sábado, 12 de octubre de 2013

El concepto del hombre por el hombre: Existencialismo y Palabra de Dios

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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La conclusión de Sartre
Uno de los pensadores más influyentes de nuestra generación es, sin duda alguna, el existencialista francés Jean Paul Sartre. Junto su compañera y alter ego Simone de Beauvoir, marcó un hito en el pensamiento occidental de la post guerra. No es mi intención por el momento navegar por las aguas del existencialismo en un brazo de mar tan pequeño, sino concentrarme en el concepto que Sartre tenía del hombre.

Sartre parte de la premisa de que no existe Dios y, por lo tanto, no considera al hombre como un ser creado bajo la autoridad de un Ser superior, ni tampoco presupone un propósito fuera de nosotros mismos que debamos perseguir: “El hombre, dice Sartre, es nada más que lo que él hace de sí mismo. Ese es el primer principio del existencialismo”. Y de ese principio fundamental se deriva lo que podríamos llamar la libertad soberana del hombre. Para Sartre, la libertad no es otra cosa que el poder que supuestamente poseemos de definir nuestro propio ser, de determinar lo que somos.

Y ¿qué es lo que realmente somos? Según él, eso es algo que no podemos establecer con certeza en ningún punto de nuestra existencia porque nuestro ser no posee una esencia fija, sino que es algo que estamos determinando continuamente por nosotros mismos: “La naturaleza humana no existe, ya que no existe ningún Dios” que nos provea un concepto adecuado de ella.

El hombre está en un constante proceso de llegar a ser y, por lo tanto, nunca podremos decir lo que un hombre realmente es. Consecuentemente, según Sartre, el hombre es nada, una pasión inútil. ¡Que ironía! Echando a Dios fuera de su sistema filosófico, y tomando al hombre como punto de partida para explicar su esencia, termina reduciéndolo a nada.

De manera que el ateismo no sólo atenta contra la existencia de Dios, sino también contra la humanidad del ser humano. Cuando el hombre pretende obviar a Dios pierde el único punto objetivo de referencia que le permite establecer su significado y propósito.

Sorprendentemente al final de su vida el pensamiento de Sartre dio un giro inesperado; unos meses antes de morir escribió: “No siento que yo sea un producto de la casualidad, una mota de polvo en el universo, sino alguien que era esperado, prefigurado. En conclusión un ser que solamente un creador pudo colocar aquí; y esta idea de una mano creadora se refiere a Dios”. ¿Será posible que el viejo pensador haya encontrado algo trascendental que había perdido de vista luego de 75 años de búsqueda?

Preparando sermones: Tema Duda - Ayuda Ministerial

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Sinopsis
     La duda conduce a la inseguridad y a la falta de confianza en cuanto al deseo y habilidad de Dios de liberar a su pueblo. También lleva al temor de personas y situaciones.
Dudando la verdad de Dios
     Duda como el cuestionamiento de las palabras de Dios
          Gn 3.1
          Ver también Gn 3.4 ; Is 5.19 ; Jr 17.15 ; 2 P 3.4
     Duda como la falta de fe
          Mt 21.21–22
          Ver también Mt 17.20 ; Mr 6.6 ; Mr 16.14 ; Lc 17.6
     Duda como vacilación
          Stg 1.6
          Ver también 1 Re 18.21 ; Ro 4.20 ; Ef 4.13–14
     Duda com doble ánimo
          Stg 1.8
          Ver también 2 Re 17.40–41 ; Lc 16.13 ; 1 Co 10.21 ; Stg 4.8
Duda como inseguridad sobre la relación con Dios
     Dudando la compasión de Dios
          Sal 77.7–9
          Ver también Sal 90.13 ; He 12.5–6
     Dudando el interés de Dios
          Job 30.20; Is 49.14
          Ver también Sal 13.1–2 ; Sal 22.1–2 ; Sal 35.17 ; Is 40.27 ; Jr 8.18–22 ; Lm 3.8 ; Hab 1.2
     Dudando el deseo de Dios de liberar
   Jr 45.3
          Ver también Éx 5.22–23 ; Lm 2.1–9 ; Lm 3.13–20
     Dudando la habilidad de Dios de liberar
          Sal 78.18–22
          Ver también Éx 14.10–12 ; Sal 78.41–43 ; Mt 8.26
     Dudando la justicia de Dios
          Jr 12.1
          Ver también Job 9.23 ; Sal 73.13–16 ; Sal 82.2 ; Jr 15.16–18 ; Hab 1.13
Duda como temor de personas y situaciones
     Mt 14.30–31
     Ver también Gn 12.12–13 ; Gn 19.30 ; Gn 26.7 ; Jos 7.5 ; 1 Sm 17.11 ; Is 51.12–13


miércoles, 9 de octubre de 2013

C on los Ángeles al frente: Encuentros

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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CARA A CARA CON LOS ÁNGELES
Los ángeles de Dios son seres brillantes y resplandecientes que emanan luz e irradian la gloria de Dios.
