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miércoles, 18 de mayo de 2016

Corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?... ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Alimentamos a la congregación con pastos frescos
Estad firmes en la libertad de Cristo
Gálatas 5:1-12
5 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud. 
2 He aquí yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, de nada os aprovechará Cristo. 3 Y otra vez declaro a todo hombre que acepta ser circuncidado, que está obligado a cumplir toda la ley. 
4 Vosotros que pretendéis ser justificados en la ley, ¡habéis quedado desligados de Cristo y de la gracia habéis caído!  5 Porque nosotros por el Espíritu aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. 6 Pues en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que actúa por medio del amor. 

7 Corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad? 8 Tal persuasión no proviene de aquel que os llama. 9 Un poquito de levadura leuda toda la masa. 10 Yo confío en el Señor con respecto a vosotros que no pensaréis de ninguna otra manera; y el que os inquieta llevará su castigo, sea quien sea. 11 Pero con respecto a mí, hermanos, si todavía predico la circuncisión, ¿por qué aún soy perseguido? En tal caso, se habría quitado el tropiezo de la cruz. 12 ¡Ojalá se mutilasen  los que os perturban! 

Cuando el esclavo se vuelve amo y el amo esclavo

  El Esclavo—La libertad se pierde 
Gálatas 5:1

Pablo ha usado dos comparaciones para mostrar lo que la ley es en verdad:

  • un ayo (Gálatas 3:24; 4:2); 
  • una esclava (Gálatas 4:22–31); 
ahora la compara con un yugo de esclavitud. Recordarás que Pedro usó esta misma figura en la famosa conferencia en Jerusalén (ve Hechos 15:10).

El simbolismo del yugo no es difícil de entender.
Normalmente representa esclavitud, servicio, y el control de alguien sobre su vida; también puede representar servicio voluntario para alguien.

Cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto, rompió su yugo (Levítico 26:13). El campesino usa el yugo para controlar y guiar a los bueyes porque ellos no prestarían servicio si estuvieran sueltos.

Cuando los creyentes en Galacia confiaron en Cristo, perdieron el yugo de la esclavitud al pecado y se pusieron el de Cristo (Mateo 11:28–30).

El yugo de la religión es duro, y las cargas son pesadas, pero el de Cristo es “fácil” y su carga “ligera”.

Esa palabra “fácil” en el griego significa bondadoso, benigno. El yugo de Cristo nos libera para cumplir su voluntad, mientras que el yugo de la ley nos esclaviza.

  • El incrédulo lleva un yugo de pecado (Lamentaciones 1:14); 
  • el legalista religioso lleva el yugo de la esclavitud (Gálatas 5:1); pero 
  • el hijo de Dios que depende de la gracia de Dios lleva el yugo liberador de Cristo.

Es Cristo el que nos ha hecho libres de la esclavitud a la ley.
Nos liberó de la maldición de la ley muriendo por nosotros en la cruz (Gálatas 3:13). El creyente ya no está bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:14). Esto no quiere decir que somos rebeldes o anarquistas, sino que ya no necesitamos la fuerza externa de la ley para que hagamos la voluntad de Dios, porque tenemos al Espíritu Santo como guía interno (Romanos 8:1–4).

Cristo murió para liberarnos, no para esclavizarnos. Regresar a la ley es enredarse en un laberinto de “haz esto” y “no hagas aquello”, y abandonar la madurez espiritual por una segunda infancia.

Lamentablemente, hay algunos creyentes que se sienten muy inseguros con la libertad y prefieren estar bajo la tiranía de algún líder en lugar de tomar sus propias decisiones. Están atemorizados a causa de la libertad que tienen en la gracia de Dios; así que, buscan una congregación legalista y dictatorial en donde puedan dejar que otros tomen las decisiones que les corresponden. Esto puede compararse a un adulto que regresa a la niñez.

La senda de la libertad cristiana es el camino a la realización en Cristo. Con razón Pablo amonesta: “No estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Luchad por la libertad. “Estad, pues, firmes en la libertad”.


  El Deudor—La riqueza se pierde 
(Gálatas 5:2–6)

Pablo usa tres frases para describir las pérdidas del creyente que cambia la gracia por la ley: 
  • “De nada os aprovechará Cristo” (v. 2); 
  • “obligado a guardar toda la ley” (v. 3); 
  • “De Cristo os desligasteis” (v. 4). 
Y concluye con palabras tristes del versículo 4: “de la gracia habéis caído”. Es lamentable que el legalismo no sólo roba al creyente su libertad, sino también su riqueza espiritual en Cristo. El creyente que vive bajo la ley llega a ser un esclavo en bancarrota.

La Palabra de Dios nos enseña que antes que fuéramos salvos, teníamos una deuda con Dios que no podíamos pagar. Cristo lo declara en la parábola de los dos deudores (Lucas 7:36–50).

Dos hombres le debían dinero a un prestamista, uno 10 veces más que el otro. Pero ninguno de los dos podía pagar, así que el acreedor “gratuitamente perdonó a ambos” (traducción literal).

No importa cuán moral sea un hombre, todavía está destituido de la gloria de Dios, y no puede pagar su deuda por el pecado, aun si ésta fuera solo una décima parte de la de los demás. Dios en su gracia, a causa de la obra de Cristo en la cruz, puede perdonar a los pecadores, sin importar qué tan grande sea la deuda que tengan.

Cuando recibimos a Cristo, llegamos a ser ricos espiritualmente, y ahora participamos de

  • las riquezas de la gracia de Dios (Efesios 1:7); 
  • las riquezas de su gloria (Efesios 1:18; Filipenses 4:19); 
  • las riquezas de su sabiduría (Romanos 11:33); y 
  • las “inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8). 
En Cristo tenemos “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3), y estamos “completos en él” (Colosenses 2:10). Cuando uno está “en Cristo”, tiene todo lo que necesita para vivir la vida cristiana que Dios quiere que viva.

Los judaizantes, sin embargo, quieren que creamos que estamos perdiendo algo, y que seríamos más espirituales si guardáramos la ley con sus demandas y reglas. Pero Pablo aclara que la ley no añade nada, porque ¡nada puede ser añadido! En lugar de eso, la ley entra como un ladrón y roba al creyente las riquezas espirituales que tiene en Cristo. Lo hace retroceder y quedar en bancarrota espiritual con una deuda que no puede pagar.

Vivir bajo la gracia implica depender de la provisión abundante de Dios para toda necesidad. Vivir bajo la ley implica depender de mi propia fuerza, la carne, y carecer de la provisión de Dios.

Pablo advierte a los gálatas que el someterse a la circuncisión les privaría de todos los beneficios que tienen en Cristo (aunque la circuncisión en sí misma no tiene importancia, Gálatas 5:6; 6:15). Además, al someterse estarían obligados a cumplir toda la ley.

En esto los legalistas muestran su hipocresía, ya que fallan en guardar toda la ley. Miran a la ley del Antiguo Testamento como un cliente examina la comida en una cafetería: para escoger lo que les guste y dejar el resto. Pero, esto no es correcto. Enseñar, por ejemplo, que un creyente en la actualidad debe guardar el día de reposo, pero no la pascua, es fraccionar la ley de Dios.

El mismo legislador que dio un mandamiento también dio el otro (Santiago 2:9–11). Anteriormente, Pablo había citado a Moisés para mostrar que la maldición de la ley está sobre todo aquel que falla en guardar toda la ley (Gálatas 3:10; ve Deuteronomio 27:26).

Imagínate a un automovilista conduciendo en una calle de la ciudad y, ya sea deliberada o inconscientemente, pasándose una luz roja. Un policía lo detiene y le pide su licencia de conducir. Inmediatamente el conductor empieza a defenderse. “Oficial, sé que me pasé la luz roja, pero nunca he robado a nadie; ni he cometido adulterio; y nunca he mentido en mi declaración de impuestos”.

El policía sonríe al llenar la boleta de infracción, pues sabe que ninguna cantidad de obediencia puede pagar por un acto de desobediencia. La misma ley que protege al obediente, castiga al ofensor. Cuando uno se jacta de guardar una parte de la ley mientras que quebranta otra, en efecto, confiesa que merece el castigo.

Ahora podemos entender mejor lo que Pablo quiere decir con: “de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4). Ciertamente no está sugiriendo que los gálatas habían perdido su salvación, ya que a través de toda esta epístola los trata como creyentes. Por lo menos 9 veces los llama hermanos, y también usa el pronombre nosotros (Gálatas 4:28).

Pablo no hubiera hecho esto si sus lectores no fueran creyentes. Además, con confianza declara: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).

“De la gracia habéis caído” no quiere decir perder la salvación, sino dejar de vivir bajo la gracia de Dios. No se puede mezclar la gracia con la ley. El que decide vivir bajo la ley no puede vivir bajo la gracia.

Los creyentes en Galacia habían sido fascinados por los falsos maestros (Gálatas 3:1), así que, estaban desobedeciendo la verdad. Se habían cambiado a otro evangelio (Gálatas 1:6–9), y habían regresado a los pobres rudimentos de la religión (Gálatas 4:9).

Como resultado, se habían sujetado al yugo de la esclavitud, y esto les llevó a su situación presente: “de la gracia habéis caído”. Y la tragedia de esta caída es que se habían privado a sí mismos de todas las cosas buenas que Cristo Jesús podía hacer por ellos.

En seguida Pablo presenta la vida del creyente bajo la gracia (Gálatas 5:5–6). Podemos contrastar las dos maneras de vivir: Cuando uno vive por la gracia, depende del poder del Espíritu Santo; en cambio, el que vive bajo la ley depende de sus propios esfuerzos. La fe no es muerta, sino que obra (ve Santiago 2:14–26). Pero los esfuerzos de la carne nunca pueden lograr lo que la fe puede hacer por medio del Espíritu Santo. Y la fe obra por el amor—el amor hacia Dios y hacia los demás. Lamentablemente, la carne no produce amor, en cambio, produce egoísmo y rivalidad (ve Gálatas 5:15). ¡Con razón Pablo describe la vida legalista como una caída!

Cuando el creyente anda por fe, dependiendo del Espíritu de Dios, vive bajo la gracia de Dios, y todas sus necesidades son suplidas. Disfruta las riquezas de la gracia de Dios, y siempre aguarda una esperanza (Gálatas 5:5): el día que Cristo regrese y nos haga semejantes a Él en justicia perfecta.

