sábado, 7 de julio de 2012

Interpretando los Textos en el Contexto de Toda la Biblia

biblias y miles de comentarios
 
Un cuerpo moreno desnudo chapoteando en un fangoso río de Sumatra, un estudiante universitario de traje entero luchando por mantenerse a flote en el Cam – dos hombres en el agua, pero por razones bastante diferentes. Uno está tomando su baño diario, el otro ha caído por accidente.

Tanto los israelitas como los egipcios entraron al Mar Rojo, pero solamente el primer grupo salió otra vez. El asunto de Naamán en el río Jordán era diferente al de aquellos judíos penitentes que se amontonaban para unirse allí con Juan el Bautista. En cada caso el evento es similar, pero su significado es diferente dependiendo del contexto.

Las palabras tampoco pueden separarse del contexto en el que fueron dichas. En la película “¡Por Dios!” vemos a Peter Sellers como un vicario incompetente pero bien intencionado realizando visitas a sus feligreses. En una puerta es rechazado por uno de los feligreses nada amistosos quien sabe suficiente de la Biblia como para citarla fuera de contexto: “Mateo 27:5, “Judas fue y se ahorcó”; Lucas 10:37, “Ve y haz tú lo mismo.” Pero algo que es infinitamente más serio es la cita sutil de la escritura fuera de contexto que puede engañar de manera genuina, como por ejemplo, aquella realizada por el mismo Diablo (Mat. 4:6).

Un entendimiento del contexto es una parte vital de la hermenéutica. Generalmente es obvio que las palabras y eventos se relacionan con su contexto inmediato. Lo que no siempre se aprecia de manera plena es la necesidad de considerar todo el trasfondo con el contexto inmediato. Un hombre que se baña en el río Musi no significa la mismo que si se estuviese bañando en un río inglés: en un contexto sería una persona perfectamente normal, en el otro, sería un excéntrico o un exhibicionista. El estilo de recreación de un estudiante inglés probablemente sería visto como algo más excéntrico para un aldeano asiático, para quien el tiempo libre es para descansar, no para gastar una preciosa energía. Si su compañero quiere ir a Granchester, ¿no podría tomar un autobús?

De modo que, el significado de un evento o palabra se ve afectado por su lugar en el contexto de toda una cultura y su estilo de vida. En términos de la hermenéutica bíblica, esto significa que un texto necesita ser entendido no solamente en su contexto inmediato, sino también en su contexto más amplio, el cual es toda la Biblia.

El Contexto Bíblico: Historia y Teología

La Biblia registra la historia y la teología del pueblo escogido de Dios. Luego de un breve registro teológico del principio del mundo, el primer evento principal en la historia bíblica es el llamado a Abraham para que salga de uno de los grandes centros de la civilización pagana para fundar la santa nación de Israel (Gén. 12:1-3; Éxo. 19:4-6). La historia del pueblo de Dios se adelanta luego hasta dos milenios, hasta la llegada del apóstol Pablo al centro del impío Imperio Romano con el mensaje de la salvación de Dios a todas las naciones (Hech. 28:16-31). El registro es concluido con una colección de cartas que tratan con asuntos teológicos y pastorales, y visiones que se relacionan con el fin del presente orden.

En el lenguaje teológico, la historia bíblica generalmente es llamada heilsgeschichte (historia de la salvación o salvífica; e.g., von Rad, Cullmann). Con esto se quiere dar a entender que los eventos de aquella historia se presentan no simplemente como pura actividad humana sino también como la actividad de Dios, quien está obrando en ellos para salvar. La historia no es producto de la casualidad, ni se deriva en última instancia del esfuerzo humano, sino que es la realización del propósito divino. La Biblia proclama como Dios está llamando a los hombres, sacándolos de la oscuridad y llevándolos a su luz maravillosa, e incorporándolos en su propio pueblo: la raza escogida, real sacerdocio y nación santa (1 Ped. 2:9). En otras palabras, la Biblia contiene historia teológica. La historia es la esfera de la revelación de Sí mismo al hombre, tanto en palabras como en hechos. Por ejemplo, Dios reveló su grandeza y poder en el Éxodo y en los eventos asociados con éste; y reveló su voluntad y propósito para el pueblo que había salvado en los escritos que registran e interpretan esos eventos.