Basilea Schlink
Los verdaderos ángeles no son tontos. No llevan aureola, ni tampoco tocan el arpa ni cantan las mismas canciones viejas una y otra vez eternamente.
Forrester Church
Una amiga cercana, sensible e inteligente, me pasó esta reseña sobre los ángeles, con la condición de que no mencionara su nombre. Se trata de una aparición angélica excepcional que nos da una idea acerca de cómo son los ángeles y a qué se dedican.
Supe que estabas buscando testimonios sobre experiencias con ángeles. Dudé en escribirte, pero decidí arriesgarme. Puedes contar mi experiencia si lo deseas, pero sólo si lo haces de forma anónima. Me di cuenta bastante pronto que no debo relatarla tan libremente debido a las reacciones adversas que recibí.
Hace aproximadamente ocho años me encontraba orando con otra señora de mi iglesia. Durante años esta hermana estuvo atormentada con sentimientos de inferioridad y fracaso. Tenía serias dudas de que Dios la amara y la hubiera perdonado. Había recibido una gran preparación en Biblia y consejería, pero parecía incapaz de salir de la depresión que las dudas le causaban. Dos de nosotras fuimos a orar por ella a su casa. Habíamos ayunado a inicios de esa semana, pero habíamos comido el día anterior y esa mañana; yo quería que estuviéramos físicamente listas. En otras palabras, lo que voy a decirte no se debió a la alucinación por falta de comida.
Comenzamos la ministración con adoración. Luego oramos. Orábamos y cantábamos, orábamos y cantábamos. El tiempo pasó con rapidez, aunque en realidad estuvimos con nuestra amiga varias horas. Seguíamos sintiendo que no habíamos llegado a la raíz, de manera que continuábamos orando. Después, mi compañera de oración tuvo la sensación de que algo le pasó a nuestra amiga en su nacimiento. Mis recuerdos de lo que dijimos, exactamente, son nebulosos, porque desvié mi atención.
La presencia del Señor se sentía fuertemente en ese cuarto. Tenía mis ojos cerrados, pero me di cuenta de que podía ver un brillo intenso. Era como si pudiera «ver» a un ser radiante frente a mí, atrás de mi compañera de oración. También podía «sentir» una presencia celestial detrás de mí. Sabía que era un ángel y estaba maravillada.
No hice nada durante algunos minutos, esperando que esa presencia se fuera. Luego abrí mis ojos y miré tal cual era a ese ser con mis ojos abiertos. Era bastante alto, brillante y parecía transparente. Tenía puesta encima una especie de túnica. No tenía cabellos en su cara y creo que su pelo era largo y peinado hacia atrás. Estoy segura de que esta criatura era un ángel. Hablo de «él» como si fuera un varón, pero con todo y eso sabía que no se trataba de un varón.
Estaba un poquito asustada y muy asombrada. El ángel parecía tan alto como el techo. Después volví mi cabeza lentamente y he ahí que estaba otro ángel. Esta era la presencia que sentía detrás de mí. También este ángel era muy alto, parecía de complexión musculosa y tenía el pelo rojo o rojizo. Estaba vestido de forma similar, excepto que blandía una enorme espada.
No estaba precisamente asustada, pero sí abrumada, asombrada e intimidada por completo. Luego me invadió una paz y entonces supe que estos ángeles estaban ahí para protegernos y ministrarnos. No escuché voz alguna, y los ángeles no dieron muestra de haber advertido mi presencia.
