1 Pe. 1:23) y en Juan. 13:10, «Vosotros limpios estáis, aunque no todos», y se vale de la frase ‘aunque no todos’ para excluir de la declaración general ‘vosotros limpios estáis’, al único hombre de la compañía apostólica que no estaba regenerado, Judas Iscariote (Véase Juan 13:11). Los apóstoles, con excepción de Judas Iscariote, ya eran en ese entonces hombres regenerados, pero todavía no estaban ‘bautizados con el Espíritu Santo’. De esto se infiere que la regeneración es una cosa y que el bautismo con el Espíritu Santo es algo diferente, algo adicional. Podemos estar regenerados y aún no haber sido bautizados con el Espíritu Santo. Esto mismo se hace claramente patente en Hechos 8:12–16. En este pasaje leemos acerca de un grupo de creyentes que habían sido bautizados. No cabe duda de que entre todos estos creyentes bautizados, había algunos que habían sido regenerados. Sin embargo, el pasaje nos informa que cuando Pedro y Juan llegaron, «oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo, (porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos)». Es obvio, pues, que un individuo puede ser creyente, y puede haber sido regenerado, y aun así, no haber recibido el bautismo con el Espíritu Santo. En otras palabras, el bautismo con el Espíritu Santo es algo diferente de su obra regeneradora y adicional a ella. No todos los regenerados tienen el bautismo con el Espíritu Santo, aunque como veremos más adelante, cada individuo regenerado puede tener este bautismo. Todo aquél que haya experimentado la obra regeneradora del Espíritu Santo es salvo, pero no está apto para el ministerio hasta que, además de la salvación, haya recibido el bautismo con el Espíritu Santo.

Pero si bien es cierto que el bautismo con el Espíritu es una operación del Espíritu Santo independiente y distinta de su obra regeneradora, puede ocurrir, y a menudo ocurre, simultáneamente con ella. Una persona puede ser bautizada con el Espíritu en el mismo instante en que es regenerada. Eso fue lo que sucedió en el hogar de Cornelio y lo que sucede también en muchos casos en la actualidad, y ese sería el caso de todos los creyentes si la condición de la iglesia fuera perfectamente normal. La expectativa de los apóstoles era que cuando las personas se convirtieran y fueran regeneradas, recibieran también el bautismo con el Espíritu Santo en forma instantánea y estuvieran preparadas para comenzar a servir inmediatamente. (Ef. 1:13; Hechos 2:38; 1Co. 12:13; Hechos 8:15, 16; 9:17; 19:2). En algunos casos, como en Éfeso, (Hechos 19:1–6) y en Samaria, (Hechos 8:12–16), dado que la instrucción que habían recibido no era adecuada, o por otras razones, no ocurrió así. La condición vigente en Éfeso y en Samaria es, al parecer, la misma condición que predomina en este tiempo, y por tanto, tenemos que andar preguntando como Pablo en Éfeso, “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hechos 19:2), e insistiendo en que la regeneración no es suficiente, que los creyentes también tienen que ser bautizados con el Espíritu Santo.

4. El bautismo con el Espíritu Santo siempre está relacionado con el testimonio y el servicio. Analicen con cuidado cada pasaje en el que se hace mención del bautismo con el Espíritu Santo y verán que se relaciona con, y que tiene por objetivo, el testimonio y el servicio. (Por ejemplo, Hechos 1:5, 8; 2:4; 4:31, 33). Esto se pondrá claramente de manifiesto cuando entremos a considerar qué hace el bautismo con el Espíritu Santo. El bautismo con el Espíritu Santo no es una experiencia que Dios nos concede con el único fin de que nos sintamos felices. Si bien es cierto que esa experiencia llena nuestra vida de un gozo que nunca antes habíamos conocido, ese no es su objetivo principal. La intención del bautismo con el Espíritu no es hacernos felices sino eficientes. No debemos anhelar ni buscar experiencias extáticas, sino poder y eficiencia para servir a Dios. 