La historia bíblica se divide en dos eras, las que corresponden al Antiguo y al Nuevo Testamento. La relación entre las dos es bastante compleja, pero uno de sus principales aspectos ha sido resumido de forma muy conveniente en la fórmula ‘promesa y cumplimiento’ (Kümmel, Zimmerli), por la cual se quiere dar a entender que las primeras partes de la historia contienen promesas que son cumplidas en las partes posteriores. En particular, las promesas del Antiguo Testamento se enfocan en el Mesías, cuya venida se registra en el Nuevo Testamento. A través de la ley y los profetas Dios prometió salvar a su pueblo, y por medio del evangelio y los apóstoles Él produjo el cumplimiento de aquella promesa.

Una manera de entender la naturaleza distintiva de la historia bíblica ha sido tradicionalmente expresada por el concepto de ‘tipología.’ Desdichadamente, este término ha menudo se ha convertido en una excusa para todo tipo de interpretaciones extravagantes, y como resultado tanto el término como el concepto que se halla detrás de él fueron casi olvidados por la erudición histórica y crítica en la primera mitad del siglo veinte. Quizá debido a eso algunos estudiosos sugirieron términos alternativos para representar lo que se halla en la raíz de la tipología, tal como ‘homología’ (Phythian-Adams) o ‘patrones comunes’ (Rowley). Pero después de la Segunda Guerra Mundial, con la llegada de la ‘Teología Bíblica,’ la idea de la tipología gradualmente llegó a ponerse de moda otra vez, redefinida y diferenciada de la alegorización y de otras maneras generalmente inaceptables de interpretar la Biblia. Uno de los proponentes más influyentes fue G. W. H. Lampe, cuya definición es muy representativa:

Es...  ‘principalmente  un  método  de  interpretación  histórica,  basado  en  la continuidad  del  propósito de  Dios  a  lo  largo  de  la  historia  del  pacto.  Busca demostrar la correspondencia que existe entre las varias etapas en el cumplimiento de aquel propósito’ (1953:202). Entendida de esta manera la tipología es un concepto sumamente útil para interpretar la historia bíblica, y por ende, para interpretar la relación que existe entre las dos partes principales de aquella historia, la Antigua y la Nueva.

¿Qué significa esto en la práctica? El término griego tupos, tal como se usa en la Biblia, significa ‘ejemplo’ o ‘patrón’ (Baker: 251-53). De modo que, un ‘tipo’ se puede entender como un evento, persona o institución en la historia bíblica que sirve como un ejemplo o patrón para otros eventos, personas o instituciones. Por ejemplo, el Éxodo es el ejemplo supremo de la actividad salvadora de Dios tal y como se registra en el Antiguo Testamento, de modo que frecuentemente es tratado como un evento típico por los escritores bíblicos (e.g., Salmos 66, 77, 135, 136; Oseas 11; Isa. 63:11-14; cf. 1 Cor. 10:1-11; Apoc. 15:1-8). Algunas veces un personaje particular en la Biblia se convierte en tipo de cómo debiesen vivir los creyentes, tales como David (1 Reyes 3:14; 15:3, 11; cf. Eze. 34:24; Zac. 12:8; Mat. 12:3-4; Heb. 11:32); mientras que Caín (1 Juan 3:12; Judas 11) y los testarudos Israelitas en el desierto (Salmo 95:8-11; Heb. 3:7 – 4:11) son ejemplos que no deben imitarse. El nombre de la colina ‘Sión’ se llega a usar para referirse a la santa ciudad edificada sobre ella (Sal. 97:8; Isa. 28:16), de allí que llega a ser un tipo del hogar espiritual de todos los que pertenecen al verdadero Israel (Isa. 60:14; Miq. 4:1-2; Heb. 12:22; 1 Ped. 2:5-6; Apoc. 14:1).

