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jueves, 5 de enero de 2012

¿Qué es el hombre?: ¿Es posible el hombre nuevo?


biblias y miles de comentarios
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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Distintas ciencias han tratado de encontrar una definición precisa para describir al hombre. La más clásica es la del sistema sociológico de Linneo: homo sapiens, es decir, “el hombre que saborea, paladea, prueba las cosas”. No se trata tanto del hombre “sabio” sino del que tiene la facultad de “paladear” lo que le agrada o lo que le disgusta. (En la psicología moderna, Jaspers utiliza esta misma definición). Darwin denominó al hombre homo faber, es decir, aquél que con su técnica transforma la naturaleza. Para Freud el hombre era el homo psychologicus o el homo libidinosus. Para Carlos Marx, el homo economicus. Finalmente, para Tomás de Aquino se trata del homo religiosus.
¿Cómo encarar nuestro trabajo? No pretendemos parcelar al hombre. Deseamos acercamos al ser humano como una Gestalt viviente en proceso de integración. El término Gestalt lo tomamos prestado de una escuela psicológica surgida en Alemania y que presenta hoy diferentes matices. Gestalt significa “forma, organización o configuración”. Esta escuela reacciona contra el intento de estudiar la conciencia humana a partir del análisis de diferentes aspectos de la misma. Considera que la psicología que la precedió era eminentemente atomística. Al introducir el concepto de Gestalt viviente en proceso de integración, queremos subrayar que no pretendemos parcelar al hombre a fin de estudiarlo en cada uno de sus “elementos que lo componen”. El hombre es una unidad psicosomática-espiritual. Con ese supuesto básico vamos a reflexionar sobre el hombre en sus múltiples manifestaciones, sin intentar fragmentarlo. El hombre, además, ha recibido la influencia desintegradora del pecado y la de la obra y ministerio integrador de Jesucristo.
En este capítulo nos ocuparemos de los aspectos biopsicológicos y espirituales del ser humano. Reconocemos, sin embargo, la dificultad para concretar un estudio exhaustivo sobre el hombre. En el capítulo III añadiremos algunos elementos al estudiar la redención del hombre a nivel horizontal. La realización plena del hombre, en cuanto Gestalt viviente, incluye elementos salvíficos en esta vida tales como la satisfacción de las necesidades socio-políticas, morales, de equilibrio personal, de relaciones interpersonales efectivas y, finalmente, la plena satisfacción de las necesidades económicas. Antes de entrar al análisis del sujeto humano para comprender cómo funciona en sus múltiples inter-relaciones, es indispensable que presentemos el contexto teológico en el cual es posible la redención del hombre, su plena integración como Gestalt viviente.
EL HOMBRE EN LA PERSPECTIVA BIBLICA
La Biblia afirma que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios.1 También nos dice que la imagen de Dios se ha deteriorado por la irrupción del pecado en la experiencia humana.2 El hombre ha sido creado en familia. Por lo común, la plena humanidad se da en la relación hombre-mujer. Es en esa relación que se da la imagen de Dios, que es básicamente una dimensión moral. Sin la presencia de otra persona el hombre no podría ser humano, por eso “varón y hembra los creó”.3 Como lógica consecuencia de los propósitos de Dios, no puedo ser yo si no existe alguien a quien conocer como tú. La humanidad plena del hombre se da a través de su capacidad para el encuentro con otra persona, a nivel horizontal, y con Dios a nivel vertical.
El hombre es un ser inconcluso que necesita aprender y madurar. Necesita de Dios y de otros seres humanos para alcanzar el completamiento de su condición humana a fin de ser humano. Los niños llamados “lobos”, criados como lobos, no llegaron a ser plenamente humanos, a pesar de la herencia genética. El ambiente no fue propicio para el logro de su maduración como humanos; por cuanto carecieron de alguien que hubiera madurado previamente para poder tratarlos como tú, no llegaron a alcanzar la consolidación de su yo. Desde el punto de vista ético-moral, la situación es más grave para los “hombres lobos”, aquellos que habiéndose socializado y alcanzado cierto grado de cultura, actúan como bestias porque sólo se han relacionado con el tú con minúscula y todavía desconocen al Tú con mayúscula, Dios.
