sábado, 10 de enero de 2015

Dos reinos no pueden permanecer en un mismo corazón: El libre albedrío decidirá cuál permanece

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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Las manifestaciones diabólicas
Las manifestaciones diabólicas en las personas son muchas y diversas. De ahí que las veamos en cada individuo de forma diferente:
El oprimido
Es muy común ver personas oprimidas espiritualmente. Estas opresiones actúan en forma externa aunque de manera constante y con el único fin de vencer nuestra resistencia.
La opresión se manifiesta a través de la tentación y la persecución. Por lo general, los cristianos padecen este tipo de opresión. Es una forma que el diablo prepara para que el hombre regrese a la antigua vida de pecado. Por eso nos dice la Palabra que no demos lugar al diablo, que resistamos.
El atormentado
Los demonios atormentan a muchas personas. En este tipo, el espíritu inmundo está dentro de la persona y actúa desde allí. Es el caso del temor, la depresión, la aflicción. Pero no debemos confundirnos, la persona atormentada que manifiesta un problema espiritual no está necesariamente endemoniada. No hay tantos endemoniados en el mundo, pero sí hay atormentados por el diablo. La persona no se resiste, pero los demonios están allí y simplemente debemos echarlos y expulsarlos como manda Marcos 16:17: En el nombre de Jesús.
Veamos como ejemplo el caso de la mujer sirofenicia cuando le dijo a Jesús: «Mi hija es gravemente atormentada por un demonio» (Mateo 15:22). Después de una breve conversación, Jesús le dice: «Vé; el demonio ha salido de tu hija» (Marcos 7:29). Si le dijo: «Ha salido», es porque estaba adentro. Si no, le hubiera dicho: «Se fue de al lado de tu hija».
La persona atormentada no está endemoniada. Hay un campo de su vida que está bajo la influencia del diablo porque no se ha entregado al Señor o porque hay un pacto o una atadura, hay odio o resentimiento. Usted sabe bien que cuando estos sentimientos están guardados en el corazón, hay una puerta abierta para que el diablo entre en nuestra vida y haga un desastre. Esto es claro y real, no es un invento.
El poseído
La persona poseída pierde momentáneamente el control de su cuerpo y voluntad. Luego de recibir ministración a través de la liberación y la consejería, no recuerda lo que atravesó en los instantes previos a su liberación. El endemoniado pierde el control de sus actos. Es aquel que hace algo y luego no lo recuerda. De pronto se enfurece, rompe y quema objetos. Al reaccionar, y cuando le preguntan por lo sucedido, no lo recuerda.
Analicemos el caso de la madre que lleva a su hijo para que Jesús lo libere de un espíritu mudo. Ella le comenta al Señor que por momentos el espíritu lo tomaba, el joven se sacudía, se le llenaba de espuma la boca y crujían sus dientes. Agrega también que muchas veces el espíritu inmundo lo había echado en el agua y el fuego para matarlo, pero no lo había conseguido. Realmente creo que la fe de esta madre era grande; con qué claridad describe el padecimiento de su hijo y con qué madurez espiritual interpreta que un espíritu inmundo lo había poseído. No sabemos por el tiempo exacto, pero ella expresa que su hijo desde niño padecía este tormento. Pensemos en qué razón tenía la mujer para declarar que este era un espíritu mudo. Su hijo no hablaba, no gritaba. Ella describe muchas otras manifestaciones externas que el demonio producía en el muchacho, pero no gritaba.
Ahora veamos cómo Jesús liberó a este joven. Dijo: «Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él» (Marcos 9:25). Lo primero que Jesús hizo fue llamarlo, le dijo algo así: Oime bien, espíritu mudo y sordo. Pero si era sordo, cómo iba a escuchar. Hermano, nunca olvide que Satanás es padre de mentiras y engañador. Observe lo que sucedió después que Jesús lo reprendiera: «Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto» (Marcos 9:26). Ahora sí hablaba y clamaba, ¿le cree todavía? Jesús sabe a quién estaba enfrentando. Él no se deja engañar.
El enajenado
Por último, este tipo de manifestación indica una posesión completa, en forma permanente. En este caso el diablo tiene tomado el cuerpo, el alma y el espíritu. Es el polo opuesto a la persona llena del Espíritu Santo. Tal es el caso del gadareno. Era un ser totalmente antisocial con actitudes violentas, maltratos físicos, deseos suicidas, etc. He visto en los manicomios a los enajenados. Miran pero no ven. Usted les habla y no sabe si lo escuchan. No entienden nada porque a todo su ser lo dominan espíritus del diablo. Quizás se pregunte: «¿Es posible que alcancen liberación?» Dios tiene compasión también de ellos, así como lo hizo con el endemoniado gadareno que era un enajenado, lo puede hacer con cualquiera.
«El gadareno cordobés»
Ya finalizaba la última noche de los sesenta días de campaña evangelística realizada en la ciudad de Córdoba, Argentina. Mientras descendía de la plataforma para regresar al hotel, unos hermanos traen a un loco para que orara por él. El hombre era un verdadero gadareno, un enajenado. Vivía en los montes, hablaba solo, caminaba siempre casi desnudo y descalzo, su cabello estaba sucísimo (haría unos tres años que no se bañaba), sus uñas impresionaban, era como un verdadero animal. La última noche, después de tantos días de campaña, me sentía realmente muy cansado y en el momento que me iba a descansar me traen a este hombre para orar, cuatro camilleros cargaban con él.
Mientras me acercaba, el Espíritu Santo me dijo: «Son dos legiones». A lo que respondo: «Señor, ya no tengo más fuerzas y estoy casi sin voz». Pero igualmente le impuse mi mano y reprendí todo demonio diciendo: «En el nombre de Jesús, deja libre este cuerpo». El hombre salió como una bala corriendo hasta que lo perdimos de vista y entonces lo declaré libre por fe.
A los seis meses, volví a Córdoba para una reunión especial del Día de Pentecostés. Muchas personas dieron testimonio de las sanidades y liberaciones que experimentaron en la última campaña. Entre toda esa gente subió un hombre bien vestido a testificar que Dios había librado su vida. En ese momento los líderes de esa ciudad me dijeron: «Hermano Carlos, ¿recuerda a este hombre?» Realmente no sabía quién era, pero al comentar de nuevo el caso, grande fue mi asombro al ver el cambio en él.
Después de aquella oración, el «gadareno cordobés» salió corriendo al medio del campo y estuvo allí gritando durante cinco días. Con cada grito salían demonios. El último día, el hombre comenzó a caminar a la que alguna vez había sido la casa de su familia. Cuando lo vieron en la puerta de la casa, los familiares no entendían pues estaba totalmente en sus cabales, su vida había cambiado. La noche que oré por ese hombre estaba muy cansado, pero Dios no necesita ni de mi esfuerzo, ni del suyo; ni de mi capacidad ni de la suya, Él es soberano sobre todas las cosas.
La obra de Satanás en la vida de los hombres se expresa de diferentes maneras aunque toda su actividad apunta a hurtar, matar y destruir (Juan 10:10). Jesús declara que el diablo es homicida desde el principio, que no hay verdad en él. También dice que cuando habla mentira, de él mismo lo hace porque no solo es mentiroso sino que es padre de toda mentira. ¿Qué podemos esperar de semejante ser que es ladrón, homicida, destructor y mentiroso?
Maldición familiar