En este momento recobré la atención hacia mi compañera de oración y hacia la mujer por quien orábamos y que yacía en el piso. Mi amiga, quien oraba por esta mujer como si estuviera a punto de dar a luz, gritó: «Ya es hora del parto».
Sé que esto suena extraño, por eso me contuve de contar esta historia, pero cuando le preguntamos a la mujer que a quién se parecía «el bebé», comenzó a llorar y a reír. Nos dijo: «Soy yo, y soy preciosa y nueva». Luego nos dijo que sabía que había nacido de nuevo.1
En este momento noté que el ángel que estaba detrás de mi compañera de oración tenía una bolsa oscura de papel. Estaba perpleja. Luego mi amiga también puso cara de confundida cuando dijo: «Hay algo más que Dios quiere hacer. El posparto no ha terminado». El ángel dio un paso hacia el frente, tomó lo que «percibí» como una masa de color café, la puso en la bolsa y se fue a través del techo. El ángel a mis espaldas lo siguió.
Todo el tiempo que duró la experiencia no dije nada. Cuando los ángeles se fueron, en ese preciso momento, las otras dos mujeres me miraron y con calma dijeron: «Ha terminado».
No pretendo entenderlo todo. Esta es la única experiencia de este tipo que he tenido en mi vida y estoy cerca de los cuarenta.
Durante varios meses, me mantuve en contacto con la mujer por la que oramos y parece que hubo un cambio real en ella después de esta experiencia. Por fin llegó la liberación que tanto anhelaba.
Mi amiga tuvo un encuentro angélico del cuarto tipo. Su ángel apareció cara a cara, lo cual es la excepción, no la regla. Diremos más en cuanto a la apariencia de los ángeles más adelante en este capítulo, pero demos ahora un poco de contexto.
¿Cómo podemos saber si un ángel se ha cruzado en nuestro camino? A veces uno no lo sabe, porque los ángeles aparecen de casualidad. Es decir, parecieran como hechos fortuitos, pero ellos son en realidad parte del plan de Dios cuidadosamente orquestado para nuestra vida.
ÁNGELES DE CASUALIDAD
Génesis 24 cuenta la historia de cómo Abraham encontró esposa para su hijo Isaac: «por casualidad». En ese tiempo, Abraham vivía en suelo extranjero, un tanto distante de su parentela, de manera que comisionó a su siervo:
—No dejarás que mi hijo Isaac se case con una mujer de esta tierra de Canaán, donde yo vivo, sino que irás a mi tierra y escogerás una esposa para él entre las mujeres de mi familia.
El siervo le contestó:
—Pero si la mujer no quiere venir conmigo, ¿qué hago? [¡Buena pregunta!] ¿Debo entonces llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?
Abraham le dijo:
—¡No, no lleves allá a mi hijo! El Señor, el Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis parientes y me prometió dar esta tierra a mis descendientes, también enviará su ángel delante de ti para que traigas de allá una esposa para mi hijo (Génesis 24:1–7, Dios habla hoy, cursivas añadidas).
Esta es la única mención a ángeles en el texto, pero quiero creer que Abraham no estaba simplemente dándole a su siervo un tipo de despedida usual en la antigüedad, como: «¡Que los ángeles te acompañen, mi amigo!» No, el ángel de Dios estaba actuando de manera invisible para dar una respuesta a la oración. Cuando el sirviente llegó a la ciudad de Nacor, hizo arrodillar los camellos en las afueras, cerca del pozo de agua. Era cerca del atardecer, la hora en la que las mujeres salían a sacar agua del pozo.
El asunto en todo esto es que ninguno es accidental. El ángel trabajaba duro mientras que el siervo oraba: «Señor y Dios de mi amo Abraham, haz que hoy me vaya bien[…] Voy a quedarme aquí, junto al pozo, mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar agua. Permite que la muchacha a la que yo diga: “Por favor, baja tu cántaro para que yo beba”, y que me conteste: “Bebe, y también daré agua a tus camellos”, que sea ella la que tú has escogido para tu siervo Isaac[…] Todavía no había terminado de orar, cuando vio a una muchacha que venía con su cántaro al hombro. Era Rebeca».
