Mostrando entradas con la etiqueta controversia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta controversia. Mostrar todas las entradas

domingo, 29 de septiembre de 2013

La Cultura a la vista de la Biblia: La Biblia a la vista de la cultura

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información


La cultura y la Biblia

Cuando Herman Melville escribió su novela Redburn, contó la historia de un joven que salió al mar por primera vez. Cuando salió con rumbo a Inglaterra, el padre de Redburn le dio un viejo mapa de la ciudad de Liverpool. Tras el largo viaje Redburn entró en Liverpool confiado en que el mapa de su padre le guiaría a través de la ciudad. Pero el mapa le falló. Se habían efectuado demasiados cambios desde que aquel mapa había sido hecho. Las viejas señales habían desaparecido, las calles habían cambiado de nombre y las viejas residencias ya no existían.
Algunos ven en la historia de Redburn la protesta privada de Melville en cuanto a la deficiencia de las antiguas Escrituras para guiarle a través de la vida. Aquel mismo sentido de protesta que nace de la frustración se halla en muchas personas hoy día.


El condicionamiento cultural y la Biblia
Un tema candente en el mundo cristiano se halla en relación con el sentido y grado en que la Biblia está condicionada por la cultura. ¿Fue escrita la Biblia solamente para los cristianos del primer siglo? ¿O fue escrita para gentes de toda época? Podríamos responder rápidamente en acuerdo con lo segundo, pero ¿podemos decirlo sin reserva? ¿Hay alguna parte de la Escritura que se encuentre limitada a su medio cultural y por ende limitada en su aplicación a su propio medio cultural?
A no ser que afirmemos que la Biblia cayó del cielo en un paracaídas, grabada por una pluma celestial en un lenguaje divino peculiar, singularmente adaptada como un vehículo para la revelación divina, o que la Biblia fue dictada directa e inmediatamente por Dios sin referencia a ninguna costumbre local, estilo, o perspectiva, tendremos que enfrentarnos a la zanja cultural. Es decir, la Biblia refleja la cultura de su época. Entonces la pregunta es: ¿Cómo puede tener autoridad sobre nosotros en esta época?
Una controversia eclesiástica de los años 1960 ilustra el problema de la cultura. En 1967 la Iglesia Presbiteriana Unida en los Estados Unidos adoptó una nueva confesión con la siguiente declaración con respecto a la Biblia:

  Las Escrituras, dadas bajo la guía del Espíritu Santo, son no obstante palabras de hombre, condicionadas por el hombre, formas de pensamiento, y estilos literarios de los lugares y tiempos en que fueron escritas. Reflejan puntos de vista en cuanto a la vida, historia, y el cosmos que eran entonces actuales. Por tanto, la iglesia tiene la obligación de acercarles a las Escrituras con un entendimiento literario e histórico. Así como Dios ha dado su palabra en diversas situaciones culturales, la iglesia está confiada en que continuará hablando a través de las Escrituras en un mundo cambiante y en toda forma de cultura humana.

Estas palabras de la Confesión de 1967 engendraron mucho diálogo, debate, y controversia durante la década de los sesenta. El debate estaba centrado no tanto en lo que la Confesión decía como en lo que no decía. Desgraciadamente la Confesión no detallaba lo que implicaba dicha declaración. Quedó mucho campo para extraer implicaciones y deducciones. Tomando en cuenta la declaración meramente en términos de lo que las palabras dicen explícitamente, ni el ortodoxo B. B. Warfield ni el existencialista Rudolf Bultmann podrían aprobarla. La autoridad que sería vista en la Escritura dependería grandemente de cómo se entendiera la palabra condicionado en el credo. Al tiempo del debate muchos conservadores manifestaron gran aflicción al pensar que la Biblia estuviera “condicionada” en cualquier sentido por la cultura antigua. Muchos liberales argüían que la Escritura no era solamente “condicionada” por la cultura sino que estaba “sujeta” a ella.
Además de la cuestión del sentido y grado de “condicionamiento” de la cultura en la Biblia se halla la cuestión del sentido y grado por el cual las Escrituras “reflejan los puntos de vista de la vida, historia, y cosmos” de la antigüedad. ¿Significa reflejar que la Biblia enseña como ciertos puntos de vista pasados de moda e incorrectos acerca de la vida, historia, y cosmos? ¿Es esta perspectiva cultural parte de la esencia del mensaje de la Escritura? ¿O significa reflejar que podemos leer entre líneas la Escritura notando cosas tales como el lenguaje fenomenal y ver un ambiente cultural en el que se da un mensaje que trasciende las formas de cultura? La manera en que contestemos estas preguntas revela mucho en cuanto a nuestro punto de vista general de la Escritura. Insistiendo la naturaleza de la Escritura nos afecta en su interpretación. Lo principal aquí es esto: ¿Hasta qué punto se encuentra limitada su aplicabilidad y autoridad por el cambio de las estructuras y perspectivas humanas en el texto bíblico?
Como ya hemos visto, para poder producir una exégesis exacta de un texto bíblico y entender lo que fue dicho y lo que se quiso decir, un estudiante debe tratar con cuestiones de lenguaje (griego, hebreo, arameo), estilo, sintaxis, contexto histórico y geográfico, autor, destino, y género literario. Este tipo de análisis es necesario para interpretar cualquier tipo de literatura, incluso la literatura contemporánea.
En pocas palabras, cuanto mejor entienda yo la cultura palestina del primer siglo, tanto más fácil me resultará obtener un entendimiento exacto de lo que se está diciendo. Pero la Biblia fue escrita hace mucho tiempo y en un ambiente cultural bastante diferente al nuestro, y no resulta siempre fácil unir el ancho abismo del tiempo entre el siglo primero y el siglo XX.

El condicionamiento cultural y el lector

El problema se vuelve más agudo cuando me doy cuenta de que no solamente la Biblia está condicionada a su ambiente cultural sino que yo también lo estoy. Con frecuencia me resulta difícil oír y entender lo que dice la Biblia porque le añado muchas suposiciones extrabíblicas. Este probablemente sea el problema más grande de “condicionamiento cultural” al que nos enfrentamos. Ninguno de nosotros escapa totalmente a ser una criatura de nuestra era. Estoy seguro de que sostengo y enseño puntos de vista que nada tienen que ver con el pensamiento cristiano pero son intrusiones en mi mente de mi propio fondo cultural. Si yo supiera cuáles de mis ideas no armonizan con la Escritura trataría de cambiarlas. Pero el seleccionar mis propios puntos de vista no resulta siempre fácil. Todos nosotros somos susceptibles de cometer los mismos errores vez tras vez. Nuestros puntos ciegos se llaman así debido a que no estamos conscientes de ellos.
El problema con los puntos ciegos subjetivos me llegó con un incidente que tuve relacionado con un proyecto para armar un aparato estereofónico. Compré el equipo y le pedí a un amigo, experto en electrónica, que me ayudara a armarlo. A la vez que yo leía las instrucciones, él unía componentes siguiendo más de doscientos pasos. Cuando terminamos, procedimos a conectarlo y nos sentamos a disfrutar de la música. Lo que oíamos parecía de otro mundo. ¡De hecho sonaba más como música de Venus que algo terrenal! La rara discordancia de sonidos era evidencia de que habíamos cometido un error.
Cuidadosamente, volvimos sobre cada paso. Repasamos la gráfica y la lista de verificación con las instrucciones un total de ocho veces. No encontramos ningún error. Al fin, desesperados, decidimos cambiar nuestras funciones. En esta ocasión mi amigo leyó las instrucciones y yo (todo un novato) verifiqué los alambres. Aproximadamente a la altura del paso número 134 encontré el error. Un alambre había quedado soldado a la terminal equivocada. ¿Qué sucedió? Mi amigo el experto cometió un error la primera vez. Cometió el mismo error ocho veces más. Lo más probable es que su perspectiva equivocada le cegó al error una y otra vez.
Esta es la forma en que con frecuencia nos acercamos a la Escritura. Esta es una razón por la cual debemos mitigar nuestro ardor al criticar la Escritura, permitiendo que la Escritura nos critique a nosotros: necesitamos darnos cuenta de que la perspectiva que le damos a la Palabra bien podría ser una distorsión de la verdad.
Estoy convencido de que el problema de la influencia de la mentalidad secular del siglo XX es un obstáculo mucho más tremendo para la interpretación bíblica exacta que el problema del condicionamiento de la cultura antigua. Esta es una de las razones básicas por la cual los reformadores trataban de acercarse a la exégesis en términos del ideal de la tabula rasa. Se esperaba que el intérprete se esforzara lo más posible por leer objetivamente el texto a través del método gramático-histórico. A pesar de que las influencias subjetivas siempre presentan un peligro de distorsión, se esperaba que el estudiante de la Biblia utilizara toda salvaguarda posible en la búsqueda del ideal, escuchando el mensaje de la Escritura sin mezclar sus propios prejuicios.
En años recientes nuevas formas de interpretación bíblica compiten por ser reconocidas. Uno de los enfoques más significativos es el “método existencial”. El método existencial se ha separado abruptamente del método clásico por medio de una nueva hermenéutica. Bultmann, por ejemplo, no sólo afirma que el planteamiento de la tabula rasa es inalcanzable sino que insiste en que es indeseable. Debido a que la Biblia fue escrita en una era precientífica y es sustancialmente el resultado de una influencia formativa de la situación en que se encontraba la comunidad cristiana primitiva, debe ser modernizada antes de que nos afecte. Bultmann demanda un “entendimiento previo” necesario antes de llegar al texto. Si el hombre moderno espera obtener respuestas válidas a sus preguntas acerca de la Biblia, primeramente deherá venir a la Biblia con las preguntas adecuadas. Esas preguntas solamente pueden venir a través de un entendimiento filosófico adecuado de la existencia humana. Sin embargo, tal entendimiento no debe ser extraído de la Escritura, sino que debe ser formulado antes de acercarse a ella.
Aquí la mentalidad del siglo XX flagrantemente condiciona y constriñe los textos del primer siglo (Bultmann encuentra su propio entendimiento anterior, dentro del mismo sistema de filosofía existencial o fenomenológico de Martín Heidegger.) El resultado neto es un método que avanza inexorablemente hacia una Biblia subjetiva apartada de su propia historia. Aquí el mensaje del primer siglo es tragado y absorbido por la mentalidad del siglo XX.
Aunque los intérpretes de la Biblia pudiesen llegar a un método de exégesis e incluso pudiesen estar de acuerdo con la exégesis misma, aún nos quedan las preguntas en cuanto a la aplicabilidad y la obligación impuesta por el texto. Si estamos de acuerdo en que la Biblia es inspirada por Dios y no meramente el producto de autores precientíficos, aun debemos afrontar las preguntas de su aplicación. ¿Puede aplicarse a nosotros hoy lo que la Biblia le ordena a los cristianos del primer siglo? ¿En qué sentido las Escrituras hoy en día tienen autoridad sobre nuestra conciencia?


El principio y la costumbre
En muchos círculos hoy en día el tema de discusión es el principio y la costumbre. A no ser que concluyamos que toda la Escritura es princìpio y por tanto obliga a personas de cualquier edad, o que toda la Escritura es costumbre local sin más aplicación que su contexto histórico inmediato nos veremos forzados a establecer alguna categoría y guías para discernir la diferencia.
Para ilustrar el problema veamos lo que sucede cuando afirmamos que toda la Escritura es principio y nada es un mero reflejo de la costumbre local. Si este es el caso, entonces deberán llevarse a cabo algunos cambios radicales en el evangelismo si vamos a ser obedientes a la Escritura. Jesús dice: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino” (Lc. 10:4). Si convertimos este texto en un principio transcultural, ¡entonces es hora de que Billy Graham empiece a predicar descalzo! Obviamente, lo principal de este texto no es el establecer un requisito perenne de evangelizar con los pies desnudos.
Sin embargo, otros asuntos no son tan obvios. Por ejemplo, los cristianos siguen divididos con respecto al rito del lavamiento de los pies. ¿Es este un mandato perpetuo para la iglesia de todos los tiempos o una costumbre local que ilustra un principio de servilismo humilde? ¿Permanece el principio y se desvanece la costumbre en una cultura calzada? ¿O permanece la costumbre con el principio sin tomar en cuenta el calzado?
Para ver la complejidad del dilema, examinemos el famoso pasaje de 1 Corintios 11 en cuanto a cubrirse la cabeza. Una versión en inglés traduce que a la mujer se le exige cubrirse la cabeza con un velo cuando profetiza. Al aplicar este mandato a nuestra cultura nos enfrentamos a cuatro opciones distintas:
1. Es enteramente costumbre. Todo el pasaje refleja una costumbre cultural que no tiene aplicabilidad hoy en día. El velo es una costumbre local; la cabeza descubierta refleja un signo de prostitución. El símbolo de la mujer subordinada al hombre es una costumbre judía que está pasada de moda a la luz de la enseñanza general del Nuevo Testamento. Ya que vivimos en una cultura diferente, deja de ser necesario para la mujer el cubrirse la cabeza con un velo; ya no es necesario que la mujer se cubra la cabeza con ninguna cosa; ya no es necesario que la mujer se someta a un hombre.
2. Es totalmente principio. En este caso todo el pasaje se considera como principio culturalmente trascendente. Esto significaría en la práctica que (a) la mujer debe ser sumisa al hombre durante la oración; (b) la mujer debe demostrar siempre esa sumisión cubriéndose la cabeza; (c) la mujer debe cubrirse la cabeza con un velo como el único símbolo apropiado.
3. Es parcialmente principio / parcialmente costumbre (opción A). En este acercamiento, una parte del pasaje se considera principio y por lo tanto obliga a todas las generaciones y, otra parte es vista como costumbre que ya no obliga. El principio de la sumisión femenina es transcultural, pero los medios para expresarlo (cubriéndose la cabeza con un velo) es costumbre y puede ser cambiada.
4. Es parcialmente principio (opción B). En esta última opción el principio de la sumisión femenina y el acto simbólico de cubrirse la cabeza deben ser perpetuos. El objeto para cubrirse puede variar de una cultura a otra. El velo puede ser reemplazado por una pañoleta o sombrero.
¿Cuál de estas alternativas agradaría más a Dios? Realmente desconozco la respuesta decisiva a esta pregunta. Preguntas como esta suelen ser exageradamente complejas y no se prestan a soluciones simplistas. No obstante, una cosa está clara. Necesitamos alguna clase de guías prácticas que nos ayuden a desenredar estos problemas. Estas preguntas frecuentemente requieren algún tipo de decisión activa y no pueden dejarse a un lado esperando que las futuras generaciones las resuelvan. Las siguientes guías prácticas podrán ayudarnos.


