sábado, 27 de octubre de 2012

Razones para planificar su predicación: Unos consejos de oro


. Razones para planificar
su predicación

. biblias y miles de comentarios
Tal vez haya usted oído el dicho: “El viaje de mil kilómetros comienza con un solo paso”. Pero la mayoría de nosotros ni siquiera daría el primer paso si no tuviera interés en llegar al lugar de destino.

Planificar su predicación es un camino duro de recorrer. Determinar su estrategia de predicación es un proceso difícil que requiere pensar profundamente y orar intensamente para buscar la guía de Dios en cuanto a las necesidades de la congregación y la dirección de la iglesia. Más aún, se requiere comprometer tiempo y energía para hacer una pausa de las presiones semanales propias del pastorado, y concebir un calendario de predicación exhaustivo. Probablemente no se embarcaría usted en un viaje de planificación de sus predicaciones si no supiera que el viaje valdrá la pena.

Mi objetivo en este capítulo es demostrar que planificar su predicación tiene el valor suficiente como para invertir el tiempo y el esfuerzo necesarios. Con ello en mente, examinaremos primero un modelo bíblico para ver cómo se ajusta la planificación de su predicación a dicho modelo. Después veremos brevemente unas razones bíblicas que justifican la planificación. Finalmente, consideraremos algunas ventajas que puede tener para su ministerio la creación de un plan de predicación.

Un modelo bíblico de predicación
En 2 Timoteo 4:2 encontramos una descripción bíblica, pode-rosa y concisa sobre la predicación. Pablo escribe allí: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.
 
 Cuando Pablo le escribe así a Timoteo, le da instrucciones básicas a su protegido sobre qué predicar y cómo hacerlo. Este versículo profundo sugiere varias características que deben estar presentes en nuestra predicación. Examinemos algunas de ellas.

Primero, debemos predicar bíblicamente. La orden inicial y más importante a Timoteo fue predicar “la palabra”. La mayoría de veces que aparece en el Nuevo Testamento, la expresión la palabra hace referencia principalmente a la proclamación del mensaje del evangelio.
 De hecho, el mensaje de la muerte y la resurrección de Cristo es el tema central de toda la predicación cristiana. Un sermón que no incluya de alguna forma el mensaje del evangelio no puede llamarse auténticamente un sermón cristiano. Sin embargo, el contexto inmediato de este versículo indica que “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Ti. 3:16). Con este hecho en mente, las implicaciones del término palabra también se pueden ampliar para incluir toda la revelación bíblica. Gary Demarest escribió: “No hay duda en cuanto a qué es la palabra. Es la Palabra de Dios escrita, las Escrituras del Antiguo Testamento y, para nosotros, también el Nuevo. Debemos proclamar la Palabra de Dios al comienzo, al final y siempre”.

La orden de predicar bíblicamente quiere decir que el predicador no tiene la prerrogativa de crear su propio mensaje. La Palabra de Dios le obliga a predicar la Palabra de Dios. El Directorio de Westminster dice: “La idea esencial de predicar es que el predicador debe ser el micrófono de su texto, abriéndolo y aplicándolo como palabra de Dios para sus oyentes… de modo que el texto pueda hablar”.

Un plan completo de predicación debe especializarse en la expo-sición bíblica. La proclamación bíblica incluye la predicación de series sobre los libros de la Biblia, así como sermones expositivos sobre temas y doctrinas bíblicas importantes.

Segundo, debemos predicar constantemente. Se exhorta al predi-cador a estar listo “a tiempo y fuera de tiempo”. La orden de estar listo solía usarse en sentido militar. Tenía el significado de perma-necer en su puesto. Aquí quiere decir perseverar en la tarea que se tiene. Pablo dice que el predicador debe cumplir siempre con su deber.

 Debe estar listo “a tiempo y fuera de tiempo”. El predicador debe estar listo para predicar, independientemente de si es buen momento para hacerlo o no.

A veces el predicador sabrá, más allá de toda duda, que es momento de predicar. Todo en él le urge a hacerlo. Está inspirado cada semana cuando se prepara con su estudio. Las ideas parecen saltar de las páginas de su Biblia. Se le ocurren ilustraciones para sus sermones en todas partes y en todo lo que hace o ve. Su congre-gación está interesada y responde. Sus oyentes están tan entusias-mados que él podría pararse en el púlpito y decir “mantequilla de  maní” y alguien respondería “¡Amén!”. En ocasiones como éstas, al pastor le es fácil predicar.

Pero hay ocasiones en que la predicación está fuera de tiempo.
Por distintas razones —algunas físicas, algunas espirituales, algunas inexplicables— la predicación se vuelve difícil. El predicador tiene problemas para entender el texto bíblico. Las ilustraciones son evasivas y la aplicación no se identifica fácilmente. La congregación no
muestra interés el domingo por la mañana. Todo parece gritar que no es el momento de predicar. Pero aun así, la Biblia nos ordena, incluso cuando sea fuera de tiempo, mantenernos en el deber, seguir en nuestro puesto, predicar constantemente la Palabra de Dios.

Planificar la predicación le será de más utilidad cuando esté fuera de tiempo. Más de una vez me he sentado en mi escritorio un lunes por la mañana, cansado y desanimado, sin sentir el más mínimo deseo de predicar o preparar la predicación. Pero, diligentemente, consulto mi plan, leo el texto bíblico que había programado y comienzo a estudiarlo. Lo más usual es que comience a ansiar la predicación en tanto examino los detalles del pasaje que ya tenía planificado. El plan le proporcionará a usted un texto bíblico para estudiar y un tema para el sermón aún cuando no se sienta inspirado.

Tercero, debemos predicar con persuasión. En 2 Timoteo 4:2 el texto continúa con tres órdenes rápidas: “redarguye, reprende, exhorta”. Los tres términos son de persuasión. Redargüir enfatiza el razonamiento para persuadir a los escépticos de la verdad de Dios. 

El término que se traduce reprender es la misma palabra usada en Mateo 17:18: “Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho”. La reprensión supone un llamado a las fuerzas hostiles para que se conformen a la voluntad de Dios.  Exhortar es la palabra griega parakaleo que significa “consolar o alentar”. Es la forma ver-bal de la palabra parakleto o Consolador, el título que le dio Jesús al Espíritu Santo en Juan 14:16.

