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viernes, 1 de abril de 2022

1 Juan: Contexto Literario-1Juan 1:1-4 --- Análisis Exegético profundo

 



1 Juan 1:1–4

Contexto literario

Este prólogo de apertura del libro proporciona el fundamento para su mensaje introduciendo la autoridad de su autor, que aporta el testimonio ocular sobre Jesús, la Palabra que es vida. Según las convenciones de la retórica greco-romana, estos versículos funcionan para hacer que la audiencia esté bien atenta y dispuesta a recibir el mensaje que viene a continuación. Introducen el principal tema de la carta, dar seguridad a los lectores sobre la vida eterna, y los anima a continuar manteniendo las creencias y valores que ya defienden. La posible alusión a la idolatría contrasta con la verdad sobre Dios revelada en Jesucristo y forma una inclusio con el mandamiento final en 1 Juan 5:21, “Hijos, guardaos de los ídolos.”


    ⮫      I.      Juan reclama tener la autoridad del testimonio apostólico (1 Juan 1:1–4)

      A.      Juan reclama tener conocimiento histórico preciso (1:1)

      B.      La aparición de la vida eterna (1:2)

      C.      El objetivo de Juan es la comunión (1:3)

      D.      Hacer que el gozo de la comunión sea completo (1:4)

          II.      Anuncio del mensaje (1 Juan 1:5–10)

      A.      Dios es luz (1:5).

      B.      Las dos primeras proposiciones condicionales contrapuestas (1:6–7)

      C.      Las dos segundas proposiciones condicionales contrapuestas (1:8–9)

      D.      Quinta proposición condicional: Si decimos que no hemos pecado … (1:10)

Idea exegética principal

La verdad sobre Jesucristo comienza reconociendo que es una persona real en la historia humana que escoge testigos para explicar el verdadero significado de su vida, muerte y resurrección. Esta apertura invita a los lectores a unirse a la comunión de una creencia común siendo y permaneciendo fieles a la enseñanza sobre Cristo ofrecida por aquellos que tienen la autoridad para hablar la verdad espiritual.

Traducción

  1 Juan 1:1–4
  1a
  lista/objeto de 3c
  Lo que era desde el principio,
  b
  lista/objeto de 3c
  lo que hemos oído,
  c
  lista/objeto de 3c
  lo que hemos visto con nuestros ojos,
  d
  lista/objeto de 3c
  lo que hemos percibido, y
  e
  lista/objeto de 3c
    nuestras manos
  han tocado —
  f
  referencia a 3c
  esto os proclamamos respecto a la Palabra de Vida.

  2a
  afirmación
La Vida apareció,
  b
  afirmación
y [la] hemos visto,
  c
  afirmación
y damos testimonio [de ella],
  d
  afirmación
y os proclamamos la Vida eterna,
  que
estaba con el Padre y
  e
  afirmación
se nos apareció.
  3a
  objeto
  Lo que
hemos visto y
  b
  objeto
  hemos oído,
  c
  afirmación
os proclamamos también,
  d
  propósito
  para que vosotros también tengáis
  comunión
  con nosotros.
  e
  afirmación
    Y en verdad nuestra comunión es
  con el Padre y
  con su Hijo, Jesucristo.
  4a
  afirmación
Y estas cosas os escribimos
  b
  propósito
  para que nuestro gozo sea completo.

Estructura

La apertura de 1 Juan es quizá la más inusual encontrada en el corpus bíblico, porque ningún otro libro comienza con un pronombre relativo, “que” (ὅ), como primera palabra. De hecho, hay cuatro pronombres relativos singulares neutros en el versículo de apertura, y el verbo principal no aparece hasta el versículo 3 (“proclamamos,” ἀπαγγέλλομεν). El orden de palabras inusual que presenta esta lista de pronombres respecto de sus verbos resalta el mensaje del testimonio y añade impacto retórico enfatizando el objeto de la proclamación: el evangelio de Jesucristo.

    Lo que era desde el principio,
    lo que hemos oído,
    lo que hemos visto con nuestros ojos,
    lo que hemos percibido,
    y nuestras manos han tocado —
    esto os proclamamos respecto a la Palabra de vida. (cursiva añadida)

La estructura de este testimonio se centra en la afirmación de que la vida ha aparecido y que la “hemos visto” y ahora “damos testimonio” de ella y la “proclamamos” (v. 2). Siguiendo esta afirmación, el pronombre relativo en acusativo singular neutro “que” (ὅ) resume la afirmación de haber visto y oído lo que está siendo anunciado en el contenido de la carta que viene a continuación (v. 3a). La proposición “para que” (ἵνα) en v. 3d–e establece el propósito del anuncio: que los receptores pueden tener comunión con “nosotros,” una comunión que es con el Padre y su Hijo, Jesucristo.

El uso del pronombre en primera persona de plural plantea un debate exegético muy conocido para los intérpretes de 1 Juan sobre la identidad del referente (ver Explicación del texto). Los verbos de percepción sensorial (“hemos oído,” “hemos visto,” “hemos tocado”) afirman que el mensaje se basa en un testimonio de primera mano de la Palabra de vida, aunque no necesariamente un testimonio ocular del Jesús terrenal, ya que el pronombre relativo es neutro, no masculino, como sería necesario para referirse a Jesús o al nombre “palabra” (λόγος). Quizá el autor está pensando en el mensaje del evangelio, al cual se podría hacer referencia con un nombre neutro (εὐαγγέλιον), o a la idea más abstracta de la importancia de la vida, muerte y resurrección de Jesús.

La declaración final de la apertura de la carta establece un propósito, aunque no el único, para escribir (que “estas cosas” [ταῦτα] se refieran a todo lo que viene a continuación): que el gozo resultante de la Palabra de vida debe completarse. Las variantes textuales hacen que resulte incierto saber si Juan escribió “nuestro” gozo o “vuestro” gozo (ver discusión en Explicación del texto).
Aunque el griego de este pasaje es relativamente fácil, su significado es más difícil de discernir. Raymond Brown ha descrito la sintaxis de este pasaje como “un curso de obstáculo gramatical” porque la relación de varias partes del pasaje entre sí — la cual queda algo suavizada al realizar la traducción — no es sencilla en griego. Estos primeros cuatro versículos forman una oración larga en el texto griego, que se complica con dos declaraciones parentéticas.

Bosquejo exegético

          I.      Juan reclama la autoridad del testimonio apostólico (1:1–4)
      A.      Juan reclama el conocimiento histórico preciso sobre la Palabra de vida y su importancia (1:1)
      B.      La vida eterna que estaba con el Padre ha aparecido (1:2)
         1.      Juan da testimonio de ello (1:2a–c)
         2.      Lo proclama a sus lectores (1:2d)
      C.      Juan anuncia lo que ha visto y oído para que los que escuchen puedan tener comunión con Juan y con Dios el Padre y su Hijo, Jesucristo (1:3)
      D.      Juan escribe para que el gozo de la comunión sea completo (1:4)

Explicación del texto

1 Juan 1:1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos percibido, y nuestras manos han tocado —esto os proclamamos respecto a la Palabra de vida (Ὃ ἦν ἀπʼ ἀρχῆς, ὃ ἀκηκόαμεν, ὃ ἑωράκαμεν τοῖς ὀφθαλμοῖς ἡμῶν, ὃ ἐθεασάμεθα καὶ αἱ χεῖρες ἡμῶν ἐψηλάφησαν περὶ τοῦ λόγου τῆς ζωῆς). 

Este versículo de apertura del prólogo de 1 Juan forma un fundamento esencial para entender el resto de la carta, pero está cargado de temas exegéticos. Aunque a menudo se dice que el griego de 1 Juan es el más fácil del NT, la sintaxis de este primer versículo y su relación con el resto del pasaje no es sencilla. Hay al menos cinco temas exegéticos que deben tomarse en consideración para intentar entender lo que se dice aquí:

    (1)      el referente de los pronombres relativos neutros (ὅ) y su relación entre sí
    (2)      el significado de “desde el principio” (ἀπʼ ἀρχῆς)
    (3)      el propósito de repetir los verbos de los sentidos
    (4)      la identidad del pronombre de primera persona plural “nosotros”
    (5)      el significado del genitivo en la frase “la Palabra de vida.”

Merece la pena dedicar tiempo y esfuerzo a discutir cada uno de ellos con cierto detalle para tener la claridad necesaria para entender el resto de la carta.

(1) Dado que el autor está basando su autoridad sobre la fuente de conocimiento en el testimonio presencial, puede parecer natural leer este versículo de apertura como una afirmación de que el “nosotros” sujeto de las formas verbales se refiera a uno o más de los testigos de la vida terrenal de Jesús. En otras palabras, parafraseando: “hemos oído a Jesús, hemos visto a Jesús con nuestros propios ojos, le hemos mirado (mientras enseñaba y realizaba milagros), y nuestras manos le han tocado.” Pero el griego no permite esta referencia directa a la persona de Jesús. Es en cierto modo sorprendente encontrar pronombres relativos neutros en lugar de pronombres masculinos, lo cual vendría exigido gramaticalmente si Juan se estuviera refiriendo a escuchar, ver y tocar a Jesús. Parece que el autor no se está refiriendo directamente a la persona de Jesús, sino que está pensando más ampliamente en el mensaje del evangelio que se centra en Jesús, a lo cual se podría hacer referencia con el nombre neutro (“evangelio,” εὐαγγέλιον), incluso aunque no utilice esa palabra. O quizá estaba utilizando el pronombre relativo como referencia general para señalar todo lo que implicaba generalmente conocer a Jesús.

Algunos intérpretes entienden que el referente es “el mensaje predicado por Jesús durante su ministerio y ese mensaje tal como fue proclamado por los portadores de la tradición juanina.” La reciente obra de Brickle sobre el diseño oral de este prólogo, pensado originalmente para ser leído en voz alta en la iglesia, sugiere que la repetición del pronombre relativo neutro forma parte de “tres patrones orales clave (ὅ/καί/vocal-μεν)” que por su diseño ayudan al oyente a entender y memorizar.

Aunque el autor esté basando su conocimiento en la fuente presencial, aparentemente se está refiriendo a Jesús en categorías que van más allá de lo que se podría haber conocido de Jesús por la mera observación física, con frases tales como “lo que era desde el principio” y “la Vida eterna, que estaba con el Padre y se nos apareció.” El autor parece estar haciendo una distinción similar aquí entre un evento físico y su importancia que encontramos en las señales del evangelio de Juan. Sí, las siete señales son milagros, pero funcionan como señales sólo en la medida en que se percibe su importancia. Algunas personas sólo vieron lo que Jesús hizo, pero no percibieron su importancia; los que sí percibieron la importancia se dice que pusieron su fe en Jesús (p. ej., Jn 2:11). Y por tanto los pronombres relativos neutros sugieren una percepción de Jesús con toda la verdad que él trae y que va más allá de la mera percepción sensorial.

(2) Hay cuestiones sobre la relación de los cuatro pronombres relativos entre sí. Muchos intérpretes los consideran como objetos directos del verbo del versículo 3, “proclamamos” (ἀπαγγέλλομεν). Otros construyen el primer pronombre (ὃ) para que funcione como el sujeto nominativo del predicado “era desde el principio” (ἦν ἀπʼ ἀρχῆς) con las tres proposiciones relativas que van a continuación en aposición: declaramos lo que fue desde el principio, o sea, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos percibido, y nuestras manos han tocado.