La ley no nos da ninguna promesa de justicia perfecta en el futuro. Es verdad que preparó el camino para la primera venida de Cristo (Gálatas 3:23–4:7), pero no puede preparar el camino para su segunda venida.

Así que, el creyente que escoge el legalismo se priva de libertad y las riquezas espirituales. Deliberadamente se coloca bajo la esclavitud y el fracaso espiritual.


  El Corredor—El rumbo se pierde 
(Gálatas 5:7–12)

A Pablo le gustaban las ilustraciones acerca del atletismo y las usó a menudo en sus cartas. Sus lectores estaban familiarizados con los juegos olímpicos, así como con las competencias atléticas griegas que siempre incluían las carreras.

Es importante observar que Pablo nunca usa el simbolismo de las carreras para explicar cómo ser salvo, más bien, lo usa para ilustrar la vida cristiana. Para participar en los juegos olímpicos se exigía que los competidores fueran ciudadanos.

Llegamos a ser ciudadanos del cielo por medio de la fe en Cristo; entonces el Señor nos señala la meta y corremos para ganar el premio (ve Filipenses 3:12–21). No corremos para ser salvos, sino porque ya somos salvos y queremos hacer la voluntad de Dios (Hechos 20:24).

“Vosotros corríais bien”. Cuando Pablo llegó a ellos lo recibieron

  • “como a un ángel de Dios” (Gálatas 4:14). 
  • Aceptaron la Palabra, 
  • confiaron en el Señor Jesucristo y 
  • recibieron al Espíritu Santo. 
  • Tenían un gozo profundo que era notorio a todos, y 
  • estaban dispuestos a hacer cualquier sacrificio por Pablo (4:15). 
Pero ahora, Pablo era su enemigo. ¿Qué había pasado?
El versículo 7 nos da la respuesta: “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer la verdad?” En las carreras cada corredor debía permanecer dentro de su línea designada, pero algunos corredores se metían en la línea de sus competidores con el fin de sacarlos de la competencia.

Esto es lo que los judaizantes habían hecho con los creyentes en Galacia: se metieron en su línea y les obligaron a cambiar de rumbo y tomar una desviación espiritual. No fue Dios quien hizo esto, porque él los llamó a correr fielmente en la línea marcada Gracia.

En su explicación Pablo cambia el simbolismo y presenta la figura de la levadura. En el Antiguo Testamento, por lo general, la levadura se usa para simbolizar lo malo. Por ejemplo, era prohibido tener levadura en la casa durante la pascua (Éxodo 12:15–19; 13:7).

A los que adoraban no se les permitía que mezclaran la levadura con los sacrificios (Éxodo 34:25), aunque había algunas excepciones a esta regla. Cristo usó la levadura como símbolo del pecado cuando advirtió acerca de la “levadura de los fariseos” (Mateo 16:6–12); y Pablo la usó como figura del pecado en la iglesia de Corinto (1 Corintios 5).

La levadura realmente es una buena ilustración del pecado: es pequeña, pero si se deja, se extiende, aumenta y leuda todo.

La falsa doctrina de los judaizantes fue introducida a las iglesias de Galacia poco a poco, pero no tardó mucho en aumentar, y finalmente dominó todo.

El espíritu del legalismo no llega a dominar a la iglesia repentinamente. Como la levadura, se introduce secretamente, crece y no tarda mucho en envenenar a toda la congregación. En la mayoría de los casos, los motivos que impulsan al legalismo son buenos, por ejemplo, el deseo de tener una iglesia más espiritual, pero los métodos no son bíblicos.

No es malo tener normas de conducta en una iglesia, pero no debemos pensar que estas reglas nos harán más espirituales, o que el guardarlas sea evidencia de espiritualidad. La levadura se expanda rápidamente. Asimismo, algunos hermanos se vuelvan orgullosos de su espiritualidad (“envanecido” es la manera en que Pablo lo expresa, 1 Corintios 5:2), y entonces critican a todos los demás por su falta de espiritualidad.

Esto, por supuesto, solamente alimenta a la carne y contrista al Espíritu Santo, pero siguen su camino pensando que están glorificando a Dios.

Todo creyente tiene la responsabilidad de estar alerta para reconocer los primeros indicios del legalismo, esa primera pizca de levadura que afecta a la congregación, y que con el tiempo crece y llega a ser un serio problema.

Con razón Pablo denuncia con vehemencia a los falsos maestros: “Estoy sufriendo persecución porque predico la cruz de Cristo, mas estos maestros falsos son celebridades populares porque predican una religión que consiente a la carne y ensalza al ego. ¿Quieren circuncidaros? ¡Ojalá que se cortaran a sí mismos!” (Gálatas 5:11 y 12, traducción literal).

La circuncisión ya no tiene valor espiritual, desde la muerte y resurrección de Cristo; sólo es una operación física. Pablo deseaba que esos maestros falsos se operaran a sí mismos—“se castraran a sí mismos”—para que ya no produjeran más hijos de esclavitud.

El creyente que vive bajo la gracia de Dios es libre, rico y corre en la línea que lo lleva a la recompensa.

El creyente que deja la gracia por la ley es un esclavo, un deudor y un corredor que ha perdido el rumbo. En otras palabras, es un perdedor.

Y la única manera de llegar a ser un ganador es rendirse al Espíritu Santo y limpiarse de la levadura, la doctrina falsa que mezcla a la ley y a la gracia.

La gracia de Dios es suficiente para cada demanda de la vida. Somos salvos por gracia (Efesios 2:8–10), y servimos por gracia (1 Corintios 15:9–10).

La gracia nos ayuda a soportar el sufrimiento (2 Corintios 12:9). Es la gracia la que nos fortalece (2 Timoteo 2:1), para que seamos soldados victoriosos.

Nuestro Dios es el Dios de toda gracia (1 Pedro 5:10). Podemos venir al trono de la gracia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). Cuando leemos la Biblia, que es “la palabra de su gracia” (Hechos 20:32), el Espíritu de gracia (Hebreos 10:29) nos revela las riquezas que tenemos en Cristo.

“Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16).
¡Cuán ricos somos!

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Jehovah, Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha comisionado para que le edifique un templo

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Esdras: Poco entendido

ESDRAS: 
LO QUE SE TIENE QUE SABER PARA ENTENDERLO
Siempre se ha considerado a Esdras como autor del libro que lleva su nombre. Aunque él no presenció los hechos registrados en los primeros seis capítulos del libro, tuvo a su disposición varias fuentes de información, como por ejemplo, documentos oficiales (Esdras 4:7–16) y genealogías (Esdras 2:1–70). Originalmente, este libro formó parte de una sola obra que incluía a Nehemías y Crónicas.

El libro de Esdras se divide en dos períodos de tiempo.

  • El primero comienza con el edicto de Ciro, rey de Persia para reconstruir el templo (expedido en el año 538 a.C.) y se extiende hasta la terminación del templo en 515 a.C. Esdras no regresó a Jerusalén sino hasta 457 a.C., y estaba allí todavía cuando llegó Nehemías en el año 444 a.C. De modo que no se le puede poner fecha antes de 457 a.C. Es probable que el libro se haya terminado entre 456 y 444 a.C.


TRASFONDO HISTÓRICO

Los judíos habían sido llevados cautivos a Babilonia en tres ocasiones, en los años 605, 597 y 586 a.C. Antes de llevarse a cabo el cautiverio, Dios prometió a través del profeta Jeremías, que servirían al rey de Babilonia durante setenta años y después volverían a su tierra (Jeremías 25:11 y 29:10). Ciro conquistó Babilonia en 539 a.C. y al año siguiente promulgó un decreto que permitía a los judíos regresar a su tierra.

Algunos contemporáneos del período que abarca el libro de Esdras son:

  • Hageo (520), 
  • Zacarías (520–515), 
  • Ester (483–473), 
  • Malaquías (450–400) y 
  • Nehemías (445–423). 
El profeta Daniel ya era muy anciano, pero vivía todavía cuando Babilonia cayó en manos de los persas (Daniel 5:1–31).

Los reyes persas que se mencionan en Esdras son:


Ya se ha hecho referencia a las tres deportaciones en 605, 597 y 586 a.C. También sucedieron tres regresos al cumplirse el tiempo estipulado por Jeremías.


Para entender el propósito del libro, es menester reflexionar en los antecedentes que ocurrieron antes del retorno de Esdras.

Hacía ochenta y un años que Zorobabel había regresado con los exilados para reconstruir el templo. Habían sufrido muchas pruebas de parte de sus enemigos, y pasaron por muchas tentaciones.

Varios se habían casado con incrédulos. En fin, no anduvieron en obediencia al Señor. Esdras había observado todo eso y llegó a Jerusalén con un propósito firme.

Es lógico deducir que el propósito del libro era inculcar en los judíos la verdadera adoración a Jehová en su templo y grabar en sus mentes las responsabilidades relacionadas con el pacto.


ESTRUCTURA DEL LIBRO


El libro de Esdras gira alrededor de dos eventos especiales y bien marcados
    1.      El regreso de Zorobabel en 538 a.C. para la reconstrucción del templo Caps. 1–6
    2.      El regreso de Esdras en 457 a.C. para un avivamiento espiritual Caps. 7–10



Tanto en la Biblia hebrea como en la Septuaginta griega los libros de Esdras y Nehemías estaban originalmente combinados en un sólo libro titulado “El libro de Esdras”. Al parecer fueron separados por primera vez en la Vulgata latina por San Jerónimo, alrededor del 400 D.C. y finalmente se les dio una forma separada aun en las Escrituras hebreas.

Debido a la estrecha relación entre ambos y a su similitud de carácter y origen, parece lo mejor combinar la presentación de ellos en un solo artículo introductorio.

A. ARTÍCULO, AUTOR, FECHA Y COMPOSICIÓN

Los nombres de los libros responden primordialmente a sus personajes principales. 
Como en el libro de Nehemías se relata en parte la historia de Esdras, no es extraño que la primitiva forma combinada tomara el nombre de Esdras.