Estos tres mandamientos abarcan varios aspectos de la persua-sión. Redargüir es persuadir con razones, reprender es persuadir con corrección y exhortar es persuadir dando ánimo. Otros pasajes bíblicos harán un llamado a enfoques diferentes de persuasión; el caso es que el predicador está llamado a persuadir. En general, la persuasión tiene lugar durante un período largo de tiempo. Plani-ficar su predicación le proporcionará los medios para llevar a sus oyentes de manera sistemática del lugar donde están al lugar en el cual Dios quiere que estén en términos de sus valores, creencias, comportamientos y actitudes. 

Cuarto, debemos predicar con paciencia. La frase final de este ver-sículo nos pide predicar “con toda paciencia y doctrina”. La palabra para “paciencia” es el término que generalmente se usa para refe-rirse a la paciencia de Dios con nosotros. Aquí se aplica al predicador, y se iguala con el concepto de enseñar la doctrina. Demarest observa que la paciencia es la esencia de toda la enseñanza. Escribe:  “La enseñanza verdadera saca lo mejor del otro”.

Cuando mi hijo estaba aprendiendo a hablar, nuestra familia hizo un viaje por una autopista interestatal. Las vías estaban lle-nas de autos, camiones y algún que otro bus. Nosotros estábamos jugando a adelantarnos con un bus rápido. Lo pasábamos y luego él nos volvía a pasar. Joshua veía cuando pasábamos el bus y gritaba:
“¡Camión, papi, camión!”. Como vi la oportunidad de enseñarle una nueva palabra a mi hijo, le decía: “Es un bus, Joshua. ¿Puedes decir bus?”.

De nuevo nos pasó el bus y Joshua dijo: “¡Camión, papi, camión!”.
Le repetí: “Bus, Joshua, bus”. El patrón se repitió durante varios minutos. Luego volvimos a pasar al bus y Joshua exclamó: “¡Bus, papi, bus!”.
Orgulloso y con entusiasmo le dije: “¡Sí, Joshua, eso es! Es un bus, aprendiste una palabra nueva”.

Una vez más el bus nos pasó y Joshua gritó: “¡Camión, papi, camión!”.
Desistí, por ese día, de enseñarle a mi hijo a decir “bus”. Se me había acabado la paciencia.
Si se requiere paciencia para enseñarle a un niño a diferenciar entre un bus y un camión, ¿cuánta más paciencia se necesitará para enseñarle a hombres y mujeres pecadores cómo vivir delante del Dios santo? La predicación es una empresa que requiere enseñanza paciente. Algunos pastores se frustran porque sus congregaciones no adaptan inmediatamente sus vidas a la verdad bíblica. La planificación elimina un poco de esa frustración, porque el pastor que
planifica ve su predicación en términos de un programa general, no como una serie de sermones individuales. La enseñanza que perdura usualmente requiere más de un sermón. Esa es una de las razones por las cuales su planificación es tan importante: le permite a usted cumplir el mandato bíblico de enseñar con paciencia la Palabra de Dios.

Ejemplos bíblicos de planificación
No hay ningún debate en cuanto a que la Biblia establece la prioridad de la predicación, pero algunas personas podrían preguntarse si el concepto de planificar los mensajes tiene fundamento bíblico.
Después de todo, podría argumentar alguien, ¿no le iría mejor al predicador si tan solo siguiera la dirección del Señor, semana tras semana, en lugar de planificar sus predicaciones antes de tiempo?
¿No es peligroso que la planificación suplante la obra del Espíritu Santo en su guía del predicador? Aunque sí existe el peligro de que el predicador siga sus propios deseos y no la dirección de Dios, tal peligro está presente sin importar si el predicador planifica o deja de hacerlo. No hay nada espiritual en no planificar. De hecho, la Biblia abunda en ejemplos de quienes planificaron la obra que Dios les había encomendado.
En su libro Planeamiento estratégico, Aubrey Malphurs escribe que el pensamiento y la actuación estratégicos no son ajenos a la Biblia. Más bien, dice él, las referencias y los ejemplos de planifi-cación están generosamente esparcidos a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento. Describe que Moisés sacó a Israel de Egipto y lo guió por el desierto de acuerdo con un plan. Josué actuó estratégicamente para conquistar Canaán. Nehemías también pensó y actuó de acuerdo con un plan que guió el proyecto de revitalización divina en Jerusalén.
Más aún, el libro de Proverbios presenta la sabiduría y el papel de Dios en la planificación con grandes palabras de consejo como las que siguen:
“El avisado mira bien sus pasos” (14:15b).
“Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo, mas en la multitud de consejeros se afirman” (15:22).
“El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el SeñoR” (16:9, nvi).
“Los pensamientos con el consejo se ordenan; y con dirección sabia se hace la guerra” (20:18).
Malphurs observa también que la Gran Comisión de Cristo, registrada en Mateo 28:18-20, y todas las empresas misioneras de la iglesia primitiva registradas en Hechos, muestran el uso de la pla-nificación en la obra divina. Concluye así: “Entonces es obvio que Dios ha elegido obrar soberanamente, por medio de la planificación y la ejecución estratégicas, para alcanzar su obra divina en la Tierra.
De acuerdo con esto, las iglesias deben tener cuidado con quienes les aconsejen ignorar cualquier forma de planificación y que sim-plemente ‘se dejen llevar y dejen obrar a Dios’”.

Sin embargo, es notorio que ninguno de estos ejemplos bíblicos se refiere a la planificación anticipada de los temas en la predicación. El testimonio de los profetas del Antiguo Testamento parece indicar que eran movidos por el Espíritu Santo y comenzaban a hablar inmediatamente el mensaje que habían recibido. Jeremías así lo reflejó cuando escribió: “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude” (Jer. 20:9).
Igualmente, la predicación y la enseñanza apostólicas parecían más motivadas por las situaciones que presionaban a la iglesia cris-tiana y por la urgencia de llevar el mensaje del evangelio al mundo incrédulo, que por tener un plan preparado. Pablo no escribió cartas de instrucción a las iglesias de Galacia, Filipos, Corinto y otras ciudades porque tuviera algún plan estratégico, sino porque en tales iglesias se daban situaciones que requerían palabras de ánimo, reprensión o enseñanza. Pedro y Juan no predicaron a Cristo frente a la oposición en Jerusalén porque estuvieran siguiendo un plan, sino porque no podían hacer otra cosa diferente que hablar lo que habían visto y oído (Hch. 4:20). Sin embargo, fíjese que la predicación de los profetas y los apóstoles era diferente a la predicción contemporánea. Su preocupación tenía una función de revelación, mientras que la nuestra tiene un propósito explicativo.
Existen suficientes razones bíblicas para justificar la planifica-ción de la predicación. La planificación es parte de la toma de deci-siones estratégica para llevar a cabo la obra de Dios. Tras haber establecido el motivo bíblico para planificar la predicación, vamos a considerar algunas de las ventajas que tiene la planificación para el predicador.