El propósito primordial del bautismo con el Espíritu Santo no es ni siquiera limpiarnos del pecado, sino llenarnos de poder para servir. Hay una corriente de enseñanza teológica, propuesta por un grupo de personas muy sinceras aunque erradas, que ha causado que toda la doctrina del bautismo con el Espíritu Santo caiga en descrédito. La enseñanza consiste en lo siguiente: Primera proposición —existe una experiencia adicional (o segunda bendición) posterior a la regeneración, a saber, el bautismo con el Espíritu Santo. Esta proposición es cierta y puede probarse fácilmente en la Biblia. Segunda proposición —este bautismo con el Espíritu Santo se recibe en forma instantánea. Esta proposición también es cierta y también puede demostrarse fácilmente en la Biblia. Tercera proposición —este bautismo con el Espíritu Santo es la erradicación de la naturaleza pecaminosa del ser humano. Esta proposición es falsa. No existe ni una sola frase en las Escrituras que pueda presentarse como prueba de que el bautismo con el Espíritu Santo es la erradicación de la naturaleza pecaminosa del hombre. Por lo tanto, la conclusión de que “la naturaleza pecaminosa puede ser instantáneamente erradicada”, que se desprende de estas tres proposiciones, dos ciertas y una falsa, es necesariamente falsa.

El bautismo con el Espíritu Santo no tiene como objetivo la limpieza del pecado, sino que es la de capacitar al creyente para el servicio. Esa es, más bien, la obra del Espíritu Santo. Aparte de eso, hay una obra del Espíritu Santo que consiste en fortalecer con poder al creyente en el hombre interior, «para que Cristo habite en su corazón por la fe… y sea lleno de toda la plenitud de Dios» (Ef. 3:16–19). Otra obra del Espíritu Santo es hacer que el creyente sea «librado de la ley del pecado y de la muerte» (Ro. 8:2) y de ese modo, a través del Espíritu, el creyente «hace morir las obras de la carne» (Ro. 8:13). Tenemos, pues, el privilegio de andar así, día a día y hora tras hora, en el poder del Espíritu, para que la naturaleza carnal permanezca muerta. Pero esto no es el bautismo con el Espíritu Santo, ni tampoco lo es la erradicación de la naturaleza pecaminosa. La erradicación de la naturaleza pecaminosa no es obra de un instante, sino que es algo que requiere un esfuerzo continuo. «Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Gá. 5:16).

Aunque insistimos en que el propósito principal del bautismo con el Espíritu Santo es llenar de poder al creyente para que pueda servir, debemos añadir que el bautismo va acompañado de una gran elevación moral. 

Debe producir, y habitualmente produce, una transformación en la vida y en el ministerio (véanse Hechos 2:44–46; 4:31–35). Debido a los pasos que tenemos que dar para obtener esta bendición, tiene que ser necesariamente así. Más allá de esto, no podemos olvidar que una de las promesas con respecto a este tema dice lo siguiente: «Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Mt. 3:11). Cuando observamos el contraste que, al parecer, pretende establecerse entre el fuego aquí y el agua en la primera parte del versículo, es difícil no llegar a la conclusión de que en estas palabras, en parte, se hace referencia al poder purificador del fuego. De ser así, entonces el bautismo con el Espíritu Santo, que es principalmente un proceso de energización, es también un proceso revelador, perfeccionador, arrollador e iluminador —un proceso que nos hace rebosar de amor a Dios, amor a los seres humanos y amor a las almas.

