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sábado, 9 de septiembre de 2017

SAMARITANA, POEMA POR EL MES DE LA BIBLIA, BASADO EN JUAN 4:1-15

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



SAMARITANA: UN POEMA POR EL MES DE LA BIBLIA
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viernes, 22 de julio de 2016

Para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por medio del cual existimos nosotros.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




LA GRACIA SOBREABUNDA

LA GRACIA PROPORCIONA EL PODER  DE SER LIBRE DEL PECADO


Justo cuando el apóstol Pablo se estaba preparando para pronunciar su fabuloso tratado sobre la justicia, dio esta declaración: «Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Romanos 5:20). 

Es muy importante para el hombre cuya vida se ha caracterizado por actos lujuriosos saber que por mucho que se haya entregado al pecado, Dios tiene una medida de gracia todavía mayor para vencer ese pecado. 

La razón por la que Jesús vino fue para romper el poder del pecado sobre la vida del creyente. Pablo lo dijo de esta manera: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:11-12). 

Sí, es cierto, la gracia es el medio por el cual la salvación está disponible para toda la humanidad. Sin embargo, es aun más que eso. La gracia también es una maestra, y su principal asignatura es enseñar cómo vivir una vida agradable a Dios. 

Cuando surge la tentación por algo profano, la gracia está ahí para enseñarnos a decir: «No». Cuando llega la ocasión para entregarse a alguna pasión mundana, la gracia nos enseña a rechazarla. No solo nos ayuda durante esos momentos de tentación, sino que la gracia diaria de Dios es una fuerza activa en la vida del creyente para que «vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente». 

Esto es justo lo que quería decir Pablo cuando dijo: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (1 Corintios 10:13).

Es la gracia de Dios lo que nos faculta para resistir el agobiante deseo del pecado. En otros términos, el ambiente que proporciona la aceptación y el perdón cuando nos arrepentimos es el mismo ambiente piadoso que proporciona una senda a través de cada tentación a pecar. Es mi testimonio que en los últimos quince años ha sido la gracia de Dios lo que me ha mantenido sin entregarme a la poderosa lujuria por las mujeres que antes dominaba mi vida. 

Solo para dar un ejemplo de los muchos que podría compartir les contaré un incidente que sucedió en 1988. En ese tiempo solo tenía tres años de haber salido de la adicción al pecado. Estuve viajando, dictando una conferencia sobre el tema de cómo vencer la adicción sexual. 

Allí se encontraba una atractiva doctora que parecía muy interesada en los Ministerios Vida Pura. Hacía una gran cantidad de preguntas y parecía reacia a marcharse después de la conferencia. El hombre con el que yo viajaba tenía otros compromisos, y le pedí a ella que me llevara a la casa donde nos hospedábamos. En ese momento no había pasado por mi mente ninguna tentación. 

Parecía que esta señora tenía cierto interés en involucrarse con los Ministerios Vida Pura, así que me alegraba de tener la oportunidad de hablar con ella. No obstante, durante el recorrido a través de la ciudad, comencé a percatarme de su físico. Cuando llegamos a la casa, sentí que una lujuria irresistible por ella se apoderaba de mi mente. Era la misma demoníaca nube negra que había experimentado en el carro cuando viajaba a otra ciudad  a principios de ese año. 

Mientras experimentaba este intoxicante deseo, ella me aclaró que estaba disponible. Justo entonces, en ese momento crítico, me entró un temor aun más abrumador que la lujuria de que me sorprendieran si cometía adulterio. Este temor que me invadía era todo lo que necesitaba para escaparme de la situación. ¡Qué ejemplo de la maravillosa gracia de Dios que me sostuvo en ese instante! 

Si Dios me hubiera dejado solo, hubiera arrojado todo lo que el Señor había logrado en mi vida durante esos tres años. Habría destrozado la confianza que con tanto esmero y trabajo había restablecido con mi esposa.Habría arruinado a Ministerios Vida Pura, aun antes de que comenzaran a funcionar. 

En efecto, hubiera caído verticalmente en las profundidades del pecado una vez más. ¡No obstante, no estuve solo! La gracia de Dios estaba ahí para proporcionarme una vía de escape.

Si su gracia está ahí para el creyente, ¿por qué algunos hombres se hunden de continuo en sus tentaciones?. Aunque no lo comprendo del todo, el permanecer en Cristo hace posible que la gracia de Dios sustente al creyente. Como Juan dijo: «Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido» (1 Juan 3:5-6,24).
      
Permítame ilustrar esto.

He tenido que viajar mucho. En otra ocasión estuve en un aeropuerto  cerca de Londres. Hay una pasarela movible que conduce hasta el centro de la terminal, probablemente una distancia de casi un kilómetro. Existen diversos bares, restaurantes y tiendas alineadas a cada lado. Si la persona desea encontrarse con el
pecado, ahí está al alcance de la mano.

Utilizando ese aeropuerto como ilustración del peregrinaje cristiano por la vida, la pasarela mecánica sería el objeto que representaría la gracia de Dios. Al permanecer seguro en Cristo, de alguna manera esto me mantiene firme frente a todas las tentaciones y trampas de este mundo. 

Mi responsabilidad es permanecer adherido a la vid. La obra de Dios es facultarme para vencer las tentaciones de la vida que aparecen en el camino. Mantenerme en una relación dependiente del Señor todos los días, a través de la oración y el estudio de la Biblia, me mantiene atado de forma segura a la vid y espiritualmente alimentado. Estos son los medios que utiliza el Señor para infundir su poder en mi vida. 

La pasarela movible es una ilustración de la gracia de Dios que me transporta a través de algunos lugares bastante infernales. No es mi propio esfuerzo el que logra liberarme. Es solo el poder de Dios. Él recibirá toda la gloria cuando llegue al cielo porque estoy consciente por completo de que no tengo la fuerza dentro de mí mismo para soportar tales tentaciones. 

Sí, si estuviese inclinado a cometer pecado podría en cualquier momento durante mi tránsito tomar el pasamanos y salirme a la esfera mundana, e ir a una librería que ofrece pornografía. Sin embargo, hay una salida espiritual que se llama temor al Señor y que se ha establecido dentro de mí. Es un rasgo protector agregado que se ha erigido en mi interior, el cual forma una barrera defensora suficiente para evitar que me extravíe hacia las siempre presentes seducciones que suministra el espíritu de este mundo. 

Aquellos cuyo temor de Dios ha sido paralizado por las enseñanzas de la «gracia desmedida» no disfrutan de esta protección añadida. En peores problemas aun están los que van por ahí sin la disciplina y la fortaleza espiritual que proviene de mantener una vida devocional diaria. 

Ahora tengo una mejor comprensión de su gracia maravillosa porque ella me ha sostenido por mucho tiempo. A través de los años la he visto funcionar para mi beneficio. Al principio de mi recorrido con el Señor no entendía bien la gracia. En realidad, tan asombroso como pueda parecer teniendo en consideración la profundidad del pecado en el que había estado involucrado antes, me habría podido convertir por completo en fariseo cuando comencé por primera vez a andar en victoria sobre el pecado sexual. 

Me di a mí mismo mucho crédito inmerecido por mi libertad. Llegue a ser notablemente similar al fariseo de Lucas 18, que dijo: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano» (Lucas 18:11-12). 