Guías prácticas

1. Examine la Biblia misma buscando aparentes áreas de costumbre. Escudriñando cuidadosamente las Escrituras podremos ver que muestran cierta latitud de costumbre. Por ejemplo, los principios divinos de la cultura del Antiguo Testamento son expuestos en forma modificada en el Nuevo Testamento, vemos que el núcleo común del principio supera la costumbre, cultura y convenio social. Al mismo tiempo, vemos algunos principios del Antiguo Testamento (tales como las leyes dietéticas del Pentateuco) revocados en el Nuevo Testamento. Esto no significa que las leyes dietéticas del Antiguo Testamento eran meramente asuntos de costumbre judía. Pero observamos una diferencia en la situación histórico-redentora en la cual Cristo abroga la ley antigua. Lo que debemos tener cuidado en observar es que ni la idea de traspasar todos los principios del Antiguo al Nuevo Testamento ni la de no guardar ninguno de ellos pueden ser justificadas por la Biblia misma.
¿Qué tipo de costumbres son capaces de adaptación cultural? El lenguaje es un factor obvio de fluidez cultural. Las leyes del Antiguo Testamento pudieron ser traducidas del hebreo al griego. Este asunto nos da cuando menos una pista de la naturaleza variable de la comunicación. Es decir, el lenguaje es un aspecto cultural abierto al cambio; no que el contenido de la Biblia pueda ser alterado lingüísticamente, sino que el evangelio puede ser predicado tanto en español como en griego.
Segundo, vemos que las modas en el vestir en el Antiguo Testamento no quedan perpetuamente fijadas para los hijos de Dios. Los principios de la modestia prevalecen, pero los estilos locales en cuanto a la ropa pueden cambiar. El Antiguo Testamento no establece un uniforme devoto que deba ser usado por los creyentes de todas las épocas. Otras diferencias culturales normales, tales como los sistemas monetarios, están claramente abiertos al cambio. Los cristianos no están obligados a utilizar denarios en vez del dólar u otra moneda.
Estos análisis en cuanto a estilos culturales de expresión pueden ser sencillos con respecto a la moda y el dinero, pero los asuntos de instituciones culturales resultan más difíciles. Por ejemplo, la esclavitud ha sido introducida con frecuencia en las controversias modernas con respecto a la obediencia civil, así como en debates relacionados con las estructuras de autoridad marital. En el mismo contexto en que Pablo pide a las mujeres que sean sumisas a sus maridos, les pide a los esclavos que sean sumisos a sus patronos. Algunos han alegado que ya que las semillas de la abolición de la esclavitud están sembradas en el Nuevo Testamento, asimismo lo están las semillas de la abolición de la subordinación femenina. De acuerdo con esta línea de razonamiento, ambas representan estructuras institucionales que están culturalmente condicionadas.
Aquí debemos tener cuidado de distinguir entre instituciones que la Biblia meramente reconoce como existentes, tales como “las autoridades que hay” (Ro. 13:1, VRV), y aquellas que la Biblia instituye positivamente, respalda, y ordena. El principio de la sumisión a las estructuras autoritarias existentes (tales como el gobierno romano) no conllevan una implicación necesaria de que Dios apruebe esas estructuras sino que meramente hace un llamado a la humildad y a la obediencia civil. Dios, en su máxima providencia secreta, puede ordenar que haya un César Augusto sin apoyar al César como un modelo de virtud cristiana. Aun así, la institución de las estructuras y los patrones de autoridad del matrimonio se dan en el contexto de institución positiva y respaldo en ambos Testamentos. El situar las estructuras bíblicas del hogar al mismo nivel de la cuestión de la esclavitud es oscurecer las muchas diferencias que existen entre ambos. Es decir, las Escrituras proporcionan una base para el comportamiento cristiano en medio de situaciones opresivas o perversas, así como las estructuras ordenadas que reflejan los buenos designios de la creación.
2. Considere las distinciones cristianas del primer siglo. Una cosa es buscar un entendimiento más lúcido del contenido bíblico investigando la situación cultural del primer siglo; otra es interpretar el Nuevo Testamento como si se tratara meramente de un eco de la cultura del primer siglo. Hacer esto sería no dar razón del serio conflicto que experimentó la iglesia cuando se enfrentó al mundo del primer siglo. Los cristianos no fueron arrojados a los leones por su inclinación a la conformidad.
Algunas formas muy sutiles de relativizar el texto ocurren cuando leemos en él consideraciones culturales que no deberían estar allí. Por ejemplo, con respecto al asunto de cubrirse la cabeza en Corinto, numerosos comentaristas de la epístola señalan que un símbolo local de la prostituta en Corinto era el descubrirse la cabeza. Por tanto, el argumento postula la razón por la que Pablo quería que las mujeres se cubriesen la cabeza: era para evitar una apariencia escandalosa en la mujer cristiana con una semejanza externa a la de las prostitutas.
¿Qué sucede con este tipo de especulación? Aquí el problema básico es que nuestro conocimiento reconstruido en cuanto al Corinto del primer siglo nos ha llevado a suministrarle a Pablo una razón fundamental ajena a la que él da. En otras palabras, no solamente estamos poniendo palabras en la boca del apóstol sino además ignorando las palabras que estaban allí. Si Pablo simplemente les dijo a las mujeres de Corinto que se cubriesen la cabeza sin darles una razón por la que ordenaba esto, nos veríamos fuertemente inclinados a proporcionarla con nuestro conocimiento cultural. Sin embargo, en este caso Pablo proporciona un motivo, el cual se basa en una apelación a la creación, no a la costumbre de las rameras corintias. Debemos tener cuidado y no permitir que nuestro celo por el conocimiento de la cultura oscurezca lo que realmente fue dicho. El sujetar la razón declarada por Pablo bajo nuestra razón concebida especulativamente es calumniar al apóstol y convertir la exégesis en eiségesis.
3. Las ordenanzas de la creación son indicadores del principio transcultural. Si hay principios bíblicos que traspasan los límites de la costumbre local, son las apelaciones derivadas de la creación. Las apelaciones a las ordenanzas de la creación reflejan estipulaciones, un pacto que Dios hace con el hombre como hombre. Las leyes de la creación no le son dadas al hombre como hebreo o como cristiano o como corintio sino que están arraigadas en la responsabilidad humana básica hacia Dios. El relegar los principios de la creación a costumbres locales es la peor clase de relativización y deshistorización del contenido bíblico. Pero es precisamente en este punto en el que muchos eruditos han relativizado los principios de la Escritura. Aquí vemos el método existencial operando de la manera más abierta.
Para ilustrar la importancia de las ordenanzas de la creación podemos examinar el trato que Jesús le da al divorcio. Cuando los fariseos tentaron a Jesús preguntándole si el divorcio era legal bajo alguna circunstancia, Jesús respondió citando la ordenanza de la creación del matrimonio: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará …? Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:4–6).
Si reconstruimos la situación de esta narración es fácil ver que la prueba de los fariseos era hacer que Jesús diera su opinión sobre un tema que dividía rigurosamente las escuelas rabínicas de Shammai e Hillel. En lugar de ponerse completamente de parte de uno, Jesús retrollevó el asunto a la creación para poner en perspectiva las normas del matrimonio. Es cierto que reconoció la modificación mosaica de la ley de la creación, pero rehusó debilitar más la norma cediendo a la presión del público o a las opiniones culturales de sus contemporáneos. La conclusión es que las ordenanzas de la creación son normativas a no ser que hayan sido modificadas explícitamente por revelación bíblica posterior.
4. En áreas de incertidumbre utilice el principio de la humildad. ¿Qué sucede si, tras una consideración cuidadosa de un mandato bíblico, seguimos dudando de su carácter como principio o costumbre? Si debemos decidirnos a tratarlo en una forma u otra pero no tenemos medios conclusivos para tomar la decisión, ¿qué podemos hacer? Aquí el principio bíblico de la humildad puede ser útil. El asunto es sencillo. ¿Sería mejor tratar una posible costumbre como un principio y pecar de ser excesivamente escrupulosos en nuestro propósito de obedecer a Dios? ¿O sería mejor tratar un posible principio como una costumbre y ser culpables de tener pocos escrúpulos degradando un requisito de Dios trascendente al nivel de un mero convenio humano? Espero que la respuesta sea obvia.
Si el principio de la humildad se aísla de otras guías mencionadas podría ser fácilmente interpretado como pretexto para el legalismo. No tenemos derecho a legislar las conciencias de los cristianos cuando Dios las ha dejado libres. No puede ser aplicado en forma absoluta donde la Escritura guarda silencio. El principio se aplica donde tenemos mandatos bíblicos cuya naturaleza queda incierta (como con las costumbres y los principios) cuando ya toda la ardua labor de la exégesis ha sido agotada.
Tomar un atajo en este asunto por medio de una escrupulosidad general oscurecería la diferencia entre la costumbre y el principio. Esta es una guía que se utiliza como último recurso y sería destructiva si se aplicara de entrada.
El problema del condicionamiento cultural es un problema real. Las barreras de tiempo, lugar, y lenguaje con frecuencia dificultan la comunicación. Con todo, las barreras de la cultura no son tan severas que nos conduzcan al escepticismo o la desesperanza de entender la Palabra de Dios. Es reconfortante saber que este libro realmente manifiesta una facultad peculiar para hablar a nuestras más profundas necesidades y comunicar el evangelio en forma efectiva a personas de todas las épocas, lugares, y costumbres. El obstáculo de la cultura no puede anular el poder de esta Palabra.









6

Pasos a seguir en el estudio bíblico


Usualmente se reconoce que la observación, la interpretación y la aplicación representan tres pasos básicos en el estudio de la Biblia. La observación tiene que ver con notar las características de un libro de la Biblia, una sección, un párafo o un versículo. Los maestros comunmente dicen que la observación responde a la pregunta ¿Qué es lo que veo? Es decir, en este paso se esfuerza uno por examinar el texto bíblico detenida y comprensivamente a fin de reunir la información que ha de ser interpretada. De la misma manera, los que enseñan la Biblia reconocen que el próximo paso, la interpretación responde a la pregunta ¿qué significa? Para llegar a entender el sentido del texto bíblico uno hace preguntas interpretativas que ayudan a reconocer el significado de lo que hemos visto en el primer paso. Por fin cuando hemos interpretado el texto bíblico con precisión nos queda la tarea de aplicar los principios bíblicos que se hallan allí. La aplicación representa la meta del estudio de la Biblia y responde a la pregunta ¿qué debo hacer? Dios desea que hagamos lo que dice Su Palabra y no sólo que la entendamos.
Cada paso en el proceso edifica sobre el anterior. Para obedecer las Escrituras debemos comprenderlas. Y resulta imposible comprender sin primero reconocer la información que debemos entender. La buena interpretación se basa en observaciones precisas y resulta en y la aplicación edificativa de los principios bíblicos. Interesantemente estos pasos se usan en otras áreas de la vida. Por ejemplo, los doctores los utilizan cuando tratan con un paciente. ¿Qué pensaría de un médico que le recete medicinas sin primero hacerle un examen para determinar de que sufre usted? El doctor bueno primero examina cuidadosamente al paciente notando los síntomas y la condición del paciente. También hace varias pruebas. Esto corresponde al paso de observación. Después de reunir toda la información el médico la interpreta cuidadosamente hasta llegar a una conclusión. El paso de comprender lo que se ha observado representa la interpretación. Es sólo después de estos dos pasos que él entonces receta la medicina u ordena el tratamiento necesario. El comenzar con el último paso pudiera resultar en consecuencias graves. De la misma manera debemos realizar el estudio de la Biblia siguiendo los pasos en su órden debido y cuidadosamente. Así podremos facilitar la interpretación sana de las Escrituras.