De cualquier manera, Juan está resaltando el mensaje sobre Jesús, que fue “desde el principio” (ὃ ἦν ἀπʼ ἀρχῆς). Esto plantea la cuestión: ¿el principio de qué? La frase preposicional “desde el principio” (ἀπʼ ἀρχῆς) se utiliza ocho veces en el comienzo de esta breve carta (1:1; 2:7, 13, 14, 24 [2×]; 3:8, 11) y dos en 2 Juan (vv. 5, 6), y también dos veces en el evangelio de Juan (8:44; 15:27). Los intérpretes ven una serie de opciones para el referente “el principio” en los escritos de Juan:
    (1)      la preexistencia del Hijo recuerda Jn 1:1 (“En el principio ya existía el Verbo …”) e, indirectamente, Gn 1:1 (“en el principio …”)
    (2)      el principio de una vida cristiana con la conversión a la fe en Cristo
    (3)      el principio de la obra redentora de Dios en la historia de la humanidad
    (4)      el principio del evangelio cristiano, definido como:
      (a)      la concepción y nacimiento de Jesús, o
      (b)      el principio del ministerio público de Jesús, o
      (c)      el principio de la predicación del evangelio tras la resurrección de Jesús

El prólogo de 1 Juan es obviamente similar al del evangelio de Juan, mencionando ambos el “principio” en su primer versículo. Aunque algunos se opongan a admitir que el evangelio y las cartas de Juan se interpretan mutuamente, la extensión de los paralelismos y correspondencias parecen demandar que las metáforas, imágenes y teología de las cartas se entienden dentro del marco del cuarto evangelio (ver Relación de las cartas con el evangelio de Juan en la Introducción a 1, 2, y 3 Juan).

El evangelio de Juan comienza con la famosa declaración “en el principio ya existía el Verbo” (ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος), que alude a Gn 1:1, “en el principio creó Dios los cielos y la tierra” (gr. LXX, ἐν ἀρχῇ ἐποίησεν ὁ θεὁς τὸν οὐρανὸν καὶ τὴν γῆν). Ambas declaraciones se hacen en referencia a la creación, porque Jn 1:3 continúa explicando que: “Todas las cosas fueron hechas por medio de él y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” Es más, tanto Jn 1:1 como Gn 1:1 LXX utilizan la misma frase preposicional, “en el principio” (ἐν ἀρχῇ). La situación en 1 Jn 1:1 es en cierto modo diferente, allí no se hace mención a la creación y la frase preposicional es “desde el principio” (ἀπʼ ἀρχῆς). Construir 1 Jn 1:1 según Jn 1:1 y Gn 1:1 significa que lo que “nosotros” hemos oído, visto y tocado es el mensaje sobre la Palabra (ὁ λόγος), que era el agente de la creación.

Esta teoría se apoya en la frase preposicional: “respecto a la Palabra de vida. La Vida apareció” (περὶ τοῦ λόγου τῆς ζωῆς … ἡ ζωὴ ἐφανερώθη), que modifica las proposiciones relativas neutras. Es más, en el versículo 2, la vida que apareció “estaba con el Padre” (ἦν πρὸς τὸν πατέρα), otra cosa que nos recuerda Jn 1:1, donde la misma preposición (πρός) se utiliza con referencia a Dios (“el Verbo estaba con Dios”). La interpretación que “lo que era desde el principio” en 1 Jn 1:1 es una referencia que vincula el evangelio con el Cristo preexistente parece encajar bien con el uso de la misma frase preposicional en 1 Jn 2:13, 14, que se refiere a “al que es desde el principio” (τὸν ἀπʼ ἀρχῆς). La alusión a la historia primitiva de Génesis también se menciona en 1 Jn 3:8 respecto al demonio, que lleva pecando “desde el principio” (ἀπʼ ἀρχῆς).

Pero otras apariciones de esta frase preposicional en 1 Juan se refieren más claramente al principio de las vidas cristianas de los lectores (2:7, 24; 3:11; 2 Jn 6, y posiblemente también v. 5). Seguir esta opción significaría que lo que “nosotros” hemos oído, visto y tocado es también la verdad que los cristianos han conocido desde el primer día que empezaron a creer en Cristo. Primera Juan 2:7 utiliza “principio” para referirse al comienzo de la vida cristiana de alguien: “Queridos amigos, No os escribo un mandamiento nuevo sino un mandamiento antiguo, que habéis tenido desde el principio [ἀπʼ ἀρχῆς]. El mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído.”

Otra opción es tomar “principio” como referencia al principio del evangelio cristiano, cuando Jesús mismo empezó a predicar y a hacer milagros cuando la Palabra que es “la Vida apareció” (1:2). Esta interpretación está en concordancia también con Jn 15:26–27, donde Jesús promete a sus discípulos: “Cuando venga el Consolador [παράκλητος], a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (ἀπʼ ἀρχῆς; cursiva añadida). Jesús hizo esta promesa la noche antes de su muerte, durante la cena pascual que celebró como su última cena con los Doce. El uso que hace Jesús de ἀπʼ ἀρχῆς aquí ofrece una evidencia convincente de que en 1 Jn 1:1–4, Juan afirma representar el testimonio apostólico sobre la vida y ministerio de Jesús tal como se había presenciado desde el principio. Cuando se entiende de esta manera, es una afirmación de que el autor fue testigo presencial de Jesús, o que estaba entre los que preservan o enseñan el verdadero mensaje apostólico sobre Jesús recibido por el testimonio presencial. Esta afirmación subrayaría la autoridad de la carta, resaltando el testimonio apostólico como más antiguo y fiable que las nuevas ideas que se estaban abriendo paso, porque se basaba en el conocimiento preciso del Jesús histórico.

El corpus juanino es bien conocido por sus abundantes juegos de palabras y dobles entendidos, y el uso de “desde el principio” en 1 Jn 1:1 probablemente pretende sugerir más de un sentido. La Palabra que estaba con Dios y que era Dios en el principio de la creación es, en 1:1–2, la Palabra que es la Vida que fue revelada en el hombre Jesús, a quien “nosotros” hemos oído, visto y tocado durante su encarnación (ver discusión más abajo sobre la frase “Palabra de vida”). Así, aunque el foco temporal de 1:1 es la vida de Jesús, alude a la preexistencia y recuerda a los lectores lo que han creído desde el principio de su fe en Cristo.

(3) De los cinco temas exegéticos principales de este versículo, el tercero es la repetición de los verbos de los sentidos — “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos percibido, y nuestras manos han tocado” (ὃ ἀκηκόαμεν, ὃ ἑωράκαμεν τοῖς ὀφθαλμοῖς ἡμῶν, ὃ ἐθεασάμεθα καὶ αἱ χεῖρες ἡμῶν ἐψηλάφησαν) — lo cual enfatiza a la vez la presencia física de la Palabra que es Vida y el conocimiento presencial de Jesús como fuente de testimonio del autor.

Las dos referencias al sentido de la vista (“hemos visto,” “hemos percibido”; ἑωράκαμεν y ἐθεασάμεθα) son especialmente sorprendentes, a menos que los dos verbos tengan un sentido un tanto distinto. El primero es un verbo claramente de percepción sensorial, ver “con nuestros ojos” (τοῖς ὀφθαλμοῖς ἡμῶν). El segundo verbo, “lo que hemos percibido” (θεάομαι), también se puede utilizar como de percepción no sensorial, ver algo “más allá de lo que se puede apreciar únicamente con los ojos,” lo cual sugiere que el autor ha percibido el verdadero significado de la vida, muerte y resurrección de Jesús que va más allá de lo que se puede ver con los ojos. Este uso del verbo “lo que hemos percibido” se puede ver en muchas otras ocasiones en las que aparece el verbo en las cartas y el evangelio (Jn 1:14, 32, 38; 4:35; 6:5; 11:45; 1 Jn 4:12, 14), en ambos casos cuando se tiene en mente un objeto físicamente visible (p. ej., Jn 4:35) y donde la percepción requiere un conocimiento que va más allá de lo físico (p. ej., 1 Jn 4:14).

La verdad espiritual del evangelio no es simplemente los hechos históricos de la persona, enseñanzas y milagros de Jesús. Tengamos en cuenta la diferencia entre estas dos declaraciones: “Jesús de Nazaret murió en una cruz en Jerusalén” y “Jesu cristo murió en una cruz en Jerusalén por nuestro pecado.” La primera expone ciertos hechos sobre Jesús hombre que cualquiera que estuviera presente en aquel momento habría podido presenciar y que quedaron corroborados por los historiadores de aquella época, como Tácito y Suetonio, y por el historiador judío Josefo. La segunda frase es una interpretación de la importancia de la muerte de Jesús — una declaración sobre su identidad como Mesías y lo que cumplió muriendo en la cruz — una verdad que debe ser recibida con fe. Es una declaración de la tradición ortodoxa que conforma el corazón del evangelio cristiano.

La idea de una percepción que va más allá de lo que se puede ver físicamente es similar al uso del término “señal” (σημεῖον) en el evangelio de Juan para referirse no sólo a un milagro realizado por Jesús, sino también a la importancia de ese milagro. El verbo traducido como “tocado” aquí (ψηλαφάω) también se utiliza en Heb 12:18 para hacer referencia al Monte Sinaí, donde Dios se reveló a sí mismo en manifestaciones tan tangibles que pudo ser sentido y tocado. También alude al episodio de Tomás y el resucitado Jesús, cuando Tomás se negó a creer a menos que pudiera tocar el cuerpo resucitado de Jesús (Jn 20:25). Aunque aquí se utiliza un verbo distinto, Juan implica que aquellos que no han tocado a Jesús (como Tomás) pero creen el mensaje de aquellos que sí lo han hecho (los discípulos que lo vieron) son los bendecidos que sin ver han creído (Jn 20:29).

Algunos intérpretes no ven ninguna referencia en absoluto a la experiencia del testimonio presencial en este versículo, y consideran los verbos de percepción como una alusión a Is 59:9–10 y/o Sal 115 “con su vívida burla hacia los ídolos de las naciones, que ‘tienen ojos, y no ven; tienen oídos, y no oyen; tienen nariz, y no huelen; tienen manos y no palpan’ [ψηλαφάω].” Una acumulación similar de verbos de los sentidos la encontramos en Sal 115:3–7:

    Nuestro Dios está en los cielos;
      él hace lo que le place.
    Los ídolos de ellos son plata y oro,
      obra de manos de hombre.
    Tienen boca, y no hablan,
      tienen ojos, y no ven;
    Tienen oídos, y no oyen;
      tienen nariz, y no huelen;
    Tienen manos, y no palpan;
      tienen pies, y no caminan;
      no emiten sonido alguno con su garganta.

En contraste con el conocimiento engañoso de la divinidad que el mundo antiguo buscaba a través de ídolos hechos por artesanos (y que nuestro mundo moderno busca a través de dioses intangibles de fabricación propia), 1 Jn 1:1 ofrece la verdad sobre Dios que se reveló en Jesucristo. Más relevante para los propósitos de Juan sería la siguiente línea del salmo: “Se volverán como ellos, los que los hacen y todos los que en ellos confían” (Sal 115:8, énfasis añadido). En contraste con aquellos que consultan a los ídolos sin vida y no saben nada, los apóstoles han visto, oído y tocado la fuente del verdadero conocimiento de Dios, y ahora proclaman ese conocimiento.

