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viernes, 11 de noviembre de 2011

11-11-11: La Realidad de que Dios Tiene todo controlado

biblias y miles de comentarios
Eclesiastés II
Imagínese una asamblea de judíos mientras escuchan al rey Salomón hablar respecto a un importante problema. Salomón es el «predicador» o «el que debate» en esta asamblea (1.1–2, 12; 7.27; 12.8–10) y el tema que considera es este: «¿Vale la pena vivir esta vida?» ¿Puede pensar en un tema más práctico? ¿Y puede pensar de una persona mejor para tratarlo? Porque Salomón fue el más sabio de todos los reyes, hombre cuya sabiduría y riqueza le permitieron experimentar una vida plena. En esta breve sección sólo podemos tocar los puntos principales de este interesante libro.
I. Se declara el problema (1–2)
«¿Vale la pena vivir esta vida?» Esta es la cuestión que Salomón debate. En 1.1–3 indica su primera conclusión: la vida no vale la pena vivirse porque está llena de vanidad (vacío). Luego indica sus razones:
A. El hombre sólo es un diente en un enorme engranaje (1.4–11).
¿Qué es el hombre comparado con el vasto mundo? Todo en la naturaleza continúa, siglo tras siglo, pero el hombre está aquí por un breve tiempo, luego muere. Todo parece muy desprovisto de significado. Es vanidad. (Salomón usa la palabra «vanidad» treinta y siete veces en este libro.) Puesto que la vida es tan corta y el hombre tan insignificante, ¿por qué molestarle con vivir siquiera?
B. El hombre no puede comprenderlo todo (1.12–18).
Salomón fue el más sabio de los hombres, sin embargo, cuando trató de comprender el significado de la vida, se quedó confuso. Cuántos filósofos sabios han tratado de explicar la vida, sólo para admitir completa ignorancia. ¿Es razonable vivir cuando no se puede entender de qué se trata al fin y al cabo la vida?
C. Los placeres del hombre no satisfacen (2.1–11).
Salomón tenía abundancia de dinero, placer, cultura y fama; sin embargo, admitió que estas cosas no satisfacían. Tampoco duraban. Véase lo que Jesús dijo al respecto en Lucas 12.13–21.
D. La muerte lo acaba todo (2.12–23).
«Un mismo suceso» (la muerte) le ocurre tanto al necio como al sabio, al rico y al pobre. Una persona trabaja toda su vida, luego muere y deja la riqueza para que otro la disfrute. ¿Es esto justo?
Estos cuatro argumentos parecen conducir a una gran conclusión: para el ser humano no vale la pena vivir. Pero Salomón no llega a esa conclusión. En 2.24–26 nos dice que debemos aceptar las bendiciones de Dios hoy, disfrutarlas y beneficiarnos de ellas. Esto concuerda con el consejo de Pablo en 1 Timoteo 6.17. Pero incluso este «vivir para hoy» no satisface por completo, porque los seres humanos quieren ir más allá de hoy. Así que Salomón retrocede en los siguientes ocho capítulos («vuelve y considera»; véanse 4.1, 7; 9.11) y estudia sus argumentos de una manera más profunda.
II. Se discute el problema (3–10)
A. Dios tiene un propósito en nuestras vidas (cap. 3).
Dios equilibra la vida: nacimiento-muerte, tristeza-alegría, encuentro-partida. ¿Por qué lo hace? Por dos razones: (1) para que no pensemos que podemos explicar fácilmente las obras de Dios (v. 11), y (2) para que aprendamos a aceptar y disfrutar lo que tenemos (vv. 12–13). Dios ha puesto «eternidad» en nuestros corazones (v. 11, donde algunas versiones traducen «mundo» en lugar de «eternidad»). Esto quiere decir que las cosas del mundo jamás pueden realmente satisfacernos. Por consiguiente, debemos hallar la voluntad de Dios para nuestras vidas y permitirle que Él «mezcle los ingredientes» de acuerdo a su propósito.
B. Dios da riquezas de acuerdo a su voluntad (caps. 4–6).
Estos capítulos tratan del significado de las riquezas. ¿Por qué una persona es rica y otra pobre? ¿Por qué hay injusticia y desigualdad en el mundo? Porque Dios tiene un plan para nosotros, no debemos confiar en las riquezas inciertas sino en el Señor. No viva para las riquezas, sino úselas de acuerdo a la voluntad de Dios.
C. La sabiduría de Dios puede guiarnos por la vida (caps. 7–10).
