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viernes, 11 de diciembre de 2015

Ya sea que la práctica sea descrita como “adoración” o “veneración”, o cualquier otro término, el problema es el mismo

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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¿Es apropiado dirigirse a los ministros por el titulo de “Reverendo”? 

REVERENDO: Que es digno de reverencia.
REVERENCIA
¿CÓMO EMPIEZO A EXPRESAR REVERENCIA?
1. De la manera en que hablo acerca de Dios.
– No debo hacer bromas del Padre, o del Hijo, ni del Espíritu Santo.
– Nunca debo tomar el nombre de Dios en poco o en vano. Éxodo 20:7


2. De la manera en que sirvo a Dios.
– Todo servicio que hago como para el Señor, es digno de respeto. Colosenses 3:23-24
– Debo pensar en qué manera puedo agradar a Dios con un espíritu de temor y reverencia. 

  Hebreos 12:28

3. De la manera en que manejo la Palabra de Dios.
– Siempre debo estimarla como la Palabra inspirada de Dios. 2 Pedro 1:21 y 2 Timoteo 3:16
– Tengo que tomar su mensaje en serio y actuar a base de ella. Santiago 1:21


4. De la manera en que me comporto durante los servicios de la iglesia.
- Debo evitar platicar con amigos durante los servicios. Zacarías 2:13
– Debo enseñar a los niños la importancia de mostrar reverencia en los cultos.
– Debo procurar llegar a los cultos con una actitud de oración a Dios. Salmos 95:6


5. En la actitud que demuestro durante la oración.
- Una forma de manifestar reverencia en la oración es por inclinar la cabeza y cerrar los ojos.
– Debo evitar la risita o una actitud ligera en tiempo de la oración.


6. En mi comportamiento en un lugar dedicado a la adoración de Dios y la predicación de su Palabra.
- No debo gritar ni correr en el edificio antes ni después de los cultos.
– Debo ayudar a mantener el lugar de adoración limpio y ordenado para así mostrar honra y aprecio a Dios.


REVERENDO 
En la Biblia, la palabra “reverendo” le aplica a Dios y solamente a Dios. En ningun momento esa palabra le aplica a ningun hombre. Salmos 111:9 dice, “El [Dios] ha enviado redención a Su pueblo; Para siempre ha ordenado Su pacto; Santo y reverendo es Su nombre” (versión KJ). La palabra es traducida “temible” en la Nueva Versión King James, y Reina Valera.

Usted no puede encontrar en ningun lugar en el Nuevo Testamento donde Pedro, Pablo, Juan, Santiago o cualquier otro ministro fue alguna vez llamado “reverendo.” De hecho, Cristo prohibe esos titulos (Mat. 23:9).

El uso de titulos religiosos, como los de “Reverendo,” “Padre,” “Su Santidad,” etc., comenzaron en el primer siglo dentro de circulos religiosos cuando una gran apostasia habia comenzado. Fue en ese instante en que los ministros comenzaron a ponerse ellos mismos “en el lugar de Cristo.” Por ellos mismos decidieron darse titulos de divinidad. Los verdaderos siervos de Dios no van a usar esos titulos.

Sin embargo, es apropiado para los ministros ser llamados, “Ancianos,” “Pastor,” “Evangelista,” etc., porque estos son los titulos usados en el Nuevo Testamento.

"¿Es bíblica la veneración a los santos y a María?"

Respuesta:
La Biblia es absolutamente clara en que solo debemos adorar a Dios. Los únicos casos en que alguien más que Dios recibe adoración en la Biblia es cuando se trata de dioses falsos, los cuales son Satanás y sus demonios. Todos los seguidores de Dios el Señor rechazan la adoración. Pedro y los apóstoles se negaron a ser adorados (Hechos 10:25-26; 14:13-14). Los santos ángeles se negaron a ser adorados (Apocalipsis 19:10; 22:9). La respuesta es siempre la misma, “¡Adora a Dios!”

Los Católicos Romanos intentan “desviar” estos claros principios Escriturales, diciendo que ellos no “adoran” a María y a los santos, sino que más bien ellos sólo “veneran” a María y a los santos. El usar una palabra diferente no cambia la esencia de lo que se ha estado haciendo. 

Una definición de “venerar” es “respetar en sumo grado o dar culto.” En ningún lugar en la Biblia se nos dice que rindamos culto a alguien, sino solo a Dios. No hay nada de malo en respetar a aquellos cristianos fieles que se han ido antes que nosotros (ver Hebreos capítulo 11). No hay nada malo con honrar a María como la madre terrenal de Jesús. La Biblia describe a María como “muy favorecida” por Dios (Lucas 1:28). 

 Al mismo tiempo, no hay instrucción en la Biblia de reverenciar a aquellos que se han ido al cielo. Debemos seguir su ejemplo, sí, ¡pero nunca adorarlos, reverenciarlos, o rendirles culto!

Cuando son forzados a admitir que en realidad ellos adoran a María, los católicos argumentarán que ellos adoran a Dios a través de ella, al adorar la maravillosa creación que Dios ha hecho. María, en sus mentes, es la más hermosa y maravillosa creación de Dios, y al alabarla ellos están alabando a su Creador. Para los católicos, esto es análogo a dirigir alabanzas a un artista al alabar su escultura o pintura. El problema con esto, es que Dios explícitamente prohíbe ser adorado a través de las cosas creadas. No debemos inclinarnos y adorar a ninguna cosa que esté arriba en los cielos ni abajo en la tierra (Éxodo 20:4-5). Romanos 1:25 no puede ser más claro: “ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” Sí, Dios ha creado cosas increíbles y maravillosas. Sí, María fue una buena mujer que es digna de nuestro respeto. No, absolutamente no debemos adorar a Dios “vicariamente,” alabando las cosas (o la gente) que Él ha creado. El hacerlo es obviamente idolatría.

La mayor manera en que los católicos “veneran” a María y los santos, es rezándoles. Como la siguiente declaración lo demuestra, el orar a alguien más que a Dios es anti-bíblico. “Es anti-bíblico orar a los santos y a María, ya sea que se ore directamente a María o a los santos, o que se les hagan peticiones como mediadores. Ninguna de estas prácticas es bíblica”. El orar es un acto de adoración. Cuando oramos a Dios, estamos reconociendo que necesitamos Su ayuda. Al dirigir nuestras oraciones a alguien más que no sea Dios, le estamos robando a Dios la gloria que solo le pertenece a Él.

Otra manera en que los católicos “veneran” a María y a los santos es creando estatuas e imágenes de ellos. Muchos católicos usan las imágenes de María o de los santos como “amuletos de la suerte”. Cualquier lectura superficial de la Biblia revelará que esta práctica es un claro acto de idolatría (Éxodo 20:4-6; 1 Corintios 12:12; 1 Juan 5:21). El frotar las cuentas del rosario es idolatría. Prender velas o veladoras ante una estatua o imagen de un santo o de María, es idolatría. El enterrar una estatua de José con la esperanza de vender tu casa (y un sinnúmero más de prácticas católicas), es idolatría.