Es más, la frase “desde el principio” puede también estar recordando el lenguaje tradicional que encontramos en los escritos extrabíblicos para referirse a los ídolos que no estaban “desde el principio” (p. ej., Sab 14:12–13). En contraste con los ídolos, Hab 1:12 habla del verdadero Dios que estaba desde el principio, utilizando la misma frase “desde el principio” (ἀπʼ ἀρχῆς) en su antigua traducción griega: “¿No eres tú desde el principio, Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos” (RVR). En esta intrigante variación del TM, la eternidad de Dios se ofrece como base de la vida eterna al pueblo de Dios, el mismo tema sobre el cual Juan desea dar seguridad a sus lectores (1 Jn 5:13). El texto hebreo dice: “Mi Dios, mi Santo, nunca morirás,” que es una declaración acorde con la resurrección de Jesús, quién estaba “desde el principio.”

Si existe cualquier alusión a los ídolos en la apertura de 1 Juan, es sin duda sutil, al menos para los lectores modernos. Pero la fuerza de este argumento es que el versículo de cierre de la carta: “Hijos, guardaos de los ídolos” (1 Juan 5:21), partiendo de un final sorprendentemente abrupto se resuelve con una inclusio inteligible, que exhorta a los lectores a mantenerse en las enseñanzas apostólicas si desean tener un conocimiento verdadero de Dios.

(4) Un cuarto factor de gran importancia exegética en el versículo de apertura es el uso que hace Juan de la primera forma de plural de los verbos: “lo que hemos oído … hemos visto … hemos palpado.” Este debate que ya viene de hace tiempo trata de si el “nosotros” es un verdadero plural, que se refiere a un grupo de personas a las que el autor mismo consideraba representar (como los testigos presenciales o la comunidad juanina), o si es una referencia singular sólo al autor mismo, similar al nosotros “editorial” o “magistral.” Si es un plural genuino, entonces ¿es un “nosotros” asociativo, que define al autor y a sus lectores como un grupo conjunto? ¿O es un “nosotros” disociativo, que define a un grupo compuesto por el autor y otros similares no especificados, pero que excluye a los lectores?

La primera persona del pronombre singular sólo aparece catorce veces, ya sea de forma explícita en el texto o implícita en la forma verbal, en 1 Juan (2:1, “mis,” μου; pássim, primeras formas de singular de “escribo” γράφω). Pero hay casi cien ocasiones en que aparecen los verbos en primera persona de plural con el sujeto “nosotros” implícito y otras más de cincuenta de la forma declinada del pronombre de primera persona “nosotros” (p. ej., ἡμῖν, ἡμᾶς). La mayoría de estas son plurales inclusivos (o asociativos), en los que el autor se está incluyendo a sí mismo junto con los lectores. Por ejemplo, 1 Jn 1:9, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo, para perdonar nuestros pecados y limpiar nos de toda maldad” (cursiva añadida). El autor no dudaría en incluirse a sí mismo en ese grupo (aunque sería posible imaginarse un “nosotros” disociativo por propósitos retóricos incluso en tales ejemplos).
Pero si el “nosotros” de 1:1–4 es un auténtico plural, un “nosotros” inclusivo no funciona bien allí porque el “nosotros” del cual es miembro el autor está en comunión con Dios Padre y su Hijo, Jesucristo, y él escribe para que “tengáis” (o sigáis teniendo) esa comunión también (1:3d). Si el plural es genuino, debe ser un uso disociativo, en el cual el autor se identifica a sí mismo con un grupo del cual los lectores no tienen que formar parte necesariamente.

Leyendo el “nosotros” como un plural genuino, algunos estudiosos lo toman como una referencia directa a los apóstoles, que fueron testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesús; sin duda, un grupo pequeño y de élite. Según esta teoría, el pronombre neutro relativo se referiría a todo lo experimentado por los testigos de Jesús, como su enseñanza, milagros y demás. Quizá la mayoría de los estudiosos del NT que consideran la primera persona del plural como un plural genuino se están refiriendo a la “comunidad juanina,” un grupo de miembros indeterminado que conservaron fielmente las enseñanzas de un testigo presencial de Jesús, que probablemente era el “discípulo amado” del evangelio de Juan. Para aquellos que consideran que el discípulo amado era el apóstol Juan, la comunidad juanina conservó el testimonio ocular del apóstol tras su muerte, esto es, lo que él había oído, visto y tocado de la Palabra de vida desde el principio. Según este punto de vista, los pronombres relativos neutros se refieren a la tradición juanina experimentada vicariamente, un testigo indirecto del testimonio del discípulo amado del evangelio de Juan. Otros, que no ven relación alguna entre el evangelio de “Juan” y las cartas de “Juan”, consideran cada libro una reelaboración independiente de la tradición común a la cual el pronombre relativo neutro hace referencia.

Pero 1 Juan fue escrito claramente por una persona, incluso aunque estuviera representando a un grupo, porque la mayoría de los usos de la primera persona singular se refieren a su escrito, por ejemplo, en 2:1, “estas cosas os escribo” (ταῦτα γράφω ὑμῖν). El hecho de que el autor utilice tanto “escribimos” como “escribo” para referirse a una misma carta inclina la balanza con fuerza hacia que el “nosotros” de 1:1–4 es una referencia singular.

Hay algunas razones por las cuales un autor podría utilizar un pronombre plural para referirse a sí mismo. Aunque ese uso lo podemos encontrar en los escritos modernos, ejemplos similares se pueden también encontrar en textos antiguos. El plural mayestático (esto es, de autoridad) implicaría que el autor tenía una reconocida autoridad sobre sus lectores; era una forma utilizada a menudo por la realeza. El “nosotros” editorial no implica autoridad alguna sobre los lectores, pero es una convención utilizada donde el “yo” sonaría demasiado centrado en uno mismo. Su uso bordea el retórico “nosotros,” pensado para crear “un sentido de unidad corporativa y de continuidad que va más allá de la situación presente y de sus actores.” Judith Lieu, por ejemplo, considera el plural “nosotros” como un instrumento para “desviar la atención del autor como si estuviera hablando sólo de su propia autoridad” y para crear “un sentido de unidad corporativa y de continuidad” al que quedan invitados los lectores. Ella considera que el “nosotros” se refiere al autor singular, que es portador de la tradición ortodoxa de Jesús, aunque no fuera un testigo ocular.

Escritores griegos como Demóstenes y Tucídides a menudo se refieren a sí mismos con la forma plural “nosotros,” creando el sentido de la implicación del narrador en la historia y en consecuencia su fiabilidad para contarla, un factor que podría transmitir el uso de la primera persona de plural en el evangelio de Juan, especialmente en Jn 21:24. La primera persona plural también implica un sentido de familiaridad que atrae a los lectores hacia el texto, para que se vean implicados personalmente y compartan un sentido de finalidad con el autor. Como escribe William Campbell: “El vínculo que desarrollan los lectores con el narrador en primera persona de plural genera una posición más compasiva y apreciativa hacia el narrador y, por tanto, una aceptación de la perspectiva del narrador y una lectura empática.”20 Aunque la investigación de Campbell se centra en la narración, es fácil ver que se podrían conseguir objetivos similares utilizando la primera persona de plural en el discurso (y su argumento puede ser más directamente relevante para el “nosotros” en la narrativa del evangelio de Juan).

Adolf von Harnack, John Chapman, y más recientemente, Howard Jackson han argumentado que el “nosotros” del epílogo del evangelio de Juan (21:24) hace referencia al autor singular porque las formas de singular y el plural a menudo se intercambian en los escritos antiguos no sólo del NT; esto sugiere que 1 Jn 1:1–4 debería leerse de forma similar. Jackson observó que en documentos públicos formalmente registrados encontrados entre los papiros, del tipo contratos, escrituras, testamentos y declaraciones, el cuerpo del documento estaba escrito en tercera persona de plural, pero un apéndice incluía una referencia en primera persona del testador, testigo o de otro agente legal implicado. El evangelio de Juan se preocupa principalmente de proporcionar un testimonio de autoridad a la historia de Jesús y puede haber estado imitando esa convención, aunque es improbable que el evangelio llegara a registrarse como documento público. De la misma forma, 1 Juan se preocupa del testimonio basado en la fuente del testigo ocular.

Más recientemente, Richard Bauckham ha argumentado con persuasión que el “nosotros” del epílogo del evangelio de Juan (y en otras partes) y en 1 Jn 1:1–4 es el singular “nosotros” del “testimonio autoritativo.” Si se entendiera así el “nosotros,” el evangelio de Juan se leería como la declaración de un testigo presencial con una auto-referencia al testigo en Jn 21:24. Dadas las similitudes del evangelio de Juan y de 1 Juan, el “nosotros” en los versículos de apertura de la carta se entenderían como una referencia singular al autor, utilizando el “nosotros” del testimonio autoritativo. Esta teoría encaja bien con la función de los versículos de apertura, que realmente buscan establecer autoridad para la enseñanza que viene a continuación en el cuerpo de la carta. Si el “nosotros” de Jn 21:24 es en realidad un singular, debilita mucho la teoría predominante de los últimos treinta o más años, la que decía que había una referencia a la comunidad juanina tras el epílogo del cuarto evangelio y los versículos de apertura de 1 Juan.

La identidad del “nosotros” aquí no se puede decidir con certeza, pero el singular “nosotros” de testimonio autoritativo tiene muchos puntos a su favor. Si el autor fuera un testigo presencial del Jesús histórico como el apóstol Juan (lo cual niega Bauckham), la base del “nosotros” autoritativo de su 
testimonio sería no obstante su membresía del grupo de testigos apostólicos, incluso si el “nosotros” no hace una referencia directa a ese grupo. En otras palabras, incluso un testigo apostólico se podría considerar un “nosotros” singular para estos propósitos retóricos. Pero el “nosotros” singular del testimonio autoritativo no elimina completamente la posibilidad de un autor que, aunque no fuera él mismo testigo presencial, mantuviera la tradición apostólica genuina que tuvo sus orígenes en el testimonio ocular (en el sentido de la relación de Marcos con Pedro o Lucas con Pablo).

No importa si el pronombre plural hace referencia sólo al autor o al autor como miembro de un grupo, él está afirmando que habla el verdadero mensaje apostólico sobre Jesucristo con la autoridad apostólica de aquellos que han experimentado la revelación de Dios a través de Jesús desde el principio. El tema de quién tiene autoridad para hablar la verdad espiritual se plantea a lo largo de las cartas de Juan porque se escribieron en un momento (finales del siglo primero) y en un lugar (fuera de Palestina) en el que las ideas griegas estaban introduciendo ideas heréticas en las iglesias. Estos versículos de apertura incluyen una invitación implícita a los lectores a adoptar el mensaje del autor (su testimonio de autoridad) si desean disfrutar de la comunión de conocer a Dios realmente.

(5) La preocupación de Juan era proclamar con autoridad lo que sabía “respecto a la Palabra de vida” (περὶ τοῦ λόγου τῆς ζωῆς) a sus lectores. El tema exegético final de este versículo implica determinar específicamente el referente de la “Palabra de vida,” y en especial cómo se debe entender el logos. ¿Es esta “Palabra de vida” una referencia a Jesús mismo como Palabra viva de Dios, recordando la apertura del evangelio de Juan? ¿O se refiere al “mensaje de vida” proclamado sobre él?

