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martes, 26 de junio de 2012

Libro de cheques del banco de la fe


LA CHEQUERA DE SPURGEON
 

Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 6 MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Guerra Espiritual 
 Información 
Una promesa de Dios puede compararse a un cheque pagadero a la orden del portador. Esta promesa ha sido otorgada al creyente con el propósito de que reciba una gracia, no para que la lea superficialmente y después prescinda de ella. 

El cristiano ha de considerarla como algo real, del mismo modo que lo es un cheque para el comerciante. El cristiano debe tomarla en sus manos, poner al pie de ella su firma, aceptándola personalmente como verdadera. Por fe la acepta y se la apropia, declarando así que Dios es verdad y que también lo es por lo que atañe a esta su promesa. 

En consecuencia, se cree en posesión de la bendición que le ha sido prometida, y por anticipado entrega el recibo firmado en su nombre acreditando haber recibido dicha bendición. Hecho esto, presenta a Dios esta promesa, de la misma manera que se presenta un cheque al cajero del banco, y ora en la seguridad de que tendrá cabal cumplimiento. A fecha fija recibirá la gracia prometida. Si la fecha de pago no hubiese llegado todavía, espera pacientemente hasta que llegue; entre tanto, debe considerar la promesa como si fuera dinero, ya que cuenta con la certidumbre de que el Banco le pagará a su debido tiempo.

Personas hay que olvidan estampar su firma de fe en el cheque, de suerte que nada reciben; otros lo firman, pero no lo presentan, y tampoco reciben. La culpa no es de la promesa, sino de quienes no saben utilizarla de un modo práctico y sensato.
 Dios no ha empeñado su palabra para des-pués no cumplirla, ni alienta una esperanza para dejarla fallida.
He preparado este librito con el fin de ayudar a mis hermanos a creer en su fidelidad. La contemplación de estas promesas es un acicate que estimula la fe; cuanto más estudiemos y meditemos en las palabras de gracia, mayor y más abundante será la gracia que obtendremos de las palabras. A las afirmaciones alentado-ras de la Sagrada Escritura he añadido mi testimonio personal, fruto de la prueba y de la experiencia. Creo firmemente en to-das las promesas hechas por Dios; pero muchas de ellas las he experimentado por mí mismo, y reconozco que son verdaderas porque han tenido en mí perfecto cumplimiento. Estoy cierto de que esto servirá de aliento para los jóvenes y consolará a los más ancianos. La experiencia de uno puede ser de gran utilidad para los otros. Por eso, en otro tiempo escribió un siervo de Dios: «Busqué al Señor y me oyó». Y en otro lugar: «Este pobre clamó al Señor, y Él le oyó».
Comencé a escribir estas meditaciones co-tidianas en una época de mi vida en que me creía lanzado contra la escollera de la controversia. Desde entonces me vi sumer-gido «en las aguas que no se podían pasar sino a nado», y si no fuera por el brazo de Dios que me sostuvo, habrían sido para mí las aguas donde nadie puede nadar. Fui herido y quebrantado por muchos azotes: violentos dolores físicos, decaimiento de espíritu, y la pérdida del ser más querido de mi vida. Ola tras ola, pasaron sobre mí las aguas de la tribulación. No refiero estas cosas para atraerme la simpatía de los demás, sino para de-mostrar que no soy marino en la tierra. He atravesado estos océanos que no son precisamente océanos pacíficos. Conozco el rugido de las olas y la violencia de los vientos, y jamás han sido para mí tan preciosas las promesas de Dios como en la hora presente. Algunas de ellas no las he comprendido hasta ahora;no había llegado aún para mí la época de su madurez, porque no estaba yo maduro para comprender su significado.
¡La Biblia me parece ahora mucho más admirable que antes! Obedeciendo al Señor, y llevando su oprobio
fuera del campo, no he recibido nuevas promesas; sin embargo, para mí el resultado ha sido el mismo, porque estas promesas me han proporcionado riquísimos tesoros. Las palabras de Jehová dirigidas a su siervo Jeremías han sido muy gratas a mis oídos. Su misión fue hablar a quienes no querían oír, o que oyendo no querían creer. Decidido a permanecer en el camino del Señor, su mayor deseo hubiera sido apartar a su pueblo de la senda del error. Las palabras alentadoras que encontró en el libro de Dios impidieron que desfalleciera su ánimo cuando, aban-donado a sus propias fuerzas, habría sucumbido. Con estas palabras y con otras muchísimas promesas he procurado enrique-cer las páginas de mi libro.
¡Ojalá pudiera yo consolar a muchos servi-dores de mi maestro! He procurado escribir lo que siente mi propio corazón con el fin de fortalecer su corazón. En medio de sus pruebas quisiera decirles: hermanos, Dios es bueno y miseri-cordioso; no os abandonará, Él os sacará ilesos de todo. Para todas vuestras necesidades presentes tiene una promesa, y si sabéis usar de ella para presentarla ante el trono de la gracia por medio de Jesucristo, veréis cómo se extiende la mano del Señor para protegeros y ayudaros. Podrán fallar todas las demás cosas, empero la Palabra de Dios nunca fallará. Para mí ha sido tan fiel en innumerables circunstancias de mi vida, que yo no puedo por menos que exclamar: ¡Confiad en Él! El no hacerlo así sería una ingratitud para mi Dios y una falta de caridad para con nosotros


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martes, 14 de diciembre de 2010

Colección de Sermones Sobre La Navidad: Charles S. Spurgeon 


Colección de Sermones Sobre La Navidad: Charles S. Spurgeon 
 Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 2MB | 98 PÁGINAS | Idioma:Spanish | Categoría: Sermones
 Información 
El año de 1865 puede describirse como un año de comienzo y de consolidación en la vida y el ministerio de C. H. Spurgeon. En Enero de este año inició una revista mensual a la que puso por nombre La Espada y La Paleta (Cuchara de Albañil), que continúa editándose hasta el día de hoy. Habiendo sido co-editor de La Revista Bautista, Spurgeon tenía ya la suficiente experiencia para editar su propia revista como "un Registro del Combate en Contra del Pecado y de Trabajo para el Señor." La revista incluía la publicación de sermones, de artículos y de reseñas de libros. También mantenía informados a sus lectores acerca de las demás obras del ministerio de Spurgeon, tales como el Tabernáculo, el Orfanatorio, y el Colegio.