Me comparaba de continuo con los demás. Al igual que este fariseo, hacía muchas cosas correctamente. Mi fervor por el Señor era intenso. Estaba dispuesto a vivir una vida «agotadora» por Dios, sacrificando todo lo demás para servirle a él. Mi vida piadosa era firme, pero había perdido de vista cuán desdichado había sido y todo lo que el Señor había hecho por mí. Había llegado a ser muy orgulloso y autosuficiente.

Dios continuaba encargándose de mí. Él estaba reacio a dejarme en ese terrible estado. Cierto día de 1991, el Señor me ayudó de una manera por completo inesperada. A la siguiente semana tenía que aparecer en el programa Enfoque en la Familia. Me estaba preparando para compartir mi testimonio en ese programa, sabiendo que quizás millones de personas lo escucharían. 

En el fondo de mí mismo estaba ansioso de compartir con el mundo cómo yo había vencido el pecado sexual. Sin embargo, Dios no compartiría su gloria con nadie, ni siquiera conmigo. Durante ese tiempo me encontraba predicando en diversas iglesias por todo el país. 

Ese fin de semana en particular estaba programado para realizar los oficios religiosos en una iglesia. Mi esposa por lo regular viaja conmigo, pero comenzó a sentir un dolor en la espalda y decidió quedarse en casa. Yo tendría que hacer ese viaje de seis horas de duración por mi propia cuenta, y me sentía muy confiado.

Ese día manejé el largo recorrido, luchando a veces con la tentación de entrar en alguna ciudad por el camino para buscar pornografía o algo incluso peor. Sin embargo, logré controlar esos incesantes pensamientos y pude llegar a una gasolinería. Me detuve para llenar el tanque de gasolina y entré en la tienda para usar el servicio sanitario. 

Al abrirme paso por la tienda (¡a fin de apreciar de forma adecuada lo que sucedió después podría ser de utilidad que se imaginen que yo caminaba por el lugar con todo mi garbo farisaico!), me fijé que un hombre estaba de pie ante un estante de periódicos, mirando una revista de «muchachitas». Pase por su lado, atisbando por encima de su hombro con la esperanza de ver algún cuerpo semidesnudo. En efecto, la revista estaba abierta en una página pornográfica.

El vistazo de ese cuerpo me obsesionó todo el fin de semana. Por alguna razón logré llegar al culto del domingo, y el lunes por la mañana me encaminé a mi casa. 

Tan pronto como salí de la casa pastoral mi mente regresó con rapidez a aquella parada de camiones.«¡No! ¡No me detendré a mirar esa revista!», exclamé para mí mismo. Pero sin que importara cuán fuerte era mi disposición, el retrato de la muchacha continuaba fastidiándome. Al fin llegué al letrero que indicaba que la rampa de salida estaba a una milla de distancia. «¡No me detendré! ¡Voy a continuar con Dios!», grité. «¡Gloria, aleluya!»

Cuando apareció la desviación, me salí de la autopista, manejé directo hacia esa gasolinera, entré, y me saturé la mente con los retratos de esa revista. El corazón me latía de modo frenético el hojear esas páginas. Justo entonces, una vocecita dentro de mí me grito: «¡Corre!»

Sabiendo que era el Espíritu Santo, salí de inmediato e hice el largo viaje de regreso lleno de culpabilidad. En los días subsiguientes, me reprendía de continuo con vehemencia. Cierta mañana, mi autocondena llegó a su punto culminante. «¡Cómo pudiste ser tan estúpido! ¡Aquí estása punto de hablar por la radio a escala nacional y te has puesto a mirar pornografía! ¡Estúpido!» 

La injuria autoimpuesta continuaba sin cesar.

Antes de terminar esta historia, debo referirme a un incidente que me ocurrió hace diez años. Yo era cadete de la Academia de Alguaciles. Estaba por concluir el entrenamiento de dieciocho meses, y era uno de los afortunados que habían resistido la estricta academia. Una tercera parte de la clase de ciento cincuenta cadetes se había retirado. Los que habíamos logrado llegar hasta ahí vivíamos con 
un cierto grado de temor de hacer algo que pudiera causarnos la descalificación. 

Ese día en particular, los cadetes fuimos transportados en autobús a los terrenos de una feria para participar en clases de manejo intensivo de dos días de duración. Se llevaría a cabo un curso de alta velocidad para el cual se habían colocado en la extensa zona asfaltada conos anaranjados, de los que se usan para hacer señalamientos. Finalmente llegó mi turno. Lo primero que noté de la patrulla que me tocó conducir es que estaba equipada con una rejilla de seguridad. En el asiento del conductor estaba un casco esperándome... 

—Entra, ponte el casco y despega —me dijo el intrépido instructor, sentándose en el asiento del pasajero. Hice exactamente lo que me dijo. Iba manejando a alta velocidad cuando, para sorpresa mía, el instructor me gritó: «¡Más rápido!» 

De inmediato respondí aumentando la velocidad todavía más. Iba volando por las curvas particularmente difíciles. Perdí el control por un segundo y me vi forzado a salirme del carril. De inmediato regresé al camino a gran velocidad y terminé el curso. Me senté en silencio mientras el instructor hacía el papeleo. 

Sabiendo que me había salido del carril, me lamenté: —Supongo que no pasé el curso. Me sentía enfermo por dentro, pensando que esto podría afectar mi graduación de la academia. —¿Qué no pasaste? ¿Por qué crees que no pasaste? — preguntó. —Fallé en esa vuelta y me salí del carril —me quejé. —¡Sí, pero regresaste de inmediato al camino! ¡Lo hiciste grandioso! —exclamó. Diez años más tarde, al encontrarme en mi caminata matutina de oración, culpándome por ver la pornografía en la gasolinera, Dios me habló. (Aun después de todos estos años me brotan lágrimas de los ojos al recordar ese incidente.) 

En uno de esos momentos brillantes y eternos, volví a vivir el incidente que ocurrió una década antes en la patrulla. Ahora era el Señor el que me hablaba: «Cometiste un pequeño error. ¡Pero a partir de ahí has hecho todo magníficamente! Has acudido a mí en oración todos los días. Te has mantenido cerca de mí. Has estudiado con fidelidad la Palabra. ¡Sí, te saliste del carril por un momento, pero regresaste de inmediato a la vía!»

En se momento alcancé una verdadera revelación acerca de la gracia de Dios. ¡Desde ese día en adelante comprendí que mi victoria sobre el pecado no era por mis fuerzas, sino por la maravillosa gracia de Dios!
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sábado, 9 de mayo de 2015

"Mi madre nos esnseñó una Promesa de Dios: Él es padre de huérfanos y defensor de viudas. Su mayor fortaleza fue enseñarnos con su ejemplo"