Los beneficios de planificar su predicación
La planificación de la predicación tiene múltiples beneficios para el pastor, tanto  espirituales como prácticos. La mayoría de los libros que tratan sobre la predicación planificada incluye una considera-ción de las ventajas de crear un plan. La siguiente lista de beneficios incluye las observaciones de otros autores, así como algunas ventajas que yo he descubierto personalmente en mi ministerio de predicación.

(1) La planificación de la predicación permite una mayor dirección del Espíritu Santo
Se cuenta una historia de dos predicadores que conversaban sobre sus experiencias en el púlpito. El primero comentaba sus esfuerzos durante toda la semana para preparar sus mensajes. El otro respondía que nunca los preparaba con anticipación, simplemente confiaba en que el Espíritu Santo le inspirara a hablar en el púlpito.
—¿Qué    haces    si    cuando    llegas    al    púlpito    el    Espíritu    no    te    ha   
inspirado? —preguntó el primero.
—Bueno, doy vueltas hasta que lo hace —respondió el segundo.
La mayoría de nosotros ni soñaría con rechazar deliberadamente la preparación semanal por razones “espirituales”. Sin embargo, algunos predicadores podrían objetar que la planificación cuida-dosa de su predicación por anticipado le quita valor a la dirección del Espíritu Santo. Todo lo contrario, los predicadores que siempre planifican sus predicaciones encuentran que el proceso les ofrece oportunidades más amplias de buscar la guía de Dios sobre lo que hablan.
Alton McEachern escribe: “Planificar su predicación le puede dar al Espíritu Santo una mayor oportunidad de guiar su pensamiento para enriquecer así su predicación… El mismo Espíritu que inspira el sermón en el momento de predicar, puede guiarlo con anterioridad cuando usted planifica la preparación”.
 Si creemos en la soberanía de Dios, debemos creer que el Espíritu Santo sabe qué pasará en la congregación y qué necesitarán oír las personas que se reúnen el domingo. Puesto que Dios conoce tan bien las necesi-dades de la congregación tanto tres meses como tres días antes, el predicador puede crear un plan de predicación a largo plazo dirigido aún por el Espíritu Santo.
Martyn Lloyd-Jones observa, en su libro La predicación y los predicadores, que el Espíritu Santo no unge o guía arbitrariamente, sino que lo hace como respuesta a la preparación y la consagración.
Escribe: “La forma correcta de mirar la unción del Espíritu es pensar en ella como aquello que viene sobre la preparación”.
 Lloyd-Jones señala las acciones de Elías en el monte Carmelo para evidenciar su aseveración. Elías se preparó para la caída del fuego cuando construyó el altar, cortó la madera, mató al toro, lo cortó en pedazos que puso sobre la madera en el altar. Entonces oró para que el fuego descendiera, y el fuego descendió, en ese orden. Lloyd-Jones afirma:
“Todos tendemos a irnos a los extremos; algunos confían solo en su preparación y no miran nada más; otros… tienden a menospreciar la preparación y a confiar tan solo en la unción e inspiración del Espíritu. Pero no debe ser una cuestión de ‘o esto o aquello’; siempre es ‘esto y aquello’. Las dos cosas deben ir juntas”.

Podría    preguntarse:    “¿Qué    pasa    si    el    Espíritu    me    lleva    a    predicar    otra cosa distinta a la que he planificado?”. La respuesta es simple:  pues predique otra cosa diferente a lo que ha planificado. El plan es un siervo, no un amo. Si en realidad Dios lo lleva en otra dirección, usted lo sabrá y será obediente a su liderazgo. Sin embargo, la mayoría de las veces, si usted ha estructurado un plan por el cual ha orado y lo ha consagrado delante de Dios, se dará cuenta de que el Espíritu usará el mensaje que Él mismo lo llevó a planificar meses antes para ministrar a las necesidades y cambiar vidas.

(2) La planificación crea mayor diversidad en su predicación 
 Todo predicador tiene sus temas teológicos favoritos. A algunos nos encanta hablar de escatología, a otros sobre la vida cristiana victoriosa. Otros más predicaríamos gustosamente mensajes puramente evangelísticos semana tras semana. Dios nos ha hecho de manera tal que ciertos temas bíblicos nos interesen, emocionen y resuenen en nosotros. Sin embargo, no es bueno ni para usted ni para su congregación tocar continuamente la misma cuerda de su arpa homilética.
La Biblia cubre toda una gama de temas teológicos y espiritua-les, todos los cuales Dios puede usar en su vida y la de sus oyentes.
Cuando planifique su predicación, usted tendrá una visión global del plan de predicación que no podría tener predicando semana tras semana. Naturalmente, planificará más sermones con temas más variados y que extraigan segmentos más amplios de la Palabra de Dios.

(3) Por medio de la planificación, tendrá la capacidad de enseñarle a su congregación sistemáticamente
La enseñanza requiere planificación. Cuando usted asiste a una clase en la universidad, espera que el profesor llegue el primer día provisto de un temario bien estructurado. Usted recibe el temario, y en sus páginas encuentra un plan detallado de las cosas que el pro-fesor va a tratar ese semestre. El profesor planifica cuidadosamente para poder enseñar todos los aspectos de su materia.
En el caso del pastor, el plan de predicación se convierte en una especie de temario para el año eclesial. En Efesios 4:11 se relaciona el    oficio    del    pastor    con    la    función    de    enseñanza.    Quienes    ofrecencuidado pastoral al pueblo de Dios tienen también la responsabili-dad y el don de enseñar las Escrituras. Parte de enseñar al pueblo de Dios es planificar la inclusión de las verdades que la congregación necesita aprender de la Biblia.
Aunque el valor instructivo de la predicación planificada es una ventaja para la congregación y para el pastor, puede ser que algunos miembros de la congregación tarden un poco en aprender a disfru-tarlo. Blackwood advierte: “A su debido tiempo muchas personas se entusiasmarán con un ministerio de enseñanza, pero al principio la respuesta puede ser desalentadora. Pueden pasar varias semanas o meses antes de que se acostumbren a la comida sustanciosa”.
 Sin embargo, cuando los miembros aprendan que en la iglesia se alimentarán con la Palabra de Dios, seguramente asistirán con mayor regularidad y traerán amigos con ellos.