La influencia desintegradora del pecado4 ha conducido al hombre a comportarse aun por debajo de su naturaleza. Los animales se comportan según su naturaleza. El caballo, por ejemplo, se alimenta de pasto y no puede convertirse en un animal carnívoro. Incluso las manadas de lobos o de leones buscan a sus víctimas entre animales de otras especies. Pero el hombre no. Aun cuando se lo considera racional, se ha vuelto antropófago, porque ha convertido en esclavos y ha eliminado - y lo sigue, haciendo -, a sus congéneres mediante el abuso del poder, la violencia, la guerra, el crimen, la subversión y la antisubversión. El hombre se ha convertido en el lobo del hombre, aun cuando el lobo no es el lobo de sí mismo.
Dios creó al hombre como un ser moral. El relato de Génesis 1 y 2 y el del Salmo 8 nos presentan al hombre según la intención original de Dios. Es el representante de Dios sobre la tierra, la corona de la Creación, el único ser de la Creación con el cual Dios puede establecer una relación Yo-tú. Como ha dicho Gerhard Von Rad: “En Génesis 1:26 se nos dice que el hombre es creado a imagen de Dios para que pueda controlar toda la creación… Es lógico que el hombre ha sido provisto para este propósito, porque aun los gobernantes terrenales, cuando no pueden estar presentes en persona, usualmente colocan sus imágenes como señales de majestad”.5
El hombre y Dios son los dos grandes intereses en mi vida. Por eso, al analizar el pasaje fundamental para la explicación de la entrada del pecado en el mundo,6 debo confesar que me cuesta pensar en el hombre como “ser caído”, como una “réplica terrena de Satanás”. Igualmente me cuesta pensar en Dios como un ser omnipotente y omnisciente y al mismo tiempo como un creador frustrado por causa del pecado cometido por la “corona” de su creación. Me es más fácil aceptar este pasaje bíblico como una narración de los hechos preestablecidos por Dios. El Creador habría, pues, creado al hombre como un ser libre y responsable, siendo la caída la antítesis necesaria, en la dialéctica divina, para que la imagen de Dios llegue a consumarse plenamente en el hombre.
El proceso biológico7 y el psicológico presuponen también un proceso de maduración espiritual. En la dialéctica divina, la finalidad del hombre es el bien, el amor y la justicia, tanto en las relaciones interpersonales como en su relación con el resto de la creación.
Así, en la esencia del hombre podemos intuir los propósitos de Dios de humanizarlo a través de un proceso redentor en que el mismo hombre coparticipa al aceptar la redención y colaborar con los propósitos redentores del Creador. Igualmente podemos intuir a Dios a partir del concepto revelado del hombre como imagen de Dios en proceso de completamiento. Si el hombre es una Gestalt viviente en proceso de integración según un modelo revelado, ese modelo - la Gestalt viviente integrada -, debe existir. La existencia de ese ser perfecto se manifiesta a sí misma cuando se hace historia en la persona de Jesucristo, la imagen de Dios según su intención original y el modelo para todo ser humano. Jesucristo es la Gestalt viviente integrada, es Dios y es hombre por excelencia.
LA MADURACION HUMANA BIOPSICOLOGICA Y ESPIRITUAL
El hombre es un ser inconcluso en proceso de maduración, es decir, el estado de completo desarrollo del ser humano. Pero, como resulta muy difícil determinar el máximo desarrollo posible, preferimos llamar maduración al proceso mediante el cual se logra el completamiento de la condición humana.