Con respecto a este tema hay mucho que decir. Cada vez que maldecimos estamos invocando un espíritu. Muchas de las personas que deben ministrarse en liberación son el resultado de las maldiciones vertidas por otras personas, en especial por los padres.
Una de las maldiciones familiares más comunes es cuando abuelos, tíos o padres entregan su descendencia a pedido del mismo Satanás. Lo que ellos no saben es las tremendas consecuencias que esto les traerá. Toda clase de maldiciones generacionales engendran frustraciones y fracasos hereditarios que deben cortarse.
La Biblia dice que existen ataduras en la tierra que deben desatarse en el cielo. Así es como debemos actuar. Es muy común, en especial en las culturas latinas, las ataduras realizadas a través de los mandatos y sentencias familiares. Las maldiciones heredadas las hemos recibido incluso desde niños: «Eres igual a tu padre»; «Siempre serás un burro»; «No sirves para nada»; etc. La palabra expresa autoridad. Dios hizo al mundo con la palabra. La palabra construye y también destruye. Es común escuchar a padres o hermanos decirle a los niños «locos» o «tontos». A través de estas palabras invocamos espíritus demoníacos y atamos al niño. Las palabras atan.
Hace algún tiempo atrás le llamé la atención severamente a uno de mis hijos por haberle dicho a su hermano una palabra que no correspondía, al oírlo me asusté. ¡Nunca permita que esas palabras se digan entre los miembros de su familia! Nuestra responsabilidad como cristianos es «bendecir», llevar bendición incluso a través de las palabras. Siempre cuando hablo con mis hijos les digo: «¿Qué tal «genio?» ¿Qué hiciste «campeón»?
Algunas madres no se dan cuenta de esta verdad y sus hijos, al crecer, viven las consecuencias de lo que sus madres les sentenciaron. He conocido a muchachos que han oído de boca de sus madres decir: «¡Por qué habrás nacido! ¡Para qué te habré traído al mundo!» Estos jóvenes han quedado marcados hasta que encontraron a Jesús y pudieron hallar sanidad a estas heridas.
Cuando decimos «bobo», «animal», expresamos nuestro enojo momentáneo. No nos damos cuenta de que luego pagamos las consecuencias en el mundo espiritual.
Un testimonio, que es realmente esclarecedor y refleja la verdadera cultura latina a través de frases que constantemente se usan, es el que a continuación expondremos:
Nací siendo hijo, nieto y biznieto de hombres y mujeres que vivían como querían, pero siempre en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto, recibí herencia de corrupción, enfermedad y muerte. Pero un ministro del diablo como fui, no solamente nace, sino también se hace.
Cuando era niño me castigaban con violencia verbal y física, ellos me decían: «Los chicos son hijos del rigor»; «La letra con sangre entra». Después se justificaban diciendo: «Porque te quiero, te aporreo».
También en la escuela me imponían cosas tales como: «Lo vas a hacer así, porque yo lo digo»; «Vas a entender por las buenas o por las malas»; «Yo te voy a sacar bueno».
Cuando decía algo indebido o hacía alguna travesura, en seguida me condenaban con una profecía fatal: «Eres igual a tu padre». A continuación sellaban esta profecía con algunos refranes de sabiduría popular: «Cría cuervos y te sacarán los ojos»; «De tal palo, tal astilla»; «Al que nace barrigón, es al ñudo [inútil] que lo fajen»; «Difícil que el cerdo vuele». Con esto último querían decir que nunca cambiaría. Así que me trataban de cuervo, cerdo, burro, inútil, atorrante, infeliz y otras denominaciones peores. Claro, que por supuesto, con fines estrictamente correctivos y pedagógicos.
Todo esto lo he perdonado en el nombre de Jesús para no vivir más atado al odio, al temor y a las falsas doctrinas de mi familia.
Mis mayores, a quienes veneraba, también me enseñaron algunas otras cosas. Me decían: «Querer es poder»; «La fe mueve montañas» (como es lógico, no se referían a la fe en Dios, sino a la confianza y voluntad humana); «Persevera y triunfarás»; «Eres joven, tienes el mundo en tus manos». Constantemente me reiteraban: «La mayor riqueza que un padre puede dejar a su hijo es el estudio y una carrera para que pueda defenderse en la vida». Con esto me decían: «Debes estudiar si quieres ser alguien». Si llegaba a ser «doctor», sería una condecoración para toda la familia. Afirmaban: «Si no estudias, vas a ser un pobre desgraciado»; «Serás lo que debas ser o no serás nada». También aseveraban que: «Tener es poder»; «La plata no hace la felicidad, pero sin ella no se puede ser feliz»; «Barriga llena, corazón contento»; «Lo más importante en la vida es tener salud»; y algunas otras frases más.
Cuando leía algo espiritual o iba a menudo a la iglesia católica, me decían riéndose: «¡Lo único que nos faltaba, que se haga cura!» De los religiosos, las frases que más recuerdo eran: «Conócete a ti mismo»; «Cuídate, ayúdate y perfecciónate a ti mismo».
La carga de los «debes», «deberías», «tienes» y «tendrías» me aplastaban … todo era esfuerzo y voluntad personal, sacrificio humano, sufrimiento, remordimiento, resignación, ser inteligente y demostrar buena educación.
También aprendí en mi casa que: «El que pega primero, pega dos veces», que hay que imponerse en todo: «A Dios rogando y con el mazo dando». Inclusive, muchos cristianos creen que esta frase es bíblica.
En la escuela secundaria me enseñaron: «El hombre es un animal racional»; «Pienso, luego existo». A mis veinte años me habían convencido de que: «Cada uno labra su propio destino».
El mundo era, según mi dolorosa experiencia, egoísta, hostil, mentiroso e hipócrita. Sin embargo, ellos me decían que el mundo no era así, que yo lo veía de esta manera porque: «El ladrón se cree que todos son de su condición».
No solo me involucraron en falsas doctrinas, sino que también me instruyeron para que enseñase como ellos, creyendo que transmitía la verdad. Al fin me decidí a estudiar sicología clínica y social, parasicología, budismo zen, astrología y curanderismo. De esta manera llegué a ser un falso maestro y ciego guía de ciegos.1
En octubre de 1984 asistí, junto a un grupo de amigos sicólogos y estudiantes avanzados, a una campaña de Carlos Annacondia que se estaba realizando en Lomas de Zamora, Argentina, con el objetivo de investigar. En verdad, no quería ir, estaba cansado de ver sanidades engañosas, pero igualmente mis amigos me llevaron.
En un momento de la reunión pidieron que los enfermos pasaran al frente para poder orar por ellos. Como padecía una alergia hereditaria e incurable, pasé adelante para poder comprobar la verdad de estas señales que se comentaban. De pronto, me encontré clamando a Dios por mi salvación y por el amor que nunca había conocido. Comprendí entonces que hasta ese momento había sido un instrumento idóneo en las manos de Satanás. ¡Bendito sea Jesús que no miró mi maldad y la enorme cantidad de vidas que empujé al abismo, sino que me rescató para mostrar en mí su amor!
Basilio, Argentina.
Este relato nos hace reflexionar y pensar cuántas veces hemos dicho estas frases tan conocidas. Imagino que cada cultura tendrá las propias. Pero es frecuente oír estas palabras, en especial entre los que más se quieren: esposos, padres, hijos, hermanos, etc. No permita que esto continúe sucediendo en sus vidas. Quite estas frases de su vocabulario. Reconozca que parte de los fracasos que enfrentamos en la vida son consecuencias de esto. No permita marcar la vida de su ser querido hablando de esta manera.
 