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Si criar hijos es una tarea difícil,  tomar la decisión de  llevar a cabo la crianza sin contar con el apoyo de una pareja, es digno de admirar.
Hoy en día, es muy común encontrar mujeres valientes que han decidido criar a sus hijos sin apoyarse en una pareja. La vida les ha llevado forzosamente a ésta tarea, o se han armado de fuerza para tomar esta difícil decisión. Mujeres que han enviudado, o que le han puesto fin  relaciones disfuncionales  plagadas de agresiones y violencia; o mujeres que simple y sencillamente han decidido hacerle frente solas a la maternidad.
Para estas mujeres, es difícil luchar contra los estereotipos sociales que dicen que “debe” haber una figura masculina de sustento y protección. Si bien es cierto; existen hombres de Dios,  que aman y cuidan sus  hogares; nuestra realidad  nos muestra como hoy en día los índices de violencia intrafamiliar aumentan. La misma tendencia Patriarcalista de nuestras sociedades, ha inculcado roles masculinos en donde se valida la infidelidad y la agresión.
Estas mujeres tienen que lidiar con una serie de  mitos o ideas irracionales que me gustaría  compartir con ustedes:
IDEA # 1 ¡Me van a reprochar!
Uno de los mayores temores que se experimentan luego de una separación es tener  que lidiar con los reproches de los hijos/as. Es muy común que esto se de cuando alguno de los hijos es contaminado con los comentarios negativos que se hagan sobre el ejercicio de la maternidad. Sí es doloroso, sin embargo, tome en cuenta que sus hijos en algún momento desarrollarán criterio propio; serán adultos que a la larga podrán ponerse en sus zapatos y entender porqué mamá tomó esta  decisión.
Trate en la medida de lo posible de  contestar a las dudas  de sus hijos con extrema cautela; no les oculte la realidad pero tampoco los sobreexponga a detalles que pueden ser nocivos para ellos. De pronto muchos niños reaccionan defensivamente contra mamá pues esta en su afán de protección se ha encargado de cubrir,  cual detective, las huellas de dolor causadas  por una mala relación. No le digo que los sobreexponga, pero que no les tomé por sorpresa la decisión.
Contaba una buena amiga mía que ella de niña le guardaba un gran rencor a su mamá por ser la causante de  que su papá se fuera de su casa y que tuviera que buscarse a otra familia. De adulta comprendió que su padre se fue de la casa porque ya tenía otra familia, posteriormente  también los dejó para unirse a otra mujer con la que tuvo otra familia…. De adulta sintió la necesidad de agradecer a su mamá la valentía de asumirlos  a ella  y a sus hermanos; así como pedirle perdón por el rencor que durante años  guardó en su corazón. En sus recuerdos no tiene presente una relación con su papá; sin embargo tiene plasmados en su alma todos los buenos momentos de su vida en donde su mamá si estuvo presente.
IDEA  # 2 ¡Se me van a salir de las manos!
Viviendo en el mundo de hoy ¿quién no va a tener este temor? Aún las parejas que tienen hijos  comparten este miedo.  Tener el control en la crianza de sus hijos  no depende de tener pareja; es más, muchas parejas que conviven juntos han perdido el control sobre los hijos. Igual: ponga límites, establezca rutinas, horarios, fomente el buen diálogo, alimente la confianza, sea coherente con lo que les pide y con lo que usted practica, guíeles en los caminos de Dios, refuerce la conducta responsable, fortalezca su autoestima; fomente la autodependencia, trabaje en los  vínculos familiares, sea afectiva…. Esta fórmula no puede fallar.
IDEA  # 3  ¡Tengo  que ser mamá y papá!
No se imponga  roles imposibles…. Concéntrese en ser una muy buena mamá. Como mamá, usted nunca va a ser papá.
Puede ser una mamá que ante la ausencia de la figura paterna asuma todas las responsabilidades en la crianza de sus hijos; aún así usted es una mamá. Si bien es cierto, los niños pueden experimentar sentimientos de tristeza y nostalgia por la ausencia paterna;  la presencia y un buen ejercicio de la función materna harán que ellos puedan sobrellevar su situación. Yo perdí a mi padre a una temprana edad. Mi mamá decidió criarnos ella sola. No recuerdo que se esforzara en  cubrir la ausencia de mi papá; ella sólo se concentró en darnos lo mejor que podía y eso fue lo que hizo….
IDEA  # 4  ¡ No tengo derecho a tener una vida!
¡Claro que si puede! Y los más beneficiados van a ser sus hijos. Sé que la carga y las responsabilidades son más, la presión es mucha, por eso con mucha más razón procure buscar un espacio para usted. Saque tiempo para dar una caminata, para ir al salón de belleza, para participar en alguna reunión o grupo de mujeres de la iglesia, hable por teléfono con una amiga; “se vale hablar por hablar”, váyase una tarde sola a un centro comercial o al cine…. Esto es SALUD MENTAL. Usted necesita alimentar su alma, sus emociones. El dedicarse tiempo a usted le va a permitir sentirse más plena; bote a un lado los sentimientos de culpa y anímese a romper un poco la rutina….
IDEA  # 5  ¡Super mamá!
Esto es un encargo imposible de sobrellevar. Mamás que piensan que siempre deben tener el control de todo. Que siempre deben mostrarse fuertes, inquebrantables, que no sólo recorren una milla extra; sino veinte…  Permítame  decirle que esto es una forma de autoagresión. Usted no tiene que ser perfecta; trate de hacer lo mejor que pueda y lo que este a su alcance.
Acepte que hay momentos en que aunque usted no lo quiera las cosas pueden salirse de control… después de todo, sigue siendo humana!!!!! Se vale equivocarse…. los niños y las niñas aprenden más cuando nos ven conectadas con nuestro lado sensible y nos ven levantarnos cuando caemos.  No les va a pasar nada si usted  les dice que no puede hacer algo o que esta cansada…. Se trata de no desconectarse con su cuerpo y sus emociones por perseguir un ideal….
Muchas mujeres que tienden a desarrollar este tipo de “síndrome” se terminan enfermando física o emocionalmente. Hace algún tiempo tuve la oportunidad de trabajar con un grupo de  mujeres, todas ellas habían sido diagnosticadas con una enfermedad llamada  fibromialgia. Muchas de ellas compartían los síntomas. Parte del trabajo era revisar su historia de vida para determinar algún evento que les pudiera  haber detonado la enfermedad. Para nuestra sorpresa, todas compartían el “síndrome de super mamá”; habían llevado a su cuerpo a extremos con tal de cumplir con esta fantasía, muchas de ellas, eran mujeres solas que habían asumido  la crianza de los hijos; mujeres con parámetros de autoexigencia muy elevados, perfeccionistas, con rasgos obsesivos….  Muchas de ellas tuvieron que aprender a escuchar a su cuerpo y empezar a usar su palabra menos favorita: no
IDEA  # 6  ¡Es mi  culpa!
He atendido durante un tiempo a una señora que asiste a consulta pues después de soportar todo tipo de agresión y abuso por parte de su pareja; decide plantear una demanda de divorcio. Lastimosamente, sus hijitos  han estado expuestos a los ataques de los cuales ha sido víctima su mamá. Ella en su afán de protección y después de haber intentado salvar su matrimonio decide separarse. Su gran conflicto ha sido el tener que quitarse la culpa de que despoja a sus hijos de su padre.  Sus culpas aún y cuando no tienen fundamento lógico, no le han permitido ver que  sus hijos necesitan estar en un ambiente de paz y que lo que hace es lo mejor para ellos.
Deseo cerrar con una historia de vida muy  valiosa para mí. Cuando mi padre falleció, recuerdo que mi mamá se aferró a una promesa de Dios que dice que él es padre de huérfanos y defensor de viudas. Mi mamá nos recordaba esta promesa cada vez que la adversidad tocaba a nuestra puerta. Recuerdo escucharla orando, le reclamaba a Dios que por promesa él era nuestro padre.  Cuando  yo sentía que algo injusto nos sucedía, ella siempre respondía que Dios era su defensor y así siempre ha sido. Su fe ha sido tan firme siempre que hoy en día  me sorprende ver cómo logró sacarnos a mis hermanos y a mí adelante, si sus recursos económicos eran tan limitados. Enviudó en el momento en que mi hermana y yo nos  acercábamos a la temida adolescencia. Mi hermano tenía escasos siete años. Su mayor fortaleza fue enseñarnos con su ejemplo.
Mujeres así, definitivamente tienen el cielo ganado…. Mi mejor deseo para aquellas madres valientes que han tomado con amor y entereza la  crianza de sus hijos.