Así, la ‘tipología,’ como la ‘historia de la salvación,’ señala al hecho de que la historia registrada en la Biblia no es meramente historia humana, ni la historia de dos religiones, sino la historia de Dios y el hombre. Se basa en la convicción de que Dios realmente existe y que está involucrado en los asuntos del hombre, a quien creó y a quien está salvando. Debido a que Dios es uno, y consistente, hay una cierta consistencia a lo largo del curso de la historia que Él dirige, y por lo tanto se pueden trazar paralelos entre los diferentes eventos en esa historia. Las experiencias espirituales de los adoradores de Baal o Buda no se conforman en patrones para la experiencia espiritual Cristiana. Pero el encuentro de Israel o Rut con Yahvé es de relevancia inmediata para nosotros, porque ellos estuvieron en contacto con el mismo Dios que se ha revelado a nosotros en su Hijo (Heb. 1:1-2). De modo que, tales personajes bíblicos pueden convertirse en ejemplos o patrones (‘tipos’) para la experiencia de Dios por parte del Cristiano.

La figura clave en la historia de la salvación, quien es el ejemplo y patrón para todo Cristiano, es Jesucristo. La teología de la Biblia se sintetiza en la persona de Jesús y en Él encuentra su expresión más clara. El Antiguo Testamento extiende su mirada hacia Él, y el Nuevo Testamento dirige su mirada hacia atrás, hacia su primera venida – y hacia adelante, a su esperado regreso. Su vida no transcurre ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. Ninguno de los documentos fue escrito durante su período de vida. Pero ambos Testamentos testifican del Cristo, quien vivió en la tierra durante el tiempo entre sus composiciones. La declaración Cristiana de la fe, que ‘Jesús es el Cristo,’ se basa en ambos Testamentos, pues el Antiguo Testamento promete y provee una definición provisional de ‘Cristo,’ mientras que el Nuevo Testamento provee su nombre, ‘Jesús,’ y muestra como Él cumplió y sobrepasó todas las expectativas (cf. Vischer, Miskotte).

De acuerdo a Jesús, el Antiguo Testamento habla de Él (Juan 5:39). Esto no equivale a decir que Él estaba presente en los tiempos del Antiguo Testamento, o que puede encontrarse y ser expuesto a partir de los textos del Antiguo Testamento. Pero sí significa que es imposible dar una verdadera interpretación teológica del Antiguo Testamento en la Iglesia Cristiana sin hacer referencia al Cristo que cumplió sus promesas y realizó sus esperanzas. No tenemos que imponer la interpretación Cristológica sobre el Antiguo Testamento desde el exterior, sino leyendo el Nuevo Testamento en el Antiguo, o viendo a ‘Jesús en el Génesis,’ o recurriendo a la alegorización o la arbitrariedad. Al contrario, la naturaleza misma del Antiguo Testamento, entendida de manera correcta, demanda la interpretación Cristológica. Así que, es inútil para un Cristiano tratar de entender el Antiguo Testamento sin tomar en consideración al Cristo que éste promete, y quien en realidad vino en cumplimiento de aquella promesa. Además, una correcta interpretación Cristológica del Antiguo Testamento es esencial para justificar la existencia del Cristianismo, porque fue precisamente la interpretación Cristológica diferente por parte de los Judíos de sus escrituras lo que los llevó a ejecutar a Jesús por blasfemia y a perseguir a sus seguidores.

Predicando los textos en contexto: algunas sugerencias

El lema de Pablo al predicar era predicar a Jesucristo como el Señor crucificado (1 Cor. 2:2; 2 Cor. 4:5). Muchos predicadores han hecho de este lema su punto de partida y meta – y han hecho bien. James Stewart, por ejemplo, aconseja al candidato a predicador que ‘si no estamos determinados a que en cada sermón Cristo sea predicado, sería mejor que renunciemos a nuestra comisión de inmediato y que buscásemos alguna otra vocación’ (p. 54). Ya sea que nuestro sermón se base en un texto del Antiguo o del Nuevo Testamento, o que sea temático, su objetivo primordial debiese ser declarar las Buenas Nuevas acerca de Cristo.