El Colegio del Pastor estaba ahora muy bien consolidado. Yendo de un lugar a otro durante el verano de 1865, Spurgeon recibió mucho aliento por el interés que despertaba el Colegio. Contaba ya con más de mil patrocinadores. El entonces editor de Mundo Cristiano había logrado recoger 160 libras esterlinas de los lectores de su periódico para la obra del Colegio. Spurgeon le regaló una copia de los primero diez volúmenes de sus sermones impresos.

La clase de Biblia para jovencitas que tenía lugar los domingos por la tarde también se había consolidado. Había comenzado en el año de 1859 con tres miembros, y ahora, en el año de 1865 contaba ya con más de 700 miembros. Las conversiones eran frecuentes y quienes se convertían procedían de todos los estratos sociales.

Durante este año, dos asesinos infames fueron presentados ante los tribunales de justicia en Inglaterra. El doctor Pritchard envenenó a su esposa y a su suegra, y Constance Kent asesinó a su hermanito de cuatro años de edad. C. H. Spurgeon predicó un poderoso sermón acerca de estos juicios (Sermón No. 641 del volumen de 1865).

Otros notables sermones predicados este año son: No. 607, "La Verdadera Unidad Promovida," que tiene mucha vigencia en nuestros días de ecumenismo espúreo. No. 653, "Un Discurso para una Época de Avivamiento," otra necesidad perentoria para las iglesias de este siglo, tan poco espirituales. 


En el mes de Mayo de este año, y después de once años de servicio en Londres, Spurgeon tuvo que informarle a su congregación que abandonaría Inglaterra para cambiar de escenario, con el objeto de tener un período de descanso y de recuperación. Estaba exhausto por todo el trabajo que asumía. Hizo una gira por el continente europeo durante la cual no predicó.

Después de estar ausente durante ocho semanas, Spurgeon retomó su responsabilidad en el Tabernáculo Metropolitano y participó en las reuniones de la Unión Bautista en Bradford y en la reorganización de la Asociación Bautista de Londres. Las reuniones tuvieron lugar en el propio Tabernáculo Metropolitano.
  • INDICE 

  1. La Encarnación y el Nacimiento de Cristo 
  2. Vete a Casa: Un Sermón de Navidad 
  3. El Primer Villancico de Navidad 
  4. Una Pregunta de Navidad 
  5. Los Dos Advenimientos de Cristo 
  6. “Dios con Nosotros” 
  7. El Gozo Nacido en Belén 
  8. Jesús, el Rey de la Verdad 
  9. El Verdadero Evangelio No Es Un Evangelio Encubierto 
Esta es la estación del año cuando, querámoslo o no, estamos obligados a pensar en el nacimiento de Cristo. Considero que es una de las cosas más absurdas bajo el cielo pensar que hay religión cuando se  guarda  el día de Navidad. No  hay  ninguna probabilidad  que nuestro  Salvador  Jesucristo  haya nacido  en  ese día, y  su observancia  es puramente de origen papal;  sin duda quienes  son  católicos tienen el derecho de reverenciarlo, pero no puedo entender cómo  los protestantes consistentes pueden considerarlo de alguna manera sagrado. Sin embargo, yo desearía que hubiese diez o doce días de Navidad al año; porque hay suficiente trabajo en el mundo y un poco más de descanso no le haría daño a la gente que trabaja. 

El día de Navidad  es  realmente una bendición para nosotros; particularmente porque nos  congrega alrededor de  la chimenea de nuestra casa y nos reunimos una vez más con nuestros amigos. 

Sin embargo, aunque no seguimos los pasos de otras personas, no veo ningún daño en que pensemos en la encarnación y el nacimiento del Señor Jesús. No queremos ser clasificados con aquellos que: 

“Ponen más cuidado en guardar el día de fiesta 
De manera incorrecta, 
Que el cuidado que otros ponen 
Para guardarlo de manera correcta.” 

Los antiguos puritanos hacían ostentación de trabajo el día de Navidad, sólo para mostrar que protestaban contra  la observancia de ese día. Pero nosotros creemos que protestaban  tan radicalmente, que deseamos, como descendientes suyos, aprovechar el bien accidentalmente conferido por ese día, y dejar que los supersticiosos sigan con sus supersticiones. 

Procedo de  inmediato al punto que  tengo que comentarles. Vemos, en primer  lugar, quién  fue el que envió a Cristo. Dios el Padre habla aquí, y dice: “de ti me saldrá el que será Señor en Israel.” En segundo  lugar, ¿dónde vino  al momento de Su  encarnación? En  tercer  lugar, ¿para  qué vino? “Para  ser Señor en Israel.” En cuarto lugar, ¿había venido ya antes? Sí, ya lo había hecho antes. “Sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.” 

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