La importancia de leer un libro por completo

El paso de la interpretación debe comenzar con la lectura de un libro completo de la Biblia sin interrupción. A primera vista parece ser un requisito difícil. Sin embargo es absolutamente esencial si vamos a comprender la Palabra de Dios. Además resultará ser una experiencia agradable (aunque requiere esfuerzo) ya que tal vez por primera vez usted comprenderá la Biblia como nunca antes. Qué tal si tres amigos suyos le envían a usted una carta cada uno. Piense que ocurriría si usted habre la primera carta y sólo lee las primeras cuatro líneas. Entonces toma la segunda carta y decide unicamente leer la conclusión de la misma. Al fin. habre la tercera carta y lee la porción en el medio sin considerar ni el principio ni el final. ¿Qué carta va a comprender? La respuesta debe ser obvia. ¡Ninguna de las tres! Sin embargo la mayoría de nosotros leemos la Biblia de la misma manera. Leemos unas pocos versículos por aquí y un capítulo o dos por allá. No nos debe sorprender que no entendamos las Escrituras. De la misma manera si deseamos ver alguna película cristiana o escuchar algún predicador favorito a todos nos gusta llegar al principio y escuchar o mirar sin interrupción hasta el final. Es la única manera de no perder el hilo. No hay otra opción.
Hay un sinnúmero de interpretaciones equivocadas que existen sencillamente por no tomar este paso esencial en la observación. Como ejemplo una vez escuché a un pastor predicar sobre el primer capítulo del libro del profeta Jonás en el Antiguo Testamento. Dios había ordenado a Jonás a ir a Nínive, ciudad de los asirios, enemigos de Israel reconocidos por su crueldad e idolatría. El predicador explicó que Jonás huyó a Tarsis, otro sitio al que Dios no le había enviado porque temía morir en Níneve a mano de los ninivitas feroces. Pero el pastor se equivocó. Cuando leemos el libro por completo aprendemos que Jonás no temía la muerte. Al contrario deseaba morir. No descubrimos hasta el último capítulo del libro la razón por la cual Jonás no quería ir a Nínive: él sabía que Dios en Su misericordia iba a salvar a los ninivitas. Sin embargo, Jonás quería que Dios los juzgara. Resultó estar tan molesto con las acciones misericordiosas del Señor que aun pide que Dios le quite su vida. Más bién que temer la muerte, Jonás prefería morir al ver que Dios le mostrara a los ninivitas Su misericordia. Si el pastor hubiera llegado hasta el último capítulo del libro de Jonás hubiera comprendido correctamente el primero. Nosotros podemos equivocarnos al igual que él.
Para poder cumplir con este paso debemos comenzar con un libro relativamente pequeño o uno que usted pueda completar sin interrupción. Se ha dicho que muchos libros de la Biblia caben la primera página de un diario o un períodico cualquiera. Rut, Ester, Jonás y Malaquías son libros relativamente cortos en el Antiguo Testamento y Tito, Santiago, Efesios, y Filemón del Nuevo Testamento se pueden leer facilmente. Vaya a algún sitio donde no tenga interrupciones de teléfonos o amigos que vengan a visitar. ¡Usted tal vez se maraville de las distracciones que surgen cuando tratamos de acercarnos al Señor por medio de Su Palabra! Por Fin, ore y comienze con el primer versículo del primer capítulo hasta llegar a la última línea del libro. Si usted tiene una Biblia de estudio con notas explicativas no interrumpa su lectura para leerlas. Mantenga su atención sobre el texto de la Biblia y reconozca que no todo lo que los eruditos escriben es confiable ni representa necesariamente la interpretación correcta de un pasaje. También debe llevar consigo un cuaderno para escribir observaciones que descubre o ideas que se le ocurran, pero no deje de leer. Siga adelante hasta lograr terminar el libro. Al final verá que bien se sentirá y cuanto más ha comprendido de la Biblia. Hay estudiantes de la Biblia que se leen los libros de la Biblia por completo varias veces antes de comenzar a estudiar de manera más detallada. Esto también lo recomendamos. Sin embargo lo mínimo que debe hacer es leerlo por completo una vez. Cuando haya completado este paso puede pasar al próximo paso en el proceso de la observación.


La ayuda que prestan las preguntas

Por años se ha reconocido que las preguntas representan algunos de nuestros mejores amigos en la tarea del aprendizaje. Hay ocho preguntas en particular que nos ayudan a examinar el texto bíblico que estamos estudiando y que a la vez dirigen el proceso de la observación. Por medio de dichas preguntas podemos ver detalles en el texto que de otra manera tal vez no notaríamos. Las ocho preguntas son: ¿Quién?, ¿Cómo?, ¿Qué?, ¿Cuándo?, ¿Hasta qué medida?, ¿Dónde?, ¿Por qué?, y ¿Cuánto? Después que practiquemos la interpretación de la Biblia por un tiempo estas preguntas llegarán a formar parte del proceso natural de nuestra investigación del texto bíblico. Sin embargo, al principio es buena idea tener una lista de ellas a mano a fin de que puedan guiarnos en nuestra observación de los libros que estamos estudiando. También debemos recordar que en este paso estamos tratando de examinar la Biblia sin prejuicios e ideas preconcebidas. La meta de la observación es descubrir lo que el texto dice en realidad antes de tratar de interpretarlo. Es decir nos acercamos a las Escrituras con una mente abierta y un corazón dispuesto a descubrir lo que la Biblia dice.
Para ver cómo estas preguntas nos ayudan en la interpretación miremos al siguiente texto a la luz de las mismas: Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia (Romanos 4:4–5)
¿Quién?: El texto habla de aquel que obra, de aquel que no obra sino cree, de Aquel que justifica, y del impío.
¿Cómo?: La justificación no viene por obras, sino por fe a quien cree. El salario llega no como regalo, sino como deuda al que obra. La justificación llega como regalo al pecador que cree en Aquel que justifica al impío.
¿Qué?: El texto habla de un salario, del obrar, de la justificación del impío, y de la fe.
¿Cuándo?: Cuando “el que no obra” cree, en ese momento su fe es contada por justicia. Cuando el que obra trabaja, debe recibir su salario.
¿Hasta que medida?: La justicia es perfecta ya que Dios es quien la otorga. Por lo tanto, dicha justicia que Dios da es completa. La persona que cree es justificada por completo al creer. Este punto se acerca más a la interpretación que a la observación. Sin embargo, el texto aclara que Dios otorga la justicia por medio de la fe, sin mirar las obras. Estas tienen que incluir obras hechas ya sea antes, durante, o después de la fe. Si la justicia llegará a base de obras hechas antes de creer, entonces Dios no pudiera contar la fe por justicia. Tendría que contar o las obras o una mezcla de estas con la fe a fin de poder justificar al impío. Sin embargo, el texto hace un contraste definido entre el salario merecido por obras y la gracia inmerecida sin obras. Las palabras no permiten una mezcla de fe y obras. De la misma manera, si fuera a base de obras que ocurren simultáneas con la fe, esto también niega la afirmación del versículo cuatro. Al igual, si Dios justifica al impío a base de las obras subsiguientes a la fe, tampoco pudiera Dios contar sólo la fe del impío por justicia. La justicia de nuevo estaría basada en una mezcla de fe y obras. En cualquiera de los tres casos, la fe no sería suficiente para la justificación del impío. Pero el texto dice “su fe le es contada por justicia”.
¿Dónde?: Estos versículos no responden directamente a esta pregunta. Sin embargo la implicación es que donde quiera que alguien trabaja su salario no es un regalo sino algo merecido por el cual obró. De la misma manera el texto implica que en cualquier lugar en el cual el impío cree en Aquel que lo justifica, recibirá la justicia. Sin embargo, el texto no habla de un lugar en sí. Más bién habla de verdades aplicables universalmente.
¿Por qué?: La respuesta a esta pregunta se encuentra en parte en el versículo dos del mismo capítulo donde dice: “Porque si Abrahám fue justificado por las obras, tiene de que gloriarse, pero no para con Dios” Es decir, la respuesta incluye la realidad que la justicia por fe remueve cualquier motivo para gloriarse delante de Dios. Ya que la justicia es inmerecida, no hay ocasión para la jactancia de parte de la persona justificada. Dios merece toda la gloria.
¿Cuánto?: Todo el salario del que obra se le cuenta como deuda. De la misma manera, nada de la justificación del impío llega a base de las obras. Toda su justicia es a base de la fe. (En otra porción de la epístola a los Romanos [capítulo tres] aprendemos qué Dios nos puede ofrecer la justificación gratuitamente a base de la obra sacrificial de Jesucristo en la cruz. Alguien tuvo que pagar el precio por nuestra salvación. La Biblia claramente expresa que dicho pago lo hizo Jesús una vez para siempre en el cruz del Calvario. Cualquier intención de agregarle a ese sacrificio perfecto es implicar que tenemos que suplementar Su obra con las nuestras y que lo que Jesucristo hizo no fue suficiente para salvarnos.)
Por lo tanto podemos ver cómo es que estas ocho preguntas nos ayudan a poder interpretar la Biblia. Sin embargo, estas observaciones no nos dan la interpretación completa del pasaje. Aunque ya hemos interpretado un poco, ahora comenzamos a interpretar en serio. Para realizar este paso procedemos con preguntas adicionales. Dichas preguntas no intentan descubrir lo que contiene un pasaje sino más bien determinar el significado de la información contenida allí. Por lo tanto son preguntas interpretativas que enfatizan más el por qué de la información que vemos en los textos bíblicos más que dicha información en sí. Estas preguntas surgen a medida que examinamos el texto. Por esto es bueno tener un cuaderno a mano en el cual anotamos tanto nuestras observaciones como también estas preguntas que nos ayudarán a enfocar más en la interpretación.


El papel de las preguntas interpretativas

El buen estudiante de la Biblia, al igual que el detective eficaz sabe hacer preguntas, y hace bastantes. Estas preguntas le ayudan a determinar qué recursos adicionales necesita saber o qué información adicional necesita adquirir a fin de descubrir la interpretación correcta de un pasaje. Si tomamos el mismo pasaje que examinamos anteriormente (junto con el contexto más amplio de la epístola de Pablo a los Romanos) pudieramos hacer las siguientes preguntas:

  ¿Quién es “Aquel que justifica al impío”?
 
  ¿Qué significa ser justificado?
 
  ¿Cómo es posible que la fe sea contada por justicia sin tener que hacer obras?
 
  ¿Qué tiene que ver este pasaje con los trabajos y los salarios?
 


Y así pudieramos hacer muchas preguntas. La calidad y cantidad de nuestras observaciones nos ayudarán a responder a ellas. Las respuestas a estas preguntas merecen que reflexionemos antes de contestarlas. Para poder alcanzar las respuestas debemos leer la epístola completa (preferiblemente varias veces) y usar todos los recursos posibles con la excepción de uno. En este paso del proceso no debemos utilizar comentarios acerca de la Biblia o pedirle ayuda al pastor. Recuerde que es deseable llegar al texto bíblico con la mente abierta. Si comenzamos desde el principio a buscar opiniones de otros esto arruina el proceso del estudio personal. Después de haber llegado a algunas conclusiones e interpretaciones, sí debemos consultar los comentarios bíblicos siempre tomando en cuenta que no son inerrantes en sus respuestas. Es muy posible que usted tenga una interpretación mejor que algún erudito. De cualquier modo usted ya ha trabajado con el texto biblico de manera directa, y así estará en mejor posición para evaluar lo que otros piensan. Por tanto debemos hacer la mayor cantidad de trabajo en el estudio personal y dejar los comentarios hasta los últimos pasos en la interpretación de un pasaje. Ahora, aunque los comentarios acerca de la Biblia se utilizan al final del proceso interpretativo hay otros recursos que sí debemos usar antes que nos ayudan con la observación y la interpretación.