Pero quizás valga la pena señalar aquí cuán importante es seleccionar un texto adecuado como la base de un sermón. No todas las partes de la Biblia son apropiadas para toda ocasión. En la enseñanza, la predicación, la consejería, la apologética, la lectura privada, algunos textos son más relevantes que otros. Un aspecto importante de la hermenéutica es determinar cuál texto ha de ser interpretado. La tarea del predicador es predicar a Cristo, y la totalidad de la Biblia es un testimonio de Cristo, de modo que se constituye en el libro-fuente para la predicación, pero no toda oración y párrafo son igualmente apropiados para ese propósito. Génesis 11:10-26; Deuteronomio 23:1-8; Nehemías 12:12-21 y Salmo 109:6-15 tienen su lugar en la Biblia como partes de la historia de la salvación, pero eso no significa que debieran ser seleccionados como textos para el sermón dominical. El predicador ingenioso puede ser capaz de elaborar una homilía edificante a partir del texto más poco prometedor, con la ayuda de la alegorización y la imaginación, pero esto es poco más que imponerle nuestras propias ideas a la palabra de Dios.
En lugar de tratar de hacer que un texto sea relevante – que obviamente no es relevante para la ocasión – sería de mayor provecho seleccionar un texto diferente. ¡No hay escasez de material en la Biblia para predicar a Cristo!

Suponiendo que ya contamos con un texto adecuado, ¿Cómo lo interpretamos fielmente como parte de la Biblia? ¿Cómo se ha de predicar un texto en su contexto bíblico? Debido a que la Biblia no es una colección de textos independientes, sino una obra compleja, con frecuencia necesitamos referirnos a otras partes de la obra para buscar clarificación de lo que se está diciendo en un punto particular. Esta es la razón por la cual las referencias cruzadas forman una parte importante de una edición de la Biblia.

Primero, consideremos la predicación de los textos del Antiguo Testamento en su contexto bíblico. En algunos casos esto es relativamente sencillo, porque una referencia marginal o un pie de página en nuestras biblias señalan hacia una cita, alusión o interpretación en el Nuevo Testamento, o en otra parte del Antiguo Testamento. Por ejemplo, si el texto escogido es Números 21:4-9, no es demasiado difícil explicar primero esto en su contexto original en la historia de Israel, y luego referirse al uso que Juan hace de la historia para ilustrar la salvación por medio de Cristo (Juan 3:14-16). Eso no significa que Cristo sea el significado del pasaje en Números, o que podemos predicar a Cristo directamente de ese texto. Pero este ilustra ciertos principios de la actividad de Dios para salvar a su pueblo: Dios inicia la salvación, un mediador humano coopera, y la gente tiene que responder de la manera señalada. De modo que forma un trasfondo útil por el cual entender uno de los textos clave de la fe Cristiana. Por supuesto que esa es únicamente una manera de predicar a partir de Números 21:4-9. Igualmente podríamos seguir la dirección de Pablo (1 Cor. 10) y producir un sermón totalmente diferente. O podríamos señalar hacia 2 Reyes 18:4, del cual aprendemos que la serpiente de bronce – originalmente un símbolo de la gracia de Dios – había sido convertida en un ídolo y alejaba a la gente de Dios.

Muchos textos del Antiguo Testamento no tienen una relación tan obvia con el Nuevo Testamento, pero no obstante se pueden interpretar con mucho beneficio haciendo referencia a lo que el Nuevo Testamento dice sobre el tema. Por ejemplo, 1 Reyes 3:4-15 es un pasaje importante y obviamente significativo en el Antiguo Testamento. Salomón tomó en consideración la sabiduría para llevar a cabo la tarea que Dios le había encomendado. Consideró que la sabiduría era más importante que la salud, las riquezas y la seguridad política (v. 11). Su oración forma un buen patrón para la súplica: recuerda la bondad pasada de Dios (v. 6), reflexiona en su situación presente (vv. 7-8) y solicita la ayuda de Dios para el futuro (v. 9). Pero esta historia, tan iluminadora como es, más bien puede parecer bastante ajena a la experiencia del Cristiano promedio, quien quizás es capaz de archivarla en su mente junto con las historias de la niñez relacionadas con los deseos concedidos por las hadas. Por lo tanto, puede ser útil asociarla con un pasaje del Nuevo Testamento que trate con el tema de la oración, tal como la invitación de Jesús a pedir lo que necesitamos (Lucas 11:9) o el aliento de Pablo a orar en fe (Fil. 4:6). De esta forma se puede mostrar que el ofrecimiento de Dios, “¿Qué quisieras que te dé?” no fue solamente para Salomón, sino que es un ofrecimiento y desafío para todo Cristiano.