Así definido el concepto de maduración, es preciso señalar que hay distintos niveles en el desarrollo humano. Vamos a referirnos a tres de ellos: el biológico, el psicológico y el espiritual.
l. Desarrollo biológico.Este proceso se inicia con el misterio de la fecundación del óvulo, continúa en la vida intrauterina y manifiesta sus más grandes desafíos después del nacimiento. Cuando el niño nace ya posee los catorce millones de células nerviosas (neuronas) del cerebro, las mismas que necesitará su inteligencia cuando sea adulto. Las neuronas cerebrales no se renuevan: morimos con las mismas con que nacimos, quizás con unas cuantas más. El proceso de maduración se da también a nivel del cerebro. Es imposible adelantar el proceso, ya que las neuronas no estarán en condiciones de funcionar sino en la madurez. Por eso, todo intento de forzar al niño a que haga algo antes de tiempo, puede resultar nefasto. Sólo cuando se haya logrado la madurez de los enlaces nerviosos se puede obtener el aprendizaje. Es por eso que resulta inútil todo intento de hacer andar a un niño de seis meses, pues su madurez para el andar llegará alrededor de los doce meses.
El aprendizaje del animal es mucho más rápido. Un cabrito recién nacido comienza a andar al cabo de varios minutos, precisamente porque el animal no es un ser en proceso de completamiento a nivel biológico, psicológico y espiritual.8 Para alcanzar su madurez en los tres niveles, el humano necesita el afecto de sus congéneres. Un patito que ha nacido bajo las alas de una gallina seguirá las ciegas leyes genéticas: será un pato con sus hábitos de vida nocturna y su afición por la natación. Un hombre (al estar por casos espontáneos conocidos), criado por lobos o por monos, no llega a desarrollar una inteligencia normal, no es realmente humano; se comporta como un animal, vive como un animal y es un animal.
Entre los cinco y siete años el niño logra consolidar la conciencia de su yo y se afirma a sí mismo, aunque acepta y necesita la dependencia de sus padres. La motricidad y la inteligencia se desarrollan en sucesivas etapas. Cuando llega a la pubertad, se producen una serie de transformaciones: experimenta el “estirón”, la caja torácica crece con mayor rapidez que los órganos internos, surgen las urgencias sexuales (menstruación en la joven y poluciones nocturnas en el muchacho). El proceso continúa hasta alcanzar la plena madurez a nivel biológico; el metabolismo9 es anabólico hasta que se hace catabólico y se inicia la involución. Aquí surge una nueva crisis semejante a la de la pubertad - menopausia o andropausia -, que a veces coincide con la crisis de pubertad de los propios hijos. A medida que avanza la involución, se regresa a etapas similares a las de la niñez. Los sexos se van acercando: el hombre pierde su vello y la mujer lo adquiere; la mujer se masculiniza en sus facciones, se hace dura, mientras que el hombre un poco se afemina en cuanto a sus facciones “más bonitas”. La proximidad sexual es ahora similar a la que encontramos en los niños; es el momento en que el ser humano se dispone a terminar sus días en esta tierra.
2. Desarrollo psicológico. Algunos de los traumas - o heridas psíquicas -, tienen su origen en la vida intrauterina. Los seis primeros años de vida, cuando el yo está en proceso de consolidación, son decisivos. Un déficit afectivo, una desagradable experiencia sexual, una situación económica agobiante, pueden dejar una huella indeleble. El niño es como el cemento fresco: las huellas permanecen en él.
La adolescencia es una etapa conflictiva. El muchacho o la chica buscan su propia identidad. Este proceso biológico coincide en su inicio con el proceso biológico que conocemos como pubertad, la edad en que se manifiesta la aptitud para procrear (aunque no termina necesariamente cuando culmina la pubertad). En la adolescencia los jóvenes tienen que encarar grandes conflictos en sus relaciones interpersonales, especialmente con los padres. Debido al “estirón” y a que sus pulmones y su corazón no han crecido con la misma rapidez que su caja torácica, con frecuencia el adolescente se siente cansado. Ocurre a menudo que se lo acusa de haragán porque pasa muchas horas recostado ysin hacer nada. El adolescente, que ya tiene bastantes problemas con su propio cuerpo porque ha crecido precipitadamente, también halla dificultades en lograr una correcta ubicación en la realidad cambiante en que vive. Hasta ayer era niño y ahora no sabe qué es: a veces se siente hombre, o mujer, pero en ocasiones se siente y actúa como niño. Esta etapa evolutiva necesita de la comprensión de los mayores.