Recursos adicionales para el estudio de la Biblia

Los recursos más sencillos en el estudio de las Sagradas Escrituras son un cuaderno, un lapiz o bolígrafo, una Biblia (preferiblemente sin notas), un corazón y una mente abiertos al Señor y Su Palabra y el tiempo necesario para estudiar. No debemos utilizar una Biblia que sea un paráfrasis (como la Biblia al día) o alguna versión popularizada (como Dios habla hoy). La razón es que estas versiones son más interpretativas que otras y nosotros queremos ejercer el privilegio y la responsabilidad de la interpretación privada de la cual se habla en el capítulo 2. Por lo tanto la versión Reina Valera 1960 o 1995, la Antigua versión, y La Biblia de las Américas representan las mejores opciones para el estudio personal de la Biblia. También se puede utilizar la Nueva versión internacional aunque esta Biblia es más interpretativa que las otras y por lo tanto es menos preferible. Ya que tengamos nuestra Biblia, nuestro cuaderno, bolígrafo o lápiz, y el corazón y la mente preparados con la oración debemos tener suficiente tiempo para estudiar y reflexionar sobre el texto bíblico. A medida que hagamos esto nos vamos a dar cuenta que hay tres recursos más que necesitamos a fin de sacar el mayor provecho de nuestros estudios: una concordancia, un atlas bíblico, y un diccionario de la Biblia.
La concordancia es una herramienta que nos ayuda a encontrar palabras o frases específicas en la Biblia. Una concordancia exhaustiva contiene todas las palabras que aparecen en dada versión de la Biblia. Es decir, una concordancia de la versión Reina Valera por ejemplo, sirve para ayudarnos con dicha traducción pero no necesariamente nos ayuda con La Biblia de las Américas ya que son diferentes. La concordancia nos ayuda a comprender cómo un autor utiliza algún vocabulario específico en la Biblia. Es importante reconocer que la misma palabra puede tener un significado diferente en diferentes libros de la Biblia. Es igual en nuestro idioma popular. Si un chileno utiliza la palabra guagua es probable que está haciendo referencia a un bebé. Sin embargo, cuando un cubano dice guagua está hablando de un autobús. Si un chileno la habla a un cubano acerca de cambiarle los pañales a una guagua deben clarificar de qué se trata la conversación. Lo mismo ocurre en la Biblia. Cómo aprendimos en el capítulo cuatro la palabra salvación no solo significa el ser rescatado del infierno sino que puede señalar el ser librado de otros peligros. Por lo tanto debemos leer un libro por completo y considerar el contexto con cuidado para determinar el significado preciso en dado contexto. La epístola de Pablo a los Filipenses usa la palabra salvación en tres sentidos diferentes. Tengamos cuidado de no equivocarnos por confundir un sentido con otro aunque sea la misma palabra.
Por otro lado a veces los traductores traducen palabras que son diferentes en los idiomas originales de las Escrituras con la misma palabra en castellano. Como ejemplo hay dos palabras griegas diferentes que se traducen con el verbo “dormir”. Sin embargo, la palabra dormir se utiliza en tres maneras diferentes en las Escrituras: hace referencia al sueño físico, a la muerte de un cristiano, y al estar “dormido” moralmente. Esto es significativo porque en 1 Tesalonicenses por ejemplo, la palabra dormir se utiliza en dos de estos sentidos. En el 4:14 Pablo dice “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. Aquí Pablo hace referencia a cristianos que han muerto y el contexto aclara el significado cuando dice “y los muertos en Cristo resucitarán primero” (4:16). Sin embargo, en el capítulo cinco Pablo usa una palabra diferente que también se traduce dormir. Allí Pablo escribe: “Por lo tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él” (5:6–10). Queda en claro cuando consideramos el contexto que cuando Pablo dice “no durmamos como los demás” no está diciendo “no muramos como los demás”. La advertencia tiene que ver con el lapso moral y no con la muerte física. Esto se hace aun más aparente cuando observamos que Jesús “murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”. El contraste no es entre vivir y morir sino entre velar, es decir vivir en obediencia y dormer, estar en desobediencia. Una buena concordancia muestra cual de las palabras que se traducen dormir se ha usado en dado contexto. Para asegurar que nuestro estudio resulte bien debemos seguir los siguientes pasos: En primer lugar debemos determinar la palabra precisa que deseamos estudiar, examinarla en su contexto inmediato, y hallarla en la concordancia (asegurándonos de buscar el término que representa la palabra en su idioma original. Esto garantiza que estamos estudiando la misma palabra y no diferentes palabras que son traducidas por el mismo término en castellano. En segundo lugar buscamos la misma palabra en el mismo libro de la Biblia que estamos estudiando. Esto es necesario porque a veces una palabra tiene un sentido técnico en un libro y otro diferente en otra parte de la Biblia. También se debe hacer porque a veces la misma palabra también se utiliza en diferentes sentidos en el mismo libro. Si queremos hacer un estudio más profundo entonces averiguamos cómo el mismo autor utiliza la palabra en otros de sus libros. Por ejemplo es interesante hacer un estudio de cómo Pablo usa la palabra “ira” en sus escritos. Además, averiguamos cómo otros autores bíblicos utilizan la misma palabra en otro de sus libros. Si hacemos bien el estudio descubriremos el significado de la palabra en su contexto inmediato (el uso más determinativo), la manera en la cual el autor la utiliza en su libro, la forma en qué la usa en todos sus escritos, y la manera en la cuál difiere de cómo otros escritores bíblicos la utilizan. La concordancia nos facilita en hacer estas tareas.
Otras ayudas necesarias son el atlas, los diccionarios bíblicos y los comentarios. Los diccionarios nos ayudan con información histórica, agrícola, política y del mundo de la naturaleza. Por ejemplo, si queremos saber en qué clase de casa o habitación vivían las personas en los tiempos de Jesús un buen diccionario bíblico nos daría esa información. Si queremos averiguar para qué se utilizaba el aposento alto en un hogar también pudiéramos descubrir algo acerca de esto. Por otro lado si deseamos saber dónde queda Capernaúm y dónde está Jerusalén necesitamos tener un atlas bíblico que nos dé esta información. También necesitamos ayuda para determinar cómo cambiaron los territorios en la Tierra Santa en los tiempos de Abraham por ejemplo comparados con la época de Pablo y la iglesia primitiva. Es interesante por ejemplo buscar a Nínive en un mapa de las tierras bíblicas a fin de saber dónde pudiera haber sido que el pez echó a Jonás de nuevo a tierra. Los diccionarios y los atlases bíblicos nos dan mucha información que nos ayuda en los pasos de observación e interpretación. Pero como ya hemos mencionado, los comentarios se utilizan después de que usted haya hecho la mayor cantidad de estudio usando los recursos descritos arriba. Es bueno considerar a los comentarios como compañeros con los cuales discutimos nuestras conclusiones después de haber nosotros hecho nuestros propios estudios en un libro de la Biblia. Consultamos los comentarios para comparar nuestros descubrimientos con aquellos de otros estudiantes. En el uso de los comentarios debemos evitar tres errores. Por un lado tenemos el error de depender tanto de los comentarios que no hacemos nuestro propio estudio personal. Por otro lado está el error de pensar que ya que tenemos la Biblia y el Espíritu Santo no necesitamos ni maestros ni comentarios. Debemos reconocer que Dios ha dotado a algunos en la iglesia con dones de enseñanza. El no prestar atención a los buenos maestros es una manera de despreciar los recursos que el Espíritu Santo ha provisto para nuestra edificación. Muchos buenos maestros han escrito sus conocimientos en los comentarios y por tanto debemos usar estos recursos. El tercer error está en pensar que todo lo que está escrito en un comentario bíblico está preciso y libre de error. Dios sólo inspiró los manuscritos originales de la Biblia. Por lo tanto los comentarios no son inerrantes. Sin embargo, pueden ser de gran ayuda si los usamos sabiamente dependiendo sobre todo en el Señor.


Conclusión


Es cierto que tenemos el privilegio y la responsabilidad de la interpretación privada. Para ayudarnos a sacar el mayor provecho de este gran privilegio debemos ser intérpretes sabios. Hay sabiduría en utilizar los principios de interpretación que han sido detallados en los capítulos anteriores. Recordemos que antes de interpretar debemos observar el texto a fin de reunir la información necesaria para la interpretación. También podemos adquirir información adicional en los diccionarios y atlases bíblicos. Además hay ocho preguntas que nos ayudan en el proceso de la observación y estas nos dirigen a preguntas interpretativas acerca de la información que destapamos. Las reglas de la interpretación, la reflexión, y la oración nos ayudan en el proceso de interpretación que le sigue a la observación. Después de haber determinado una interpretación a base de nuestro propio estudio es sabio comparar nuestras conclusiones con la de maestros sabios de la Biblia. Por fin, debemos realizar la meta del estudio de la Biblia: la aplicación o la obediencia a los principios que descubrimos en la Biblia. De esta manera seremos cada vez más como nuestro Señor Jesucristo.
 

Controversias Modernas tocantes a la Biblia: Estudio hermeneutico

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información

Hermenéutica: la ciencia de la interpretación

Muchas de las controversias modernas tocante a la Biblia giran alrededor de preguntas respecto a la hermenéutica. Hermenéutica es la ciencia de la interpretación bíblica. En la mitología griega el Dios Hermes era el mensajero de los dioses. Su tarea era la de interpretar la voluntad de los dioses. Por lo tanto, la hermenéutica se ocupa de transmitir un mensaje que pueda ser entendido.

El propósito de la hermenéutica es el de establecer pautas y reglas para la interpretación. Es una ciencia bien desarrollada que puede resultar técnica y compleja. Cualquier documento escrito está expuesto a mala interpretación, y es por ello que hemos ideado reglas para salvaguardarnos de errores de interpretación. Restringiremos este estudio a las reglas y pautas básicas más importantes.

Históricamente los Estados Unidos tienen una agencia especial que en teoría funciona como el consejo máximo en hermenéutica de este país. Esa agencia se llama la Corte Suprema. Una de sus principales tareas es la de interpretar la Constitución de los Estados Unidos. La Constitución es un documento escrito y requiere de tal interpretación. Originalmente el procedimiento de interpretar la Constitución se llevaba a cabo por medio del llamado método gramático-histórico. O sea, que la Constitución se interpretaba estudiando las palabras del documento en sí a la luz de lo que esas palabras significaban cuando fueron usadas en el tiempo de la formulación del documento.

Desde la obra de Oliver Wendell Holmes, el método de interpretación constitucional ha cambiado radicalmente. La crisis actual con respecto a la ley y la confianza pública en la Corte Suprema de la nación está directamente relacionada con el problema implícito del método de interpretación. Cuando la corte interpreta la Constitución a la luz de las actitudes modernas, de hecho la Constitución cambia a través de la reinterpretación. El resultado neto es que de una manera sutil la Corte se torna legislativa en vez de interpretativa.

El mismo tipo de crisis ha ocurrido con la interpretación bíblica. Cuando los eruditos de la Biblia utilizan el método de interpretación que involucra el “actualizar la Biblia” por medio de la reinterpretación, el significado original de la Escritura se oscurece y el mensaje queda amoldado a las tendencias de opinión contemporánea.

La analogía de la fe

Cuando los reformadores rompieron relaciones con Roma y declararon su punto de vista de que la Biblia debería ser la autoridad suprema de la iglesia (sola Scriptura) tuvieron cuidado de definir los principios básicos de la interpretación. La regla primordial de la hermenéutica se llamó “la analogía de la fe”. La analogía de la fe es la regla de que la Escritura debe interpretar a la Escritura: Sacra Scriptura sui interpres (la Sagrada Escritura es su propia intérprete). Esto significa, sencillamente, que ninguna parte de la Escritura puede ser interpretada de tal forma que cree un conflicto con lo que está claramente enseñado en otra parte de la Escritura. Por ejemplo, si un versículo determinado es susceptible a dos versiones o interpretaciones variantes, y una de esas interpretaciones va en contra del resto de la Escritura, mientras que la otra está en armonía con ella, entonces esta segunda interpretación es la válida.

Este principio se basa en la confianza previa en que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada. Por lo tanto, es consistente y coherente. Como se asume que Dios jamás se contradiría a sí mismo, se considera una calumnia contra el Espíritu Santo el escoger una interpretación alterna que innecesariamente le ocasionaría a la Biblia un conflicto consigo misma. Hoy en día tal escrupulosidad ha sido muy abandonada por aquellos que niegan la inspiración de la Escritura. Es común encontrar intérpretes modernos que no solamente interpretan la Escritura contra la Escritura sino que hacen de esto un propósito. Los esfuerzos de los eruditos ortodoxos por armonizar pasajes difíciles son tenidos a menos y ridiculizados en extremo.

Aparte de toda cuestión de inspiración, el método de la analogía de la fe es un adecuado enfoque para interpretar literatura. Los sencillos cánones de la decencia común deberían proteger a cualquier autor contra cargos injustificados de autocontradicción. Si tuviera yo la opción de interpretar los comentarios de una persona en dos formas distintas, una ofreciéndoles consistencia y la otra contradicción, me parece que esa persona debería contar con el beneficio de la duda.