Hace pocos meses el texto presentado en nuestra iglesia fue Jer. 8:4-9. Este es un ejemplo de un texto que no es irrelevante para el Cristiano, pero que está claramente incompleto si no se complementa con el Nuevo Testamento. Enseña con toda claridad acerca de la naturaleza del pecado, que es un comienzo lo suficientemente bueno para un sermón, pero el predicador sería infiel a su llamado a predicar a Cristo si lo deja en ese punto. Una solución sería referirse a Romanos 3:23, que sintetiza el punto del texto en Jeremías (“Todos han pecado y están destituidos de la presencia salvadora de Dios”), y luego señalar hacia el siguiente versículo, que da la respuesta a la separación que existe entre Dios y el hombre (“siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”, v. 24).

Segundo, se necesita considerar la predicación de los textos del Nuevo Testamento en su contexto. En la práctica es mucho más fácil predicar del Nuevo Testamento sin hacer referencia al Antiguo y viceversa, porque obviamente es más relevante para el Cristiano. Es lo mismo, predicar todo el consejo de Dios implica predicar un texto del Nuevo Testamento en el contexto de toda la Biblia, ya sea explícita o implícitamente.Con frecuencia un texto del Nuevo Testamento cita o alude explícitamente una palabra o evento en el Antiguo Testamento, y en ese caso claramente se requiere una explicación del propósito de la referencia. Textos de libros tales como Mateo, Romanos y Hebreos, por ejemplo, que se dedican específicamente a relacionar el evento de Cristo con la historia de la salvación en el Antiguo Testamento,  solo se pueden interpretar correctamente en esa luz. Hay muchos libros y artículos sobre el uso que el Nuevo Testamento hace del Antiguo que nos ayudan a hacer esto (ver Baker: 32-40).

En otros textos del Nuevo Testamento se implica una interpretación específica del Antiguo Testamento, que sin duda era obvia para los lectores originales, pero que no necesariamente es tan obvia para quienes se sientan en los bancos de la iglesia moderna. Por ejemplo:

“Y al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:1-2)

A un indonesio promedio de la calle no se le ocurre preguntar tal cosa sobre aquellos que se sientan en el pavimento o los puentes de Yakarta. En esta parte del mundo es la suerte lo que determina tales asuntos, no el pecado. La pregunta de los discípulos se basaba en su entendimiento del Antiguo Testamento (e.g., Gén. 3; Éxo. 20:5). De modo que puede ser necesario explicar el trasfondo Antiguotestamentario de un texto como ése.

Otra manera en que el Antiguo Testamento es esencial para la predicación a partir del Nuevo es la definición de los términos. Muchos de los conceptos teológicos básicos de la fe Cristiana provienen del Antiguo Testamento: pecado, reconciliación, sacrificio, perdón, Dios, el hombre, Cristo, gracia – para nombrar solo unos pocos. Por ejemplo, un sermón sobre Romanos 12:1 puede que no requiera una cita explícita del Antiguo Testamento. Pero, de hecho, casi todas las palabras significativas en este texto (misericordia, sacrificio, santo, adoración) provienen originalmente del Antiguo Testamento y sólo se pueden entender plenamente en ese contexto.

Conclusión

Para resumir, no es coincidencia que el Antiguo y el Nuevo Testamentos estén unidos en un solo volumen. El Dios que se revela a Sí mismo en el Antiguo Testamento es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. El Nuevo Testamento narra el cumplimiento de las promesas hechas con siglos de anterioridad. De modo que los dos Testamentos forman una sola obra histórica y teológica, en la cual cada evento y obra se pueden entender plenamente cuando se interpretan en el contexto como un todo, y el todo sólo se puede interpretar correctamente a la luz de su evento y Palabra central, Jesucristo.

La Biblia tiene que ver con Dios y el hombre, la teología y la historia. Hubo un tiempo, hace casi dos mil años, cuando el antiguo pacto se agotó y el nuevo aún era un sueño, que Dios vino a la tierra. El Hijo de Dios llegó a ser el Hijo del Hombre. El Mesías prometido apareció en la persona de Jesús de Nazareth, el Rey-carpintero, la Palabra Encarnada. Ese es el mensaje de la Biblia y el punto de partida de nuestra hermenéutica. 
 
Bibliografía

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