(4) La planificación ayuda a desarrollar servicios de adoración cohesivos y con significado
Imagine que es domingo por la mañana y usted está a punto de dar un mensaje sobre Romanos 8:1-4. Al comienzo del servicio su ministerio musical le enseña a la congregación un coro de alabanza con las mismas palabras de los primeros versículos de su pasaje:
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Usted observa que los himnos que están cantando incluyen “Cabeza ensangrentada” y en cuanto oye las palabras:

Señor, lo que has llevado,
yo solo merecí;
la culpa que has pagado
al juez yo la debí.
Mas, mírame; confío
en tu cruz y pasión.
Otórgame, Bien mío,
la gracia del perdón,

se da cuenta de que la letra del himno está relacionada con el versículo 3 de su texto, según el cual Dios envió “a su Hijo en semejanza de carne de pecado y, a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”. Después, el coro canta un himno con base en “Cómo en su sangre pudo haber”, cuya última estrofa declara:

¡Jesús es mío! Vivo en Él
no temo ya condenación.
Él es mi todo; paz, salud
justicia, luz y redención.
Me guarda el trono eternal
por Él corona celestial.
 
Para cuando usted se levanta a predicar, la congregación ya ha estado expuesta a muchas ideas del texto sobre el que versará su charla.
Tales servicios de adoración no suceden por accidente. Requie-ren coordinación entre el predicador y el ministro de la música.
Planificar la predicación y después compartirla con quienes par-ticipan en el ministerio de la música y en otras áreas del servicio eclesial puede enriquecer la adoración en su iglesia. Especialmente, los que dirigen la música se beneficiarán si conocen de antemano lo que usted predicará. La obra de ellos necesita planificación. Lleva tiempo, por lo general al menos un mes, enseñarle un nuevo himno al coro y prepararlo adecuadamente. Los ministros de la música también necesitan tiempo para coordinar a los solistas y para selec-cionar los himnos y las otras canciones que usarán en el servicio.
Obviamente, no todo servicio de adoración puede prepararse alrededor del tema de su sermón. A algunos pasajes de las Escrituras (como por ejemplo las muertes de Ananías y Safira o la muerte de Jezabel) no se les puede poner música fácilmente. Incluso así, si su ministro de la música y otros líderes de la adoración conocen eltema y el texto de su predicación, podrán trabajar con usted para desarrollar un servicio que complemente el sermón.

(5) Planificar ahorra tiempo
He hablado con muchos pastores cuya mayor queja en el minis-terio es que no tienen tiempo suficiente para hacer todo lo que tienen que hacer. A un pastor le resulta fácil descubrir asuntos diferentes al estudio y la preparación de sus mensajes que le quitan todo su tiempo. Una de las cosas que les hace perder mucho tiempo semana tras semana es decidirse sobre qué tema predicar.
El lunes por la mañana el pastor se sienta ante su escritorio y piensa: “¿Sobre qué predicaré el próximo domingo?”. Muerde el lápiz, se queda viendo la pantalla en blanco de la computadora, pasa las páginas de su Biblia, da un vistazo a su colección de sermones de otros predicadores, mira la última edición de Time o de Selecciones en busca de ideas. Luego sigue el almuerzo. Después, la tarde se va en visitas y reuniones. Llega el jueves por la mañana y todavía no tiene ni idea sobre qué predicará. J. Winston Pearce escribe: “¡Si utilizáramos bien el tiempo que perdemos decidiendo qué predi-car, crearíamos obras maestras!”.14
 He descubierto que solo hay una cosa peor que sentarse en su despacho un lunes por la mañana sin saber qué va a predicar el domingo siguiente: ¡estar sentado en su despacho el sábado sin saber qué predicar el domingo!
Cuando usted tiene un plan, se desvanecen todo el tiempo per-dido y la frustración de decidir sobre qué va a predicar. En cambio, usted se sienta en su despacho el lunes sabiendo lo que va a predicar el próximo domingo, el que le sigue y el que va después. Cuando planifica, se quita de encima mucho trabajo; ahora sólo necesita hacer lo que ya tenía planificado.

(6) La planificación también protege su tiempo
Todo pastor tiene semanas que lo toman con la guardia baja,  semanas en las que tiene tres funerales, una emergencia médica que requiere numerosas visitas al hospital o una crisis en la iglesia que exige toda su atención y su tiempo. Semanas como éstas son normales en el ejercicio pastoral. Tales eventos no son distracciones de su ministerio. En muchos sentidos, las interrupciones son el alma y el corazón del ministerio. Si alguna vez le desalentan las interrupciones, sólo lea los Evangelios y fíjese cuántas veces interrumpieron a Jesús. Él convirtió estas “interrupciones” en oportu-nidades ministeriales.
Pero independientemente de cómo vea los eventos inesperados, ya sea como interrupciones u oportunidades, lo cierto es que quitan tiempo para la preparación de los sermones. Tener un plan le permite trabajar por anticipado en sus predicaciones y distribuir el tiempo de preparación entre varias semanas, de modo que una semana ocupada no perjudicará la preparación de su sermón dominical.

(7) La planificación le permite tratar los temas en el tiempo apropiado
Otra acusación constante contra la planificación de la predicación es que dificulta la respuesta a las necesidades inmediatas de la congregación. Pero no es necesario que el predicador deje de mencionar los asuntos pertinentes por planificar la predicación. De hecho, programar sus sermones le ayudará a entregar oportunamente la palabra de Dios como respuesta a la vida de su congregación y comunidad.
Tal cosa es cierta por varias razones. Primero, en cuanto usted ponga su plan bajo la dirección del Espíritu Santo, Él lo guiará hacia los asuntos que su congregación más necesita oír, a menudo con resultados sorprendentes. Cuando he predicado series expositivas sobre libros de la Biblia, me he encontrado varias veces con algún sermón que, planificado desde hace varios meses, hablaba puntualmente y con pertinencia a una necesidad surgida en mi congregación durante la semana en que se predicó el mensaje. Cuando esto sucede, el mensaje ministra con mucho poder a la congregación, pues ellos saben que usted no eligió el mensaje tan solo por una necesidad apremiante. Cuando la gente se da cuenta de que el Espíritu Santo guió a su pastor de antemano para ofrecer el mensaje necesario en esa semana, entra en juego un elemento sobrenatural adicional.Usted puede ajustar con facilidad su programa cuando la muerte, algún desastre u otras crisis le exigen predicar sobre un tema diferente al planificado. Cuando el predicador sabio esté frente a alguna emer-gencia, simplemente dejará su plan a un lado durante una semana y regresará después. Sin embargo, es infinitamente más fácil ajustar un plan existente que proceder sin ninguna clase de plan.