La terminología no es lo importante. Ya sea que la práctica sea descrita como “adoración” o “veneración”, o cualquier otro término, el problema es el mismo. Cada vez que atribuimos a alguien más algo que pertenece a Dios, es idolatría. En ninguna parte de la Biblia se nos enseña a reverenciar, orar, depender, o “adorar” a alguien que no sea Dios. Debemos adorar solamente a Dios. La gloria, la alabanza y la honra pertenecen a Dios solamente. Solo Dios es merecedor de “... la gloria y la honra y el poder...” (Apocalipsis 4:11). Solo Dios es merecedor de recibir nuestra reverencia, adoración y alabanza (Nehemías 9:6; Apocalipsis 15:4).

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La mujer tiene un espíritu más sensible hacia las cosas de Dios: Es una necesidad congregarse con otros que comparten su fe

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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                                                Mi pareja no es cristiano: ¿qué hago?
Estas páginas tienen su enfoque en la realidad del mundo hispano, aunque se ha comprobado que la situación se da a nivel mundial: en la mayoría de nuestras iglesias hay más cantidad de mujeres que de hombres. Esto se debe, en parte, a que la mujer tiene un espíritu más sensible hacia las cosas de Dios, y siente necesidad de congregarse con otros que comparten su fe.
Al margen de los problemas de orden práctico creados por el mayor porcentaje de creyentes del sexo femenino, surgen asimismo problemas de relación para estas mujeres ––tanto en la iglesia como en el seno de la familia y en la sociedad en general. Los problemas se dan pues ellas intentan vivir su fe sin el apoyo de un esposo cristiano.
Ya en tiempos apostólicos se mencionaba el caso de una mujer con esposo no creyente (mientras que casi no se citaba el caso inverso, quizás por ser menos corriente),* y el mismo Pedro ofrece consejos para una mujer en esa situación (1 Pedro 3).
Distintos son los casos individuales. Bien se ha dicho que cada caso es un mundo. Las situaciones por las que cada uno atraviesa son resultado de circunstancias de origen diverso, por lo cual no podemos hablar de una solución universal. Sin  embargo, en estas páginas intentaremos señalar varios problemas que surgen como resultado de matrimonios mixtos, y hemos de mencionar algunas soluciones bíblicas para la mujer objeto del problema. Esta última, por lo general, lo resume en cinco palabras: “Mi esposo no es cristiano”.


SITUACIONES DIFICILES
La cuestión de los matrimonios mixtos  sigue provocando encrucijadas. Durante mis más de 20 años en el ministerio de consejos, he tratado innumerables casos de este tipo, unos más comunes que otros. Lo que sigue es una selección de variadas situaciones que dieron origen a o son resultados de matrimonios mixtos.
•Jóvenes cristianos evangélicos —mayormente señoritas— que por distintas razones se casan con quienes no comparten su fe en Cristo.
•Matrimonios de no-cristianos en que la esposa recibe a Cristo en su vida mientras que el marido permanece ajeno a la nueva fe de la mujer (oposición pasiva).
•Marido inconverso que además de no compartir la fe de su cónyuge, se opone a que la esposa practique su fe, y le impide toda conexión con la iglesia (oposición activa).
•Las actividades de muchas iglesias tienen una orientación familiar que, por razones obvias, dejan de lado a las mujeres que tienen esposos y/o familias inconversas.
•Con frecuencia las mujeres buscan orientación de pastores o líderes, quienes a veces son muy jóvenes o no están suficientemente equipados para abordar los múltiples problemas de estas damas.
•Si una de tales mujeres se hace amiga de un hombre de la iglesia, siempre surge el problema de los chismes.
•Mujeres con esposos inconversos a menudo se enamoran de un miembro de la iglesia, por lo general el pastor.
•Como contrapartida, hay pastores cuyo corazón se enternece ante una pobre mujer víctima de un esposo inconverso violento, desleal, adúltero y a veces borracho. En ocasiones el pastor cree que puede suplir la falta de compañerismo en la mujer, y termina enamorándose de ella.
•Algunas mujeres sufren del llamado “complejo de mártir” en razón de las dificultadas ocasionados por el marido no creyente.
•En innumerables casos hay que encarar el resentimiento, enojo o rencor que una mujer cristiana tiene hacia su esposo inconverso.
•Los amigos de la mujer a veces toman como propia la ofensa que ella ha sufrido por parte de su esposo, e intentan tomar partido en la situación familiar.
•Hay confusión  sobre cuál es la voluntad de Dios cuando el cónyuge es inconverso. Esto se debe a que no ha habido clara enseñanza sobre el orden bíblico para la familia.
•Existe asimismo el problema del comportamiento no bíblico de la esposa. Muchas mujeres sostienen equivocadamente: ”Si las puertas de la iglesia están abiertas, tengo que estar presente a pesar do lo que diga mi marido, a pesar de que él me prohíba asistir“.
•Además, hay que recordar a la familia que sufre las consecuencias de un esposo y/o padre que no cree en Jesucristo como su Salvador.


LOS PRINCIPIOS BIBLICOS PARA MATRIMONIOS MIXTOS
El apóstol Pedro, inspirado por el Espíritu Santo exhorta:

Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus esposas al observar vuestro casto y respetuoso comportamiento. Y que vuestro adorno no sea externo: —peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos— sino que sea el ser interno del corazón, con el adorno imperecedero de un espíritu tierno y sereno, el cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándole señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor.(1)



¿INCOMPATIBILIDAD RELIGIOSA COMO CAUSAL DE DIVORCIO?
La mujer cristiana debe tener presente que la incompatibilidad de religión entre una esposa creyente y  su marido inconverso, bajo ningún concepto justifica la disolución del matrimonio. Pareciera obvio, pero uno de los errores más comunes  es creer que la conversión al Señor Jesús da derecho al divorcio dentro de un período determinado el cónyuge no se convierte a Cristo. Sin embargo, refiriéndose a los maridos incrédulos Pedro dice con claridad: “Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados...”(2) Según el apóstol la mujer cristiana debe sujetarse al esposo aun cuando éste no crea en Cristo, aun cuando sea “desobediente”.*
Otro caso similar es el de la mujer creyente que se casa fuera de la voluntad de Dios (es decir con un inconverso). Ella cree que su arrepentimiento por haber contraído ese matrimonio incluye el derecho al divorcio para poder comenzar una nueva vida. Aunque en este pasaje Pedro se refiere en especial a las mujeres convertidas después del matrimonio, las enseñanzas se aplican también a las creyentes que optaron por casarse con inconversos. La orden divina es sujetarse y no deshacer la unión.
En tiempos bíblicos un alto porcentaje de matrimonios eran digitados, y los padres convenían de antemano el casamiento de sus hijos. En la India se dan situaciones similares todavía. A veces, por ejemplo, una muchacha cristiana no tiene voz ni voto y debe casarse con un inconverso en razón del compromiso asumido por los padres. El apóstol Pedro insiste en que la voluntad de Dios es sujetarse al marido.
Al hablar sobre el tema, el apóstol se dirige mucho más a las mujeres (1 Pedro 3:1–6) que a los hombres (sólo v.7). Es probable que el ojo profético de Pedro advirtiera que la situación sería más frecuente en las mujeres que en los hombres. No obstante otros comentaristas atribuyen la diferencia a un hecho cultural del primer siglo, época en que las mujeres poseían menos derechos. Si el hombre llegaba a conocer a Cristo primero, tenía la prerrogativa de llevar a su mujer a la iglesia sin que ella pudiera objetar. Consecuentemente los problemas resultantes no eran tan complejos.**


