sábado, 7 de julio de 2012

Eso que le llaman cienciologia: Un fiasco en el caen muchos

biblias y miles de comentarios
 
Debo confesar que, de octubre de 2004 a junio de 2007, recibí una iguala mensual de parte de cienciólogos por ayudarlos en sus actividades de denuncia de la siquiatría. Trabajé con ellos porque fueron los únicos dispuestos a remunerar mis conocimientos antisiquiátricos; y porque después de quedarme sin carrera en México debido a los sucesos de mi adolescencia, no tuve otra alternativa laboral.
Solyenitsin ha dicho que incluso en el hombre malvado hay un rincón de bien. Si bien es cierto que los detractores de Hubbard lo ven tan loco como era, han fallado en no reconocer el rincón de bien en su legado. La iglesia que creó Hubbard intenta destronar a la siquiatría de igual manera como el catolicismo retrógrado de Polonia contribuyó a destronar al comunismo. A veces el diablo mismo se esconde detrás de la mejor de las causas.
En el mundo hay varios grupos, tanto de profesionales como de sobrevivientes, que denuncian a la siquiatría: pero debido a su músculo económico la Iglesia de Cienciología es la que acapara más prensa. En 1969 Hubbard fundó la Citizen Commission of Human Rights (CCHR), llamada Comisión Ciudadana por los Derechos Humanos en México. Los esfuerzos de CCHR pudieran ser útiles en denostar a la siquiatría ante la opinión pública. Es fundamental valorar su repulsa de drogar a los niños con químicos siquiátricos a fin de controlarlos en la escuela, así como al infatigable activismo que hacen para despertar a la sociedad civil de su letargo sobre esta situación escandalosa. Es una pena que los detractores fallen en reconocer este “rincón de bien”, como puede verse en las páginas web que critican a Cienciología. Martin Gardner mismo, el padre del movimiento escéptico en Norteamérica, toma partido por la siquiatría. Dos años después de que Hubbard publicara Dianetics Gardner publicó Fads and fallacies in the name of science, su primer libro crítico de seudociencias y terapias fraudulentas, en el que incluye a la dianética. Desde la introducción a Fads and fallacies Gardner no se percata que la siquiatría biológica es, al igual que dianética y demás terapias paranormales, una falsa ciencia.
A pesar de sus esfuerzos, buena parte de la denuncia que los cienciólogos hacen de la siquiatría se sale de la realidad. Por ejemplo, según cuenta Ron Hubbard Jr., su padre creía que se beneficiaría enormemente si se apropiara del campo de salud mental. Más loco era la creencia de Hubbard y sus actuales seguidores de atribuir todos los males de la historia y prehistoria a los siquiatras. Para trabajar con ellos, en septiembre de 2004 concerté una cita en las oficinas de un empresario en Paseo de la Reforma en la Ciudad de México. Hablando desinhibidamente sobre la siquiatría, el acreditado cienciólogo me informó que los siquiatras dominaban al mundo ¡desde hace millones de años!
No me sorprendió. Para entonces ya había leído las biografías de Hubbard y sabía que David Mayo, uno de los colaboradores más cercanos a Hubbard y el primero en producir un gran cisma en la iglesia, recibió varias cartas de Hubbard en 1980 cuando aún era un oficial leal. A Mayo le preocupó el estado mental de Ron. Hubbard decía que, desde tiempos inmemoriales, los siquiatras habían sido la raíz de las calamidades del universo; que habían creado el mal en cierto sistema solar. Pero incluso mucho antes de esa revelación, en 1967 Hubbard ya había afirmado haber identificado al enemigo de Cienciología. Según sus propias palabras: “La siquiatría y la salud mental fueron escogidas como vehículo para socavar Occidente ¡y nosotros nos interpusimos en su camino!”