(8) La planificación le ayuda a ampliar su biblioteca
He oído la historia de un teólogo británico que pasó un año dando conferencias en seminarios y universidades de Estados Uni-dos.    Cuando    el    año    se    acababa,    alguien   preguntó    al    profesor:    “¿Qué  le impresiona más del clero estadounidense?”.
Él respondió: “Dos cosas: el brillo de sus automóviles y el vacío de sus bibliotecas”.
Desarrollar una biblioteca de trabajo es una necesidad del predicador. Los libros en sus anaqueles serán sus herramientas para producir sus sermones. La biblioteca no es un ensamblaje aleatorio de volúme-nes donados por amigos bien intencionados o miembros de la iglesia.
No es una colección de gangas en la librería de enfrente. Tampoco es una mezcla de libros sobre las últimas tendencias teológicas o de métodos para el crecimiento de la iglesia. No, la biblioteca del pastor es una colección de libros cuidadosamente seleccionados para las necesidades del pastor en su labor de preparación de los sermones.
Una de las mejores maneras de ampliar su biblioteca de trabajo es desarrollar un programa de predicación a largo plazo y bien plani-ficado. Al comienzo de su carrera ministerial, le será casi imposible reunir una colección de obras de referencia, recursos del lenguaje, comentarios y tratados teológicos que le permitieran comenzar un sermón sobre cualquier libro de la Biblia. Si escoge usted los textos bíblicos y los temas de los sermones semana a semana, se encontrará en repetidas ocasiones con que en su biblioteca hacen falta volúmenes importantes para preparar su predicación adecuadamente.
Sin embargo, al tener un plan de predicación, podrá programar la compra de libros que le ayudarán a desarrollar los sermones sobre los temas o libros bíblicos incluidos en su plan. Por ejemplo, si usted sabe con meses de anticipación que predicará una serie sobre el Sermón del Monte, podrá hacerse con los mejores libros sobre el tema.

¿Cansancio espiritual?: Quizás lo tengas


. Señales de cansancio espiritual
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                      7 señales de agotamiento espiritual
Continuamente me encuentro con líderes de jóvenes que quieren ideas para su ministerio pero más y más seguido también me encuentro con líderes que están muy cansados, nerviosos, frustrados y agotados.
Lo que estos líderes necesitan es una renovación. Un refresco y un regénesis. Pero muchas veces no se han dado cuenta que tienen este agotamiento, e incluso, muchas veces lo niegan. Por esa razón: Aquí les va una lista de 7 señales de que un o una líder necesita un reset espiritual.

7. Lees la Biblia solo cuando te toca predicar
Hace unos años me di cuenta que solo la estaba leyendo para preparar mi próximo sermón y me sentí profundamente avergonzado. Leer la biblia me renueva, me desafía, me saca filo y me corrige.

6. Falta inversión en tu crecimiento
Osea: no estás haciendo nada para especializarte, aprender más, renovarte, conocer otros líderes y desarrollar tus capacidades, tus dones y talentos.

5. Solo oras para pedir (o quedar bien en publico)
Llevo años enseñando que la oración es un dialogo y no un monólogo y probablemente alguno me he escuchado bromear con las costumbres evangélicas y modismos a la hora de orar… Y es que si. Siempre que descuidemos la oración estaremos alejados de la fuente de agua viva.

4. Perdiste un sentido de asombro
Mantienes una actitud de que ya sabes todo, ya hiciste todo y ya nadie te sorprende.

3. Es más importante lo que haces que a quién sirves
Uno de los valores de EJ dice que las personas son más importantes que los programas y justamente un líder agotado espiritualmente, invierte el orden.

2. Escuchas en tercera persona
Los líderes agotados espiritualmente escuchan con los oídos de otras personas pensando en lo que esos principios significan en la vida de otros pero no en la propia. Y se puede agregar a esto que algunos escuchan para compartir pero no para ingerir…Es decir, escuchan sermones y conferencias no para crecer sino para brillar más cuando les toque hablar.

1. Tienes reacciones desproporcionadas
Se cayó internet, te quedaste sin crédito del celular o llegó tarde la pizza y es como que se murió tu mascota de toda la vida o que alguien le pegó a tu mamá. Esto es una clara indicación de cansancio.

¿Qué te recomiendo? Creo que leer lo anterior e identificar tu propio cansancio ya es una gran ayuda y en cada una de esas denuncias reside también la solución:  
Comienza a hacer lo que NO estás haciendo y Deja de hacer lo que estás haciendo y no debieras. 
Haz un stop y si puedes, ven a un evento de Especialidades Juveniles (En días viene la Convención de Orlando por ejemplo) con un espíritu de niño para encontrarte con otros líderes de jóvenes que tenemos tus mismos desafíos y pasamos por los mismos ciclos ministeriales.

Juegos para campamentos: Un dia divertido en retiros


. JUEGOS DE EXTERIOR PARA CAMPAMENTOS
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A.B.C.
Dividalos en equipos. 
El líder debe colocarse en una posición por encima de los jugadores como sobre un techo, árbol o roca, para ver a toda la gente. 
Entonces gritara una letra del alfabeto  y cada equipo debe formar la letra tan pronto como sea posible (como lo haría una banda al marchar). 
El primer equipo que forme la letra gana. 
En caso de empate los equipos también pueden ser juzgados por la mejor formación de la letra.

La línea más larga.
El juego consiste los grupos formen una linea lo mas larga que puedan. 
Dicha linea deben formarse con las posesiones de los participantes. 
Por ejemplo: playeras, tennis, gorras, pañuelos, etc. 
En caso de ya no tener mas posesiones los participantes deberán acostarse en el suelo tratando de formar la línea mas larga. 
El grupo que logre formar la misma sera el ganador.

Glú, Glú.
Todo lo que necesitas es de 2 a 6 galones de agua de sabor, un popote por joven y dos recipientes iguales. Es mejor jugarlo en el exterior. Es un juego simple. 
Divide en dos equipos iguales. Cada muchacho mete el popote en el recipiente y el primer equipo que se lo acabe, gana.

Materiales
2 recipientes llenos de refresco, pajillas, un pito.Agarrar el rabo.
Divida el grupo en una cantidad de cadenas iguales (una fila de gente en la cual cada persona agarra la de los hombros a la que está frente a él o ella). 
La última persona en la cadena lleva el rabo (un pañuelo) colocado por detrás. El objetivo es que la primera persona en la cadena agarre el rabo de otra fila. Lo divertido es manejar para conseguir el rabo de alguien mientras trata de cuidar el suyo propio.
 