LA ESPOSA MARTIR QUE DEJA DE SERLO
Después de años de haber ayudado a mujeres en esta situación, he llegado a la conclusión de que desde el comienzo es imprescindible establecer metas correctas ––es decir bíblicas–– y luego mantenerlas.
Para ilustrar este punto consideremos el caso de la esposa sufrida cuyo esposo se convierte al Señor. Irónicamente, hay mujeres que ante este hecho retroceden en su vida espiritual, y a veces hasta entran en profunda depresión. ¿Qué ha ocurrido? Ellas tenían un foco de atención incorrecto. Su meta era ganar al esposo para Cristo en lugar de ser la persona que Dios deseaba de ellas ––independientemente de lo que pasara con el marido.
Algunas se concentran tanto en la meta de ganar al esposo, que este propósito acapara su vida toda. Cuando la meta se cumple, sienten que han perdido el propósito en la vida.
Otro grupo de mujeres llegan a estar cómodas en el papel de esposas sufridas y mártires. El esposo inconverso se convierte en excusa para tener un pie metido en el mundo y otro en la iglesia, y también es excusa para no profundizar su andar con el Señor. Cuando milagrosamente el marido se convierte, la inmadurez espiritual de ella queda al descubierto. Es más, se ha dado el caso de mujeres que, luego que sus esposos aceptaron a Cristo, tomaron la actitud opuesta y terminaron “convirtiéndose en inconversas”.
Ultimamente (y otros consejeros me han comentado que es más común de lo que yo pensaba) he sido testigo de casos en que, cuando el esposo se convierte en un verdadero creyente, después de tantos años de maltratos la esposa cree que el marido merece cierto castigo o que debe pagar por sus pecados. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario a la mujer: él es absuelto, perdonado, libre de culpa y cargo. Recuerdo una ocasión cuando no sospechábamos que la mujer estaba llena de resentimiento hasta que su esposo se bautizó... y ella corrió a su casa llorando de amargura, no de gozo. Según esta mujer, el esposo no había recibido el castigo que merecía.
Desde el principio pueden evitarse complicaciones si la mujer hace la distinción entre la meta (vivir con su esposo inconverso como Cristo desea, ser la clase de esposa que honra al Señor) y el deseo (ganar al esposo para el Señor). Pedro exhorta: “Asimismo estad sujetas...” La palabra “asimismo” se refiere a los versículos anteriores,(3)donde el apóstol se sirve de situaciones paralelas para instruir al pueblo de Dios sobre las actitudes, metas  y comportamientos convenientes en situaciones sociales similares. Pedro concluye esa sección de su carta citando el ejemplo del mismo Señor cuando tuvo que soportar los insultos de hombres malignos.(4)  Es entonces que aparece la palabra “asimismo” en referencia a la conducta de la mujer con su esposo inconverso.


SUJECION FEMENINA SEGUN LA BIBLIA
La mujer cristiana debe comprender las implicaciones de la sujeción bíblica.
Sujetarse es una actitud, mientras que obedecer es la acción que generalmente resulta de tal actitud. Sumisión es “reconocimiento y aceptación voluntaria de la autoridad de otra persona.” Es posible que haya obediencia sin sujeción. Sucede a menudo cuando uno obedece de mala gana, con amargura. No es ésa la voluntad de Dios ya que tanto valor tiene la actitud como la acción misma. Sin embargo, también existe la posibilidad de sujetarse (mantener una actitud piadosa) sin obedecer, y aún estar dentro de la voluntad de Dios.
La sujeción bíblica también se define como “aceptar que Dios puede perfeccionar su plan para mi vida a través de la persona que El ha puesto en autoridad sobre mí.”  La mujer debe tener confianza en que el esposo será instrumento de Dios para que en ella se cumpla la voluntad divina. A través de los años nuestra experiencia ha mostrado que, además del gozo que puede experimentar la mujer al obedecer al Señor en asuntos hogareños, ella siente alivio al comprender el significado de la línea de autoridad bíblica.*
Una tercera definición de sujeción es: “Vaciarse del yo voluntariamente, es decir crucificar el orgullo, y en su lugar tener el deseo y propósito de servir.”  Es una actitud que reconoce la autoridad que Dios le haya dado a otro a pesar de las debilidades humanas de ese otro. Sujetarse es estar libre del deseo de hacer las cosas siempre “a mi manera” Es una actitud que por lo general resulta en obediencia.

Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus esposas... Porque así también se adornaban en otro tiempo la santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándole señor...(5)

La sujeción no implica inferioridad ni superioridad. Jesús gozaba de una relación íntima  con su padre, una relación al mismo nivel, y sin embargo estaba sujeto. Sujeción tampoco sugiere que uno no tenga ni comparta una opinión; eso sería negar el profundo significado de “y los dos serán  una sola carne”.(6) Sujetarse es ponerse bajo la autoridad de otro en forma voluntaria y porque Dios lo ha ordenado.


OBEDIENCIA LIMITADA VS. ILIMITADA
Muchos me han preguntado hasta qué punto una mujer debe obedecer a su marido inconverso. De acuerdo a la Escritura, creo que la esposa ha de sujetarse y obedecer mientras eso no signifique cometer un pecado personal. Dios desea que haya sujeción al esposo en tanto que ello no implique violar un principio bíblico. Algunos sostienen que ella no es responsable cuando obedece a su esposo, y alegan que ante los ojos de Dios su marido es el responsable de lo que ella hace en obediencia a él. No estoy de acuerdo. Como hija de Dios ella tiene la responsabilidad de vivir en santidad.
Cuando un esposo ordena que su esposa cristiana haga algo que, evaluado a la luz de la Sagrada Escritura, implicaría cometer un pecado, el hombre está creando un conflicto entre la autoridad de Dios y la humana. Ambas son autoridades hacia quienes la Biblia demanda sumisión.

A continuación menciono algunos ejemplos de autoridad humana en conflicto con enseñanzas divinas: (En cada caso las mujeres eran cristianas.) Un estafador en Sudamérica pidió a su esposa que participara en sus robos. Un empresario norteamericano quiso que su mujer tomara parte en una fiesta —en realidad una orgía–– donde tendría relaciones sexuales con otros hombres. Un caso difundido por televisión donde un hombre deseaba que su esposa se acostara con el jefe de él a fin de conseguir una promoción y mejor salario. Otro caso en Latinoamérica cuando un padre ordenó a su propia hija  que se hiciera prostituta para incrementar la ganancia de la casa. En tales situaciones la sumisión al esposo ––o padre–– no incluye los actos pecaminosos ––es decir que existe la libertad bíblica de NO obedecer.
Sin embargo, un entendimiento correcto de la sujeción bíblica deja en claro que no debemos usar tal libertad como pretexto para hacer el mal. La exhortación es “no uséis la libertad como pretexto para la maldad, sino empleadla como siervos de Dios.”(7)  La libertad que Dios da para NO obedecer sólo se emplea en casos en que la obediencia implique pecado, pero jamás para zafarse de un compromiso marital.
Los ejemplos mencionados resultan obvios, sin embargo no todas las situaciones son tan fáciles de discernir. Es necesario tener principios guías.
La experiencia de Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 3) nos brinda pautas de ayuda en la  decisión de conflictos morales. La situación de estos muchachos es semejante a los ejemplos anteriores. A estos tres judíos temerosos de Dios una autoridad humana les ordenó hacer algo que Dios claramente prohíbe (adorar a un ídolo) y que está en contra de sus leyes (Exodo 20:2–5). Por otra parte Dios nos exhorta a sujetarnos a la autoridad humana (Romanos 13:1–8; 1 Pedro 2:13–17; Tito 2:1). Por eso decimos que existe un conflicto moral entre obedecer la autoridad del hombre y seguir los mandatos de Dios.
Los principios que observaron Sadrac, Mesac y Abed-nego son tan contemporáneos hoy como lo eran en tiempos de Daniel.* 
Dice el profeta:

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia... Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo... Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos... Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado. Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego... Habló Nabucodonosor y les dijo: ... Ahora, pues, ¿Estáis dispuestos para que al oír... de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.(8)

1) La intención de Dios es que la autoridad divina y la humana estén en armonía, y su voluntad es que nos sujetemos a la autoridad de quienes están en eminencia (Romanos 13:1–8).
2) Cuando haya conflicto entre la ley divina y la ley humana, o entre la autoridad divina y la humana, siempre es consecuencia de que la persona que representa el poder humano se ha apartado de los límites de autoridad otorgados por Dios. Consecuentemente, obedecer semejante mandato humano (adorar al ídolo, participar de una orgía, etc.) sería violar la Palabra de Dios.
3) Si nos halláramos frente a tal dilema, no debemos dudar en obedecer la ley de nuestro Dios (Daniel 3:15, 16).
4) Cuando esa obediencia signifique oponerse a la autoridad humana, podemos contar con el poder y la protección divinos (Daniel 3:17).
5) Debemos estar preparados para aceptar las posibles consecuencias de la obediencia al Dios vivo frente al enojo, la ira y la oposición humana (Daniel 3:18).
6) Aunque en casos de conflicto como los citados debemos obedecer a Dios antes que a los hombres, la postura bíblica ––pase lo que pasare- es una actitud de sumisión y respeto a la autoridad humana -rey, esposo, jefe, dueño (Daniel 3:16).
7) Una sugerencia final (sin conexión con Daniel 3) es el principio de la sustitución. En vez de declarar un “no” categórico, es aconsejable proponer una alternativa: lograr los mismos propósitos básicos que la autoridad humana tiene en mente, pero sin violar los principios divinos. (Véase Génesis 39 y Hechos 5:21–41.)
Un buen ejemplo de este principio se encuentra en la triste historia bíblica de Amnón y Tamar (2 Samuel 13). Amnón quería forzar a Tamar a acostarse con él. Tamar, en cambio, reconociendo no sólo el pecado sino también las múltiples consecuencias** de un acto tan perverso, sugiere una alternativa que no violaría los principios divinos: el matrimonio. “... que hables al rey, que él no me negará a ti.”(9)


CUANDO LAS PALABRAS ESTAN DE MAS
La mujer cristiana no debe tratar de convertirse en la voz de la conciencia del esposo. No podemos esperar que alguien se conduzca como cristiano si no lo es. Pedro enfatiza que al esposo se lo gana para Cristo sin palabras. “De modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus esposas al observar vuestro casto y respetuoso comportamiento.”(10)
No es necesario idear trampitas evangelísticas, colocar tratados debajo de su plato a la hora de comer ni estar continuamente sermoneando. Es probable que todo ello produzca un efecto contrario. El Espíritu Santo usará la conducta de la esposa para obrar en la conciencia del marido inconverso. Esto no significa que nunca haya que testificarle. Claro que sí. La conducta de la esposa brindará la oportunidad de testificar, y ella con toda libertad podrá explicar lo que Cristo ha hecho en su vida. Tanto antes como después del testimonio mismo, lo que importa y tiene aun más peso son las acciones y actitudes bíblicas (Mateo 5:16; Gálatas 5:19–23).


CONFIDENCIAS Y CHISMES
La mujer cristiana y su vida de oración son una combinación crucial cuando el cónyuge es inconverso. Pedro dice que un esposo impío es ganado sin palabra verbal, por lo tanto una esposa creyente ha de dirigir sus palabras primordialmente a Dios.
Es muy cierto que para una mujer sufrida será beneficioso compartir su problema con otras cristianas que le ayuden a sobrellevar la carga (Gálatas 6:2), pero debemos hacer algunas advertencias. En primer lugar, ello nunca debe ocupar el lugar de la oración. Las confidentes cumplirán con la ley de Cristo sólo cuando ayuden a sobrellevar las cargas, no al entrar en chismes, calumnias u otros pecados comunes a estos casos (aunque a veces se cometan de manera inconsciente). Para prevenir estas desviaciones hay que utilizar discreción y discernimiento al escoger a las confidentes. Como resultado de los chismes, muchos esposos tienen que hacer frente a la vergüenza y el bochorno de saber que la mitad de los miembros de la iglesia conocen los problemas matrimoniales de la pareja. Mi consejo es tener un máximo de dos compañeras que se comprometan a sobrellevar las cargas y a orar. Deben ser mujeres maduras en la fe, tal vez mayores de edad, que también puedan instruir a la esposa en problemas.(11)


SANTIDAD Y RELACIONES INTIMAS
La mujer cristiana debe sujetarse sexualmente a su esposo inconverso. El fundamento bíblico “Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos”(12) incluye los asuntos sexuales. Desafortunadamente muchas mujeres cristianas hoy día alegan: Ya que soy cristiana no debo... no osaría... usted sabe, Jaime... una mujer santa no debe tener relaciones sexuales con su esposo inconverso.  Existen muchos conceptos erróneos acerca del significado de una vida santa. Admito que la sexualidad es un tema delicado, pero es imprescindible hablar con claridad.
Mencionaré tres cuestiones comunes que, a menudo, hemos enfrentado en el ministerio de orientar a la gente.

1) El esposo es inconverso e infiel a su mujer, y ésta pregunta: “¿Tengo que seguir sujetándome sexualmente?” No encuentro ninguna indicación bíblica que permita a una creyente comportarse en forma no-bíblica debido a que su esposo está en pecado sexual. Mientras la pareja esté viviendo bajo el mismo techo, continúa en vigencia el siguiente principio:

Que el esposo cumpla su deber para con la esposa, e igualmente la esposa lo cumpla con el esposo. La esposa no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino que el esposo es el que la tiene. Y asimismo, el esposo no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, pero la esposa sí la tiene.(13)

2) El esposo pide algo fuera de lo normal en las relaciones íntimas. En la actualidad muchos hombres inconversos (lamentablemente también algunos cristianos ) llenan sus mentes de material pornográfico; tienen conversaciones de tono subido con sus compañeros y amigos e imaginan que les falta algo en la vida íntima. Como resultado piden a sus esposas actos sexuales no convencionales (me refiero a las relaciones íntimas entre ambos, sin la intervención de terceras partes). ¿Tiene que sujetarse la esposa?  Aunque esta cuestión necesitaría una respuesta detallada, en estas páginas resumiremos diciendo que si el requerimiento del esposo no produce daño físico (que sí sería el caso del sadomasoquismo) ni viola un principio bíblico (homosexualidad, bestialidad, adulterio, etc.) la Biblia declara que el lecho matrimonial está sin mancilla.(14)