La maduración psicológica del hombre de nuestros días requiere más tiempo que la del hombre de generaciones anteriores porque, entre otras razones, las expectativas de vida han aumentado considerablemente. Treinta años atrás un hombre esperaría vivir alrededor de cincuenta años, de modo que cuando terminaba su conscripción militar ya estaba pensando en la necesidad de encontrar pareja y fundar una familia. Por el contrario, el joven de hoy tiene una expectativa de vida de alrededor de setenta y cinco años, de allí que sienta que tiene todavía mucho tiempo por delante para hacer sus grandes decisiones. Esta problemática tiende a extender la adolescencia, la cual no coincide necesariamente con la pubertad.
La vida es un proceso de constante adaptación a situaciones nuevas. Tanto la evolución como la involución crean tensiones que hay que superar. Ya hemos hecho mención de la menopausia, problema que conlleva una gran carga emotiva negativa. Los prejuicios y la mala información contribuyen a que en algunas mujeres surjan serios problemas psicológicos antes y durante esta etapa, que es tan normal como la pubertad. Los problemas suelen ser más psicológicos que biológicos. Es lástima que no podamos abundar más en el tema en estas páginas.
3. Desarrollo espiritual. Tampoco podemos dedicar mucho espacio a este tema.10 Dado que en el hombre está la imagen de Dios, es por naturaleza un ser religioso; sin embargo, es necesario que el hombre alcance el pleno desarrollo. Igualmente están en el hombre, cuando nace, todas las neuronas cerebrales que ha de necesitar cuando sea adulto, pero sus neuronas necesitan desarrollarse para que la persona alcance su plena humanidad. “La creencia es algo que nos acompaña en nuestro desarrollo y maduración, y las varias formas por las que atraviesa la creencia constituyen precisamente este desarrollo. De esto concluimos que la incredulidad es una interrupción del desarrollo”.11
El desarrollo espiritual no es inexorable, como el biológico, pero tiene muchos puntos en contacto con el desarrollo psicológico o emocional. Cada uno de estos tres aspectos de la maduración tiene sus características específicas. Así como no hay dos cuerpos exactamente iguales, ni mucho menos existen dos personas con las mismas vivencias espirituales. En toda persona existe cada una de estas tres dimensiones en una forma especial y distinta de todos los demás; de allí la singularidad de cada ser humano. Hemos visto que hay cierta coincidencia cronológica entre el desarrollo biológico y el psicológico. Esto no existe en la vida espiritual, aunque debemos señalar que la adolescencia sea la época más propicia para una experiencia espiritual, lo que comúnmente llamamos “conversión”. Es claro que así sea, puesto que el adolescente busca identidad propia y tiene que hacer definiciones ante los grandes problemas que la vida le plantea. Un desarrollo armónico debe incluir una experiencia espiritual profunda en la adolescencia, pero esto no es inexorable. Hay quienes han conocido el evangelio ya en la edad madura, aunque quizás sean los menos.
La predicación del evangelio en las iglesias evangélicas ha insistido en la necesidad del nuevo nacimiento a partir de la aceptación del señorío de Jesucristo y el arrepentimiento del pecado. Es una lástima que esta importante parte del evangelio haya sido dejada de lado por una buena parte de la iglesia. ¿Por qué? Quizás por el hecho de que no se ha entendido que el nuevo nacimiento es el inicio de un largo proceso que marcha hacia una consumación. La vida cristiana es un proceso, como lo es también la vida psicológica. La diferencia estriba en que la vida espiritual normal sólo tiene anabolismo, está siempre en crecimiento, sin elementos destructivos. Esto lo plantea claramente San Pablo cuando afirma que “aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”.12 Aquí San Pablo nos presenta los dos procesos: el biológico (catabolismo destructivo), y el espiritual (siempre anabólico).13
El anabolismo es característico del desarrollo biológico del niño y del adolescente. El anabolismo espiritual, el proceso ascendente hacia el logro de la plena humanidad, no tiene fin en esta vida: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciera, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”.14 En otras palabras, en el metabolismo espiritual no existe el catabolismo.