El rey del círculo.
Pida un representante por grupo. A continuación has que el mismo, junto a los otros representantes   entre dentro de un circulo que a sido pintado de antemano en el suelo. El objetivo del juego es tratar de hacer que los contrincantes salgan fuera del circulo. El ultimo en quedar dentro del circulo sera el ganador.

Tirón de cuerda doble.
Entrelace dos lazos. A continuación coloque un equipo por esquina. El objetivo del juego es similar al tirón de cuera; solo que con la diferencia que en esta ocasión la cuerda estará siendo tirada en cuatro direcciones diferentes. Lo cual puede complicar un poco mas el juego.
Para saber que equipo es el ganador podría dibujar en el suelo un circulo y colocar en el centro el mismo la unión de los lazo con un pañuelo colgando del mismo. Así el grupo que logre jalar el lazo y que el mismo salga del circulo hacia su lado automáticamente descalificar a sus contrincantes.

Carrera de carretillas.
Solicite dos representante por equipo. A continuación coloquelos en la linea de calidad para una carrera inolvidable. Una vez listos los representantes solicitales que se coloque en forma de carretilla. El juego consiste en que cada pareja de participante salga desde la linea de inicio hasta un para que estará colocado a cierta distancia.
Al llegar hay, deberán se invertirán los papeles y así uno pasara a empujar la carretilla y el otro a ser carretilla. Ganara la pareja que complete el circuito en el menor tiempo.

Boliche humanos.
Crea dos o mas filas de sean como una pista de boliche. Hecho esto deberás colocar a los integrantes de  al final de la pista en una formación de 4 – 3 – 2 – 1.
Luego coloca a todos los participantes del equipo contrario en una una fila hacia a la pista.
Al primero de la fila debes darle una pelota de playa la cual remplazara bola de boliche. Luego cada competidor trata de tumbar los bolos humanos con la pelota de playa. El secreto es dar en el bolo que esta hasta el frente de todos. De hacer esto el participante obtendrá una chuza.

Matado.
Habiendo formado un circulo en el suelo con dos lazos (mecates). Coloque a un grupo dentro del circulo y a otra fuera del mismo. A continuación, pida a los participantes del grupo exterior que se dispersen alrededor del mismo y que luego tomen con la mano izquierda el lazo levantándolo hasta la altura de su cintura.
Una vez hecho esto de una balón (bola) y comienza la diversión. Las reglas son las mismas que el matado convencional. La persona que dentro del circulo sea impactado por el balón automáticamente debe de salir del juego.
Una variación seria luego de un par de minutos dar una segunda balón al equipo que se encuentra en el exterior del circulo. Transcurrido otros cuantos minutos podría dar una o dos balones mas. Esto hará el juego mas divertido.

Jueces: El contraste de la fidelidad con la infidelidad


. Jueces: El antagonismo espiritual
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EL LIBRO DE LOS JUECES ES UNA NARRACIÓN HISTÓRICA QUE CONTRASTA la fidelidad de Dios con la apostasía de Israel. A pesar de las repetidas caídas de su pueblo, una y otra vez Dios les dio libertadores; los jueces. 
Esto no lo hizo sin pensar ni en forma mecánica, tampoco fue manipulado por los llamados de Israel al pedir ayuda (3.9, 15; 4.3; 6.6; 10.10). No libró a Israel de las consecuencias de sus acciones, como lo indican sus constantes problemas con los opresores extranjeros. Más bien, Dios liberó a Israel de la opresión debido a sus promesas a Abraham y sus descendientes. Él recordó su voto de entregar a Israel la tierra de Canaán. De este modo, la preservación del pueblo de Dios no se debió a su mérito o bondad, ni siquiera a su voluntad de arrepentirse. 
Más bien, Dios demostró su compasión y piedad a un pueblo díscolo que lo agraviaba continuamente (2.16, 18) proporcionándole líderes audaces que los rescataran. Ciertamente, el verdadero héroe de Jueces es el propio Dios, que se mantiene fiel solo, a pesar de las caídas de su pueblo, y hasta de los jueces.

El libro se escribió para mostrar las consecuencias de la desobediencia a Dios y la necesidad de convocar a un rey justo que condujera al pueblo a Dios. En contraste al modo sereno en que finaliza el libro de Josué, con Israel en armonía con los mandamientos de Dios, Jueces revela que Israel comenzó a desobedecer a Dios aún en la época de Josué, y que esta desobediencia se hizo más seria, y más degradante, con el tiempo. Jueces 2.16-23 establece el patrón cíclico de pecado, esclavitud y salvación que habría de dominar la época de los jueces. 
Sin embargo, el libro deja en claro que el ciclo tenía una espiral descendente. Cada nuevo estallido de desobediencia e idolatría alejaba más a Israel de Dios y lo hundía más en el pecado y el sufrimiento. Hacia el final del libro queda claro que Israel violó su pacto con Dios en casi todas las formas imaginables.

El objetivo de este mensaje está apoyado por la estructura del libro mismo. Un detenido examen de los capítulos 17-21 lleva a la conclusión de que están fuera de secuencia respecto a los acontecimientos de los capítulos anteriores. 
Algunas pistas dentro del texto apoyan la teoría de que los hechos descritos en estos últimos capítulos realmente ocurrieron a principios del período de los jueces. Por ejemplo, vemos la casi unánime acción de la convocatoria tribal de Israel, que los unifica con éxito para tomar medidas punitivas contra Benjamín, en el capítulo 20. 
Esta liga de tribus estaba claramente activa durante la época de Finees y de Josué (Jos 22.9-34). En estos capítulos, no se menciona a los filisteos como amenaza militar, por lo que no es probable que las campañas militares descritas en los capítulos 20 y 21 ocurrieran en una época posterior, cuando los filisteos dominaban gran parte del territorio de Israel. Además, se menciona a Bet-el y Mizpa como emplazamientos de grandes santuarios religiosos (20.1, 18, 31; 21.1) en vez de Silo, que era un centro religioso más prominente en el período filisteo (1 S 1.3, 9; 3.21; 4.4).

Esta disposición de la narración, al no ser estrictamente cronológica, refuerza el tema de que el período de los jueces fue de marcada declinación. Los sórdidos eventos de estos últimos capítulos, que pudieron ocurrir a principios del período, están ubicados a propósito al final del libro como el apropiado epitafio de una época degenerada.