Espiritualmente estas palabras tienen mucho valor. El diablo las aprovecha para hacer que la persona sentenciada o maldecida lo crea. Tarde o temprano, causan heridas en el individuo que requerirán la ministración del Espíritu Santo para sanar y llegar a perdonar a los ofensores.
 
Dios nos enseña que la muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18:21). La maldición ata las vidas e impide la bendición. Aprenda a bendecir a sus hijos, a su cónyuge, a sus padres y notará un gran cambio.
 
En cuanto a esto, el apóstol Pedro nos enseña lo siguiente: «Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño» (1 Pedro 3:10). Nuestra lengua causa muchos males que solo Cristo los puede remediar en la medida que reconocemos nuestra falta.
 
Si queremos que nuestro futuro sea bueno, debemos cuidar nuestra lengua de hablar el mal. Esta es la clase de maldición en la que participan poderes espirituales de maldad. Por lo tanto, debemos aclarar que Satanás no es omnisciente, así que no tiene la capacidad de leer los pensamientos. Aunque no sabe lo que pienso, comprende lo que declaro con mi boca. De ahí lo importante que es confesar bendición y no maldición. ¿Quién no recuerda el pasaje de la higuera que se secó al maldecirla?
 
La confesión es muy importante. A todas las personas que dan el paso de fe y aceptan a Jesús como Salvador de sus vidas, siempre les hago repetir sus oraciones en voz alta. El diablo tiene que escucharlas declarar su confesión de fe para salvación. Muchas veces veo a personas que están paradas frente a la plataforma en el momento del llamado a salvación y no repiten en voz alta lo que les digo. Entonces pido que lo digan a voz en cuello. El diablo los debe oír. Cuando muchos me dicen: «Ya hice la oración con mi mente», les respondo que el diablo no los escuchó. La Biblia es clara, en Romanos 10:10 dice: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».
 
Suelo ver a personas que en medio de esta oración les cuesta decir: «Señor, te entrego mi vida» o «Te recibo en mi corazón», porque en ese instante se está librando una lucha de poderes espirituales. Dos reinos no pueden permanecer en un mismo corazón. Alguno debe salir y esto depende de la voluntad y el libre albedrío de quien está tomando esta decisión tan importante.

viernes, 9 de enero de 2015

Si dirijo mi negocio como usted dirige su iglesia, estaría en quiebra dentro de un año

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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                                                  Simplicidad del liderazgo cristiano
¡Buenas noticias! ¡El liderazgo cristiano es simple!
Esto no significa que sea fácil. Aun si seguimos todos los principios correctos, las cosas  pueden salir mal y pueden desarrollarse situaciones muy tensas. El liderazgo cristiano puede ser un duro trabajo. 

Por simple quiero decir que los principios esenciales son fáciles de comprender y simples de aplicar si tenemos la valentía moral para hacerlo.

El liderazgo cristiano no es algo misterioso para unos pocos escogidos con un don especial
de sabiduría. Los principios están disponibles para todos, incluso para los que no tienen el llamado a un oficio bíblico. Estos principios influyen en los dones de las personas, con o sin títulos.

A los que Dios ha escogido para el liderazgo, Pablo les dice,
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir,  para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. -2Ti. 3:16-17 

El punto: Todo lo que usted necesita para ser un líder cristiano efectivo está en la Biblia.
Note lo que Pablo dice enteramente preparado. Usted tal vez no sabe dónde hallar un principio en la Biblia o reconocer uno cuando lo ve, pero está allí.  

Los paradigmas administrativos del mundo de los negocios cambian constantemente. Las organizaciones cristianas con frecuencia publican o recomiendan libros basados en estos paradigmas. ¿Por qué? Porque los cristianos fallamos en percibir el paradigma bíblico. 

Si usted establece su organización o programa para lucir como los negocios del mundo, se verá obligado también aplicar los principios administrativos del mundo. Nunca podrá evitarlos completamente. 

Abundan los libros que son una mezcla de principios cristianos y técnicas de administración
del mundo secular. Leer estos libros causa incomodidad porque los escritores dan la impresión de que están tratando de mezclar aceite y agua; es decir, mezclando el liderazgo cristiano con prácticas de las corporaciones del mundo. 

La mayoría de estos libros son escritos por empresarios retirados que lucharon por ser cristianos en el mundo de los negocios secular y lo lograron con algún grado de éxito. Luego llegan a ocupar un oficio eclesiástico en la iglesia y luego tratan de aplicar los principios de los negocios suponiendo que lo que sirve en los negocios debe ser bueno para la iglesia....ignorando las diferencias inherentes entre los dos dominios con respecto a la filosofía y sus propósitos.

El punto de vista bíblico del liderazgo
La Biblia enseña UNA filosofía de liderazgo, la que Cristo resumió y modeló en Mateo 20.
Los principios de servicio y sufrimiento son la base de la relación del líder con sus subordinados, en tanto que el líder muestre respeto hacia sus colegas de ministerio, considerándolos como iguales.

La filosofía del liderazgo cristiano en el mundo moderno está profundamente afectada por los actuales paradigmas de administración jerárquica. Algunos libros sobre el liderazgo cristiano son simples imitaciones, en lenguaje religioso de los negocios de la cultura norteamericana. Algunas veces los cristianos que tienen éxito en los negocios imaginan que pueden incorporar su «éxito» a la iglesia y hacer el Reino de Dios eficiente...como si la eficiencia tuviera un gran valor en el Reino de Dios.

Tales procedimientos aumentarían realmente la eficiencia de la iglesia, pero se producirían los mismos abusos que en los negocios del mundo. Debido a su mentalidad jerárquica, se ciegan a la manera en que la gente está afectada. Los árboles no les dejan ver el bosque. 

Los hombres de negocio a menudo dicen: -Si dirijo mi negocio como usted dirige su iglesia, estaría en quiebra dentro de un año. A esto podemos replicar: -Si yo dirijo mi iglesia en la forma que usted dirige su negocio, terminaría con casi la misma cantidad de gente santificada que usted tiene en su negocio. Es decir, poca. 

Por esta razón, dedicamos la primera parte de esta sección a las diferencias entre las filosofías del liderazgo cristiano y secular, e ilustramos cómo los cristianos algunas veces incorporan el punto de vista secular del liderazgo, para su perjuicio. 

Curiosamente, algunos sectores de los negocios americanos han evolucionado inconscientemente a una filosofía más cristiana en su forma de tratar a la gente. Esto ha sucedido a través de décadas de prueba y error en el manejo del personal, para mantenerlo feliz y productivo en su lugar de trabajo. 

Esto ha dado como resultado una buena literatura sobre liderazgo y técnicas de administración, escrita por hombres de negocios no cristianos que sorprendentemente consideransus ideas como originales.
 
He intentado crear un curso que incorpore en forma equilibrada tanto la teoría como la práctica. 

A riesgo de parecer auto contradictorio, algunas técnicas administrativas seculares aparecen en la segunda sección del tema. Estas fueron escogidas porque aplican principios cristianos y no usan la manipulación para construir relaciones. Estas no intentan endosar jerarquía autoritaria en las organizaciones cristianas. El enfoque del Reino de Dios es la gente, no los productos.

De este tema aprendimos…
  • El liderazgo cristiano es fundamentalmente simple. 
  • La Biblia reconoce un concepto de liderazgo cristiano, enseñado y modelado por Cristo mismo.
  • La Palabra de Dios es suficiente para preparar líderes cristianos efectivos. 
  • Las técnicas de administración pueden ser útiles si se aplican dentro del concepto cristiano de liderazgo.
  • El liderazgo cristiano no es jerárquico.
Preguntas de estudio para este tema
1. Describe los principios esenciales del punto de vista cristiano sobre el liderazgo.
2. ¿Cómo Jesús modelaba el liderazgo cristiano?
3. Explique porqué el liderazgo cristiano no es jerárquico a la iglesia y hacer el Reino de Dios eficiente...como si la eficiencia tuviera un gran valor en el Reino de Dios. 

Tales procedimientos aumentarían realmente la eficiencia de la iglesia, pero se producirían los mismos abusos que en los negocios del mundo. Debido a su mentalidad jerárquica, se ciegan a la manera en que la gente está afectada. Los árboles no les dejan ver el bosque. 