Más de una vez he tratado de discutir con cienciólogos sobre los grandes males del siglo en que nacimos, como los regímenes totalitarios, pero en su visión-túnel no parecen ver más mal que la siquiatría. La pobreza, la sobrepoblación, las dictaduras, el ecocidio y un sin fin de temas quedan fuera de su visión. Por otra parte, los siquiatras abusan únicamente de seres indefensos, por ejemplo, los niños drogados por siquiatras que mencionaba; generalmente no abusan de figuras poderosas. La paranoia de Hubbard y sus seguidores que los siquiatras están detrás de todo mal se llega a reflejar incluso un par de décadas después de su muerte. Varios cienciólogos mexicanos, incluyendo la directora de CCHR y otros dignatarios de la iglesia, me dijeron reiteradamente que temían hablarme por teléfono porque las líneas podían estar intervenidas por sus archienemigos siquiatras. Uno de los oficiales llegó al extremo de salirse apresuradamente de un restaurante durante una conversación conmigo cuando sospechó que algún espía podía estar entre los comensales. El cienciólogo acreditado en los cursos avanzados vive en un estado constante de folie à deux con la ancestral paranoia de Hubbard. Es común que justifiquen la agresividad de la iglesia con los periodistas que la critican alegando “tenemos que defendernos de la siquiatría”, cosa que me recuerda la justificación estalinista de que la Unión Soviética tenía que matar a los disidentes “debido al cerco del mundo capitalista”. En ambos casos un enemigo externo, real o imaginario, es usado como pretexto para cometer crímenes.
Leer la literatura de CCHR provoca risa en el lector. Se afirma que los siquiatras fueron responsables de la Primera Guerra Mundial; la ascensión de Hitler y del Holocausto, de Stalin y del bolchevismo; de las guerras genocidas de Bosnia y Kosovo, e incluso responsables de los atentados del 11 de septiembre. Originalmente supuse que los cienciólogos se guardaban sus teorías de una megaconspiración mundial para la literatura interna de la iglesia. Estaba equivocado. Su exhibición antisiquiátrica internacional, Siquiatría: Una Industria de la Muerte, en grandes pancartas culpa a la siquiatría del genocidio de la Alemania nazi y Yugoslavia, del bolchevismo e incluso de los terroristas islamitas. Aunque he confrontado a algunos cienciólogos sobre estos dislates, las discusiones fueron surrealistas. Ninguno tenía noción sobre la historia del siglo XX, y resultó evidente que creen esas cosas única y exclusivamente porque son doctrina oficial de su iglesia. Los escritos de Hubbard sobre siquiatría están plagados de otros pronunciamientos locos. Por ejemplo, en Processes, un boletín oficial del 11 de diciembre de 1964, y con su típica sintaxis incongruente, Hubbard escribió que los siquiatras—:
mataron a varios millones de personas —así que no es asunto liviano… Se dice que el 331/3 por ciento de todos los pacientes sicoanalíticos se suicidaron en los primeros tres meses de tratamiento.
Aunque me disgusta el sicoanálisis jamás lo acusaría de falsedad tan patente. Asimismo, en un capítulo de La ciencia de la supervivencia Hubbard escribió: “En lo que a nosotros respecta un psicótico es un individuo [...] a quien se debe cuidar para proteger a los demás de él, o a él de sí mismo”. Más adelante Hubbard habla de “pacientes psiquiátricos”, y, una vez más, con su típica descuidada sintaxis vuelve a definir al psicótico como “una amenaza de muerte para las personas, las cosas [sic], si no para sí mismo”, y considera que “el suicidio siempre es psicótico”.
Estos pasajes son indistinguibles de la postura siquiátrica más ortodoxa. A diferencia de la imagen de Hollywood, la gente perturbada o “esquizofrénica” no suele ser más violenta que la gente cuerda. Asimismo, en algunos casos el suicidio es un acto de cordura, no de locura como celosamente mantienen los siquiatras y como ratificó Hubbard. Lo que es más, Hubbard se expresa de forma más despectiva hacia la gente perturbada que la misma biblia de los siquiatras, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM por sus siglas en inglés), publicado por la Asociación Psiquiátrica Americana. De hecho, en La ciencia de la supervivencia Hubbard pinta a la gente perturbada como los temibles psicópatas que vemos en las películas. En contraste, la primera sección del DSM se limita a describir los trastornos mentales.
Cierta vez hablaba con mi hermano sobre una conocida nuestra que tuvo una fuerte crisis emocional enfrente de mí. Germán me preguntó si ella “estaba en tiempo presente”. Menciono la anécdota porque tanto mi hermano como sus correligionarios ignoran que muchas ideas de Hubbard son plagios. Hubbard escribió que la gente en crisis psicótica “no puede distinguir entre pasado, presente y futuro”, y siempre ávido de acuñar neologismos innecesarios nombró a esa condición PTS-3, siglas del tercer grado de Potential Trouble Source: concepto del que diré algo más adelante. Pero la idea es original del doctor E. R. Balken. Siete años antes de que Hubbard creara su dianética Balken ya había publicado, en inglés, que el esquizofrénico no puede distinguir entre pasado, presente y futuro. Como muchos conceptos que aparecen en Cienciología, Hubbard no le dio crédito a Balken (independientemente del plagio, la explicación de Balken y Hubbard sobre la locura es simplona).