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http://claudioxplabibliadice.blogspot.com/2015/01/el-diablo-y-los-cesares-estaban.html 

martes, 24 de febrero de 2015

Moody: Libros indispensables - PDF


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martes, 1 de octubre de 2013

El Trabajo Mejor Remunerado y Bendecido: Ayuda para la Familia

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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El Trabajo Mejor Remunerado

Lectura bíblica: Marcos 16:15–18

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. Marcos 16:15


Todos los días durante los últimos 20 minutos de clase, Nito hace de asistente del maestro de música. Por lo general ayuda con la papelería, ordena el salón y lleva mensajes a distintas partes del edificio.
Una tarde a último momento, el maestro llamó a Nito a su escritorio. Enfrente tenía un fajo de billetes atados con un piolín. Un fajo grande.
—Nito, necesito que hagas algo importante —dijo mientras colocaba los billetes en un sobre—. Aquí están los $850 que obtuvimos en el festival musical de anoche. Quiero que los lleves a la Secretaría.
Nito nunca había visto tanto dinero junto. Boquiabierto, asintió con la cabeza y tomó el sobre. Camino hacia la Secretaría, Nito no pudo menos que sentirse orgulloso de que el maestro le hubiera confiado este encargo. Sonrió cuando entregó el sobre y le dijo a la secretaria lo que era.
Tema para comentar: ¿En qué ocasión te ha demostrado alguien que confía en ti; por ejemplo, pidiéndote que ayudes con una tarea importante? ¿Cómo te hizo sentir?
Es seguro que te gusta que te tomen en serio. La mayoría nos esforzamos todo lo posible por ser dignos de la tarea como un modo de agradecer a la persona que puso su confianza en nosotros.
Como cristianos, el Señor nos ha encargado la tarea más importante sobre la tierra. El Dios del universo tiene un paquete superimportante. Es el mensaje de salvación que sólo Jesús ofrece. Dios quiere que el paquete sea llevado a todos alrededor de todo el mundo. ¿Adivina a quién encarga que lo entregue? Sí, ¡a ti y a mí!
Uno de los mandatos últimos, más claros y más importantes que Jesús dio a sus discípulos fue: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15; ver también Mateo 28:18–20). Esta “Gran Comisión” no sólo es una tarea grande. La responsabilidad de compartir con el mundo la verdad acerca de Jesús es un regalo grande. Es un privilegio que viene acompañado de la maravillosa promesa de que Jesucristo siempre estará con nosotros para ayudarnos a cumplir la tarea.
Tu Dios todopoderoso hubiera podido encontrar innumerables maneras de contarle al mundo acerca de su Hijo. Podía haberlo escrito en las nubes para que todos vieran su mensaje. Hubiera podido cubrir el planeta con ángeles anunciando a viva voz el mensaje de Cristo. En cambio, nos confía a nosotros el maravilloso mensaje. Sirve al Señor con alegría. ¡Y sé fiel en entregar el paquete!
PARA DIALOGAR: ¿Cómo te hace sentir el hecho de que Dios te confió el mensaje importante de su amor y su verdad?
PARA ORAR: Señor, gracias por confiarnos las buenas nuevas de tu Hijo para compartirlas hoy con otros.
PARA HACER: ¿Te gustaría tener una parte en llevar el mensaje de Dios a todo el mundo? Traza planes con tu familia para empezar a hacerlo.

miércoles, 9 de enero de 2013

La Soberanía de Dios: Confiando en Dios


. La Soberanía de Dios
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La soberanía de Dios – Confiando en Dios aunque la vida duela 