Los hombres de negocio a menudo dicen: -Si dirijo mi negocio como usted dirige su iglesia, estaría en quiebra dentro de un año. A esto podemos replicar: -Si yo dirijo mi iglesia en la forma que usted dirige su negocio, terminaría con casi la misma cantidad de gente santificada que usted tiene en su negocio. Es decir, poca.

Por esta razón, dedicamos la primera parte de esta sección a las diferencias entre las filosofías del liderazgo cristiano y secular, e ilustramos cómo los cristianos algunas veces incorporan el punto de vista secular del liderazgo, para su perjuicio. 

Curiosamente, algunos sectores de los negocios americanos han evolucionado inconscientemente a una filosofía más cristiana en su forma de tratar a la gente. Esto ha sucedido a través de décadas de prueba y error en el manejo del personal, para mantenerlo feliz y productivo en su lugar de trabajo. 

Esto ha dado como resultado una buena literatura sobre liderazgo y técnicas de administración, escrita por hombres de negocios no cristianos que sorprendentemente consideran sus ideas como originales.  

A riesgo de parecer auto contradictorio, algunas técnicas administrativas seculares aparecen en la segunda sección del curso. Estas fueron escogidas porque aplican principios cristianos y no usan la manipulación para construir relaciones. Estas no intentan endosar jerarquía autoritaria en las organizaciones cristianas. El enfoque del Reino de Dios es la gente, no los productos.

De este tema aprendimos…
  • El liderazgo cristiano es fundamentalmente simple. 
  • La Biblia reconoce un concepto de liderazgo cristiano, enseñado y modelado por Cristo mismo.
  • La Palabra de Dios es suficiente para preparar líderes cristianos efectivos.
  • Las técnicas de administración pueden ser útiles si se aplican dentro del concepto cristiano de liderazgo
  • El liderazgo cristiano no es jerárquico.
Preguntas de estudio
1. Describe los principios esenciales del punto de vista cristiano sobre el liderazgo.
2. ¿Cómo Jesús modelaba el liderazgo cristiano?
3. Explique porqué el liderazgo cristiano no es jerárquico.  

 La virtud fundamental
West Point, universidad de preparación de los oficiales del ejército de los Estados Unidos, es conocida por su estricto código de honor. En respuesta a cualquier pregunta, los cadetes pueden dar solamente cuatro respuestas: -Sí, señor; No, señor; No sé, señor; o Sin excusa señor.

Presentar excusas es prácticamente un crimen. Si una persona bajo la responsabilidad de un cadete comete un error, el cadete asume la culpa. Esto es para enseñarles la responsabilidad, el honor y sobre todo la integridad. 

Uno de estos cadetes graduados fue enviado a Vietnam como un teniente. Su primera misión fue en la selva para supervisar la construcción de una pista que ya estaba en construcción. 

Un sargento estaba a cargo. Desafortunadamente, el teniente no sabía nada sobre pistas, y preguntó al sargento: -¿Está seguro de que la dirección de esta pista es la correcta?- El sargento le aseguró que así era. Entonces el teniente dijo: -Bien, confiaré en su criterio, continúe. 

Una hora y media más tarde, un coronel que era un experto en pistas llegó y gritó: -¿Quién es el idiota que ordenó construir esta pista en esta forma? El teniente por poco dijo: -Este sargento aquí, dijo que él sabía...etc. Pero sus palabras fueron: -Yo, señor. 

El coronel miró al teniente y preguntó: -¿Por qué dio esa orden? El teniente respondió: -Sin
excusa, señor. 

En ese momento, el sargento se acercó con su mano levantada pidiendo permiso para hablar.

El coronel aparentemente dedujo lo que había pasado y preguntó al teniente: -Usted viene de West Point, no es verdad?- El teniente contestó: -Sí, señor. El coronel miró al sargento, al teniente y dijo: -Bien, en ese caso, fue un error honesto. 

Más tarde el coronel invitó al teniente a unirse a su equipo de mando. Esto representaba una promoción importante.

Esta historia verdadera ilustra la virtud más importante del liderazgo: La integridad.
En las cintas grabadas de donde fue tomada esta historia, el expositor dijo que si West Point logra enseñarle a un cadete a ser un hombre completamente íntegro, también pueden hacerlo un líder sin importar su temperamento o dones naturales. En West Point están preparados para suspender a un hombre con habilidades naturales de liderazgo si no pueden infundirle integridad absoluta en su carácter. 

Este concepto está tan asociado con West Point que cuando el coronel encontró un oficial con integridad absoluta, asumió que era de West Point. 

¿Es esta la clase de integridad que encontramos en el liderazgo de nuestras iglesias?  Si una persona conoce a un hombre íntegro, ¿Automáticamente supone que es «evangélico»? O, al inverso, ¿si le conocen como evangélico, ¿Automáticamente suponen que es una persona íntegra? 

Dios quiere que sus líderes sean hombres íntegros.
Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros. 2Co.1:12  

En este texto, Pablo declara que él no tiene planes secretos. No se entrega a la politiquería ni manipula a nadie. Usted no necesita examinar el valor numérico de las letras griegas para llegar a un significado escondido. Lo que Pablo dice es eso exactamente y nada más. 

Las palabras usadas para traducir «sencillez y sinceridad» en 2Co.1:12 demuestran que Pablo habla de pureza de motivos y completa devoción a un solo propósito.

La «transparencia» de carácter es simplemente una cuestión de integridad. Cuesta tiempo y  esfuerzos para desarrollarla en los candidatos para liderazgo.

La integridad está tan íntimamente relacionada con la humildad que podríamos sostener que  son sinónimos. Un mejor filósofo que yo debería hacer las distinciones, si las hay. Sin embargo, estamos de acuerdo en que están unidas, inseparablemente. 

La integridad es fundamental a todo liderazgo, religioso o secular. Los analistas de negocios, entre ellos, Stephen Covey, en su libro Siete Hábitos De Personas Exitosas, han «descubierto» recientemente la importancia de la integridad en los negocios. Este libro ha llegado a ser muy popular.

Sin embargo, Covey nota un cambio perturbador en las actitudes hacia el carácter en el liderazgo en la cultura occidental en los últimos 200 años. Él clasifica este cambio como carácter ético versus personalidad ética.  

En los primeros 150 años de la historia de los Estados Unidos, la filosofía del liderazgo
enfatizaba la importancia de cualidades tales como la integridad, humildad, fidelidad, etc.

Desde la segunda guerra mundial, el énfasis ha sido en los rasgos de la personalidad como la llave del éxito, más bien que en la ética. Covey indica: 
«El éxito se volvió más una función de la personalidad, de la imagen pública, de las actitudes y comportamientos, habilidades y técnicas... Otras partes de la propuesta de la personalidad fueron claramente manipuladoras, incluso engañosas, animando a la gente a usar técnicas para conseguir el agrado de las otras personas.»...

Los cristianos necesitan estar conscientes de los cambios culturales como este y  cuidadosamente distinguirlos de los rasgos que Jesús busca en aquellos que Él escoge para el liderazgo. 

En su libro FROM GOOD TO GREAT, (De la Mediocridad al Exito), el investigador Jim Collins presenta un análisis de algunas compañías que crecieron de buenas a excelentes y se mantuvieron ahí. Collins halló una cualidad común entre los líderes de estas compañías que nada tenía que ver con el temperamento. 

«Nosotros estamos sorprendidos, realmente conmocionados, al descubrir el tipo de liderazgo requerido para convertir una compañía de buena a excelente ... Sin darse a notar, serenos, reservados, incluso tímidos, estos líderes son una mezcla paradójica de humildad personal y voluntad profesional.»