La palabra sabiduría (o sabio) se usa más de treinta veces en los capítulos 7–12. Es cierto que la sabiduría del hombre no puede sondear el plan de Dios, pero Él puede darnos sabiduría para conocer y hacer su voluntad. Simplemente porque no logremos comprenderlo todo no significa que debemos darnos por vencido en desesperación. Confíe en Dios y haga lo que le dice que haga.
¿Notó que en cada una de estas tres secciones Salomón enfatiza el disfrute de las bendiciones de Dios y la realidad de la muerte? Leáse 3.12–21; 5.18–6.7 y 8.15–9.4. Puesto que cada persona va a morir, no debemos molestarnos en trabajar ni ahorrar dinero ni servir a Dios: ¿es esto correcto? Salomón dice: ¡No! Y en los capítulos 11–12 explica lo que significa.
III. Se decide el problema (11–12)
Salomón ya ha decidido que el hombre no es «un diente en el engranaje» y que no hay nada de malo en disfrutar de las riquezas y placeres para la gloria de Dios, y que nuestra incapacidad para comprender todo lo que Dios hace no es obstáculo para una vida feliz. En los capítulos 11–12 Salomón resume todo el asunto con tres admoniciones prácticas.
A. Vive por fe (11.1–6).
Las circunstancias nunca van a ser ideales en esta vida, pero debemos seguir adelante y obedecer a Dios y confiarle a Él los resultados. Si espera el viento o el día correcto, quizás pierda la oportunidad. Tal vez parezca necio, como alguien que arroja pan en aguas corrientes, pero Dios velará para que eso vuelva a usted.
B. Recuerda que la vida acabará (11.7–12.7).
¿Es esta una sugerencia morbosa? No. Es realismo cristiano. Un día morirá, de modo que aproveche al máximo la vida que tiene ahora. Esta no es una actitud mundana: «Comamos, bebamos, y alegrémonos, que mañana moriremos». Más bien es la actitud de Pablo en Filipenses 1.20–21: vivir es Cristo y morir ganancia. Nótense aquí las tres palabras clave dirigidas especialmente a los jóvenes: alégrate (11.9), quita (11.10) y acuérdate (12.1). Alegrarse de las bendiciones de Dios mientras se es joven; quitar de la vida los pecados que causan tristeza; y acordarse de servir a Dios y temerle en los días de la juventud. En 12.1–7 tenemos una descripción poética de la ancianidad y la muerte. Analice si puede descubrir cuáles de estos términos poéticos se refieren al cuerpo humano.
C. Teme a Dios y obedécele (12.8–14).
Viva como quien un día enfrentará el juicio. ¿Se quemarán sus obras cuando el fuego de Dios las pruebe? (1 Co 3.9–17). Si así lo desea, interprete las conclusiones de Salomón a la luz de 1 Corintios 15, el gran capítulo de la resurrección en la Biblia. Si la muerte lo acaba todo, la vida no vale la pena vivirse, y todo verdaderamente es «vanidad» y vacuidad. Pero 1 Corintios 15 aclara que la muerte no es el acabóse. En razón de que Cristo resucitó de los muertos, nosotros también resucitaremos. Y la gloria y la recompensa que gozaremos en la eternidad dependerá de las vidas que hayamos vivido aquí en la tierra. Por consiguiente, nuestra labor «en el Señor no es en vano» (1 Co 15.58).
Desde el punto de vista humano «debajo del sol» parece como si la vida es fútil y vacía; todo es vanidad. Pero cuando se vive en el poder de Dios y para su gloria, la vida se vuelve significativa. Una persona puede vivir y laborar cincuenta años y luego morir. ¿Significa esto que desperdició su vida? Por supuesto que no. Su trabajo en el Señor no es en vano. Cuanto Cristo vuelva, recibirá las recompensas de sus trabajos. «El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2.17). El inconverso lo pierde todo al morir; lo mismo el cristiano carnal y mundano que «será salvo, mas así como por fuego» (1 Co 3.15). Pero el cristiano fiel que hoy se regocija en las bendiciones de Dios y usa su vida para glorificar a Cristo, recibirá abundantes recompensas en la vida venidera.
A la luz del NT, Eclesiastés no es un libro «pesimista» que niega las alegrías de la vida. Más bien demuestra que aunque hay muchos misterios en la vida que no sabemos explicar, podemos vivir de tal manera que disfrutemos las bendiciones de Dios y glorifiquemos su nombre.
Wiersbe, W. W. (2000, c1995). Bosquejos expositivos de la Biblia : Antiguo y Nuevo Testamento (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.