Nunca se identificó al autor de esta colección de escritos históricos sobre los jueces, que gobernaron a Israel durante una etapa que abarcó varios siglos. Tampoco hay ninguna clave al respecto en otra parte de las Escrituras. La tradición judía tardía adjudicó su autoría a Samuel. Por cierto que esto es posible, pero no hay manera de estar seguros.

Con certeza, el libro fue escrito después de los últimos acontecimientos registrados en él (alrededor del 1050 a.C.). La referencia en 18.30 al «día de la captura de la tierra» se refiere probablemente al cautiverio babilonio (siglo sexto a.C.). 
Esto sugiere que una versión posterior del libro pudo ser compilada durante o después del cautiverio. Sin embargo, la referencia a los jebuseos que vivían en Jerusalén «hasta el día de hoy» (1.21) sugiere que una parte del libro puede haber sido escrita antes de la captura de Jerusalén por David, alrededor del año 1000 a.C. 
Podría ser que los jebuseos que sobrevivieron a la batalla se fueran por voluntad propia o que hayan sido expulsados. Pero algunas referencias de las Escrituras sugieren que algunos jebuseos permanecieron en Jerusalén después de la conquista de David (2 S 24.16), pero no es un argumento concluyente. 
Si uno piensa que Jueces fue escrito en algún momento a fines del siglo once a.C., se hace más plausible sugerir que Samuel escribió la mayor parte del libro. Pero, como la cuestión de la autoría, la fecha aproximada de la composición de Jueces permanece envuelta en la incertidumbre.

Josué: La obediencia trae prosperidad


. Josué: Un mandato que trae bendición
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EL LIBRO DE JOSUÉ DESCRIBE LA CONQUISTA DE CANAÁN POR LOS israelitas, desde la invasión inicial por el río Jordán hasta la división final de la tierra. Como la mayoría de las historias militares, el libro de Josué se centra en el comandante, aunque en esta singular guerra, el comandante es Dios mismo (5.15). 
 
El libro enfatiza varias veces que las victorias de los israelitas se debían a la intervención divina (caps. 10 y 11). La victoria extraordinaria sobre Jericó demostró esto de forma espectacular (cap. 6). Ahora Dios obraba decididamente de acuerdo con las promesas que le había hecho a Abraham: ¡Él le daba la tierra de Canaán a su pueblo! El libro de Josué lo describe como un Dios que cumple sus promesas fielmente.

Los sucesos del libro de Josué ocurrieron en menos de diez años, cuarenta años después del éxodo, probablemente alrededor de 1406 a.C. Caleb afirmó (14.7-10) que habían pasado 45 años desde que se le envió de Cades-barnea a espiar la tierra (Nm 13). Como los israelitas pasaron 38 años vagando por el desierto (Dt 2.14), entonces desde que cruzaron el río Jordán hasta la conversación de Caleb habían pasado siete años. La mayoría de los sucesos de este libro ocurrieron durante ese período.

Varios eruditos han sugerido que la conquista de Canaán se realizó entre 1250 y 1150 a.C. debido a que existe evidencia arqueológica de la destrucción de ciudades cananeas en ese tiempo. Sin embargo, estas opiniones presentan ciertos problemas, el más importante es que los israelitas destruyeron sólo tres ciudades durante su conquista (Jericó, Hai y Hazor). Dios les prometió que vivirían en ciudades que no construyeron, disfrutarían de campos que no sembraron y cosecharían fruta que no plantaron (Dt 6.10, 11). 
 
Por lo tanto, los israelitas pelearon la mayoría de las veces en los campos fuera de las ciudades. La extensa destrucción de ciudades cananeas que los arqueólogos encontraron puede datar del tiempo de los jueces. Durante ese período, Dios permitió que los invasores extranjeros devastaran los campos y las ciudades para disciplinar a su pueblo rebelde.

Pequeños resúmenes contenidos en Josué a menudo dan la impresión de que en las campañas de conquista, los israelitas vencían a los cananeos con una fuerza superior, lo que infringía una serie de derrotas totales. El capítulo 10 es un ejemplo de ello. Pero el libro de Josué en general no describe a Israel al ganar un ataque ofensivo frontal mediante una fuerza superior, al contrario, bajo la dirección de Dios, Israel usó varios medios de ataque como emboscadas y diversas tácticas para derrotar a sus enemigos. A pesar de ello, Josué 16.10 y Jueces 1 indican que los israelitas no conquistaron Canaán completamente.

Aún había cananeos morando en la tierra. Sin embargo, Dios sí dio gran parte de la tierra de Canaán a los israelitas mediante una serie de batallas espectaculares en un período relativamente corto. Dios fue fiel a sus promesas.

Los dos temas más importantes de Josué son la posesión de la tierra y el pacto. Dios le prometió la tierra de Canaán a Abraham repetidas veces (Gn 12.7; 13.14, 15, 16; 15.18-21; 17.8; 22.17), a Isaac (Gn 26.3, 4), a Jacob (Gn 28.4, 13; 35.12), y a las generaciones futuras (Gn 48.4-22; 50.24). El libro de Josué recalca que la conquista de Canaán fue un directo cumplimiento de esa promesa. Dios peleaba por los israelitas y les daba la tierra en el proceso. Debido a que demostró su fidelidad a Israel, Dios esperaba que este fuera fiel a su pacto. La posesión de la tierra se basaba en la obediencia de Israel a la Ley de Dios (23.9-13, 15, 16; Dt 4.1, 25-27, 40; 6.17, 18). Ciertamente el libro de Josué describe la posesión total de la tierra como resultado de la obediencia de este a los mandamientos de Dios (10.40; 11.20, 23; 23.9-13).

La conquista de la tierra permitió a Israel experimentar el descanso de Dios, el cual prometió a los israelitas desde el principio (1.13, 15; 11.23; 14.15; 21.44; 22.4; 23.1). «Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres» (21.44). El autor de Hebreos compara este concepto de reposo del AT con entrar en el reposo de Cristo, esto es, en su reino (He 3; 4).

Además de recalcar la importancia de la fidelidad al pacto (1.7, 8; 22.5; 23.6, 16; 24.15), Josué deja constancia de dos ceremonias dedicadas a la renovación del pacto. La primera se realizó en el monte Ebal. Allí Josué construyó un altar al Señor, ofreció sacrificios y copió y leyó la Ley de Moisés (8.30-35). La segunda, en Siquem (cap. 24), donde Josué escribió las palabras de la renovación del pacto de Israel en «el Libro de la Ley de Dios» y erigió una gran piedra como testigo de ese acuerdo (24.25-27). Ambas ceremonias grabaron en la mente y el corazón del pueblo su responsabilidad de seguir sólo a Dios y guardar sus instrucciones. Al final de la conquista los israelitas se enfrentaron a un nuevo reto. La batalla ya no era intensa y los israelitas tenían que demostrar su fidelidad a Dios en las actividades de su vida diaria.