3) El esposo ha contraído una enfermedad venérea, por lo general como resultado de sus relaciones sexuales extramatrimoniales. Sin embargo, desea  tener relaciones intimas con su esposa. ¿Ha de sujetarse sexualmente una mujer cristiana sabiendo que su esposo está infectado con tal enfermedad contagiosa? Hay que tomar en cuenta tres verdades: a) el cuerpo humano es el templo del Espíritu Santo;(15)  b) el mal venéreo no perjudica sólo a la presente generación sino también a la siguiente;  c) lo más factible es que la infección haya sido contraída por adulterio (tal vez incluso con una prostituta). Por lo tanto, creo que una esposa cristiana, en esas circunstancias, tiene la libertad de no consentir las relaciones sexuales. Ella debe reanudar el contacto sexual con su esposo siempre y cuando él tenga puebas médicas de que se haya curado y de que la enfermedad ya no sea contagiosa.*


¿CELOS DE LA IGLESIA?
La mujer cristiana no debe provocar a celos al esposo. El apóstol dice con claridad que el marido es ganado para Cristo por el comportamiento casto.(16)   Muchas veces en el Nuevo Testamento la palabra griega que aquí se traduce “casto”, es traducida “puro”.(17) Esa conducta casta y pura hace referencia a la batalla mental de algunas mujeres cuyos esposos no son de Cristo. Ella se siente tentada a comparar al esposo con los hombres de la iglesia e incluso con el pastor. Sin embargo, debe estar alerta a fin de que su esposo no tenga motivos para sospechar infidelidad marital ni sienta que sus obligaciones conyugales se están debilitando. Como las actividades de la iglesia a menudo hacen que la esposa esté fuera de la casa, quizá el hombre se sienta tan celoso de la iglesia como de otro hombre.
“Pero mi esposo no me deja ir a la iglesia,” exclamó dolorida una mujer que vino a pedir consejo. Sin duda estamos ante una situación que choca con un mandato bíblico inequívoco “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”.(18) En primer lugar, recomiendo a la mujer que vive este drama hacer un inventario de su tiempo, a fin de saber con exactitud cuánto está fuera de la casa atendiendo los asuntos de la iglesia. Es posible que haya provocado los celos de su esposo por pasar demasiado tiempo en la iglesia. Si así fuera, sería aconsejable trazar un plan bíblico que abarque tiempo con su familia y además comunión y edificación en la iglesia local: 
1) Revisar —Biblia en mano— las prioridades de la vida.
2) Asegurarse de mantener actitudes bíblicas en el hogar y estar libre de resentimiento.
3) En oración y con sabiduría establecer qué reuniones o actividades de la iglesia serán más beneficiosas para la vida espiritual, y darles prioridad. (Es posible que la mejor alternativa sea asistir a encuentros fuera del templo, como un té de damas o una reunión hogareña. Hay muchos hombres que sólo se oponen a las reuniones formales en el templo mismo.)
4) Luego de pasar tiempo en oración, ir directamente al esposo y solicitarle permiso para asistir a la actividad de la congregación. En caso de haber pasado más tiempo del razonable en los asuntos de la iglesia, comenzar pidiendo perdón al marido por esa negligencia.
5) Vivir cada día mostrando al esposo que él tiene un lugar prioritario en la pareja. La experiencia demuestra que, por lo general, cuando un esposo percibe que él está primero en las prioridades de su mujer (aunque en realidad el Señor esté primero -Mateo 6:33), y cuando advierte que Dios está convirtiendo a su mujer en una esposa más dedicada, una amante más fervorosa, una madre más sabia y una persona más auténtica, ese marido permitirá que su esposa asista a algunas reuniones.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

En la mucha sabiduría hay mucha frustración, y el que aumenta conocimiento, aumenta su aflicción.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




La Perspectiva de El Predicador


 Teología de Eclesiastés
Primera Parte
Las suposiciones son puestas en duda

La perspectiva del Predicador acerca del mundo, de conocer a Dios y de la justicia divina.

Los autores de la literatura sapiencial hacen una serie de suposiciones acerca de Dios y del mundo que Él creó, y luego basan sus reflexiones en estas suposiciones. Alan Jenks identifica tres pre suposiciones teológicas que proveen la perspectiva ortodoxa presente en Proverbios:

    1.      El mundo sigue un orden, dirigido por Dios, su sabio Creador.
    2.      Es posible entender ese orden si buscamos la sabiduría.
  3.    Por tanto, el sabio que sigue el orden divino experimentará buenas cosas, mientras que el insensato sufrirá por su necedad. (1985, 44)

¿En qué manera difiere la perspectiva del Predicador acerca del orden de Dios en la creación con la de la mayoría de los autores bíblicos?

El autor de Eclesiastés pone en duda estas suposiciones, asumiendo una perspectiva distinta en cada una de ellas. La mayoría del resto de la Biblia considera que el orden de Dios en este mundo es parte de su plan lineal que será cumplido sólo al final de los tiempos. Aún así el Predicador se enfoca en la naturaleza cíclica del mundo (una característica común entre los escritores sapienciales) —los patrones repetitivos— y descubre que “no hay nada nuevo bajo el sol.” 

La vida no es caótica y todo puede ser asignado a un tiempo y una hora específica, pero no siempre las personas pueden saber cuándo es ese momento. Eclesiastés cuestiona la utilidad del orden divino de la creación para planear nuestra vida si no podemos identificar ese orden.

Otra de las perspectivas del Predicador es que parece ser imposible conocer a Dios. En esta vida, Dios es misterioso y está escondido. La muerte termina cualquier esfuerzo de aprender acerca de Él, y el Predicador no sabe qué pasa después de la muerte.

Mientras que Job cuestiona la justicia de Dios en relación a su caso en particular, el Predicador duda de la justicia divina en general. Él ha visto a “justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obra de justos” (Eclesiastés 8:14). Aunque la causa de la injusticia puede atribuirse al pecado, éste no determina con exactitud la experiencia humana. Los que pecan no siempre experimentan lo malo, así como los que hacen el bien no siempre experimentan lo bueno. La justicia de Dios simplemente no funciona como una ley mecánica en la que ciertas acciones siempre tienen ciertos resultados. Aunque el Predicador no rechaza la suposición de Proverbios, sí la califica.


La vida: un soplo de aire

¿Cómo usó el Predicador la palabra vanidad para describir la vida?

La perspectiva de que todo es vanidad es prevalente en todo lo que dice el Predicador en Eclesiastés. La palabra hebrea hebel es traducida “vanidad” en la versión Reina Valera y es “absurdo” en la Nueva Versión Internacional. Esta palabra literalmente significa “un soplo de aire”, “un respiro” o “un vapor”. También puede referirse a la naturaleza transitoria de la vida humana (Proverbios 31:30) y a la idea de que algo es falso o engañoso (Job 21:34). En Eclesiastés, es frecuentemente combinada con la palabra hebrea que se traduce como “espíritu”, “respiro”, o “viento”. Por tanto, hebel es como “ir tras del viento” (Eclesiastés 1:14; 2:11, 17, 26). Significa algo inseguro o poco confiable. El Predicador piensa que el orden que ofrece la sabiduría y la seguridad prometida siempre se mantienen más allá de nuestro alcance, desapareciendo cuando son examinados muy de cerca.