Es lógico que si el desarrollo espiritual es paralelo o semejante al desarrollo biopsicológico, éste debe incluir un nuevo nacimiento, similar al nuevo nacimiento del púber que deja de ser niño incapaz de procrear para convertirse en una persona capaz de crear nuevas vidas humanas. A nivel psicológico se produce también un cambio: uno deja de ser el niño dependiente, para alcanzar la independencia y la plena identidad como persona. Por lo tanto, el nacimiento espiritual no comienza con la llamada “conversión”’, jalón fundamental en el proceso hacia una consumación. La vida espiritual nace con el hombre, por cuanto en todo hombre está la imagen de Dios. Pero el nuevo nacimiento no coincide necesariamente con la pubertad. Ya hemos señalado que la adolescencia tampoco coincide inexorablemente con la pubertad. En el desarrollo biológico es imposible evitar la pubertad o la menopausia. Sin embargo, en el desarrollo espiritual no hay una inexorable menopausia (o andropausia), aunque no dejamos de encontrar algunos cristianos que bien podríamos llamar “menopáusicos espirituales”. Pero, volviendo al anabolismo espiritual, es indispensable que nos acerquemos al Nuevo Testamento para encontrar la orientación que necesitamos.
Hay pasajes bíblicos donde se señala el cariño especial de Jesucristo por los niños.15 Hay pasajes donde claramente se señala la necesidad de un nuevo nacimiento.16 Lo que muchos no tienen en claro es el hecho de que ese nuevo nacimiento se da en el contexto del Reino de Dios, que se presenta en los Evangelios como una realidad en proceso de realización. El Reino ya es una realidad por cuanto hay un rey, Jesucristo, y un pueblo que lo acepta conscientemente como Señor, la Iglesia. Pero es evidente que ese Reino no se ha consumado todavía. El Reino es un proceso que avanza hacia su consumación. El nuevo nacimiento que el Señor muestra a Nicodemo como una necesidad, ocurre en el contexto del Reino.17 Se trata de la nueva creación, no para permanecer como niños sino para ser adultos en Cristo en el contexto del Reino de Dios. A nivel social, éste es el completamiento de la condición humana bajo el señorío de Jesucristo. Este no es un enfoque exclusivo del Evangelio según San Juan; ocurre también en los Evangelios sinópticos: “El que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.18 El concepto mismo del Reino lleva implícita la idea del crecimiento hacia la maduración. San Pablo advierte del nuevo nacimiento como una imagen de la muerte y resurrección de Jesucristo que se expresa en el bautismo.19 Para San Pablo es claro que se trata de una nueva creación,20 pero una nueva creación en proceso de realización, en maduración. Es decir que, según San Pablo, existe un proceso de maduración que marcha hacia el completamiento de la condición humana, un metabolismo espiritual, una metamorfosis. Es precisamente el verbo metamorfoo, “transformar?”, el que San Pablo usa en Romanos 12:2 y 2 Corintios 3:15. A los Gálatas les dice: “… hasta que Cristo sea formado en vosotros”.21 La meta del hombre es conformarse al arquetipo de lo humano que Dios nos ha dado en la persona de Jesucristo.22 En este pasaje el apóstol señala los dos extremos: el bebito (nepios), el recién nacido que no puede hablar, y el hombre acabado, que ha alcanzado la madurez (elikia) de Jesucristo. Hay que nacer de nuevo para ser cristiano, pero no para permanecer corno niños espirituales a perpetuidad, sino para ser adultos en Jesucristo.
No, la perpetua “inocencia infantil” no es la meta del cristiano. El adulto que pretenda ser y vivir como un niño tiene una seria crisis de identidad y su salud mental está en peligro. Debemos aprender a ser cristianos en cada una de las etapas evolutivas e involutivas de nuestro desarrollo biológico. Nacer de nuevo para permanecer como un niño no es el ideal cristiano. San Pablo usó esa imagen cuando escribió a la dividida comunidad de Corinto, y no precisamente para alabarlos: “Os di a beber leche, y no vianda; porque no erais capaces; ni sois todavía capaces, porque sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?”.23
El Señor nos llama a la adultez, a la vida plena, no a la mediocridad. Nada podemos hacer para evitar la evolución y la involución, el anabolismo y el catabolismo, a nivel biológico: la tumba es nuestro destino inexorable. Pero mucho podemos hacer, por las provisiones de Dios, para alcanzar la plenitud de la vida aquí y ahora y en el más allá, aunque el catabolismo está deteriorando nuestra morada terrenal.24
¿ES POSIBLE DEFINIR QUE ES EL HOMBRE?