Note el punto: la cualidad clave en común entre los líderes de las compañías que se habían
transformado de buenas a excelentes era la humildad. 

Él añade, «Estos líderes canalizan sus necesidades personales hacia la gran meta de construir una compañía grande. No es que estos líderes no tengan sus propios intereses. A decir verdad, ellos son increíblemente ambiciosos, pero su ambición es primero por la institución, no por ellos mismos».

El liderazgo que perdura no puede existir sin esta virtud. La administración, sí. La manipulación y el control, sí... pero no el liderazgo verdadero que compra la fidelidad de otros a costa del dolor propio. Esta es la integridad de Jesús. Esta es la filosofía cristiana del liderazgo. No hay otra.

El principio de Caifás
Caifás fue un hombre que vendió su integridad por paz. Fue el sumo sacerdote que presidió
el juicio de Jesús. En Juan 11:49-50 leemos:
...Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.

Según la perspectiva de Caifás, era mejor perder su integridad al condenar a un inocente que arriesgarse a una destrucción total por parte de los gobernadores romanos. ¿Estaba en lo correcto? 

Sí, pero por poco tiempo. Caifás previno con éxito la intervención romana y el desastre nacional, y se debe haber considerado a sí mismo muy sabio. 

Sin embargo, a la larga, fue diferente. De todos modos, los romanos vinieron y destruyeron la nación. Caifás ganó en forma pasajera, pero al final perdió todo, incluyendo su propio honor. 

A simple vista, Jesús parecía perder. Fue humillado, crucificado y parecía que iba a desaparecer. ¿Quién es el Rey de Reyes hoy y dónde está Caifás? 

Suponga que tiene un hombre en pecado grave en su iglesia. Usted sabe que debe disciplinarlo. Sin embargo, él es una persona muy popular, rico e influyente. Si lo disciplina, se puede producir una división en la iglesia y usted podría perder su trabajo como pastor. 

¿Qué hace usted?
Este es un clásico examen de integridad. Si usted se mantiene en su posición, podría perder a corto plazo. La iglesia podría dividirse y usted perdería su trabajo. Pero Dios le dará más de lo que alguna vez haya perdido y usted no tendrá remordimientos.

Un ejemplo final

En una reunión de un presbiterio, el moderador pidió el reporte del comité de misiones. El secretario del comité se levantó y explicó que no tenía el reporte porque no sabía que debía traerlo a la reunión. 

Inmediatamente el moderador comenzó a reprochar al secretario por su negligencia. En la parte de atrás de la asamblea, uno de los pastores se puso de pie y dijo: -Señor, soy el moderador del comité de misiones. Si hay algún error, soy el único culpable y usted puede reprocharme a mí. 

El moderador le preguntó si él sabía sobre el error. Él replicó: -No Señor, pero eso no viene
al caso. Estoy a cargo, y si alguna persona debe ser reprochada, esa soy yo.-  El moderador desistió del punto y continuó con otros asuntos. 

Yo pensé: -No me sorprende que este pastor tenga mil personas en su iglesia. Como la lámpara sobre la montaña, tal integridad no puede estar escondida.

Conclusión
La integridad, que incluye la humildad, es la virtud fundamental del liderazgo. Sin ella, un «líder» no es más que un administrador en el mejor de los casos, y un manipulador y controlador en el peor. Aun el mundo secular nota esto.

De este apartado aprendimos… 
  • La integridad, algunas veces llamada humildad, es esencial para el  liderazgo cristiano.
  • Esta virtud incluye:   
    • Tomar la responsabilidad por las acciones de sus subordinados.
    • Mantenerse en lo correcto aun cuando el costo sea alto, sabiendo que a la larga Dios nos recompensará.

Preguntas de comprobación: 
1. ¿Está de acuerdo en que la integridad es la virtud fundamental del liderazgo cristiano?.Justifique su  respuesta.
2. Explique el dilema del «Principio de Caifás». Dé un ejemplo de su propia experiencia.
3. ¿Cómo se podría aplicar el ejemplo del teniente de West Point en un contexto cristiano?

jueves, 8 de enero de 2015

No podemos evitar el error que propagan los falsos maestros a menos que sepamos lo que es la verdad

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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El conocimiento es el antídoto para el error
2 Pedro 1:1–4
 
Sin importar cuál sea la vocación de cada uno, la vida está llena de preguntas, dudas y decisiones. El albañil se preocupa de que la pared esté derecha, el que escribe una carta, un ensayo o un libro, se inquieta por que sus palabras estén bien escritas. En la cocina, la mujer se preocupa por la combinación exacta de las especias del platillo que está cocinando. 

En todos los casos, la única forma de saber lo que es correcto es consultando la norma escrita. Entonces, para la ortografía está el diccionario, para la pared está la plomada, y para el ama de casa, una receta o ¡tal vez el paladar!

Ahora bien, ¿qué de la vida moral y espiritual? Uno no puede evitar el error que propagan los falsos maestros a menos que sepa lo que es la verdad. La ignorancia es un camino que conduce a toda clase de percances, equivocaciones, esclavitud y rebeldía. 

En sus días, el apóstol Pedro vio esos síntomas en el horizonte y escribió la carta que estamos por estudiar, con el objeto de amonestar a los creyentes contra los falsos maestros. A la luz de un porvenir amenazador, les ofreció el antídoto: el conocimiento de la verdad. 

Su epístola nos hace recordar lo dicho por el Señor Jesucristo: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32). No se refiere sólo a la educación o a la acumulación de más información en un archivo. Tiene que haber una aceptación y asimilación de la verdad que Dios ha revelado y que nos motive a la obediencia. 

Nuestro Señor citó este principio cuando dijo: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17).
 
EL CONOCIMIENTO SIN LA PRÁCTICA NO NOS DA MEJOR CALIFICACIÓN QUE AL DIABLO
 
El resumen que Pedro ofrece al final de la carta es muy acertado: “Antes bien creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…” (2 Pedro 3:18). Este es un consejo que convenía tanto a sus lectores de aquel entonces como nosotros, porque los falsos maestros siempre han existido.

INTRODUCCIÓN A LA EPÍSTOLA
 
Autor y fecha
A primera vista, no debería ser difícil determinar quién es el autor de una carta que lleva el saludo: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo…” (2 Pedro 1:1). En el contexto novotestamentario, el nombre “Simón Pedro” es único. Sin embargo, a través de los siglos, la epístola de 2 Pedro ha sufrido cierta cantidad de ataques, e inclusive hasta el día de hoy tiene divididos a los eruditos conservadores.

Algunos postulan que se escribió a mediados del segundo siglo de nuestra era, lo que obviamente desmentiría la paternidad literaria de Pedro, porque para entonces él ya habría muerto. Es interesante que esos críticos no duden del origen del material de la carta. Es decir, no niegan que los pensamientos y conceptos procedan de Pedro, sólo dicen que el autor verdadero de la carta fue otro. Según ellos, tal vez un discípulo de Pedro tomó el material, que venía de la mente, corazón y enseñanza de su maestro, y lo puso por escrito como un tributo a él después de su muerte.

En el otro extremo, pero siempre dentro del campo de la doctrina conservadora, hay quienes afirman que sí hay evidencias de la autenticidad de la paternidad literaria petrina porque:

 1. En ella se notan ciertos factores que van totalmente de acuerdo con la vida y ministerio del apóstol pescador. Por ejemplo:
    a.      Se menciona la transfiguración como el suceso culminante de la vida del autor (2 Pedro 1:16–18).
    b.      Escribió con sentimiento profundo acerca de “la purificación de sus antiguos pecados” (2 Pedro 1:9).
    c.      Alude a su muerte inminente (2 Pedro 1:13–14).
   d.      El autor dice que el apóstol Pablo era uno de sus contemporáneos más respetados, pero no dice que era un santo de una época pasada (2 Pedro 3:15–16).