La manera de entender el referente de “palabra” (λόγος) influirá también en el sentido del genitivo “de vida.” ¿El autor quiere decir que la palabra es vida, utilizando un genitivo epexegético? ¿O vida es un atributo de la palabra, esto es, una palabra que da vida (genitivo atributivo adjetival)? O “de vida” es un genitivo objetivo, donde “vida” sirve como contenido del mensaje; en otras palabras, que el mensaje va sobre la vida (lo cual requiere que la palabra sea impersonal). Por una parte, recordemos que los pronombres relativos neutros en este versículo no se pueden referir a la persona de Jesús mismo, sino que van más allá del personaje histórico de Jesús hasta la verdadera importancia de su muerte y resurrección. El evangelio consiste no sólo en hechos históricos sobre Jesús, sino también en la interpretación divina del significado de su vida, muerte y resurrección. Como el v. 1 está en el contexto de la proclamación (vv. 2–3), la frase “Palabra de vida” se podría referir al mensaje del evangelio sobre Cristo, quien trajo la vida eterna a la humanidad.

Por otra parte, 1 Juan se ocupa del tema de la seguridad de la vida eterna (5:13; ver La teología de las cartas de Juan). Mientras que el evangelio de Juan declara que la Palabra se hizo carne, 1 Jn 1:2 dice que la Vida apareció, la Vida que había estado con el Padre. Lo que se vio, oyó y toco es “respecto a la Palabra” (περὶ τοῦ λόγου), pero después el genitivo “de Vida” (τῆς ζωῆς) se convierte en el sujeto de la declaración siguiente, “La Vida apareció,” una referencia aparente a la encarnación (v. 2). Esto sugiere que la frase “Palabra de vida” es una transición entendida como puente entre la Palabra del prólogo de Juan y la Vida de 1 Juan, y se puede considerar epexegética, significando la “Palabra quien es Vida.” Esta lectura recuerda la declaración de Jesús en el evangelio de Juan: “Yo soy … la vida” (Jn 11:25; 14:6). Aunque algunos intérpretes citan esta diferencia entre el evangelio y 1 Juan como evidencia de que se trata de dos autores distintos, que utilizan términos similares, pero con significados diferentes, es más probable que debido a este énfasis en la afirmación de la vida eterna, Juan desee apuntar hacia la Palabra quien es vida eterna como la base para confirmar la vida eterna.

Juan consigue mucho en este versículo de apertura. Primero, proclama una fuente de conocimiento que no puede ser igualada por aquellos que no tienen acceso a ella, o por aquellos que deciden ignorarla: el testimonio apostólico. Segundo, “lo que era desde el principio” se ha convertido en una realidad física que se puede oír, ver y tocar. Esta declaración habla de los temas de quién tiene la autoridad para hablar de Cristo y sobre la verdadera cristología, temas ambos de gran importancia posterior en la carta. El tema de la autoridad depende de la cuestión de quién sabe la verdad sobre Jesús — los que él escogió para estar con él durante su vida y luego prestar testimonio tras su muerte o los que no tuvieron acceso directo o llamamiento. Está claro que el testimonio más fiable sería el de los apóstoles escogidos por Jesús porque caminaron con él durante su ministerio en la tierra y fueron testigos de su resurrección. La tradición apostólica es lo que han transmitido a todos sobre quién es Jesús y lo que significó su vida. Esta es la tradición apostólica fiable conservada en el NT, escrita por los testigos mismos o por sus colaboradores cercanos (p. ej., Lucas con Pablo, Marcos con Pedro).

Pero con el tiempo surgieron nuevas interpretaciones de la importancia de Jesús de otras fuentes cuando el mensaje del evangelio se relacionó con personas que habían llegado a la iglesia desde distintos ámbitos y que estaban distorsionando la tradición apostólica con otras influencias, tales como la filosofía griega y las creencias paganas. Al igual que en la actualidad la gente utiliza la Biblia bien y mal en innumerables ocasiones, los que pueden afirmar con legitimidad que tienen la autoridad de la verdad sobre Jesús son los que adoptan la fiabilidad del NT, en el que se ha conservado la tradición apostólica.

La segunda afirmación de este versículo es sobre el contenido de la tradición apostólica sobre la verdadera naturaleza de Jesús. Los que estaban con él durante su ministerio público y tenían acceso privado a sus enseñanzas sabían que era un ser totalmente humano. Cuando surgen las ideas tras la resurrección sobre la presencia espiritual y la realidad de Cristo, la importancia de la humanidad total de Jesús comienza a diluirse. Después de todo, para los que vivieron después de Jesús, incluidos nosotros, es su presencia espiritual lo que nos es más real. Ahora no tenemos contacto directo con Jesús en ninguna forma física. En la historia del pensamiento cristiano, la depreciación de la humanidad de Jesucristo abrió la puerta a nuevas revelaciones distintas a la tradición apostólica, y algunas veces contrarias a ella. Este tema estará también presente posteriormente en la carta de Juan, con su preocupación por la aparente negación de los anticristos de que el hombre Jesús es el Cristo (1 Jn 2:22), y de que el Cristo ha venido en carne (1 Jn 4:2–3; 2 Jn 7).

1 Juan 1:2 --- La Vida apareció, y [la] hemos visto, y damos testimonio [de ella], y os proclamamos la Vida eterna, que estaba con el Padre y se nos apareció (καὶ ἡ ζωὴ ἐφανερώθη, καὶ ἑωράκαμεν καὶ μαρτυροῦμεν καὶ ἀπαγγέλλομεν ὑμῖν τὴν ζωὴν τὴν αἰώνιον ἥτις ἦν πρὸς τὸν πατέρα καὶ ἐφανερώθη ἡμῖν). Juan establece su papel como testigo de la Vida que entró en la historia. “Ver” y “dar testimonio” son términos legales de una declaración ante un tribunal, donde uno no sólo ofrece una prueba como testigo ocular sino que también avala la verdad de lo que dicen otros. El tema de qué es la verdad es lo central en un testimonio y por tanto no es accidental que la verdad sea también un concepto destacado en los escritos de Juan. De hecho, Jesús declara que el propósito de su encarnación fue dar testimonio de la verdad (Jn 18:37b) de lo que él reveló sobre Dios y la vida eterna (1 Juan 1:18).

Por tanto, el papel de un testigo fiable al testificar se podría decir que es el tema principal en el evangelio y las cartas de Juan, donde el verbo griego “dar testimonio” o “testificar” (μαρτυρέω) aparece más de cuarenta veces. El cuarto evangelio se puede ver como la historia de los testigos, empezando con Juan el Bautista, que vino “como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran” (Jn 1:7). Pero los sucesos de la vida de Jesús aportaron un testimonio de mayor peso incluso que el de Juan el Bautista (5:36). Dios mismo testificó sobre Jesús (5:37; 8:18), y a su vez Jesús fue testigo de lo que el Padre dijo e hizo (1 Juan 12:49;  1 Juan 17:18).

Esta cadena de testigos continuó con los apóstoles a quienes Jesucristo escogió personalmente para dar testimonio de él (Jn 15:27), y con aquel cuyo testimonio es el evangelio de Juan (19:35; 21:24). Ese tema de una línea de testimonio ininterrumpida se recoge de nuevo aquí en los versículos de apertura de 1 Juan. Partiendo de esta cadena directa de testigos, el autor de 1 Juan ejecuta fielmente su papel de testigo, incluso escribiendo esta carta: “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre envió a su Hijo [para ser] el Salvador del mundo” (1 Jn 4:14).

Juan testifica que la Vida “apareció,” que él ha visto la Vida, y que su escrito es su testimonio “respecto a la Palabra de vida” (περὶ τοῦ λόγου τῆς ζωῆς, v. 1f). El testimonio sobre la Vida que ha aparecido se originó con la Encarnación misma. Algunos consideran que la frase “la vida eterna” (τὴν ζωὴν τὴν αἰώνιον) se refiere a la vida eterna que se pone a disposición de los creyentes a través de Cristo, pero es más probable primero una declaración de que la Vida que se encarnó había pre-existido eternamente “con el Padre.” Como señala Yarbrough: “en Jesucristo lo que es eterno y trascendente se ha convertido en palpablemente inmanente.”26 Juan aquí da uno de los testimonios más claros de la pre-existencia eterna de Jesucristo, colocándole por encima de cualquier otro maestro religioso o profeta. Pero también es verdad que la vida eterna se ofrece a los seres humanos caídos a través de Cristo cuando llegan a la fe en él y comparten con él su vida eterna, y así se tienen en cuenta ambas ideas.

Juan reitera que “hemos visto” (tiempo perfecto) y “proclamamos” (tiempo presente) la Vida que apareció. El autor no sólo ha visto la Vida y ha dado testimonio de ella, también proclama ese testimonio a los lectores de esta carta, específicamente de que “la Vida eterna, que estaba con el Padre … se nos apareció” en la persona de Jesucristo. Como observa Smalley, estos tres verbos de ver, testificar y proclamar “expresan en orden las tres ideas de experiencia, testimonio y evangelismo que forman parte de cualquier respuesta genuina y duradera al evangelio.”

1 Juan 1:3 Lo que hemos visto y hemos oído, os proclamamos también, para que vosotros también tengáis comunión con nosotros. Y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo (ὃ ἑωράκαμεν καὶ ἀκηκόαμεν ἀπαγγέλλομεν καὶ ὑμῖν, ἵνα καὶ ὑμεῖς κοινωνίαν ἔχητε μεθʼ ἡμῶν. καὶ ἡ κοινωνία δὲ ἡ ἡμετέρα μετὰ τοῦ πατρὸς καὶ μετὰ τοῦ υἱοῦ αὐτοῦ Ἰησοῦ Χριστοῦ). Juan extiende una invitación a sus lectores para que estén en comunión con él y con Dios. La palabra en inglés para “comunión” (fellowship) puede tener connotaciones como la de tomar algo y charlar tras un culto, o la de reunirse en el salón de actos de la iglesia donde se celebran cenas comunitarias. Pero la palabra griega que traducimos como “comunión” (κοινωνία) significa tener no sólo una relación estrecha, sino también una asociación basada en intereses y propósitos comunes. Juan invita a sus lectores a tener una relación con Dios Padre y su Hijo, Jesucristo, asumiendo los propósitos redentores de Dios para el mundo en general y para los individuos en particular, tal como los reveló Jesús.

Los que vivieron y caminaron con Jesús el Mesías durante su ministerio terrenal se vieron envueltos en una comunión con él, y no sólo porque era el Mesías sino también porque era el Hijo de Dios, su Padre. El título “Hijo de Dios” se ha hecho tan familiar a los oídos cristianos que casi ha perdido su significado. Realmente ha perdido el factor sorpresa que debe haber tenido entre los primeros oyentes del evangelio. En el mundo pagano, “hijo de dios” se podía referir a varios semi-dioses de la mitología greco-romana así como a héroes humanos. Al emperador romano se le denominaba “un hijo de dios” y a menudo se le divinizaba, a veces incluso antes de su muerte.

En el mundo judío, “hijo de Dios” tenía connotaciones mesiánicas de las promesas del pacto de 2 S 7:14 y Sal 2:6–7. Fue con la resurrección de Jesús cuando se cumplió toda la promesa mesiánica (Ro 1:4). La liberación que Dios trajo con el Mesías no era la de liberar de una ocupación extranjera sino la de liberar de la muerte misma, demostrando que Yahveh era el Creador y rey soberano para distinguirlo de las deidades paganas. Es más, la resurrección demuestra que Jesús era el verdadero dirigente del mundo, que ha pasado más allá de lo que el poder del mundo pueda hacerle a él y a sus seguidores. Finalmente, la filiación de Jesús demuestra que él y el Padre comparten la misma naturaleza y propósitos para el mundo.