Ha habido personas que me han preguntado acerca de pasajes que he escrito en algunos libros, señalándome que cómo puedo decir esto en el capítulo 6 cuando en el capítulo 4 dije tal y cual cosa. Entonces yo les explico lo que quiero decir en el capítulo 6 y la persona finalmente ve que los dos pensamientos no se hallan en conflicto. La perspectiva en el capítulo 6 es ligeramente diferente a la del capítulo 4, aunque a primera vista las dos parezcan contraponerse. Pero usando la “filosofía de la segunda mirada”, el problema se resuelve. Todos hemos sufrido la interpretación incorrecta, y deberíamos ser tan sensibles hacia las palabras de otros como queremos que lo sean con las nuestras.
Claro que es concebible que mis palabras se contradigan: así este enfoque de la sensibilidad y la “filosofía del beneficio de la duda” puede aplicarse solamente cuando exista la duda. Cuando no hay duda de que me he contradicho, sólo puede haber crítica. No obstante, cuando no tratamos de interpretar las palabras de una manera consistente, las palabras que leemos se convierten en una masa de confusión. Cuando esto sucede en la interpretación bíblica, la Biblia se convierte en un camaleón que cambia el color de su piel según el fondo de los intérpretes.

Parece así, pues, que nuestra perspectiva de la naturaleza y el origen de la Biblia tendrán un efecto significativo en cómo procedamos a su interpretación. Si la Biblia es la Palabra de Dios inspirada, entonces la analogía de la fe no es una opción sino un requisito para la interpretación.

Interpretando la Biblia literalmente

“Usted toma la Biblia literalmente, ¿cierto?” Es una pregunta que se me hace con frecuencia. La forma en que se dice y el tono de voz en que se expresa delatan que no es una pregunta sino una acusación. El significado implícito es: “No puede ser tan ingenuo como para interpretar la Biblia literalmente hoy día y en esta época, ¿verdad?” Cuando oigo esta pregunta, siento como que estoy siendo depositado sin ceremonia en un museo de reliquias.

Cuando se me hace una pregunta como esta contesto con una fórmula fija: No digo “Sí”, ni siquiera: “Bueno, a veces”; sino que contesto: “Por supuesto” (significando: ¿Quién que sea cuerdo no interpretaría la Biblia literalmente?). Esto lo utilizo como una especie de sacudida para llamar la atención en cuanto al verdadero significado de la interpretación literal de la Biblia.

Uno de los avances más importantes de la erudición bíblica durante la Reforma se ganó como resultado de la defensa militante de Lutero de la segunda regla de la hermenéutica: la Biblia debe ser interpretada de acuerdo con su sentido literal. Este era el principio de Lutero para interpretar la Biblia por sus sensus literalis. Para entender lo que se quería decir con este énfasis en el sentido literal necesitamos examinar la situación histórica en que surgió y el significado de las palabras mismas. (¡Aquí tengo que verme envuelto en una interpretación gramático-histórica de Lutero!)

El término literal viene del latín litera significando letra. Interpretar algo literalmente es hacer caso a la litera, o a las letras y palabras que están siendo empleadas. Interpretar la Biblia literalmente es interpretarla como literatura. O sea, que el significado natural de un pasaje debe ser interpretado de acuerdo con las reglas normales de la gramática, lenguaje, sintaxis, y contexto.

La Biblia es un libro muy especial, siendo singularmente inspirada por el Espíritu Santo; pero la inspiración no transforma las letras y las palabras o las frases de los pasajes en frases mágicas. Bajo la inspiración, un nombre propio sigue siendo un nombre propio y un verbo sigue siendo un verbo. Las preguntas no se convierten en exclamaciones y las narraciones históricas no se convierten en alegorías. El principio de Lutero no tenía nada de mágico y simplista. El principio de la interpretación literal es tal que nos exige la forma más estricta de escrutinio literario. Para ser intérpretes exactos de la Biblia necesitamos conocer las reglas de la gramática, y sobre todo, debemos estar cuidadosamente involucrados en lo que se llama genre análisis.

Interpretación literal y análisis literario

El análisis literario envuelve el estudio de cosas tales como formas literarias, figuras de dicción, estilo. Esto lo hacemos con toda clase de literatura. Distinguimos entre poesía lírica y escritos legales, entre informes en el periódico acerca de acontecimientos actuales y poemas épicos. Distinguimos entre el estilo de las narraciones históricas y los sermones, entre la descripción gráfica realista y la hipérbole. El dejar de hacer estas distinciones cuando se trata con la Biblia puede llevarnos a multitud de problemas de interpretación. El análisis literario es crucial para la interpretación exacta. Unos cuantos ejemplos de cómo esto funciona en asuntos bíblicos podrán ser útiles.

El problema de la historicidad de Jonás se presenta frecuentemente rodeado de preguntas en cuanto al análisis. Muchos eruditos que creen en la infalibilidad de la Biblia no creen que Jonás fuese realmente tragado por una ballena (o un gran pez).

Debido a que una larga sección del libro de Jonás está escrita en un sentido claramente poético (el capítulo segundo completo), algunas personas afirman que el libro jamás tuvo la intención de transmitir la idea de que el incidente realmente haya ocurrido. Más bien Jonás es visto como un tipo de epopeya o poema dramático que no está concebido para comunicar historia. Así, puesto que el libro no aparenta ser histórico, no debemos tomarlo como historia. Otros eruditos rechazan la historicidad de Jonás bajo otros fundamentos. Alegan que el libro no pretende ser una narración histórica con la sección poética meramente reflejando la oración de gratitud de Jonás por su rescate del mar, pero no debe ser tomado en serio porque involucra un milagro de la naturaleza. Como que estos eruditos no creen en milagros, rechazan la historicidad del libro. Así pues, el primer grupo rechaza la historicidad de Jonás sobre bases literarias al tiempo que el segundo grupo lo hace sobre bases filosófico-teóricas.

El análisis literario no puede decidir en cuanto a preguntas filosóficas de si Jonás pudo ser tragado por un pez o no. Lo único que puede hacer es darnos algunas bases para decidir si alguien realmente confirmaba que tal evento se llevó a cabo. Si alguien no cree que los milagros son posibles, no tiene bases para discutir que otra persona no pueda decir que ocurrió un milagro (¡a no ser que, claro está, se haya efectuado un milagro para demostrar que se efectuó un milagro!).

Otro ejemplo de problemas que surgen de conflictos literarios puede verse en el uso bíblico de la hipérbole. Hipérbole significa etimológicamente “una exageración”. Un diccionario la define como “una afirmación exagerada con fantasía, como para darle efecto”. El uso de la hipérbole es un fenómeno lingüístico común. Por ejemplo, los escritores del Nuevo Testamento dicen: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando …” (Mt. 9:35). ¿Trata el autor de decirnos que visitó cada una de las aldeas? Quizás, pero es dudoso.

Usamos el lenguaje en la misma manera. Cuando el equipo de fútbol de Pittsburgh ganó el campeonato la primera vez, los aficionados se aglomeraron para celebrar la victoria y dar la bienvenida al equipo a su regreso. Algunos periodistas dijeron: “La ciudad entera salió a recibirlos”. ¿Esperaban los periodistas que la gente entendiera que cada uno de los habitantes de Pittsburgh se encontraba allí? Por supuesto que number Obviamente sus palabras eran hiperbólicas.

Conozco a un erudito de la Biblia muy competente que rechaza la idea de la infalibilidad de la Biblia porque Jesús cometió un error cuando dijo que la semilla de mostaza era la más pequeña de las semillas. Ahora que sabemos que existen semillas más pequeñas que la de la mostaza, vemos que Jesús, en el Nuevo Testamento erró al decir que esta era la más pequeña. Pero el acusar a Jesús o a la Escritura de un error cuando la hipérbole es claramente usada es no estar al tanto del análisis literario.
El análisis literario puede también desenredar alguna confusión resultante de la personificación. La personificación es una figura retórica mediante la cual los objetos inanimados o animales adquieren características humanas. Lo impersonal se describe en términos personales. La Biblia describe los montes como bailando y batiendo las manos. Estas figuras de lenguaje por lo general son fáciles de reconocer y no causa dificultad su interpretación. Sin embargo, en algunos casos las dudas en cuanto a la personificación han llevado a serios debates. Por ejemplo, el Antiguo Testamento relata el incidente del asno de Balaam hablando. ¿Es esta una intrusión repentina de una forma poética en medio de una narración histórica? ¿Indica este animal hablando la presencia de una fábula en el texto? ¿O encontramos aquí una indicación de un milagro o providencia especial registrada como parte del documento de la actividad divina en la historia?

La forma subjetiva de contestar estas preguntas es el prejuzgarlas desde un punto de vista que permita o prohiba los milagros. Una forma objetiva de contestar la pregunta es aplicar las normas literarias al texto. Este episodio particular se lleva a cabo en medio de una sección de la Escritura que no lleva las marcas de la poesía ni la fábula. El contexto inmediato lleva todas las señales de la narración histórica. Sin embargo, el asno que habla es un aspecto significativo del texto total, por lo que presenta algunos problemas. Una vez más, el propósito de esta discusión no es el de decidir si el asno habló o no sino ilustrar cómo el asunto de la personificación puede llevarnos a la controversia.
Si a algo que tiene todas las señales de ser una narración histórica lo catalogamos de personificación, somos culpables de eiségesis. Si la Biblia declara que algo realmente sucedió, no tenemos derecho a “darle una explicación” llamándolo personificación. Eso es una retracción literaria e intelectual. Si no creemos que realmente haya sucedido, digámoslo y veámoslo como una intrusión de superstición primitiva en los registros del Antiguo Testamento.

Una cuestión de la personificación que ha engendrado confusión rabiosa es la de la serpiente que habla en el relato de la caída del Génesis. La iglesia reformada holandesa en los Países Bajos ha pasado por una seria crisis en torno al punto de vista que de este aspecto tienen los más destacados profesores teológicos. Cuando Karl Barth visitó los Países Bajos durante el furor de esta controversia, se le preguntó: “¿Habló la serpiente?” Barth repuso: “¿Qué dijo la serpiente?” La ingeniosa respuesta de Barth estaba diseñada para decir “No importa si la serpiente habló o no, lo que importa es lo que dijo y el impacto que tuvieron estas palabras en esta descripción de la caída”. Por supuesto que Barth tenía razón si el relato bíblico de la caída no es histórico ni pretende ser histórico. Sin embargo, su respuesta no satisfizo a los holandeses porque su preocupación no era tanto si hubo o no una serpiente que realmente haya hablado sino acerca de las razones por las cuales el profesor negaba la historicidad del suceso.

Los primeros capítulos del Génesis causan verdadera dificultad a la persona que quiera determinar con exactitud el género literario utilizado. Una parte del texto tiene las características de la literatura histórica; sin embargo, otra parte exhibe el tipo de imágenes que encontramos en la literatura simbólica. Adán es colocado en un lugar geográfico real y es descrito como un ser verdaderamente humano. Hay más; significativamente es situado en la estructura de una genealogía familiar, cosa que al judío le sería de lo más inapropiado para un personaje místico. Adán aparece en otras partes de la Escritura asociado a personajes cuya realidad histórica no se pone en duda. Todo esto representaría razones de peso bajo los cánones del análisis literario para ver a Adán como un personaje histórico. (Hay, por supuesto, razones teológicas adicionales para hacerlo, pero lo que nos concierne aquí solamente es la cuestión del análisis literario.) No obstante, aunadas a la presencia de las características narraciones históricas, encontramos referencias, por ejemplo, la del árbol de la sabiduría del bien y del mal en el huerto. ¿Qué clase de árbol es este? ¿Qué tipo de hojas tenía? ¿Qué tipo de fruto daba? Esta imagen tiene las características de un tipo de simbolismo que se halla, por ejemplo, en la literatura apocalíptica tal como el libro de Apocalipsis.

Así, en los primeros capítulos de la Biblia nos enfrentamos a un tipo o clase de literatura que contiene elementos de narración histórica y elementos de simbolismo mezclados en una forma poco usual. Sólo después que determinemos qué tipo de literatura es, podremos discernir lo que está comunicándonos como historia. Una vez que esto haya sido resuelto, podremos pasar a la cuestión de su credibilidad. A riesgo de repetir demasiado, permítaseme enfatizar una vez más que debemos tener cuidado en notar la diferencia entre discernir lo que realmente dice la Biblia y si lo que dice es verdad o no.

El problema de la metáfora

La metáfora es una figura de lenguaje en la cual una palabra o frase que literalmente denota un tipo de objeto o idea se utiliza en lugar de otra sugiriendo una semejanza o analogía entre ellas. La Biblia frecuentemente hace uso de metáforas, que a menudo se encuentran en labios de Jesús. En casi todos los casos son relativamente fáciles de distinguir. Cuando Jesús dice: “Yo soy la puerta: el que por mí entrare, será salvo” (Jn. 10:9). ¿Cómo debemos entender esto? ¿Significa que donde nosotros tenemos piel, Jesús tiene chapa de caoba? ¿Dónde tenemos brazos, Jesús tiene bisagras? que donde nosotros tenemos el ombligo, ¿Jesús tiene una perilla? Tales conclusiones, por supuesto, son absurdas. Aquí Jesús utiliza la forma del verbo ser en forma metafórica.