 2. De la misma manera, puede aceptarse la autoría petrina por lo que la carta no dice. Por ejemplo:
    a.      No está adornada con detalles supuestamente autobiográficos, pero que serían evidentemente espurios si se considera el estilo de muchísima literatura apócrifa equivocadamente atribuida a Pedro.

    b.      No contiene ningún rasgo de herejía, milagro absurdo o leyenda, características de toda la literatura apócrifa.

 3. La fecha de composición de 2 Pedro está íntimamente ligada a la cuestión de su paternidad literaria. Naturalmente, si uno fija una fecha del segundo siglo, el apóstol Pedro no pudo haber sido el autor, porque se cree que fue martirizado en Roma durante las persecuciones del malvado emperador Nerón, quien murió en el año 68 de nuestra era.

 Además, como Pedro no se menciona en 2 Timoteo, que fue la última misiva de san Pablo escrita desde Roma durante las mismas persecuciones de Nerón, se cree que Pedro murió antes que Pablo.

Lógicamente, la carta tuvo que haberse escrito:
    a.      Después de la circulación de algunas (pero no necesariamente todas) las cartas de Pablo (2 Pedro 3:15).

    b.      Con suficiente tiempo para que la carta circulara y formara así la base (la fuente y en cierto sentido la causa) de la creación de las falsificaciones apócrifas (por ejemplo, El Apocalipsis de Pedro) que surgieron en la primera parte del segundo siglo.

    c.      Antes del desarrollo mayor de los errores citados, que de hecho ocurrió en el segundo siglo. En 2 Pedro, la referencia a los errores se hace con verbos en tiempo futuro.

En conclusión, esos factores se combinan para indicar que probablemente el apóstol escribió 2 Pedro alrededor del año 65 de nuestra era.
 
LA BIBLIA ES DE ORIGEN DIVINO. LE TOCÓ AL HOMBRE RECONOCER SU AUTORIDAD, NO CREARLA

¡PENSEMOS! 
Es muy importante considerar lo siguiente:

 Durante los primeros 20 años después de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo, no se escribió ninguno de los libros novotestamentarios. Quiere decir que la Biblia de la cual predicaron y enseñaron los apóstoles en aquel entonces consistía sólo del Antiguo Testamento. 

Pedro predicó su famoso mensaje en el día de Pentecostés (Hechos 2) con base en la revelación del Antiguo Testamento. Esteban revisó la historia antigua de Israel ante sus acusadores en Hechos 7, y Felipe predicó el mensaje de Cristo al etíope (Hechos 8) con base en Isaías 53. 

Aun los gentiles que aceptaron a Cristo durante ese período de veinte años no tenían más que el Antiguo Testamento como su Biblia.


¿Cuál fue el proceso mediante el cual la iglesia llegó confiadamente a reconocer los libros que Dios quiso que formaran parte del Nuevo Testamento? 

Se consideraron cuatro elementos:

1. Apostolicidad: ¿Fue escrita por un apóstol o por alguien que sostenía una relación cercana con él?

2. Contenido: Tenía que manifestar un carácter verídico, histórico, espiritual y, sobre todo, de acuerdo con la sana doctrina.

3. Universalidad: ¿Aceptaban la obra las iglesias en general?

4. Inspiración. Esta era la prueba final. Sería totalmente incongruente que el mismo Espíritu Santo, quien supervisó la escritura de una obra, no ayudara a la iglesia a discernir entre lo genuino y lo espurio. Ese ministerio del Espíritu condujo a la aceptación armoniosa y al final unánime, de los libros del Nuevo Testamento.

miércoles, 7 de enero de 2015

¿Ni aun esta escritura habéis leído?: Un reclamo amoroso que mueve el corazón

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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La Biblia

LA PALABRA «BIBLIA» se deriva, a través del latín, de la palabra griega biblia (libros); se refiere específicamente a los libros que la iglesia cristiana reconoce como canónicos. El uso cristiano más temprano de ta biblia (los libros) en este sentido se dice que fue en 2 Clemente 14:2 (circa 150 d.C.): «los libros y los apóstoles declaran que la iglesia … ha existido desde el principio». (Compare Daniel 9:2, NVI: «Yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las Escrituras», donde la referencia es al cuerpo de los escritos proféticos del Antiguo Testamento.) La palabra griega biblion (cuyo plural es biblia) es un diminutivo de biblos, que en la práctica denota cualquier clase de documento escrito, pero originalmente uno escrito en papiro.

Un término sinónimo de «la Biblia» es «los escritos» o «las Escrituras» (en el griego, hai graphai, ta grammata), usados con frecuencia en el Nuevo Testamento para indicar los documentos del Antiguo Testamento en su totalidad o en parte. Por ejemplo, Mateo 21:42 dice: «¿Nunca leísteis en las Escrituras?» (en tais graphais). El pasaje paralelo, Marcos 12:10, tiene el singular, refiriéndose al texto particular citado: «¿Ni aun esta escritura habéis leído?» (ten graphen tauten). 2 Timoteo 3:15 habla de «las Sagradas Escrituras» (ta hiera grammata), y el siguiente versículo dice: «Toda la Escritura es inspirada por Dios» (pasa graphe theopneustos). En 2 Pedro 3:16 (NVI), «todas» las epístolas de Pablo están incluidas junto con «las demás Escrituras» (tas loipas graphas), refiriéndose probablemente a los escritos del Antiguo Testamento y los Evangelios.

CONTENIDO Y AUTORIDAD
Entre los cristianos, para los que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento juntos constituyen la Biblia, no hay un acuerdo completo sobre su contenido. Algunas ramas de la iglesia siríaca no incluyen 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis en el Nuevo Testamento. Las comunidades romanas y griegas incluyen varios libros en el Antiguo Testamento además de los que componen la Biblia hebrea; estos libros adicionales forman parte de la Septuaginta cristiana.

Aunque están incluidos, junto con uno o dos más, en la Biblia protestante inglesa completa, la Iglesia de Inglaterra (al igual que la Iglesia Luterana) sigue la enseñanza de Jerónimo que sostiene que pueden ser leídos «para ejemplos de la vida e instrucción de costumbres; pero que no se deben aplicar para establecer ninguna doctrina» (Artículo VI). Otras iglesias reformadas no le dan ningún estado canónico. La Biblia Etiópica incluye 1 Enoc y el libro de los Jubileos.

En las comunidades romanas, griegas y algunas otras antiguas, la Biblia, junto con las tradiciones vivas de la iglesia en algún sentido, constituye la autoridad suprema. Por otro lado, en las iglesias de la Reforma, sólo la Biblia es la corte final de apelaciones en asuntos de práctica y doctrina. Así es que el Artículo VI de la Iglesia de Inglaterra afirma: «La Santa Escritura contiene todas las cosas necesarias para la salvación; así que lo que no se lea allí, ni pueda ser probado por ella, no se le debe requerir a ningún hombre, para que no sea creído como un artículo de la fe, o sea enseñado como un requisito, o necesario para la salvación». Para el mismo efecto, la Confesión de Fe de Westminster (1.2) cataloga los 39 libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo Testamento como «todos … dados por inspiración de Dios para que sean la regla de fe y de conducta».

LOS DOS TESTAMENTOS
La palabra «testamento» en las designaciones «Antiguo Testamento» y «Nuevo Testamento», que se da a las dos divisiones de la Biblia, va desde el término testamentum en latín, al griego diatheke, que en la mayoría de las veces que aparece en la Biblia griega significa «pacto» en lugar de «testamento». 