Juan invita a sus lectores a una comunión de los que reconocen que la vida eterna que estaba con el Padre ha aparecido en la tierra para ser vista, oída y tocada por los seres humanos. La proposición hina: “para que vosotros también tengáis comunión con nosotros” (ἵνα καὶ ὑμεῖς κοινωνίαν ἔχητε μεθʼ ἡμῶν) explica que el propósito de la proclamación apostólica “proclamamos también [a vosotros]” (ἀπαγγέλλομεν καὶ ὑμῖν) es extender una invitación a la comunión con Dios y su Hijo, Jesucristo. Esta comunión les llega a aquellos que reciben el mensaje del evangelio apostólico sobre la importancia de la Vida que procede de Dios y que caminó entre nosotros.

En esta invitación queda implícita una advertencia de que si los lectores de Juan no continúan siguiendo el testimonio apostólico, su comunión con Juan y con Dios y el Hijo no se puede sostener. Esto parece ser el caso de aquellos que “salieron de entre nosotros” (2:19), rompiendo esa comunión con la comunidad que Juan representa, y el de aquellos que van más allá de la enseñanza sobre Cristo (2 Jn 9). Esta carta pues se convierte en una invitación a permanecer en comunión siguiendo con la tradición apostólica y una exhortación a rechazar las enseñanzas nuevas de aquellos que se han separado de ella.

En profundidad: ¿Mesías o Cristo?
Uno de los debates exegéticos sobre 1 Juan entre los estudiosos de hoy día es cómo interpretar la palabra griega Christos (χριστός) en referencia a Jesús. El adjetivo griego se deriva del verbo cognado chriō (χρίω), que significa ungir. En el AT, de forma similar Mesías deriva del verbo hebreo “ungir,” y así en la antigua traducción griega del AT (la Septuaginta), las referencias al Mesías se traducían con la palabra griega Christos.

En el NT el sentido de la palabra se desarrolla a medida que la verdadera naturaleza de Jesús se va revelando. En los evangelios y en Hechos Christos a menudo se utilizaba para identificar a Jesús como el Mesías (p. ej., Mt 1:1, “El siguiente es un registro de los antepasados de Jesús el Mesías [Christou] hijo de David, hijo de Abraham”; o como en Mc 8:29, “Pedro respondió: ‘Tú eres el Mesías [Christos].’ ” Pero tras la resurrección de Jesús y tras la iluminación por el Espíritu, el apelativo Christos vino a tener una importancia que llegó más allá de cualquier expectativa que se tuviera para el Mesías de Israel. Pasó de ser el título que designaba al líder de Israel ungido por Dios al nombre propio que reflejaba la naturaleza divina del Hijo de Dios que se encarnó como Jesucristo (p. ej., Col 1:22).

Existe un debate sobre cuándo, o incluso si sucedió este cambio. Martin Hengel cree que incluso en los escritos de Pablo, Christos se utiliza casi siempre como nombre propio con sólo “un atisbo de su uso titular.” Representando otro lado del debate, N. T. Wright argumenta que “el mesianismo de Jesús sigue siendo algo central y vital para Pablo” y que de hecho persistió en toda la antigua cristiandad.31 Sin embargo, la idea del Mesías se transformó en al menos cuatro modos, según Wright, cuando se aplica a Jesús: 
(1) pierde su especificidad étnica y se hace relevante para todas las naciones; 
(2) la batalla mesiánica no era contra los poderes terrenales sino contra la maldad misma; 
(3) el templo reconstruido serian los seguidores de Jesús; y 
(4) la justicia, la paz y la salvación que el Mesías traería al mundo no sería un programa geopolítico sino la renovación cósmica de toda la creación. Es con este sentido transformado del Mesías como el Hijo de Dios mismo con el que el apelativo Christos se utiliza en el momento en que Juan escribe su evangelio y sus cartas.

Cuando Juan escribió su evangelio, el sentido de Christos como Mesías parece ser que había declinado casi completamente, al menos entre los gentiles, porque en 1:41 cuando Andrés le habla a Simón (Pedro) sobre Jesús, Juan recuerda a sus lectores que Christos una vez significó Mesías, “ ‘Hemos encontrado el Mesías [Μεσσίαν]’ (es decir, el Cristo [χριστός]).” Este sentido transformado de “Mesías” es equivalente e intercambiable con el de “Hijo de Dios” en Jn 20:31. Este cambio en el sentido de Christos durante el siglo primero plantea la cuestión de cuándo se debería entender, y probablemente traducir como Mesías y cuándo como Cristo.

Más concretamente respecto a 1 Juan, ¿qué quiere decir Juan cuando escribe: “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (1 Jn 2:22, cursiva añadida). ¿Es el mentiroso la persona que niega que Jesús es el Mesías? ¿O son aquellos que niegan la naturaleza divina de Jesús designada por el nombre compuesto Jesucristo? La respuesta a esa pregunta tiene implicaciones más amplias para la comprensión del contexto histórico e interpretación de 1 Juan.

Si Juan está insistiendo en que Jesús es el Mesías judío contra aquellos que esperan la llegada de otro, entonces el principal mensaje de Juan va contra la audiencia judía, algunos de los cuales parece ser que se habían convertido en cristianos pero después cambiaron de opinión sobre Jesús. Pero si Christos había llegado a designar la naturaleza divina de Jesús que va más allá de todas las expectativas judías para el Mesías, entonces escribió en contra de cualquiera que niegue esa naturaleza divina.

En el contexto de lo que se dice de Jesús Christos en 1 Juan, parece que el foco está puesto en su naturaleza divina. Primera de Juan 2:22 continúa inmediatamente mencionando que niegan “al Padre y al Hijo,” una referencia a la naturaleza divina de Jesús. En 1 Jn 4:2, Juan especifica los criterios para la ortodoxia escribiendo: “En esto podéis discernir quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta que reconoce que Jesucristo ha venido en cuerpo humano, es de Dios” (cursiva añadida). Está claro que aquí la referencia al “Cristo” significa su naturaleza divina, porque no sería excepcional ni siquiera para el pensamiento judío pensar que el Mesías era un ser humano. Por tanto, aunque Juan realmente creía que Jesús era el Mesías, lo que quería expresar tanto a judíos como a gentiles es que Jesús era más que el Mesías esperado. Porque el Mesías resultó ser Dios mismo en la tierra.

1 Juan 1:4 Y estas cosas os escribimos para que nuestro gozo sea completo (καὶ ταῦτα γράφομεν ἡμεῖς ἵνα ἡ χαρὰ ἡμῶν ᾖ πεπληρωμένη). Juan concluye la apertura de esta carta con una declaración de su propósito al escribir. Esta es la primera de trece apariciones del verbo “escribir” (γράφω), pero la única en primera persona de plural, “escribimos” (γράφομεν). El pronombre demostrativo “estas cosas” (ταῦτα) muy probablemente se refiere a la carta en su conjunto. Como señala Watson: 1:4 (“estas cosas os escribimos”) y 5:13 (“estas cosas os escribo”) forman una inclusio para el cuerpo de la carta.
El cambio de la primera persona de plural en la apertura de la carta a la utilización posterior de la primera persona singular “escribo” (γράφω) sugiere que el autor se consideraba a sí mismo uno de los representantes con autoridad que transmitían un testimonio fiable de la Vida que había aparecido. Otras dos declaraciones de finalidad de la carta aparecen con proposiciones hina en 1 Jn 2:1 (“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis”; cursiva añadida) y 5:13 (“Estas cosas os escribo a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios para que sepáis que tenéis vida eterna”; cursiva añadida). En ambos casos, se utiliza el segundo objeto indirecto plural (“os”), lo cual se puede considerar una evidencia de variante textual de que aquí en 1:4 lo que se tiene en mente es el gozo de los lectores, no el del autor (“Y estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea completo”).

No obstante, dado que Juan está escribiendo para animar a sus lectores a permanecer dentro de los límites de la enseñanza apostólica sobre Jesús, que sigan asumiendo el mensaje del autor hará que su gozo sea completo al saber que su proclamación no ha sido en vano. Pero dada la naturaleza recíproca de la comunión, donde compartir el gozo es una característica típica, cualquiera de las lecturas acaba significando más o menos lo mismo. El primer plural “nuestro” gozo capta la referencia al gozo de los lectores si se toma como un plural inclusivo.

El tema del gozo cumplido también se puede encontrar en el evangelio de Juan, en particular en el discurso del aposento alto (Jn 3:29 [2×]; 15:11 [2×]; 16:20–22, 24; 17:13), y también en las otras dos cartas de Juan (2 Jn 12; 3 Jn 4). La declaración de Juan aquí recuerda la de Jesús, que, en la noche antes de su muerte, consolaba a sus discípulos diciendo; “Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo” (cursiva añadida; Jn 15:11 LBLA). Si el evangelio de Juan influyó en la elección de las palabras del autor aquí, esto proporciona una evidencia intrínseca de que la lectura original era la segunda persona plural.

La repetición del verbo “escribir” (γράφω) en 1 Juan hace que resulte difícil argumentar que este libro se originó de una forma distinta a la escrita, a pesar de sus características retóricas que sugieren una presentación oral. Dado que la mayoría de las lecturas se hacían en voz alta en el siglo primero, incluso las obras escritas se componían teniendo en cuenta cómo sonarían al ser escuchadas, y la elusiva estructura de 1 Juan puede deberse en gran parte a este contexto oral, que resulta poco familiar a los lectores de culturas literarias. Aunque se originó como discurso escrito, la carta carece del estándar helenístico con el que se abren las cartas, y que no hayan palabras de despedida convencionales significa que no era una carta personal, incluso aunque tradicionalmente se la denomine así (ver discusión sobre el género en Introducción a 1 Juan). Evidentemente la identidad del autor, que es claramente conocida por los receptores originales por otros medios, quizá comunicada por el tipo de letra o quizá porque fue enviada con una carta de presentación, posiblemente conocida como 2 Juan (ver Introducción a 2 Juan).

El análisis socio-retórico ha demostrado que 1 Jn 1:1–4 funciona como el exordium del discurso retórico, que intenta predisponer a la audiencia para que se adhiera al punto de vista del autor. Que el autor sea percibido como un hombre bueno y un testigo fiable, según Quintiliano, es la influencia más fuerte que puede tener cada punto del caso a establecer (Inst. 4.1.7). En este caso, el origen del mensaje de Juan en la tradición enraizada de ser testigo presencial de la Vida que apareció hace que el autor sea fiable, un factor importante a la hora de persuadir a los lectores de su punto de vista. Esta apertura establece la autoridad del autor para hablar de temas que desarrollará en el cuerpo de la carta, específicamente para hablar contra aquellos que están enseñando una cristología aberrante.