Jehová hace nulo el consejo de las naciones, y frustra las maquinaciones de los pueblos. El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. Salmo 33:10-11
En 1902, un joven inglés bajó a desayunar y se encontró con que su padre estaba leyendo en la prensa la noticia de los preparativos para la primera coronación británica en sesenta y cuatro años. Durante el desayuno el esposo se volvió hacia su esposa y le dijo: “Oh, siento ver esto expresado así”. Ella le preguntó: “¿De que se trata?” El le respondió: “Aquí hay una proclamación de que en una fecha determinada el príncipe Eduardo será coronado rey en Westminster, y no hay Deo volente, es decir, no expresa si es la voluntad de Dios”. Las palabras impactaron al joven porque en la fecha indicada el futuro Eduardo VII se enfermó de apendicitis y la coronación se tuvo que posponer.
En esa época, a finales del mandato de la reina Victoria, el poder político, económico y militar del imperio británico estaba en todo su apogeo, pero a pesar de eso Gran Bretaña no pudo llevar a cabo su planeada coronación en la fecha indicada.
¿Fue la omisión de “si es la voluntad de Dios” en la proclamación y la subsiguiente postergación de la coronación, sólo una coincidencia, dos eventos sin ninguna relación entre sí? O ¿Dios hizo que al príncipe Eduardo le diera apendicitis para mostrar que El tenía “el control?” No sabemos por qué ocurrió así, pero una cosa sí sabemos y estamos seguros: Sea que reconozcamos si es la voluntad de Dios o no, no podemos llevar a cabo ningún plan separado de la voluntad de Dios. La Biblia no deja duda acerca de ese hecho, y Santiago lo expresa muy claramente: ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida?  Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello (Santiago 4:13-15)
El control absoluto de Dios
Dios tiene el control; El es soberano. El hace lo que a El le place y determina si nosotros podemos hacer lo que hemos planeado. Esta es la esencia de la soberanía de Dios; su absoluta independencia para hacer lo que le satisface y su total control sobre las acciones de todas sus criaturas. Ninguna criatura, persona o imperio puede frustrar su voluntad o actuar fuera de sus límites.
En el capítulo uno establecí que para confiar en Dios en tiempos de adversidad, debemos creer en su soberanía, en su amor y su sabiduría. De estas tres verdades, la soberanía de Dios parece ser cuestionada con mayor frecuencia y fuerza. Parece que le permitiéramos a Dios estar en cualquier parte, excepto en su trono, gobernando su universo según su buen placer y soberana voluntad.
Hasta los devotos escritores cristianos cuyos libros sor útiles para muchos, pueden en sus escritos, bajar a Dios de su trono. Una de sus afirmaciones más comunes, es que Dios se limitó a sí mismo voluntariamente a las acciones de los hombres para darles su libertad.
Otros escritores cristianos no reconocen la mano controladora de Dios, ya sea dirigiendo o permitiendo cada acontecimiento de nuestras vidas. Uno, por ejemplo, dice que algunas veces el sufrimiento llega por el infortunio o accidente, que son cosas “que suceden”, y que el dolor se atraviesa en nuestro camino “debido a circunstancias que están más allá de nuestro control”.
Nuestra respuesta a tales afirmaciones es más que simple discusión teológica. La confianza en la soberanía de Dios en todo lo que nos afecta es crucial para nuestra fe en El.
Si hay un evento particular en todo el universo que pueda ocurrir sin su control soberano, entonces no podemos confiar en El. Su amor puede ser infinito, pero si su poder y su propósito pueden frustrarse, no podemos confiar en El. Usted me puede confiar sus más valiosas posesiones, y yo puedo amarlo, y mi deseo de respetar su confianza puede ser sincero, pero si no tengo el poder o la habilidad de proteger sus objetos de valor, usted en realidad no me los puede confiar.
Sin embargo, Pablo dijo que nosotros le podemos confiar nuestra más valiosa posesión al Señor. En 2 Timoteo 1:12, él dijo: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día (énfasis del autor). “Pero”, alguien dice, “allí Pablo está hablando de la vida eterna”. Es decir, que podemos confiar nuestro destino eterno a Dios, pero, ¿podemos confiarle problemas de esta vida?. Sin embargo, debería ser evidente, que la soberanía de Dios no empieza en la muerte. Como veremos en un próximo capítulo, su dirección soberana en nuestras vidas precede aun a nuestro nacimiento. Dios gobierna tan seguramente en la tierra como en el cielo, y permite, por razones que sólo El conoce, que las personas actúen en contra y desafiando su voluntad revelada, pero nunca les permite actuar en contra de su voluntad soberana.
Para apoyar la anterior afirmación, de que Dios nunca permite que las personas actúen contrariamente a su voluntad soberana, tenga en cuenta los siguientes pasajes de la Escritura: El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos (Proverbios 16:9).
Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá (Proverbios 19:21).
No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová (Proverbios 21:30).
Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció? (Eclesiastés 7:13).
¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? (Lamentaciones 3:37).
En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello (Santiago4:15).
Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre (Apocalípsis 3:7).
Hacemos planes, pero éstos sólo pueden tener éxito cuando están de acuerdo con el propósito de Dios. Ningún plan en contra de su propósito puede tener éxito. Nadie puede enderezar lo que El ha torcido o torcer lo que el ha hecho derecho. Ningún emperador, rey, supervisor, profesor o entrenador, puede hablar y hacer que digo suceda si el Señor primero no lo ha decretado o permitido. Nadie puede decir, “haré esto o aquello”, y hacer que suceda si no es parte de la voluntad soberana de Dios.
¡Qué desafío, qué estímulo para confiar en Dios debería ser para nosotros este aspecto de su soberanía! ¿Alguien te quiere hacer daño? Esa persona no puede absolutamente ejecutar su malicioso plan, a menos que Dios lo haya ordenado primero para un propósito para tu bien que solo Dios sabe. En una ocasión hablé con un capellán militar quien tuvo un enfrentamiento con un supervisor por un acto ilegal que éste le propuso que realizaran.
Como resultado, el capellán supervisor escribió una carta muy crítica al jefe de capellanes, lo cual puso en peligro la carrera de mi amigo. ¿Es él simplemente la víctima de un acto de venganza cruel? De acuerdo con la Escritura no. El perverso capellán puede escribir docenas de cartas, pero no puede en absoluto terminar con la carrera militar de mi amigo a menos que Dios lo permita. Y si lo permite, es porque la acción perversa, es parte del plan de Dios para él. Nadie puede hablar y hacer que suceda si el Señor no lo ha ordenado (Lamentaciones 3:37).
La experiencia de mi amigo no es la única. Miles de cristianos han experimentado injusticias similares en manos de profesores, entrenadores, compañeros y supervisores en el trabajo. Tal vez usted también las ha experimentado, y cuando esas cosas ocurren siempre causan dolor. Dios tiene el control pero El permite que experimentemos el dolor , el cual es muy real, (aunque a veces es solo por un tiempo). Nos sentimos heridos y sufrimos; pero en medio de nuestro sufrimiento debemos creer que El tiene el control y que es soberano.
Como la escritora Margaret Clarkson bellamente lo ha expresado: “La soberanía de Dios es esa impenetrable roca de la cual el sufriente corazón humano se aferra”. Las circunstancias que rodean nuestras vidas no son accidentes: Ellas pueden ser el trabajo del diablo pero éste es sostenido firmemente por la poderosa mano de nuestro Dios soberano…
Todo el mal está sujeto a El, y el diablo no puede tocar sus, hijos a menos que El lo permita (para algún buen propósito final). Dios es el Señor de la historia humana y personal de cada uno de los miembros de su familia redimida”
No sólo están los malévolos actos voluntarios de los demás bajo el control soberano de Dios, sino también los errores y fallas de otras personas. Por ejemplo: ¿Un conductor se cruzó el semáforo en rojo, chocó su carro y lo mandó a usted al hospital con múltiples fracturas? ¿Un médico no detectó su cáncer cuando se estaba iniciando, y se hubiera podido tratar? ¿Se encontró con un incompetente instructor en un curso muy importante en la universidad o un inepto supervisor que bloqueó su carrera en los negocios? Todas estas circunstancias están bajo la mano controladora de nuestro Dios soberano, quien las utiliza para nuestro bien.