Otro factor fue indudablemente la persistente tradición de que Esdras había sido al menos el autor responsable de los libros 1 y 2 de Crónicas y de la historia combinada de Esdras y Nehemías. El hecho de que el final de Crónicas coincida verbalmente con el comienzo de Esdras sugiere la continuidad original de estos libros.

Puesto que las memorias de Nehemías, que casi todos los críticos aceptan como originales, forman una parte destacada del libro de Nehemías, vemos una razón más para el título de ese libro como lo tenemos hoy. Aun así, podemos considerar a Esdras, o algún “cronista” posterior como el compilador del libro en su forma final.

Si Esdras fue el compilador de estos libros, junto con 1 y 2 Crónicas, como creen muchos eruditos evangélicos, los libros deben haber recibido sustancialmente su forma actual entre el 430 y el 400 A.C.

Si, por otro lado, atribuimos la compilación a un “cronista” posterior, debemos admitir la fecha sugerida por una cantidad de eruditos, 330–330 A.C.

Esta fecha se deriva de la aparición del nombre de Jadúa al final de la lista de sumos sacerdotes en Nehemías 12:22. Según Josefo (Antiq. xi. 8.4) Jadúa fue sumo sacerdote en tiempo de Alejandro Magno, ca. 330 A.C.

Podemos concluir, pues, que el relato recibió su forma actual (excepto la división en dos libros) hacia fines del siglo quinto o el cuarto A.C.

Es especialmente interesante señalar los varios tipos de fuentes que han sido empleadas en los relatos históricos que componen Esdras y Nehemías. Pueden numerarse como sigue:

  1. Memorias personales de Esdras y Nehemías, indicadas por el uso de la primera persona: Esdras 7:27 a 9:15, excepto 8:35–36; Nehemías 1:1 a 7:5; 12:27–43; 13:4–31. Hay otras secciones que, aunque no tienen realmente la forma de memorias, están evidentemente basadas sobre ellas, p. ej., Esdras 7:1–10; 10:1–44; Nehemías 8:10; 12:44–47; 13:1–3. Acerca del pasaje que contiene las memorias de Esdras, Cartledge escribe: “Estos versículos evidentemente parecen haber sido tomados de las memorias del mismo Esdras. Hecha la crítica más intensa, aun los críticos más radicales consideran estos versículos como documentos de primera mano del más alto valor.”2 Lo mismo se puede afirmar, desde luego, de las memorias de Nehemías.
  2. Fuentes arameas, consistentes principalmente en cartas y documentos oficiales, conservados en su forma original: Esdras 4:8 a 6:18; 7:12–26. El arameo era el lenguaje de la diplomacia y se recurría a él en la correspondencia entre personas de diferentes nacionalidades. La autenticidad de estas secciones arameas ha sido hábilmente defendida y se ha demostrado, por comparación con los papiros de Elefantina, que el carácter del lenguaje corresponde al del siglo V A.C.4
  3. Registros del templo, especialmente los relacionados con el retorno en el tiempo de Ciro y la reconstrucción del templo.
  4. Listas o registros de nombres, tomados evidentemente de registros públicos, tales como los que se llevaban en el templo.

Todas estas fuentes, en su variedad, han sido reunidas hábilmente. Forman una narración continua y ágil, que se centra alrededor de las fortunas de la comunidad judía durante el período de la restauración.

B. CONTENIDO Y MENSAJE

El gran tema de Esdras y Nehemías es la fidelidad de Dios al restaurar a Judá y Jerusalén después que el fuego del exilio había hecho su obra purificadora y el remanente estuvo listo para recibir una segunda oportunidad.

Tres grandes caudillos de los judíos se destacan en el relato: Zorobabel,

  • un príncipe de la casa de David; Esdras, 
  • “un escriba hábil en la ley de Moisés”; y 
  • Nehemías, el copero del rey de Persia. Mediante su hábil dirección y su devoción, 
Nehemías logró reconstruir a Jerusalén y hacerla una ciudad poderosamente fortificada, capaz de mantenerse hasta la venida del Mesías prometido, unos 450 años después. Asimismo se destacan en el relato tres reyes persas, que se muestran como instrumentos involuntarios en manos de Dios para ayudarles a lograr sus propósitos. Estos son

  • Ciro, 
  • Darío y 
  • Artajerjes.


Bosquejo


            I.      El Primer Retorno bajo Zorobabel (538–516 A.C.), 1:1–6:22
      A.      El Decreto de Ciro, 1:1–4
      B.      Descripción General del Retorno, 1:5–2:67
      C.      Comienzo de la Restauración del Templo, 2:68–3:13
      D.      La Reconstrucción Interrumpida por los Adversarios, 4:1–24
      E.      Terminación de la Reconstrucción del Templo (520 A.C.), 5:1–6; 12

            II.      El Retorno Bajo Esdras, 7:1–10:44
      A.      Envío de Esdras a Ayudar en la Restauración, 7:1–8:36
      B.      Las Reformas de Esdras, 9:1–10:44

El libro de Esdras contiene dos relatos diferentes, separados cronológicamente por un período intermedio de casi 60 años.

  1. Los capítulos 1–6 tienen que ver con la primera fase de la Restauración, durante la cual fue reconstruido el templo bajo la dirección de Zorobabel. 
  2. Los cuatro últimos capítulos narran la historia del segundo retorno bajo Esdras, el escriba. Su misión era instruir a sus compatriotas judíos en la ley de Moisés, contribuyendo así al restablecimiento del verdadero culto de Dios en Jerusalén. En esta segunda fase de la Restauración, Esdras habría de contar eventualmente con el fuerte apoyo de un tercer caudillo destacado, Nehemías, cuya historia se relata en el libro que lleva su nombre.
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Mi siervo Moisés ha muerto: levántate, pues, ahora, y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Esfuérzate y sé valiente

JOSUÉ: 
EL RELATO DE UNA POSESIÓN GUIADA
ASPECTOS HISTÓRICOS

1. EL MEDIO ORIENTE
El libro de Josué relata acontecimientos de la historia de Israel ocurridos durante el siglo XIII a. de J.C. cuando oleajes de pueblos nómadas del desierto en Oriente y los pueblos de Europa Central y del Norte (ilirios, dorios y frigios) llegaron a poner en jaque a los imperios de los heteos, asirios, babilonios y egipcios los cuales conformaban lo que algunos historiadores han llamado un triángulo geográfico que equilibraba las fuerzas sociales en el Medio Oriente.

Al parecer durante el período 1224–1204 a. de J.C. los hebreos ya se encontraban en Canaán, aunque no existen acuerdos precisos sobre las fechas. Lo que se puede afirmar, sin lugar a muchas dudas, es que durante la segunda mitad del siglo XIII a. de J.C. los hebreos fueron parte de un movimiento poblacional que fue generalizado en esta parte del Medio Oriente como consecuencia de la crisis de los imperios antes mencionada.

Las características de este período son:

(1) Inestabilidad política
Debido a la irrupción de nuevos pueblos en territorios caracterizados por la estructuración de la sociedad alrededor del modelo de ciudades y sistemas tributarios. Este modelo entra en crisis debido a levantamientos de sectores sociales marginados de la ciudad y que principalmente se concentraban en las labores agrícolas.

Canaán se encuentra dividida por querellas internas entre los reyes de pequeñas ciudades y azotada por la explotación de los egipcios que, a su vez, entran en una crisis irreversible para el imperio.

(2) Auge del hierro,
El hierro es comercializado por vez primera por los hititas. El uso de este metal se va generalizando para la elaboración de armas que permitirá, a quienes las utilizan, imponerse sobre los otros pueblos. Una nueva época va a comenzar en la historia, la edad del hierro.


2. EL PUEBLO DE CANAÁN
El pueblo que vivía en Canaán era conocido como cananeos o amoritas ( Josué 5:1 ). Ellos estaban agrupados en seis o siete naciones y estaban organizados en ciudades-Estado regidas por reyes ( Josué 12:7–24 ).

Hicieron alianzas entre sí con Israel, como los gabaonitas, o simplemente se mantuvieron aparte de Israel hasta los días del rey David. Estas naciones siempre fueron recordadas como impías delante de Dios, y esa la principal causa de su destrucción (Deut. 9:4, 5).

En términos religiosos los cananeos se caracterizaban por su creencia en varios dioses.
El dios principal era llamado “El”; se consideraba como el padre de todos los dioses, el supremo señor de todos los gobernantes y la asamblea de los dioses sobre las montañas del Norte.

Baal era otra divinidad, quizá la más conocida, y su esposa era Anat. Eran deidades de la vegetación que dirigían el ciclo anual de la siembra y la cosecha que se conectaban con la gran festividad del año nuevo.

Estas divinidades eran las más importantes en la vida cotidiana de los cananeos porque traían la fertilidad a todas las esferas de la vida.

Las orgías eran consideradas como imitaciones y apoyo al mundo divino para traer la fertilidad; Sacerdotes y sacerdotisas del templo, algunas de ellas llamadas prostitutas, formaban parte de este sistema religioso. Los sacrificios humanos fueron parte de la práctica religiosa entre los cananeos, tal como se menciona en el AT (Lev. 18:21; Deut. 12:31; 2 Rey. 23:10; Jer. 7:31).

Además de los ritos religiosos de la fertilidad los cananeos tenían un culto a la muerte. Hay evidencias en las leyes del AT de que había médiums especiales quienes, según se suponía, tenían contacto directo con la muerte para dar poder o información acerca de ella (Lev. 19:26, 31; Deut. 18:9–11).

Esta clase de cultos daba mucha influencia a la muerte sobre los vivos y esclavizaba las conciencias de quienes atemorizados buscaban refugio permanente en las adivinaciones y consulta sobre sus muertos.


3. EL PUEBLO DE ISRAEL
Cuando los primeros lectores se acercaron al relato de Josué se encontraron a sí mismos en dicho relato, pues los israelitas eran sus antepasados quienes habían recibido de Dios la tierra prometida. En el momento de que el libro fuera difundido llegaría como una voz de aliento a lectores en el exilio.

El grupo que ingresó a Canaán, bajo la dirección de Josué, era una multitud mezclada (Éxo. 12:38) compuesta de pastores nómadas con las características propias de este tipo de comunidades.