¿Pero, a qué se refiere cuando dice en la Última Cena: “Este es mi cuerpo” (Lc. 22:19)? ¿Representaba el pan su cuerpo en una forma metafórica? ¿O se convirtió en su cuerpo realmente y en forma “literal”? En este caso la forma literaria no es tan obvia. Las diferencias en el análisis literario han llevado a serias divisiones en la iglesia acerca del significado de la Cena del Señor. Uno de los pocos problemas en los cuales Lutero y Calvino no fueron capaces de llegar a un acuerdo fue justamente en la cuestión del significado de estas palabras de Jesús. En un punto de las negociaciones de los representantes de Calvino y Lutero, Lutero seguía repitiendo: “Hoc est corpus meum; hoc est corpus meum …” (Este es mi cuerpo …). Con toda seguridad, dado el punto de vista de Lutero y Calvino respecto a la autoridad de la Biblia, si ellos hubieran podido ponerse de acuerdo en cuanto a lo que la Biblia realmente dice, lo habrían acatado.

El método clásico, pues, de buscar el sentido literal de la Escritura significó buscar un conocimiento de lo que estaba siendo comunicado por medio de diversas formas y figuras de lenguaje empleadas en la literatura bíblica. Esto se hizo, no con un punto de vista de ablandar o debilitar o relativizar las Escrituras, sino para entenderlas correctamente, para que puedan servir de forma más eficaz como una guía de la fe y conducta a los hijos de Dios.

La cuadriga medieval

Aunque Lutero no fue el primero en enfatizar la importancia de buscar el sentido literal de la Escritura, fue él quien causó mayor impacto en el método predominante de la interpretación en su época, el cual seguía la llamada cuadriga. La quadriga era el método cuádruple de interpretación cuyas raíces comienzan con la historia de la iglesia. Desde la obra de Clemente y Orígenes en adelante es común encontrar comentaristas bíblicos que usan el método extravagante de alegorizar en su interpretación bíblica. En la Edad Media el método cuádruple fue establecido firmemente. Este método examinaba cada texto en busca de cuatro significados: literal, moral, alegórico y anagógico.
El sentido literal de la Escritura fue definido como el significado sencillo y evidente. El sentido moral era aquel que enseñaba a los hombres cómo comportarse. El sentido alegórico revelaba el contenido de la fe, y el anagógico expresaba la esperanza futura. Así por ejemplo, los pasajes que mencionaban a Jerusalén, eran susceptibles de tener cuatro significados diferentes. El sentido literal se refería a la capital de Judea y el santuario central de la nación. El sentido moral de Jerusalén es el alma del hombre (el “santuario central” del hombre). El sentido alegórico de Jerusalén es la iglesia (el centro de la comunidad cristiana). El sentido anagógico es el cielo (la esperanza final de la residencia futura para los hijos de Dios). Así, una sola referencia de Jerusalén podría significar cuatro cosas al mismo tiempo. Si la Biblia mencionaba que alguien había subido a Jerusalén significaba que había ido a una verdadera ciudad terrenal, o que su alma “subió” al lugar de excelencia moral, o que deberíamos ir a la iglesia, o que algún día iremos al cielo.

Es sorprendente lo lejos que personas inteligentes pudieron llegar con un método tan raro de interpretación. Incluso Agustín y Aquino, quienes favorecieron la restricción de la teología al sentido literal, no obstante con frecuencia especulaban violentamente por la vía de la cuadriga. Solamente se necesita una mirada al trato alegórico de Agustín en cuanto a la parábola del buen samaritano para ver este método en operación. Mirando bajo la superficie del significado llano de las Escrituras, los exégetas de la Biblia salieron con toda clase de cosas raras. Contra este y otros abusos, Martín Lutero protestó.

Aunque Lutero rechazaba los significados múltiples de los pasajes de la Biblia, no por eso restringió la aplicación de la Escritura a un solo sentido. A pesar de que un pasaje de la Escritura tiene un solo sentido, puede tener muchas aplicaciones a una amplia variedad de matices en nuestras vidas. Conozco a un profesor de un seminario que les dio a sus alumnos en el primer día de clases la tarea de leer un versículo del Nuevo Testamento y escribir cincuenta cosas que aprendieran del estudio de ese versículo. Los estudiantes trabajaron hasta entrada la noche, arduamente comparando notas con el fin de cumplir con los requisitos del profesor. Cuando regresaron a la clase a la mañana siguiente, el profesor reconoció su labor y les asignó cincuenta más sobre el mismo pasaje para el siguiente día. El punto, por supuesto, era el de saturar en las mentes de los estudiantes la riqueza y profundidad que se pueden encontrar en un solo pasaje de la Escritura. El profesor estaba haciendo resaltar que aunque la Escritura tiene un sentido unificado, su aplicación puede ser rica y variada.

Tanto la analogía de la fe como el principio de buscar el sentido literal (sensu literalis) son salvaguardas necesarias contra la especulación desenfrenada y la interpretación subjetiva. Tal como se define, el sentido literal no tiene el propósito de recomendar un forzamiento craso y rígido de la Biblia entera a un patrón de narración histórica. En realidad, es una salvaguarda contra el hacer eso mismo, así como contra redefinir la Biblia imponiendo significados figurativos a pasajes que no fueron hechos para ser figurativos. Podemos torcer la Biblia en una u otra dirección. Un método puede ser más refinado que otro pero no menos deformante.

El método gramático-histórico

Firmemente ligado a la analogía de la fe y al sentido literal de la Escritura está el método de interpretación denominado gramático-histórico. Tal y como sugiere el nombre, el método enfoca la atención no sólo sobre las formas literarias sino también sobre las construcciones gramaticales y los contextos históricos en que se escribieron las Escrituras. Las cosas escritas nos llegan con alguna forma de estructura gramatical. La poesía tiene cierta reglas de estructura, como también la tienen las cartas de negocios. Cuando se trata con la Escritura es importante saber la diferencia entre un objeto directo y un predicado nominal o predicado adjetival. Es importante conocer la gramática, pero también ayuda conocer algo acerca de las peculiaridades de la gramática hebrea y griega. Si, por ejemplo, el público americano tuviera un conocimiento perfecto de la gramática griega, los Testigos de Jehová tendrían muchos problemas para vender su interpretación del primer capítulo del Evangelio según San Juan, por el cual los testigos niegan la deidad de Cristo.

La estructura gramatical determina si las palabras deben ser tomadas como preguntas (interrogativo), órdenes (imperativo), o declarativas (indicativo). Por ejemplo, Jesús dice: “Me seréis testigos” (He. 1:8). ¿Está haciendo una predicción acerca de un futuro cumplimiento, o está emitiendo un mandato soberano? La forma española no es clara. La estructura griega de las palabras, no obstante, deja perfectamente claro que Jesús no se está refiriendo a una predicción futura sino que está emitiendo una orden. Otras ambigüedades del lenguaje pueden ser aclaradas y elucidadas por medio de la adquisición de un conocimiento de la gramática. Por ejemplo, cuando Pablo dice al principio de su Epístola a los Romanos que es un apóstol llamado a comunicar “la Palabra de Dios”, ¿qué quiso decir con de? ¿Se refiere el de al contenido del evangelio o a su procedencia? ¿Realmente de significa “acerca de”, o es un genitivo de posesión? La respuesta gramatical determinará si Pablo está diciendo que él va a comunicar el evangelio acerca de Dios o si está diciendo que va a comunicar el evangelio que viene de Dios y pertenece a Dios. Existe una gran diferencia entre los dos que solamente puede ser resuelta por medio del análisis gramatical. En este caso la estructura griega revela un genitivo de posesión, el cual responde a nuestra pregunta.

El análisis histórico envuelve el buscar un conocimiento del ambiente y la situación en que los libros de la Biblia fueron escritos. Este es un requisito para entender lo que la Biblia trataba de decir en su contexto histórico. Este asunto de la investigación histórica es tan peligroso como necesario. Sus peligros serán tratados más adelante en el capítulo 5. La necesidad está allí para un entendimiento adecuado de lo que fue dicho. Las preguntas en cuanto a la paternidad literaria, fecha, y destino de los libros son importantes para un conocimiento claro del Libro. Si sabemos quién escribió un libro, para quién, bajo qué circunstancias, en qué período en la historia, esa información facilitará grandemente nuestro interés de entenderlo.

Por ejemplo, hay en la Epístola a los Hebreos muchos pasajes difíciles y problemáticos. Las dificultades se incrementan porque no sabemos con seguridad quién escribió el libro, a cuáles “hebreos” fue dirigido y, más importante, qué forma de apostasía en particular amenazaba las vidas de la comunidad a la que fue dirigida. Si una o más de estas preguntas pudieran ser contestadas con seguridad, podríamos avanzar mucho en cuanto a desentrañar los problemas especiales que presenta el libro.

Crítica del origen

El método llamado crítica del origen ha sido útil en algunos aspectos para arrojar luz sobre las Escrituras. Siguiendo la noción de que Marcos fue el primer evangelio escrito y que Mateo y Lucas tenían el Evangelio de Marcos frente a ellos cuando escribían, muchas de las preguntas en cuanto a la relación entre los evangelios pueden ser explicadas. Vemos además que tanto Lucas como Mateo incluyeron cierta información que no se encuentra en Marcos. Así, parece ser que Lucas y Mateo tuvieron otra fuente de información accesible que Marcos no tenía, o no decidió usar. Examinando más detenidamente, encontramos cierta información en Mateo que no se encuentra en Marcos ni Lucas, e información en Lucas que solamente encontramos allí. Si aislamos el material encontrado solamente en Mateo o solamente en Lucas, podremos discernir algunas cosas acerca de las prioridades y los intereses en la Escritura. Sabiendo por qué un autor escribe lo que escribe nos ayudará a entender lo que escribe. En la lectura contemporánea es importante leer el prefacio del autor porque sus razones e intereses por escribir suelen explicarse allí.

Mediante los métodos de la crítica del origen podemos aislar materiales comunes a escritores particulares. Por ejemplo, casi toda la información que tenemos en el Nuevo Testamento en cuanto a José, el esposo de María, se encuentra en el Evangelio de Mateo. ¿Por qué? ¿O por qué Mateo tiene tantas más referencias al Antiguo Testamento que otros evangelios? La respuesta es obvia. Mateo se dirige a un público judío. Eran los judíos quienes tenían preguntas legítimas acerca de la afirmación de Jesús de ser el Mesías. El padre legal de Jesús fue José, y para Mateo era muy importante demostrarlo para asentar el linaje tribal de Jesús.

Por el mismo tipo de análisis descubrimos que Lucas obviamente escribe su evangelio para un público más amplio que Mateo y está muy interesado en comunicarse con el mundo gentil. Él pone énfasis, por ejemplo, en la “universalidad” de la aplicación del evangelio.

Paternidad literaria y fechado

Las preguntas en cuanto a la paternidad literaria y la fecha también son importantes para llegar a un entendimiento claro del texto. Como que el lenguaje puede cambiar su significado de una generación a otra y en diferentes localidades, es importante ser lo más preciso posible en fijar el lugar y la fecha de un libro. Tales esfuerzos por fechar y asignar paternidad literaria han constituido un factor de mayor importancia en discusiones teológicas debido a algunos de los métodos empleados.
Cuando las preguntas acerca de fechas se plantean estrictamente desde una perspectiva naturalista, los libros que afirman incluir profecía vatídica son colocados en una fecha contemporánea a los eventos o después de que fueron profetizados. Con esto tenemos un criterio extraliteral e histórico inadecuadamente impuesto a los libros.

Los asuntos de paternidad literaria y fechado están estrechamente ligados. SÍ sabemos quien escribió un libro en particular y cuándo vivió esa persona, entonces, por supuesto, conocemos el período básico en que el libro fue escrito. He aquí por qué los eruditos discuten tanto acerca de quién escribió Isaías o II Timoteo. Si Isaías escribió el libro de Isaías, entonces estamos tratando con una maravillosa pieza de profecía vatídica que requeriría de un nivel muy alto de inspiración. Si Isaías no escribió el libro completo que lleva su nombre, se podría justificar una opinión menos favorable de la Escritura.

Ha sido casi divertido ver la forma en que las cartas de Pablo han sido tratadas por altos críticos de la era moderna. Al pobre de Pablo se le han arrebatado alternadamente casi cada una de sus epístolas y después se las han devuelto. Uno de los métodos menos científicos utilizados para criticar la paternidad literaria es el estudio de lo que se denomina la incidencia del hapax legomena. La frase hapax legomena se refiere a la aparición de las palabras de un libro en particular que no se encuentran en ninguna otra parte de los escritos de aquel autor. Por ejemplo, si encontramos 36 palabras en Efesios que no se encuentran en ningún otro de los escritos de Pablo, podríamos llegar a la conclusión de que Pablo no escribió, ni pudo haber escrito Efesios.