En Los Ángeles existe el museo Siquiatría: Una Industria de la Muerte, inaugurado por la iglesia en 2005, en el que se basa la exhibición internacional con el mismo nombre. Impresionantes instrumentos de tortura que los siquiatras han usado en los siglos pasados asustan al visitante. La exhibición es similar a los museos sobre la Inquisición española y representa lo que considero la parte luminosa en la Iglesia de Cienciología: la denuncia del mal, aunque limitada a las violaciones a los derechos humanos en el sector de salud mental. Dicho esto, si los mandatarios de la iglesia fueran un poco inteligentes, CCHR, supuesto brazo secular de la iglesia, estaría a cargo de los entendidos. Éstos jamás mezclarían las justas denuncias del museo con teorías de una megaconspiración de los siquiatras detrás de la Primera Guerra Mundial, Hitler o bin Laden.

Sección de la exhibición de CCHR
La exhibición va acompañada de un DVD con el mismo nombre de “una industria de la muerte”, el cual se le ha obsequiado a miles de personas: una enorme inversión de parte de la iglesia. Aunque en el DVD se entrevista a muchos críticos seculares de la siquiatría, en el capítulo final la voz en off de un cienciólogo alega que “detrás de cada crisis mundial se encontrará la mano de la siquiatría”. Con tal aseveración, la labor que representó esta exhibición que le ha dado la vuelta al mundo, y los DVDs obsequiados, huele a paranoia.
Si quienes donan dinero a CCHR lo donaran mejor a los críticos laicos, éstos habrían causado mil veces más daño a la siquiatría que lo que ha logrado la iglesia. Además de retirar la ridícula teoría de la megaconspiración de la exhibición internacional, si CCHR estuviese a cargo de la gente secular se habrían fundado casas editoras para traducir y publicar los mejores libros contra la siquiatría en países donde se les desconoce. El mundo hispanohablante es un buen ejemplo porque, al momento de escribir, sólo existe un libro erudito disponible en el mercado que, con referencias bibliográficas actualizadas, hace una evaluación crítica de la siquiatría biológica: Modelos de locura, editado por John Read, Loren Mosher y Richard Bentall y traducido al castellano en 2006. México en particular ha sido sede de dos congresos internacionales sobre antisiquiatría secular en 1978 y en 1981 (me refiero a la crítica a la profesión que nada tiene que ver con la Iglesia de Cienciología). En lo personal, de haber estado a cargo de CCHR México, yo habría tenido en mente algo aún más ambicioso, como el memorable encuentro de intelectuales convocado por Octavio Paz y Enrique Krauze en 1990 a raíz del desmoronamiento del comunismo y la caída del Muro de Berlín. Con los fabulosos subsidios que recibe CCHR habría organizado un encuentro invitando a Thomas Szasz, Robert Whitaker y a los profesionales que publican en la revista Ethical human psychiatry and psychology, fundada por el doctor Peter Breggin. También invitaría a David Oaks, director de Mind Freedom International, organización que representa a miles de sobrevivientes de la siquiatría. En lugar de tan elemental idea, cuando trabajé con cienciólogos presencié cómo un millonario regiomontano llevó, año tras año, a numerosos invitados al museo de Los Ángeles con viaje y viáticos pagados. Tanto este generoso patrocinador, como otros patrocinadores millonarios, abonan grandes cantidades a una iglesia que nombra como directores de la treintena de filiales de CCHR International alrededor del mundo únicamente a quienes han tomado cursos de Ron. El resultado es que gente que ni siquiera ha leído a los clásicos, Foucault, Laing y Szasz, o a los nuevos críticos de la siquiatría que publican en la revista especializada de Peter Breggin, preside la poderosa organización antisiquiátrica.