El resto, como luego dicen, es historia. Una cosa condujo a la otra. O quizás debiéramos decir que un ángel fue responsable de poner una cosa tras otra. Y Rebeca llegó a ser la esposa de Isaac.
Para los cristianos, no hay tal cosa como hechos casuales. Cada situación de la vida tiene matices providenciales. Tal vez son en realidad seres celestiales invisibles que intervienen directamente a nuestro favor. Mi amigo, Duane Rawlins, adjudica a una presencia angélica invisible el haber evitado un serio accidente automovilístico.
El incidente ocurrió cuando tenía diecisiete años de edad, un nuevo conductor que amaba ir a gran velocidad por las calles del pueblo. Eran cerca de las ocho de una tarde oscura. Delante de mí, en el límite de mis brillantes luces delanteras, había una ligera elevación en la carretera. Un pensamiento cruzó por mi mente: «Voy a usar esa pequeña loma en el camino para hacer volar a este automóvil». Lo que no sabía era que esa pequeña elevación que se aproximaba a gran velocidad era el paso a nivel de un cruce del tren. Mi visión estaba obstruida por los árboles y no había señales ni barrera de golpe que impidieran pasar.
De repente, mientras serpenteaba el camino hacia la leve subida, una inexplicable fuerza detuvo mi auto cuando un inesperado y rápido tren cruzaba por las vías. Cuando me percaté de lo que acababa de suceder, la adrenalina se elevó en mi cuerpo debido al pánico. Me debilité tanto y estaba tan asustado, que apenas podía manejar de regreso a casa. No tengo duda alguna de que habría muerto al instante si no hubiera sido por esa «fuerza inexplicable».
He recopilado varios informe como este. He aquí otro, de uno de los miembros de nuestra iglesia.
Una vez iba conduciendo mi camioneta y escuchando una grabación de Amy Grant. En un momento de esos en que a uno casi se le paraliza el corazón, me libré, por unos cuantos centímetros, de no pegarle al automóvil que iba delante del mío. «¿¡Cómo fue que nos libramos de chocar!?», pensé.
A los pocos segundos, el cásete de Amy Grant cambió solo a la otra cara, mi radiocasetera tiene esta función, ¿y adivinen qué canción se escuchó? «Ángeles cuidan de mí».
Quizás esa fue una coincidencia, pero prefiero creer que de esa manera Dios me dijo que cuidaba de mí.
La mayoría de la actividad angélica de este tipo es invisible. Otras veces, los ángeles aparecen bajo semejanza humana, «ángeles inadvertidos», algo de lo cual hablaré e ilustraré en un capítulo posterior. Pero una que otra vez en cada tiempo de la vida2 los ángeles se materializan, literalmente, en su forma celestial, de manera muy similar a la de los dos ángeles que aparecieron a mi amiga en la historia al principio del capítulo.
OPINIÓN DE UN ÁNGEL: SOBRE ALAS Y OTRAS COSAS
¿Cómo son los ángeles cuando se aparecen tal cual y no se disfrazan de hechos «casuales» ni como seres humanos? A manera de preparación para escribir este libro y como parte de mi proyecto final para el grado de Doctor en Ministerio del Western Conservative Baptist Seminary, de Phoenix, conduje una encuesta3 de varios cientos de personas en diferentes tipos de iglesias, incluyendo evangélicas, carismáticas protestantes y católicorromanas. Entre las personas que dicen haber visto un ángel existen algunos aspectos bastante comunes acerca de la apariencia angélica.
De las muchas experiencias angélicas que recabé, quizás tantas como un ciento, son sorprendentemente similares. Esto es muy significativo, ya que las personas que me contaron sus historias no hablaron entre sí con anterioridad. Ni siquiera se conocen.
Una descripción en particular sobresale, como un buen ejemplo de los diversos elementos en común que aparecen en muchos encuentros angélicos. Los ángeles que aparecieron a uno de los caballeros que participaron en mi encuesta: «Tenían brazos, manos, piernas, pies y alas, y podía ver sus caras. Las figuras eran de cuerpo completo, transparentes y brillantes. También parecía que estaban vestidos con túnicas largas, o algo que les cubría desde sus cuellos hasta sus tobillos y muñecas. Y tenían una especie de cinta alrededor de sus cinturas».