El pueblo que ingresó a Canaán no lo hizo como un grupo étnico distintivo, sino más bien como una nueva realidad social que tuvo efectos transformadores sobre la desintegración del sistema opresivo de ciudades-Estado que había en Canaán. Estos elementos “revolucionarios” fueron:

  1. La fuerte lealtad exigida a la soberanía del único Señor, llamado Jehovah, en oposición al numeroso séquito de dioses cananeos.
  2. La convicción de ser un pueblo unido por vínculos ancestrales comunes y no ciudades-Estado en competencia.
  3. La conformación de una sociedad basada en la libertad y la justicia, en oposición a una sociedad jerarquizada y basada en el privilegio para unos pocos.
  4. Una religión sin culto a la muerte, ni ritos sexuales o culto al rey, sino a Jehovah el Dios de la vida.

4. UBICACIÓN DEL RELATO DE JOSUÉ EN LA HISTORIA DE ISRAEL
Se ha tratado de ubicar este libro en el contexto histórico de Israel de varias maneras. Sin embargo, parece ser que lo más útil es colocarlo en una cronología de los principales eventos de la historia de Israel (E. J. Hanlim):


  1. Cerca del año 1200 a. de J.C.: El pueblo dirigido por Josué cruza el Jordán y comienza a tomar posesión de la tierra. Esto es congruente con levantamientos ocurridos en Canaán contra el sistema de ciudades-Estado.
  2. 1150–1000 a. de J.C.: Los eventos ocurridos con el arribo a Canaán son conmemorados en la fiesta anual en Gilgal.
  3. 1000–922 a. de J.C.: David y Salomón incorporan el territorio cananeo con su pueblo dentro del reinado israelita. Los cananeos, es decir los que no fueron sometidos en principio, llegan a ser “israelitas”. Los límites tribales, listas de ciudades, aldeas y ciudades levíticas son usadas para describir lo que fue la organización bajo Josué
  4. (4) Cerca del 900 a. de J.C.: El “narrador”, el autor de una primera versión del libro de Josué (Josué 2–12), del Norte reúne los relatos asociados con Gilgal, Jericó, Hai y Gabaón para hacer claro que Josué el efraimita es el sucesor de Moisés y fue el único que dirigió a Israel para poseer la totalidad de la tierra dada por Dios. Quizá en este sentido hay cierta oposición a reconocer el papel central de David en la historia de Israel.
  5. 800–700 a. de J.C.: La sociedad israelita, tanto en el reinado del Norte como en el del Sur, es un fiel reflejo de la sociedad cananea antes de Josué. Los profetas Amós, Oseas, Miqueas e Isaías llaman al pueblo al arrepentimiento y a un reconocimiento de que en el pasado Dios había formado un pueblo caracterizado por la justicia. Asiria derrota el reino del norte y el territorio de Transjordania, que era parte de Israel durante el gobierno de David y Salomón. Muchos israelitas fueron deportados. Ezequías dirige un movimiento de reforma, parte de la cual incluye a los sacerdotes levíticos del Norte. La reforma consiste en gran parte en una nueva presentación de las enseñanzas mosaicas y esto último llega a ser lo que conocemos como el libro de Deuteronomio.
  6. 700–587 a. de J.C.:El reino corrupto de Manasés trae de nuevo el modelo cananeo a la vida del pueblo, así como la influencia de los asirios crece en gran medida. En medio de la persecución el grupo de reforma continúa su trabajo. Asciende Josías al trono pero siendo aún muy joven el grupo de reforma dirige el gobierno. Se instituye una purga de la religión de las prácticas cananeas y asirias, y se hace un esfuerzo por recuperar el territorio perdido y en poder de los asirios. El “maestro”, el más probable autor del libro de Josué, escribe una nueva versión con base en lo que ya había escrito el “narrador”. Su propósito es presentar a Josué como el modelo de líder que necesita el pueblo de Jehovah, para lo cual se prepara Josías.
  7. 587–538 a. de J.C.: La historia de Josué es una inspiración para muchos israelitas quienes anhelan un retorno a esa tierra que poseyeron sus antepasados desde el exilio.
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lunes, 16 de mayo de 2016

En la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche...Ustedes que pretenden ser justificados en la ley, ¡han quedado desligados de Cristo y de la gracia han caído!

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Abraham y el Cristianismo

Las raíces judías del cristianismo

 Al leer el Nuevo Testamento resulta claro que uno de los asuntos que la iglesia tuvo que enfrentar fue el de su relación con Israel y con las eternas promesas hechas a Abraham y sus descendientes.

Según el testimonio de los evangelios, incluso durante su vida hubo quien asoció a Jesús con Elías, con Juan el Bautista o con uno de los profetas (Mt 16:14; Mc 6:15; 8:28; Lc 8:9, 19).

En sus enseñanzas, Jesús se refirió repetida y constantemente a los textos sagrados de Israel. Lo mismo fue cierto de sus primeros seguidores y de todos los escritores del Nuevo Testamento. Incluso Pablo—el «apóstol a los gentiles», que por lo general comenzaba su misión hablando en la sinagoga de cada ciudad a la que llegaba—en su predicación constantemente citaba la Biblia hebrea; aunque es cierto que siguió la traducción griega que ya existía y, según Hechos, su predicación fue sobre «la esperanza de Israel» (Hch 28:20).

 Según los evangelios, algunos de los líderes religiosos de Israel creyeron ver en Jesús un peligro para su nación y su religión. Para prevenir esto, lo entregaron a las autoridades romanas para que fuera crucificado.

Cuando los discípulos de Jesús comenzaron a predicar—después de los acontecimientos de Semana Santa y Pentecostés—tuvieron que enfrentarse a la oposición de muchos miembros del concilio judío, quienes les ordenaron abandonar esas actividades y los castigaron cuando se negaron a obedecer.

 Conforme el cristianismo se fue extendiendo por el mundo gentil, muchos de sus primeros conversos fueron judíos, además de otras personas a quienes los judíos llamaron «temerosos de Dios» (quienes creían en el Dios de Israel y que seguían la mayoría de las enseñanzas morales de las escrituras hebreas, pero que todavía no estaban listos para aceptar la circuncisión, ni seguir todas las leyes rituales y las dietas de los judíos).

Tradicionalmente, cuando esos temerosos de Dios decidían hacerse judíos, solamente se les aceptaba como miembros del pueblo de Israel a través de una serie de actos que incluían un rito bautismal. Una vez realizado, se les consideraba «prosélitos». Sin embargo, a estas personas temerosas de Dios la predicación cristiana les ofreció una nueva opción. Ahora podían unirse a la iglesia a través de un proceso que también culminaba en un rito bautismal, pero dentro de esa comunidad podían adorar al Dios de Israel sin tener que someterse a las prácticas rituales judías que antes se habían interpuesto en su camino.

A tal grado tantos judíos aceptaron la predicación cristiana—a Jesús como el Mesías prometido—que, por varias décadas, una buena parte de los miembros de la iglesia fue de origen judío.

 Algunos vieron al cristianismo como una nueva forma del judaísmo que parecía hacer más accesible la vida religiosa en medio de una sociedad donde los judíos ortodoxos temían mancharse por su contacto con los inmundos gentiles.

Desde esta perspectiva, el cristianismo parecía ser una forma menos estricta del judaísmo. Sin embargo, esta era la continuación de una tendencia que ya había aparecido bastante tiempo antes entre el pueblo judío. Incluso antes del advenimiento del cristianismo hubo judíos que estaban buscando maneras de construir puentes entre su tradición hebrea y la sociedad y cultura helenistas. Para esos judíos, y no solo para los temerosos de Dios, el cristianismo parecía ser una atractiva alternativa.

Debido a esto surgió un espíritu de competencia y sospecha entre los cristianos y los judíos. Una competencia que por lo general se centró en la cuestión de quién interpretaba las Escrituras correctamente.

Los cristianos reclamaron para sí la Biblia hebrea y acusaron al judaísmo de interpretar mal sus propias Escrituras. Insistieron en que había profecías en la Biblia hebrea que apuntaban a Jesús.

Incluso, entre los cristianos pronto comenzaron a circular listas de «testimonios»: pasajes de los profetas y de los otros libros sagrados de los judíos que, según los polemistas cristianos, predecían la llegada de Jesús y muchos de los acontecimientos de su vida.

En el fragor de la competencia y la controversia, los cristianos comenzaron a culpar a los judíos en general por la muerte de Jesús, y no, como en realidad fue el caso, únicamente a la cúpula religiosa de Jerusalén. Culpar a los judíos por la muerte de Jesús tuvo el doble papel de ser un instrumento útil para los cristianos en su polémica contra los judíos y, al mismo tiempo, les permitió dejar a un lado el hecho de que Jesús había sido ejecutado como un criminal subversivo por el poderoso imperio romano.

 Durante esa polémica y competencia, el judaísmo también se hizo más rígido en su oposición al cristianismo, particularmente después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., que los dejó sin templo e identidad territorial. Hasta ese entonces, el judaísmo había sido la religión de un pueblo que tenía una tierra y un antiguo centro de culto. Así pues, se vio en la necesidad de definirse a sí mismo de una manera que no incluyera el templo ni la tierra, además de competir por un lugar dentro de la multitud de religiones que circulaban en el mundo grecorromano.

En esa competencia, su rival más serio fue el cristianismo, precisamente porque éste tenía raíces judías y reclamaba para sí buena parte de la tradición religiosa de Israel. El resultado fue un nuevo despertar del judaísmo cuyo centro fue Jamnia (hoy Yavneh, en Israel), donde algunos eruditos judíos se dedicaron al estudio y también a polemizar contra los cristianos.

En el año 90 d.C., los rabinos reunidos en Jamnia hicieron una lista de libros oficiales (el canon) de las Escrituras hebreas. Todavía se debate si lo hecho en Jamnia fue sencillamente una confirmación de aquello que los judíos habían creído por largo tiempo, o hasta dónde solamente fue una reacción en contra del cristianismo y su propaganda.

En todo caso, el canon de Jamnia excluyó muchos de los libros más recientes que, por varias razones, también fueron algunos de los más citados entre los cristianos.