El título de este capítulo reclama una definición. Por lo general deseamos llegar a comprender plenamente la naturaleza de aquello que nos interesa. Hemos dicho que nuestro mayor interés se centra en el hombre y en Dios, pero ¿necesitamos una definición? Definir significa limitar, enmarcar, resumir. ¿Podemos lograrlo con el hombre y con Dios? ¿Conocemos lo suficiente 1del hombre como para definirlo? Para Heidegger, el filósofo existencialista, es imposible alcanzar un conocimiento exhaustivo del hombre. Nos dice: “Ninguna época ha sabido tantas y tan diversas cosas del hombre como la nuestra… Pero ninguna otra época supo en verdad menos qué es el hombre”.25
Por cuanto el hombre es imagen de Dios, es imposible definirlo y conocerlo en forma absoluta y total. La Biblia no nos da información suficiente, y la ciencia y la filosofía tampoco pueden ofrecernos un conocimiento exhaustivo del hombre. Sin embargo, la Biblia nos orienta en cuanto al camino que el hombre debe recorrer. La revelación del hombre como imagen de Dios nos muestra su dimensión moral. En la Biblia se utiliza reiteradamente el verbo caminar (peripateo en el Nuevo Testamento), en el sentido ético-moral, para expresar la idea de conducirse en la vida. Dios es amor, pero el hombre no lo es, ya que en él predomina el egoísmo y el odio. Cuando en las relaciones interpersonales prevalezca el amor, desaparecerán los grandes conflictos que angustian al hombre. El pecado ha introducido una escisión existencias en la persona humana. El pecado es un atentado contra la identidad moral de la corona” de la creación.
La búsqueda del completamiento de la condición humana implica un compromiso moral - no moralista -, con nuestra perfección en Cristo. Debemos recordar la exhortación de San Pablo: “Os ruego que andéis como es digno de vuestra vocación con que fuisteis llamados”.26 El hombre es un peregrino en pos de su plenitud. En el Antiguo Testamento la vida del hombre se presenta como una marcha hacia Dios y con Dios. Dios es el camino. Abraham recibe la orden de ponerse en camino y también la seguridad de que Dios marchará con él. En el éxodo de Egipto, donde la historia y la revelación se dan de la mano, el pueblo marcha bajo la dirección divina. Dios es el camino. Desde ese momento el pueblo de Dios es un pueblo en marcha, el pueblo del camino, que deberá permanecer en esa postura para ser fiel a su Señor.
En el Nuevo Testamento se hace referencia al camino - o al caminar -, como a una forma de vida con propósito. La idea del camino indica que la vida tiene un sentido y una meta. El libro de los Hechos nos muestra que el nombre más antiguo de los seguidores de Jesús fue “los del Camino”.27 La versión de Reina-Valera traduce Camino (con mayúscula), en cada uno de los cinco textos donde aparece la palabra. Es evidente que los traductores entienden que la palabra alude a Jesucristo, quien afirma que él es el camino.28 No obstante no hay nada en el texto que sugiera que esta palabra se refiere a la persona de Jesucristo, aunque es evidente que él es el conductor y también la meta del peregrinaje de los que andamos en el Camino. Por supuesto, en el texto griego la palabra camino (’odos), está escrita con minúscula en los cinco casos. En el mismo libro hay otros cinco usos del término que nos dan aun más claridad sobre la intención de Lucas al usar el término. Por ejemplo: “instruido en el camino del Señor” y “camino de Dios”.29
El concepto de camino tal como aparece en el libro de los Hechos está en línea con el concepto expresado de que el hombre es una Gestalt viviente en proceso de integración y completamiento por medio de Jesucristo.