Esta es otra historia «típica» de ángeles, que me contó un amigo, Robert Obergfoll.
Eran cerca de las diez de la noche cuando mi hermano y yo, niños en ese entonces, nos arrodillamos a un lado de nuestras camas para orar. De lo que recuerdo, era una tranquila noche de primavera, el cielo brillaba a la luz de una luna creciente. La ventana de nuestro dormitorio tenía vista al este y una brisa ligera corría por la tela de la ventana abierta. Era como si las cortinas respiraran. Inhalando con suavidad. Exhalando.
Mi hermano se fue a la cama primero. Era una gran noche. Había puesto su diente bajo la almohada preparándose para cuando el «ratón viniera y le dejara un premio por su diente». En realidad, no creíamos en el asunto ese del ratón que viene por los dientes, pero como niños católicos, creíamos en los ángeles. De manera que inocentemente oramos para que Dios enviara a uno de sus ángeles para que se llevara el diente de mi hermano y no dispusimos a dormir.
Ya tarde esa noche, no tengo idea de qué hora sería, un fortísimo viento que entró a nuestra habitación me despertó. Mi cama estaba al lado derecho de la ventana y la cama de mi hermano estaba al lado izquierdo. Todavía puedo verlo ahí, durmiendo al otro lado del pequeño espacio que había entre nuestras camas y la fuerte brisa agitando las cortinas como banderas que volaban paralelas al piso.
Con los ojos bien abiertos, miré con intensidad hacia la ventana y vi cómo una luz brillante aparecía. Repentinamente, un ángel, como si estuviera cabalgando en el aire, voló a través de la ventana y entró en nuestro cuarto. El ángel estaba parado muy recto, como si hubiera salido directo de la pared. Era más alto que mis padres y era tan alto como el techo de nuestra habitación. Era de color azul claro y transparente. No podría decir si se trataba de una mujer o un hombre, pero tenía el pelo largo y una hermosa cara.
El ángel nunca se volvió a verme, pero fijó su atención en mi hermano, como lo habíamos pedido temprano esa tarde en nuestra oración. El ángel apoyó una rodilla en la cama de mi hermano, se acercó a él y con su mano derecha tocó suavemente su cara.
Lo primero que vino a mi mente fue que el ángel iba a llevarse el diente. Pero parecía que tenía otro propósito. Sin siquiera voltear a verme, ni percatarse de mi presencia en la habitación, el ángel se puso de pie y salió de nuestro cuarto tal y como había entrado. Toda esta experiencia pareció haber tomado varios minutos, pero en realidad no tengo idea de cuán larga fue. Después que el ángel se fue, me levanté y desperté a mi hermano para decirle lo sucedido. Los dos nos quedamos sentados en un momento de encantamiento y asombro antes de ir a contarles a nuestros padres.
Tiempo después, durante ese mismo año, a mi hermano le diagnosticaron un serio desorden sanguíneo. Él está vivo hoy en día, y creo que eso está en relación directa con el toque de ese ángel.
Hay bastantes similitudes sobrenaturales en mi colección de historias sobre aparición de ángeles, especialmente en las descripciones de los ángeles mismos. Casi siempre resultan ser bastante altos, por lo general, de diez pies. Son brillantes, de un blanco resplandeciente y a menudo con un tono azulado. Sus rostros son indescriptibles, de manera que no es posible reconocer su género.4 Regularmente están vestidos con una túnica larga y con frecuencia atada con un cinturón o correa de oro.
A menos que aparezcan en forma humana, lo cual parece ser el caso en la mayoría de los relatos que escuché, los ángeles son transparentes. Muchos me dijeron que se «podía ver a través de los ángeles». Las apariciones de los ángeles son también bastante breves y, si el ángel habla, no es usual que sea en la forma de una conversación normal. Quizás sería más adecuado decir que los ángeles se «comunican» más que «hablan». Y lo último, pero no menor que los demás puntos de los informes, es que en las historias que me han contado, los ángeles por lo general no tiene alas.