Unas palabras sobre lo que podría denominar el affair Breggin. Los cienciólogos son tan paranoicos con sus críticos que, por usar su lenguaje, “desconectaron” al doctor Breggin. En principio, esto parece inexplicable si consideramos que Breggin ha sido el médico más conocido del mundo entre quienes luchan contra drogar siquiátricamente a los niños: ¡precisamente el área en que CCHR enfoca la mayoría de sus esfuerzos! Pero el hecho es que en el museo, los DVDs y las revistas de CCHR, que contienen incontables referencias de los profesionales críticos de la siquiatría, no se hace una sola mención de Breggin. ¿Cómo es posible esto? El caso es que Ginger Breggin, la esposa de Peter Breggin, había sido ciencióloga. Pero después de una grave crisis y apoyada por su marido, rompió con la Iglesia de Cienciología. Eso fue suficiente para que los cienciólogos “desconectaran” a Ginger Breggin. Aunque su marido jamás fue cienciólogo, borraron toda mención de Peter Breggin de sus textos sin importarles la estatura de Breggin en el campo, quien el año 2000 fue invitado al Congreso estadounidense para hablar en contra de la drogadicción siquiátrica a los niños.
A nivel personal, una anécdota ilustra desde otra perspectiva la estrechez mental de los cienciólogos. La directora de CCHR México, Rossana Fernández, está acreditada en la iglesia con niveles avanzados de auditación. Pero en los años en que la traté no leyó un solo libro docto de estos críticos de la siquiatría: sólo el panfleto de una mamá que se opuso al psicofármaco Ritalín que le recetaron a su hija. Una de las actitudes de la directora Rossana que precipitó mi renuncia fue pretender corregirme, vía e-mail, una ponencia que presentaría en el Hospital General Siglo XXI en junio de 2007 ( “¡Quítale esto, añádale esto otro!”). Mi protesta ante la osadía de esta mujer ignorante devino en que se suspendiera el pago de mi iguala. Jan Eastgate, la directora de CCHR International al momento de escribir, no se queda atrás. Es muy significativo, por ejemplo, que esta directora “internacional” no conozca otro idioma que el inglés. Carmen Ávila, quien presidía CCHR México antes de Rossana, se quejó conmigo que al visitar las oficinas de CCHR Los Ángeles no pudiera comunicarse con su jefa Jan.
Confieso que mi experiencia con Rossana fue surrealista y, a veces, humillante. Quien no había leído un solo tratado serio sobre siquiatría era mi jefa. En cambio, un par de décadas de investigación me costó en Estados Unidos, Inglaterra y México comprender a la siquiatría. La iglesia vende el slogan de que “Cienciología hace que la gente capaz sean más capaces”, pero a juzgar por los hechos lo opuesto parece verdad: a pesar de sus generosos subsidios los cienciólogos con quienes traté eran gente incapaz. Cierto que, mientras hagamos a un lado su teoría de la megaconspiración, el museo de Los Ángeles es elogiable. Pero cuando invitan a dignatarios a visitarlo, como he visto que lo hacen con políticos mexicanos con viaje y viáticos pagados, los conducen a otro museo en Hollywood que le rinde culto a Hubbard.
The L. Ron Hubbard Life Exhibition es el museo de las mentiras: estantes de libros de ciencia-ficción escritos por Hubbard que omiten decir que se trata de literatura barata o de revistas sensacionalistas; fotografías y artefactos de viajes de Hubbard en varias partes del mundo que lo presentan como si hubieran sido auténticas expediciones científicas; incontables diplomas, agradecimientos, proclamaciones, premios de dudoso valor y muchas otras maravillas. ¡Hubbard llegó al extremo de hacerse fotografiar con medallas del ejército norteamericano que en realidad no poseía! Ya me imagino la impresión que la visita a The L. Ron Hubbard Life Exhibition causa en quienes no tienen a Ron por gurú. Por ejemplo, a pesar de que los cienciólogos lo premiaron en Los Ángeles a principios de siglo por un programa televisivo en que denunció a la droga Ritalín, el conocido comunicador mexicano Ricardo Rocha declinó ulteriores invitaciones de la iglesia (vale decir que sus oficinas se encontraban a pocas cuadras de las oficinas generales de CCHR México, estas últimas ubicadas en la calle Cordobanes #47: detrás del Teatro de los Insurgentes de la capital mexicana).
