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jueves, 19 de noviembre de 2015

Dios mío, en ti me he refugiado!¡Sálvame y líbrame de todos los que me persiguen! No sea que desgarre mi alma cual león, Que despedace, y no haya quien libre.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6







Estudiamos para enseñar en la Congregación
PLEGARIA PIDIENDO VINDICACIÓN
SALMO 7

    1      ¡Oh YHVH, Dios mío, en ti me he refugiado!
    ¡Sálvame y líbrame de todos los que me persiguen!
    2      No sea que desgarre mi alma cual león,
    Que despedace, y no haya quien libre.
    3      Oh, YHVH Dios mío, si he hecho esto:
    Si hubo iniquidad en mis manos,
    4      Si pagué con mal al que estaba en paz conmigo,
    (Antes, liberté al que sin causa era mi adversario),
    5      Que mi enemigo me persiga y me dé alcance,
    Que pisotee por tierra mi vida,
    Y ponga mi honra en el polvo.      Selah
    6      ¡Levántate, oh YHVH, en tu ira!
    ¡Álzate contra la furia de mis adversarios,
    Y despierta a favor mío en el juicio que convocaste!
    7      ¡Que te rodee la asamblea de naciones,
    Y presídela Tú desde las alturas!

    8      Oh YHVH, Tú que impartes justicia a los pueblos:
    ¡Júzgame YHVH, conforme a mi rectitud,
    Conforme a la integridad que hay en mí!
    9      ¡Acábese ahora la maldad de los malvados,
    Y sea el recto firmemente establecido!
    Porque el Dios justo examina el corazón y los riñones.
    10      Mi escudo está en ’Elohim,
    Que salva a los rectos de corazón.

    11      ’Elohim es Juez justo,
    Es un Dios que sentencia cada día.
    12      Si no se convierten, afilará su espada,
    Tensará su arco y apuntará.
    13      Preparará sus armas mortales,
    Y dispondrá sus flechas abrasadoras.
    14      He aquí el inicuo se preñó de iniquidad,
    Concibió perversidad y dio a luz la falsedad.
    15      Hizo un hoyo y lo ha ahondado,
    ¡Pero él mismo ha caído en el foso preparado!
    16      Su perversidad se revierte sobre su cabeza,
    Y su violencia desciende sobre su coronilla.
    17      ¡Alabaré a YHVH conforme a su justicia,
    Y cantaré salmos al nombre de YHVH ’Elyón.

«PLEGARIA PIDIENDO VINDICACIÓN»


En este salmo se incluye la plegaria intensa de una persona perseguida y acusada injustamente que suplica a Dios su vindicación. 

En su dolor, se confiesa inocente, y reclama la liberación de quienes le hieren y angustian. Comienza el poema con dos afirmaciones de confianza y seguridad: «Señor, Dios mío» (v. 1, 3). 

En la primera declaración se clama por liberación y apoyo; y en la segunda se declara su inocencia en la forma de juramento. Las dos afirmaciones se relacionan pues la liberación que se reclama se hará realidad únicamente si la persona que ora es inocente de lo que se le acusa falsa e injustamente. Utilizando un lenguaje figurado el salmista presenta su caso ante el Dios Altísimo (v. 17), pues reconoce que el Señor es su «escudo» (v. 10) y que salva a la gente inocente. Su liberación es motivo de cánticos y alabanzas (v. 17).

En los Salmos el tema de apreciar y afirmar la seguridad que proviene del Señor es recurrente e importante (Sal 11:1; 16:1; 25:20; 31:1; 46:1; 61:3; 62:7–8; 71:1, 7; 94:22; 141:8; 142:5). Las metáforas de «refugio» o «escudo» ponen en clara evidencia la esperanza fundamental de los adoradores en momentos de dificultad, particularmente en momentos de crisis personal, nacional e internacional. 

El verbo hebreo que transmite la idea de «refugio», generalmente se refiere a la protección relacionada con las inclemencias del tiempo o con la que se necesita ante las amenazas o ataques de los enemigos. Desde la perspectiva poética y simbólica, la imagen se asocia con las ideas de confianza y seguridad. La idea es proyectar al adorador un sentido de seguridad y paz en momentos de tensión y adversidad.

Este salmo generalmente se incluye en la categoría de los lamentos individuales, aunque la unidad literaria del poema es compleja. La oración pone de manifiesto los sentimientos más hondos de una persona que ha sido acusada de forma injusta. Posiblemente este salmo se utilizaba en el Templo en momentos de dificultad extrema, cuando la persona acusada se presentaba ante Dios para implorar justicia y para esperar el veredicto divino. Por su alusión a David en el título hebreo, algunos intérpretes han relacionado el poema con las oraciones reales que se hacían en momentos de crisis nacional.

La referencia a Cus, hijo de Benjamín, en el título hebreo es difícil de descifrar y comprender. Del personaje o del episodio aquí aludidos no se encuentran referencias claras en los relatos de David que se incluyen en la Biblia. Posiblemente el editor del salmo tenía acceso a información, episodios y leyendas de la vida del famoso monarca de Israel que no se preservaron en la literatura bíblica. 

En algunas ocasiones se ha relacionado a Cus con Saúl o con Simei hijo de Gera, enemigos de David, que provenían de la tribu de Benjamín (2 S 16:5–8). Y el término hebreo sigaión tradicionalmente se ha entendido y traducido como «lamentación».
La estructura del salmo puede describirse en cinco estrofas, que alternan invocaciones y alabanzas con una declaración de inocencia del salmista y una descripción de la gente malvada:

    •      Invocación al Señor (vv. 1–2)
    •      Declaración de inocencia del salmista (vv. 3–5)
    •      Invocación a Dios, juez de la humanidad (vv. 6–11)
    •      Descripción de la gente malvada (vv. 12–16)
    •      Alabanza al Señor (v. 17)

vv. 1–2: La primera afirmación del salmo es de seguridad y esperanza en el Señor. Ante la persecución, crisis e injusticia, el salmista reconoce que su salvación proviene de Dios. Su preocupación básica e inmediata es que sus enemigos le destruyan sin que haya quien le ayude y libre. La imagen del «alma desgarrada» como si fuera atacada por un león, pone en clara evidencia la naturaleza de la dificultad y revela la intensidad del problema; describe, en efecto, la violencia de los actos y las aseveraciones en su contra. 

El salmista se siente impotente ante las acusaciones a las que es sometido y demanda la intervención divina para superar el problema.