¿Es realmente esta la forma en que se ven los ángeles? ¿Podemos depender de lo que la gente nos dice en sus experiencias personales? Billy Graham nos recuerda: «La historia de casi todas las naciones y culturas revelan por lo menos cierta creencia en seres angélicos[…] Pero sea cual fuere nuestra tradición, nuestro punto de referencia será la Biblia como nuestra suprema autoridad en la materia».5
¿Qué podemos aprender en la Biblia acerca de los ángeles y de cuál es su apariencia? La Palabra de Dios sugiere tres categorías amplias. Primera, los querubines. Estos son una clase especial de ángeles cuya apariencia y características se dan con más detalles en la Biblia. Hablaremos más de ellos en uno de los capítulos siguientes. Los querubines, dicho sea de paso, tienen alas.
Segunda, en los libros históricos del Antiguo Testamento, casi cada referencia a los ángeles está de alguna manera relacionada a «el ángel del Señor», que tiende a mostrarse como varón o como un visitante inesperado. En este caso, creo que «mostrarse» es más adecuado que «aparecerse», porque eso es precisamente lo que hace. El ángel del Señor toma la forma de un visitante o invitado, que llega como si acabara de venir de un viaje.6 De acuerdo a la Biblia, el ángel del Señor nunca tiene alas.
Tercera, el ángel del Señor es, a diferencia de muchos de los ángeles de los encuentros angélicos en el Nuevo Testamento, donde los mensajeros celestiales se materializan y luego desaparecen, más como una luz repentina que aparece y desaparece en una bombilla cuando prendemos o apagamos el interruptor de la luz. La apariencia de cómo los ángeles se ven en estas apariciones, en la mayoría de los casos, no se dicen con detalles. Por ejemplo, cuando el ángel Gabriel apareció a Zacarías y más tarde a María en Lucas 1, se hace omisión total a su apariencia. Sin alas. Sin aureolas. Sin siquiera un rayo de luz, lo cual es inusual.
Todos vosotros ángeles, progenie de la luz.
Milton
Cuando los ángeles se mencionan en la Biblia, pareciera que la luminocidad o la brillantez fuera la cualidad mencionada con mayor frecuencia. A esto quizás se deba que casi siempre vemos aureolas en las pinturas de ángeles. Las aureolas, por supuesto, son esos pequeños y graciosos aros, coronas doradas, flotando como los anillos de Saturno unos cuantos centímetros por encima de las cabezas de los ángeles y de la gente santa en las pinturas antiguas. Algunas veces a las aureolas se les llama «auras».7
La presencia de Dios a menudo aparece en la Biblia como una nube de luz, la gloria de Jehová, y los ángeles como mensajeros parecieran ser portadores de la brillante gloria de Dios, algo que los hebreos llamaban «la shekinah». Por cierto, en momentos extraordinarios, la luz especial de la presencia de Dios puede también cubrirnos. Una vez, mientras predicaba, alguien en la congregación me informó haber visto un resplandor de luz alrededor de mi cuerpo como el mencionado. Después me pregunté cuál sería el significado de dicho suceso, una no es bastante frecuente en más de veinte años de predicar.
Moisés tuvo un encuentro similar, aunque mucho más poderoso, con la luz de la presencia de Dios. Después de pasar un tiempo a solas con Jehová en el monte Sinaí, la cara de Moisés estaba tan brillante que los hijos de Israel no podían hablar con él sin cubrirse los ojos. En Éxodo 34:29–30 leemos acerca de esto:
Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él.
Los ángeles, entonces, son seres de brillante, a veces resplandeciente, luz. Sugiriendo que su habitación es en los cielos, en la brillante y resplandeciente presencia de Dios. Algo de Dios se les ha pegado.
La luz de Dios y de sus ángeles puede tener algo de importancia científica también. Hay quienes han especulado que la luz, según se entiende en el marco de trabajo de la teoría de la relatividad de Einstein, es en realidad la barrera entre el tiempo y la eternidad. Sabemos por la hipótesis de Einstein y otros experimentos subsiguientes que, a medida que una materia física alcanza la velocidad de la luz, el tiempo se detiene y la materia se vuelve infinita. En otras palabras, a la velocidad de la luz algo extraordinario sucede: el tiempo y el espacio reales, tal como los conocemos, desaparecen.