La característica que mejor distingue a una secta es que le rinde culto a la personalidad de su fundador. Cierta vez le dije a Germán que en Cienciología se rendía culto a Hubbard. Mi hermano lo dudó, pero toda actividad en Cienciología es muestra fehaciente del culto que se le rinde a Hubbard. Por ejemplo, un enorme retrato pintado de Hubbard en cuerpo entero y con una de sus manos sobre el globo terráqueo aparece en la pared izquierda del gigantesco auditorio armado donde se imparte el informe anual ante miles de adeptos. La imagen de Hubbard con su poderosa mano sobre la Tierra es simbólica. (David Miscavige, quien al momento de escribir es el papa de la iglesia, ha declarado públicamente que el objetivo final es que Cienciología sea el eje alrededor del cual se desarrolle la sociedad humana —un sueño que me recuerda al de Felipe II de convertir al mundo entero al catolicismo, y al sueño de los islamitas contemporáneos.) La literatura de la iglesia está repleta de hazañas sobre las más diversas actividades de Hubbard, no sólo como soldado sino como horticultor, marinero, músico, guionista de cine e incluso filósofo. Hay una serie de panfletos lustrosos con tipografía artística y fotografías a color llamada La serie Ronald. La presentación de libros de lujo, ocasionalmente con canto de oro en las hojas, es típica en la iglesia. Cuando Hubbard falleció una magnífica edición en inglés de Dianetics con cubierta de piel fue donada a las bibliotecas: edición conmemorativa que la iglesia anunció incluso en televisión.
Como le dije a Germán, antes de trabajar con ellos di una conferencia denunciando los crímenes de la siquiatría en el edificio de la iglesia en avenida Cuauhtémoc #576. Al terminar, el director me regaló dos lustrosos panfletos de La serie Ronald mientras me fotografiaron mostrando sus portadas. Los diversos títulos de la serie rezan: “El administrador”, “El artista”, “El aventurero / explorador”, “El avezado marino”, “El aviador”, “El cineasta”, “El creador de música”, “El educador”, “El escritor”, “El filósofo”, “El fotógrafo” y “El poeta / lírico”. La iglesia se esfuerza desmedidamente en mostrar a Hubbard como un superdotado que dominaba todos los campos del saber humano. Como también le dije a Germán, Hubbard llegó a decir cosas tan ridículas como que tenía conocimientos de física nuclear. El título original de uno de sus libros era All about radiation by a nuclear physicist and a medical doctor. La triste realidad es que en el breve tiempo que estuvo en la universidad Hubbard ni siquiera aprobó los cursos de física que tomó.
En cada uno de los panfletos de La serie Ronald aparecen distintas fotografías con Hubbard posando cuidadosamente frente a la cámara. De toda esta glorificación lo único cierto es que Hubbard fue un escritor popular de ciencia-ficción. El trabajo de Hubbard como músico o cineasta es tal basura que ni sus más acérrimos seguidores lo muestran al público: se limitan a mostrar fotografías de Hubbard disfrazado de músico o de director de cine. Los “hallazgos” de Hubbard en horticultura son tan seudocientíficos que ninguna revista especializada ha publicado alguno de ellos. Además, la iglesia escamotea los datos pertinentes de la biografía de Hubbard. Ni una palabra se les dice a los estudiantes sobre sus primeros matrimonios. Cuando he tenido la oportunidad de tocar el tema con algún cienciólogo me percato que sólo se les habla de Mary Sue: la única de sus esposas que creyó en la “tech” de su marido. Asimismo, ninguna de las cosas que le señalé a mi hermano es mencionada en los textos oficiales ni siquiera para rebatirlas. También se oculta que Hubbard fue detenido por la policía por haber dejado a su bebé Alexis, hija de su segunda mujer, sola en el coche: algo que hizo cuando ya había creado la dianética.
Cuando confronto a un cienciólogo que cree en las rosadas hagiografías es común que me salgan con racionalizaciones. Por ejemplo, al tocar el tema de la muerte de Quentin Hubbard con Mary Campos en Monterrey, la ciencióloga alegó que había sido un asesinato perpetrado por los enemigos de la iglesia. Pero Quentin ya había tenido un intento de suicidio en 1974, como mostraré en un subsecuente capítulo. Posteriormente, en octubre de 1976 Quentin fue hallado en estado comatoso dentro de un coche estacionado en Las Vegas con el motor encendido. Fue llevado de urgencia al hospital y murió dos semanas después sin haber vuelto a cobrar conciencia.


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