La expresión «en ti he confiado» puede ser una alusión al acto de allegarse al Templo e implorar la intervención divina; es una frase simbólica y poética que pone de manifiesto el fundamento de la seguridad del salmista. Y la referencia al león es parte del estilo literario de los salmos, que relaciona a los enemigos y las dificultades con animales salvajes y cazadores (Sal 9:15; 31:4; 35:7; 57:5), o con algún ejército que ataca (Sal 3:6; 27:3; 55:18). El salmo describe la hostilidad del enemigo como un acto de salvajismo, como una manifestación no humana ni racional de la adversidad. En los tiempos bíblicos, los antiguos israelitas conocían los leones persas y asiáticos, aunque con el tiempo desaparecieron en Palestina.

vv. 3–5: Esta sección del salmo incluye una clara profesión de inocencia. Fundamentado en esa seguridad, el salmista se allega a Dios y ofrece su plegaria. Le reconoce no como la divinidad lejana e impersonal, sino con intimidad y cercanía: «Señor, Dios mío». 

Con esta declaración no pretende indicar que está libre de toda culpa sino poner de manifiesto su integridad personal. Su propósito es indicar que sus actuaciones no justifican la severidad y complejidad de su condición y dolor. La violencia a la que es sometido no puede fundamentarse en sus actos, pues el salmista ha tratado de vivir de acuerdo a buenos principios éticos y morales. Como ejemplo de su afirmación de la moral, indica que inclusive liberó a un enemigo que le perseguía injustamente (v. 4).

Fundamentado en esa convicción de inocencia el salmista indica que si en verdad es culpable que le lleguen las calamidades identificadas en su oración: ¡Que el enemigo le alcance y pisotee, y que hiera su honra! Esta sección del salmo es como una especie de juramento, en el que, ante el guardián del compromiso (Dios), se afirma la inocencia o se aceptan las consecuencias de la culpabilidad. La oración es una especie de auto-maldición en la que se aceptan las calamidades identificadas si se descubre falta de integridad en la persona que ora.

En la antigüedad se pensaba que una persona culpable no se atrevería a orar y profesar su inocencia de esta manera, aunque debemos suponer que en el Israel bíblico había personas que no temían a «Dios ni a los hombres» (Lc 18:2). Este tipo de juramento en algunas ocasiones estaba acompañado de actos simbólicos que enfatizaban el compromiso y la seriedad de las afirmaciones (Dn 12:7). Es posible que en el contexto de este salmo se incluyera algún gesto físico, como el de lavar las manos (Sal 26:6; Is 1:15–16).

Las afirmaciones «si de algo soy culpable», «si hay en mis manos iniquidad» y «si he dado mal pago» no deben ser entendidas como declaraciones de perfección moral y ética de parte del salmista. Son, en efecto, expresiones de quien es acusado injustamente e intenta convencer a Dios y a la comunidad de su inocencia. Y las imprecaciones finales de la oración (v. 5) son la prueba que ofrece el salmista de su inocencia. Respecto a la palabra hebrea selah véase la introducción.

vv. 6–11: El juramento del salmista ahora se torna en invitación: Ante las injusticias de sus acusadores, reclama la manifestación de la ira divina. La oración se transforma en petición formal para que se establezca una corte que haga justicia al salmista. Y aunque el lenguaje utilizado es figurado y simbólico, el salmista pide a Dios la declaración de su inocencia y reclama el juicio divino contra sus acusadores. Esta oración no debe entenderse en el contexto del futuro escatológico, sino en el entorno real e inmediato del adorador que experimenta el dolor de la injusticia y necesita vindicación inmediata.

La oración que reclama la intervención divina comienza con varios imperativos: ¡Levántate, álzate y despierta! (el texto hebreo incluye uno adicional: «¡manda o declara el juicio!»). La fraseología revela la urgencia de la petición, el tono del clamor pone de manifiesto la intensidad de la plegaria. Se solicita la pronta intervención divina, pues mientras los enemigos continúen con sus injurias e injusticias contra el salmista se da la impresión que Dios está impotente, detenido, silente.

El lenguaje usado en la oración es militar y jurídico. «Levántate» (Num 10:35) y «despierta» (Jue 5:12) son gritos de guerra que incentivan el coraje y fomentan la lucha; y «álzate» es una expresión sinónima que genera la misma reacción de valentía y entusiasmo. En efecto, son frases que evocan las antiguas tradiciones que se asocian con el Arca del Pacto y la Guerra Santa (Sal 3:7; 9:19; 17:13; 44:26; 102:13; Is 33:10). 

El adorador reclama la intervención divina en términos militares. Posiblemente toda esta terminología bélica revela la naturaleza hostil de las acusaciones a las que estaba expuesto el salmista—p.ej., podía haber sido acusado de haber roto algún tratado—, aunque también todos estos términos pueden estar relacionados con la idea de Dios como guerrero.

La oración revela, además, un particular entorno jurídico y legal. Los pueblos se reunirán alrededor del Señor para ser juzgados en justicia y equidad. El salmista reconoce esa capacidad divina y acepta la intervención de Dios como juez, para que se reconozca que el adorador injustamente acusado ha actuado con integridad. ¡Su «escudo» está en el Dios que salva a la gente recta de corazón (v. 10), y prueba la mente y el corazón de las personas justas (v. 9)! 

El salmista no fundamenta su defensa en que es perfecto sino en que es íntegro. Además, reconoce que únicamente ante el tribunal divino es que las personas impías recibirán su merecido.

vv. 12–16: En el contexto de sus afirmaciones de intervención divina, el salmista le habla a sus adversarios y acusadores. Luego de declarar que su seguridad y escudo está en el Señor (v. 10), describe las actitudes y actividades infames de sus detractores: Afila la espada, prepara el arco y las armas de muerte, concibe maldad, iniquidad y engaño, y cava pozos traicioneros. ¡Presenta de forma gráfica la naturaleza de la crisis! 

El salmista pone en justa perspectiva su caso y revela la extensión del peligro al cual se expone. Afirma que si no hay un arrepentimiento de parte de sus enemigos estará expuesto a una serie de actos infames que se asemejan al estar expuesto a la violencia de un ejército.

El uso de la expresión «armas de muerte» pone en evidencia la urgencia de su petición, pues reacciona a los actos de maldad, engaño e iniquidad de sus enemigos. Sin embargo, reconoce que esas mismas actitudes de odios, injusticias y resentimientos propiciarán la destrucción de sus acusadores: ¡Caerán en los mismos pozos que cavaron! ¡La iniquidad que prepararon les llegará para destruirlos! ¡Su agravio caerá contra su propia coronilla!

Una de las imágenes que utiliza el salmista para describir las acciones injustas de sus adversarios es la del embarazo y parto. En el contexto original femenino, la mujer embarazada da a luz con dolores y amor. Las angustias relacionadas con el proceso de alumbramiento son superadas por el gozo de ver y disfrutar la vida del hijo o la hija. 