La velocidad de la luz quizás represente la barrera de la dimensión del tiempo y del espacio, una destellante cortina entre el mundo material visible y la eternidad. A lo mejor existe aquí una conexión con la afirmación bíblica de la naturaleza de la deidad: Dios es luz. Y tal vez por eso los ángeles parecen brillantemente iluminados.
De acuerdo a muchos estudios de «experiencias en el umbral de la muerte» (EUM), la gente moribunda, las personas que están al borde de la atemporalidad, comúnmente ven un «ser de luz». Aun la resurrección de Cristo la acompañaron seres resplandecientes. Mateo narra que «hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve» (Mateo 28:2–3, cursivas añadidas).
Lucas añade: «El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes» (Lucas 24:1–4, cursivas añadidas).
Los ángeles son seres celestiales, «estrellas» radiantes con la luz de la presencia de Dios. Hebreos 1:7 los nombra «llama de fuego», una imagen «brillantemente iluminada» a través del libro de Apocalipsis:
Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Apocalipsis 10:1 (cursivas añadidas)
Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.
Apocalipsis 15:5–6 (cursivas añadidas)
Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
Apocalipsis 18:1 (cursivas añadidas)
Y también están las espadas encendidas: «Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida» (Génesis 3:24, cursivas añadidas).
Mi amiga, la de la historia que conté al principio de este capítulo, vio un ángel con una espada encendida como protección y defensa parado al lado de la mujer que estaba «dando a luz».
¿Qué más podemos decir respecto al aspecto de los ángeles? En la Biblia, muchas de las criaturas celestiales de Dios tienen alas. En Daniel 9:21 leemos de un ángel que se apresura para traer el mensaje de Dios al profeta. Mientras que Daniel todavía oraba, Gabriel vino a él «volando con presteza» cerca de la hora del sacrificio de la tarde. No se mencionan alas específicamente en este pasaje, pero el ángel de Daniel debió haber tenido algunas facultades aeronáuticas.
Cuán dulcemente flotan con sus alas
De silencio atravesando la vacía bóveda de la noche.
Milton, Comus8
Los ángeles pueden volar
porque se toman a sí mismos ligeramente.
Refrán escocés
Theodora Ward, en su libro Men and Angels, observa que: «Toda mitología tiene seres alados[…] La asociación de los ángeles con las alas ha sido tan común que hasta una fecha tardía como 1930, el Shorter Oxford English Dictionary definía la palabra “ala” como “uno de los apéndices motores u órganos por medio de los cuales el vuelo de un pájaro, murciélago, insecto, ángel, etc., se lleva a efecto”».9
Alas, sí. Plumas, no. En ninguna parte la Biblia sugiere que las alas de los ángeles tengan plumas ni que parezcan alas de pájaros, como lo hacen en muchas pinturas y esculturas. Es más, en todo caso, sólo los querubines, una clase especial de ángeles, son los que aparecen como ángeles esculpidos en madera asegurando cada extremo de la cubierta del propiciatorio, la tapa, del arca del pacto.
Una pequeña caja del tamaño de un escritorio, labrada en madera y cubierta con oro, el arca (no el arca de Noé) era el lugar de la morada de Jehová. Se guardaba en el pequeño santuario interior llamado el Lugar Santísimo, en el tabernáculo de Moisés. Entre los dos querubines de oro flotaba la gloriosa nube de la presencia especial de Dios, la shekinah. Una vez al año, el sumo sacerdote, en tiempo de Yom Kippur, el día de Expiación, rociaba la sangre sacrificial sobre la cubierta del propiciatorio para redimir a Israel de sus pecados. «Y los querubines [de oro] extendían sus alas por encima, cubriendo con sus alas el propiciatorio; y sus rostros el uno enfrente del otro miraban hacia el propiciatorio» (Éxodo 37:9).