Ni los actos malintencionados y maliciosos, ni los errores involuntarios de las personas pueden impedir el propósito que Dios tiene para nosotros. “No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová” (Proverbios 21:30). El gobernante Félix, cometiendo un acto completamente injusto, porque quería congraciarse con los judíos, mantuvo a Pablo en prisión durante más de dos años (Hechos 24:27). José estuvo en prisión dos años porque el copero del Faraón se olvidó de él (Génesis 40:14,23; 41:1). Aquellos dos santos hombres fueron dejados en prisión para languidecer; uno por una deliberada injusticia, y el otro por un inexcusable olvido. Pero las dos situaciones difíciles estaban bajo el control soberano de un Dios infinitamente sabio y amoroso, y era parte de un buen propósito de Dios.
Nada es tan pequeño y trivial para escapar de la atención del control soberano de Dios, ni tan grande como para estar más allá de su poder para controlarlo. El insignificante pajarillo no puede caer al suelo sin su voluntad. Así mismo, el poderoso imperio romano no podía crucificar a Jesús a menos que Dios le diera ese poder (Mateo 10:29; Juan 19:10-11). Y lo que es válido para el pajarillo, y lo fue para Jesús, también lo es para usted y para mí.
Ningún detalle de su vida es demasiado insignificante para el cuidado del Padre celestial, y ninguna circunstancia demasiado grande para que El no la pueda controlar.
En dos días recibí noticias de acontecimientos desastrosos en las vidas de dos de mis amigos. La esposa de uno de ellos murió de repente cuando aparentemente su carro se atascó en el cruce de la carrilera de un tren que se aproximaba. El otro amigo es un conductor de camión independiente que está luchando para establecerse en ese negocio. En un viaje reciente, su vehículo se dañó, necesitando repuestos tan caros que costaron casi todo lo que había ganado en ese viaje.
Por supuesto, las consecuencias de estos dos eventos, no se pueden comparar. El conductor del camión estaría de acuerdo en que ninguna cantidad del ingreso perdido se puede comparar con la pérdida de una preciosa vida. ¿Pero qué le decimos a cada uno de ellos acerca de la soberanía de Dios, mientras luchan con su singular conjunto de circunstancias? ¿Será que apenas le hablamos a uno de su “trágico accidente”, y al otro acerca de su “mala suerte?”
¿Estamos en realidad abandonados a merced de carros atascados, de camiones que se dañan, de personas que están en posición de hacernos daño, y que intentan hacerlo? ¡No, y mil veces no! Estamos en manos de un Dios soberano que controla todas las circunstancias de nuestras vidas para nuestro bien eterno (Jeremías 32:41).
No siempre la soberanía de Dios es manifiesta
Uno de nuestros problemas con la soberanía de Dios, es que con frecuencia no parece que El tuviera el control de las circunstancias de nuestras vidas. Vemos personas injustas, descuidadas y hasta evidentemente malas, haciendo cosas que nos afectan. Experimentamos las consecuencias de los errores y fallas de otras personas. Incluso hacemos cosas tontas y pecaminosas, teniendo que cosechar con frecuencia el amargo fruto de nuestras acciones.
Es difícil ver a Dios trabajar por medio de causas secundarias o en frágiles y pecadores seres humanos. Pero es su habilidad de organizar diversas acciones humanas para cumplir su propósito, lo que hace que su soberanía sea maravillosa y misteriosa. Ningún cristiano que crea en la Biblia tiene dificultad para creer que Dios puede y ha hecho milagros como ejemplos de su intervención soberana pero directa en los asuntos de las personas. Pero creer en la soberanía de Dios cuando no vemos su intervención directa, cuando está, por decirlo así, trabajando completamente detrás del escenario a través de circunstancias y personas comunes, es aún más importante, porque esa es la forma en que con frecuencia El trabaja.
Un escritor del siglo XIX, Alexander Carson, en su libro Confianza en Dios en Momentos de Peligro, dice: Por la sabiduría del hombre no se puede ver cómo la providencia de Dios puede arreglar las acciones humanas para cumplir su propósito sin ningún milagro”. Por ejemplo, una escritora al comentar sobre un accidente en el que su carro fue golpeado por otro que se cruzó un semáforo en rojo, supuso que para que Dios la hubiera protegido, debería haber hecho que al otro vehículo de repente le hubieran salido alas para volar sobre ella, y que así no la habría estrellado. Lo que tal afirmación implica es la idea de que al estar Dios enfrentando repentina ni ente una crisis en la vida de uno de sus hijos, el único recurso que tiene es hacer un milagro o permitir que la crisis ocurra.
Dios permitió que en su situación la crisis ocurriera, pero no fue porque El no pudiera prevenirla. En su soberanía El pudo haber cambiado el instante de la llegada al cruce de uno de los conductores, o desviado a uno de ellos por otra ruta que El hubiera escogido.
Ninguno de nosotros sabe de eventos en nuestras propias vidas tales (tal vez cientos) como cuando inadvertida mente hemos sido librados de la adversidad o la tragedia por la soberana e invisible mano de Dios. Como bien dijo el salmista: “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” (Sal. 121:3-4).
Sin duda, una de las razones por las cuales el libro de Ester fue incluido en las Escrituras es la de ayudarnos a ver la mano soberana de Dios trabajando invisiblemente tras bambalinas para cuidar de su pueblo. Es interesante que en ese libro el nombre de Dios no se menciona ni una sola vez, pero el lector atento ve su mano en toda circunstancia, liberando a su pueblo así como lo hizo en Egipto a través de poderosos milagros siglos atrás. Dios estaba obrando tan soberanamente a través de circunstancias comunes y corrientes en la época de Ester como lo hizo a través de milagros en la de Moisés. El aspecto fundamental de este libro está en el capítulo 6. Anterior a los acontecimientos de la noche registrada en ese capítulo, las vidas de todos los judíos del imperio del rey persa Jerjes estaban en peligro debido al esquema diabólico de un hombre malvado, Aman, quien acababa de ser ascendido a una posición más alta que la de otros nobles del reino. Pero en este capítulo, los eventos empiezan a dirigirse finalmente a su caída y muerte, la salvación física de los judíos, y el ascenso de Mardoqueo (el héroe de la historia) a la segunda posición más alta del reino.
Puesto que la serie de eventos registrados en el capítulo 6 del libro de Ester, revelan de manera sobresaliente cómo usa Dios soberanamente las circunstancias más comunes para lograr su propósito, las veremos más detalladamente.
Una fatídica noche, el rey Jerjes no podía dormir, por lo cual pidió que le trajeran y le leyeran el libro de las crónicas de su reino. En el transcurso de la lectura, salió a la luz que Mardoqueo quien estaba en peligro de ser ahorcado a la mañana siguiente, tiempo atrás había informado de un complot para asesinar al rey. Al preguntar qué reconocimiento se le había otorgado, encontró que no se le había hecho nada. Entonces el rey decidió honrarlo de inmediato y, resultó que el mismo hombre que había determinado colgar a Mardoqueo, terminó haciendo efectivo el edicto del rey para honrarle públicamente.
Considere qué tuvo que suceder para salvar a Mardoqueo de la horca. ¿Por qué el rey no durmió esa noche? Por qué, entonces, pidió que le leyeran un simple registro de hechos en lugar de pedir que le tocaran música suave para arrullarlo y dormirse? Y cuando le leyeron el libro de las crónicas de su reino ¿por qué se le ocurrió al lector leer esa sección en particular donde se registraban las acciones de Mardoqueo? ¿Acaso no había incontables posibilidades de que aquél hubiera escogido cualquier otra porción de los anales del imperio persa? El rey escuchó acerca del servicio que Mardoqueo había prestado, y preguntó cómo se le había recompensado. ¿Por qué el rey no recompensó a Mardoqueo en el momento en que le salvó la vida? ¿Por qué de repente decidió hacer algo? ¿Por qué el malvado Amán apareció en ese momento para pedirle permiso de colgar a Mardoqueo? ¿Por qué Jerjes le preguntó a Amán qué se debería hacer para honrar al hombre de tal manera que él no se diera cuenta, haciendo que Amán pensara que él era quien iba a ser honrado?