En este contexto la imagen se torna adversa e hiriente, pues lo que se concibe es maldad y lo que se produce es engaño. De esta manera chocante y adversa el salmista describe la naturaleza misma de la injusticia que vive. Solo un acto de arrepentimiento—que en hebreo se describe como un cambio radical de dirección evitará la agonía del salmista y la autodestrucción de sus enemigos.
v. 17: El poema finaliza como comenzó, con una alabanza al Señor y una clara declaración de esperanza. El salmista canta y alaba al Señor porque confía en su justicia. Y ante las falsas acusaciones de sus detractores, canta con seguridad al Dios Altísimo. 

De esta forma la estructura literaria del salmo crea como un paréntesis temático: Inicia con una afirmación de confianza y seguridad ante una serie de acusaciones injustas, y termina con una expresión de honra y alabanza a Dios por su justicia. Se hace justicia con esta nota final del poema a la teología del salmista: El Dios justo tiene la capacidad y el deseo de intervenir en medio de las realidades humanas para ayudar a personas inocentes a superar las acusaciones falsas e injustas.

La referencia al Dios «Altísimo» evoca la divinidad los tiempos pre-israelitas de la ciudad de Jerusalén. El hebreo elyon, generalmente traducido como «Altísimo», significa exaltado, elevado, alto, y se utiliza en el Salterio no solo en relación al nombre divino sino para referirse a Dios de forma independiente (Sal 9:2; 91:1). ¡Dios es mayor que los enemigos del salmista! Y cantar al nombre del Señor es reconocer esa capacidad extraordinaria de triunfo y victoria en la adversidad.

El Salmo 7 es una oración a Dios para ser liberado de los ataques injustos de los enemigos. Y con ese importante tema creyentes de muchas generaciones han encontrado apoyo y sostén en las crisis de la vida. Las imágenes de refugio y las afirmaciones de triunfo en la guerra le han brindado a la gente de fe las palabras de aliento requeridas en instantes de dificultad. 

Particularmente las personas que han sido acusadas y juzgadas de manera injusta descubren en esta oración un particular sentido de seguridad, pues reconocen que únicamente Dios les puede ayudar mantenerse incólumes en la dificultad y les puede apoyar para superar el problema.
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martes, 17 de noviembre de 2015

Cuán bienaventurado es el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni se detuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado!. Sino que en la Ley de YHVH está su delicia, Y en su Ley medita de día y de noche. todo lo que hace prosperará

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar en la Congregación
SALMO 1

    1      ¡Cuán bienaventurado es el varón que no anduvo en consejo de malos,
    Ni se detuvo en camino de pecadores,
    Ni en silla de escarnecedores se ha sentado!
    2      Sino que en la Ley de YHVH está su delicia,
    Y en su Ley medita de día y de noche.
    3      Será como árbol plantado junto a corrientes de agua,
    Que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita,
    Y todo lo que hace prosperará.
    4      No así los malos, que son como la paja que arrebata el viento.
    5      Por lo que no se erguirán los malos en el juicio,
    Ni los pecadores en la asamblea de los justos,
    6      Porque YHVH conoce el camino de los justos,
    Pero la senda de los malos conduce a la perdición.

LOS DOS CAMINOS


Dos actitudes ante la Palabra de Dios



Salmo 1: Los dos caminos
Parece que este salmo fue compuesto especialmente para ser la introducción a todo el libro de Salmos. 

Alguien ha dicho que “El Salmo 1 es a todo el Salterio lo que el texto es a un sermón”. 

En cambio, el Salmo 2 proporciona una introducción al primer libro de Salmos. Juntos, los primeros dos salmos forman el prólogo a las cinco colecciones de poemas.

El Salmo 1 nos recuerda a los proverbios por su tono sapiencial y didáctico
Como el proverbista, el salmista contrapone los dos caminos, el de los pecadores y el de los justos, y señala el resultado de cada uno: la felicidad para “el justo” (v. 1), y la perdición (“desastre”, DHH), para los malos (v. 6; véase Pr 2:12–14, 20–22). Sin embargo, la sabiduría que recomienda el salmista se arraiga en la Ley de Jehová (v. 2), y no en la sagacidad humana.

Los versículos 1–3 describen al hombre feliz que evita conformarse al mundo en tres aspectos: aceptando sus consejos, participando en sus costumbres y adoptando la peor de sus actitudes, la burla a Dios. 

La “ley de Jehová” contrapone el escarnio de los pecadores y es la respuesta a los consejos de ellos. El Salmo 1 recalca una gran verdad: en lo que piensa el hombre es lo que determina su manera de vivir. Por lo tanto, el justo, como Josué (Jos 1:8), medita y se deleita continuamente en la Ley (instrucción o enseñanza), algo que implica “adhesión gozosa y obediencia fundada en el amor.” Resulta que el justo es como el árbol que tiene sus raíces en la orilla de un arroyo y no está afectado por los períodos de sequedad ni deja de llevar fruto a su tiempo. “Todo lo que hace prosperará”. El Señor “cuida” su camino (v. 6, DHH).

Salmo 1:2 La ley de Jehová (instrucción o enseñanza). 
El vocablo “ley” (hebreo torah) está utilizado en el Antiguo Testamento con diferentes acepciones. 

Algunas son 
(1) El Pentateuco, o sea los primeros cinco libros de la Biblia, siendo los Diez Mandamientos su corazón; 
(2) Las Escrituras Sagradas del Antiguo Testamento y las normas que la tradición hebrea fue agregando a lo largo de los siglos; 
(3) Las ordenanzas y estatutos del Antiguo Testamento; 
(4) Instrucción, sabiduría, preceptos o enseñanza. El último uso se encuentra con más frecuencia en el Salterio y los libros sapienciales.


Salmo 1:1–3
Estos versículos destacan tres características de los justos: resisten al pecado, aman la Palabra de Dios, y producen los frutos de la fe.

Como los justos son guiados por la Palabra de Dios, su vida no está gobernada por los falsos valores del mundo incrédulo. En Romanos 12:2 Pablo nos amonesta diciendo: “No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”; el Salmo 1 supone la misma advertencia. Los cristianos no deben extraer sus valores y metas de las normas pecaminosas del mundo. Aquello que le dé forma a nuestra manera de pensar muy pronto también les dará forma a nuestras acciones.

Los tres verbos: “andar”, “estar”, y “sentarse”, son una advertencia para los cristianos contra el hecho de permitir que las influencias impías penetren gradualmente en su vida. No andes de acuerdo al consejo de los impíos, es decir, no comiences a aceptar sus valores. No estés en el camino de los pecadores, es decir, no andes con ellos y no te unas a sus acciones pecaminosas. No te sientes con los escarnecedores, es decir, no hagas causa común con ellos. No te unas a ellos en su estilo de vida impenitente ni en su atrevido desafío a Dios. No te conviertas en uno de ellos.