Este libro lleva el nombre del personaje más importante en él, el sucesor de Moisés y líder de Israel durante la conquista de Canaán. Apropiadamente el nombre de Josué en hebreo significa «Jehová es Salvación».

El libro de Josué no dice quién lo escribió. Indudablemente Josué mismo escribió parte de él como lo muestra el versículo 24.26: «y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios». Pero no es seguro cuánto más del resto del libro escribió. Para la fecha en que se escribió, el versículo 6.25 informa que Rahab vivía en Israel «hasta este día». Esto puede indicar que porciones del libro (si no todo él) se escribieron justo después de los eventos registrados. Pero también podría significar que los descendientes de Rahab aún vivían en Israel para el tiempo de la escritura.

Números: Para predicadores itinerantes


. Números: Un censo con propósito
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EL LIBRO DE NÚMEROS DESCRIBE LOS ACONTECIMIENTOS INMEDIATAMENTE anteriores a la entrada de los israelitas en la Tierra Prometida. En una situación de tensión similar a la que se vive en los días preliminares a una gran batalla o a una jornada de elecciones, estos acontecimientos dejan ver la intranquilidad e impaciencia de los israelitas, pero también la expectativa frente a lo que Dios haría. 
Los israelitas cometieron errores graves durante este crucial período, y Dios los disciplinó. Pero a través de esta disciplina e instrucción Dios los preparaba no sólo para adorarle sino para confiar en que Él les daría la victoria final.

Las enormes listas de cantidades y nombres en el libro de Números desaniman a muchos lectores. No obstante, estas deben observarse como lo hacían los antiguos israelitas. Estas listas eran la nómina final de reclutamiento antes de la batalla. Ellas invitaban a alabar a Dios por su fidelidad hacia los israelitas. Él los había protegido y multiplicado aun en medio de un desierto estéril.

Números tiene dos grandes secciones. Cada una de ellas comienza con un censo. El primer censo (caps. 1-4) enumera a los hombres de guerra de la primera generación de los salidos de Egipto. Este censo y la marcha triunfal hacia la Tierra Prometida terminó rápidamente en un desastre. La primera generación de israelitas no confió en Dios ni le agradeció su provisión. En lugar de eso, dudaron de Dios, lo acusaron y se rebelaron en contra de sus benignas instrucciones. Esto requería disciplina: la primera generación no heredó la tierra por haber sido infiel.

Pero aun cuando el Señor no les permitiría entrar a la tierra, no les había abandonado. Permitió que este pueblo rebelde pasara el resto de su vida en el desierto. Más aun, continuó misericordiosamente instruyéndoles en sus caminos y en las formas de preparar a sus hijos para entrar en la tierra. La infidelidad de la primera generación no cambió los planes de Dios ni lo hizo desistir de cumplir sus promesas. En algún momento los israelitas obedecerían a Dios y conquistarían la Tierra Prometida.

Después de vagar durante cuarenta años en el desierto, el segundo censo (cap. 26) enumera los hombres de guerra de la segunda generación. Finalmente, estaban preparados para hacer lo que sus padres no pudieron. Pero tras la narración de los capítulos 26 al 30 persiste una duda: «¿Tendrá éxito la segunda generación, o va a repetir los errores de sus padres?» El libro termina con una expectativa positiva. La segunda generación iba a tener éxito; por fin el pueblo de Dios heredaría la promesa de la tierra de Canaán. 
El libro de Números es el cuarto de los primeros cinco libros del AT, es decir, del Pentateuco. La palabra «números» viene del título que los traductores de la Septuaginta (una traducción griega del AT terminada alrededor del año 150 a.C.) le dieron al libro, un nombre en razón de los dos prominentes censos que contiene.

Hasta el siglo diecinueve los eruditos judíos y cristianos concordaban unánimemente en cuanto a que todo el Pentateuco fue escrito por Moisés. Alguien educado por los egipcios tenía, sin duda, los créditos para componer los cinco libros, además de ser un protagonista desde Éxodo hasta Deuteronomio.

Sin embargo, muchos eruditos de los siglos diecinueve y veinte dudaron que el Moisés histórico compusiera los primeros cinco libros del AT En lugar de eso, sugieren que estos libros, incluyendo Génesis, fueron compilados en una fecha posterior. De acuerdo con este análisis, hubo editores anónimos que usaron al menos cuatro documentos para armar el Pentateuco. 
A estos cuatro documentos se les identifica por el uso de los nombres divinos, tales como Elohim y Yahveh, a lo largo del Pentateuco. También se les identifica al observar ciertas variantes en el tratamiento de algunos temas, el uso de ciertas expresiones idiomáticas y la elección de vocablos. Los cuatro documentos son los llamados: documento J, que usa para Dios el nombre Yahveh; el documento E, que usa para Dios el nombre Elohim; el documento P, o sacerdotal; y el documento D, o Deuteronomista. Últimamente hay quienes desafían esta disección, sin que tras el consiguiente debate entre los eruditos surja un real consenso.

Por otra parte, la mayoría de los escritores evangélicos ha insistido en Moisés como el autor y compilador del Pentateuco. Si consideramos el largo viaje de los israelitas por el desierto, sin duda Moisés tuvo el tiempo para compilar los materiales y escribir la mayor parte de estos libros. 
Sin embargo, puede ser que supervisara algunas adiciones a estos libros, y también que existieran editores posteriores que bajo la dirección del Espíritu agregaran otros materiales. La extraordinaria historia de Balaam (caps. 22-24), por ejemplo, pudo haber sido escrita por otra persona, puesto que Moisés ni siquiera participó como observador en estos acontecimientos.

Al mismo tiempo, existen en Números muchas señales claras de que Moisés escribió la mayor parte de la narración. Por ejemplo, Números 33.2 dice específicamente que Moisés escribió el itinerario. También 3.40, sin duda sugiere que Moisés confeccionó el registro de los primogénitos de Israel. 
Más aun, la reiterada expresión «Y habló Jehová a Moisés diciendo», que encontramos al comenzar casi cada sección principal del libro, da cuenta no sólo de su origen divino sino también del significativo papel de Moisés en la comunicación de estas instrucciones divinas a los israelitas.

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