La insensatez de darle demasiada importancia al hapax legomena me vino a la mente cuando tuve que aprender el idioma holandés apresuradamente para mi trabajo de graduación en los Países Bajos. Aprendí el holandés por el “método inductivo”. Se me asignaron varios volúmenes de teología escritos por G. C. Berkouwer. Empecé mi estudio leyendo su volumen sobre La persona de Cristo, escrito en holandés. Empecé por la primera página con la primera palabra y la busqué en el diccionario. Escribí la palabra en holandés de un lado de una tarjeta y la palabra en inglés sobre el otro lado y me propuse aprender el vocabulario de Berkouwer. Luego de hacer esto en cada página de La persona de Cristo, tenía más de 6.000 palabras en tarjetas. El siguiente volumen que estudié fue La obra de Cristo de Berkouwer. Encontré más de 3.000 palabras en ese libro que no se encontraban en el primero. ¡Esa es evidencia significativa de que La obra de Cristo no fue escrito por Berkouwer! Nótese que Berkouwer escribió La obra de Cristo apenas un año después de escribir La persona de Cristo. Él estaba tratando el mismo tema general (cristología) y escribía para el mismo público general. Sin embargo, hubo miles de palabras en el segundo volumen que no se hallaban en el primero.

Asimismo, nótese que la cantidad de escritura de Berkouwer en el primer volumen excede en mucho a la cantidad total de escritura que sobrevive de la pluma del apóstol Pablo. Las cartas de Pablo fueron mucho más breves. Fueron dirigidas a una amplia variedad de personas, tratando una amplia diversidad de temas y asuntos, y se escribieron sobre un largo período de tiempo. Aun así, hay personas que se emocionan cuando encuentran un puñado de palabras en una epístola que no se encuentran en ningún otro lugar. A no ser que Pablo tuviese el vocabulario de un niño de seis años y no tuviese ninguna clase de talento literario, deberíamos concederle poca importancia a esta desorbitada especulación.

En conclusión, la interpretación privada requiere un análisis cuidadoso de la gramática y el contexto histórico de la Escritura. Es algo que no puede dejarse de hacer. Notables investigadores han hecho mucho para avanzar nuestros conocimientos del fondo linguístico, gramatical, e histórico de la Biblia. A veces las suposiciones naturalistas que muchos de ellos emplean oscurecen una gran parte de su trabajo. Pero el análisis es necesario. Y solamente a través de este tipo de análisis podemos ganar el control necesario para contener a aquellos eruditos que extravían su rumbo.

Errores gramaticales

Antes de pasar a los principios prácticos básicos de la interpretación, permítaseme mencionar un problema más en cuanto a la gramática. Un análisis detallado de las estructuras gramaticales utilizadas en el Nuevo Testamento ha alzado más de unas cuantas cejas con respecto a la inspiración de la Biblia. Cuando examinamos el libro del Apocalipsis encontramos un estilo de redacción áspero y crudo en su estructura gramatical. Encontramos numerosos “errores” de gramática. Esto ha provocado a algunos a atacar la idea de su inspiración, así como la de la infalibilidad de la Escritura. Pero ambos principios de inspiración e infalibilidad han sido formulados con margen para el error gramatical. La Biblia no está escrita en un “griego del Espíritu Santo”. Para la ortodoxia protestante la inspiración jamás significó que el Espíritu “dictaba” las palabras y el “estilo” de los autores humanos. Tampoco se veía a los autores como autómatas de tipo mecánico totalmente pasivos a la obra del Espíritu.

La infalibilidad tampoco significaba el evitar los errores gramaticales. La infalibilidad se utiliza para indicar la “total veracidad” de la Escritura. Cuando Lutero declara que las Escrituras jamás se equivocan, él quiere decir que jamás se equivocan con respecto a la verdad que proclaman. Esto lo podemos ver en el sistema jurídico de nuestra propia nación con referencia al crimen de perjurio. Si a un hombre inocente se le pregunta en cuanto a su culpabilidad sobre el estrado de los testigos y si él contesta: “Mí nunca no ha matado”, no puede ser acusado de perjurio porque ha empleado mal la gramática para exponer su caso.

Los tres principios primarios de la interpretación ayudan a enriquecer nuestro conocimiento. La analogía de la fe mantiene toda la Biblia en perspectiva, no sea que suframos los efectos de la exageración de alguna de sus partes o la exclusión de otras. El sentido literal ofrece un control que evita que la imaginación se extravíe en interpretaciones fantásticas y nos invita a examinar de cerca las formas literarias de la Escritura. El método gramático-histórico enfoca nuestra atención sobre el significado original del texto para que no caigamos en la tentación de buscar en la Escritura nuestras propias ideas del presente. Vayamos ahora a la consideración de cómo estos principios se aplican en la práctica.
 

DOWNLOAD HERE>>>

El estudio de la Biblia con Provecho: La interpretación privada

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial

Estudio personal de la Biblia e interpretación privada

Se da por sentado, tácitamente, que en cada hogar de los Estados Unidos hay una Biblia. La Biblia sigue siendo el éxito de librería perenne del país. Puede que muchas de ellas sirvan meramente como decoración o como un lugar conveniente para guardar fotos y disecar flores, y también para exhibirse en un lugar prominente cuando el pastor nos viene a visitar. Debido a la facilidad de acceso a la Biblia, nos resulta fácil olvidar el precio pavoroso que fue pagado por el privilegio de poseer una escrita en nuestra propia lengua, la cual podemos interpretar por nosotros mismos.

Martín Lutero y la interpretación privada

Dos de los grandes legados de la Reforma fueron el principio de la interpretación privada y la traducción de la Biblia a la lengua vernácula. Los dos principios van de la mano y fueron logrados solamente tras mucha controversia y persecución. Infinidad de personas pagaron con su vida quemados en hoguera (principalmente en Inglaterra) por atreverse a traducir la Biblia al idioma vernáculo. Uno de los mayores logros de Lutero fue la traducción de la Biblia al alemán con el fin de que cualquier persona letrada pudiera leerla por sí misma.

Fue el mismo Lutero quien en el siglo XVI enfocó nítidamente la cuestión de la interpretación privada de la Biblia. Oculto bajo la famosa respuesta del reformador a las autoridades eclesiásticas e imperiales en la Dieta de Worms se hallaba el principio implícito de la interpretación privada.
Cuando se le pidió que se retractara de sus escritos, Lutero contestó: “A no ser que yo este convencido por la Sagrada Escritura o por razón evidente, no puedo retractarme, pues mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios, y el actuar contra la conciencia no es ni correcto ni seguro. Esta es mi posición, no puedo tomar ninguna otra, así Dios me ayude”. Note que Lutero dijo: “A no ser que yo esté convencido …” En debates anteriores en Leipzig y Augsburgo, Lutero se había atrevido a interpretar la Escritura en forma contraria a las interpretaciones rendidas por los papas y por los concilios de iglesia. El hecho de que fuese tan atrevido le ganó la repetida acusación de arrogante por los miembros del clero. Lutero no tomó esos cargos a la ligera sino que agonizaba sobre ellos. El creía que podía estar equivocado pero insistía en que el papa y los concilios también podían errar. Para él solamente una fuente de verdad estaba libre de error. Dijo: “Las Escrituras jamás se equivocan”. Por tanto, a menos que las figuras de la iglesia pudieran convencerlo de su error, él se sentía moralmente obligado a seguir adelante con lo que su conciencia sabía que la Escritura enseñaba. Con esta controversia nació, bautizado con fuego, el principio de la interpretación privada.
Tras la valiente declaración de Lutero y su subsiguiente trabajo de traducir la Biblia al alemán en Wartburg, la Iglesia Católica Romana no permaneció inactiva. Movilizó sus fuerzas en una contraofensiva de tres puntas conocida como la Contrarreforma. Una de las púas más afiladas del contraataque fueron las acusaciones contra el protestantismo formuladas por el Concilio de Trento. El concilio discutió muchas de las cuestiones suscitadas por Lutero y otros reformadores. Entre ellas se encontraba la de la interpretación privada. Dijo el concilio:

  Para controlar los espíritus desenfrenados [el concilio] decreta que nadie, basándose en su propio juicio, podrá en asuntos de fe y moral referentes a la edificación de la doctrina cristiana, trastornando las Sagradas Escrituras de acuerdo con sus propios conceptos, presumir de interpretarlas contrariamente al sentido que la santa madre iglesia, a quien pertenece el derecho de juzgar por su sentido e interpretación verdaderos, ha mantenido o mantiene, o incluso en contra de la enseñanza unánime de los padres, a pesar de que tales interpretaciones en ningún momento deberán ser publicadas.

¿Capta usted el sabor de esta proclama? La declaración dice, entre otras cosas, que es la responsabilidad del departamento de enseñanza de la Iglesia Católica Romana el interpretar las Escrituras y declarar su significado. Este no deberá ser un asunto de juicio u opinión privada. Esta declaración de Trento fue claramente concebida para responder al principio de la Reforma de la interpretación privada.

Sin embargo, si examinamos detenidamente esta declaración, podemos ver que contiene un malentendido muy serio en cuanto al principio reformador. ¿Promovieron los reformadores la noción de desenfreno? ¿Significa la interpretación privada de la Biblia que un individuo tiene el derecho de interpretar la Escritura en una forma antojadiza, caprichosa, sin ninguna restricción? ¿Debe el individuo tomar en serio las interpretaciones de otros, tales como los que se especializan en enseñar las Escrituras? Las respuestas a estos interrogantes son obvias. Los reformadores también se preocupaban por las formas y los medios de controlar la anarquía mental. (Esta es una de las razones por las que trabajaron tan arduamente para delinear los principios sólidos de la interpretación bíblica como un dique a la interpretación extravagante.) Pero la forma en que ellos buscaban el control del pensamiento anárquico no era la de declarar que las enseñanzas de los maestros de la iglesia eran infalibles.

Quizás el término más crucial que aparece en la declaración de Trento sea la palabra trastornar. Trento dice que nadie tiene el derecho particular de trastornar las Escrituras. Con ello los reformadores estaban completamente de acuerdo. La interpretación privada jamás significó que los individuos tenían derecho a trastornar las Escrituras. Con el derecho a la interpretación privada viene la sobria responsabilidad de la interpretación exacta. La interpretación privada da licencia para interpretar, pero no para trastornar.

Cuando volvemos la vista al período de la Reforma y vemos la respuesta brutal de la Inquisición y la persecución de aquellos que tradujeron las Escrituras a la lengua vernácula para hacerlas accesibles a los laicos, nos horrorizamos. Nos preguntamos cómo los príncipes de la Iglesia Católica Romana podían ser tan corruptos como para torturar a las personas por leer la Biblia. Nos deja perplejos inclusive el hecho de leer tales cosas. Sin embargo, lo que con frecuencia pasamos por alto en este reflejo histórico es que había muchas personas bien intencionadas que se hallaban involucradas en aquello. Roma estaba convencida de que, si se ponía la Biblia en las manos de un laico sin preparación y se le permitía interpretar el Libro, surgirían distorsiones grotescas que llevarían a las ovejas a la deriva, probablemente al tormento eterno. Por tanto, para proteger a las ovejas de embarcarse en un curso de autodestrucción segura, la iglesia recurrió al castigo corporal, aun al punto de la ejecución.

Lutero estaba enterado de los peligros de tal movimiento, pero estaba convencido de la claridad de la Escritura. Por lo tanto, aunque los peligros de la distorsión fuesen grandes, él pensó que el beneficio de exponer a las multitudes a un mensaje básicamente claro del evangelio podría aportar más a la salvación eterna que a la ruina eterna. El estaba inclinado a asumir el riesgo de girar la válvula que podría abrir la “compuerta de iniquidad”.

La interpretación privada dio acceso a la Biblia a los laicos, pero no terminó con el principio del clero educado. Retrocediendo a los días bíblicos, los reformadores reconocieron que en la práctica y las enseñanzas del Antiguo y del Nuevo Testamento había un lugar significativo para el rabí, el escriba, y el ministerio de la enseñanza. El hecho de que los maestros deberían ser conocedores de lenguas, costumbres, historia, y análisis literario antiguos, es aún un factor importante en la iglesia cristiana. La doctrina famosa de Lutero acerca del “sacerdocio de todos los creyentes” ha sido con frecuencia mal interpretada. No significa que no haya distinción entre el clero y el laicado. La doctrina simplemente afirma que cada individuo cristiano tiene un papel que desempeñar y una función que mantener en el ministerio total de la iglesia. Todos, en cierto sentido, somos llamados a ser “Cristo para nuestro prójimo”. Pero esto no significa que la iglesia no tenga supervisores o maestros.

Mucha gente ha llegado a desencantarse con la iglesia organizada en nuestra cultura actual. Algunos se han ido en dirección a la anarquía eclesiástica. De la revolución cultural de los años 1960 con el advenimiento del movimiento de Jesús y la iglesia subterránea vino el clamor de la juventud: “No necesito acudir a ningún pastor; no creo en una iglesia organizada o un gobierno estructurado del cuerpo de Cristo”. En manos de estas personas el principio de la interpretación privada podría ser una licencia para el subjetivismo radical.