Cuando vemos que las actitudes impías prevalecen en el mundo que nos rodea: la avaricia y el materialismo, la inmoralidad sexual y la falta de respeto por la familia, la violencia y la guerra, comprendemos que debemos resistir estas influencias antes de que ganen terreno en nuestra vida. Si les permitimos entrar en nuestra vida, muy pronto echarán raíces en ella y quedarán firmemente plantadas allí. El siguiente paso será que pronto nos sentiremos cómodos con ideas y acciones que en otra ocasión nos hubieran horrorizado. Cuando esto ocurra, no seremos diferentes del resto del mundo.

Los cristianos no pueden esperar que sean capaces de resistir los valores del mundo incrédulo si le dedican una hora de la semana a la meditación de la Palabra de Dios y las otras 167 horas a proveer para las necesidades de su cuerpo y a gozar las distracciones del mundo. 

Si deseamos que nuestra vida sea formada por la Palabra de Dios, necesitamos más que la hora dominical de adoración; necesitamos estudios bíblicos regulares con compañeros cristianos; necesitamos reconocer la importancia de las devociones familiares regulares y del estudio bíblico personal; necesitamos cultivar el hábito de recordar y aplicar las verdades de la Palabra de Dios cuando nos enfrentemos con las tentaciones o cuando tengamos que asumir las decisiones de la vida diaria. Los hijos de Dios encontrarán gran gozo y satisfacción al estudiar su Palabra y al meditar en ella día y noche.

Con frecuencia usamos la palabra “ley” para referirnos a los mandamientos de Dios, en los que él nos dice lo que debemos hacer. Pero en este Salmo y en muchos otros pasajes de la Biblia la “ley de Jehová”, se refiere a toda la Palabra, tanto a la ley como al evangelio. “Ley” aquí, es la traducción de la palabra hebrea que significa “enseñanza” o “instrucción”. 

Los cristianos hallan su mayor gozo en el evangelio, que les habla del perdón divino de sus pecados; pero cuando son motivados por el nuevo espíritu de la fe que el Espíritu Santo ha creado en ellos, también se deleitan en la ley de Dios como está resumida en los Diez Mandamientos y en otros pasajes de las Escrituras. Los cristianos quieren obedecer los mandamientos y hacer las cosas que le agradan a Jesús, porque aman a su Salvador; se deleitan en toda la Palabra de Dios desde el comienzo hasta el fin

Cuando los creyentes son motivados por el evangelio y son guiados por la ley de Dios, producen los frutos de la fe, es decir, obras agradables a Dios. Las buenas obras que producen los cristianos en su vida, con frecuencia se llaman frutos, por las similitudes entre un cristiano y una rama de un árbol frutal. La rama de un árbol puede producir frutos sólo si permanece unida al tronco del árbol. 

El cristiano puede producir buenas obras sólo si permanece unido a Cristo por medio de la fe viva. Un árbol sólo puede producir frutos si está bien regado; el cristiano puede producir buenas obras sólo si su fe está bien “regada” con la Palabra de Dios. Un árbol es un organismo vivo que produce frutos según la naturaleza que Dios le dio. La naturaleza de un manzano saludable es producir manzanas, la naturaleza de la vid es producir uvas; la nueva naturaleza de un creyente en Cristo es producir obras como las de Cristo.

Aunque el versículo uno contiene una advertencia implícita contra los valores impíos, estrictamente hablando, este versículo es una promesa, no una advertencia. Los que guían su vida por la Palabra de Dios, de modo que eviten el camino del impío y produzcan frutos de fe, serán realmente bienaventurados. Ser bienaventurado significa gozar la vida feliz y gratificante que sólo viene de Dios. La verdadera felicidad es la paz que viene mediante el perdón de los pecados; la verdadera felicidad es recibir la libertad de vivir según la Palabra de Dios; la verdadera felicidad es gozar la gloria de vivir con Dios por toda la eternidad. Esta es la bienaventuranza que les espera a todos los que se deleitan en la Palabra de Dios.

Salmo 1:4–6
Esta sección es más breve que la descripción del justo, porque no se puede decir nada positivo de la forma de vida de los impíos; ellos: no le prestan atención a la Palabra de Dios, no producen frutos, no recibirán bendición. Para Dios, sus logros son tan despreciables como el tamo que el viento se lleva fácilmente cuando el granjero trilla el grano.

El Día del Juicio, Dios reunirá a todos los creyentes en el hogar celestial, como el granjero junta el buen grano en su granero, pero los impíos serán apartados de la presencia de Dios, como el tamo que arrebata el viento. Los impíos no pasarán el juicio de Dios, no se unirán a la asamblea de sus santos en el cielo. El Día del Juicio, el Señor anunciará que aprueba el camino de todos los que son sus hijos por la fe en Cristo, pero la rebelión de los impíos contra Dios llegará a su fin, y serán apartados de su presencia para siempre.

Existen sólo dos caminos por los que la gente puede ir: el camino de la obediencia a Dios, que lleva a la vida, y el camino de la rebelión, que conduce al infierno, no hay otra alternativa. Nada en la vida es más importante que estar seguro de que uno está viajando por el camino correcto.


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domingo, 15 de noviembre de 2015

Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, será degollada la víctima por el pecado, en presencia de YHVH. Es cosa santísima.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar en la congregación
El holocausto diario
Levítico 6:1-30
1      Habló YHVH a Moisés, diciendo:
2      Si una persona peca y comete prevaricación contra YHVH, ya sea engañando a su prójimo en cuanto a depósito o prenda confiada en su mano, o por hurto, o por extorsión a su prójimo,
3      o por hallar algo perdido y negarlo, y por cualquiera de estas cosas que puede hacer el hombre, jura falsamente pecando con ellas,
4      cuando haya así pecado y resulte ser culpable, devolverá lo que robó o defraudó, o el depósito que se le encomendó, o la cosa perdida que halló,
5      o todo aquello en lo que haya jurado falsamente. Lo devolverá pues por entero, el día de la ofrenda por su culpa, añadiendo a ello su quinto, que le dará a aquel a quien pertenece.
6      Y como ofrenda por su culpa ante YHVH, llevará del rebaño al sacerdote un carnero sin defecto, según tu estimación, como ofrenda por la culpa,
7      y el sacerdote hará expiación por él delante de YHVH, y le será perdonada cualquier cosa que haya hecho por la cual sea culpable.
8      Y habló YHVH a Moisés para decirle:
9      Ordena a Aarón y a sus hijos, y diles: Ésta es la ley del holocausto: El holocausto permanecerá ardiendo sobre el fuego, encima del Altar, toda la noche hasta la mañana, y el fuego del Altar ha de mantenerse ardiendo en él.
10      Luego el sacerdote se revestirá de su túnica de lino y vestirá sobre su carne los zaragüelles de lino. A continuación recogerá de sobre el Altar la ceniza del holocausto que el fuego habrá reducido, y la depositará al costado del Altar.
11      Después se quitará sus vestiduras, y revestido de otras vestiduras, sacará la ceniza fuera del campamento a un lugar puro.
12      En tanto, el fuego de sobre el Altar arderá en él sin extinguirse. El sacerdote quemará leños en él cada mañana, y acomodará encima el holocausto, dejando consumir en él las grosuras de las ofrendas de paz.
13      Un fuego continuo arderá sobre el Altar sin extinguirse.
14      La ley de la ofrenda vegetal será ésta: Los hijos de Aarón la deberán ofrecer ante YHVH, frente al Altar.
15      Se retirará de ella un puñado de flor de harina de la ofrenda vegetal, con su aceite y todo el incienso que está sobre la ofrenda vegetal, y lo dejará consumir sobre el Altar como su memorial en olor que apacigua a YHVH.
16      El resto lo comerán Aarón y sus hijos. Se comerá en forma de ázimos en lugar santo. En el atrio del Tabernáculo de Reunión la comerán.
17      No se horneará con levadura. Es su porción que les doy de mis sacrificios ígneos, cosa muy sagrada como ofrenda por el pecado y ofrenda por la culpa.
18      Todo varón entre los hijos de Aarón la podrá comer. Es estatuto perpetuo por vuestras generaciones respecto a los sacrificios ígneos a YHVH. Todo lo que toque en ellas quedará consagrado.
19      Y habló YHVH a Moisés, diciendo:
20      Esta será la ofrenda que Aarón y sus hijos presentarán a YHVH el día de su respectiva unción: la décima parte de un efa de flor de harina como ofrenda vegetal continua, la mitad por la mañana y la mitad por la tarde.
21      En sartén será desleída en aceite, y la llevarás bien frita, en pedazos, tal como la ofrenda vegetal cocida al horno, y la ofrecerás como olor que apacigua a YHVH.
22      Y el sacerdote que de entre sus hijos haya sido ungido para sucederlo, habrá de ofrecerla. Esto es un estatuto perpetuo de YHVH. Será quemada totalmente.
23      Así, toda ofrenda vegetal del sacerdote no se comerá sino que será enteramente quemada.
24      Y habló YHVH a Moisés, diciendo:
25      Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, será degollada la víctima por el pecado, en presencia de YHVH. Es cosa santísima.
26      El sacerdote que haga la ofrenda por el pecado la comerá. En lugar sagrado la comerá, dentro del atrio del Tabernáculo de Reunión.
27      Todo lo que toque en su carne quedará consagrado. Si la sangre salpica sobre una vestidura, lavarás lo que fue salpicado en un lugar santo.
28      La vasija de barro en que sea cocida será quebrada, y si se cuece en vasija de cobre, ésta será fregada y enjuagada con agua.
29      Todo varón de entre los sacerdotes podrá comer de ella. Es cosa santísima.
30      Pero no se comerá ninguna ofrenda por el pecado cuya sangre haya sido llevada al Tabernáculo de Reunión para hacer expiación en el Santuario. En el fuego será quemada.