Estos versículos de apertura de 1 Juan establecen la autoridad del autor para enseñar la verdad espiritual porque su mensaje se basa tanto en la realidad histórica de Jesucristo como en su comprensión autoritativa de la verdadera importancia de estos hechos. Su mensaje no es algo que simplemente haya concebido, quizá por contraste con las falsas enseñanzas mencionadas posteriormente en la carta. Juan invita a sus lectores a la comunión de un mismo credo, a que tenga comunión no sólo con el autor sino también con el Padre y con Jesucristo, y de esa manera conocer a Dios verdaderamente. Esto hará que su gozo sea completo.

jueves, 31 de marzo de 2022

Estudio exegético de la Primera carta de Juan - Estudio preliminar








Introducción a 1 Juan

Género y propósito

Sabemos que 1 Juan tuvo origen escrito porque el verbo “estas cosas os escribo/escribimos [γράφω]” aparece más de una docena de veces cuando se hace referencia a esta carta (p. ej., 1 Jn 1:4; 2:1; 5:13). Sin embargo, este documento no tiene forma de correspondencia personal ya que carece de dirección, de saludo introductorio y de despedida final. Debido a esto, hubo una vez un intento de denominar a este tipo de escrito “epístola” para diferenciarlo de una carta, pero los estudiosos han abandonado mayormente esta distinción. Es más, la estructura muestra características que sugieren que el autor pretendía que fuera leída o expuesta en voz alta (ver Estructura, abajo). Lo más probable es que sirviera originalmente de sermón en la iglesia del autor, y que luego circulara por otras iglesias periféricas de la zona.

Un análisis socio-retórico conduce a la conclusión de que 1 Juan se escribió con el propósito de “incrementar la fidelidad de la audiencia a la tradición juanina y asegurar su comunión continuada con la comunidad juanina, Dios y Cristo,” y que la carta se puede categorizar como retórica epideíctica, pensada para incrementar la fidelidad de la audiencia a los valores que ya mantiene. Específicamente, el autor pretende convencer a sus lectores de que continúen en su fe en Jesucristo a pesar de las perturbaciones y la confusión causada por los miembros de la comunidad que han abandonado la iglesia (1 Juan 2:19).

La falsa teología de los secesionistas puede resultar especialmente confusa porque utilizaba el mismo lenguaje que la tradición juanina y se originó en esa misma tradición. “Esta teología [secesionista] tiene mucho en común con la del propio autor y apela a la misma tradición que él, una tradición a la que tenemos acceso mediante el evangelio de Juan. En resumen, el autor escribe en un contexto de cosmovisión juanina que asume les resulta familiar tanto a sus lectores como a sus opositores.” El propósito del autor es pues desenredar ideas distorsionadas sobre declaraciones que se encuentran en el evangelio de Juan y corregir la teología errada para hacer que sus lectores se alineen con la verdad que ha sido revelada en Jesucristo.

Estructura

La estructura de 1 Juan es difícil de bosquejar porque su pensamiento es circular más que lineal. Regresa a los mismos temas entretejidos: pecado, amor y cristología sólida, una y otra vez, desarrollando cada uno de ellos más ampliamente a la luz de lo que se ha dicho sobre los otros dos. Walter Moberly observa:

El patrón de pensamiento de Juan no es tanto una lógica secuencial en forma de discusión convencional como el equivalente literario de las variaciones musicales sobre un tema: un círculo constante en torno a un tema básico, llegando a él desde distintos ángulos, desarrollando ahora este aspecto y ahora este otro, equilibrando una declaración con otra para aclarar lo que implica y lo que no, y regresando a un punto ya tratado para que se pueda ver a la luz de lo que se ha dicho posteriormente.

Duane Watson argumenta que “la naturaleza enfática y repetitiva de 1 Juan se explica mediante el uso que el autor hace de las técnicas de ampliación greco-romanas,” que funcionan para “fortalecer la fidelidad a las verdades tradicionales y honorables” — en este caso clarificar la tradición juanina “mediante la repetición y el énfasis de temas y tópicos, trazando distinciones sutiles entre la tradición juanina y las formas aberrantes que enseñaban los secesionistas.” La estructura resultante ayuda a la audiencia a ver con más claridad donde debería estar su lealtad.

Los intentos de los estudiosos modernos de describir y bosquejar la estructura de 1 Juan dependen de la metodología empleada. Las cartas de Juan han estado sujetas con mucha frecuencia al análisis basado en el análisis del discurso semántico, que adopta criterios como el alcance, los límites, la coherencia y la prominencia marcada. El análisis del discurso concluye con estructuras diferentes a las reveladas, por ejemplo, por el método de la retórica greco-latina clásica, pero incluso los resultados del análisis del discurso varían ampliamente. El reconocimiento relativamente reciente del diseño áurico de un texto diseñado para ser leído en voz alta sugiere otras estructuras. Los bosquejos exegéticos demuestran también otras características del texto, y prácticamente ningún exegeta segmenta sus comentarios exactamente de la misma manera. En parte, esto se debe a que hay varios versículos “janus” en 1 Juan, versículos que sirven de puente entre dos secciones y que se pueden agrupar con una o con otra indistintamente. Debemos reconocer también que con la comunicación humana siendo lo que es, ningún discurso sigue exactamente los principios de las convenciones contemporáneas o, mucho menos, las teorías de los estudios modernos.

El análisis moderno que utiliza varias metodologías ha mostrado que 1 Juan es una obra cuidadosamente creada. Basándose en el análisis del discurso Callow concluye en su análisis de 1 Juan 1 que “no sólo es un escrito fuertemente estructurado, sino también léxicamente cohesionado.” Brickle concluye según el análisis áurico de los patrones auditivos del prólogo de 1 Juan que “aunque Juan no luchaba por cumplir los estándares clásicos … demuestra claramente la habilidad de componer de una forma áurica y retórica poderosa.” El bosquejo ofrecido a continuación es el resultado de la forma exegética que esta autora tiene de entender el libro, consultando los resultados de otras metodologías a lo largo del proceso.

Bosquejo de 1 Juan


          I.      Juan reclama tener la autoridad del testimonio apostólico (1 Juan 1:1–4)

      A.      Juan reclama tener conocimiento histórico preciso (1:1)

      B.      La aparición de la vida eterna (1:2)

      C.      El objetivo de Juan es la comunión (1:3)

      D.      Hacer que el gozo de la comunión sea completo (1:4)

          II.      Anuncio del mensaje (1 Juan 1:5–10)

      A.      Dios es luz (1:5)

      B.      Las dos primeras proposiciones condicionales contrapuestas (1:6–7)

      C.      Las dos segundas proposiciones condicionales contrapuestas (1:8–9)

      D.      Quinta proposición condicional: Si decimos que no hemos pecado … (1:10)

          III.      Tratando el pecado (1 Juan 2:1–6)

      A.      Aplicando el asunto del pecado a los lectores (2:1–2)

      B.      Conocer a Dios significa evitar el pecado siguiendo sus mandamientos (2:3–6)

          IV.      Amor, luz y oscuridad (1 Juan 2:7–11)

      A.      La enseñanza de Juan es una continuación de la enseñanza de Jesús (2:7–8)

      B.      La relación de amor y odio siguiendo la dualidad de la luz y la oscuridad (2:9–11)

          V.      Hijos, padres y jóvenes (1 Juan 2:12–14)

      A.      Hijos, vuestros pecados han sido perdonados (2:12)

      B.      Padres, vosotros conocéis al que es desde el principio (2:13a–c)

      C.      Jóvenes, habéis vencido al maligno (2:13d–f)

      D.      Hijos, conocéis al Padre (2:14a–c)

      E.      Padres, conocéis Quién es desde el principio (2:14d–f)

      F.      Jóvenes, sois fuertes (2:14g–k)

          VI.      Amar al mundo es lo contrario a amar al Padre (1 Juan 2:15–17)

      A.      Exhortación a no amar al mundo (2:15)

      B.      Sobre el mundo (2:16–17a)

      C.      Obedecer la voluntad de Dios significa la vida eterna (2:17b)

          VII.      Cisma en la iglesia (1 Juan 2:18–28)

      A.      Juan anuncia la “hora final” (2:18)

      B.      Un grupo ha dejado las iglesias juaninas (2:19)

      C.      La naturaleza de la verdad sobre Cristo (2:20–21)

      D.      El falso maestro caracterizado (2:22–23)

      E.      Exhortación y promesa (2:24–27)

      F.      Resumen de la idea de Juan en el contexto escatológico (2:28)

          VIII.      ¿Quiénes son los hijos de Dios? (1 Juan 2:29–3:10)

      A.      “De tal padre, tal hijo” (2:29–3:1)

      B.      La esperanza de nuestras vidas escatológicas (3:2–3)

      C.      La naturaleza del pecado (3:4–6)

      D.      ¿Quién es tu padre? (3:7–10)

          IX.      Amaos los unos a los otros (1 Juan 3:11–18)

      A.      El mandamiento de amarse los unos a los otros (3:11–12)

      B.      Aplicación a los lectores de Juan (3:13–15)

      C.      Amar significa abandonar nuestra vida (3:16–18)

          X.      Los hijos de Dios pueden sentirse seguros (1 Juan 3:19–24)

      A.      Confiar en la gracia de Dios (3:19–22)

      B.      Hacer lo que Dios quiere (1 Juan 3:23–24)

          XI.      Se debe discernir entre el espíritu de verdad y el de error (1 Juan 4:1–6)

      A.      Comprobar que los espíritus son de Dios (4:1–3)

      B.      Los que son de Dios se entienden entre sí (4:4–6c)

      C.      Así hay que distinguir el espíritu de verdad del de error (4:6d)

          XII.      Expresión del amor de Dios (1 Juan 4:7–16)

      A.      Mandamiento de amarse los unos a los otros (4:7–10)

      B.      Mandamiento de amarse los unos a los otros reiterado (4:11–14)

      C.      La confesión de que Jesús es el Hijo es necesaria para permanecer en Dios (4:15–16)

          XIII.      El amor de Dios perfeccionado en el creyente (1 Juan 4:17–5:3)

      A.      El amor de Dios perfeccionado en el creyente produce confianza para enfrentar el día venidero del juicio (4:17–18)

      B.      El amor del creyente hacia Dios se demuestra mediante el amor de unos hacia otros (4:19–21)

      C.      Lo que produce el nacimiento nuevo mediante la fe en Cristo (5:1–3)

          XIV.      La sangre, la vida eterna y la seguridad (1 Juan 5:4–13)

      A.      La fe en el Hijo de Dios vence al mundo (5:4–5)

      B.      El testimonio (5:6–13)

          XV.      Conocer a Dios (1 Juan 5:14–21)

      A.      Orar por un hermano o hermana que peca (5:14–17)

      B.      Lo que “sabemos” (5:18–20)

      C.      Exhortación de cierre (5:21)



¿Qué es lo que nos dice Dios a través de las Cartas de Juan?




Introducción a 1, 2 y 3 Juan

Los tres libros del NT conocidos como 1, 2 y 3 Juan que han llegado a nosotros son tan similares entre sí que mucho de lo que se dice de uno se puede aplicar a los otros. Por tanto, esta introducción tratará esas características que tienen en común los tres libros. El comentario sobre cada uno de ellos también viene precedido por una breve introducción que trata los temas específicos de cada carta.

Importancia de las cartas

Antes de centrarnos en los asuntos históricos, se debe tomar en consideración la cuestión de por qué molestarse en estudiar estos tres libros. Su presencia en el NT, por supuesto, exige la atención de aquellos que creen que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero, ¿Cuál es la importancia de estas tres breves cartas que se encuentran hacia la parte final de nuestras Biblias?