Querubines reales alados aparecen en maravillosa gloria en Ezequiel. En esa época de la historia judía, los babilonios habían destruido a Jerusalén y su templo, y se llevaron consigo el arca y sus querubines de oro como motín de guerra. Pero los querubines celestiales de Jehová estaban todavía velando sobre Israel, como Ezequiel lo descubrió:
El aspecto de los seres [querubines10] era como de carbones encendidos, o como algo parecido a antorchas que iban y venían en medio de ellos; el fuego era resplandeciente, y de él salían[…] Por encima de sus cabezas se veía una especie de bóveda, brillante como el cristal. Debajo de la bóveda se extendían rectas las alas de aquellos seres, tocándose unas con otras. Con dos de ellas se cubrían el cuerpo.
Ezequiel 1:13–14, 22–23,
Dios habla hoy (cursivas añadidas)
Todos los ángeles, entonces, tienen ciertos medios para volar. Algunos tienen alas. También sabemos que los ángeles hablan, porque regularmente hablan con la gente en la Biblia. Por medio de las antiguas fuentes judías, como el Targum Yerushalim y el Libro del jubileo, se nos ha dicho que la lengua de Dios en la creación y en Edén era el hebreo. Esto no lo sabemos directamente de la Biblia, pero el hebreo es la lengua de la historia de la creación del Génesis. Quizás podríamos pensar que los ángeles hablaban la misma lengua.11
También suponemos que hablan su propio idioma o sus idiomas en el cielo. O tal vez sean políglotos. El apóstol Pablo hace referencia a las «lenguas humanas y angélicas (1 Corintios 13:1)», indicando así que pueden existir dialectos celestiales únicos.
Los ángeles pueden mostrar emociones. En Lucas 15:10 Jesús nos dice: «Os digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte» (Lucas 15:10). Y mi tío en verdad escuchó que esto sucedió en una ocasión.
En 1967, uno de sus amigos, Joe (este no es su verdadero nombre), se había convertido a Cristo recientemente. Procedente de un medio judío, tenía un alto grado de incertidumbre acerca de lo que le estaba sucediendo, de manera que le pidió a Dios alguna clase de señal en su servicio bautismal.
Mi tío y su esposa estaban parados con un pequeño grupo de cristianos a las orillas del río Chagrin, al este de Cleveland, Ohio. Nadie más estaba cerca de allí. No había casas cercanas. No había explicación natural para lo que sucedió después.
Mientras bautizaban a Joe, sólo por unos breves momentos, mi tío y todos los demás, incluyendo a Joe, escucharon música etérea procedente del cielo. No era comparable a nada que mi tío hubiera escuchado antes, me comentó.
Dos años más tarde, en 1969, mi tío y su esposa asistieron a su primer servicio de alabanza carismático, en donde escuchó lo que los carismáticos llaman «cantar en el Espíritu». Cuando lo escuchó, se dijo para sí: «Esto es como la música etérea que escuchamos en el bautismo de Joe».
¡Los ángeles se regocijaban en el cielo!
¿Pero a qué se dedican los ángeles? De eso precisamente hablaremos en el siguiente capítulo.
1 «Renacido» en el sentido de sanidad interior, no de «nacer de nuevo», como cuando uno se convierte a Cristo.
2 La mayoría de la gente no ha tenido un encuentro con un ángel del cuarto tipo, un encuentro cara a cara con un ser celestial. Y quienes lo han tenido, han visto un ángel únicamente una o dos veces en su vida.
3 El contenido de la encuesta y los resultados se detallan en el Apéndice 1.
4 Si bien el género de los ángeles no se especifica en la Biblia, es importante hacer notar que en el texto griego del Nuevo Testamento, la palabra «ángel» siempre se encuentra en masculino, nunca en femenino ni neutro.
5 Graham, 34.
6 En el capítulo 8 investigaremos el uso de la frase «el ángel del Señor».
7 Algunas personas están interesadas en leer el «aura personal», las clases y colores de la luz que suponen representa nuestra personalidad. Esta práctica es estrictamente cúltica.
8 Joan Webster Anderson, Where Angels Walk: True Stories of Heavenly Visions [Donde caminan los ángeles: historias verdaderas de visiones celestiales], Barton and Brett, Sea Cliff, NY, 1992, p. 22.
9 Theodora Ward, Men and Angels [Hombres y ángeles], Viking Press, New York, 1969, p. 7, cursivas añadidas.
10 Véase Ezequiel 10:20.
11 Davidson.


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