Sacrificio por el pecado
LEVÍTICO 6
Levítico 6:1–7. La tercera situación que exigía una ofrenda por el pecado era bastante diferente de las dos primeras. Se describe nuevamente como pecado contra el Señor, pero aquí el pecado no era sólo el de robarle los bienes a otra persona, fuera por robo específico, o por extorsión, o por no devolver las propiedades que se le confiaron para que las cuidara, sino que cuando se le requirió respecto a estos asuntos juró que era completamente inocente. 
El juramento delante de Dios era un medio común de dirimir las disputas legales cuando faltaban otras evidencias, pero una persona tomaba el nombre de Jehová en vano al abusar de ese juramento.
En ese caso, la persona culpable, antes de presentar la ofrenda por la culpa, tenía que devolver lo que hubiera robado o tomado mediante extorsión, y además tenía que pagar el veinte por ciento de su valor a la persona a quien había pertenecido. Solamente después de que la propiedad había sido devuelta, el transgresor podía llevar al sacerdote su carnero sin defecto como una ofrenda por la culpa.
Como en todas las ofrendas, se le aseguraba al adorador que estaba perdonado.
El significado de la ofrenda por la culpaComo es el caso con todos los sacrificios de sangre, Cristo es el cumplimiento de la ofrenda por la culpa. Hablando sobre el Mesías que vendría, el profeta Isaías dice: “Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados [culpa]… Jehová cargó en él [la culpa] de todos nosotros… [puso] su vida en expiación por el pecado” (Isaías 53:5, 6, 10). 
El sacrificio de Cristo fue la perfecta ofrenda por la culpa por todos los pecados de todos los tiempos. En efecto, fue solamente por causa de la muerte de Cristo en la cruz que las ofrendas por la culpa del Antiguo Testamento tuvieron valor. Todas las personas a lo largo de la historia del mundo son culpables delante de Dios, pero Cristo tomó sobre él las culpas de todos y sufrió la ira de Dios en lugar de ellos. La relación con Dios, quebrantada por el pecado del hombre, ha sido restablecida por el sacrificio de Cristo, la perfecta ofrenda por la culpa.
Así como la ofrenda por el pecado nos enseñó algo respecto al pecado y sus efectos, también lo hace la ofrenda por la culpa. Si una persona devolvía lo que había robado, más el veinte por ciento, nos podemos preguntar por qué se le exigía llevar además una ofrenda por la culpa. La razón es que todo pecado es primera y principalmente un pecado contra Dios. 
Los pecados de asesinato y adulterio que cometió David fueron cometidos contra personas, pero él le dice al Señor: “Contra ti, contra ti solo he pecado; he hecho lo que es malo delante de tus ojos” (Salmo 51:4).
La restitución a la persona ofendida, que era un aspecto de la ley ceremonial, también es con seguridad un fruto de la fe que todos los que han sido perdonados van a querer hacer. Cuando Jesús fue a la casa de Zaqueo, Zaqueo anunció: “Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8).
Siempre es esencial la reconciliación con la persona ofendida. En el Sermón del Monte, Jesús les dijo a sus discípulos: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23, 24).
A una persona que no le hubiera dado al Señor lo que debía, se le exigía hacer restitución y añadir el veinte por ciento. No era que Dios necesitara su ofrenda, ni tampoco que presentarle una ofrenda al Señor compensara el pecado. Más bien era para entrenar y disciplinar al pecador. Una aplicación de esto bien se puede dar cuando un cristiano, debido a su carne pecaminosa, toma lo mejor para él y deja de llevarle sus ofrendas regulares al Señor. 
La amonestación fraternal también puede ser una oportunidad para animarlo a enmendar negligencias pasadas, no para expiar pecados pasados, ni para enriquecer la tesorería de la iglesia, sino más bien para entrenar y desarrollar a la persona, para ayudarle a ver que el apoyo a la iglesia es una expresión de amor y gratitud a su Señor, y debe ser siempre algo sagrado.
Cuando miramos los sacrificios de sangre, no podemos evitar la impresión que produce la magnitud de las ofrendas que Dios exigía de su pueblo y la severidad con que los trató cuando pecaron. Además notamos la gran misericordia que mostró al disponer las cosas para cubrir los pecados de ellos. ¡Que nosotros, los que estamos en la era del cumplimiento, nos esforcemos por dar generosamente ofrendas de acción de gracias al Dios de nuestra salvación!
Instrucciones a los sacerdotes
Si usted hubiera sido un laico en los tiempos del Antiguo Testamento, hubiera estado interesado en saber cuándo debía ofrecer una ofrenda por el pecado o una ofrenda por la culpa. Usted también hubiera querido saber qué clase de animales tenía que llevar para los diferentes sacrificios y qué se requería que usted hiciera cuando el animal se llevaba al sacrificio. Estos han sido los temas que se han tratado hasta este punto en Levítico.
Si, por otro lado, usted hubiera sido un sacerdote, entonces hubiera estado interesado en cómo sacrificar el animal que el adorador llevó exactamente de la manera que Dios mandó. Usted hubiera querido saber qué partes del animal se tenían que quemar y qué partes se podían comer. También hubiera estado interesado en saber qué partes del animal le pertenecían a usted para compartir con otros sacerdotes y con los miembros de la familia. Estos son los temas que se tratan en el resto del capítulo seis y todo el capítulo siete.
Cuando se compara el orden de los sacrificios que aparece en Levítico 1–5 con el orden que aparece en Levítico 6–7, se nota inmediatamente una diferencia. En estos últimos capítulos se mencionan primero los sacrificios diarios regulares, los holocaustos y las ofrendas de grano que los acompañan. Después de estas sigue la ofrenda por el pecado, que se exigía solamente en ciertas fiestas o después de que alguien había pecado. 
Luego se menciona la ofrenda por la culpa, que no se ofrecía de manera regular, sino que era necesaria después de ciertos pecados. Finalmente se menciona el sacrificio de paz, que generalmente era un sacrificio opcional. Por lo tanto, parece que en Levítico 6 y 7, los sacrificios están organizados en el orden de la frecuencia con que se ofrecían.
El tema principal de esta sección es el de comer la carne de los sacrificios, es decir, quién la podía comer y dónde se podía comer. La sección termina con un breve resumen de los principales temas tratados.
El holocausto ( Levítico 6:8–13 )
Levítico 6:8–13. El pensamiento principal de este párrafo es que nunca se debía apagar el fuego del altar del holocausto. 
¡El punto se menciona siete veces! Se hacía un holocausto cada mañana y cada tarde. En la mayor parte de la semana había otras ofrendas durante el curso del día, pero, después del holocausto de la tarde, no se debía ofrecer nada hasta el día siguiente. Sin vigilancia cuidadosa, el fuego se podía apagar, pero el sacerdote no podía permitir que eso ocurriera.
Se han dado diferentes explicaciones sobre el significado del fuego perpetuo en el altar del holocausto. Un comentarista sugiere que, como los primeros holocaustos en el Tabernáculo fueron encendidos con fuego del cielo, el sacerdote tenía que mantener el fuego encendido para que las ofrendas siempre fueran quemadas con fuego celestial. Otro comentarista sugiere que el fuego constante era una señal visible de la adoración ininterrumpida al Señor. 
Otro dice que el fuego perpetuo representaba la consagración continua del pueblo a su Dios. Puede haber algo de cierto en cada una de estas interpretaciones, pero cuando recordamos que el holocausto expresaba la relación del pacto, podemos ver un significado especial en el fuego perpetuo. 
Por ese fuego, los creyentes del Antiguo Testamento recordaban constantemente que estaban en un estado de gracia, que Dios les había perdonado todos sus pecados por causa del Mesías prometido. El escritor a los Hebreos dice: “Por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable. Por eso puede también salvar completamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:24, 25). Es muy consolador saber que Dios nos ve constantemente a la luz del sacrificio que hizo Cristo por nuestros pecados.
Podría parecer que la remoción de las cenizas del altar era una tarea particularmente baja, que podría haber hecho algún sirviente, pero siempre fue el sacerdote oficiante quien lo hizo. El sacerdote también tenía que estar ataviado con los vestidos apropiados, aun cuando sólo estaba quitando las cenizas. Aquí hay lecciones para nosotros. 
Los trabajos poco atractivos, tales como lavar los baños de la iglesia, barrer los pisos o llenar sobres, cuando se hacen para el Señor, nunca son triviales o degradantes. Cuando los sacerdotes realizaban una tarea como sacar las cenizas, era inaceptable la indiferencia y el comportamiento descuidado. Lo mismo es cierto hoy en día.
La ofrenda de grano ( Levítico 6:14–23 )
Levítico 6:14–18. Estas leyes complementan las que se dan en Levítico 2. Después de que se ofrecía la parte memorial de la ofrenda de grano, los sacerdotes podían comer el sobrante. Lo debían comer en el atrio del Tabernáculo de reunión, a diferencia de otras ofrendas, que podía consumir el sacerdote en su casa con la familia. Además, sólo lo podían comer los varones de la familia del sacerdote. Cualquiera que tocara esa ofrenda era “santificado”, es decir, una persona que no estuviera autorizada era, por lo tanto, objeto de castigo por la contaminación que resultaba por el contacto con cosas las consagradas completamente a Dios.
Levítico 6:19–23. El sumo sacerdote le debía presentar a Dios una ofrenda diaria de grano por él y por el sacerdocio. 
Cuando un laico llevaba una ofrenda de grano, se les permitía a los sacerdotes comer de ella, pero no se les permitía comer de los sacrificios que ofrecían a nombre de ellos. Por lo tanto, esas ofrendas se tenían que quemar completamente.Los sacerdotes no estaban por encima de la ley, ya que también se tenía que hacer sacrificios por ellos mismos. Eso nos recuerda que el servicio en la iglesia de Dios no exime a una persona de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
El libro de Hebreos, se refiere a los sacrificios diarios que presentaban los sacerdotes del Antiguo Testamento. Dice que el sacerdocio de Cristo es superior porque él no tiene que repetir su sacrificio. 
“No tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:27). Aunque no se requiere otro sacrificio por el pecado y aunque tenemos a nuestra disposición el perdón completo para nosotros, ciertamente necesitamos pedir el perdón cada día, porque cada día pecamos.