sábado, 4 de junio de 2011

Atrévete a Ser Santo: Esperar en Dios


Atrévete a Ser Santo: Esperar en Dios
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 16MB | Idioma: Spanish | Categoría: Preparación Ministerial
Información
contenido
  I Descender hacia la santidad  
  Seamos santos  7
 2 La Biblia como guía  35
 3 Liberación del orgullo  47
 4 Arrepentirnos  63
 5 Cambio verdadero  79
 6 Adorar en espíritu y en verdad  93
 7 Unción y santidad  
 8 Dios nos hace justos  3
  II El camino de la santidad  47
 9 Esperar en Dios  5
 0 Dios vive en nosotros  63
  Contemplar a Cristo  87
 2 Una iglesia apasionada  205
 3  Una iglesia unida  227
  Apéndice: Discernir la verdad  243
  Notas  257
Dios es Santo y por su gracia, él nos declara santos en Cristo. Pero, ¿podemos nosotros, seres pecadores, llegar a ser santos? Siendo imperfectos y finitos, ¿cómo podemos imitar a un Dios perfecto e infinito? ¿Es esta una meta imposible o un llamado de Dios que puede ser cumplido?
John White aborda estos temas con la intensidad y franqueza que lo caracteriza. Comparte su experiencia personal y la de otros cristianos. Además, se nutre en el legado de los puritanos y en otras fuentes de la tradición cristiana, que tenían mucho para decir acerca de los desafíos y las satisfacciones de una vida de santidad personal.
En este libro usted encontrará temas tales como: el deseo de Dios de que seamos verdaderos adoradores, cómo contemplar a Cristo, de qué manera esperar en Dios y meditar en su Palabra. También se abordarán asuntos vitales de la vida cristiana, como el arrepentimiento, el fruto del Espíritu Santo, la pureza, la humildad y la santidad de la iglesia.
Vencemos al pecado en la medida en que alimentamos la vida de Dios en nosotros, afirma el autor. Si usted desea acercarse más a Dios y experimentar más santidad en su vida, encontrará fuerza y estímulo en estas páginas.
John White es autor de muchos libros, entre ellos: Oración: un diálogo que cambia vidas, Hacia la sanidad sexual, Cuando el Espíritu Santo llega con poder y La lucha. Se graduó como médico y psiquiatra, y sirvió en la iglesia tanto en Bolivia y Argentina como en Canadá y los Estados Unidos.
Antes se decía que podíamos hacer cualquier cosa siempre que no dañáramos al prójimo. Actualmente, en cambio, los abogados defienden a individuos que han cometido graves daños contra otros. Tenemos un sistema jurídico por el que los abogados, aprovechando tecnicismos legales, logran que no se encarcele a ladrones y criminales; hay abusadores de niños que salen de la cárcel por buena conducta, y por otro lado hay personas inocentes injustamente condenadas. La gente protesta por estos y muchos otros motivos.
El mundo percibe que la iglesia no está mucho mejor, y está casi acertado. Los cristianos tenemos ambiciones de dinero, sexo y poder. Abundan los escándalos en la iglesia, y tenemos un índice increíblemente elevado de pecado. Los consejeros cristianos, a los que muchos creyentes recurren en busca de ayuda, tienden a desestimar la disciplina eclesiástica. Aun si están de acuerdo con la idea de que la iglesia debe disciplinar, se ven atrapados en un conflicto de lealtades, ya que deben mantener el carácter confidencial de la consulta. Los consejeros cristianos podrían estar contribuyendo, sin poder evitarlo, a perpetuar el comportamiento pecaminoso de la iglesia en lugar de cooperar en la solución del problema.
¿Qué hacer, entonces? Con demasiada frecuencia, es el mundo el que marca el rumbo para la iglesia, cuando debiera ser esta la que guíe al mundo. La iglesia puede hacerlo, una vez que comienza a ser invadida por la santidad de Dios. Dios es un Dios santo. Pronto llegará el día en que el mundo temblará ante la santidad de Dios que será visible a través de la iglesia.
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