El problema de la muerte

La perspectiva en el Antiguo Testamento de la vida después de la muerte.

¿En qué se diferencia la perspectiva del Nuevo Testamento de la vida después de la muerte de la del Antiguo Testamento?

Cuando leemos la Biblia, es importante que no supongamos que los autores entendieron el mundo de la misma manera que nosotros lo entendemos, o que todos tenían la misma comprensión del plan y de los propósitos de Dios. Por ejemplo, el Antiguo Testamento presenta un concepto de la vida después de la muerte no totalmente desarrollado. La vida y la muerte estaban en extremos opuestos en una línea continua entre las cuales las personas podían moverse libremente. 

Muchas veces los salmistas hablaron de bajar al sepulcro cuando estaban enfermos o de cómo el Señor los rescató de la tumba, restaurándolos a salud y seguridad (Salmos 30:3; 107:17–19). Los autores bíblicos del Antiguo Testamento tuvieron poco que decir acerca de la resurrección, una creencia que fue poco común hasta el período intertestamentario (los cuatrocientos años entre el final del Antiguo Testamento y el tiempo de Cristo). Aún en los días de Jesús, continuaba un gran debate acerca de la resurrección. Pablo se valió de esto como un punto de contención en su juicio ante el Sanedrín en Jerusalén (Hechos 23:6–8), y fue la razón por la cual muchos en Atenas rechazaron el evangelio (Elesiastés 17:31–32).

Partes del Antiguo Testamento muestran que la creencia era que una persona moría y descendía al Seol, una “tumba” o “sepulcro” en común. Esto era considerado un lugar de olvido, no de castigo ni de recompensa. Por esta razón, la vida presente era sumamente importante. La gente en los tiempos del Antiguo Testamento pensaba que, si Dios era justo, Él pondría en equilibrio la balanza de justicia en nuestra vida antes de que muriéramos. En el seol no había memoria, ni alabanza, ni comunión con Dios.

No obstante, algunos pasajes del Antiguo Testamento hablan de la resurrección y de la vida después de la muerte. La enseñanza más clara y más completa se encuentra en Daniel 12:2: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.” Isaías 26:19 habla de la resurrección de los muertos, pero no en específico de la vida después de la muerte: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! Porque todo rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos.” Salmos 16:9–11; 49:15; 73:24; y Job 19:25–27 son algunos pasajes que sugieren la idea de la resurección sin describir claramente lo que ocurre después de la vida. Derek Kidner sugiere que tanto Job como Proverbios esperaban justicia para el justo y un revestimiento de lo malo después de la muerte (Proverbios 11:7; 12:28; 14:32; Kidner 1985, 118–119). La idea de la vida después de la muerte se desarrolla lentamente y bastante tarde en el Antiguo Testamento.

El Predicador, aunque posiblemente sabía de la creencia en la resurrección y la vida después de la muerte, no estaba seguro de lo que pasaría después de la muerte. Su problema principal es su falta de conocimiento acerca de lo que habría después de la muerte (Eclesiastés 2:16, 21–22; 3:11, 14, 21; 4:7–8; 5:15–16; 6:6, 12; 8:6–7, 17; 9:4, 6, 10; 11:5; 12:7). Para él la muerte limitaba todos los logros y la satisfacción que éstos producían por lo que pierden su significado (Eclesiastés 3:19–20; 4:3; 9:3–6, 10–12; 8:8; 11:8–12:7). Además, la muerte pone fin a cualquier oportunidad de reparar los errores cometidos y hacer justica.

Por tanto, el prospecto de la vida se convierte en una carga para el Predicador. “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflcción de espíritu” (Eclesiastés 2:17). “Tal reflexión lanzó al Predicador a un rechazo radical de la bondad de la vida. Después de toda una vida de esfuerzos, nada queda, y la suma de las cosas se asemeja a un gran respiro” (Crenshaw 1981, 129). El Predicador prefiere el día de la muerte más que el día de nacimiento porque, cuando llega la muerte todas las ilusiones de la vida desaparecen y todos son iguales nuevamente (Eclesiastés 4:1–3; 6:1–6).

Al final, el Predicador es forzado a aceptar los límites que Dios impone a la revelación. “No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También se ha visto que esto es de la mano de Dios” (Eclesiastés 2:24; 3:13; 5:18; 12:13–14).
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martes, 8 de diciembre de 2015

Todos los ríos van al mar, Y el mar nunca se llena. Al lugar de donde vinieron los ríos, Allí vuelven, para correr de nuevo.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Bendiciones que trae la Sabiduría

La contradicción de Eclesiastés.

Más que ningún otro autor bíblico, el Predicador explora ambos aspectos de las bendiciones que promete la sabiduría. Como en el libro de Job, el autor de Eclesiastés lucha por entender experiencias que parecen contradecir las enseñanzas de la sabiduría tradicional. Mientras que Job cuestiona la sabiduría convencional y sus amigos la defienden; el Predicador, sin embargo parece abogar por ambos lados del asunto.

¿De qué manera son distintos los argumentos del Predicador de la mayoría de los disputantes?

El trato de ambos lados de un argumento es una contradicción esencial en este libro. Por una parte, el Predicador concluye que la búsqueda de la sabiduría sólo produce tristeza y sufrimiento (Eclesiastés 1:12–18) y el arduo trabajo es doloroso y no permite el descanso (Eclesiastés 2:17–23). Por otra parte, afirma que la sabiduría “sobrepasa la necedad” (Eclesiastés 2:13), y que “no hay cosa mejor para un hombre… que su alma se alegre en su trabajo” (Eclesiastés 2:24). El autor parece no estar seguro si la búsqueda de sabiduría y al arduo trabajo tiene valor alguno para hacer la vida feliz y significativa.

El autor de Eclesiastés está en conflicto aun acerca de las bendiciones materiales que resultan de seguir las enseñanzas de la sabiduría. “Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos? Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia” (Eclesiastés 5:11–12).

La interpretación de Eclesiastés

Cuatro posibles interpretaciones de Eclesiastés.

Tradicionalmente ha sido extremadamente difícil interpretar y aplicar el libro de Eclesiastés. Michael Eaton ha estudiado varias interpretaciones distintas del libro (1983, 36–38), que incluyen las siguientes cuatro.


Interpretación espiritualizada

En primer lugar, los comentaristas judíos y los antiguos intérpretes cristianos usualmente optaron por la interpretación espiritualizada. Por ejemplo, el tárgum (una traducción parafraseada usada por los rabinos en la sinagoga) interpreta Eclesiastés 9:7 como una referencia a la recompensa de los justos por la caridad que dan a los pobres. El tárgum parafrasea el versículo de la siguiente manera:

  Salomón dijo por el espíritu de la profecía delante de Jehová: “El Señor del mundo dirá a los justos del mundo uno por uno, Anda y prueba con gozo el pan que se te ha dado a cuenta del pan que tú le has dado al pobre y al desafortunado que estaban hambrientos, y bebe con buen corazón tu vino, que está oculto para ti en el huerto del Edén, por el vino que tú has mezclado para el pobre y necesitado que estaban sedientos, porque tu buena obra ya ha sido agradable ante Jehová.”