La respuesta a todos estos interrogantes es que Dios estaba dirigiendo soberanamente los eventos de esa noche para salvar a su pueblo. Sin embargo, la pregunta que naturalmente surge es: “¿Dirige Dios siempre los sucesos de mi vida para mi bien?” Si aceptamos que el resultado poco usual de los sucesos de Ester se debió a la mano soberana de Dios, ¿estamos justificados al concluir que Dios siempre dirige las circunstancias de nuestras vidas para cumplir su propósito? De acuerdo con Romanos 8:28, la respuesta es un fuerte SI. El versículo dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (énfasis del autor). Esa garantía de que Dios trabaja en todos los eventos de nuestras vidas es lo que le da sentido a la exhortación de Pablo “Dad gracias en todo” (1 Tesalonicenses 5:18).
¿Cómo le podríamos dar gracias a Dios por todas las circunstancias de nuestras vidas, si El no estuviera obrando en ellas para nuestro bien?
Dios hace lo que a El le place
Por lo tanto nadie puede actuar, ni ninguna circunstancia puede ocurrir fuera de los límites de su voluntad soberana. Pero este es sólo un lado de su soberanía. El otro, que es de igual importancia para nuestra confianza en El, consiste en que ninguno de sus planes se puede frustrar. Dios hace lo que quiere, sólo como El lo quiere, y nadie puede frustrar sus planes o truncar sus propósitos.
De nuevo, puesto que es un concepto difícil de aceptar, y con frecuencia muy discutido, será útil considerar varios pasajes de las Escrituras que tratan este tema. Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti (Job 42:2).
Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho (Sal. 115:3). Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder? (Isaías 14:27). Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará? (Isaías 43:13). …que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero… (Isaías 46:10).
Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Deuteronomio 4:35).
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad… (Ef. 1:11).
Ningún plan de Dios se puede impedir; cuando El actúa, nadie puede echarlo atrás, detener su mano o pedirle cuenta de sus actos. Dios hace lo que quiere, sólo como El quiere, y resuelve cada evento de acuerdo a su voluntad. Dicha afirmación total y absoluta de la soberanía de Dios nos aterraría si fuera lo único que supiéramos de El. Pero El no es solamente soberano sino perfecto en el amor e infinito en sabiduría.
Como vimos en el capítulo 2, el rabino Kushner le atribuyó una parte de la soberanía a la naturaleza. El dijo: “La naturaleza está moralmente ciega, sin valores ésta se agita siguiendo sus propias leyes, sin importarle a quién o qué se lleva a su paso”. Pero Dios sí se preocupa y ejerce su soberanía para la gloria suya, su bien y el de su pueblo.
Pero, ¿cómo se relaciona este aspecto de su soberanía (es decir, que Dios hace lo que le place) con nuestra confianza en El? ¿Por qué es algo más que una simple afirmación abstracta acerca de Dios para ser debatida por los teólogos, una afirmación que tiene poca relevancia en nuestras vidas diarias? La respuesta es que El, tiene un propósito y un plan para usted, y tiene el poder para llevarlo a cabo. Una cosa es saber que ninguna persona o circunstancia fuera de su control soberano puede tocarnos; y otra es saber que nadie, ni ninguna circunstancia, pueden frustrar su propósito en nuestras vidas.
Dios tiene un gran propósito para todos los creyentes: “Hacernos conformes a la imagen de su Hijo Jesucristo” (Romanos 8:29). También tiene un propósito específico para cada uno de nosotros, el cual constituye su plan único y a la medida para nuestra vida individual (ver Efesios 2:10); y su voluntad cumplirá ese propósito. Como dice el salmo 138:8: “Jehová cumplirá su propósito en mí”. Puesto que sabemos que Dios está dirigiendo nuestras vidas a un fin, y que El es soberanamente capaz de dirigir los eventos de ellas hacia ese fin, podemos confiar en El. Podemos encomendarle no sólo el resultado final de nuestras vidas, sino también todos los eventos y circunstancias intermedios que nos llevarán a ese resultado.
De nuevo, es difícil para nosotros apreciar la realidad de Dios actuando soberanamente en nuestras vidas, porque no lo vemos haciéndolo. En cambio sí nos vemos a nosotros mismos o a otras personas actuando, los acontecimientos sucediendo, y evaluamos esas acciones y eventos de acuerdo con nuestras preferencias y planes. Nos vemos influenciando, o tal vez, controlando o siendo controlados por las acciones de otras personas, y no vemos a Dios obrando. Pero sobre todas las acciones y eventos de nuestras vidas, Dios tiene el control haciendo lo que El quiere entre dichos eventos a pesar de ellos, o a través de ellos. José fue vendido como esclavo por sus hermanos. En sí ese fue un acto maligno, pero, a su debido tiempo, José reconoció que Dios estaba obrando por medio de las acciones de sus hermanos. Por eso él les pudo decir: “Así pues, no me enviasteis aquí vosotros, sino Dios” (Génesis 45:8). José reconoció la mano de Dios en su vida dirigiendo soberanamente todos los eventos para originar su plan para él.
Tal vez usted y yo nunca tengamos el privilegio en esta vida de ver un resultado tan obvio del plan de Dios para nosotros, como lo vio José. Pero su plan y su resultado para nosotros, no es menos firme, ni menos cierto de lo que fue para José. Dios no nos dio el relato de su vida sólo para informarnos, sino también para animarnos. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4 ). Lo que Dios hizo por José, lo hará por nosotros, pero para conseguir el consuelo y estímulo de esta verdad que Dios ha provisto, debemos confiar en El, y aprender a vivir como El dijo: “Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintio 5:7).
Uno de los pasajes bíblicos que ha sido muy significativo para mí por varios años es Jeremías 29:11: “Por que yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Aunque estas palabras fueron dirigidas a la nación de Judá en su cautiverio, expresan un principio acerca de Dios, el cual es reafirmado en otras partes de la Biblia. Dios tiene un plan para usted, y puesto que es su plan, y nadie puede desviarlo, entonces puede tener la esperanza y el valor. Usted puede confiar en Dios.
Desde nuestra posición limitada, nuestras vidas están marcadas por una infinita serie de posibilidades. Con frecuencia en lugar de actuar como planeamos, nos encontramos reaccionando mal ante una inesperada serie de eventos. Hacemos planes y con frecuencia somos forzados a cambiarlos. Pero con Dios no hay eventualidades, pues el cambio inesperado de planes es parte de su plan. El nunca se sorprende, y nunca lo cogemos fuera de guardia o frustrado por sucesos inesperados. El hace lo que quiere, y eso siempre es para su gloria y nuestro bien.
Nuestras vidas también son obstruidas con muchos “si solos”: “Si sólo hubiera hecho esto” o “si sólo no hubiera sucedido”. Pero de nuevo, Dios no tiene “si solos”. Dios nunca comete errores; El no tiene excusas; por eso el Salmo 18:30 expresa: “En cuanto a Dios, perfecto es su camino”. Podemos confiar en Dios; pues El es merecedor de nuestra confianza.
Así como vimos en el libro de Ester el soberano cuidado de Dios para su pueblo, también el corto libro de Rut nos muestra a Dios obrando con el fin de llevar a cabo el plan trazado para un miembro de su pueblo. En un sentido, Rut es más ilustrativo que Ester, porque nos da una idea del obrar soberano de Dios en circunstancias más cotidianas que las descritas en el libro de Ester.