5. Para alcanzar una visión más clara y más plena de lo que es el bautismo con el Espíritu Santo, debemos observar lo que hace este bautismo. Hechos 1:8 lo expresa concisamente de la siguiente manera: «Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…». El bautismo con el Espíritu Santo imparte ‘poder’, poder para servir. Este poder, sin embargo, no se manifiesta de la misma forma en todas las personas. En 1Co. 12:4–13 encontramos una explicación muy clara al respecto, «ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo… Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere». Cuando comencé mis estudios sobre el bautismo con el Espíritu Santo, observé que en muchos casos los que recibían este bautismo ‘hablaban en lenguas’, y aquello suscitaba dudas a menudo en mi mente: Si un individuo es bautizado con el Espíritu Santo, ¿no debería hablar en lenguas? Pero como no vi que nadie lo hiciera, solía preguntarme, ¿Existe alguien en la actualidad que realmente esté bautizado con el Espíritu Santo? Sin embargo, este capítulo 12 de 1 Corintios me aclaró el asunto, especialmente cuando llegué a la pregunta que Pablo les hizo a los que habían sido bautizados con el Espíritu Santo, «¿hablan todos lenguas?» (1Co. 12:30). Aun así, caí en otro error, a saber, que todo el que recibiera el bautismo con el Espíritu Santo, recibiría poder para desempeñarse como evangelista, o como predicador de la Palabra. Esta conclusión se opone también a la enseñanza del capítulo en cuanto a que «hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo». De hecho, son tres los males que surgen del error recientemente mencionado. El primero es la decepción, porque hay muchos que buscan el bautismo con el Espíritu Santo con la esperanza de recibir poder para hacer las tareas propias de un evangelista, pero como Dios no los ha llamado a esa obra, el poder que se deriva del bautismo con el Espíritu Santo se manifiesta en ellos de otra manera. Ha habido muchas personas amargamente decepcionadas y casi desesperadas por esta causa. El segundo mal es más grave que el primero, la presunción. Este es el caso del individuo a quien Dios no ha llamado a hacer obra de evangelista o de ministro, y a pesar de ello, se lanza a hacerla porque ha recibido, o cree haber recibido, el bautismo con el Espíritu Santo. Otros han dicho, «Lo único que un hombre necesita para ser un predicador exitoso es el bautismo con el Espíritu Santo». Eso, sin embargo, no es cierto. Necesita un llamado para hacer esa obra específica y necesita el estudio de la Palabra de Dios que lo preparará para esa obra. El tercer mal es todavía mayor, la indiferencia. Hay un gran número de personas que saben que no han sido llamadas por Dios para predicar. Por ejemplo, una mujer que tiene a su cargo numerosos hijos, lo sabe. Si aun así, piensa que el bautismo con el Espíritu Santo simplemente imparte poder para predicar, este asunto no despertará su interés. Sin embargo, cuando entendemos la verdad de que, aunque sí es cierto que el bautismo con el Espíritu imparte poder, el modo en que ese poder se manifiesta depende de la obra para la que Dios nos ha llamado, y que ninguna obra puede realizarse eficazmente sin él, entonces esa madre se dará cuenta de que ella, al igual que el predicador, necesita este bautismo —lo necesita para realizar la más importante y santa de todas las tareas, a saber, criar a sus hijos ‘en disciplina y amonestación del Señor’. Conocí recientemente a una madre muy feliz. Hace unos meses oyó hablar del bautismo con el Espíritu Santo, lo buscó y lo recibió. —«¡Oh!», exclamó gozosa mientras me contaba la historia, «desde que lo recibí he podido adentrarme en los corazones de mis hijos, lo cual nunca antes me había sido posible».
Es el propio Espíritu Santo el que decide de qué manera se manifestará el poder en cada caso «repartiendo a cada uno en particular como él quiere» (1Co. 12:11). Tenemos derecho a «procurar los dones mejores» (1Co. 12:31), pero el Espíritu Santo es soberano. Es él, y no nosotros, quien ha de decir la última palabra. No es tarea nuestra, pues, elegir algún don, y entonces esperar que el Espíritu Santo nos imparta el don que hemos elegido; no nos corresponde a nosotros escoger un área de servicio y luego esperar que el Espíritu Santo nos imparta poder en esa área que nosotros, y no él, hemos escogido. Nuestro deber, más bien, es reconocer la divinidad y la soberanía del Espíritu, y entregarnos sin reservas a su voluntad; mientras que su tarea es elegir el don que ‘él quiere’ e impartírnoslo, escoger el área que ‘él quiere’ y otorgarnos el poder que nos preparará para servir en esa área que él ha escogido. En una ocasión conocí a un hijo de Dios, que, al oír hablar del bautismo con el Espíritu Santo y el poder que se derivaba de él, abandonó con mucho sacrificio el trabajo secular al que se dedicaba y empezó a desarrollar la labor de evangelista. Pero el poder que esperaba recibir en esa área de servicio no llegó y el hombre se vio sumido en grandes dudas y tinieblas, hasta que le fue revelado que el Espíritu Santo reparte «a cada uno en particular como él quiere». Renunció, pues, a escoger su propia área de servicio y sus dones, y se puso a disposición del Espíritu Santo para que fuera él quien lo escogiera. El resultado final fue que el Espíritu Santo sí le impartió a ese hombre poder para que se desempeñara como evangelista y predicador de la Palabra. Tenemos, pues, que rendirnos absolutamente al Espíritu Santo para que él obre en nosotros como él quiera.
Pero, aun cuando el poder que acompaña al bautismo con el Espíritu Santo se manifieste de diferentes formas en los distintos individuos, todos tendrán poder. Cada vez que un ser humano es bautizado con el Espíritu Santo, entra en posesión de un nuevo poder, un poder que no es suyo, sino ‘el poder del Altísimo’. En la biografía religiosa abundan los ejemplos de personas que hicieron todos los esfuerzos posibles por desarrollar bien su labor hasta que un día les fue revelado que existía una experiencia como la del bautismo con el Espíritu Santo, y la buscaron y la obtuvieron. A partir de ese momento, su ministerio fue visitado por un poder nuevo que transformó por completo la naturaleza de la actividad que desarrollaban. Finney, Brainerd y Moody son solo algunos casos concretos entre muchos. Esta experiencia, sin embargo, no está limitada a algunos hombres excepcionales, ejemplos así son cada vez más comunes. El escritor ha conocido y ha mantenido correspondencia con cientos de personas durante los últimos doce meses, las cuales testifican claramente del poder que Dios les ha concedido por medio del bautismo con el Espíritu Santo. El ministerio de estos cientos de individuos de ambos sexos abarcaba todas las ramas del servicio cristiano. Muchos de ellos eran ministros del evangelio, otros eran misioneros, otros secretarios de la ‘Asociación cristiana de jóvenes’ (YMCA sus siglas en inglés), otros se desempeñaban como maestros de escuela dominical, otros eran simples obreros, y otros desarrollaban sus actividades como padres y madres de familia. Nada podría superar la claridad, la confianza y el gozo de muchos de estos testimonios. Lo que para algunos no es más que una promesa en las palabras de Cristo muchos otros lo poseen, y todos podemos poseerlo, como una experiencia gozosa, «Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo».