¿Quieres conocer a Dios? ¿Te importa la verdad sobre Dios? Conocer de verdad a Dios es el tema general del evangelio de Juan y de sus cartas. En un mundo que ya estaba plagado de religiones y filosofías conflictivas, un mundo muy similar al nuestro en ese aspecto, Jesús dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Jn 17:3, cursiva añadida). Jesús define la vida eterna como el conocer a Dios, porque sólo respondiendo a la revelación que Dios hace de sí mismo a la humanidad, podemos llegar a conocerlo y a disfrutar la vida con él ahora y por toda la eternidad. Este es un tema bastante importante para toda persona en cualquier lugar a lo largo de la historia.

Es más, Jesús afirma que sólo hay un Dios verdadero, el Dios que envió a Jesucristo al mundo. Hay muchas maneras distintas, a veces conflictivas, de ver a Dios en las distintas culturas de hoy en día. Vivimos en unos tiempos espiritualmente confusos, especialmente desde que en las distintas culturas hay una mayor diversidad religiosa. Muchos creen que no importa lo que se crea sobre un poder más alto siempre y cuando creas en ello con sinceridad. Pero, ¿todas las religiones, desde las ideas orientales sobre la reencarnación a la espiritualidad de la “Nueva Era” pasando por las creencias que se enseñan en las sinagogas, las mezquitas y los templos sagrados  del mundo, pueden ser verdaderas? Juan escribió estas tres breves cartas en un tiempo espiritualmente confuso en el que había teologías en conflicto sobre Jesucristo, y lo hizo para confirmar a sus lectores que ellos tendrían vida eterna tras la muerte porque conocían de verdad a Dios en Cristo. ¿Qué puede ser más importante que eso?

Autoría y procedencia

La tradición eclesial de los primeros días del cristianismo le ha adscrito la autoría de estas cartas a Juan, del que habitualmente se cree que era el apóstol Juan — uno de los doce elegidos por Jesús, el hijo de Zebedeo, y “el discípulo al que Jesús amaba” del evangelio de Juan. Pero téngase en cuenta que ni el texto del evangelio ni las cartas llevan el nombre de Juan, o cualquier otro nombre. La segunda y tercera de Juan salieron de la pluma de “el anciano,” al que no se ha identificado en ningún momento. Las cartas y el evangelio son anónimos, pero los cristianos que los recibieron originalmente conocían sin duda alguna la identidad de su autor, y es probable que fuera debido al testimonio antiguo de esos creyentes por lo que las cartas se atribuyeron a Juan.

Pero Juan (gr. Ἰωάννης) era un nombre muy común en aquellos tiempos, y ya en los primeros momentos de la historia del cristianismo algunos pusieron en duda que “el anciano” fuera el mismo hombre que escribió 1 Juan y el evangelio de Juan. Los estudiosos modernos del NT han complicado aún más el tema al rechazar en su mayoría que el discípulo amado fuera realmente el apóstol Juan y conjeturando sobre cinco autores/redactores posibles para el evangelio y las cartas.

La adjudicación de la autoría a Juan más antigua procede de Policarpo, obispo de Esmirna (m. 156 d.C.), y de Papías, contemporáneo de Policarpo, cuyos escritos sobrevivieron únicamente como citas en escritos posteriores de Ireneo y Eusebio. 

Tanto Policarpo como Papías vivieron en los alrededores de Éfeso en Asia Menor occidental, el lugar al cual se dice que huyó el apóstol Juan cuando los romanos destruyeron el templo de Jerusalén (70 d.C.), llevándose a María, la madre de Jesús con él. Allí supuestamente vivió el resto de su larga vida, en los tiempos del reinado de Trajano, el emperador romano que dirigió el imperio desde 98 a 117 d.C. Ireneo (175–195 d.C.), obispo de Lyon, nació en Asia Menor y de niño conoció personalmente a Policarpo, del cual se dice que había sido elegido obispo de Esmirna por testigos oculares del Señor Jesús. Ireneo dice que Juan, el discípulo del Señor que estaba con Jesús en el aposento alto, escribió el evangelio mientras vivía en Éfeso (Haer. 3.1.2). Aún cuando estas fuentes están sujetas al mismo tipo de escrutinio histórico que otros documentos antiguos, suponen una impresionante cadena testimonial histórica que no tiene ningún otro libro del NT.

El testimonio de Papías es más complicado y ha estado sujeto a mayor debate, porque sus escritos sólo se han conservado dentro de los de Eusebio, cuya interpretación de las palabras de Papías plantearon la posibilidad de que hubiera dos hombres llamados Juan, uno autor del evangelio y otro, Juan el anciano, autor de las cartas y del libro del Apocalipsis (Hist. ecl. 3.39.3–17). Papías menciona a Juan dos veces, una como “discípulo del Señor” y otra como “anciano.” Pero Eusebio pasó por alto el hecho de que incluso cuando Papías se refiere a Pedro y Santiago, al principio no les llama “apóstoles” sino “ancianos,” sugiriendo que los dos títulos no eran mutuamente excluyentes en Papías. Pero incluso desde el siglo iv cuando escribió Eusebio, ha habido un debate en la iglesia sobre la autoría de las tres cartas atribuidas a “Juan” en el NT y sobre quién está enterrado en la “tumba de Juan” en Éfeso.

Aunque el tema de la autoría probablemente nunca se conozca con certeza, el autor de estas cartas claramente está reclamando ser el portador de la enseñanza apostólica de Jesús que se basaba en haber sido testigo presencial del ministerio público, muerte y resurrección de Jesús. La relación entre las tres cartas y de ellas con el evangelio (ver discusión más abajo) indica que el mismo autor escribió las tres cartas, y que fue también el autor del evangelio o un estrecho colaborador. Estas cartas insisten en que este testimonio apostólico impide cualquier reinterpretación de Jesús hecha por aquellos que no estaban comisionados por él y que estaban muy lejos de haberle conocido personalmente.

Situación histórica: ¿Lectura anti-gnóstica o lectura no polémica?

Como con cualquier carta del NT, debemos deducir el contexto histórico de las cartas de Juan y la razón por la cual fueron escritas de las cartas mismas, una tarea interpretativa intrínsecamente subjetiva que asumimos con muy poca información de otro tipo. Es difícil leer cualquier tipo de texto sin hacer suposiciones sobre la situación en la que fue escrito y la época y lugar en que vivió el autor, y cómo relacionar estas referencias en el texto con el “mundo real.” Pero al igual que una muestra de color parece cambiar dependiendo del fondo contra el que se expone, las suposiciones que los lectores aportan a la lectura pueden suponer una gran diferencia a la hora de entender el significado de un texto. Por tanto, es importante comprobar continuamente nuestras suposiciones sobre el contexto histórico de los libros bíblicos. Está claro que algunos desacuerdos perturbaban a las iglesias que estaban bajo la supervisión y la autoridad espiritual del autor, y que él pretendía reafirmar en su congregación la idea de que se salvarían si se adherían a las enseñanzas y creencias sobre Jesús que el autor representaba.

Los temas principales de cuáles son las verdaderas creencias sobre Jesús, cuál es la actitud adecuada hacia el pecado y la relación interpersonal caracterizada por el amor quedan claros, pero el porqué el autor ha escogido tratar estos temas en particular no tanto. Él refuerza su autoridad como portador de la enseñanza apostólica sobre la revelación de Dios en Jesucristo, lo cual implica que la fuente de la verdad sobre Dios en Cristo estaba un tanto en discusión. Pero el autor escribe con la intención de un pastor que se preocupa por su gente y no como un apologista que argumenta directamente en contra de aquellos que se habían ido de la iglesia o iglesias juaninas. Como escribió Brook: “Probablemente sea cierto que el escritor nunca pierde de vista las teorías de sus oponentes en ninguna parte de la epístola. Pero es importante enfatizar el hecho de que, a pesar de eso, el objetivo principal de la epístola no es exclusivamente, o siquiera principalmente, polémico.”

No obstante, la erudición a lo largo de finales del siglo xix y del xx gastaron mucho tiempo y tinta reconstruyendo la naturaleza más específica de las falsas enseñanzas suponiendo que contenían un impulso antinomiano motivado por tendencias (proto-)gnósticas. La suposición gnóstica la desarrolló en el siglo xx Rudolf Bultmann, tras lo cual las tres cartas se leyeron rutinariamente en relación con el error cristológico del Docetismo, que derivó de la aplicación del pensamiento gnóstico al evangelio de Jesucristo, y en contra de la vida licenciosa, que era una conclusión del pensamiento gnóstico aplicado a la vida cristiana. Leyendo a través de esta lente, los verbos de los sentidos en el prólogo de 1 Juan sirvieron para explicar la dimensión física de Jesús como ser humano real, y su venida en carne (1 Jn 4:2; 2 Jn 7).

A finales del siglo xx y principios del xxi ha surgido otra perspectiva que ha venido ganando terreno, la de que estas cartas no deberían leerse como una polémica directa contra el docetismo o su expresión efesia específica: el cerintianismo. La tradición enseña que Cerinto era un contemporáneo de Juan en Éfeso y enseñaba que la naturaleza divina descendió sobre el hombre ordinario que era Jesús en el momento del bautismo y que partió de él en Getsemaní, una teoría que los modernos teólogos denominan adopcionismo. (Ver comentario 1 Jn 2:19.) Ofreciendo varios factores que argumentan contra un supuesto contexto gnóstico, Lieu escribe: “Concediendo que este marco de interpretación tiene la convincente ventaja de permitir, al menos superficialmente, una exégesis coherente de toda la carta, la cuestión que debe plantearse es hasta qué punto es válido y verdadero para el pensamiento y la función de 1 Juan.”

Esta reciente teoría no polémica es un correctivo necesario para los estudios juaninos que con tanta fuerza han dependido de identificar lo que creían los secesionistas y por qué se fueron (1 Jn 2:19), y reenfoca la discusión para que sea más acorde con las propias declaraciones del autor sobre por qué escribió. Su preocupación era intentar que aquellos que estaban bajo su cuidado espiritual permanecieran dentro de los límites de la ortodoxia y no el tratar directamente la herejía (o herejías) que perturbaban a las iglesias; eso hace difícil reconstruir con especificidad los problemas que están siendo tratados. Libera a los intérpretes para que centren su atención en cómo define Juan la ortodoxia, lo cual en realidad implícitamente argumenta en contra no sólo del cerintianismo, el docetismo y el gnosticismo más ampliamente, sino también de muchas herejías a través de los siglos y en nuestro tiempo.

No obstante, queda claro por las cartas de Juan que se estaba argumentando contra algunos serios malentendidos y distorsiones del evangelio. Dado que el contexto probablemente sea Éfeso y por la probable fecha de las cartas, la influencia de las suposiciones filosóficas griegas, quizá combinadas con los malos entendidos respecto a las promesas del evangelio de Juan, habían producido creencias que, quizá inconscientemente, se oponían al evangelio de Jesucristo (o sea, eran creencias “anti-Cristo”).

Relación de las cartas con el evangelio de Juan

Queda claro que aunque el principal propósito de 1 Juan no era polemizar, el cisma dentro de la comunidad fue la razón inmediata de la carta, y los orígenes del cisma tienen que verse en esos elementos del pensamiento de la comunidad de 1 Juan que necesitaban tanto el debate cristológico como moral. Es al trazar las raíces de estos elementos del cuarto evangelio cuando entendemos mejor el problema y el logro de 1 Juan.