Como usted recordará, Rut era la nuera viuda de Noemí, quien pronunció las conocidas palabras: …”a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16). El pasaje de Rut 2:1-10 nos ayuda a ver a Dios obrando en la vida de ella: “Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz. Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Ve, hija mía. Fue, pues, y llegando, espigó en el campo en pos de los segadores; y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el cual era de la familia de Elimelec. Y he aquí que Booz vino de Belén, y dijo a los segadores: Jehová sea con vosotros. Y ellos respondieron: Jehová te bendiga. Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los segadores: ¿De quién es esta joven? Y el criado, mayordomo de los segadores, respondió y dijo: Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab; y ha dicho: Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas. Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento. Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas. Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados. Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?”
Para concluir rápidamente el relato, Rut se casa con Booz, llegando a ser la bisabuela del rey David, y una de las cuatro mujeres mencionadas en el relato donde Mateo presenta la genealogía de nuestro Señor (Mateo 1:1-16).
Observe en el pasaje citado, cuatro eventos clave para empezar el proceso de Rut y convertirse en la esposa de Booz. Cuando ella salió a cosechar en los campos, hubiera podido hacerlo en cualquiera de ellos. El versículo 3 dice:…”y aconteció que aquella parte del campo era de Booz”. Es decir, Dios la llevó al campo correcto. Pero todavía tenía que conocer a Booz; entonces el versículo 4 dice: “Y he aquí que Booz vino de Belén”. Dios, quien controló la dirección de Rut para que se le ocurriera ir al campo de Booz, controló a su vez el tiempo de Booz para que fuera a revisar su cosecha justo en el momento en que Rut estaba allí.
Pero todavía Rut debe ganar la atención y el favor de Booz. Indudablemente muchos pobres recogieron del campo de Booz desde que él dejó el grano que sobraba, pues era parte de la ley Mosaica (Levítico 19:9-10) y por lo tanto, un evento común en la vida de Israel. Nosotros supondríamos que un terrateniente como Booz normalmente no se daría cuenta de una pobre mujer que estaba recogiendo los granos sobrantes. Pero él ve a Rut, versículo 5, “Y Booz dijo a su criado el mayordomo de los segadores: ¿De quién es esta joven?” Finalmente, vemos que Booz responde favorablemente a Rut (vs. 8-10). El lugar y el tiempo correcto, ser vista y ganar el favor de Booz, todos fueron eslabones claves en la cadena de eventos que finalmente resultaron en el matrimonio de Rut y Booz.
Ninguno de éstos fue extraordinario, y todos aparentemente “sólo sucedieron”, pareciendo apenas coincidencia en una historia romántica. Pero los lectores respetuosos de la Escritura, no pueden dejar de ver la mano soberana de Dios organizando aquellas circunstancias  cotidianas para cumplir su propósito. Noemí, aunque en el momento no era consciente del plan futuro de Dios para Rut y Booz, le atribuye los eventos a El (Rut 2:20).
Los relatos de Ester, Mardoqueo, Rut y Booz, tienen el mismo feliz término, y vemos la mano de Dios obrando en esos eventos. Pero, ¿qué sucede cuando el relato no tiene un final feliz? ¿Ahí también es Dios soberano? Esta es la pregunta crucial. Es fácil confiar en El cuando el proceso de los eventos resulta como deseábamos, y aun así, con frecuencia, nuestra fe titubea durante el proceso hasta que conocemos el resultado.
Considere por ejemplo, el relato de Hechos 12, sobre los apóstoles Jacobo y Pedro cuya estrecha relación precedió su apostolado porque eran socios en el negocio (le la pesca (Lc. 5:10). Fueron llamados al mismo tiempo por Jesús para que dejaran su negocio, y lo siguieran Mateo 4:18-22). Ambos, juntamente con Juan, eran parte del círculo de Jesús.
Pero en Hechos 12, les sucedieron eventos radicalmente diferentes. Jacobo es condenado a muerte, y a Pedro milagrosamente le es perdonado el mismo destino. Póngase en el lugar de la esposa de Jacobo y la de Pedro. La una se lamenta por la muerte de su esposo; la otra se regocija por la liberación milagrosa del suyo, y en la soberanía de Dios, pero ¿qué de la esposa de Jacobo? ¿Sería que Dios era menos soberano en la muerte (le Jacobo que en la liberación de Pedro? ¿Será que Dios es soberano solamente en las circunstancias “buenas” de nuestras vidas? ¿No es soberano también en los tiempos difíciles, y cuando nuestros corazones están afligidos por el dolor? La Biblia nos enseña que Dios es soberano en lo “bueno” y en lo “malo”. Considere lo siguiente: En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él (Ecclesiastés 7:14)….que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto (Isaías 45:7). ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? (Lamentaciones 3:38)
Estos tres pasajes establecen claramente lo que se enseña en principio en todo el resto de la Biblia. Dios controla el bien y el mal. Dios no mira de lado o es tomado por sorpresa cuando la adversidad nos golpea. El tiene el control de esa adversidad, dirigiéndola para su gloria y nuestro bien.
Volvamos a la esposa de Jacobo. Ella también debo confiar en Dios y su control soberano sobre la vida y muerte de su esposo. Confiar en Dios no significa que no sufra dolor, que su corazón no esté dolido. Significa que en medio de su dolor y angustia pueda decir: Señor, yo sé que tú tenías el control de este espantoso evento. No entiendo por qué permitiste que sucediera pero confío en ti”
Fácilmente admito que es difícil creer que Dios tenga el control cuando estamos en medio de la ansiedad, el dolor o la angustia, pues he luchado con esto muchas veces. Debido a mi trabajo muchos de mis escritos se han realizado en forma intermitente, “unas horas aquí y otras allá”. Por eso, este capítulo en particular fue escrito y reescrito en un período de seis semanas o más, y durante ese tiempo tuve que experimentar la soberanía de Dios en dos ocasiones. En cada una de ellas me di cuenta de que sabía la verdad con respecto a su soberanía. Lo que tuve que hacer fue decidir si iba a confiar en Dios, aun cuando mi corazón sufriera. De nuevo noté que así como debemos aprender a obedecer a Dios una por una nuestras elecciones, también debemos aprender a confiarle una por una nuestras circunstancias. Confiar en Dios no es cuestión de mis sentimientos sino de mi voluntad. No siento deseos de confiar en El cuando la adversidad me golpea, pero puedo elegir hacerlo aun cuando no lo desee. Sin embargo, ese acto de voluntad, se debe basar en la creencia, y esta en la verdad.
La verdad en la que debemos creer es que Dios es soberano. El hace su buen propósito sin ser frustrado, y dirige y controla todos los eventos y todas las acciones de sus criaturas tal forma que nunca pueden actuar fuera de su voluntad soberana. Debemos creer y aferrarnos a esto cuando enfrentemos la adversidad y la tragedia, si queremos glorificarle confiando en El.
Diré lo siguiente tan amable y compasivamente como pueda. Nuestra prioridad en momentos de adversidad es honrar y glorificar a Dios confiando en El. Tendemos a hacer que la prioridad sea obtener alivio de nuestros sentimientos de dolor, desilusión o frustración. Este es un deseo natural, y Dios ha prometido darnos gracia suficiente en las pruebas, y paz para nuestras ansiedades (2 Corintios 12:9, Fil. 4:6-7). Pero así como su voluntad es tener prioridad sobre nuestra voluntad (Jesús mismo dijo:…”pero no sea como yo quiero, sino como tú” Mateo 26:39) también su honor es tener prioridad sobre nuestros sentimientos. Honramos a Dios al escoger confiar en El aun cuando no entendemos lo que está haciendo o por qué ha permitido que algunas circunstancias adversas ocurran. Cuando buscamos la gloria de Dios, debemos estar seguros de que El tiene como propósito nuestro bien y que no se detendrá para cumplirlo.
Una palabra de precaución
Este capítulo es “duro”, y por lo tanto se debe leer, estudiar y orar cuando la vida es más o menos rutinaria, y se debe almacenar o guardar en nuestros corazones (Sal. 119:11) para eltiempo de adversidad cuando tengamos que recurrir a esa verdad. Sobre todo, debemos ser muy sensibles para instruir a alguien acerca de la soberanía de Dios, y animarlo a confiar en El en medio de la adversidad y el dolor. Es mucho más fácil confiar en la soberanía de Dios cuando es otra persona la que está sufriendo. Necesitamos ser como Jesús de quien se dijo:…”la caña cascada no quebrará” (Mateo 12:20). No nos sintamos culpables de romper una caña cascada (un corazón duro) con un tratamiento insensible sobre la fuerte doctrina de la soberanía de Dios.

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