6. En Hechos 4:31 leemos de otro resultado, aunque estrechamente relacionado, del bautismo con el Espíritu Santo: «… todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios». El bautismo con el Espíritu Santo imparte a los que lo reciben una libertad y una valentía nuevas para testificar de Cristo. El propio Pedro, que antes de su bautismo con el Espíritu Santo, se amilanó cuando una criada del palacio lo acusó de ser uno de los discípulos de Jesús (Jn. 18:17), después de recibir ese bautismo, se enfrentó al mismo concilio que había condenado a muerte a Jesús y dijo, «el Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero» (Hechos 5:30). La timidez natural y las limitaciones que caracterizan a muchas personas se desvanecen cuando el Espíritu Santo las llena, y con gran denuedo, libertad y valentía dan testimonio de Cristo.

7. El bautismo con el Espíritu Santo hace que el individuo que lo recibe se dedique a Dios, a Cristo y a las cosas espirituales. El día de Pentecostés, los hombres y las mujeres a quienes el Espíritu había llenado hablaron de «las maravillas de Dios» (Hechos 2:11). Todo el sermón de Pedro aquel día trató acerca de Cristo, y especialmente de su resurrección (Hechos 2:22–36, compárese también con Hechos 4:8–10, 31, 33). Una vez que el Espíritu Santo llenó a Saulo de Tarso, este «en seguida predicaba a Cristo en las sinagogas» (Hechos 9:17, 20). En cuanto Cornelio y su casa fueron bautizados con el Espíritu Santo, comenzaron inmediatamente a «magnificar a Dios» (Hechos 10:44–46). Los que son bautizados con el Espíritu Santo no hablan mucho de sí mismos, hablan muchísimo de Dios y en especial de Cristo. Esto, obviamente, no puede ser de otro modo porque el oficio del Espíritu es «dar testimonio de Cristo» y «glorificarlo» (Jn. 15:26; 16:14). Pablo dice que cuando somos ‘llenos del Espíritu Santo’, comenzamos a hablar «entre nosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en nuestros corazones» (Ef. 5:18, 19). Las canciones mundanas pierden su encanto para todo aquel que sea bautizado con el Espíritu Santo porque ahora su única ocupación es Cristo.

Para resumir diremos que cuando el creyente recibe el bautismo con el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios hace su morada en él, toma posesión de sus facultades, le imparte dones que no poseía por naturaleza, pero que lo capacitan para el área de servicio a la que Dios lo ha llamado.

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