 Hoy se nos hace difícil entender los debates y controversias que todo esto provocó. Por largos siglos el cristianismo y el judaísmo han sido religiones con una identidad bastante clara, a pesar de que hayan existido diferentes escuelas, tendencias y grupos dentro de cada una de ellas. Durante buena parte de ese tiempo los cristianos ejercieron el poder político y social, y frecuentemente lo utilizaron para suprimir al judaísmo, para abusar a sus seguidores, y hasta para perseguirlos y matarlos. Sin embargo, la situación fue muy diferente durante los primeros siglos de la era cristiana, porque tanto el cristianismo como el judaísmo estaban tomando forma: el cristianismo por ser una nueva expresión religiosa, y el judaísmo porque estaba aprendiendo a vivir bajo nuevas circunstancias (ya sin tierra y sin templo). Así pues, ni el judaísmo ni el cristianismo eran exactamente lo que son hoy. Y por largo tiempo hubo duda sobre cual sería el resultado final de esa competencia.

 La Biblia hebrea
 Al igual que Jesús, los primeros cristianos fueron judíos, y no creyeron ser parte de una nueva religión.

Estuvieron convencidos de que las buenas nuevas—el evangelio—eran que en Jesús y su resurrección se habían cumplido las antiguas promesas hechas a Israel. En otras palabras, que con ello se cumplía «la esperanza de Israel».

Tal como el libro de los Hechos cuenta la historia, al principio los cristianos ni siquiera pensaron que el evangelio fuera un mensaje de esperanza para toda la humanidad. Solamente después de pasar por algunas experiencias extraordinarias fue que decidieron que esas buenas nuevas también eran para los gentiles.

A pesar de esto, basta con leer las epístolas de Pablo para darse cuenta de que las buenas nuevas para los gentiles consistían en que por la fe ellos también eran invitados a convertirse en hijos y herederos de Abraham. Tal como lo diría Karl Barth en el siglo veinte: que los gentiles podían convertirse en «judíos honorarios».

Como judíos—sin importar que lo fueran por descendencia biológica o por adopción mediante la fe—los cristianos tuvieron una Biblia, la Biblia hebrea.

Esta Biblia fue la que leyeron al reunirse para adorar a Dios, para tratar de discernir su voluntad y el significado de los acontecimientos de que habían sido testigos: la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

En el libro de los Hechos tenemos varios ejemplos sobre cómo Pablo—y otros cristianos—utilizó las Escrituras hebreas para decir a los otros judíos en las sinagogas que Jesús era el cumplimiento de las promesas hechas a Abraham, y para invitarlos a creer en él.

Así pues, la primera Biblia cristiana fue la Biblia judía. Fue la que usaron para enseñar, la que usaron en las controversias y la que usaron en el culto. Al parecer, ni siquiera soñaron con añadirle otros libros a las Escrituras hebreas.

 Sin embargo, conforme la primera generación de testigos fue desapareciendo, los cristianos sintieron la necesidad de tener algún medio de instrucción que preservara las enseñanzas de aquellos primeros testigos.

Ya no bastaba con leer los libros de los profetas o la ley de Moisés en la iglesia, también se hacía necesario leer materiales que trataran más directamente sobre Jesús y los deberes y creencias cristianas.

De cierta manera las cartas de Pablo trataron de llenar esa necesidad. Dado que no podía estar presente en todas las iglesias que había fundado, entonces les escribió.

Sus cartas—con la excepción de su nota personal a Filemón—fueron escritas para que se leyeran en voz alta a toda la congregación.

Esas cartas fueron para instrucción, admonición, reto, inspiración, algunas veces para recolectar dinero y fueron dirigidas a iglesias específicas con necesidades específicas.

Aunque no conocía a la mayoría de los miembros, Pablo incluso se atrevió a escribir una larga carta a los cristianos en Roma. Al parecer lo hizo preparando el camino para la visita que tenía planeada a esa ciudad, pero el poder y discernimiento de esa carta fue tal que se siguió leyendo en la iglesia mucho tiempo después de la muerte de Pablo.

De hecho, el impacto de las cartas de Pablo provocó que muchas iglesias las copiaran y las compartieran entre sí, e incluso que las leyeran en los cultos y las usaran paralelamente a la Biblia hebrea como materiales de instrucción. Casi al final del siglo primero, cuando estuvo exiliado en Patmos, Juan «el teólogo» escribió un libro—Apocalipsis—dirigido a iglesias en la provincia romana de Asia. Pero muy pronto comenzó a circular entre otras iglesias de la región, y con el tiempo fue copiado, vuelto a copiar y leído en todas las iglesias.

 Pablo y Juan de Patmos escribieron para ocasiones específicas y, por lo tanto, no escribieron sobre toda la vida y enseñanzas de Jesús. Ellos todavía estaban vivos cuando algunas personas comenzaron a sentir la necesidad de documentos que se pudieran leer en la iglesia. Necesitaban documentos que presentaran toda la vida de Jesús y sus enseñanzas, y que se concretaron en lo que ahora llamamos evangelios. La mayoría de los eruditos están de acuerdo en que el primero fue el de Marcos, al que poco después le siguieron Mateo y Lucas, y al final el evangelio de Juan.

 Cuando estos libros se comenzaron a leer en la iglesia, los cristianos no debatieron si eran «Palabra de Dios» o no, o si eran inspirados. Al principio, parece que ni siquiera consideraron el asunto de su relativa autoridad en comparación con los libros de la Biblia hebrea.

 Simplemente los consideraron valiosos para su culto, en especial para esa parte del culto que principalmente consistía en la lectura y exposición de las Escrituras. Más o menos como a la mitad del segundo siglo, el escritor cristiano Justino Mártir dijo que los creyentes se reunían «en el día que comúnmente es llamado del sol», y que leían «según el tiempo lo permite, las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas».

Así pues, y al parecer sin mucho debate, fue en el contexto del culto que las «memorias de los apóstoles»—o tal vez los evangelios, o los evangelios junto con algunas de las epístolas—comenzaron a igualarse en autoridad con los profetas.

El reto de Marción
 Más o menos por la misma época en que Justino escribió las palabras ya citadas, se suscitó una controversia sobre la autoridad y valor de las Escrituras hebreas. En parte, esa controversia se debió a que algunos cristianos intentaron rechazar todo lo que fuese de origen judío.

Algunos creyentes cristianos se opusieron de tal forma al judaísmo que llegaron al extremo de intentar romper toda conexión entre su fe y la religión de Israel.

Por ejemplo, aunque fue una secta muy poco conocida, los ofitas (seguidores de la serpiente), decían que el verdadero héroe en el huerto del Edén había sido la serpiente porque intentó liberar a los humanos del poder tiránico del Dios de los judíos.

Los caininitas, tuvieron opiniones semejantes, aunque para ellos Caín fue el gran héroe. No está completamente claro hasta qué punto esas sectas hicieron uso de algunas de las doctrinas cristianas. En todo caso, Marción fue el más famoso y el más influyente de entre los cristianos que intentaron desconectarse de todo lo que se relacionara con la fe de Israel.

 Marción nació en la ciudad de Sinope, en el Mar Negro, y fue hijo del obispo cristiano de esa ciudad. Aunque se sabe poco de su juventud, a mediados del siglo segundo lo encontramos en Roma donde sus enseñanzas empezaron a causar gran revuelo.

Con el tiempo, sus seguidores se apartaron de la iglesia y fue así que surgió la iglesia marcionita con sus propios obispos y estructuras. La existencia de ese cuerpo eclesiástico rival fue la razón por la cual Marción fue tan influyente, y la razón por la que algunos de los líderes intelectuales de la iglesia (que escribieron tratados polémicos contra los judíos) también escribieron tratados contra Marción.

 Según Marción, no solamente había un contraste bastante marcado, sino hasta oposición entre el Dios de la Biblia hebrea y el Padre de Jesús.

Ni siquiera eran dos conceptos diferentes sobre Dios, ¡en realidad eran dos dioses diferentes! Según Marción, el Jehová de la Biblia hebrea era un dios inferior, un dios que—ya fuera por ignorancia o por maldad—había creado este mundo y ahora lo gobernaba.

Este era un dios vengativo que insistía en la justicia y en el castigo por la desobediencia, y cuya veleidad se manifestaba en el hecho de que había escogido arbitrariamente a los judíos como su pueblo privilegiado.

En contraste, según Marción, el Padre de Jesucristo—y el Dios de la fe cristiana—se encontraba muy por encima del pequeño dios de Israel, y muy por encima de cualquier preocupación por lo material o el mundo físico.

Este Dios altísimo perdonaba al pecador en lugar de demandar que se le pagara hasta lo más mínimo que se le debía. Éste no era el dios de la ley y la justicia, sino el Padre de amor y gracia, y el que había enviado a Jesús a este mundo de Jehová para salvar lo que se había perdido, es decir, a los espíritus humanos que Jehová había aprisionado en este mundo material que había creado.

 Según Marción, muy pronto la mayoría de los cristianos se olvidaron de ese mensaje, y solamente Pablo, el apóstol de la gracia, conservó el mensaje de amor y perdón del Dios altísimo.

A pesar de ello, Marción decía que hasta los mismos escritos de Pablo habían sido secuestrados por personas que no habían entendido ese mensaje, ni veían el contraste entre Jehová y el Padre. Así que corrompieron las epístolas de Pablo e introdujeron en ellas todo tipo de referencias a la Biblia hebrea y al Dios de Abraham y Jacob.

 Por eso, a diferencia del resto de la iglesia, Marción rechazó las ancestrales Escrituras de los judíos, no porque fueran falsas en el sentido de que faltaran a la verdad, sino porque eran la verdadera revelación ¡pero de un dios inferior!

Fue por eso que se sintió obligado a proponer una nueva Biblia cristiana, una que no incluyera los libros de los judíos o alguna referencia a esos libros por muy positiva que fuera. En realidad ese fue el primer canon del Nuevo Testamento, que incluyó diez epístolas de Pablo y el evangelio de Lucas.

Y es que, según Marción, este último fue uno de los verdaderos intérpretes del mensaje cristiano por haber sido acompañante de Pablo. Sin embargo, ¿qué hacer con las referencias a las Escrituras hebreas que contenían el evangelio de Lucas y las epístolas de Pablo?

Marción dijo que habían sido introducidas en el texto original por «judaizantes». Por lo tanto, los escritos de Lucas y Pablo tenían que ser limpiados de cualquier referencia a la Biblia hebrea o al Dios de los judíos. El resto de la iglesia se escandalizó con esas enseñanzas.