Objetividad y subjetividad

El gran peligro de la interpretación privada es el peligro claro y presente del subjetivismo en la interpretación bíblica. El peligro está más extendido de lo que aparenta a primera vista. Yo lo veo manifestado muy sutilmente en el curso de la discusión y debate teológico.

Recientemente participé en un jurado con eruditos de la Biblia. Discutimos los pros y contras de cierto pasaje en el Nuevo Testamento cuyo significado y aplicación eran debatibles. Uno de los eruditos del Nuevo Testamento, en su declaración de apertura dijo: “Yo pienso que deberíamos ser abiertos y honestos en cuanto a la manera de abordar el Nuevo Testamento. En el análisis final leemos lo que queremos leer, y eso está bien”. Yo no podía creer lo que oía. Quedé tan aturdido, que no lo contradije. Mi estado de shock se mezclaba con una sensación de inutilidad ante la posibilidad de un intercambio significativo de ideas. Es raro que un erudito exponga sus prejuicios tan abiertamente y en público. Todos podemos luchar contra la tendencia pecaminosa de leer en la Escritura lo que quisiéramos encontrar, pero espero que no lo hagamos siempre. Confío en que haya medios disponibles para que controlemos esa tendencia.

Esta fácil aceptación del espíritu subjetivista en la interpretación bíblica prevalece igualmente a nivel popular. En muchas ocasiones, después de discutir el significado de cierto pasaje, la gente contradice mis declaraciones simplemente diciéndome: “Esa es su opinión”. ¿Qué puede significar tal comentario? Primero, es perfectamente obvio a todos los presentes que una interpretación que yo ofrezca como mía propia es mi opinión. Yo soy el que acaba de dar la opinión. Pero no creo que eso sea lo que la persona tiene en mente.

Un segundo significado es el de un rechazo implícito, que señala culpa por falacia de asociación. Señalando que la opinión ofrecida es mía, la persona siente quizás que eso es todo lo necesario para refutarla, ya que todos conocen la conjetura tácita: cualquier opinión que salga de la boca de R. C. Sproul debe ser errónea porque él jamás ha tenido, y nunca podría tener, la razón. Por hostiles que sean las personas en cuanto a mis opiniones, dudo que eso sea lo que intentan decir cuando afirman: “Esa es su opinión”.

Creo que una tercera alternativa es la que casi todos intentan decir: “Esa es tu interpretación y está bien para ti. No estoy de acuerdo, pero mi interpretación es igualmente válida. Aunque nuestras interpretaciones se contradigan, las dos pueden ser verdad. Lo que tú quieras es verdad para ti y lo que yo quiera es verdad para mí”. Esto es subjetivismo.

Subjetivismo y subjetividad no son la misma cosa. Decir que la verdad contiene un elemento subjetivo es una cosa; decir que es totalmente subjetiva es otra cosa bastante diferente. Para que la verdad o la mentira tengan algún significado en mi vida me deben implicar en alguna forma. El comentario “Está lloviendo en Georgia” puede ser verdad objetivamente, pero no me afecta. Se me podía convencer de que sí me afecta si, por ejemplo, se pudiera demostrar que junto con la lluvia hubiera un granizo severo que destruyera las cosechas de melocotones en las que invertí mi dinero. Entonces es cuando el comentario adquiere una importancia subjetiva para mí. Cuando la verdad de un asunto me toca, ese es un asunto subjetivo. La aplicación de un texto bíblico a mi vida puede traer consigo fuertes alusiones subjetivas. Pero eso no es a lo que nos referimos con subjetivismo. El subjetivismo ocurre cuando trastornamos el significado objetivo de los términos para adaptarlo a nuestros propios intereses. El decir “Está lloviendo en Georgia” puede no tener ninguna importancia en mi vida si estoy en Pennsylvania, pero las palabras siguen siendo significativas. Es importante para las personas que viven en Georgia, así como para las plantas y los animales.

El subjetivismo ocurre cuando la verdad de una declaración no se extiende meramente ni se aplica al sujeto sino cuando se determina absolutamente por dicho sujeto. Si debemos evitar la distorsión de la Escritura, deberemos evitar el subjetivismo desde el principio.

Al buscar un entendimiento objetivo de la Escritura no estamos reduciendo esta a algo frío, abstracto, y sin vida. Lo que estamos haciendo es tratar de entender lo que la Palabra dice en su contexto antes de llegar a la tarea igualmente necesaria de aplicárnosla. Un comentario en particular puede tener numerosas y posibles aplicaciones personales, pero solamente puede tener un significado correcto. Las interpretaciones opcionales que se contradigan y sean obviamente exclusivas no pueden ser verdad a no ser que Dios esté mintiendo. Más adelante trataremos detenidamente este asunto de la contradicción y el significado singular de algunas declaraciones bíblicas. Por ahora, sin embargo, nos interesa fijarnos metas de sólida interpretación bíblica. La primera de estas metas es llegar al significado objetivo de la Escritura y evitar las trampas de la distorsión causadas por permitir que las interpretaciones sean gobernadas por el subjetivismo.

Los eruditos de la Biblia hacen una diferencia necesaria entre lo que ellos llaman la exégesis y eiségesis. Exégesis significa explicar lo que la Escritura dice. La palabra viene del griego y significa “guiar fuera de”. La clave de la exégesis se encuentra en el prefijo “ex” el cual significa “de” o “fuera de”. Hacer exégesis de la Escritura es extraerle a las palabras su significado, ni más ni menos. Por otra parte, eiségesis tiene la misma raíz pero el prefijo es diferente. El prefijo “eis” también viene del griego y significa “adentro”. Por lo tanto eiségesis implica leer dentro de un texto algo que no está allí. La exégesis es una empresa objetiva. La eiségesis implica un ejercicio de subjetivismo.
Todos tenemos que luchar con el problema del subjetivismo. La Biblia frecuentemente dice cosas que no queremos oír. Podemos ponernos tapones en los oídos y vendas en los ojos. Es más fácil y mucho menos doloroso criticar la Biblia que permitir que la Biblia nos critique a nosotros. Con razón Jesús frecuentemente concluía sus palabras diciendo: “El que tiene oídos para oír, oiga” (v.g., Lc. 8:8; 14:35).

El subjetivismo no solamente produce error y distorsión sino que también engendra arrogancia. Creer lo que creo simplemente porque lo creo o discutir que mi opinión es la correcta meramente por ser mi opinión es el epítome de la arrogancia. Si mis puntos de vista no pueden pasar la prueba del análisis objetivo y de la verificación, la humildad me exige que los abandone. Pero el subjetivista tiene la arrogancia de mantener su posición sin base ni corroboración objetiva. El decirle a alguien: “Si te gusta creer lo que quieres creer, está bien; yo creeré lo que quiera creer”, aparenta ser humilde sólo en la superficie.

Los puntos de vista privados deben ser evaluados a la luz de la evidencia y la opinión externa, porque llegamos a la Biblia con exceso de equipaje. Nadie sobre la faz de esta tierra tiene un entendimiento puro de la Escritura. Todos tenemos algunos puntos de vista y mantenemos algunas ideas que no son de Dios. Tal vez si supiéramos exactamente cuáles de nuestros puntos de vista son contrarios a las ideas de Dios, los abandonaríamos. Pero el seleccionarlos es muy difícil. Por tanto, nuestros puntos de vista necesitan la tabla de armonía y el acero templado de la investigación y la experiencia de otras personas.

El papel del maestro

En las iglesias reformadas del siglo XVI se hizo una distinción entre dos clases de ancianos: ancianos que enseñaban y ancianos que gobernaban. Los ancianos que gobernaban eran llamados a administrar los asuntos de la congregación. Los maestros o pastores eran responsables primordialmente de la enseñanza y de equipar a los santos para el ministerio.

La última década ha sido una época extraordinaria de renovación de la iglesia en muchos lugares. Las organizaciones paraministeriales, tales como la Fe en Acción, han hecho mucho por restaurar el significado del laicado para la iglesia local. Las conferencias para la renovación de los laicos son ya comunes. El énfasis ya no recae tanto sobre los grandes predicadores sino en los grandes programas para y por laicos. Esta es la era no del gran predicador sino de la gran congregación.
Uno de los efectos más significativos del movimiento de renovación de laicos ha sido la práctica de grupos de estudio de la Biblia en los hogares. Aquí, en una atmósfera de convivio e informalidad, la gente que de otra manera no estaría interesada en la Biblia ha dado grandes pasos en su aprendizaje. La clave de la dinámica del grupo reducido recae básicamente sobre el laico. Los laicos se enseñan unos a otros o combinan sus propias ideas en estos estudios bíblicos. Estos grupos han tenido un éxito considerable en renovar la iglesia. Y será aun más así a medida que las personas adquieran más y más habilidad en el entendimiento e interpretación de la Biblia. Es formidable que las personas empiecen a abrir la Biblia y a estudiarla juntas. Pero también es algo excesivamente peligroso. El aunar los conocimientos edifica la iglesia; el aunar la ignorancia es destructivo y puede manifestar el problema del tuerto guiando a los ciegos.

Aunque los grupos reducidos y los estudios bíblicos en los hogares pueden resultar muy efectivos para promover la renovación de la iglesia y la transformación de la sociedad, tarde o temprano las personas deberán recibir una enseñanza educada. Estoy convencido de que ahora, al igual que siempre, la iglesia necesita un clero culto. El estudio privado y la interpretación deben estar en equilibrio a través de la sabiduría colectiva de los maestros. Por favor no me interpreten mal. No estoy diciendo que la iglesia deba regresar a la situación de la pre-Reforma, cuando el clero tenía la Biblia en cautiverio. Me regocijo de que las personas estén empezando a estudiar la Biblia por sí mismas y de que la sangre de los mártires protestantes no se haya derramado en vano. A lo que me refiero es a que es sabio que los laicos involucrados en el estudio de la Biblia lo hagan bajo la autoridad de sus pastores o profesores. Es Cristo mismo quien se lo ha ordenado a su iglesia para así dar a algunos el don de la enseñanza. Ese don y ese puesto deben ser respetados si Cristo va a ser honrado por los siglos.

Es importante que los maestros tengan una preparación adecuada. Es cierto que ocasionalmente aparecen algunos maestros que, aunque sin instrucción ni entrenamiento, poseen no obstante una extraña visión intuitiva acerca de la Escritura. Pero estos se encuentran muy de tarde en tarde. Más bien, el problema es de individuos que se autodenominan maestros y que simplemente no están calificados para enseñar. Un buen maestro debe tener una base de conocimiento y la preparación necesaria para desentrañar porciones difíciles de la Escritura. En esto la necesidad del dominio del lenguaje, la historia, y teología es de importancia crítica.

Si examinamos la historia del pueblo judío en el Antiguo Testamento, vemos que una de las amenazas más severas y constantes a Israel era la del falso profeta o falso maestro. Con más frecuencia que a manos de los filisteos o asirios, Israel cayó en el poder seductivo del maestro mentiroso.

El Nuevo Testamento da nota del mismo problema en la iglesia primitiva. El falso profeta era como el pastor mercenario que estaba más interesado en sus propios intereses que en el bienestar de sus ovejas. No le importaba engañar a la gente y conducirla al error o a la maldad. No todos los falsos profetas hablan falsedad con fines malévolos; muchos lo hacen por ignorancia. Debemos huir tanto de los maliciosos como de los ignorantes.

Por otra parte, una de las mayores bendiciones para Israel vino cuando Dios mandó profetas y maestros que les enseñaran su propia forma de pensar. Oíd la solemne advertencia que Dios le da a Jeremías:

  Yo he oído lo que aquellos profetas dijeron, profetizando mentira en mi nombre, diciendo: soñé, soñé, ¿hasta cuándo estará esto en el corazón de los profetas que profetizan mentira, y que profetizan el engaño de su corazón? ¿No piensan cómo hacen que mi pueblo se olvide de mi nombre con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero, al modo que sus padres se olvidaron de mi nombre por Baal? El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? Dice Jehová ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra? Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen: él ha dicho. He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová. (Je. 23:25–32)

Con palabras de juicio como estas no es sorprendente que el Nuevo Testamento advierta: “No os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Sg. 3:1). Necesitamos maestros que tengan un conocimiento sólido y corazones que no estén contra la Palabra de Dios.

El estudio privado de la Biblia es un medio importante de gracia para el cristiano. Es un privilegio y un deber para todos nosotros. En su gracia y su bondad hacia nosotros, Dios nos ha provisto no solamente de maestros dotados en su iglesia para asistirnos sino que su propio Espíritu Santo ilumina su Palabra y nos ayuda a encontrar su aplicación a nuestras vidas. A la enseñanza sólida y al estudio diligente, Dios añade bendición.

https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html