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viernes, 3 de junio de 2011

Gracia Para Todo Momento: Reflexiones Espirituales para Cada Día


 
Gracia Para Todo Momento: Reflexiones Espirituales para Cada Día
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 3MB | Idioma: Spanish | Categoría: Ejercicio Espiritual
Información 
Entonces Dios dijo: 
«Hagamos a los seres humanos a
nuestra imagen, a nuestra semejanza».
Génesis    1.26  
Ahora, imagina la creatividad de Dios. De todo lo que nosotros no sabemos acerca de la creación, hay una cosa que nosotros sí sabemos: Él lo hizo con una sonrisa.
Él debe haber tenido una especie de estallido creativo. Pintar las rayas en la cebra, colgar las estrellas en el cielo, poner el oro en la caída del sol. ¡Qué creatividad!
Estirar el cuello de la jirafa, poner la trepidación en las alas del pájaro burlón, poner la risa en la hiena.
Qué tiempo tuvo Él. Como un carpintero silbador en su taller, amó cada parte de esto. Se puso a sí mismo en el trabajo. Tan intensa fue su creatividad que se tomó un día libre al final de la semana solo para descansar.
Y luego, como final de un brillante acto, hizo al hombre. Con su típica sagacidad creativa comenzó con un montón de polvo sin ninguna utilidad, y terminó con una invalorable especie llamada «ser humano». Un ser humano que tuvo el único honor de usar el sello «a su imagen».

Dios el Se ñ o r hizo túnicas de pieles de animales, y con ellas vistió al hombre y a su mujer.
Génesis    3.21
Esta frase muy sencilla nos sugiere tres escenas poderosas.
Escena 1: Dios mata un animal. Por primera vez en la historia de la tierra, el suelo se mancha de sangre. Sangre inocente. El animal no cometió pecado. La criatura no merecía morir. Adán y Eva sí lo merecían. La pareja merecía morir, pero vivió. El animal merecía vivir, pero murió. En la primera escena se derrama sangre inocente.
Escena 2: Se hace ropa. El diseñador de las estrellas ahora se convierte en sastre.
Y en la  
Escena 3: Dios los viste.
Adán y Eva ya van de camino a la salida del Edén. Se les dijo que se fueran, pero ahora Dios les dice que se detengan un momento. «Con esas hojas de higuera», les dice sacudiendo la cabeza, «no van a conseguir nada». Y les hace algo de ropa. Pero no les tira la ropa a los pies y les dice que se vistan. Él mismo lo hace. «Estate quieto, Adán, a ver cómo te queda». Igual que lo haría una madre con su hijo. Como haría un padre con un niño de preescolar, subiéndole la cremallera. Como hizo un médico, cubriendo con su bata a una chica asustada. Dios los cubre.
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