La ofrenda por el pecado ( Levítico 6:24–30 )
Levítico 6:24–30. Aquí se hace énfasis en el carácter santísimo de la ofrenda por el pecado. La contaminación accidental de las ropas con la sangre del sacrificio, exigía lavar el vestido en un lugar santo. Todo animal sacrificado le pertenecía a Dios; ni siquiera una gota de su sangre se podía llevar fuera del santuario en las ropas del adorador. 
La misma preocupación se mostraba para con las vasijas en las que se cocía la carne del sacrificio. Si la carne se cocía en una vasija de barro, se debía quebrar la vasija, porque la sangre y los jugos de la carne podían ser absorbidos por el material no vidrioso. Si la vasija era de bronce, tenía que ser fregada y lavada cuidadosamente para que ninguna partícula del sacrificio pudiera quedar en ella.
Cuando se hacía una ofrenda por el pecado, por parte del sacerdote o por parte de toda la congregación, la sangre se llevaba al Tabernáculo de reunión para hacer expiación en el lugar santo. Eso sucedía, por ejemplo, el Día de la Expiación. Cuando se presentaba esa ofrenda, la carne del animal sacrificial no se podía comer, sino que se tenía que quemar completamente fuera de la puerta.



La palabra que está traducida falta (15) proviene de una raíz que significa “actuar infiel o traidoramente”. El contexto para esta ofensa es el pacto. Debe recordarse que estas leyes no son provistas para los hombres en general. Fueron dadas al pueblo de Israel, compuesto por personas que se habían comprometido en un pacto con Dios, asumiendo ciertas responsabilidades. 

El Señor iba a ser su Dios y ellos serían su pueblo. Sin duda esta es la razón por la cual no hay provisión para las violaciones voluntarias y deliberadas del pacto—“pecando con soberbia”. Tal pecado colocaría al violador fuera del mismo convenio que define estas leyes. Nótense los términos: Cuando alguna persona cometiere falta y pecare por yerro.

Hay dos casos citados solicitando la ofrenda por la culpa. Una era la retención involuntaria de las cosas santas de Jehová. Esto se refiere a diezmos, ofrendas, primeros frutos y cosas semejantes. Pertenecían a Dios y eran dadas al sacerdote. El que la presentaba debía traer la ofrenda, un carnero sin defecto de los rebaños, valor incomparable a la pérdida sufrida por los sacerdotes. El significado del original no es enteramente claro en lo concerniente a las palabras: conforme a tu estimación en siclos de plata. 

Parece indicar que un valor monetario debía ser colocado sobre la ofrenda para poder calcular el monto de la quinta parte (16, un quinto del valor) que debía ser pagado en restitución como una multa. El siclo del santuario (15) es identificado en Exodo 30:13 como una cantidad basada en la medida fenicia más bien que en la babilónica, que era de menor valor. Aquí es obvia la base moral de la legislación levítica. Micklem dice:

  Levítico está interesado en el ritual de la ofrenda por el pecado; pero allí no hay ninguna idea supersticiosa de que la ofrenda de por sí es útil para quitar el mal, lo que queda bien aclarado por la demanda de arrepentimiento. Nada sugiere de que aparte de éste haya expiación. Si suscitamos la objeción teológica de que Dios exige sólo el arrepentimiento para conceder el perdón, pasamos por alto el requisito de la restitución hasta donde sea posible. El verdadero penitente no sólo dice: “Lo siento mucho”, sino también: “¿Qué puedo hacer para arreglarlo?”

La segunda clase de ofrenda por la culpa implica actos prohibidos en la ley del pacto que demandan restitución, pero que son desconocidos para el ofensor (17–19). Puesto que nadie sabía cuál había sido la pérdida o si la había habido, la persona traía la ofrenda por la culpa sin añadir compensación. Nótese el deseo de evitar la más ligera ofensa. Cuando se mira a la luz del pacto y su benévola redención, tal sacrificio se considera como un anhelo natural de la conciencia tierna de expresar positivamente su gratitud y dependencia. Adviértase la actitud de Job en el libro que lleva su nombre, 1:5. El ideal es ser hallado sin culpa.

El final de esta sección ( Levítico 6:1–7 ), trata con el perjuicio causado al prójimo en asuntos de propiedad. Conciernen al dolo con respecto a un depósito que fue dejado por causa de seguridad por un prójimo, hurto, ganancia injusta por opresión (2) o que habiendo hallado lo perdido (3) que pertenece a otro se apropiara de ello. Los mencionados son los más cercanos a pecados conscientes y voluntarios de esta sección ( Levítico 5:14–6:7 ). 

Estos son asuntos que generalmente no se conocerían sin la revelación del ofensor. Si se hubieran descubierto, tales acciones habrían sido castigadas. Véase Exodo 22:7–13 donde se hallan los procedimientos legales al respecto. El contexto nos muestra la inseparable relación que hay aquí entre la religión y la ética en Israel. El pecar contra otro dentro del pacto era pecar también contra el Dios del pacto. De esa manera, la relación con el prójimo afectaba estrechamente la comunión con Dios. El Señor es el Garantizador de la propiedad ajena. Pecar contra el prójimo es pecar contra Dios.

La palabra encomendado (2) parece indicar un traspaso de bienes materiales por medio del cual algo ha sido puesto en manos de otro. La LXX lo traduce koinonia. Probablemente se refiera a transacciones comerciales. En cuanto a las palabras conforme a tu estimación (6) véase comentario sobre 5:15.

En casos de daño a la propiedad, la restitución no era suficiente. Como una expiación requería la ofrenda por la culpa, debía añadir al capital la quinta parte (5) del valor de la propiedad implicada y restaurarlo al propietario. Solamente entonces la ofrenda por la culpa era eficaz para expiar la transgresión.


        INSTRUCCIONES PARA LOS SACERDOTES, Levítico 6:8–7:38

       Ley del holocausto ( Levítico 6:8–13 )
La sección introductora de Levítico (1:1–6:7) está dirigida al pueblo de Israel (1:2) y es la palabra de Dios para ellos en cuanto a los sacrificios que El requería. Ahora, el Señor se dirige a los sacerdotes, Aarón y sus hijos (9), que eran quienes debían realizar estos ritos. Estas instrucciones nos ayudan a comprender mejor el sistema de sacrificios de Levítico y su significado.

Primeramente, se nos informa que el fuego debía arder continuamente sobre el altar (9–13). Exodo 29:38–39 nos revela que mañana y tarde se presentaría una ofrenda quemada. La grasa del sacrificio de la tarde era empleada para mantener el fuego en el altar durante la noche. Una llama ardiendo perpetuamente ante la deidad no es única en la religión bíblica. 