 Aunque es cierto que había conflictos y competencia entre judíos y cristianos, éstos últimos siempre habían reconocido sus raíces judías. La discusión con el judaísmo era sobre el asunto de si Jesús era el Mesías o no, pero nunca si el Dios de Abraham era el verdadero y Dios altísimo, o si ese Dios había creado todas las cosas.

Los textos de las Escrituras hebreas, que hasta ese entonces los cristianos habían empleado para probar a los judíos que Jesús era el Mesías, ahora habían empezado a tener un uso diferente. Es decir, se emplearon para probar que los libros donde aparecían esas declaraciones proféticas en verdad eran la Palabra del mismo Dios que había hablado en Jesús.

Por ejemplo, aunque por mucho tiempo los cristianos habían afirmado que el pasaje de Isaías 53 predecía que el Mesías sufriría (y contra el judaísmo lo habían usado para probar que Jesús era el Mesías), ahora lo usaron para refutar a Marción y probar que lo dicho por Isaías en verdad era Palabra de Dios
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Verdadero hijo en la fe... mi estimado hijo...verdadero hijo en esta fe que compartimos...pastorea la iglesia de Dios

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Las cartas de Pablo

¿SON PASTORALES LAS CARTAS DE PABLO?

 Por lo que sabemos, D. N. Berdot, que escribió en 1703, fue el primero en usar el término pastoral para describir las cartas como un grupo.

Medio siglo más tarde, P. Anton usó el término para su comentario sobre estas cartas. La razón de esta descripción es clara: estaban dirigidas a individuos comisionados para cuidar de iglesias con necesidades específicas. Esto se aplica especialmente a 1 Timoteo y Tito, mientras que 2 Timoteo contiene más alusiones personales que eclesiásticas.

 ¿Pero es apropiado el término pastoral para estas epístolas?
La tarea asignada a Timoteo y Tito, que pueden describirse como “comisionados” o “delegados apostólicos”, era tratar los problemas que requerían una autoridad apostólica. La naturaleza del cuidado a recibir tenía más que ver con combatir falsas enseñanzas que con el pastoreo cotidiano de la congregación.

Su meta era dejar establecido un equipo de líderes estable dentro de las iglesias, y no tanto pastorear ellos mismos al rebaño por mucho tiempo. Pero durante ese periodo de tensión eran necesarios el cuidado pastoral, los dones y las cualidades personales, tanto en los delegados apostólicos como en lo ancianos a quienes trataban de establecer firmemente en las iglesias.

Pablo había exhortado previamente a los ancianos de Éfeso a “pastorear la iglesia de Dios” (Hch 20:28). Dichas cualidades pastorales son necesarias hoy, y el término pastoral, aunque no sea completamente apropiado, tiene su valor. ¿Cuál era entonces la relación de Timoteo y Tito con Pablo? ¿Cuál era su cometido?

 La relación de Timoteo y Tito con el autor

 El escritor llama a Timoteo su “verdadero hijo en la fe” (1Ti 1:2) y “mi estimado hijo” (2Ti 1:2), y llama a Tito “verdadero hijo en esta fe que compartimos” (Tit 1:4).

A pesar de las indicaciones de experiencias mutuas entre estos hombres y Pablo, muchos eruditos aducen que estas expresiones de relación afectuosa son construcciones de una carta seudónima a destinatarios ficticios. Sin embargo, en conjunto con las otras referencias a ellos en las cartas, el lector asume con naturalidad una relación real e íntima.

Además, las referencias a la relación de estos dos hombres con Pablo en sus anteriores cartas y (en el caso de Timoteo) en el relato de Hechos son importantes para que se entienda lo escrito.

 Timoteo pudo haber oído a Pablo durante su reciente primer viaje misionero, y quizá se convirtió por aquel entonces.

La primera mención específica de Timoteo está en Hechos 16:1-5, donde se une a Pablo en su segundo viaje misionero. El joven se ganó la confianza del apóstol y, aunque a veces se envió a Timoteo en misiones individuales (1Ts 3:1-6), a menudo trabajaban en estrecha unidad (ver Hch 18:5; 19:22; cf. también las referencias a Timoteo como coautor en 2Co 1:1; Fil 1:1; Col 1:1; 1Ts 1:1; 2Ts 1:1).

Dentro de las cartas de Pablo hay más pruebas del servicio de Timoteo con Pablo (1Co 4:17; 16:10-11; cf. también Ro 16:21, donde Pablo le llama “mi compañero de trabajo”). Por supuesto, en las Cartas Pastorales Pablo habla con afecto de Timoteo, como observaremos en el transcurso del comentario.

 Tito parece haber sido un solucionador de problemas para Pablo.

Es difícil seguir la pista de la correspondencia y la secuencia de visitas entre Pablo y los corintios, incluida la probabilidad de cartas adicionales no registradas en el Nuevo Testamento. Pero está claro que Tito jugó un papel importante como representante de Pablo en Corinto.

Su nombre aparece en 2 Corintios 2:12-13 y 7:5-7, 13-15, así como también en varios versículos referentes a la delicada cuestión de la ofrenda (8:5-6, 16-19). Pablo elogió a Tito por su arduo trabajo en 12:14-18.

Además, Tito acompañó a Pablo a Jerusalén en la importante visita descrita en Gálatas 2:1-5. Al leer la epístola a Tito es evidente que había recibido otra difícil tarea cuando Pablo le dejó en Creta. Durante el período descrito en las Cartas Pastorales, Pablo pidió a Tito que le visitara en Nicópolis (Tit 3:12). Por último, al final de la que muy probablemente es la última de las Pastorales en escribirse, Tito iba camino a Dalmacia, probablemente cumpliendo otra misión para Pablo (2Ti 4:10).

 El anterior resumen nos muestra dos cosas en particular:

  1. Es difícil aislar las referencias personales a Timoteo y Tito del resto de la correspondencia pastoral y separar dicha correspondencia de lo que podríamos llamar una relación en “tiempo real” entre ellos dos y Pablo. Esta observación en sí no constituye una prueba de que las cartas las escribiera el apóstol Pablo mismo ni de que fueran ciertamente enviadas a los destinatarios que se mencionan. Lo que indica es que si el Pablo histórico y el Timoteo y Tito históricos no son el autor y los destinatarios, no solo pasamos de la historia a la ficción, sino que también nos apartamos de una comprensión legítima y natural del texto.
  2. Al asumir aquí una realidad histórica aprendemos que, para ocuparse de complejos problemas y personas hostiles en Éfeso y Creta, Pablo escogió a dos hombres que tenían experiencia, en estrecho compañerismo, aunque quizá con menos madurez, posición social y distinción que los líderes de las iglesias. Esto enseña algo sobre los principios de Pablo al escoger personas para el liderazgo.


 Las situaciones a las que Timoteo y Tito se enfrentaron eran más graves de lo que pudiera parecer en principio. Las falsas enseñanzas ya estaban avanzando con fuerza en Éfeso. El uso del presente en el verbo compuesto “enseñar doctrinas falsas” (1Ti 1:3) indica que esta actividad ya estaba en marcha y no era una simple nube en el horizonte. La mención de “leyendas y genealogías interminables” en 1:4 sugiere una herejía compleja y esotérica.

 En el comentario mismo se tratará la naturaleza de esta enseñanza falsa, pero aquí observamos que incluía una aplicación inapropiada de elementos judaicos (véase la mención de “la ley” en 1:7-11).

Las enseñanzas de dos herejes mencionados por nombre (el término hereje no parece demasiado fuerte, dadas las evidencias), Himeneo y Alejandro, contenían blasfemia o se expresaban de forma blasfema (1:20); esto hizo necesario entregarlos a Satanás. Las palabras “en los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas” muestra que las falsas enseñanzas no eran meras especulaciones humanas, sino mentiras demoníacas (4:1).

No es que simplemente los maestros fueran llevados a error, sino que eran “embusteros hipócritas” (4:2). Había también una dimensión ascética en esa enseñanza falsa: “Prohíben el matrimonio y no permiten comer ciertos alimentos” (4:3). Después de leer sobre mentiras y enseñanzas demoníacas, podemos pensar que, en comparación, “las leyendas profanas y otros mitos semejantes” (4:7) no son tan graves. Sin embargo, que estén en contraste con “la piedad” muestra su carácter engañoso. Otra referencia a las enseñanzas falsas en 6:3-10 muestra que la avaricia también jugaba su parte (6:6-10).

 Hacia el tiempo de 2 Timoteo las actividades de los falsos maestros pueden parecer cosa del pasado. Sin embargo, 2 Timoteo 2:17-18 nos da una pista significativa acerca de al menos una faceta importante de la enseñanza falsa. Himeneo y Fileto “se han desviado de la verdad. Andan diciendo que la resurrección ya tuvo lugar”.

En principio puede no parecer serio, pero Pablo dice que con esa doctrina “trastornan la fe de algunos”. Esta enseñanza ha recibido en ocasiones la denominación de escatología sobrerrealizada. Como personas con cierto interés en la ley y las enseñanzas judías, estos maestros estaban probablemente familiarizados con la idea de las dos edades, la era presente y la venidera. También conocían la enseñanza de Jesús acerca de la inauguración del reino venidero. Aparentemente desdeñaban o contradecían las enseñanzas escatológicas de Jesús y de Pablo acerca de los acontecimientos aún futuros.

 Muchos eruditos han llegado a la conclusión de que algunas personas de la iglesia corintia habían impartido una enseñanza similar aunque no idéntica: los cristianos ya estaban experimentando tanto de la realidad de la edad futura que podían hacer caso omiso de algunas de las pretensiones de la vida de su entorno, envaneciéndose por tener una espiritualidad superior.

Esta escatología sobrerrealizada de los corintios se manifestaba en el ascetismo y el orgullo espiritual. Pero el error de los herejes efesios parece haber sido diferente. Mientras que, al parecer, los de Corinto decían que no hay resurrección (1Co 15:12), Himeneo y Fileto afirmaban que ya había tenido lugar. Esto quiere decir que tuvieron que negar una gran cantidad de enseñanza ortodoxa, y que lo hicieron con la suficiente fuerza como para destruir la fe de algunas personas.