San Pablo, donde el concepto de caminar (peripateo) significa conducirse en la vida, al escribir a los Corintios se refiere a su camino en Cristo para manifestar su peregrinar. En este caso30 Reina-Valera traduce la palabra ’odos por proceder: “Timoteo... el cual os recordará mi proceder (ódos) en Cristo”.
En Apocalipsis, la idea del camino que nos conduce a una meta se expresa a través de las palabras alfa y omega, referidas a Jesucristo.31
Jesucristo es el principio del hombre,32 su paradigma y su meta final. En otras palabras, es su alfa y su omega. Entre estas dos letras (la primera y la última del alfabeto griego), se extiende el camino, porque Jesucristo mismo es el camino. Entre ambas letras transita el peregrinar del hombre que marcha en pos de Cristo, hacia ese punto omega que es la meta de su vida.
La humanización es el proceso que nos acerca al punto omega, o sea, a la culminación de nuestra humanidad, hasta que Cristo sea formado en nosotros.33
Humanizar es ayudar al peregrino a acercarse a esa meta. El que está más cerca de la meta final es aquél que se ocupa de ayudar a sus compañeros de peregrinaje, aquél que se ocupa de la humanización del hombre y, por ende, de la sociedad.
En conclusión, ¿es posible definir qué es el hombre? Para la razón pura el ser humano es indefinible, pero para la razón práctica es comprensible. La Biblia no define al hombre; sólo muestra su origen y su finalidad, de dónde procede y lo que debe llegar a ser. Es un peregrino en pos de su plenitud. Jesucristo es para él el alfa y la omega, el principio y el fin. El nuevo nacimiento es posible sólo a través del sacrificio expiatorio de Jesucristo y por el arrepentimiento y la aceptación, por la fe, de lo que él ha hecho en la cruz para salvarnos.
Hemos visto que el nuevo nacimiento no tiene como finalidad la perpetua infancia espiritual. Por el contrario, nacemos en Cristo para crecer hacia el completamiento de nuestra condición humana según el modelo que Dios nos ha dado en Jesucristo, nuestro punto omega. El autor de la Epístola a los Hebreos nos dice:
     a.     Que el cristiano es un atleta en el estadio de la vida;
     b.     que hay una multitud de testigos34 que contemplan nuestro esfuerzo atlético;
     c.     que es necesario que el atleta cristiano se despoje de todo peso excesivo, ya sean ropas o sobrepaso, porque le impide la máxima eficacia, lo aprietan y lo debilitan;
     d.     que la carrera del cristiano no es de velocidad, sino de resistencia. Por lo tanto es necesario conservar el paso firme y sostenido (corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante);
     e.     que Jesucristo es nuestro modelo de atleta. El es el pionero, el que primero venció en el estadio de la vida. Puestos los ojos en el modelo de humanidad, lograremos la victoria.35
Con estas cinco afirmaciones se introduce el tema de la disciplina, tan importante en la vida personal y en el asesoramiento pastoral. El atleta cristiano debe soportar la disciplina si quiere llegar a la meta.36 San Pablo continúa con la imagen del padre que disciplina a sus hijos por amor.37 Y concluye diciendo: “Es verdad que ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.38 La imagen de Dios tiene una dimensión moral, y la disciplina de Cristo y en Cristo nos ayuda a alcanzar la meta.
Lo importante no es la conceptualización del hombre, sino llegar a ser plenamente humanos por el camino que Dios nos muestra en su Palabra.
PARA REFLEXIONAR
En la Biblia encontramos un lenguaje muy diferente al de nuestra cultura occidental. El libro de Génesis, por ejemplo, se refiere al hombre en un lenguaje simbólico, no conceptual, lo cual no significa que sea falso. A pesar de un lenguaje tan peculiar, es posible extraer un concepto del hombre de los primeros tres capítulos de la Biblia.
       l.     ¿Cómo definiría al hombre a la luz de los capítulos bíblicos mencionados?
     2.     ¿Qué opina de la siguiente definición: “El hombre es un ser en relación con el prójimo, con la naturaleza, con Dios y consigo mismo”?