En Jeremías 31:31, se predice un nuevo pacto, el cual reemplazará al que Dios hizo con Israel en el desierto (compare Éxodo 24:7 y siguientes). «Al llamar “nuevo” a ese pacto, ha declarado obsoleto al anterior» (Hebreos 8:13, NVI). Los escritores del Nuevo Testamento ven el cumplimiento de la profecía del nuevo pacto en el nuevo orden inaugurado por la obra de Cristo; sus propias palabras de institución (1 Corintios 11:25) dan la autoridad para esta interpretación. Los libros del Antiguo Testamento, entonces, se llaman así debido a su asociación cercana con la historia del «antiguo pacto»; los libros del Nuevo Testamento se llaman así debido a que son los documentos en que se funda el «nuevo pacto». Un enfoque a nuestro uso común del término «Antiguo Testamento» aparece en 2 Corintios 3:14 (NVI) que dice: «al leer el antiguo pacto», aunque probablemente Pablo se refiere a la ley, la base del antiguo pacto, más que a todo el volumen de las Escrituras hebreas. 

Los cristianos usaron en general los términos «Antiguo Testamento» y «Nuevo Testamento» para las dos colecciones de libros durante la última parte del siglo II; Tertuliano tradujo diatheke al latín usando la palabra instrumentum (un documento legal) y también testamentum; la última palabra fue la que sobrevivió, desafortunadamente, puesto que las dos partes de la Biblia no son «testamentos» en el uso común del término.

El Antiguo Testamento
En la Biblia hebrea, los libros están ordenados en tres divisiones: la Ley, los Profetas y los Escritos. La Ley consta del Pentateuco, los cinco «libros de Moisés». Los Profetas se dividen en dos subdivisiones: los «Primeros Profetas», que son Josué, Jueces, Samuel y Reyes; y los «Últimos Profetas», que incluyen Isaías, Jeremías, Ezequiel y «El libro de los Doce Profetas». Los Escritos contienen el resto de los libros: primero se encuentran los Salmos, Proverbios y Job; luego los cinco «rollos», que son el Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester; y finalmente Daniel, Esdras–Nehemías y Crónicas. Tradicionalmente se considera que el total es veinticuatro, pero estos veinticuatro corresponden exactamente a nuestro cómputo común de treinta y nueve, puesto que en el último cómputo los Profetas Menores se cuentan como doce libros, y Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras–Nehemías como dos cada uno. En la antigüedad había otras formas de contar los mismos veinticuatro libros; en una (atestiguada por Josefo) el total fue rebajado a veintidós; en otra (que Jerónimo conocía) el total fue elevado a veintisiete.

No se le puede seguir la pista al origen del arreglo de los libros en la Biblia hebrea; se cree que la división en tres partes corresponde a las tres etapas en las que los libros recibieron reconocimiento canónico, pero no existe evidencia directa que lo pruebe.

En la Septuaginta, los libros están ordenados de acuerdo a la similitud del tema. El Pentateuco es seguido por los libros históricos, y estos son seguidos por los libros de poesía y sabiduría, y estos por los profetas. Es este orden, en sus características esenciales, el que ha sido perpetuado (por medio de la Vulgata) en la mayoría de las ediciones cristianas de la Biblia. En algunos aspectos este orden es más fiel a la secuencia cronológica del contenido narrativo que el orden de la Biblia hebrea; por ejemplo, Rut aparece inmediatamente después de Jueces (puesto que registra cosas que pasaron «en los días en que gobernaban los jueces»), y el trabajo del historiador aparece en el siguiente orden: Crónicas, Esdras y Nehemías.

La división en tres partes de la Biblia hebrea se refleja en las palabras de Lucas 24:44 («en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos»); es más común en el Nuevo Testamento la referencia a «la ley y los profetas» (vea Mateo 7:12), o «Moisés y los profetas» (vea Lucas 16:29).

La revelación divina que registra el Antiguo Testamento fue comunicada en dos formas principales: por obras poderosas y por palabras proféticas. Estas dos formas de revelación están unidas en forma indisoluble. Las obras de misericordia y de juicio, con las cuales el Dios de Israel se hizo conocer a su pueblo elegido, no habrían podido llevar su mensaje apropiado si los profetas no se las hubieran interpretado—los «portavoces» de Dios que recibieron y comunicaron su Palabra. Por ejemplo, los hechos del Éxodo no habrían tenido un significado perdurable para los israelitas si Moisés no les hubiera dicho que en esos hechos el Dios de sus padres estaba actuando para liberarlos, de acuerdo a sus antiguas promesas, para que ellos pudieran ser su pueblo y él su Dios. Por otra parte, las palabras de Moisés no hubieran tenido fruto aparte de su vindicación en los acontecimientos del Éxodo. Podemos comparar el papel significativo y muy parecido de Samuel en la época de la amenaza de los filisteos, de los grandes profetas del siglo VIII a.C. cuando Asiria estaba arrasando con todo lo que tenía por delante, de Jeremías y Ezequiel cuando el reino de Judá llegó a su fin, y así sucesivamente.

Esta interacción de obras poderosas y palabras proféticas en el Antiguo Testamento explica por qué la historia y la profecía están tan entremezcladas a través de sus páginas; sin duda fue el descubrimiento de esto lo que guió a los judíos a incluir los libros históricos importantes entre los Profetas. Pero no sólo los escritos del Antiguo Testamento registran la progresiva revelación doble de Dios; al mismo tiempo registran la respuesta de los hombres a la revelación de Dios—una respuesta a veces obediente, y con demasiada frecuencia desobediente. En este registro del Antiguo Testamento de la respuesta de aquellos a quienes les llegó la Palabra de Dios, el Nuevo Testamento encuentra instrucción práctica para los creyentes. El apóstol Pablo escribe lo siguiente de la rebelión de los israelitas en el desierto, y de los desastres que siguieron: «Todo esto les sucedió para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos» (1 Corintios 10:11, NVI).

En cuanto a su posición en la Biblia cristiana, el Antiguo Testamento es preparatorio en carácter: lo que «Dios … habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas», esperó su cumplimiento en lo que «nos ha hablado por medio de su Hijo» (Hebreos 1:1–2, NVI). Sin embargo, el Antiguo Testamento era la Biblia que los apóstoles y otros predicadores del evangelio en los primeros días del cristianismo llevaban consigo cuando proclamaban a Jesús como el Mesías, Señor y Salvador divinamente enviado; encontraron en el Antiguo Testamento el testimonio claro de Cristo (Juan 5:39), y una clara exposición del camino de salvación a través de la fe en él (Romanos 3:21; 2 Timoteo 3:15). Para usar el Antiguo Testamento tenían la autoridad y el ejemplo de Cristo mismo, y desde entonces la iglesia ha hecho bien cuando ha seguido el precedente sentado por él y sus apóstoles y reconocido al Antiguo Testamento como Escritura cristiana. «Lo que fue indispensable para el Redentor debe ser siempre indispensable para los redimidos» (G. A. Smith).

El Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento complementa al Antiguo Testamento en relación al cumplimiento de promesas. Si el Antiguo Testamento registra que «Dios … habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas», el Nuevo Testamento registra esa palabra final que Dios habló en su Hijo, en quien toda la revelación inicial se resumió, confirmó y trascendió. Las obras poderosas de revelación del Antiguo Testamento culminaron en la obra redentora de Cristo; las palabras de los profetas del Antiguo Testamento reciben su cumplimiento en él. Pero él no es sólo la revelación suprema al hombre; es también la respuesta perfecta del hombre a Dios—el sumo sacerdote así como el apóstol de nuestra profesión (Hebreos 3:1). Si el Antiguo Testamento registra el testimonio de aquellos que vieron el día de Cristo antes de que llegara, el Nuevo Testamento registra el testimonio de aquellos que lo vieron y lo escucharon en los días en que vivía en la carne, y que llegaron a conocer y a proclamar el significado de su venida más cabalmente, por el poder de su Espíritu, después de su resurrección de los muertos.