 Otra indicación de la enseñanza falsa y de las serias circunstancias que afrontó Timoteo en Éfeso se encuentra en 2 Timoteo 3:6-9.

Los falsos maestros perjudicaron a mujeres que carecían de una sobria autodisciplina y que se dejaron llevar por deseos pecaminosos. Un comentario curioso sobre estas féminas es que “siempre están aprendiendo, pero nunca logran conocer la verdad” (3:7). Por eso están abiertas a ser explotadas en más de un nivel. Junto con otros indicios en las Cartas Pastorales, este pasaje ha sugerido a algunos estudiosos que había algo en estas mujeres (si no en el género femenino en general, como algunos han aducido) que las hacía especialmente vulnerables a la enseñanza falsa.

Ante esta situación, la importancia del culto a la diosa en Éfeso y los significativos cambios sociales en el papel de las mujeres y en cómo se las veía (sobre todo en las incipientes ideas que más tarde convergerían en el gnosticismo), el intérprete de las Cartas Pastorales debe considerar tales elementos como justificación de las limitaciones que Pablo impuso a las mujeres, especialmente en 1 Timoteo 2:9-15.

 Pero no hay que precipitarse a conclusiones poco sabias sobre este punto. Estas cuestiones son complejas e importa la forma de resolverlas. El modo como lo tratamos  consiste en sacar ideas primeramente del material de las Pastorales para entender la situación de la iglesia de Éfeso, permitiendo que esos datos de trasfondo nos ayuden, pero no determinen, en la interpretación.

No sería apropiado ignorar el entorno social y religioso, sobre todo en lo que respecta a las mujeres, pero las condiciones de ellas no eran uniformes en todo el Imperio romano y puede ser que sus circunstancias en Éfeso hayan sido sobrevaloradas por algunos expertos.

No obstante, debemos ser realistas y reconocer que las circunstancias y la consideración de las mujeres de hoy son muy diferentes de lo que podríamos encontrar en otras partes del mundo del primer siglo.

Debemos realizar con cuidado nuestra aplicación del texto. Para hacer frente a las falsas enseñanzas, Timoteo y Tito recibieron autoridad de Pablo como delegados apostólicos. La autoridad especial del apóstol se extendía, por tanto, mediante el ministerio de estos dos hombres a las iglesias en Éfeso y Creta.

Como se señala, no puede identificarse su ministerio con el del pastor moderno. Fueron enviados para tratar circunstancias específicas en nombre del apóstol. Es decir, acudieron bajo el mandato de Pablo y se les encargó aplicar sus mandamientos a las circunstancias de estas iglesias ( 1 Timoteo 1:3-5; 4:1).

 Que las palabras de Pablo en 1 Timoteo 4:13: “Dedícate a la lectura pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los hermanos” estén prologadas por “en tanto que llego” significa que esta comisión no era para mucho tiempo, sino por un período limitado, el suficiente para lograr las metas necesarias. Dicho de otro modo, como delegados apostólicos, Timoteo y Tito tenían más autoridad personal de la que poseemos hoy quienes estamos en el ministerio de la iglesia, pues estamos bajo la autoridad de la Biblia. Además, su ministerio tenía un propósito más específico que el del pastor promedio de hoy, aunque ese enfoque no excluyera otros ministerios, como el evangelismo (2Ti 4:5).

 Es importante comprender las implicaciones de este papel singular de Timoteo y Tito como delegados apostólicos.


  1. Su ministerio constituía una extensión de la firme autoridad de Pablo, y ese hecho es parte integral de las instrucciones en las tres cartas.
  2. Reconocer el ámbito específico de su tarea nos previene contra una aplicación indiscriminada e inapropiada de los textos relativos a su ministerio a los ministerios en la iglesia actual, que son distintos.
  3. Dado que el contenido de las tres Cartas Pastorales estaba tan estrechamente vinculado a la misión de estos delegados apostólicos “en tiempo real”, a menos que descartemos a la ligera estas circunstancias y el verdadero alcance de autoridad apostólica presente en ellos, es imposible excluir el papel de Pablo en la composición de las cartas. Si asumimos que los nombres Timoteo y Tito representan meramente a figuras ideales o al “Rvdo. Todopastor”, los intentos de recuperar la situación real y la autoría de las cartas están condenadas desde el principio.


 Esta reconstrucción, a su vez, está relacionada con la narración de Hechos 20:17-38. En estas palabras a los ancianos de Éfeso, Pablo predijo que los “lobos” atacarían al rebaño y que surgirían otros disidentes “aun de entre ustedes”. Las cartas a Timoteo aluden a circunstancias que coinciden con esa predicción. Si la mención de Timoteo, Tito y Pablo es invento, perdemos esa conexión.

 Al asumir que los Tito y Timoteo históricos son los destinatarios reales de las cartas de Pablo tal como aquí se describen quedan todavía algunos problemas pendientes: en concreto, la dificultad de seguir los itinerarios de Pablo y de Timoteo y Tito.

La afirmación de que hubo viajes misioneros de Pablo y estos dos colaboradores después de la conclusión de Hechos no nos da un panorama completo. En una posible reconstrucción de viajes misioneros adicionales de Pablo, tal vez hacia el este y luego al oeste, a España (sufriendo otro arresto en el proceso), al parecer volvió a visitar Éfeso con Timoteo.

La duración de esta visita no podemos estimarla, pero duró lo suficiente para que Pablo descubriera que se habían cumplido las predicciones dadas por él a los ancianos efesios en Hechos 20 sobre la llegada de lobos y falsos maestros a la iglesia.

Eran problemas de suficiente gravedad como para requerir la visita de alguien que trabajase bajo la autoridad de Pablo, para plantar cara y corregir. Por alguna razón, decidió ir al norte y al este desde Éfeso de regreso a Macedonia (cf. 1Ti 1:3).

Debió de haber visto que, aunque relativamente joven, Timoteo tenía la sabiduría y la madurez suficientes para ocuparse de los problemas en la iglesia de Éfeso y para que “les ordenara[s] a algunos supuestos maestros que [dejaran] de enseñar doctrinas falsas” (1:3).

 Es imposible determinar si Pablo y Tito visitaron Creta antes de la visita con Timoteo a Éfeso o después de la visita a Macedonia. La redacción de Tito 1:5, “Te dejé en Creta”, se entiende con más naturalidad como indicio de que Pablo estaba con Tito en Creta, dejándole allí cuando el apóstol siguió adelante.

La reconstrucción de un itinerario posterior nos dejaría probablemente a Tito abandonando Creta y uniéndose a Pablo en Nicópolis (Tito 3:12). Quizá Pablo fue entonces a España y, mientras se hallaba en la parte occidental del Imperio romano, fue arrestado y encarcelado otra vez. En algún momento, Pablo envió a Tito a Dalmacia (2Ti 4:10).
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Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne. Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagan lo que quieran.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Alimentemos a nuestra congregación con pastos frescos
Los Frutos de la carne y del Espíritu
Gálatas 5:13–18
13 Vosotros fuisteis llamados a la libertad, hermanos; solamente que no uséis la libertad como pretexto para la carnalidad. 

Más bien, servíos los unos a los otros por medio del amor, 14 porque toda la ley se ha resumido en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  15 Pero si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que no seáis consumidos los unos por los otros. 


16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás satisfaréis  los malos deseos de la carne. 17 Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais. 

18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 

Andar en el Espíritu o en la carne
¿Cómo andar en el Espíritu Santo? 
Una pregunta candente
Gálatas 5:13–18
El tono de Pablo en Gálatas 5:1–15 es bastante severo. Al hablar a sus hijos espirituales en Galacia, el apóstol no se anda con rodeos. Su exhortación es clara, puntual y Cristocéntrica.

Pero en medio de todo, el apóstol revela su corazón pastoral. Su confianza está puesta en el hecho de que al final van a volver a Cristo, la única base de su justificación (Gálatas 5:10).

Mediante unas advertencias muy directas propone, en forma de una suposición, que si persisten en regresar a guardar la ley aceptando la circuncisión, habrán abandonado a Cristo y, ante ese supuesto, habrán caído entonces de la gracia (Gálatas 2–4).

Ante tal dilema espiritual, Pablo señala a los judaizantes acusándolos de crear confusión en medio de la iglesia. Los culpa también por querer tratar de bloquear la carrera espiritual de los gálatas (Gálatas 5:7–9, 12). No obstante, el apóstol mantiene todavía su confianza en Dios de que ellos volverán a su principio en la gracia por el oír con fe (Gálatas 3:2).

Hay tal convicción en Pablo que no duda en reafirmar la meta de su andar: “Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:5,6). En breve resumen, él enfoca su fe en la obra del Espíritu Santo en sus vidas. Este enfoque lo va a ampliar en la próxima sección (Gálatas 5:16–18).

La herencia en Cristo es la libertad en santidad (Gálatas 5:13–15)
Pablo ahora abandona su énfasis en los judaizantes para trazar claramente la realidad del andar con Cristo en el poder de su muerte. Sólo volverá a tocar a los judaizantes al final de la epístola.

En esta sección, el apóstol tiene algo de mayor urgencia e importancia para desarrollar, su énfasis recae en explicar el CÓMO de andar en santidad bajo el control del Espíritu Santo.

En el resto de la epístola Pablo nos presentará la respuesta al clamor nuestro: ¿CÓMO?
Pablo reconoce la tendencia peligrosa de convertir nuestra libertad en Cristo en ese otro extremo, el libertinaje. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión (término militar-base) para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (v. 13).

Vale la pena recordar las palabras de la señora Jesse Penn-Lewis (a quien usó Dios grandemente en el avivamiento de Gales en 1905): “A veces el error no es más que la verdad desequilibrada, fuera del balance bíblico”.

En aquellos días del avivamiento genuino la divisa fue: “Obedece al Espíritu”. Esto resultó en grandes triunfos, pero pronto el diablo mandó espíritus engañadores que los llevó a extremos dañinos de conducta.

Hubo obediencia, pero no al Espíritu Santo. Dios usó a la señora Penn-Lewis con el énfasis bíblico acompañante de Romanos 6, nuestra muerte a la carne y la fe en el Espíritu Santo para contra balancear lo extremo: en el Mensaje de la Cruz fue la preventiva que preservó tal avivamiento genuino y sigue siendo la dinámica de la santidad hoy.