Era la expresión de la intuición humana de que la adoración y la alabanza perenne debían ascender del hombre a Dios. Si así sienten los que poco saben de la gracia divina, ¡cuánto más el corazón del creyente cristiano debería estar lleno de oración incesante y alabanza perpetua! En lo concerniente al fuego dice Micklem:

  Señala a los cristianos el sacerdocio eterno del Señor Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote “que vive para interceder” por nosotros (He. 7:25), que “es sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (He. 5:6). El ofrece su eterna obediencia al Padre, un sacrificio aceptable, a favor de todos; El es el sacerdote, y su obediencia es el cordero, su obediencia y su amor perfecto hacia Dios: éstos, los ofrece a favor de todos los hombres, porque “no se avergüenza de llamarlos hermanos” (He. 2:11).

El sacerdote recibía instrucciones en cuanto a cómo vestirse para sacar las cenizas todas las mañanas (11). Las vestimentas sacerdotales regulares no se debían llevar para esa tarea. Muchos se sorprendieron al notar cuánto espacio bíblico se le dedica a la ropa. 

Esto es verdad especialmente en lo que concierne a los sacerdotes. Transmite la idea de la importancia que tiene cómo se presenta la persona delante de Dios. Esto está extensivamente desarrollado en el Nuevo Testamento y en la himnología cristiana. Jesús habló de la necesidad de “el vestido de boda” (Mt. 22:11–14). En Apocalipsis se nos aconseja comprar “vestiduras blancas” (3:18) y conservar las “ropas” (16:15). 

También se nos habla de la esposa del Cordero, vestida “de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (19:8). No obstante, en lo que concierne a Levítico, es la vestidura del mediador que se yergue entre Dios en su santidad y el hombre en su adoración.

   Ley de la ofrenda de alimento  (Levítico 6:14–23 )
El sacerdote debía tomar un puñado (15) de esta ofrenda, con su aceite e incienso y ofrecerlo por memorial. El sobrante (16) de ella debía ser comido sin levadura (17), en el atrio en la tienda por el sumo sacerdote y sus hijos. 

La expresión es cosa santísima (17) está empleada en las tres ofrendas de las que participaban Aarón y sus hijos: la ofrenda de comida, la ofrenda por el pecado y la de expiación. También se usaba para cualquier cosa “consagrada” que no podía ser vendida ni rescatada (27:28).
Esto está explicado con más amplitud en la conclusión: Toda cosa que tocare en ellas será santificada (18). 

No es claro el significado exacto de esta declaración. Algunos opinan que es decir simplemente que cualquiera que toca las cosas santas, se santifica a sí mismo (Is. 52:11). Otros creen que debe referirse a que todo lo que toca el altar es santo y no puede volver a la vida secular. 

La referencia de Jesús al poder del altar de santificar el don (Mt. 23:19) indica que uno y otro de estos últimos puntos de vista son verdaderos. Números 16:38 dice en lo concerniente a los incensarios de Datán y Abiram: “Por cuanto ofrecieron con ellos delante de Jehová, son santificados.” No es cosa baladí que los hombres se presenten delante de Jehová. El toma al hombre en serio y subsecuentemente reclama como suyo lo que le ha sido dado. Tal consagración está ampliamente ilustrada en el Antiguo Testamento.

La ofrenda especial de comida de Aarón y sus hijos (20, es decir “el sumo sacerdote”) está descrita en 19–23. Toda esta sección consiste en instrucciones para los sacerdotes. Esta ofrenda tenía que ser presentada por el sumo sacerdote el día que fueren ungidos como tal. 

La palabra perpetua indica que las subsecuentes ofrendas tenían que presentarse todas las mañanas, y al anochecer mediante el sumo sacerdote. La ofrenda era por él mismo y por todos los sacerdotes. Toda ella sería quemada (22). Los sacerdotes participaban de las cosas más santas ofrecidas por otros; pero no podían compartir de lo que fuera ofrendado por y para ellos mismos (23).

    Ley de la ofrenda por el pecado ( Levítico 6:24–30)
La ofrenda por el pecado era también cosa santísima (25). Debía ser comida por los sacerdotes en el atrio del tabernáculo de reunión (26). Nada impuro debía tocarla. Cualquier cosa que tuviera contacto con ella era santa y debía ser dedicada a Dios. Si la vestimenta era salpicada con la sangre de la ofrenda para el pecado debía ser lavada en lugar santo (27). 

Y si la vasija (28) en que era preparada la carne para los sacerdotes fuera de barro, debía ser quebrada, y si fuera de bronce, fregada y lavada con agua. Todo lo que hubiera tocado debería ser limpio y quitado del uso común. El verso 30 lo aclara de la siguiente manera: “Mas no se comerá ninguna ofrenda de cuya sangre se metiere en el tabernáculo de reunión para hacer expiación en el santuario; al fuego será quemada.” Una nota al pie explica: “Su sangre será rociada sobre el propiciatorio que está en el Lugar Santísimo; por lo tanto, aun la carne es demasiado sagrada para ser alimento humano” (Berk.).

Moisés recalca la santidad de la ofrenda por el pecado en 10:17, diciendo que les había sido dada a los sacerdotes para llevar la iniquidad de la congregación con el fin de que fueran reconciliados delante de Jehová. Todo este ritual es presentado para hacer hincapié sobre la importancia de distinguir entre lo santo y lo inmundo. Siempre trae resultados desastrosos la incapacidad o rechazo de hacer estas diferencias (cf., c. 10).

Hay muchos escritores que relacionan inmediatamente el concepto de “santo” que encontramos aquí con el mismo de los círculos religiosos paganos. La comparación que hace Micklem es provechosa.

  Los comentaristas están propensos a hablar de esta santidad como un mero tabú, pero el término ha sido mal interpretado. Un objeto tabú (el término ha sido tomado de las religiones primitivas de la Polinesia) es peligroso por su propio derecho, como la habitación misteriosa de un poder sobrenatural. Eso no es lo mismo que la idea de que un objeto es sacrosanto porque ha sido puesto en relación con el Dios viviente. Bien podemos creer que había mucha superstición en Israel; pero este concepto de santidad no lo es. 

Para tomar un ejemplo relativamente inadecuado desde la situación contemporánea, un hombre moderno no considera las lápidas sepulcrales “sagradas a la memoria” de los antepasados, como si tuvieran poderes sobrenaturales; pero las trata con reverencia, no como si fueran cualquier piedra, por el uso al cual han sido dedicadas. De la misma manera, pero, más vivido de lo que nosotros podemos suponer era el sentido de la santidad de las cosas vinculadas con los sacrificios en Israel.

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