Eclesiastés como un debate

Una segunda posible interpretación es entender el libro como un diálogo entre dos personas con puntos de vista opuestos. Conforme a esta interpretación, el libro toma la forma de debate entre dos sabios o entre un maestro y su pupilo. Michael V. Fox ve en Eclesiastés un desafío directo a la sabiduría convencional usando el estilo “Sí, pero” (Fox 1989, 19–28). Sin embargo, Fox no explica por qué un desafío como este sería incluido en el canon.


Propósito evangelístico

Una tercera sugerencia es que el pesimismo del Predicador tiene un propósito evangelístico. Cuando habla a personas que buscan los beneficios terrenales, el Predicador pregunta: “¿Cómo sería su vida si tuviera todo lo que el mundo ofrece?” El claro mensaje es la vanidad y falta de significado de las riquezas del mundo. En el siglo cuarto, Jerónimo escribió un comentario de Eclesiastés con el exclusivo propósito de convencer a una mujer romana rica que cambiara los placeres que el mundo ofrecía por la vida monástica. 

En una variación de este tema, el maestro de la Biblia Charles Swindoll (1985) ha sugerido que Eclesiastés es el diario de un hombre exitoso. Esto es, que el autor de Eclesiastés estaba en la posición de probar todas las buenas cosas de la vida, pero concluyó que todo era “vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1:14). El descubrimiento del autor no fue que estas cosas eran malas o no provenían de Dios o que no producían placer, sino que no daban verdadero significado a la vida.

Generalmente los cristianos conservadores interpretan Eclesiastés de manera evangelística. Por su exploración de la sabiduría humana y de lo que brinda placer en la vida y un sentido de propósito, el autor concluyó que nada en este mundo tenía significado frente a la eternidad. La muerte limita todas las búsquedas terrenales. Ralph Wardlaw mantiene que Eclesiastés señala a la Cruz en anticipación de lo que trasciende esta vida presente. Conforme a esta perspectiva, el autor no es un escéptico sino alguien que comienza desde el punto de vista del mundo para señalar hacia algo de mayor significado.


Las limitaciones del razonamiento humano

¿Con cuál interpretación de Eclesiastés está de acuerdo usted?

La cuarta idea es que el libro presenta las limitaciones del razonamiento humano. Por ejemplo, la Biblia de Estudio Scofield introduce el libro de Eclesiastés declarando:

  Eclesiastés es el libro del hombre “bajo el sol” que piensa acerca de la vida. La filosofía que presenta, que no reclama ser revelación, pero que la inspiración registró para nuestra instrucción, nos muestra la cosmovisón de uno de los hombres más sabios quien sabe que hay un Dios santo y que juzgará todas las cosas.

Según esta perspectiva, el valor del libro es que muestra que nuestro entendimiento es limitado, por lo que somos llamados a confiar y a obedecer a Dios por la fe, aun cuando parezca que no está obrando en nuestra vida. La frase bajo del sol se refiere a la perspectiva puramente humana de la verdad. Sin embargo, aunque el libro sí nos habla de los límites que pone la muerte en nuestro entendimiento, el autor, en vez de promover la fe ciega, continúa buscando el significado de la vida.

Una de las preguntas fundamentales que plantea Eclesiastés es: “¿Qué función tienen la experiencia y la observación del mundo a nuestro alrededor en la formación de nuestra fe?” Sin que importe como finalmente entendamos esta tensión interna en Eclesiastés, podemos concluir que la vida bendecida es mucho más que simplemente aplicar la tradición sapiencial como si fuera una fórmula mágica. También, mientras el Predicador explora la aparente contradicción entre la fe y la experiencia, es importante notar que no compromete su fe ni está dispuesto a no ser sincero acerca de lo que observa a su alrededor. Quizá el aspecto más desafiante de Eclesiastés es que el autor no está dispuesto a darnos claras y simples respuestas.


¿Pesimista o Predicador de gozo?

Analizar el principio de buscar el gozo en la vida aunque todo parezca ser vanidad.

J. Stafford Wright sugirió que la clave para entender Eclesiastés es observar la introducción y la conclusión (1946, 18–34). Eclesiastés comienza declarando que todo es vanidad. Concluye diciendo: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13). Además, hay varias afirmaciones que se repiten en varias partes del libro. Wright identifica dos de estas: Todo lo que se persigue en la vida es “vanidad”, y “No hay cosa mejor que el hombre coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo” (Eclesiastés 2:24; 3:12–13; 3:22; 5:18–19; 8:15; 9:7–9).

Si todo en la vida es vanidad, ¿por qué nos dice el Predicador que lo disfrutemos? Wright arguye que la búsqueda de las cosas del mundo no revela el plan escondido de Dios ni explica el significado de la vida. Ese misterio se encuentra en Dios. Sin embargo, son dones de Dios, y por tanto, deben ser disfrutados.

¿Cómo equilibra el Predicador la futilidad de la vida con el gozo en la vida?

R. N. Whybray señala que Eclesiastés no es un libro totalmente negativo. Al final del discurso en cuanto a la falta de significado de la vida hay siete exhortaciones a disfrutar la vida (Eclesiastés 2:24; 3:12; 3:22; 5:17; 8:15; 9:7–9; 11:7–12:1). Aun más, el llamado al gozo es más elaborado y exigente a medida que transcurre el libro (1982, 87–98). El primer llamado al gozo es un simple mandato: “No hay cosa mejor que el hombre coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo” (2:24). La expresión final y más elaborada pone en claro que, a pesar de que la vida está llena de vanidad, debemos gozarnos en las bendiciones de Dios:

  Suave ciertamente es la luz, y agradable a los ojos ver el sol; pero aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad. Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad (Eclesisastés 11:7–8, 10).

Aunque el Predicador está frustrado por su incapacidad de ver más allá de la muerte, la que limita los esfuerzos “bajo el sol”, la creación de Dios aún tiene mucho bueno que disfrutar.
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¿Que provecho tiene el ser humano de toda su labor con que se afana debajo del sol?

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




TODO ES VANIDADECLESIASTÉS - UN ESTUDIO DE TENER A DIOS PARA NO ESTAR VACÍO


¿Qué es lo correcto: la enseñanza contemporánea de que la vida siempre debe ser considerada una fuente de bendición y llena de significado o la enseñanza del autor de Eclesiastés que dice que todo es vanidad? Esta es una pregunta interesante que necesita ser respondida a la luz de todas las Escrituras.

El libro de Eclesiastés es único en su actitud hacia la vida. El autor ha intentado todo lo que las personas buscan en la esperanza de hallar satisfacción y felicidad. Sus experimentos lo han dejado vacío y frustrado. ¿Dónde puede hallarse el significado o la esperanza o la forma realista de obtener gozo en la vida? Todas estas preguntas son parte del estudio de este libro, pero las respuestas se extienden más allá de sus límites, aun a siglos más tarde en los cuales vivieron los autores del Nuevo Testamento.

Nuevamente, un autor de literatura sapiencial del Antiguo Testamento, prueba ser sincero, aunque limitado, en su búsqueda de respuestas acerca de la esencia de la vida de un ser humano. Sus elecciones en la vida, en cuanto a actitud y perspectiva, lo han vuelto cínico. Pero el alumno es invitado a estudiar el asunto más a profundidad, a la luz de toda la revelación de las Escrituras y el consejo de quienes conocieron a Jesús personalmente.