A pesar de las diferencias que podemos encontrar debido a que se trata de géneros diferentes, las cartas de Juan y el evangelio de Juan están más próximos en lenguaje, estilo, cosmovisión dualista y teología que cualquier otro libro del NT. Painter observa que las similitudes entre el evangelio y las cartas es más estrecho que entre otros libros del NT que se sabe pertenecen al mismo autor como por ejemplo, Lucas y Hechos o 1 y 2 Tesalonicenses.

Las similitudes obvias plantean la cuestión metodológica de si deberíamos permitir, y usar deliberadamente, el cuarto evangelio para influir en la exégesis de estas cartas. Por ejemplo, ¿debería el referente o sentido de un término en particular de las cartas ser definido según la misma palabra en el evangelio? Aunque las similitudes en su conjunto nos llevan en esa dirección, los propósitos diferentes por los cuales se escribieron el evangelio y las cartas nos debería advertir en contra de hacer una equiparación rápida del sentido en ambas. De hecho, algunos intérpretes sugieren que fue una mala interpretación y un mal uso del evangelio de Juan lo que hizo surgir las falsas enseñanzas en las iglesias juaninas, y que las cartas utilizan los mismos términos del evangelio pero con la intención de corregir la herejía. Esto, por supuesto, supone asumir que el evangelio se escribió primero y ya estaba en circulación, que surgieron los problemas al ser interpretado y utilizado y que las cartas vinieron a continuación.

Thatcher presenta otra opción: que aunque las cartas y el evangelio surgieron de la misma tradición y del mismo momento histórico, la controversia se desarrolló antes de que se escribiese el cuarto evangelio cuando las enseñanzas juaninas sobre Jesús todavía estaban en forma oral. Thatcher propone que las cartas fueron escritas para sofocar la controversia en ausencia de una narración autoritativa de la vida de Jesús en forma escrita. Según el punto de vista de Thatcher la controversia provocó que se escribiera el evangelio de Juan. Aunque esta teoría es interesante y creativa, parece que las cartas se relacionan tan bien con el evangelio en su forma escrita que la tradición oral tendría que haber sido esencialmente idéntica a la del evangelio de Juan.

Relación y fecha de las tres cartas

Se puede plantear una pregunta similar sobre la secuencia y relación de las cartas entre sí. Los temas, estilo y vocabulario son tan similares en 1 y 2 Juan que resulta difícil imaginar que no procedan de la misma mano. Y las similitudes entre 2 Juan y 3 Juan — ambas procedentes de “el anciano,” cuya principal preocupación era cuándo ofrecer la hospitalidad cristiana (3 Juan) y cuándo no (2 Juan) — se unen como las dos caras de la misma moneda. (Ver Introducción a 2 y 3 Juan.) Esta observación ha conducido a los comentaristas a proponer una serie de teorías sobre la secuencia en que fueron escritas estas cartas.

Strecker cree que 1 Juan se originó de forma independiente y posteriormente a 2 y 3 Juan, una teoría mantenida también por Marshall, que estructura su comentario tratando los libros en ese orden. Johnson propone que los tres fueron escritos por la misma persona a la vez y que se presentaron como un paquete.11 Según esa teoría, Demetrio llevó una carta de presentación a Gayo (3 Juan), junto con una carta para ser leída en la iglesia de Gayo (2 Juan) como introducción al sermón que debía impartirse (1 Juan). Painter cree que las tres cartas fueron escritas por el anciano, y probablemente en el orden en que aparecen en el NT, una idea compartida por esta autora. Propongo el escenario de que 1 Juan fue escrita y predicada en la iglesia casera del anciano poco después del cisma. Pero como los secesionistas se habían ido, llevándose con ellos sus falsas enseñanzas a otras iglesias de la zona, Juan envía 1 Juan a otras iglesias con una carta de presentación (2 Juan) “a la señora escogida y a sus hijos.” Por alguna razón, Diótrefes se niega a recibir a los portadores de 2 y 1 Juan, así que el anciano se vuelve hacia su amigo Gayo en busca de apoyo, enviando a Demetrio con una carta de presentación en mano (3 Juan). Aunque es casi imposible estudiar las cartas de Juan sin imaginarse un tipo de situación similar, cualquier escenario debe ser tratado con precaución y no permitir que dicte la exégesis, porque simplemente no sabemos los detalles de las circunstancias que relacionan a estos libros entre sí.

Si asumimos que el evangelio de Juan fue escrito en torno a 85–90 d.C. y que las cartas que surgieron tras el evangelio habían estado en circulación algún tiempo, las cartas probablemente daten de alrededor de 90–95 d.C., haciendo que sean posiblemente los últimos libros del NT en ser escritos. El evangelio de Juan y las tres cartas de Juan parecen haber sido escritas para gente dentro de la misma zona geográfica (probablemente la provincia romana de Asia, que conocemos como el extremo oeste de Turquía). Los cristianos nombrados en 3 Juan se conocían personalmente, lo cual sugiere una red de iglesias de la misma región que tenían un contacto frecuente y rutinario. La razón para que se conservara 3 Juan, como breve nota escrita a una persona, Gayo, es que era una parte importante de la misma historia por la cual se escribieron 1 Juan y 2 Juan. Por tanto, se nos pide que leamos las tres cartas teniendo en cuenta la relación existente entre ellas y con el evangelio de Juan.

El lugar de las cartas de Juan en la cronología histórica del Nuevo Testamento

La exégesis histórico-gramática es el enfoque metodológico utilizado por la mayoría de los estudiosos de la Biblia evangélicos. Eso significa interpretar el texto dentro de su contexto histórico original y prestar mucha atención a las palabras reales, a la sintaxis y estructura del texto en su idioma original. Téngase en cuenta que este no es el modo en que generalmente la iglesia lee la Biblia. La lectura devocional y litúrgica tiende a deshistorizar el texto pasando por alto su escenario histórico y leyendo la Biblia tal como se traduce en los idiomas modernos.

Es cierto que, aunque el lector general a menudo no lo tome en cuenta, los libros del NT no fueron escritos en el orden en que aparecen en el canon del NT. Y así al comienzo del estudio, es útil tener en mente la cronología de la historia del NT en la que fue escrito un libro, y lo que estaba sucediendo en aquel momento que puede ayudar la exégesis del libro. Después, también es útil considerar por qué los libros aparecen en una determinada secuencia en el NT. Seguramente había algún tipo de razón para que los libros fueran colocados en ese orden canónico particular en que los encontramos.

Todos los libros del NT se refieren a sucesos que ocurrieron en el siglo primero de esta era (esto es, 1–100 d.C., según el calendario moderno), como la vida de Jesús, la extensión del evangelio, y los problemas surgidos en las primeras iglesias. Los libros del NT se escribieron en la segunda mitad del ese mismo siglo. El NT en su conjunto se centra en una persona que vivió a principios del siglo primero, Jesús de Nazaret, y la importancia de su vida, muerte y resurrección. Los Evangelios que cuentan esta historia fueron escritos algunas décadas más tarde y se preocupan, primero, de los sucesos recogidos sobre la vida de Jesús pero, en segundo lugar, de lo que estaba sucediendo en las iglesias a las que iban dirigidos cada uno de los evangelios y que conformaron su contenido. Por tanto, es apropiado considerar lo que estaba sucediendo en las iglesias que eran las receptoras originales del evangelio de Juan, muy probablemente el último evangelio que se escribió.

Las cartas del NT son diferentes a aquellos relatos narrativos de la vida de Jesús porque cada una de ellas trata los temas apremiantes del momento y no intentan relatar los sucesos de un periodo de tiempo anterior. Los autores de las cartas están tratando cuestiones, temas y circunstancias reales apremiantes en aquel momento. En consecuencia, nos permiten distinguir tres periodos diferentes del siglo primero y colocar los sucesos y el origen de los libros dentro de cada periodo: (1) El tiempo en que vivió Jesús, durante el cual no se escribieron libros del NT; (2) un periodo de gran expansión del evangelio por todo el Imperio romano (33–60 d.C.); (3) un periodo de unificación doctrinal y eclesial (c. 60–100 d.C.). El evangelio y las cartas de Juan se escribieron en este último periodo, cuando la iglesia en general se enfrentaba a temas enormes, como la persecución de los cristianos por parte del gobierno romano, las herejías que se habían infiltrado en la iglesia (en especial las procedentes de las filosofías griegas) y la crisis de liderazgo en la iglesia, especialmente dado que los apóstoles habían muerto y el Señor no había regresado.

Las cartas de Juan reflejan estos dos últimos temas: la herejía y la crisis de liderazgo. Los falsos maestros habían surgido de las iglesias mismas del anciano, y sus creencias estaban desafiando su liderazgo apostólico. Si el anciano era Juan hijo de Zebedeo, probablemente era anciano y el último apóstol vivo. Como la iglesia estaba al borde de un futuro incierto en medio de una transición hacia un liderazgo en el que ya no había apóstoles, no había tema más importante que dónde encontrar la verdad sobre Jesucristo. El anciano argumenta que el liderazgo cristiano es esencialmente conservador, que conserva y pasa a la siguiente generación la enseñanza de los apóstoles a los que había elegido el Señor mismo. La innovación en las creencias y prácticas cristianas tenía que ir unida a la ortodoxia apostólica. Esto es relevante en toda generación de la iglesia hasta el regreso del Señor.

Canonicidad

En principio, cada uno de los libros del NT quedó dotado de este valor normativo, autoritativo tan pronto como se secó la tinta, en virtud de haber sido escritos por un autor apostólico inspirado por Dios. Pero todavía tardaron algún tiempo en ser colocados en el canon del NT para ser reconocidos como tal, especialmente cuando el texto empezó a circular más allá de los lectores originales y de las iglesias para las que fueron escritos cada uno de ellos. Raymond Brown resume:

Para mediados del siglo ii, las ideas, temas e incluso eslóganes de las epístolas juaninas (o, al menos, de i Juan) se estaban citando en otras obras cristianas. Pero ninguna de las similitudes propuestas es un cita textual, así que sigue siendo muy difícil estar seguros de que alguno de los autores mencionados tuviera el texto de las epístolas juaninas delante.

No obstante, es probable que el texto de 1 Juan estuviera a disposición de Policarpo (69–155 d.C.), que vivió en Esmirna, una ciudad de la región de Éfeso. La Carta a los filipenses de Policarpo (escrita antes de 140 d.C.) en 7:1 contiene un paralelismo claro con 1 Jn 4:2–3 y 2 Jn 7, “Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es anticristo,” aunque no lo atribuye a Juan o a sus cartas. Puede que haya otras alusiones menos obvias a las cartas de Juan en textos escritos antes de 175 d.C., pero la constatación más antigua de las tres cartas que ha sobrevivido es de Orígenes (c. 250 d.C.), que escribió que Juan “dejó también una epístola de unas pocas líneas y puede que una segunda y una tercera, pero no todos dicen que estas [la segunda y la tercera] sean genuinas” (citado en Eusebio, Hist. ecl. 6.25.10). La autoría apostólica de 1 Juan aparentemente no se cuestionaba, y Eusebio la enumera dentro de la lista de libros reconocidos (ver Introducción a 2 y 3 Juan para una discusión de la evidencia de Ireneo, que cita 1 y 2 Juan como si fueran un libro, lo cual sugiere que pueden haber circulado juntas). Las tres cartas fueron reconocidas como canónicas por la iglesia del siglo iv y están incluidas en el canon de Atanasio (367 d.c)

Bibliografía selecta

Comentarios

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