El regulador divino sigue siendo siempre el servicio constante por amor los unos a los otros. Pablo cita Levítico 19:18: “… amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. Concuerda Jesús en Mateo 22:37–40 al unir el amor a Dios con el amor al prójimo.

Tal transformación depende exclusivamente del Espíritu, pues el ser humano es egoísta en lo sumo.

Sin embargo, en este enfoque en servir a otros haciéndolo en el amor divino, Pablo hace frente a la terrible realidad de que la carne se interpone; tantas veces trastorna la libertad en libertinaje o el legalismo.

Esta realidad se ve plasmada en las luchas despiadadas que resultan en nuestras iglesias.

¿Quién no ha vivido en carne propia las envidias, el rencor y las rupturas en nuestras iglesias y en nuestras relaciones?

Casi no existe una iglesia que no haya sufrido esta tragedia, por grande o pequeña que haya sido. Pablo hace frente ahora a eso entre los mismos gálatas; lo saca a plena luz al ilustrarlo en términos de los animales que así se tratan:
pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:15).

Miremos otro texto que nos ayude a respaldar este punto:
De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?
¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 
Codiciáis, y no tenéis; 
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; 
combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 
¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios?” (Santiago 4:1–4).

Se pudieran multiplicar otros textos semejantes. Tenemos que ser francos: las luchas internas se hacen externas y toman formas escandalosas en las mismas relaciones entre aquellos que dicen llamarse hermanos. En realidad estamos rodeados de las evidencias de la carne en pleno reino. Y todo esto en el supuesto nombre de servir a Dios. ¡Qué barbaridad!

El Espíritu Santo versus la carne en la vida del creyente hoy día
Pablo ya llegó a lo práctico de su tesis. ¿Cuál es el remedio divino contra la carne todavía tan activa entre los hermanos? Para apreciar su énfasis en el ministerio del Espíritu Santo tenemos que volver a trazar los capítulos previos.

Recuerda que Gálatas es un solo mensaje que abarca verdades sobresalientes:

  • lo genuino de la gracia de Dios (Gálatas 1:4, 5); 
  • la autoridad del evangelio en el apostolado de Pablo (Gálatas 1:11, 12); 
  • la obra fundamental de nuestra unión con Cristo en la Cruz (Gálatas 2:20); 
  • el papel clave del oír con fe (Gálatas 3:6, 7); 
  • el grave peligro de trastornar la ley en otra base de la justicia (Gálatas 5:2–4).

Por primera vez en Gálatas Pablo menciona el Espíritu Santo en Gálatas 3:2–5. “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”.

Esta pregunta clave debiera haber sido suficiente para apagar su interés en la ley. La oferta de los judaizante no les produjo nada, pero el simple oír con fe les trajo la justificación en Cristo y la llegada del Espíritu quien “hace maravillas entre vosotros” (v. 5).

El Espíritu Santo les llegó con base en la fe y produjo en ellos todo aquello en lo que ahora se gozan. El Espíritu Santo llegó gratis, acompañando el evangelio y transformando sus vidas. En agudo contraste la ley les fue estéril.

Las manifestaciones del poder del Espíritu ¿lo hacen por las obras de la ley, o por el oír con fe? Mediante cinco preguntas imposibles de contestar, Pablo introduce al Espíritu de Cristo como la persona que ya vive en ellos y el único que puede traer la libertad en santidad.

El primer paso hacia la victoria:
“Andad por el Espíritu” (Gálatas 5:16)
Ya le toca a Pablo dar los pasos hacia una vida bajo el control del Espíritu. Da una orden, modo imperativo en el tiempo presente siempre en vigor. “Digo, pues: Andad en (por, a través de) el Espíritu, y no (de ninguna manera jamás) satisfagáis (o el tiempo futuro fuerte: satisfaréis) los deseos de la carne” (Gálatas 5:16).

Hay varios matices de significado que podemos considerar. La orden de andar o vivir por el Espíritu está en pie y lo que sigue puede ser una garantía de que no habrá en el futuro. ¿Por qué ceder a los deseos egoístas de la carne?

Algunos interpretan “satisfacer” o “cumplir” (véase el verbo sinónimo en Romanos 8:4) en el tiempo futuro indicativo y otros dicen que es en el modo subjuntivo, un mandato indirecto.

Por un lado, tenemos la seguridad de no ceder a la carne, y por el otro una orden de no cumplir o ceder a la carne. Prefiero la primera interpretación. Ya que es el Espíritu, el Santo, que no nos involucrará nunca en ser cómplice de la carne.

El Espíritu Santo siempre produce la santidad.
Otra razón por la cual no pueden coexistir en paz el Espíritu y la carne en el andar del creyente es debido a la incompatibilidad del Espíritu Santo y la carne (Gálatas 5:17). Son polos opuestos y no hay manera de armonizar sus fines. Se oponen a sí mismos.

Si la carne anda suelta en la vida del creyente, no puede haber control del Espíritu Santo por mucho que hablemos del bautismo del Espíritu o la facilidad de orar, el cantar o hablar en lenguas o aunque, a nuestra manera de ver las cosas, hayamos tenido una gloriosa experiencia en el pasado.

La bendición del Espíritu sólo descansa en quien actualmente es santo en su manera de vivir.

Ya que es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), sólo habla de Cristo y lo glorifica a Él. “Pero cuando venga el Espíritu Santo de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13–15).

Lo que nos anima es: “Hijitos, vosotros, sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

El creyente sincero frente a las dos dinámicas (Gálatas 5:17)
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. ¿Qué quiere decir esta última frase? ¿Implica que la vida cristiana es una lucha interminable? De ninguna manera. Aunque estas dos dinámicas, el Espíritu y la carne, tienden en direcciones opuestas, hay que hacer frente a tal hecho, pero no nos obliga a vivir siempre en tal derrota espiritual.

Estas dos dinámicas son contradictorias entre sí; parecen competir; la evidencia de tal contradicción es patente en la vida de cualquier creyente sincero. Sin embargo, el hecho de que existan las dos en el creyente no nos obliga, repito, a vivir sumidos o encerrados en esa interminable lucha. A veces algunos intérpretes nos dejan con esa conclusión, ya sea dicha o inferida.

Esta sección de Gálatas introduce el posible conflicto entre el Espíritu y la carne.
Pero en Romanos 7 y 8, Pablo mismo lo examina en mayor detalle describiendo su lucha interna y gemir ante la triste realidad de la carne. Fue lo que experimentó cuando vivía bajo la condena de la ley. Con toda honestidad, el apóstol señala tres pasos hacia abajo en su quebrantamiento durante su dura lucha. Pero, al final, ese proceso lo condujo a una victoria resonante.

Tres pasos en el descenso hacia el quebrantamiento como antesala de la victoria

  1. “¿Luego lo que es bueno (la ley en su debido ministerio), vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso." (Romanos 7:13).
  2.  “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18);
  3. finalmente, Pablo no pudo más: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

Puede existir tal conflicto, pero no es de ninguna manera la suerte o el final del creyente. El evangelio provee los medios por los cuales todo creyente puede vivir bajo el control del Espíritu y no bajo el de la carne, según Pablo asegura a los gálatas.

Pablo relata en detalle la triste experiencia que le pasó cuando en dicha ocasión él aceptó la ley como el medio de la vida cristiana en Romanos 7:7–24. Pero no era la vida cristiana normal (como Watchman Nee afirma en el título de su valioso libro), porque afirma después de la iluminación del Espíritu en el siguiente verso: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 7:25).

Después de una brevísima referencia al pasado en Gálatas 7:25(b) se lanza en Romanos 8:1–4. “Ahora, pues, ninguna condenación (ningún tipo de condenación) hay para los que están en Cristo Jesús, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me (nos) libró (tiempo aoristo/pasado en el original) de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.

Ésta es la victoria resonante que Pablo elabora en el resto de Romanos 8, el capítulo de la vida victoriosa bajo el control del Espíritu.

Otra Afirmación: bajo la gracia somos guiados por el Espíritu Santo (Gálatas 5:18)
Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Pablo reafirma que la ley sólo trae condenación porque nuestras mejores fuerzas son impotentes. Pero bajo la gracia de Dios nuestras fuerzas débiles se sustituyen por el poder del Espíritu que nos hizo ya nuevas criaturas en Cristo, soltando de una vez la misma dinámica del Espíritu. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esto es lo que los gálatas, tentados a volver a la esclavitud de la ley, necesitaban oír.

Pablo vuelve a su tesis que el reinado de la ley sólo provoca la carne. Cuanto más el creyente quiere refrenar la carne y sus deseos, tanto más fracaso experimenta. Los esfuerzos inútiles nuestros nos conducen a la desesperación y la frustración.

Debemos recordar que el creyente ya murió a la ley y vive unido a Cristo resucitado. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis (casados) de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios… Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:5, 6).

La Epístola a los Romanos complementa y coincide con la carta a los Gálatas. Ambos trazan el proceder de la libertad en santidad. Romanos nos da la verdad en forma teológica y Gálatas en forma práctica frente a la ley que provoca la carne en sus múltiples manifestaciones; Pablo pronto hablará en el resto del capítulo, nuestro próximo estudio.

Poderosos puntos para tomar en cuenta

  1. La carne en pleno desarrollo resulta en celos amargos y contenciones y toda obra perversa (Santiago 3:16).
  2. El evangelio nos introduce a una nueva relación: nuestra unión con Cristo, muertos a la ley y unidos a Cristo resucitado quien opera en nosotros a través del Espíritu Santo: “Andad en el Espíritu y no satisfaréis los deseo de la carne” (Gálatas 5:16).
  3. Aunque las dos dinámicas son incompatibles, es nuestra sumisión y obediencia al Espíritu lo que produce la verdadera libertad en santidad (Gálatas 5:18).
  4. No es por los valientes esfuerzos nuestros sino por el oír con fe, nuestra muerte y resurrección en Cristo quien nos llena de su Espíritu. No es tanto una experiencia sino un andar diario.
  5. Pablo tendrá más por decir sobre las obras de la carne contra el fruto del Espíritu en el resto del capítulo cinco. Cerrará con broche de oro el tema con: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24, 25).
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