Propósito

De todos los libros sapienciales del Antiguo Testamento, Eclesiastés emprende la tarea más ambiciosa. Los autores de Proverbios tuvieron como propósito explorar y describir las maneras de encontrar y mantener conocimiento que asegurara la vida. El autor de Job provee un recurso para los que experimentan intenso sufrimiento. 

Tanto los autores de Proverbios como el de Job confían en 
(1) su relación con Dios (aunque Job es probado intensamente en esta área) y 
(2) la sabiduría humana y el entendimiento como medios de alcanzar el éxito en la vida (nuevamente, Job tiene esta perspectiva y, al final, es justificado).

¿Por qué fue escrito Eclesiastés?

Sin embargo, el escritor de Eclesiastés rechaza las ideas de que Dios pueda conocerse y que una persona puede confiar en la habilidad de la sabiduría humana para producir felicidad o sostener la vida. Él explora los límites de la sabiduría y la experiencia humana. Los tres autores están de acuerdo en que Dios domina todo lo que ocurre, pero para el autor de Eclesiastés, los caminos de Dios son misteriosos y escondidos.

Autor

El título Eclesiastés es el equivalente griego de la palabra hebrea Qoheleth. La palabra griega ekklesia y la palabra hebrea qahal significan “reunión” o “asamblea” y son las palabras que a veces traducimos como iglesia. Por lo que el título Eclesiastés literalmente significa “el que reúne” o “el que llama a la asamblea”. Jerónimo en el siglo cuarto y Martín Lutero en el siglo dieciséis simplemente tradujeron el título del libro como “el Predicador”.

¿Cuáles son las distintas perspectivas acerca del autor del Eclesiastés?

El autor de Eclesiastés no es identificado directamente. Conforme a la tradición rabínica, Salomón escribió el Cantar de los Cantares en su juventud, Proverbios en su mediana edad, y Eclesiastés en su vejez. Se nos dice que el Predicador es hijo de David (Ecl 1:1) y rey en Jerusalén (Ecl 1:12), pero no se nos indica cuál de los hijos de David. También sabemos que tenía más sabiduría (Ecl 1:16) y riqueza (Ecl 2:7, 9) que “todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.” Tal declaración es extraña proveniente de Salomón pues él fue sólo el tercer rey de Israel y el segundo en ocupar Jerusalén. Por otra parte, sería extraño que cualquier otro rey que sucediera a Salomón dijera que lo sobrepasaba en estas virtudes. Ciertamente las referencias a riquezas, edificios, sabiduría, y placer sexual señalan al reinado de Salomón y el autor parece, al menos, seguir el modelo de Salomón.

Es posible que el autor de Eclesiastés sea el rey Salomón, un rey de Israel que vino más tarde, o una combinación de autores cuyos escritos fueron recopilados más tarde y editados. Pero independientemente de quien haya sido el autor, la intención del Predicador es recordar al lector la sabiduría y la riqueza de Salomón.

Estructura

Los esfuerzos por identificar una estructura general en el libro de eclesiastés no han sido exitosas, aunque sí contiene un prólogo (Ecl 1:1–11) y un epílogo (Ecl 12:9–14). El prólogo establece el tono de Eclesiastés, presentando tres principios que son explorados en el libro:

    1.      En el fin, todo en la vida es vanidad y sin propósito.
    2.      Nada es nuevo bajo el sol.
    3.      Nada de lo que hagamos en la tierra perdurará o será recordado.

¿Es malo buscar entender los misterios de la vida? ¿Por qué sí o por qué no?

El epílogo pone en duda el esfuerzo de tratar de entender los misterios de la vida, y a causa de tal incertidumbre, llega a la conclusión de que nuestra mejor alternativa es “temer a Dios y seguir sus mandamientos.”

Kathleen Farmer ha sugerido que este libro puede ser aproximadamente dividido en dos secciones (1991, 151). 

Los capítulos 1–6 hacen la pregunta: “¿Qué hay bueno en la vida?” y luego intentan probar varias cosas que se piensa que traen contentamiento. 

Los capítulos 7–12 son más generales y examinan la pregunta del conocimiento humano. Farmer afirma que el mensaje de esta primera parte del libro es “El arduo trabajo y la sabiduría son buenos”, mientras que el de la segunda parte es “¿Quién puede conocer a Dios? ¡Nadie!” 

En la mitad del libro, se encuentra Eclesiastés 6:12 que sirve como transición entre las dos partes: “Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? 

Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?” Farmer señala que el patrón básico de Eclesiastés es un movimiento de los estudios específicos de lo que da significado a la vida a conclusiones más generales acerca de la vida.

La mayoría de los comentaristas contemporáneos han abandonado los esfuerzos de identificar un análisis detallado de la estructura del libro, y en lugar de esto han optado por un desarrollo de los temas presentes en el libro.

Contenido

¿Cuáles son los temas principales de Eclesiastés?

A pesar de que Eclesiastés no tiene una estructura específica, podemos identificar los elementos principales del estudio. 

La primera parte del libro considera todas las cosas que se piensa que traerán a la vida significado y alegría. El escritor explora las recompensas de la sabiduría (Ecl 1:12–18; Ecl 2:12–16), de la búsqueda de placer (Ecl 2:1–11), del arduo trabajo (Ecl 2:17–26), y de la riqueza (Ecl 5:8–6:11). 

El problema con estas búsquedas es que no producen el contentamiento y la satisfacción. No es que sean malas en sí mismas. Al contrario, el Predicador afirma que no podemos hacer nada mejor que disfrutarlas (Ecl 2:24; Ecl 5:18–19). Pero en sí mismas no dan sentido a la vida.

Un segundo tema tratado por el autor es el orden de la creación. Todo está en las manos de Dios. La vida está llena de los ritmos de la creación de Dios (Ecl 1:3–11), y todo tiene su tiempo y su hora (Ecl 3:1–17). 

A pesar de nuestras dudas acerca de su significado, la vida no es caótica ni sin propósito, pues Dios ordena todo lo que pasa. El problema es que desde nuestra perspectiva limitada muchas veces no podemos ver el plan de Dios ni entender sus propósitos. “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ecl 3:11). Puede que haya un tiempo para todo pero no siempre es posible para las personas discernir esos tiempos.

Luego, comenzando en el capítulo 7, el autor cambia su enfoque para considerar el valor de la sabiduría (Ecl 7:1–8:17). Muchas de las cosas que escribe parecerían completamente naturales en el libro de los Proverbios. 

Pero finalmente, aun la búsqueda de sabiduría está limitada porque no siempre produce resultados. “Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad” (Ecl 8:14).

La muerte es un cuarto tema en este libro. La muerte pone fin a la labor y a los propósitos de una persona. Todos mueren: el rico y el pobre, el sabio y el insensato, el bueno y el malo (Ecl 3:18–22; Ecl 9:1–12). Si la vida simplemente termina en la muerte, entonces es vana.

Ya hemos aludido a un quinto tema, el de hallar contentamiento en las actividades diarias. Puesto que el placer es temporal, los planes de Dios están escondidos, la sabiduría es limitada, y la muerte es el fin de todo, debemos disfrutar lo mejor que podamos lo que vemos y lo que se nos ha dado. Esto al menos es parte de la solución a la vanidad que el Predicador ve en la vida.


El Predicador concluye su estudio redirigiéndonos al Ilimitado: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecl 12:13–14).
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