Durante los últimos 1.600 años, la gran mayoría de los cristianos ha aceptado que el Nuevo Testamento está compuesto de veintisiete libros. Estos veintisiete libros caen naturalmente en cuatro divisiones: (1) los cuatro Evangelios, (2) los Hechos de los Apóstoles, (3) veintiún cartas escritas por los apóstoles y «hombres apostólicos» y (4) el Apocalipsis. Este orden no sólo es lógico, sino que bastante cronológico en lo referente al tema de los documentos; sin embargo, no corresponde al orden en el que fueron escritos.

Los primeros documentos que se escribieron del Nuevo Testamento fueron las primeras Epístolas de Pablo. Estas (posiblemente junto con la Epístola de Santiago) fueron escritas entre 48 y 60 d.C., aún antes de que se escribiera el primero de los Evangelios. Los cuatro Evangelios pertenecen a las décadas 60 a 100, y también se debe asignar a estas décadas todos (o casi todos) los otros escritos del Nuevo Testamento. Mientras que la escritura de los libros del Antiguo Testamento comprendió un período de mil años o más, los libros del Nuevo Testamento se escribieron en un período de un siglo.

Los escritos del Nuevo Testamento no se agruparon en la forma en que los conocemos inmediatamente después de ser escritos. Al principio, los Evangelios individuales tenían una existencia local e independiente en los grupos para los cuales fueron escritos originalmente. Sin embargo, a comienzos del siglo II, se juntaron y comenzaron a circular como un registro que constaba de cuatro partes. Cuando sucedió esto, el libro de Hechos fue separado de Lucas, con el que había formado un escrito de dos volúmenes, y comenzó una carrera separada e importante por sí solo.

Al principio, las cartas de Pablo fueron preservadas por las comunidades y los individuos a quienes habían sido enviadas. Pero para fines del siglo I existen evidencias que sugieren que la correspondencia de Pablo que sobrevivió comenzó a ser recolectada en una colección paulina, la cual circuló con rapidez entre las iglesias—primero una colección más pequeña de diez cartas, y muy pronto después una más grande de trece cartas, ampliada por la inclusión de las tres Epístolas Pastorales. Dentro de la colección paulina, las cartas parecen haber sido colocadas no en orden cronológico, sino en orden descendiente de acuerdo a su longitud. Se puede reconocer este principio en el orden que se encuentra en la mayoría de las ediciones del Nuevo Testamento hoy: las cartas a las iglesias están antes de las cartas a los individuos, y dentro de estas dos subdivisiones están colocadas de manera que las más largas van primero y las más cortas después. (La única excepción a este plan es que Gálatas está antes de Efesios, aunque Efesios es un poco más larga que Gálatas.)

Con la colección de los Evangelios y la colección paulina, y con Hechos, que sirve como un eslabón entre las dos, tenemos el comienzo del canon del Nuevo Testamento como lo conocemos. A la iglesia primitiva, que heredó la Biblia hebrea (o la versión griega de la Septuaginta) como sus Escrituras sagradas, no le tomó mucho tiempo colocar las nuevas escrituras evangélicas y apostólicas junto a la ley y los profetas, y usarlos para la propagación y defensa del evangelio y para la adoración cristiana. Por eso es que Justino Mártir, alrededor de la mitad del siglo II, describe la forma en que los cristianos en sus reuniones dominicales leían «las memorias de los apóstoles y los escritos de los profetas» (Apología 1.67). Fue natural, entonces, que cuando el cristianismo se esparció entre las personas que hablaban otras lenguas y no hablaban griego, el Nuevo Testamento fuera traducido del griego a esas lenguas para beneficio de los nuevos conversos. Había versiones latinas y siríacas del Nuevo Testamento para 200 d.C., y una versión cóptica en el siglo siguiente.

EL MENSAJE DE LA BIBLIA
La Biblia ha jugado, y continúa jugando, un papel notable en la historia de la civilización. Muchos lenguajes se han comenzado a escribir por primera vez para que la Biblia, en su totalidad o en parte, se pudiera traducir a ellos en forma escrita. Y este es sólo un pequeño ejemplo de la misión civilizadora de la Biblia en el mundo.

Esta misión civilizadora es el efecto directo del mensaje central de la Biblia. Puede sorprender que se hable de un mensaje central en una colección de escritos que refleja la historia de la civilización en el Cercano Oriente a través de miles de años. Pero hay un mensaje central, y es este reconocimiento el que ha llevado al tratamiento común de la Biblia como un solo libro, y no sólo una colección de libros—al igual que el plural griego biblia (libros) se convirtió en el singular latín biblia (el libro).

El mensaje central de la Biblia es la historia de la salvación, y a través de ambos Testamentos se pueden distinguir tres aspectos de esta historia en desarrollo: el que trae la salvación, el camino a la salvación y los herederos de la salvación. Esto podría ser reformulado en términos de la idea del pacto, expresando que el mensaje central de la Biblia es el pacto de Dios con los hombres; y que los aspectos son el mediador del pacto, la base del pacto y la gente del pacto. Dios mismo es el Salvador de su pueblo y es él quien confirma su pacto de misericordia con ellos. El que trae la salvación, el mediador del pacto, es Jesucristo, el Hijo de Dios. El camino a la salvación, la base del pacto, es la gracia de Dios, que pide de su pueblo una respuesta de fe y obediencia. Los herederos de la salvación, el pueblo del pacto, son el Israel de Dios, la iglesia de Dios.

La continuidad del pueblo del pacto del Antiguo Testamento y el pueblo del pacto del Nuevo Testamento no está clara para el lector de nuestra Biblia actual, porque «iglesia» es una palabra exclusiva del Nuevo Testamento y es natural que el lector piense que la iglesia es algo que comenzó en la época del Nuevo Testamento. Pero el lector de la Biblia griega no se enfrentaba a ninguna palabra nueva cuando encontró ekklesia en el Nuevo Testamento; ya la había encontrado en la Septuaginta como una de las palabras para indicar a Israel como la «asamblea» del pueblo del Señor. Sin embargo, es cierto que tiene un significado nuevo y más amplio en el Nuevo Testamento. El pueblo del viejo pacto tenía que morir con él para resucitar con él a una nueva vida—una nueva vida en la cual habían desaparecido las restricciones de nacionalidad. Jesús provee en sí mismo la continuidad vital entre el Israel antiguo y el nuevo, y sus fieles seguidores eran ambos, el remanente del antiguo y el núcleo del nuevo. El Señor siervo y su pueblo siervo unen a los dos Testamentos.

El mensaje de la Biblia es el mensaje de Dios para el hombre, comunicado «muchas veces y de varias maneras» (Hebreos 1:1, NVI) y finalmente encarnado en Cristo. Así que «la autoridad de las Santas Escrituras, por las que ellas deben ser creídas y obedecidas, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente de Dios (quien en sí mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben ser creídas, porque son Palabra de Dios» (Confesión de fe de Westminster, 1.4).

BIBLIOGRAFÍA
  Barr, J., editor general. The Cambridge History of the Bible [La historia Cambridge de la Biblia], Volúmenes I–III, 1975.
  Bruce, F. F. The Books and the Parchments [Los libros y los pergaminos], 1952.
  Dodd, C. H. According to the Scriptures [Según las escrituras], 1952.
  Reid, J. K. S. The Authority of the Bible [La autoridad de la Biblia], 1957.
  Warfield, B. B. The Inspiration and Authority of the Bible [La inspiración y la autoridad de la Biblia], 1948.
  Westcott, B. F. The Bible in the Church [La Biblia en la iglesia], 1896
 


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