     3.     ¿Qué significa que el hombre es un ser caído? ¿No se introduce un sentido de frustración con tal definición? ¿De qué otra manera podríamos definir al hombre a la luz de Génesis 3, sin que esté implícita la idea de una humanidad frustrada?
   4.     ¿Qué pasajes bíblicos nos ayudan a definir al hombre como un peregrino en pos del completamiento de su condición humana según el modelo que Dios nos ha dado en la persona de Jesucristo?
     5.     ¿Cómo se salva el abismo entre el “hombre caído” del Antiguo Testamento y la esperanza del hombre nuevo según un modelo establecido por Dios? ¿Por qué prevalece en algunos creyentes el pesimismo y no la esperanza?
1 Génesis 1:27.
2 Génesis 3.
3 Génesis 1:27.
4 Génesis 3.
5 Véase el artículo de G. von Rad sobre eikon en el Theological Dictionary of the Bible.
6 Génesis 3.
7 El proceso biológico no es quizás el mejor paralelo de la maduración espiritual, ya que en las inexorables etapas biológicas de nacimiento, crecimiento, madurez, vejez y muerte, tras el progreso sobreviene la decadencia. Para el cristiano la muerte no es el fin; es más bien algo semejante al parto: una muerte a la vida fetal pero un nacimiento a una nueva vida. Esta vida presente no es la meta del cristiano, sino la vida eterna. Por otro lado, el proceso biológico es idéntico en todos los seres humanos, mientras que el proceso espiritual requiere el mayor compromiso por parte de cada persona.
8 Véase Jorge A. León, Psicología de la experiencia religiosa. Buenos Aires, 1973, PP. 14s.
9 El metabolismo es el conjunto de procesos químicos que acontecen en la materia viva transformando y liberando energía. El término deriva del griego metabol, que significa cambio (referido a los constantes cambios en el organismo). La fase constructiva del cambio se llama anabolismo y la destructivo catabolismo.
10 Véase mi obra Psicología de la experiencia religiosa.
11 C. Rumke, Psicología de la incredulidad, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1959, p. 8.
12 2 Corintios 4:16.
13 El metabolismo espiritual es siempre ascendente anabólico, cuando marchamos hacia el completamiento de la condición humana según el arquetipo que Dios nos ha dado en la persona de Jesucristo. Esta afirmación merece una fundamentación filológica. Como hemos visto en la nota 9, metabolismo deriva del griego metabol, que significa cambio, pero metabol deriva del verbo metabal, "cambiar" (en el Nuevo Testamento aparece una sola vez, en Hechos 28:6, donde se traduce "cambiar de parecer"), compuesto por la preposición meta y el verbo bal(lanzar). En cuanto al anabolismo y catabolismo, la preposición ana sugiere la idea de ascenso, de movimiento hacia arriba, y la preposición cata expresa la idea de descenso, de movimiento hacia abajo. Etimológicamente el anabolismo es la parte del proceso que lanza a alguien hacia arriba, y el catabolismo la parte del proceso que lo lanza hacia abajo, hacia la muerte.
14 2 Corintios 5:1.
15 Mateo 19:13-15; Marcos 10:13–14 ; Lucas 18:15–16.
16 Mateo 18:3; Juan 3:3–5.
17 Juan 3:3–5.
18 Marcos 10:15; Lucas 18:17.
19 Romanos 6:4; Colosenses 2:12; 3:1.
20 2 Corintios 5:17 ; Gálatas 6:15.
21 4:19.
22 Efesios 4:13–14.
23 1 Corintios 3:2–3.
24 2 Corintios 5:1.
25 Citado por Martin Buber en ¿Qué es el hombre? Losada, Buenos Aires, 1955, p. 145.     
26 Efesios 4:1.
27 9:2; 14:9; 22:4; 24:14, 22.
28 Juan 14:6.
29 18:26.
30 1 Corintios 4:17.
31 Apocalipsis 1:8; 21:6; 22:13.
32 Juan 1:3; Colosenses 1:16.
33 Gálatas 4:19.
34 Hebreos 11.
35 Hebreos 12:1–2.
36 Hebreos 12:7.
37 12:8–10.
38 12:11.
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